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Se trata de una colección de cuentos de 99 páginas ubicados en diferentes capítulos. Los primeros ocho cuentos constituyen una fabulación de elementos propios de los espacios domésticos realizado en un lenguaje coloquial propio de la literatura infantil que pudiera incluso invitar a la representación teatral. El segundo capítulo consta de cinco cuentos elaborados con un sentido onírico que bien puede recrear la imaginación infantil. El tercer capítulo titulado Ilusiones y Vivencias tiene seis cuentos que denotan vivencias propias del público a quien va dirigido. Los siguientes capítulos El follaje nos cuenta y El pájaro de la alegría son narraciones estructuradas convenientemente donde se coloca la naturaleza como el principal componente y especialmente El pájaro y la llama que colocan a las nuevas tecnologías en la mirada de los receptores.
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Seitenzahl: 98
Veröffentlichungsjahr: 2025
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2o 1a, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir en http://ruthtienda.com
Edición: Marianela Fonseca Fernández
Corrección: Alexis García Somodevilla
Diseño y diagramación: Roberto C. Berroa Cabrera
Ilustraciones: Mayrelis Ruiz Torres
Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol
© Elizabeth Álvarez Fuentes, 2024
© Sobre la presente edición:
Ediciones Mecenas, 2024
ISBN 9789592204379
Ediciones Mecenas
Centro Provincial del Libro y la Literatura
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A mi sobrina-nieta Elisa Bella.A Rosario (Muchi) y su hermanita Renata (mi vida).A Lenia y Elizandra (mis nietas). A Esther Linda y Elena Bebés (bobinas nietas). A Katherine, Oscar y su tío Yoelito.A Yipsabel. A Khristian.A Rodrigo.A Carla y su prima Érica. A Richard y Fernandino. A Alexander Raúl y Angie (bisnieta). A todos los niños del barrio.A los niños de la Peña, pasados y presentes, y las generaciones que están por venir. A todos los niños discapacitados. A los niños de Cumanayagua.A los niños de la escuela Mario Castillo,donde regularmente hago mi Peña.A la memoria de Vive, mi compañero de muchos años.Y por encima de todo, a la memoria de mi madre.
Los hombres son como los zafiros, unos dan luz de sí, y otros brillan con la que reciben.
José Martí
La sonrisa es una curva que lo endereza todo.
Phyllis Diller
Los noventa fueron años difíciles —como otros en nuestro país—. Apenas se podía publicar por la escasez de papel. Esto hizo que naciera la idea de publicar plaquettes y minilibros para enfrentar la crisis. Siempre fue un estímulo para escritores de provincias, a quienes nos estaba vedada toda posibilidad de publicar, a menos que se ganara algún concurso importante o existieran vínculos estrechos con escritores o editoriales de la capital. Luego, en el año 2000, llegó el sistema Riso, lo que significó una especie de luz intensa para los autores.
Estrellita recoge los cuentos que escribí en aquella época y que pude publicar en un plaquette con el mismo nombre, bajo el sello de Reina del Mar Ediciones. También otros que escribí después. El texto tenía once cuartillas y agrupaba: La espumadera y el cucharón, El ají, el tomate y la remolacha, El papalote y la chiringa, El sol sale para todos, Estrellita, Barcinir, Venado, y El pájaro de la alegría.
Después de tanto transitar con los niños en la Peña de Elizabeth, la experiencia adquirida, y viendo la aceptación de un público tan joven pero sincero, me aventuré a conformar este libro con la esperanza de que esta generación, así como las próximas, lo disfruten tanto como las que les precedieron.
La autora
Cumanayagua, 2024
Pues sí, el Cucharón y la Espumadera no vivieron siempre juntos en la cocina. Resulta que en muchos países acostumbraban a cocinar sus caldos, sopas o potajes, por eso inventaron al Cucharón; este vivió mucho tiempo sin casarse, mientras se sumergía constantemente como un buzo en ollas hirvientes en lujosos palacios o de chozas humildes. Trabajaba y trabajaba, se aburría. Tenía una vida de rutina.
Un día los hombres conocieron el arroz. Usaban el Cucharón para removerlo. Con su cabeza bola se atascaba y subía lleno de tortas. Malhumorado, cada día más se parecía más a un viejo regañón; entonces inventaron la Espumadera de cabeza redonda, llena de lunares y la trajeron a la cocina.
Desde que el Cucharón la vio su corazón de metal empezó a latir como una campanilla. No había oportunidad de hablar con ella pues, los tenían separados; al fin coincidieron encima del fogón y el Cucharón no perdió tiempo:
—Es usted muy bonita señorita Espumadera, esos lunares le sientan muy bien y los granitos de arroz salteados en su cabeza la hacen lucir muy graciosa, como una novia el día de la boda.
—¡Cuántas cosas bonitas! Gracias por su galantería.
En eso cogieron al Cucharón para remover la sopa y la conversación quedó trunca.
A la hora del fregado volvieron a coincidir en un baño de espuma y agua clara.
—Aprovecho esta ocasión para pedirle que nos casemos, vivimos trabajando mucho, pero muy solos, y la soledad no es buena compañera.
—Es cierto, yo también me he enamorado de usted. Pues hoy mismo será la boda.
Por la noche hubo alegría de cubiertos y utensilios de cocina, desde entonces los vemos siempre unidos: cuando se cocina caldo, el arroz no puede faltar porque al Cucharón no le gusta andar sin su esposa la Espumadera.
El Ají y el Tomate vivían en canteros vecinos. Ellos siempre fueron verdes como la mayoría de las verduras y hortalizas; vivían despreocupados del mundo que los rodeaba.
