¿Existen Los O.V.N.Is? - Juan Moisés   De La Serna - E-Book

¿Existen Los O.V.N.Is? E-Book

Juan Moisés de la Serna

0,0
3,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
  • Herausgeber: Tektime
  • Kategorie: Ratgeber
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2018
Beschreibung

CAPÍTULO I.
La noche estaba oscura, por la ventana de pronto entró un gran resplandor, tal claridad inundó la habitación que llegó a despertarme. Asombrado miré a todos lados, ¿Qué pasaba?, me froté los ojos, no sabía muy bien si seguía aun dormido y aquello era un sueño.

CAPÍTULO I.
La noche estaba oscura, por la ventana de pronto entró un gran resplandor, tal claridad inundó la habitación que llegó a despertarme. Asombrado miré a todos lados, ¿Qué pasaba?, me froté los ojos, no sabía muy bien si seguía aun dormido y aquello era un sueño.
Me incorporé en la cama, tenía que ver que sucedía, no entendía que había pasado, tratando de espabilarme un poco, puse los pies en el suelo, el frío de las baldosas me acabó de despejar. Vi que estaba en mi habitación y era aun de noche, por la ventana no se veía nada, sólo oscuridad, ni una sola estrella en el cielo se podía ver, pero en mi cabeza, aun aturdida, recordaba eso que me había despertado, aunque no sabía qué había sido, me vino a la memoria la sensación, como de una gran luz, o un resplandor, quizás sería de un relámpago.

PUBLISHER: TEKTIME

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Seitenzahl: 517

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



¿EXISTEN

LOS

O.V.N.IS?

JUAN MOISÉS DE LA SERNA

Copyright © 2018

Dedicado a mis padres

Aviso Legal

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por el teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

© Juan Moisés de la Serna, 2018

Índice de contenido

CAPÍTULO I.

CAPÍTULO II.

CAPÍTULO III.

CAPÍTULO IV.

CAPÍTULO V.

CAPÍTULO VI

CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VIII

CAPÍTULO IX

CAPÍTULO X

CAPÍTULO XI

Hitos

Índice de contenido

Portada

CAPÍTULO I.

La noche estaba oscura, por la ventana de pronto entró un gran resplandor, tal claridad inundó la habitación que llegó a despertarme. Asombrado miré a todos lados, ¿Qué pasaba?, me froté los ojos, no sabía muy bien si seguía aun dormido y aquello era un sueño.

Me incorporé en la cama, tenía que ver que sucedía, no entendía que había pasado, tratando de espabilarme un poco, puse los pies en el suelo, el frío de las baldosas me acabó de despejar. Vi que estaba en mi habitación y era aun de noche, por la ventana no se veía nada, sólo oscuridad, ni una sola estrella en el cielo se podía ver, pero en mi cabeza, aun aturdida, recordaba eso que me había despertado, aunque no sabía qué había sido, me vino a la memoria la sensación, como de una gran luz, o un resplandor, quizás sería de un relámpago.

Pensé en ese momento, que podía ser un sueño que tenía y del que por algún motivo me habría despertado, salí de la habitación y me dirigí a la cocina, tomaría un poco de leche caliente, para entonar el cuerpo, recordé a mi madre que siempre me decía de chico, “Como la leche no hay nada, para que el cuerpo reaccione”.

Al ponerme de pie, con el frío del suelo me había destemplado, un escalofrió me recorrió todo el cuerpo, dejándome una mala sensación, es como si me hubiera dado una ráfaga de viento helada, de esas que se sienten en pleno invierno, y la verdad es que era muy raro, dentro de la habitación con todo cerrado, no había ninguna corriente, ¿Cómo había podido sucederme eso?

Pensando en ello iba por el pasillo, cuando de pronto me fije en una cosa, por debajo de la puerta del salón, salía luz, ¡Qué raro que me la hubiera dejado encendida!, creo recordar que antes de acostarme la había apagado. Sí, estoy seguro, lo hice cuando vine de repasar la puerta de la calle, como hacía todas las noches. No podía ser, ¡Hay que ver qué cosas tan raras me sucedían esta noche!, bueno, me acercaría a apagarla y luego seguiría a la cocina a lo que iba.

Abrí la puerta, ¡Increíble!, me quedé como clavado allí donde estaba, con el pomo de la puerta en mi mano, ¿Qué estaba sucediendo?

Pensé por un instante que seguía dormido, y que todo esto sería un sueño, eso era más creíble que ver lo que pasaba, la intensa luz, no era del salón, no era la lámpara, ni nada procedente de dentro, entraba por la ventana, pero ¿Cómo?

Fuera sólo estaba el jardín y allí no había ninguna bombilla, ni nada por el estilo, que pudiera dar luz, y desde luego menos que la diera de forma tan intensa, como la que ahora mismo estaba viendo que entraba por allí.

Después de no sé cuánto tiempo, seguro que serían unos instantes, pero a mí se me hicieron eternos, en los que estuve inmóvil, tratando de darme una explicación lógica, sobre lo que podía estar pasando, solté con cuidado el pomo de la puerta y me atreví, aún indeciso, a dar unos pasos y acercarme a la ventana, para poder ver lo que sucedía.

Alargué la mano temblorosa, tenía la intención de descorrer las cortinas, y mirar lo que pasaba fuera, no podía entender por qué temblaba de esa forma, pero lo cierto es que era así, ¿A qué venía ese miedo que tenía en el cuerpo?, estaba dentro de mi casa, con todo cerrado, ¿Qué me podría pasar?, seguro que nada, pero a pesar de que pensé eso, también me dije, “Si el jardín es un lugar cerrado, y nadie puede haber colocado ahí nada, sin que me haya enterado, entonces, ¿De dónde viene esa luz?, y ¿Con qué la estarán haciendo, para que tenga tanta intensidad?”

