Espera de un día - Luis Jorge Boone - E-Book

Espera de un día E-Book

Luis Jorge Boone

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Beschreibung

Las antigüedades son objetos preciados por coleccionistas, quienes ven en ellas retratos que atesoran un pasado único, ¿pero qué sucede cuando ese pasado se desborda del objeto y alcanza nuestro presente? En Espera de un día veremos, a través de la mirada de un misterioso personaje, cómo los objetos funcionan como enclaves de otras épocas que se resisten a perderse en el olvido del tiempo.

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Seitenzahl: 34

Veröffentlichungsjahr: 2024

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LUIS JORGE BOONE

 

 Ilustraciones de ARACELI SUÁREZ GÓMEZ

 
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2024 [Primera edición en libro electrónico, 2024]

Distribución mundial

D. R. © 2024, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

Comentarios: [email protected] Tel. 55-5227-4672

Coordinador de la colección: Luis Arturo Salmerón Sanginés Ilustraciones de interiores y portada: Araceli Suárez Gómez

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-8561-2 (impreso)ISBN 978-607-16-8599-5 (ePub)ISBN 978-607-16-8617-6 (mobi)

Hecho en México - Made in Mexico

   Para Vicente Rojo

  

ADA OBJETO EN ESTA HABITACIÓN tiene su historia. Cómo lo conseguí, dónde, quién me habló de él o me acompañó al lugar donde lo ofertaban, con qué otros objetos compartía pared o anaquel, por qué lo elegí específicamente y no a alguno de sus compañeros, las anécdotas que suelen contar e inventar los anticuarios para convencer a los posibles clientes. Pero la historia de este pequeño daguerrotipo, el retrato de una niña con el tocado de margaritas y guantes que le cubren los brazos, es, por mucho, la joya de la habitación. Es original, de sobra lo sé, y su historia justifica los veinte años, poco más quizá, que llevo merodeando entre antigüedades y obras de arte.

Alguna vez te conté que viví en la lejana república de Issania, país melancólico por su clima casi siempre neblinoso, pero cuya primavera podía resultar fugaz y espléndida. Trabajé al servicio del embajador, un cargo menor en el área administrativa. Durante casi un año serví de lunes a viernes en una oscura oficina del segundo nivel del sótano. Pronto me encarrilé en la rutina. Una vez que me instalé en un departamento nada interesante de una desangelada zona de Farverhe, pude atender de nueva cuenta mi afición por visitar establecimientos semienterrados en polvo y olvido.

Los que encontraba en la ciudad con frecuencia eran caros y tenían la mala costumbre de falsear mercancías, acostumbrados los dueños a tratar con turistas de pocas luces. Pronto empecé a salir a las ciudades y pueblos cercanos en busca de charlas honestas y autenticidad. En un par de meses ya tenía un contacto confiable en la ciudad de Azumel, y otro en la región de las montañas de Mibah, que me llamaban hacia el jueves o el viernes si localizaban alguna cosa que pudiera interesarme. Luego de una detallada descripción, decidía en ese momento si valía la pena hacer el viaje, y hacía una cita para el fin de semana. Solía quedarme en algún hotel cercano, luego de ver la pieza y decidir si quedármela o no, para descansar y pasear un poco, antes de regresar al agujero citadino donde vivía.

Un día la recepcionista de la embajada anunció una llamada de mi contacto de Azumel, pero cuando la tomé escuché la voz de un hombre que no conocía. Se identificó como Philippe Lamisz, dijo que conocía a mi contacto y compartía con él el oficio de corredor de antigüedades en pequeña escala. Tengo una propuesta que hacerle, anunció después de contar cómo se había enterado de mí en una charla con su colega.

Se trata de un daguerrotipo. La pieza lo deslumbrará, aseguró. Juzgar a una persona sólo por su voz es imprudente, pero en ese momento me pareció que no se trataba de un fanfarrón o un bandido; su timbre era relajado, respetuoso. Alguien acostumbrado a escuchar y a ir sin prisas. Su vocabulario resultaba desusado, tenía el encanto de lo arcaico, la floritura que hoy es peculiar y lujosa, pero que en otro tiempo fue necesaria para andar por la vida. No trató de engancharme con trucos baratos ni tampoco hizo fintas para picar mi curiosidad. Fue directo.

El objeto me intrigó. Le dije que podríamos vernos el sábado a mediodía. Me dijo que eso no era posible y de inmediato me