El suicidio. Nunca nos despedimos - Arnaldo Pangrazzi - E-Book

El suicidio. Nunca nos despedimos E-Book

Arnaldo Pangrazzi

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Beschreibung

Partiendo de numerosos testimonios y escritos recogidos a lo largo de su experiencia, el sacerdote camilo Arnaldo Pangrazzi aborda el suicidio no tanto desde una mirada científica como desde un enfoque fenomenológico, privilegiando el aspecto humanista y espiritual. En primer lugar aborda los diferentes rostros y escenarios posibles del suicidio, los mitos y realidades acerca del mismo, y atiende a la prevención de los factores de riesgo del suicidio y a la problemática del comportamiento suicida. Se detiene también en las implicaciones religiosas y pastorales del suicidio, promoviendo la compasión hacia quienes han hecho esta elección desesperada y confiándolos a la misericordia de Dios. Por último, se propone acompañar el duelo de los familiares y amigos que quedan, mediante procesos de sanación para ayudarlos a vivir con sus «porqués», a no esperar respuestas integrales que no quitan el dolor, y a transformar la herida lacerante en una mayor capacidad de amar la vida, con todo lo que esta ofrece.

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Presentación

Más de 800.000 personas se quitan la vida cada año en todo el mundo.

Es un número impresionante, un fenómeno que sacude nuestras conciencias, un drama que devasta a innumerables familias de diferentes culturas, razas y orígenes sociales.

Cada año, el 10 de septiembre, se celebra el Día mundial para la prevención del suicidio, con el objetivo de centrar la atención de la sociedad y la cultura en este dramático desafío a través de la sensibilización, la información y el testimonio de las personas afectadas por esta tragedia.

En España el Ministerio de Sanidad promueve la Línea 024 de atención a la conducta suicida. Se trata de una línea telefónica gratuita, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, que presta ayuda a las personas con pensamientos, tendencias o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados, básicamente a través de la contención emocional por medio de la escucha activa de los profesionales del 024. Esta línea no pretende reemplazar ni ser alternativa a la consulta presencial con un profesional sanitario cuando sea necesaria, aunque los destinatarios de la línea son las personas con conducta o tendencias suicidas, así como los familiares o allegados de víctimas de suicidio o de personas con tendencias suicidas[1].

Además, también a nivel nacional, existen muchas entidades que realizan un valioso trabajo de escucha y apoyo a todas las personas que atraviesan dificultades existenciales como la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, el Teléfono contra el suicidio, el Teléfono de la Esperanza, la ACPS (Associaciò Catalana per la Prevenciò del sucïcidi), el Centro de Escucha San Camilo, el Programa Alienta, la Red Aipis...

Sin duda, después de la pandemia ha aumentado el número de personas que piden ayuda, han intentado suicidarse o lo han consumado, con dolorosos rastros de tormento para los supervivientes.

Numerosas encuestas, artículos, libros, películas y programas de televisión han abordado este tema desde diferentes perspectivas, para tratar de comprender y contener el impacto de un fenómeno desenfrenado.

Como ha resultado difícil identificar y contrarrestar la propagación del COVID-19, a pesar de todos los esfuerzos de la ciencia, la política y la enorme financiación de la investigación y la sanidad, es problemático identificar y prevenir los gestos suicidas, a menudo realizados por personas de las que nunca hubiéramos imaginado una elección tan inesperada, incomprensible y definitiva.

Nota personal

Mi interés por este tema comenzó hace más de 40 años cuando empecé mi servicio pastoral en el Hospital St. Joseph de Milwaukee, en Estados Unidos. El impacto en los familiares que están en urgencias tras un suicidio, así como algunos hechos ocurridos en el círculo de mis colaboradores, me impulsaron a crear un grupo de ayuda mutua para familiares de víctimas del suicidio, con reuniones bimensuales. Después de aproximadamente un año, también bajo la petición de estos participantes, inicié un grupo de ayuda mutua para aquellos que habían intentado o pensado seriamente en el suicidio. La notificación de la disponibilidad de estos grupos se realizó mediante breves anuncios en el diario local o vía radio y, posteriormente, mediante el boca a boca. A mi regreso a Italia, después de haber comprobado en los participantes una mejora considerable por su asistencia a estos grupos para su curación y crecimiento, promocioné su nacimiento, también a través de la formación de coordinadores.