No recuerdo haber visto nunca nada igual, es como si los faros de un coche estuvieran enfocados a la ventana, pero ¡Qué tontería estoy diciendo!, ¿Cómo alguien podría haber entrado un coche en mi jardín?, y ¿Para qué? ¿Qué objeto tendría todo eso?

Terminé de llegar al lado de la ventana, había cruzado el salón, con tanto cuidado, que no sé cuánto tiempo tardé, pero no me atrevía a separar el visillo, para poder ver bien que sucedía en el exterior, cuando de pronto escuché un ruido, y me quedé como clavado al suelo, parecía que lo había escuchado a mis espaldas, eso no podía ser, en la casa no había nadie nada más que yo, ¿Qué habría sido entonces lo que había oído?

Sería quizás una broma de mi imaginación, producto del miedo que tenía en esos momentos, lo que me lo producía, acaso esto que me estaba pasando, sería el resultado de una mala digestión, ¿Qué había cenado?, tenía que hacer memoria, sí, porque todo esto no podía ser real, seguro que era eso, solamente una reacción de algo que había comido, y que me había sentado mal.

<<<<<>>>>>

Hace ya tiempo que me vine a esta casa a vivir, necesitaba estar solo. Desde que terminé los estudios, me había dedicado a viajar, para conocer mundo, como dije a mi familia, y aunque no lo entendieron, aquel día cuando en la sobremesa se lo comuniqué, me contestaron:

—Bueno, tu vida es tuya, vívela como quieras, pero no te metas en problemas.

—¡Tranquilos!, sólo quiero ver algo, antes de asentarme —les contesté

—¿Algo de qué? —me preguntaron ellos—. ¿No tienes suficiente con irte de vacaciones de vez en cuando?

—No, eso es poco tiempo, tengo que viajar, es como una necesidad, quiero conocer otras culturas —les dije yo.

Estaba decidido a no dejarme convencer, era una idea que me había estado rondando por la cabeza y después de mucho meditarlo, por fin había llegado el momento de decírselo a la familia.

—Pero ¿Para qué? —me dijeron extrañados—. ¿Qué quieres conocer en concreto?

—No lo sé aun, sólo sé que necesito eso, tener un tiempo para mí —Y fue tanta la firmeza que debí de poner en mis palabras que ya no insistieron más.

—Hijo —añadió mi padre—. Sé que eres prudente, pero recuerda que hay países peligrosos, no seas confiado y estate siempre atento.

—¡Descuida!, lo haré, estar tranquilos que no me meteré en nada, yo voy solo a lo mío nada más, sabéis que no bebo.

—Hijo, ten cuidado con las drogas —me dijo mi madre preocupada.

—¡Mamá!, confía, sabes que esas cosas no van conmigo.

—Sí, eso esa hora, pero a saber con quién te vas a juntar, y ya sabes… luego para no ser menos, se hacen tonterías.

—¡Mamá, tranquila!, confía, me has enseñado bien, y no te pienso defraudar.

Mis dos hermanos que habían permanecido callados me miraron y ambos dijeron:

—Recuerda que estamos aquí.

—¡Claro!, ¿Cómo lo voy a olvidar?, seguro que cuando terminéis vuestros estudios también decidiréis algo por el estilo.

—Si me parece bien que viajéis así se aprenden más cosas que en los libros —dijo mi padre al escucharme.

Pero mi madre que no estaba de acuerdo protestó un poco dolida:

—Pero ¿Al extranjero? ¿Es que no es España suficientemente grande? —dijo mientras unas lagrimitas se le escapaban de sus ojos

—¡Mamá! —la dije—. No te preocupes, ya verás como no me pasa nada, y antes de que te des cuenta de que me he marchado ya estoy de vuelta —Y la di un beso para tranquilizarla.

Después de varios años de ir de un lado para otro, he regresado, sí, eso también lo había tenido siempre muy claro, donde quería vivir, era al lado de mi gente, bueno, al lado, pero no mezclado.

Cuando regresé, y dije, que viviría en este sitio, no les hizo mucha gracia, la verdad, pero no tuvieron más remedio que aguantarse, pues era una decisión que yo había adoptado, como siempre después de meditarlo, porque nunca me ha gustado tomar una decisión sin pensarme mucho los pros y los contras.

La casa la había decorado a mi gusto, sin nada que me sobrara, esos chismes que se suelen ir almacenando, como recuerdos y que sólo sirven para acumular capas de polvo, sólo tenía las cosas necesarias, pero esas que me hacían sentir bien.

Pocos me han visitado, siempre he sido un solitario, esa es la verdad, prefiero una tarde de paseo, contemplando como el sol se va poco a poco ocultando, mientras el viento me va dando en la cara, que pasar el tiempo, “perdiéndolo” como yo digo, con los amigos, que sí que los tengo, aunque reconozco que pocos, pero ellos saben que cuando me necesiten estoy ahí para ellos, lo mismo que para la familia, pero si no, podemos pasar alguna temporadita sin vernos, esa es la verdad.

Cuántas tardes he salido a dar mi paseo y se me ha hecho de noche y sentado en el suelo, sobre la hierba, me he dejado caer para atrás, para contemplar esas estrellas, esos puntitos luminosos del cielo, ¿Hay algo más… mágico, maravilloso?, no creo que haya una palabra que pueda describirlo en su justa belleza.

