Épico - Elle Kennedy - E-Book

Épico E-Book

Elle Kennedy

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Beschreibung

Mi debilidad es… él Jamie y Wes disfrutan de la vida en Toronto, donde Wes juega en la liga profesional y Jamie adora su trabajo como entrenador de porteros de hockey sobre hielo. Pero todo cambia cuando llega una propuesta laboral inesperada que podría separar sus caminos…      Épico es una novela corta que retoma el universo de Siempre él y Siempre nosotros de las autoras superventas Elle Kennedy y Sarina Bowen.

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Seitenzahl: 58

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Primera edición: octubre de 2025

Título original: Epic

© Elle Kennedy y Sarina Bowen, 2020

© de la traducción, Joan Eloi Roca, 2025

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2025

Los derechos morales de las autoras han sido reconocidos.

Todos los derechos reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial de la obra.

Ninguna parte de este libro se podrá utilizar ni reproducir bajo ninguna circunstancia con el propósito de entrenar tecnologías o sistemas de inteligencia artificial. Esta obra queda excluida de la minería de texto y datos (Artículo 4(3) de la Directiva (UE) 2019/790).

Diseño de cubierta e ilustración: Elle Maxwell Design

Publicado por Wonderbooks

C/ Roger de Flor n.º 49, escalera B, entresuelo, oficina 10

08013, Barcelona

www.wonderbooks.es

ISBN: 978-84-10425-40-8

THEMA: YFM

Conversión a ebook: Taller de los Libros

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

Mi debilidad es él

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Agradecimientos

Sobre las autoras

Hitos

Portada

Sarina Bowen y Elle Kennedy
Épico
Traducción de Joan Eloi Roca

Mi debilidad es él

Er ist meine Schwäche.

(Alemán)

Minha fraqueza é ele.

(Portugués)

Min svaghed er ham.

(Danés)

Mon point faible, je le connais. C’est lui.

(Francés)

Öaz én gyengém.

(Húngaro)

Il mio punto debole è lui.

(Italiano)

Moje slabina je on.

(Checo)

Capítulo 1

Wes

—No puedes decidir así como así que eres canadiense —dice BlakeRiley mientras agarra el vaso de cerveza con su manaza.

—Claro que sí —responde Jess, que alinea la bola blanca para hacer un tiro complicado—. Justo por eso me gusta Canadá.

—Ni de broma. Ser canadiense es un estado mental. Yo tengo cerebro canadiense. Tú no.

—Tú lo que tienes es otra cosa —murmura ella.

—No pasa nada si estás celosa, amor.

—No estoy celosa.

—Sí que lo estás.

—Dios, que no.

—Mentir no es sexy.

—Tú no eres sexy.

—No digas tonterías.

Jess lo mira por encima del taco, con la boca entreabierta.

—Como si fuera yo la que dice tonterías.

Contemplo todo el numerito en silencio, divertido. Blake y Jess discuten casi tanto como se quieren. Echo un vistazo a Jamie, a ver si a él también le parecen ridículos, pero está pendiente de su cerveza como si esta le hablara.

Esta noche está en las nubes. Y no tengo ni idea de por qué.

Jess por fin tira, y se nota que no va a meter la bola. O, bueno, no iba a hacerlo. Porque, en el último segundo, Blake alarga la mano y, con toda la calma del mundo, empuja la bola hacia la esquina y cae en la tronera.

—¡Eh! —me quejo—. ¿Tú de qué lado estás?

Se supone que Blake y yo somos pareja contra los Canning. Y nosotros íbamos ganando.

—Cállate, ni que fueras un policía montado —suelta Blake, y me dedica una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Ves? Me sale natural. Cerebro canadiense.

—¿De verdad me has regalado la partida? —chilla Jess. Deja el taco y se le lanza encima.

—Claro, pastelito. Haría lo que fuera por ti. —Mientras la besa, está a punto de derramar medio vaso de cerveza—. ¿Nos vamos? Tengo planes para invadir California con mi misil canadiense.