Muy cerca de ellos vivía la Remolacha, que sólo dejaba ver su moño verde. Un día el Tomate reparó en ella y le dijo:
—¿Qué planta será esa que no conversa con nosotros? Es una casasola.
—A lo mejor es muda —replicó el Ají.
Así transcurría el tiempo y el Ají y el Tomate se ponían cada vez más hermosos, pero con su color de siempre, y la piel tersa brillaba al darle los rayos de sol.
Un día observaron una cara nueva en el cantero vecino: era la Remolacha que de tan gordita había reventado la tierra y se asomó.
—Buenos días —dijo la Remolacha.
—Buenos los tenga usted, contestó Tomate. ¿De dónde sale tan hermosa dama? No me irá a decir que es una princesa salida del centro de la tierra.
—No, no soy princesa, pero sí vengo de la tierra; soy la Remolacha. —Y en el acto cambió de color y como era trigueña el rubor la convirtió en su morado característico.
—Ese color le sienta muy bien —agregó el Ají.
—Gracias, pero el brillo del Tomate me tiene fascinada.
Entonces fue el Tomate quien se ruborizó y en el acto se maduró.
El Ají se rio:
—Mira cómo cambia de colores mi amigo.
—Y usted no se queda atrás, es hermoso y su verde es envidiable —comentó la Remolacha.
Como por arte de magia el Ají maduró y se miraban unos a otros riendo alegremente.
Desde entonces, el Ají y el Tomate cuando se maduran se ven rojos, y la Remolacha cuando saca la cabeza de la tierra se ve morada.
El Papalote volaba señorial compitiendo con las nubes, sintiéndose orgulloso de alcanzar aquella altura. Los pájaros al pasar por su lado comentaban:
—¡Qué gran Papalote! Con esos colores parece un arcoíris.
Y al oír aquellos elogios zigzagueaba, hacía cabriolas como un chivito alegre.
Más abajo, la Chiringa culebreaba constantemente, realizaba sus maniobras como una locuela...
El niño que empinaba el Papalote decía al de la Chiringa:
—Mi papalote es lindo, pero tu chiringa es muy graciosa, parece que baila un vals en honor a los pájaros.
Los niños eran amigos y no sabían lo que sucedía arriba:
—¿No te da vergüenza estar volando bajo mis pies? Ya has oído, me han dicho arcoíris —dijo el Papalote.
—Es verdad, eres hermoso, fuerte y además, vuelas muy alto, pero yo me siento bien así, mi dueño es feliz conmigo, me lo ha dicho esta mañana.
—Ja, ja, ja. Él dice eso pero seguramente desea tener un papalote como yo.
La Chiringa ya no voló con tanta gracia.
—Ya no seré capaz de divertir al niño, eso sí me hace infeliz.
El Papalote orgulloso se alzaba cada vez más y gritaba:
—Llegaré a las nubes, soy poderoso. Ven chiringa, alcánzame.
En ese momento pasó una paloma blanca con su hijo color chocolate, volaron muy cerca de la chiringa y el pichón gritó:
—Mira mamá paloma, esa chiringuita se parece a ti; qué linda…
La Chiringa oyó aquellas palabras y fue tal su felicidad que voló con la alegría de siempre y alzó el vuelo hasta el Papalote. Después empezó a descender, mientras su dueño comentaba: “Es realmente hermosa y alegre mi chiringa, no la cambiaría por ningún papalote del mundo”.
Sale el sol temprano en la mañana, se limpia los ojos y estira sus rayos.
El Girasol es el primero en levantar la cara hacia él sin darle los buenos días.
En el jardín una rosa llenita de rocío se vuelve a un lado y al otro, esperando que algunos de sus rayos sequen la humedad de tanto rocío y le saluda.
Las vicarias, sencillas y alegres le sonríen. El sol extiende sus rayos y las acaricia como un buen padre.
—Qué generoso es nuestro rey, no se da importancia y nos envía a todos por igual sus rayos vitales.
—Es verdad, qué calor más agradable se siente cuando él nos acaricia —dijo la azucena.
—A nosotras, las vicarias que nacemos silvestres, nos besa con el mismo amor.
Entonces el Girasol exclamó:
—¡Qué equivocadas están! Él no quiere a todos por igual. ¿No se dan cuenta? Yo soy el único que puedo mirarlo de frente, sin que por ello tenga que cerrar los ojos. ¿No ven el color amarillo de mis pétalos? Puede decirse que él es mi padre y yo su único heredero.
—Estás muy equivocado —dijo el gladiolo—. El sol es el padre de todos nosotros, pues sin su calor sería imposible vivir.
—No seas orgulloso Girasol, eres lindo pero no el mejor —intervino una orquídea.
—Bah… vean como lo miro.
El sol sonrió, él no sabía de la jactancia del Girasol.
—¡Qué hermoso jardín hay allá! Todos me quieren, lo noto en la alegría de sus colores. ¡Cómo brilla el rocío con la claridad de mis rayos! La azucena es preciosa, cuánto diera por aspirar su perfume. El girasol me mira constantemente, debe de estar muy agradecido.
Salió una niña al jardín:
—¡Qué bellas están mis flores! Pero… ¿qué les está pasando?
El Marpacífico tomó la pablara:
—Nosotros éramos felices hasta hoy, creíamos que el sol salía para todos por igual, y ahora vemos que no es así. El Girasol tiene pleno poder para mirar al sol de frente, mientras nosotras desdichadas, tenemos que conformarnos con lo que sobre.