Sí, tienen razón cuando me llaman solitario, pero es que no creo que nada se pueda comparar a esa sensación, es como si dentro de mí se expandiera algo y me hiciera volar hasta esas estrellas, como si la Tierra me dejara escapar y luego al rato regresara, como atraído a la realidad.

Bueno, no sé, porque en más de una ocasión, me he encontrado allí, cuando el sol del amanecer me daba en la cara, había pasado toda la noche, sí, esa es la verdad, y ¿Dónde mejor se puede pasar que en la naturaleza?

<<<<<>>>>>

El camino estaba solitario, me habían informado que tenía que ir con cuidado, pero decidido a llegar, me adentré. Nunca he sido miedoso, pero aún recuerdo cómo se me había puesto la piel de “carne de gallina”, como se suele decir.

Cuando escuché aquello, me quedé un momento quieto, pero pensé, “Aquí si alguien o algo, me quiere hacer lo que quiera, soy un blanco fácil”, así que eché a correr, con la intención de adentrarme entre aquellos árboles que veía en la distancia, allí podría esconderme bien.

Lo que sucedió después, me es difícil de explicar, parece que había medido mal la distancia, porque la arboleda, cada vez me parecía que se alejaba, en vez de acercarse.

Ya agotado paré, tenía que descansar, no tenía ni aliento, dejé la mochila en el suelo y me dispuse a sentarme a su lado.

Me era imposible dar un paso más, no sé cuándo tiempo llevaba corriendo, sólo sé que aquellos árboles, que al principio me habían parecido cercanos, seguían allí lejos, en el mismo sitio.

La verdad es que verlos los veía bien, pero por más que me había esforzado, no había conseguido acortar la distancia, que me faltaba para llegar hasta donde se encontraban, ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Por qué todo estaba tan oscuro?

Traté de forzar la mirada, para ver qué sucedía, no podía distinguir nada de lo que debía de tener a mí alrededor, desde luego sí que noté enseguida que no estaba en medio de aquel camino, donde recuerdo perfectamente que me había parado.

Con un rápido movimiento de mano, traté de ver si me encontraba entero, no sé, fue un impulso instantáneo, pero ¿Qué pasaba?

No me podía mover, el brazo al intentar moverle había experimentado un tirón, algo me impedía el movimiento, enseguida deduje que debía de estar atado, inmovilizado de alguna manera, pero ¿Por quién? ¿Por qué?

Si no había hecho nada, y tampoco había visto a nadie por los alrededores, ¿Qué me había podido suceder?

Lo primero que me tenía que enterar era de dónde estaba, esto no era en medio de ninguna parte, sentí que no corría ni una brizna de aire, por lo que deduje que debía de estar en un sitio cerrado.

Pensé rápidamente en aquel tremendo ruido que había escuchado, que tanto miedo me produjo, el que me había hecho correr, seguro que debía de haber sido provocado por alguien, que al final me ha alcanzado y cogido, pero ¿Qué habrá hecho? ¿También me habrá transportado? y ¿Hasta dónde?

Mi cabeza me dolía, me di cuenta en ese mismo momento, ¿Por qué sería?, quizás me golpearan antes de hacerme prisionero, sí, eso debía de haber sido, y por eso no recordaba nada de lo sucedido.

¿Cuánto llevaría allí?, había perdido la noción del tiempo, ¿Quién me habría hecho eso?, decidido a aclararlo, quise empezar a hablar, tenía que descubrir algo de lo que estaba sucediendo, pero aunque lo intenté, no pude pronunciar ni una sola palabra, eso me dejó perplejo, no escuchaba ni mi propia voz, y yo creo que sí chillaba, pero nada, por más que me esforzaba, no había forma de que escuchara mi propio chillido, eso sí que era rarísimo, ¿Me habría quedado sordo?

Ahora que me daba cuenta, ningún sonido había escuchado desde que me desperté o lo que fuera, quizás no fue sueño, si no que volví a estar consciente, después del golpe que me debían de haber dado, pero ¿Por qué todo estaba tan oscuro?

No recuerdo nunca haber estado en un lugar así. Traté de tranquilizarme y así poder centrarme en algo más, ¿A qué olía?

Sí, noté algo, el olor era agradable, como a flores, no lo sabría explicar, pero yo diría que no muy lejos, debía de haber varias flores, porque no era sólo a una clase de ellas, ese olor que estaba percibiendo, sino más bien, al que puede desprender un ramo, formado de diversas clases, pero eso sería rarísimo, que alguien me hubiera metido en un agujero, porque esa es la conclusión, que en esos instantes tenía más a mano, que alguien me había raptado, dándome un golpe en la cabeza, y me hubiera llevado a algún sitio apartado y oscuro, pero que tuviera por allí un ramo de flores, no me parecía lógico.

De pronto algo noté que se me acercaba, era… no sé, sentí como si alguien en ese instante estuviera respirando a mi lado, pero por más que me esforcé, nada, no veía absolutamente nada, pero si sentí que algo me tocaba, di un salto en ese momento, es como si el contacto con aquello me hubiera producido una descarga eléctrica.

¡Qué sensación tan rara!, no la podría explicar, fue algo inesperado, desagradable, todo a mí alrededor se iluminó, fue como si alguien hubiera encendido una luz muy potente, pero a pesar de esa enorme claridad, yo seguía sin ver a nadie, ¿O es que no lo habría por allí cerca?

No lo sabría decir con seguridad, sólo que los ojos me dolían de tanta luz y los cerré inmediatamente. Eso es lo que recuerdo, y luego ya no sé lo que pasó, ¿Cuánto tiempo estuve así?, ni idea, ¿Minutos?, ¿Horas?, ¿Días?, yo que sé.