—Dios mío, demasiada información. —Me estremezco mientras se siguen comiendo la boca delante de mí—. Ya lo hemos hablado: me traumatizo con facilidad. ¿No se supone que los canadienses son educados? Jamie, haz que paren.

—¿Eh? —Mi marido levanta la vista de repente—. ¿Qué pasa?

Lo miro con detenimiento. Lo cierto es que mirarlo me cuesta muy poco. Con la luz cálida del bar, el pelo le brilla en destellos dorados y sus ojos marrones parpadean al enfocarme. Pero parece raro, como distraído.

—¿Estás bien? Estás como… ido.

—Perdona —dice enseguida—. ¿Quién ha ganado?

—Ellos, por lo visto —respondo, y señalo con el pulgar a Blake y Jess, que siguen en su mundo, mirándose y besándose como si el resto no existiera—. Quizá sea hora de que nos vayamos a casa. ¿No tienes entrenamiento mañana temprano?

—Sí. —Deja la cerveza sin terminar—. ¿Has traído el Jeep? Puedo conducir yo, si quieres.

—Sí, pero no te preocupes, ya conduzco yo. ¿Los separamos o les gritamos adiós desde una distancia prudencial?

Jamie por fin mira a su hermana y a Blake y frunce el ceño.

—Compórtense, niños. Nosotros nos vamos.

—¡No nos esperéis despiertos, Wesmie! —dice Blake, muerto de risa.

—¡Buenas noches! —canta Jess.

Antes de que nos demos la vuelta, ya están pegados de nuevo.

—¿Tú crees que siempre son así? —le pregunto—. ¿O lo exageran solo para molestarnos? Tú que tienes hermanos, dime cómo funciona esto.

—Ajá —responde Jamie, sin más. Luego empuja la puerta del bar y una ráfaga helada de aire de marzo nos hace tiritar a los dos.

Treinta minutos después salgo del baño y Jamie ya está en nuestra cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y una expresión pensativa.

Apago la luz y me tiendo a su lado, listo por fin para saber qué le ronda por la cabeza. ¿Será por algo que he dicho?

O tal vez no, porque Jamie se gira hacia mí en cuanto me tumbo, me pone una mano en el vientre y desliza los dedos por la piel justo por encima de la cintura de mis pantalones de franela.

Abro la boca para preguntarle qué le pasa, pero no llego a decir nada porque sus labios aterrizan en los míos y nos besamos. Y cuando el amor de tu vida quiere una sesión de besos, no se la niegas.

Así que me acerco más, le paso una mano por la espalda desnuda y enrosco una rodilla enfundada en franela entre las suyas desnudas.

Un momento. Jamie no está enfadado conmigo. Jamie está desnudo. El cerebro me estalla cuando me doy cuenta, y lo beso con más ganas. Lo echo tanto de menos cuando estoy fuera… Y dentro de poco toca volver a la carretera. Estaré en la Costa Oeste durante días y días.

Jamie lo sabe. Jamie es un hombre inteligente. Muy muy inteligente. Gimo mientras deslizo mi lengua contra la suya. Después aparto la cabeza para recorrerle la mandíbula mientras acaricio la suavidad de sus patillas con los labios.

Han pasado casi tres años desde nuestro primer beso. Mi vida cambió aquella noche lluviosa en Lake Placid, cuando Jamie me empujó contra la pared de un bar de carretera y me besó. Fue como caer en un sueño del que nunca he tenido que despertar. Le chupo el cuello, justo debajo de la línea de las patillas. Huele a pasta de dientes mentolada y a los productos de ducha que compartimos.

La habitación da la vuelta y ahora me encuentro boca arriba. Mi chico de oro sube el nivel: trepa encima de mí y pasa los dedos entre mi cabello corto. El siguiente beso es intenso, casi desesperado.

—Jamie