Este libro se nutre de la experiencia acumulada, de los artículos escritos y de las conferencias celebradas sobre este tema a lo largo del tiempo, incorporándolos ahora en este volumen que resume las reflexiones y los análisis previamente madurados.

Evidentemente el texto no aborda esta cuestión desde una perspectiva científica (aportes de la biología, la medicina, la psiquiatría, la ética y otras ciencias), que no es de mi competencia, sino que privilegia la perspectiva humanista y espiritual, para comprender algunas piezas del complejo mosaico de los que realizan gestos suicidas, así como el trabajo que deben hacer los supervivientes.

El enfoque es fenomenológico y aprovecho los testimonios de los escritos, que aún conservo, así como de voces recogidas a lo largo del tiempo, para radiografiar el fuero interno de los protagonistas.

En mi papel de sacerdote, he tenido ocasión de presidir algunos funerales marcados por este inmenso dolor, por lo que prestaré especial atención a las implicaciones religiosas y pastorales de los lamentables hechos relacionados con el suicidio.

La intención, ante los dramas que trastocan la vida y rompen el corazón, es, sobre todo, promover la compasión hacia quienes han hecho esta elección desesperada, confiándolos a la misericordia de Dios.

En segundo lugar, estas páginas tienen como objetivo acompañar el duelo de los familiares y amigos que quedan, promoviendo en ellos procesos de sanación que incluyen saber vivir con sus «porqués», sin esperar respuestas integrales que no quitan el dolor, y aprender a transformar la herida lacerante en una mayor capacidad de amar la vida, con todo lo que ofrece.

[1] Disponible en https://www.sanidad.gob.es/linea024/home.htm.

1

Los diferentes rostros del suicidio

La esperanza es una necesidad para una vida normal

y el mejor antídoto contra el impulso suicida.

Karl A. Menninger

El suicidio: escenarios posibles

Por suicidio entendemos la supresión de la propia vida a través de una acción (por ejemplo, ahorcarse o ingerir sustancias letales) u omisión (renunciar a alimentarse, rechazar los cuidados).

Examinando el tema del suicidio en un sentido amplio, podemos hablar de cinco horizontes que lo caracterizan: las conductas autodestructivas, los suicidios camuflados o disfrazados, los intentos de quitarse la vida, los suicidios consumados y el dolor de los supervivientes.

Los ilustramos brevemente a continuación.

1. Conductas autodestructivas. La discusión parte de lejos: las conductas autolesivas se refieren a hábitos que, poco a poco, reducen el horizonte existencial y extinguen la vitalidad de la persona. Entre estos, destacan la adicción al alcohol y las drogas.

Los adictos pierden gradualmente el contacto con valores como el sentido de la responsabilidad, el compromiso familiar, la dedicación al trabajo, el crecimiento personal y la ética del comportamiento, para centrarse en la consecución de aquellos bienes (alcohol y drogas) que les aseguran una gratificación inmediata, una vía de escape de sus frustraciones y conflictos, así como una estrategia para contrarrestar el sentimiento de culpa y de fracaso. En la práctica, tratan las molestias anestesiándolas.

Cuanto más se agudiza la adicción, más se profundiza en el desorden interior, en la pérdida de valores fundamentales, y más se estrecha el horizonte existencial.

En otras palabras, la esclavitud de las adicciones se convierte en una larga e inexorable agonía, en un lento suicidio.

Además, entre los jóvenes en particular, están aumentando las manifestaciones de conductas autolesivas que no tienen como objetivo el suicidio, sino que apuntan a obtener alivio de estados de ánimo opresivos o pensamientos negativos. Por tanto, tienen una función de catarsis y liberación y revisten un significado simbólico para canalizar emociones incontrolables, como la ira y la culpa. Dañarse y herirse intencionalmente revela una profunda incomodidad interior.