En un momento me moví y sentí algo, el viento dándome en la cara, ¿Cómo podía ser eso?

No me lo podía explicar, sí recuerdo que antes no se notaba nada, quizás alguien habría abierto alguna ventana cerca, porque cada vez lo notaba con más intensidad. Abrí los ojos y asombrado miré el lugar donde me encontraba, estaba en el suelo, con la cabeza apoyada encima de la mochila, con una postura de haber estado durmiendo, ¿Yo dormido?

Eso era imposible, nunca me hubiera echado a dormir en medio de un camino, pero allí estaba, sin poder ni suponer qué es lo que me había pasado.

Me levanté, despacio, como dudando si debía hacerlo, no sé, estaba tan asombrado, que lo primero que pensé es, “Seguro que de la carrera que he tenido que echar, estaba tan cansado, que cuando me senté a descansar, el cansancio pudo más que yo, y me quedé dormido sin ni si quiera darme cuenta de dónde estaba”.

Distraídamente me pasé la mano por la cara, cuando algo que en ella toqué, me dejó de nuevo con otra duda. Mi cara que recordaba perfectamente haber afeitado esta mañana, antes de haber dejado el hotel, ahora estaba cubierta de pelos.

¡No podía ser!, a mí no me crece tan rápido, de echo puedo pasarme varios días sin afeitar y casi ni se me nota, pero ahora volví a pasarme la mano, para verificar lo que acababa de notar, y sí, tenía barba por lo menos de una semana o más, ¡Eso no podía ser!, ¿Cómo me había crecido tanto en solo un rato?

Sin salir aun de mi asombro, cogí la mochila para ponérmela en la espalda y un olor nauseabundo me dio de pronto, ¿Qué podía ser aquello?

La dejé de nuevo en el suelo y la abrí, y cuál no sería mi sorpresa, cuando vi que la fruta, esa que siempre llevo cuando salgo al campo, toda estaba estropeada.

Después de mirarla, y remirarla un par de veces, para ver que era cierto aquello que tenía delante, incrédulo, tiré la bolsa en la que lo llevaba, ¿Cómo podía haberse puesto así?

No sé, una manzana, bueno…, pero ¿Todas? y ¿De esa forma?

Parecía que llevaban varios días, en que ya no estaban comestibles. Con esa idea en la cabeza me puse la mochila en la espalda, y dándome la media vuelta, me dirigí por el lugar que recordaba haber venido, quería regresar.

Miré por última vez a aquellos árboles de la lejanía, y pensé, “Será que están más lejos de lo que creía”, pero de verdad, es que parecían estar ahí cerca, casi, casi se les podía tocar con la mano, yo diría que no estaban ni a medio kilómetro y mira que estoy acostumbrado a andar distancias y ya tengo metidas en la cabeza las medidas y no me suelo equivocar, pero esta vez no sé qué había pasado, aún recordaba la gran carrera que me había echado y nada, que no conseguí llegar hasta aquellos árboles.

Bueno, ahora no quería pensar en nada de eso, me iba a dirigir de nuevo al poblado y me acostaría un rato, seguro que se asombrarían anoche por que no regresé, aunque menos mal que soy previsor y que ya les había avisado, de que alguna vez, cuando encuentro un paisaje bonito, me gusta pasar la noche en el.

Así que cuando llegue, les diré que eso he hecho, que he pasado la noche mirando las estrellas, aunque ahora que lo pienso, ni tan siquiera sé si fue una noche estrellada.

Bueno, pues entonces, les diré sólo que quise pasar la noche en el campo, no sea que fuera una noche de esas en que está nublado y no se ve nada, y extrañados me pregunten ¿Dónde he estado? y no sepa qué contestar.

Cuando llegué al pueblo, noté algo raro en la gente que me iba encontrando, me miraban, no sé, como si yo fuera un bicho raro, de pronto unos niños se me acercaron, tanto que hasta me tocaron y salieron después corriendo, ¿Qué sucedía?

No era normal, yo ya llevaba unos cuantos días viviendo por aquí y nunca había visto que despertara tanta expectación.

Seguí andando, pero vi que cada vez se iban acercando, más y más gentes a mí alrededor, y hablaban ente ellos, cuchicheaban como se suele decir, y reían. De pronto, no sé de dónde salieron, pero dos policías se pusieron delante de mí, y me impidieron seguir andando, les quise preguntar por qué hacían eso, sobre qué pasaba, que sólo quería llegar hasta el hotel donde estaba alojado, y echarme a descansar.

Me llevé una sorpresa, no me escuché nada, sólo silencio, o sea, que no oía mis propias palabras. A los otros si los oía bien, pero mí voz no, ¿Qué me estaba pasando?

Uno de los policías fue a cogerme de un brazo, y yo con un movimiento brusco, traté de que no lo hiciera, pero debí de medir mal mis fuerzas, porque el policía cayó al suelo.

Yo me quedé asombrado, no podía ser, yo no le había empujado, sólo había tratado de que él no me cogiera, sería seguramente que él dio un traspiés.

Se levantó muy enfadado, como es natural, y me indicó, con la porra en su mano, que fuera hacia la derecha, yo que no quería ningún problema, le hice caso enseguida, claro que eso me hizo acabar con mis huesos en la cárcel, allí encerrado, y sin poder decir nada, porque no podía hablar, no sabía qué me había pasado, pero estaba mudo, y así de esa forma era imposible explicarme.

