Encender una hoguera - Jack London - E-Book

Encender una hoguera E-Book

Jack London

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Beschreibung

El hombre, así sin más le llama London a su personaje, es nuevo en la comarca y se dirige al campamento donde lo aguardan sus compañeros. No puede decirse que sea un novato, se ha enfrentado antes a climas extremos, donde el frío es una mordedura helada y dolorosa, de hecho, es rápido y práctico en la vida, pero carece de imaginación. Debajo de los 45 grados bajo cero —y está a menos de 60— un hombre no debe viajar solo, le advierte un aventurero experimentado en algún poblado perdido, pero el hombre tiene soberbia y machismo de sobra con los que cree poder enfrentar cualquier dificultad.

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Seitenzahl: 31

Veröffentlichungsjahr: 2024

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EL DÍA AMANECIÓ FRÍO Y GRIS cuando el hombre se apartó del camino principal del Yukón. Escaló la alta ribera de tierra hasta donde nacía una senda poco conocida que se dirigía hacia el este, atravesando el bosque de pinos. La ribera era muy empinada y al llegar a la cima el hombre se detuvo para recuperar el aliento. Disimuló ante sí mismo esta debilidad viendo su reloj. Eran las nueve de la mañana. No había sol, o siquiera la promesa de que asomara, si bien en el cielo no había una sola nube. Era un día despejado, aunque parecía haber una indescifrable oscuridad sobre la faz de todas las cosas, y esto se debía a que el sol no estaba presente en el cielo. Esto no preocupó al hombre. La ausencia del sol no lo alarmaba; hacía días enteros que no lo veía.

El hombre observó el camino ya recorrido. El río Yukón tenía kilómetro y medio de ancho, oculto bajo un metro de hielo, y el hielo a su vez cubierto por otro metro de nieve. Todo era de color blanco puro. Hacia el norte y hacia el sur, y hasta donde alcanzaba la vista, la blancura era ininterrumpida. Lo único que la aliviaba era una fina línea oscura que discurría desde la isla cubierta de pinos al sur, curvándose hacia el norte, hasta desaparecer tras otra isla cubierta de pinos. Esta línea oscura era la ruta principal. Ochocientos kilómetros al sur llegaba hasta el Paso de Chilcoot y el mar. Hacia el norte, pasaba por Dawson, a ciento veinte kilómetros, proseguía mil seiscientos kilómetros más hasta Nulato, ya en Alaska, y culminaba luego de otros dos mil cuatrocientos kilómetros más, en Saint Michael, a orillas del Mar de Bering.

Pero aquel conjunto, ya fueran las inmensidades, la ausencia de sol en el cielo, el frío intenso y lo extraño que era todo, no producían efecto alguno sobre este hombre. No era porque estuviera ya familiarizado con el lugar, puesto que era un recién llegado a la región y éste era su primer invierno ahí.

El problema era su incapacidad para imaginar. Era rápido y práctico para las cosas de la vida, pero no para sus significados. Cuarenta y cinco grados bajo cero significaban cuarenta y cinco grados de escarcha.1 Estas cifras le decían que el ambiente era frío e incómodo; eso era todo. No le hacía considerar su debilidad como criatura a la que le afecta la temperatura. Tampoco pensaba en la debilidad en general del ser humano, capaz de subsistir únicamente dentro de estrechos márgenes de frío y calor. Y menos aún pensó en lo celestial y el significado de la vida. Cuarenta y cinco grados bajo cero significaban una mordedura helada y dolorosa de la que debía protegerse con guantes, orejeras, buenos mocasines y calcetines muy gruesos. Para él, cuarenta y cinco grados bajo cero significaban cuarenta y cinco bajo cero y nada más. Simplemente no pasaba por su cabeza nada que pudiera ser más importante que sólo eso.

Al volverse para reanudar la marcha, hizo el experimento de expeler por la boca algo de agua. Sonó un chasquido súbito que lo sorprendió. Volvió a expeler agua una vez, dos veces. En ambas, todavía en el aire y antes de caer a la nieve, las gotas se convirtieron en hielo que se rompía crepitando. Sabía que a cuarenta y cinco grados bajo cero el agua escupida suena al caer en la nieve, pero ahora se había solidificado estando aún en el aire. Indudablemente hacía mucho más frío que cuarenta y cinco bajo cero, aunque no sabía exactamente cuánto. Pero la temperatura no era importante.