Esquirlas del tiempo - Luis González - E-Book

Esquirlas del tiempo E-Book

Luis Gonzalez

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Beschreibung

Es una obra que nace de un montón de Micros, Cuentos y Relatos, muchos de ellos inéditos y otros publicados en redes sociales, páginas literarias y publicaciones en libros de concursos literarios y que estaban olvidados al fondo del disco duro. Son pedazos de mí y de otros, porque de eso se trata, de ser otro que jamás sería y de ser yo mismo sin demostrarlo y la mayoría de las veces sin saberlo. La idea es que los lectores puedan disfrutar de una índole de micros, cuentos y relatos para todos los gustos y estilos con la única intención de entretener y acompañar al viajante

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Seitenzahl: 118

Veröffentlichungsjahr: 2016

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Ähnliche


luis alberto gonzález

esquirlas del tiempo

Editorial Autores de Argentina

González, Luis 

   Esquirlas del tiempo / Luis  González. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2016.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga y online

   ISBN 978-987-711-712-7

   1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Inés Rossano

Tú no tienes la culpa

Las voces comenzaron a sonar en mi cabeza ni bien cumplí los veinte años, al principio solo decían: “Tú no tienes la culpa, tú no tienes la culpa…”

Comencé a cuestionarme que fue lo que había hecho mal hasta entonces, así que un día pedí vacaciones adelantadas en el trabajo para estar solo y llegar al fondo del por qué esas voces sonaban en mi cabeza una y otra vez, tenía que encontrar la respuesta para lograr callarlas…

En el ómnibus de regreso a mi hogar las voces me torturaban “tú no tienes la culpa, tú no tienes la culpa…” Solo recuerdo tomarme la cabeza y gritar con todas mis fuerzas:

-¡basta, basta…! ¿Qué hice…?

Me encontré con un montón de pasajeros observándome atónitos y sin comprender, faltaban aún diez cuadras para llegar a mi hogar. Sin pensarlo me puse de pie y aproveché que el ómnibus se detuvo para bajar de él y correr como desesperado huyendo de esas voces que me seguían atormentando.

El cansancio no era opción para detenerse, solo quería llegar a mi hogar y a cada paso las voces eran más y más fuerte “tú no tienes la culpa, tú no tienes la culpa…”; lo que al principio eran voces murmurando, ahora eran gritos repitiendo siempre la misma frase y que venían acompañadas de un gran dolor agudo como si estuvieran clavando un gran clavo oxidado muy lentamente en medio de mi cerebro…

-¡basta, basta, por favor, basta…!

Tomándome la cabeza con ambas manos y corriendo tambaleante por medio de la calle entre los gritos de las voces repitiendo aquella frase, escuchaba las bocinas de los autos y veía aumentadas las miradas de las personas, distinguía cada cara, cada gesto de cada una de las personas que me miraba…

Correr, correr y correr; cansancio, gritos y el corazón a punto de estallar…

“Tú no tienes la culpa, tú no tienes la culpa…”

Los metros parecían kilómetros, eran interminables, las voces dentro de mi cabeza se mezclaban con los bocinazos y voces de otras personas, hasta que al fin el paisaje se me hizo conocido. Inmediatamente reconocí el jardín de casa, saqué las llaves de mi bolsillo, abrí el pequeño portón de entrada, caminé con pasos acelerados hacia la puerta de mi hogar, la abrí y la cerré de inmediato huyendo del ruido enloquecedor que me atormentaba, fui calmando mi respiración hasta que me tranquilicé y bajó mi ritmo cardíaco, las voces ya no se oían, la paz de mi hogar apagó las voces en mi cabeza…

Con la espalda apoyada en la puerta fui dejando caer mi cuerpo hasta quedar sentado en el suelo, y allí pude ver a mis padres tirados en el piso del living descomponiéndose después de quince días de haberlos asesinado…

Adiós…

Me encontré conmigo mismo al final del camino, me vi más viejo y más demacrado; a mi lado el silencio me abrazaba y me miraba tristemente…

Una niña tomaba la mano del silencio. Soledad era su nombre, con sus ojos grandes me observaba profundamente con esas miradas que te tocan el alma, que te dicen acá estoy, que no puedes evitarlas aunque quieras, porque sabes que ahí están, sentenciantes, acosadoras y con peso propio.

Miré a mi amigo Silencio y a su amiga Soledad por largo tiempo, mientras que uno sonreía y la otra no dejaba de observarme.