Echado allí en un camastro, que había en un rincón de aquella pequeña celda, no sé cuánto tiempo ya llevaba, cuando vi que se acercaba a la reja, el dueño del hotel.

Me alegré al verle, y me levanté rápidamente, me acerqué a hablarle, pero no me podía ni yo mismo escuchar, y claro tampoco los demás, aunque sí que creo que movía los labios, porque miré como el hombre atentamente me los miraba, como tratando de entender lo que le decía, pero nada, no pudo ser.

—Sí, creo que es él, pero es imposible, han pasado dos semanas —escuché que contestaba al policía que tenía a sus espaldas.

Cuando le oí aquello, me quedé atónito, ¿Qué decía aquel hombre?, ¡No podía ser!, estaba equivocado, o ¿Es que le habría yo entendido mal?

—Pero ¿Está seguro de que este individuo es su cliente? —oí que aquel policía le volvió a preguntar.

—Sí, no tengo duda —le respondió el dueño del hotel en ese momento—. Ese chaleco le conozco muy bien, porque en alguna ocasión, le había dicho, que nunca los había visto yo así, pero desde luego él está muy cambiado, pero sí, creo que sí, que es él.

De pronto recordé ese detalle, al dueño del hotel le gustó mi chaleco, desde el primer momento en que lo vio, la cantidad de bolsillos que tiene, decía que así podría llevar todo encima y cada cosa colocada en su sitio para no dejarlas olvidadas. Yo me eché mano al chaleco, y el hombre al verme me dijo:

—¿Verdad que habíamos hablado de esos bolsillos?

Moví la cabeza afirmativamente, y el hombre al verme, le dijo al policía

—¿Ve cómo es él?, sí, no tengo ninguna duda.

Aquel policía mirándome dudoso aún, se acercó a la verja e introduciendo la llave en la cerradura abrió la puerta, y me dejó salir.

Enseguida me abalancé para abrazar al dueño del hotel, gracias a él estaba en libertad, pero él hizo un gesto que yo no comprendí, y vi cómo se separaba de mí.

Eso me extrañó, pero en ese momento no le di mayor importancia, sólo quería salir de allí, marcharme, llegar a mi habitación y descansar en aquella cama que recordaba tan cómoda.

Iba por la calle andando, junto al hombre, ese que me había sacado de mi encierro. Veía como la gente me miraba y hablaba entre ella, es como si estuviera pasando algo que yo no comprendía.

Opté por dejar de mirarlos, sólo me interesaba llegar pronto y seguí adelante. Al llegar al hotel, nada más entrar por la puerta aquel hombre me dijo, que no tenía otro lugar, que todo estaba lleno, y me llevó por un largo pasillo.

Atravesamos la cocina y después de pararse abrió una pequeña puerta, yo que había ido bastante confundido por cierto detrás del hombre preguntándome que a dónde me llevaría. Vi aquel cuartucho medio oscuro, allí al lado de unos cubos y más objetos amontonados, que no alcancé a ver bien, también había un pequeño camastro, yo que sólo quería descansar, le indiqué con la cabeza que estaba bien y él se marchó cerrando la puerta tras de sí.

Cuando por fin me quedé solo hice una cosa, lo que más estaba deseando, echarme a descansar, esto debía de ser un mal sueño, y estaba seguro de que cuando me volviera a levantar habría pasado, y todo seguiría bien, pero antes de dormirme eché una ojeada a mí alrededor como queriendo cerciorarme de que esto que veía no podía ser real.

Cuatro paredes sucias, un ventanuco cerca del techo, también vi allí colgado en una de las paredes un pequeño trozo de espejo, y seguido de un impulso irrefrenable me levanté y me fui a mirar en él y…

<<<<<>>>>>

¿Por qué estoy recordando todo eso en estos momentos?, fueron tiempos difíciles, pero por fin he podido superarlos, nunca me podía haber imaginado que me sucediera eso a mí, pero ¡Qué se le va a hacer!, hay un refrán que dice, “La curiosidad mató al gato”, pues eso fue lo que me debió de pasar, por curioso.

Claro, que digo yo, si me hubiera estado tranquilito, en mi casa, nada de eso me hubiera sucedido, pero tampoco hubiera visto tantas y tantas cosas como he podido ver, porque sí es cierto, que a veces, mi afán de conocer esto o lo otro, me ha llevado a lugares insólitos, pero es que, si no, nunca lo hubiera llegado a saber.

Nadie quiere hablar claro de estos temas. Se ha dicho y escrito tantas patrañas sobre ello, que parece que nadie quiere verse involucrado, pero digo yo, ¿A quién le interesa que no se descubra?

Hay muchos que, como yo, que queremos saber algo, no mucho esa es la verdad, sólo somos aficionadillos, pero es que no me extraña que lo dejen, por cansancio, pues en cuanto se empiezan a mover un poco, solo encuentran zancadillas y malas caras, y eso a cualquiera le cansa.

Pero pienso, “Si hay un volcán echando humo, y ese humo se ve desde la distancia, entonces ¿Por qué alguien se empeña en negar la existencia de dicho volcán?”, pues lo mismo con esto, si hay múltiples evidencias de su existencia, ¿Por qué hay tantos intereses en que no se sepa la verdad? y no sólo lo niegan, si no que al que está tratando de buscar las pruebas le ponen tantos impedimentos.

<<<<<>>>>>

Cuando puse mi pie en aquella escalerilla del avión ya estaba decidido, me había costado tomar esa decisión, es la verdad, no me apetecía pasar penurias, y sabía que si seguía con el tema las iba a pasar, pero una vez empezado, nada ni nadie me iba a hacer que desistiera de la idea.

