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Eugenia Grandet es una novela de Honoré de Balzac publicada por primera vez en el semanario L'Europe littéraire en septiembre de 1833, primer año de la revista. El título de esta primera edición era Eugénie Grandet, histoire de province.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
HONORATO DE BALZAC
A María
Siendo ya el retrato de usted el mejor adorno de esta obra, yo deseo que su nombre sea aquí como la rama de boj que, tornada en árbol ignorado, pero santificada y bendita por la religión y renovada sin cesar por manos piadosas, sirve para proteger la casa.
HONORATO DE BALZAC
En algunos pueblecitos de provincias se encuentran casas cuya vista inspira una melancolía igual a la que provocan los claustros más sombríos, las landas más desiertas o las ruinas más tristes. Y es que sin duda participan a la vez esas casas del silencio del claustro, de la aridez de las landas y de los despo-jos de las ruinas: la vida y el movimiento son en ellas tan reposados, que un extranjero las creería deshabitadas si no encontrase de pronto la mirada fría y sin expresión de una persona inmóvil, cuyo rostro medio monástico asoma por una ventana al oír el ruido de pasos desconocidos. Este aspecto melancólico lo posee un edificio situado en Saumur, al extremo de la calle montuosa que conduce al castillo por la parte alta de la villa. Esta calle, que se ve ahora poco frecuentada, cálida en verano, fría en invierno y obscura en algunos parajes, es notable por la sonoridad de su empedrado, que está siempre limpio y seco; por la estrechez de su vía tortuosa y por la paz de sus casas, que pertenecen a la villa antigua y que dominan las murallas. Unas habitaciones tres veces seculares y sólidas aún a pesar de haber sido construidas con madera, y los diversos paisajes que ofrecen, contribuyen a dar originalidad a aquella parte de Saumur, que es tan interesante para anticuarios y artistas. Es difícil pasar por delante de estas casas sin admirar sus enormes vigas, cuyos extremos forman extrañas figuras y que coronan de un bajo relieve negro el piso bajo de la mayor parte de ellas. Aquí, piezas de madera transversales están cubiertas con pizarra y dibujan líneas azules en las frágiles paredes de un edificio cubierto por un tejado formado de pontones que los años han encorvado, y de tablones podridos y alabea-dos por la acción alternativa del sol y de la lluvia; allá, se ven alféizares de ventana viejos y ennegrecidos, cuyas delicadas escultu-ras apenas se ven y que parecen muy estrechos a juzgar por el tiesto de arcilla negra de donde brotan las plantas de clavel o de rosal de alguna pobre obrera; y más lejos, puertas provistas de enormes clavos con los cuales trazaron nuestros antepasados los jeroglíficos domésticos cuyo sentido no se conocerá nunca. Tan pronto se ven allí los caracteres con que un protestante hizo constar su fe, como aquellos con que un partidario de la Liga manifestó su odio a Enrique IV, sin faltar tampoco los del burgués que grabó allí las insignias de su nobleza parroquial, la gloria de su olvidada regiduría. En estas huellas se ve la historia entera de Francia. Al lado de la frágil casa construida con ripios y cascote donde el artesano deificó sus herramientas, se levanta el palacio de un noble sobre cuya puerta con dintel de piedra se ven aún algunos vestigios de su escudo y armas, destrozados por las diversas revoluciones que desde 1789 agita-ron el país. En esta calle, los pisos bajos de los comerciantes no son ni tiendas ni almacenes, y los aficionados a antigüedades podrán ver en ellos el taller de nuestros abuelos en toda su primitiva sencillez. Estas salas bajas, que no tienen delantera, ni rótulo, ni escapa-rate, son profundas y obscuras y carecen de adornos exteriores e interiores. Su puerta está dividida en dos partes toscamente herradas, de las cuales, la superior se abre interiormente, y la inferior, provista de una campanita con resorte, se abre y se cierra a placer. El aire y la luz penetran en aquella especie de antro húmedo ya por la parte superior de la puerta, o ya por el hueco que hay entre el techo y el paredón de un metro de altura, al que se adaptan unas sólidas ventanas que se quitan por la mañana y se colocan por la noche, sujetándolas con flejes de hierro provistos de sus correspondientes pernos.
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