El tiempo transcurría arrastrándose moribundo, queriendo llegar más allá de donde daban sus fuerzas, mi piel se fue aflojando a medida que mis huesos me dolían, el pelo fue cayendo y la nieve fue quedando, enfriando sentimientos, resultado de golpes que fueron formando una gran caparazón…

El peso de la coraza hizo ceder mi cuerpo, que producto del cansancio fue quedándose dormido, mientras mis ojos hambrientos por ver lo nunca visto se cerraron muy despacio sonriendo a mis amigos…

Me encontré conmigo mismo al final del camino, me abracé y me besé para tomarme de la mano y caminar hacia el sol que se ponía, dejando atrás a mi amigo Silencio y su amiga Soledad, que abrazados, de mí se despedían…

Alimento

Me acerco despacio, muy despacio… Te observo…

Disfruto cada centímetro, cada poro. Examino la raíz de cada pequeño vello que encuentro en mi camino. Apoyo mi mejilla sin dejar caer el peso total de mi cabeza, solo rozo la piel, apenas para sentir el calor que emana tu cuerpo sintiéndolo chocar contra mi rostro.

Desde mi lugar de observación, el paisaje es cálido, suave y prometedor…

Hago silencio y respiro lo menos posible El instante así lo amerita…

Después de un tiempo prolongado sin respirar para mantener el silencio, aspiro una gran bocanada de aire, no solo para llevar oxígeno a mi cuerpo, eso no me importa…

Quiero tragar tu aroma, tu esencia, tu alma…

Cierro los ojos con fuerza mientras te voy devorando Disfruto el olor a alma entrando y mezclándose en mi todo, sonriendo una vez más al sentirme pleno, para volver a retornar uno a uno sobre mis pasos…

Antropofagia

Cómete mi cuerpo y trágate mi alma si eso sirve para ser parte tuya por el resto de mi existencia…

Devora mis ojos para verte por dentro y poder recorrer al fin tu interior para maravillarme con tu mundo…

Ingiere mi nariz para oler tu espíritu y así volar en fragancias jamás imaginadas flotando en el aroma que solo los ángeles conocen…

Engulle mi boca para poder besarte por dentro y así recorrer de a poco y con besos suaves cada milímetro de tu alma…

Mastica cada porción de mi piel y tritura cada astilla de mis huesos para sentir el dolor placentero de ser parte tuya y fusionarme al fin y para siempre contigo, dejando de ser yo para ser nosotros…

Cómeme, devórame, ingiéreme, engúlleme, mastícame, pues así y solo así, podré seguir existiendo sin llevar conmigo a cuestas el dolor de estar sin ti…

Bronca

Muerdo el aire caliente de las bestias

y lo escupo hecho lava hacia ellos mismos.

El hedor repugnante de sus pieles

no pasa desapercibido aunque lo disimulen...

Los blancos dientes de una sonrisa falsa

se vuelven pútridos si uno los reconoce,

con la cabeza baja lanzan su veneno,

jamás atacarán mirándote a los ojos...

El disfraz de sus palabras no los oculta

porque sus actos hablan sobre lo que esconden.

Como camaleones tratan de camuflarse

pero la hez es hez de cualquier forma.

Muerdo el aire caliente de las bestias

y lo escupo hecho lava en mis palabras,

levanto mi cabeza y sonrío en alto

al saberme distinto y vivir libre...

Buscando la ragnoglia (Parte I)

Siempre fue un gran lector, se podría decir que leía cualquier cosa; no había libro ni tema que no le interesara. Un día los clásicos comenzaron a aburrirle y empezó a coleccionar libros raros, su colección se inició con un ejemplar de ritos de una tribu llamada TurucTusu, en él se explicaba cada rito con el más mínimo detalle, paso por paso…

Libros de flores y animales exóticos, libros de recetario de comidas de una tribu pigmea que habitó unas cuevas al norte del Himalaya, libros de rocas con poderes curativos, libros de seres extraordinarios que vivieron en una isla al sur del Cantábrico, y el último que había llegado a sus manos era un libro ofrecido por un contrabandista alemán, un libro llamado Buscando la ragnoglia. Este último era un pequeño libro escrito a mano de aproximadamente cincuenta hojas con una letra muy prolija, seguramente escrito con una pluma de ganso y firmado por un tal MadaiRaziel (el nombre Madai, tiene dos significados, por un lado, soldado y por otro, científico. Ambos significados dependen de cómo se pronuncie y en el contexto que se use. Es un nombre que proviene del arameo antiguo, en el actual hebreo posee ambos significados, ya que las letras vocales no se pronuncian y Raziel significa secreto de Jehová, Dios es mi secreto). Al ver el nombre del autor no dudó en adquirirlo a cualquier precio; se sorprendió cuando el contrabandista solo le pidió diez euros por aquel ejemplar, quizás único…

Inmediatamente después de pagar y tener el libro en sus manos revisó el nombre del firmante y afirmativamente era él, el auténtico MadaiRaziel lucía su nombre frente a sus ojos, ahora solo debía acudir a un especialista en escritos antiguos para certificar la autenticidad del libro y verificar su antigüedad.