Tenía que llegar hasta el final de la cuestión, no quería ser otro de los muchos que se habían quedado a medias, que cuando se empezaron a encontrar obstáculos decidieron dejarlo por miedo, comodidad, o a saber por qué otro motivo, yo no quería desistir de ello, mi resolución era fuerte y creo que esa aptitud me iba a ayudar mucho de aquí en adelante.

Seguí subiendo, ya más tranquilo, era mi primer vuelo, en un aparato así, no se le veía muy seguro, pero no tenía otra forma de llegar, tendría que dejar mis miedos a un lado, y confiar en que todo saliera bien, porque si yo mismo no me animaba seguro que nadie lo haría.

Había pagado al piloto por adelantado, lo que habíamos acordado, pero cuando me vi sentado allí, pensé, “Si llego a saber cómo es esto por dentro, no me hubiera embarcado en este lío”.

Cuando estaba pensándolo, el piloto se me acercó, aun no habíamos arrancado y pensé al verle que venía a pedirme más dinero. La verdad no sé por qué fue ese mi pensamiento, pero así fue, y cuál no sería mi sorpresa, que fue, al contrario, me dio el fajo de billetes que yo le había dado el día anterior.

—Sólo falta lo que me he gastado en echarle a este trasto de beber, esto no me lo podía yo perder, así que gracias por haberme animado —me estaba diciendo ese hombre.

Yo me quedé mirándole, supongo que, con cara de tonto, porque él echó una carcajada.

—Amigo, así es, gracias a usted, voy a ir a lugares que toda mi vida he deseado visitar, luego, no era justo que encima le cobrara. Usted me ha dado el empujón que necesitaba, y a cambio yo le llevo allí, gratis. Sí, sé que ahora no lo entiende, pero ya verá como en su momento sí que comprende todo.

Y sin más se dio la media vuelta y cuando se iba alejando para meterse en su cabina le escuché que me decía:

—Abróchese bien el cinturón, que partimos en unos segundos.

Me quedé allí sin saber qué decir, miré y en mi mano aún tenía el fajo de billetes que me había dado, ¿Por qué lo habría hecho?

No lo entendía, me había dicho que de momento no lo entendería, ¡Claro!, ¿Cómo iba a entender esa aptitud tan rara?, que yo le hubiera contratado el día anterior, y le hubiera dado el dinero que habíamos acordado, y que, al empezar el viaje, me devolviera dicho dinero.

Era para no comprenderlo, desde luego, y además recordé en esos momentos, que me dijo que más adelante seguro que lo entendería, ¿Qué esperaba que pasara más adelante?, para que yo pudiera obtener esa respuesta que ahora era tan absurda, que un piloto me llevara en su avioneta gratis, ¡Qué cosas más raras me pasaban!

Medio dormido iba cuando seguramente una “turbulencia”, como dicen los pilotos, hizo que me diera un cabezazo, y me espabilé, miré a mí alrededor, para ver qué pasaba y me encontré allí subido en aquella avioneta.

Estaba sentado y a mi lado la mochila, esa que llevaba todas mis pertenencias, me dije, “¿Qué me podrías decir si pudieras hablar?”, y sonriendo la volví a mirar, y la volví a decir, “Mejor que permanezcas calladita, porque seguro que habría veces que no me dejarías meterme en alguno de los líos que nos hemos vivido juntos”.

—Repásese ese cinturón que ya estamos llegando —escuché de pronto al piloto que decía.

Eché la mano instintivamente y vi que lo tenía bien ajustado, y pensé, “Bueno, si no es un buen piloto, un cinturoncito no me servirá de nada”.

En vez de cinturones, lo que les debían de dar a los que van en avión, es un buen casco para la cabeza, de esos que llevan los motoristas, de esa forma si el avión se la da, la cabeza no se llevará el golpe.

“Bueno —luego pensé—. En realidad qué más da un golpecito en la cabeza, si se cae este aparato no lo cuento de ninguna de las maneras.”

Cuando estaba pensándolo, vi por la ventanilla que estaba al lado de mi hombro izquierdo, unos árboles cerquita, y al momento ya estaba frenando el piloto, “Bien —pensé—. ¡Por esta vez me he librado!”, y antes de que pudiera pensar otra cosa, ya tenía al piloto animándome a bajar a tierra.

—Bueno, pues empezamos la aventura, soy todo oídos. Usted manda amigo que es el entendido —decía aquel hombre, al que se le veía muy animado.

Yo le miré sorprendido, pero ¿Qué me estaba este hombre diciendo?, ¿Que él se venía conmigo?, eso no lo tenía previsto, yo sólo quería seguir, como siempre, con mis cosas, pero sin compañía, y sobre todo ¿Qué clase de compañía me estaba ofreciendo este anciano?, ¿Venir conmigo?

Eso era imposible, si él parecía que no podía dar ni dos pasos, con ese cuerpo tan enclenque, ¿Qué pretendía lograr?, ¿Escalar?, ¿Cómo?

—Amigo, soy más fuerte de lo que parezco, no se deje influenciar por las apariencias, seguro que puedo seguirle bien el paso y que en ningún momento seré un estorbo —me dijo y estaba allí parado frente a mí mirándome muy serio.

<<<<<>>>>>

Estaba durmiendo tranquilamente en este paraíso, nunca en toda mi vida me había podido imaginar que un lugar así pudiera existir, me había dado un baño en el agua de la cascada, ¡Qué delicia!, me vino estupendamente, después de la larga caminata.