Por lo general, es un lenguaje disfrazado ya que quienes se procuran mutilaciones tienden a cubrir sus heridas con la ropa o a lesionarse en partes del cuerpo que no son fácilmente visibles o reconocibles, lo que confirma actos que no exigen explícitamente ayuda ni atención, pero que se experimentan como válvula de escape del estrés emocional.

2. Suicidios camuflados o disfrazados. Muchas muertes registradas como accidentes de tráfico son, de hecho, suicidios intencionados. Un gran problema en la cuantificación de los suicidios es que a menudo se desconocen o se enmascaran bajo el título de accidentes y se eliminan deliberadamente de los registros de defunción.

En muchos contextos se condena el suicidio por motivos religiosos o culturales, considerado como un tabú del que no se puede hablar, una mancha que afecta al buen nombre de la familia, para la que la muerte aparece como una desgracia.

3. Intentos de suicidio. Las salas de urgencias de los hospitales y los consultorios de psiquiatras y psicoterapeutas registran un elevado número de personas que han pensado seriamente o han intentado acabar con su vida.

Se trata de personas a las que, en el último momento, ha salvado un familiar o un amigo que llegó cuando estaban desanimados, o que se libraron de la muerte gracias a la rápida intervención de una ambulancia o de los bomberos; siguen vivos en urgencias, a pesar de las graves heridas sufridas, tal vez tras un salto al vacío.

4. Suicidios consumados. En este caso, se logra la intención de acabar con la propia existencia. Algunos datos parecen sugerir que, en todo el mundo, casi un millón de personas se quitan la vida cada año. En el pasado, un alto porcentaje de suicidios pertenecía a la franja de personas ancianas; recientemente ha aumentado el número de adolescentes que toman esta dramática elección. En los últimos años también hay un número creciente de niños que realizan este gesto fatal.

5. El dolor de los supervivientes. La parte final del texto estará dedicada al dolor devastador experimentado por los supervivientes, dolor no causado por una enfermedad, un error de conducción o por desastres fatales, como un terremoto o un accidente ferroviario, sino por la persona que tomó la decisión de poner fin a sus días. Tras el suicidio, los familiares, en medio de la incredulidad y el sentimiento de abandono del ser querido, deben encargarse de explicar las causas de su muerte a conocidos y amigos. Muchos experimentan un total desconcierto existencial, confusión sobre los valores personales y un rápido declive de la autoestima, antes de buscar un grupo e iniciar un camino de renacimiento.

Los suicidios accidentales merecen una discusión aparte (la intención no era morir, pero el gesto demostrativo terminó mal), así como los suicidios masivos (por ejemplo, dentro de una secta) y el llamado suicidio asistido o la eutanasia, ante una enfermedad con desenlace fatal. La eutanasia se refiere a la asistencia que brindan los médicos a las personas que desean morir y ha sido legalmente aprobada en algunos países, como Suiza, Canadá, Alemania, España y una docena de Estados de Estados Unidos.

Es un tema muy controvertido, ya que distorsiona el propósito de la actividad médica destinada a salvaguardar la vida; el tema está ampliamente tratado en la literatura, pero no es el horizonte de referencia de este libro.

Mitos y realidades sobre el suicidio[2]

Concluimos esta panorámica introductoria destacando algunos «mitos» que rodean al suicidio, tratando de contrastarlos con la evidencia de los hechos.

• Mito: las personas en riesgo de suicidio rara vez hablan sobre el suicidio.

• Hecho: las personas que se suicidan suelen dar señales verbales. Algunos estudios informan de que al menos dos tercios de las personas suicidas habían manifestado su intención de llevarlo a cabo.

• Mito: las personas suicidas están decididas a morir.

• Hecho: muchos no saben si vivir o morir, y «apuestan» por la muerte, dejando que otros les salven. Casi nadie se suicida sin que sus familiares y amigos sepan cómo se sienten.

• Mito: una vez que una persona piensa en el suicidio, no se lo puede quitar de la cabeza.