Recordó que un amigo suyo le había comentado alguna vez de un especialista en lenguas antiguas llamado Claude Von Sthüguel, y que había guardado su tarjeta en algún lugar de su escritorio. Inmediatamente abrió uno de los cajones y respiró aliviado al ver que evidentemente la tarjeta estaba ahí, sin esperar un minuto más corrió al teléfono y lo llamó…

El especialista confirmó la autenticidad del manuscrito y certificó que era original, por su ortografía, tipo de papel y tinta, dijo, era un libro escrito aproximadamente en el año 700 d. C. Ambos estaban frente a un verdadero tesoro arqueológico.

Por diez euros había adquirido un documento invaluable. Mirando hacia ambos lados salió del local del especialista en lenguas antiguas abrazando con fuerza un maletín dentro del cual se encontraba su libro recién adquirido; tomó un taxi, llegó a su casa, sacó el libro del maletín y con sumo cuidado lo abrió; la letra era muy clara y legible.

La primera frase descifró el idioma en que fue escrito, arameo antiguo: “Hinemahtovumahna’im (Cuán bueno y cuán maravilloso…) L’ShanaTovahTeekatayvu (que seas inscrito [en el Libro de la Vida] por un buen año…) Melo KilHa’aretzKevod (toda la tierra está llena de su gloria…). La suerte estaba de su lado, no solamente por la adquisición de un documento de ese tipo, sino también porque estaba muy habituado al arameo antiguo. Inmediatamente se puso a trabajar en la traducción…

Cada hoja del libro acrecentaba su interés. Al principio se describía a la planta llamada ragnoglia, que crecía en lugares altos y fríos. Sus flores adquirían un color índigo en invierno, amarillo en verano, negro en otoño y rojo intenso en primavera. No solo el cambio de color en sus flores era algo particular en esta planta, sino también que cada color traía consigo un aroma distinto…

Cuando era amarilla su aroma era muy suave, con el color negro su perfume era penetrante, el índigo traía consigo un aroma que según el autor de aquel libro era cautivante y por último el color rojo intenso despedía un aroma somnífero y embriagador…

Las notas aclaraban que la ragnoglia no podía ser trasplantada de ninguna forma, ya que al solo intentar quitarla de su lugar, esta moría, deshaciéndose en las manos de quien lo intentara…

Cada hoja de aquel libro era un nuevo descubrimiento, una puerta abierta a lo desconocido, cada palabra traducida era motivo de asombro, pero jamás hubiera imaginado lo que encontraría justo en el centro del libro, justo a la mitad y frente a sus ojos un relato decía lo siguiente: “He visto a nuestro señor Jesús caminar hacia aquella montaña, besar esa flor y plantarla allí donde los picosacarician el cielo y el frío hiela las almas, y al hacerlo derramar una lágrima sobre un pétalo de aquella flor”.

La frase iba tomando consistencia en cada hoja traducida, la flor no solo era rara, sino también poseía secretos y poderes más allá de lo comprensible para cualquier humano.

La última hoja fue la que cambió su vida para siempre, en ella el autor no solo describía el lugar donde encontrar la ragnoglia, sino también que tal planta poseía una flor entre muchas, que a su vez tenía un único pétalo en el que contenía el secreto de la vida eterna…

Estuvo horas mirando esa frase, una única flor, un único pétalo, y en ese único pétalo el secreto de la vida eterna; no podía creer que además estaba escrito el lugar donde buscar; su corazón comenzó a latir fuerte y casi no podía respirar de la emoción, solo quedaba algo por hacer, buscar aquella planta, encontrar aquella flor y revisar cada pétalo hasta encontrar ese único pétalo que le revelara el secreto de la vida eterna…

Buscando la ragnoglia (Parte II)

Los datos eran precisos, la ragnoglia se encontraba en el Monte de los Olivos, más precisamente en un lugar llamado 1Getsemaní. El libro era claro cuando describía al mismo Jesús orando antes de ser crucificado ante su pueblo: “… clavó sus rodillas en tierra, mirando a los cielos dijo unas palabras, y extrajo una flor que a su vez había sido obsequiada a él por 2María Magdalena, con cuidado la plantó, y al hacerlo una lágrima cayó en uno de sus pétalos, la flor no solo cambió de forma sino que también pasó de ser originalmente blanca, al índigo primero, amarillo después, rojo intenso a continuación, para quedar de color negro al final, anunciando el luto que vendría luego para su pueblo…”.

Comenzó entonces los preparativos para una expedición al Monte de los Olivos, estudió el lugar, su geografía, su flora y su fauna, nada podía ser librado al azar, el hallazgo de dicha planta, o mejor dicho de aquella flor, lo haría famoso, inmensamente rico y hasta inmortal si los datos eran correctos…