La fruta que cogimos por el camino, nos la comimos sentados tranquilamente a la sombra y los dos comentamos, que cómo era posible que aun existieran sitios con este encanto.

—Seguro que nunca nadie ha pasado por aquí —me dijo Peter—. Sí alguien lo hubiera descubierto ya se habrían encargado de estropearlo. No sé qué tendremos los hombres que no nos podemos estar quietos y siempre que tocamos algo, rompemos su armonía.

—¡Anda!, no seas exagerado —le contesté—. Algo habremos hecho bien, digo yo, ¡No seas tan fatalista!

—Bueno, sí, algo seguro, pero ¿Qué?, ¡Anda!, te invito a que reflexiones un poco y me encuentres algún lugar, en que el hombre haya puesto su mano y lo haya mejorado. Estoy bien seguro que no vas a dar con ninguno, es que somos así, ¡Qué se le va a hacer!, tenemos unas manitas, que más nos valdría estarnos quietecitos.

—¡Anda!, sigue comiendo, no me digas que no ha merecido la pena llegar hasta este lugar —le dije, mientras yo mismo tiraba otro bocado, de esa deliciosa manzana silvestre.

—No, si el lugar me parece maravilloso, no es de eso de lo que te hablo, pero mira, si por casualidad se nos ocurriera quedarnos aquí a vivir para disfrutar de todo esto, ¿No crees que le tendríamos que hacer algunos arreglillos, para hacerlo habitable?, y cada cosa que nosotros hiciéramos para nuestra comodidad, sería estropear la naturaleza, que si lo tiene así es porque así le gusta a ella, que es la dueña, y no como unos intrusos quieran poner, modificando el entorno. No me digas que no te has sentido tentado a decirme que te quedabas aquí a vivir, porque yo la verdad en cuanto lo he visto, he dicho, ¡Este es mi sitio!, de aquí ya no me muevo más, quien quiera algo mío que se acerque hasta aquí.

—Amigo, veo que eres un exagerado —le dije sonriendo.

—¡Exagerado!, ¿Qué dices?, cuando he visto esa agua cristalina cayendo al lago, me ha encantado. He estado un buen rato sin poder dejar de mirarla, hasta que he decidido darme un baño, no quería romper la harmonía del momento, pero me he dicho, ¡Qué caramba!, si es tan mágico el lugar. Quiero pertenecer a esa magia, y cuando me he sumergido en ella, es como si todo mi cuerpo, al mismo tiempo que estaba notando su fresquito, se estuviera recargando de algo, no sé cómo te lo podría explicar, ¿Tú sabes lo que le pasa a una magdalena, cuando la echas en el tazón de leche?, que se hincha, pues esa sensación he tenido por un momento, ha sido como si me estuviera rellenando, de algo que me estuviera entrando en mi cuerpo. No te sabría decir, pero sí que ha sido una sensación deliciosa, creo que nunca en toda mi vida he sentido nada igual.

—Pero Peter, ya hemos recorrido muchos lugares y siempre has encontrado algún encanto, yo creo que en todos.

—Sí, es cierto porque todos los sitios tienen su…, yo que sé, que me gustan, ¡No lo puedo remediar!, pero este, amigo, este te lo digo yo, es único. Lo que he sentido en cuanto le he echado la vista encima a este sitio, no te lo sabría explicar con palabras, pero lo que sí que te digo es que de aquí no me muevo. Si quieres seguir tú, con esa tarea pues sigue yo ya he encontrado mi lugar, y creo que voy a quedarme. Sí, cada momento que paso aquí más decidido estoy a ello, y además seguro que me puedo adaptar al sitio sin hacerle ningún cambio. Estoy seguro que el lugar me acogerá bien y en él podré pasar el resto de mis días —me estaba diciendo muy convencido.

—¡Anda!, no seas exagerado, ¿Cómo me voy a ir y tu quedarte aquí?, eso no puede ser, mira si te parece estamos un tiempo aquí, viviendo, los dos, no sé lo que tú quieras, de todos modos, en ningún sitio nos esperan, pero luego un día tendremos que partir. Este sitio sí está bien, no te lo discuto, es maravilloso, pero escucha la tarea que tenemos entre manos no la vamos a abandonar, al menos de momento, creo que aún nos queda mucho por hacer —le dije para tratar de distraerle de su idea.

Me quedé un poco pensativo, no sabía que quería decir mi amigo, con eso de que se quedaba aquí. Sí, las palabras las entendía, pero creo que había otro significado que no acababa de comprender, y le pregunté bajito:

—Peter, ¿Acaso has sentido que este es tu lugar?

—Sí —fue su rotunda contestación.

—¿Cómo? —le volví a preguntar con miedo, pues ya me estaba yo temiendo la respuesta.

—Años llevo contigo recorriendo diversas partes de la tierra, y tú sabes porque me conoces quizás mejor que yo mismo, que no tomo decisiones drásticas.

—No, eso no es lo tuyo, lo sé bien —le respondí.

—Pues ahora quisiera que me entendieras que si te he dicho eso es porque así lo siento y creo que así debe de ser, y no me debo marchar de este lugar. No te puedo dar más explicaciones por que tampoco lo tengo yo más claro, pero si me gustaría que respetaras mi decisión, como tantas y tantas veces lo has hecho, que aun pensando que era muy raro el lugar donde te pedía que fuéramos tu sonriente, siempre sonriente, porque querido amigo, eso es lo que más me gusta de ti, tu sonrisa. Bueno pues como te decía, con una sonrisa en tu cara me decías, “Bueno, no tenemos otra cosa mejor que hacer, ¿Por qué no?”, y preparábamos todo para emprender de nuevo una aventura a dicho lugar —me estaba diciendo Peter en tono muy serio.