• Hecho: las personas que quieren suicidarse están «en riesgo de suicidio» solo por un período de tiempo limitado.

• Mito: la mejora después de una crisis de suicidio significa que el riesgo de suicidio ha terminado.

• Hecho: muchos suicidios se producen en los tres meses siguientes al comienzo de la «mejoría», cuando el individuo tiene suficiente energía para hacer realidad aquella idea.

• Mito: el suicidio afecta mucho más a los ricos o, por el contrario, es casi exclusivo de los pobres.

• Hecho: el suicidio no afecta en mayor cuantía ni a ricos ni a pobres. El suicidio es muy «democrático» y se distribuye proporcionalmente en todos los niveles de la sociedad.

• Mito: todos los suicidas son enfermos mentales, y el suicidio es siempre un acto realizado por una persona psicótica.

• Hecho: el estudio de cientos de observaciones sobre suicidios indica que, aunque la persona suicida es muy infeliz, no necesariamente tiene una enfermedad mental.

• Mito: la persona suicida quiere morir y cree que no hay vuelta atrás.

• Hecho: la persona suicida a menudo no tiene claro lo de querer morirse.

• Mito: hablar sobre el suicidio puede desencadenar un comportamiento suicida.

• Hecho: muchas personas que luchan con problemas mentales y físicos ya han considerado el suicidio. La discusión abierta del tema ayuda a las personas que tienen una crisis a comprender mejor sus problemas y posibles soluciones y, a menudo, brinda alivio y comprensión.

Preguntas para la reflexión personal y/o de grupo

1. ¿Alguna vez ha pasado por tu mente la idea del suicidio? ¿En qué momento o circunstancia de tu vida sucedió? ¿Cómo lo superaste?

2. En tu opinión, ¿cuáles son las causas que pueden llevar a los jóvenes a quitarse la vida? ¿Qué consejos se pueden dar para prevenir los gestos suicidas?

3. ¿Sería apropiado hablar de este tema en las escuelas? ¿Qué valores es importante inculcar en los jóvenes para prepararlos para afrontar las crisis existenciales?

4. ¿Qué lugar ocupan la depresión y la soledad en el suicidio? ¿Qué papel juegan la familia, la escuela y la sociedad para abordar este problema?

5. Si un día alguien te confiara su intención de suicidarse, ¿cómo manejarías la situación?

[2]Disponible en www.prevenireilsuicidio.it.

2

La prevención: intervenir a tiempo

Todo el problema de la vida es este:

cómo romper la propia soledad,

cómo comunicarse con los demás.

Cesare Pavese

Un fenómeno de vastas proporciones

El suicidio es un fenómeno[3] complejo que, a lo largo de los siglos, ha llamado la atención de filósofos, teólogos, médicos, psicólogos, antropólogos, sociólogos y demás estudiosos.

El suicidio sigue siendo un grave problema de salud pública que aflige profundamente a las personas, las familias, los lugares de trabajo y la sociedad en su conjunto.

En todos los países, el suicidio se encuentra actualmente entre las tres principales causas de muerte en la franja de edad de los 15 a los 34 años. En el pasado, el fenómeno predominaba entre los ancianos, pero hoy ha crecido alarmantemente entre los jóvenes, tanto en términos absolutos como relativos, en al menos un tercio de los países. Este dato representa una pérdida de vidas humanas superior a las muertes causadas por las guerras y los asesinatos cada año. Además, todos los días mueren por suicidio el equivalente de las víctimas causadas por el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Por lo tanto, es un fenómeno que no se puede ignorar; es necesario romper ese silencio y esa desviación sistemática pero funesta del tema que caracteriza nuestra rutina.

Prioridad: la prevención

Aún conservo conmigo la carta que apareció en el Boston Globe[4], en el momento en que coordinaba dos grupos de ayuda mutua en Milwaukee: uno para familiares de personas que se han suicidado y otro para personas que habían intentado suicidarse.

Guardo el texto que propongo a continuación junto con una carpeta con las notas de suicidio que han dejado los que se han quitado la vida y que me entregaron los supervivientes; fotografían fragmentos del fuero interno de quienes se hunden en estas crisis existenciales:

Hace unos meses intenté suicidarme. La causa de mi gesto es que ya no me sentía feliz.

Sé que el dolor y el sufrimiento son parte de la vida, al igual que la alegría y las risas. Pero no he sentido nunca el grado de felicidad necesaria que debería haber en cada vida. Además, tenía la sensación de que, por mucho que intentara ser bueno, amable y reflexivo, nunca era suficiente.

¡Lo mejor de mí no era suficiente para la gente! Esto me hizo sentir culpable, y una persona insatisfecha se convierte en una carga para los demás. No quería pasar el resto de mi vida en estas condiciones, así que decidí suicidarme.

Sí, sé que está mal y que la sociedad lo condena. Pero yo quería morir. La vida, tal como era, me parecía peor que la muerte. Pero ahora me alegro de estar vivo. Espero que no me pidas que me avergüence de lo que he hecho.

Sueño un día con tener hijos y que no piensen mal de mí. Aprendí a ser más fuerte, incluso a pensar más en mí mismo para no perderme en las expectativas de los demás. He aprendido a identificar mejor mis necesidades. Una de ellas es que me sigues amando.

Con afecto.

Gracias a Dios, el autor de la carta superó su momento de desconcierto y ha podido hacer realidad sus sueños, pero muchas veces no termina así.

Por eso, la prioridad es frenar la cadena de muertes absurdas interviniendo a tiempo, cuando sea posible, en el laberinto de pensamientos, estados de ánimo y vivencias que experimentan quienes se plantean poner fin a su dolor y a su existencia.

La Organización Mundial de la Salud recomendó, en 1999, que la prevención del suicidio fuera una de las prioridades sanitarias que se deben perseguir mediante la participación de profesionales de la salud, educadores, gobiernos, legisladores, fuerzas del orden, familias y comunidades.

Tiene una importancia fundamental ayudar a las personas –mediante intervenciones educativas, sociales y psicológicas– a gestionar de forma constructiva las crisis de la vida, sin dejarse llevar por el desánimo y la desesperación.

Esto significa, por ejemplo, ayudar a los jóvenes a manejar mejor sus emociones, educarlos para evaluar diferentes opciones y alternativas ante los conflictos u orientarlos a sacar a la luz su capacidad de respuesta ante dificultades relacionales y existenciales.

El apoyo puede ser mediado por las familias, a través de la información y acompañamiento en circunstancias críticas, por la escuela, por el aporte de la psicología y la pedagogía, y por el aporte de profesionales y educadores capacitados en el arte de la ayuda y del counseling.

Dentro de las comunidades y del voluntariado, se pueden impulsar iniciativas de formación para sensibilizar a los miembros de las asociaciones sociales y eclesiales para que conozcan mejor algunas señales de alerta a las que prestar atención, para realizar las intervenciones adecuadas.

En los centros de escucha trabajan personas que han recibido una formación básica en el arte de la escucha, la empatía y la relación de ayuda e intervienen para diagnosticar la criticidad de la situación y proponer formas de ayuda y follow-up dictadas por el discernimiento de la situación[5].

Después de la pandemia del COVID-19, tal y como se recuerda con motivo de la celebración anual del Día mundial para la prevención del suicidio, se han registrado datos según los cuales se han duplicado las solicitudes de ayuda de personas con tendencias suicidas o de sus seres queridos. La experiencia de la pandemia ha aumentado los niveles de depresión, ansiedad, obsesión y violencia de género.

Cuatro pistas para prevenir a tiempo

El primer desafío se refiere al compromiso de la comunidad social en general para promover aquellas condiciones de vida que permitan a los niños, adolescentes y todo adulto vivir su proyecto de vida de manera digna.

En la medida en que cada persona percibe que es acogida y valorada en su singularidad y diversidad, es capaz de experimentar el afecto y establecer relaciones positivas, es capaz de expresar su potencial, se crean las condiciones favorables para el desarrollo de una sana autoestima y de una planificación existencial positiva.