—Sí, es que no sé de dónde has sacado siempre las ideas, pero el paso de los años me ha dado la razón, siguiendo tus “corazonadas” como las llamas, hemos ido a lugares insólitos y hemos tenido vivencias que, de no haber sido por ti, nunca las habríamos podido tener.

—Mira, pues lo mismo que en esas veces, a las que te refieres, en estos instantes estoy teniendo esa corazonada, aquí es donde me debo de quedar. No sé si será para mucho o para poco tiempo, esa respuesta aun no la tengo muy clara, pero sí que te debo dejar marchar, y yo quedarme solo aquí. Es una etapa de mi vida que debo recorrer en soledad, y no creas que me va a ser fácil alejarme de ti, me tienes acostumbrado a tus cancioncillas mañaneras, esas que no sé de dónde te salen pero que me hacen despertar con alegría, porque sus letras siempre invitan a tener un buen día, y reconozco que es una forma estupenda de positivarse, por más que alguna vez te he dicho que me dejaras dormir un poco más, que la noche anterior habíamos estado viendo las estrellas hasta muy tarde.

—Peter, ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

No sé por qué se lo pregunté en ese instante, pero su mención de las cancioncillas había hecho que viniese a mi mente aquel momento.

—¡Claro!, ¿Cómo pretendes que lo olvide?, iba yo en la moto, tan tranquilo, no llevaba ninguna prisa y por eso marchaba tan despacio, cuando al pasar por aquel campo escuché a alguien cantar. La verdad es que me pareció alucinante, un tío allí cantándole a la luna, ¡No me lo podía creer!

Al principio pensé, y perdona, pero es que no creo que pudiera pensar otra cosa, creí que estabas como una cuba, y paré la moto, porque la letra de la canción me pareció preciosa. Estuve allí escuchando, no sé cuánto tiempo. Tú no te cansabas de decir aquellas cosas, que yo nunca en mi vida había escuchado, y desde luego no se me podrían haber ocurrido a mí, por eso no tuve ni la menor duda de esperar a que terminaras, tenía que hablar contigo. Al ratito de estar allí escuchando, comprendí que de borracho nada, una persona que dice esas cosas, está pero que muy cuerdo. Lo que sí era evidente era que pensabas que nadie te escuchaba, aunque en la letra se dejaba ver claramente que a alguien se lo estabas diciendo.

—Pero, ¿Estuviste mucho tiempo?, nunca hemos hablado de eso.

—Bueno, yo no sé cuándo habías empezado, pero a mí se me paso el tiempo volando, era muy interesante. Sabes, me pareciste un juglar de esos que hablan los libros que en la edad media narraban los hechos en forma de canciones. Eso era lo que yo escuché aquella noche, una serie de hechos inexplicables, para mí en esos momentos pero que cada vez que lo seguía escuchando más me iban enganchando, como se suele decir, todo eso, que tú parecías que tenías muy claro, me fue interesando más y más y por eso esperé que terminaras, no quería interrumpirte, era muy importante para ti lo que estabas haciendo, eso lo noté enseguida.

<<<<<>>>>>

—¡Hoy toca Historia!, señores.

Muy serio nos estaba diciendo el profesor, todos lo sabíamos, claro él era el profesor de Historia, ¿Qué nos iba a dar sino?, así que no entendimos muy bien porque nos había dicho eso.

Toda la clase se quedó extrañada, nos miramos unos a otros, hasta que uno de los compañeros, posiblemente el que tenía menos paciencia que los demás, sin poder esperar más dijo:

—Señor, eso ya lo sabíamos.

—Sí, ya lo sé —contestó él—. Pero lo que segurísimo que no saben es del tema que vamos a hablar —dijo el profesor poniendo en su cara una gran sonrisa.

Tenía toda nuestra atención, era el primer día de clase, y que empezara de esa forma, nos pareció a todos muy raro, así que estábamos calladitos para ver por dónde salía, ¿Qué nos querría decir?

—¿Han oído ustedes alguna vez hablar de Carlomagno? —preguntó muy serio.

—¡No! —fue la contestación general.

—Bueno, seguro que era el hermano de Alejandro Magno, y que Magno era el apellido —dijo una de las compañeras.

—¡No! —dijo el profesor—. No se llegaron a conocer.

—Bueno, al menos serían primos —dijo otro de los compañeros.

—Eso lo dudo, pero sigamos con lo que estábamos, Carlomagno, fue el rey de los francos y de los lombardos, y en el año 800 le coronó, el papa León III, en Roma, “Imperator Augustus”. Fue hijo de Pipino el Breve, y combatió a los musulmanes en su avance por la Península Ibérica, hasta que fue derrotado en Roncesvalles.

Nos contó su historia, ¡Qué bueno!, sí era interesante, pero nos fue cansando porque se alargaba, y ya se empezaban a oír algunos cuchicheos en la clase.

—¡Vaya rollo! —se escuchó de pronto desde el fondo de la clase.

El profesor, aquel anciano, quitándose las gafas, dejándolas con mucha tranquilidad sobre la mesa, se levantó y dijo:

—¿Les parece un rollo?, y si les digo algo…

—Sí, pero que no sea de nuevo otro rollo —se escuchó que le dijeron interrumpiendo de nuevo.

Él se quedó muy pensativo, en silencio, así estuvo unos instantes. Nosotros pensábamos que se había enfadado, y planeaba algo para castigarnos.

Era el primer día de clase, y parece ser que habíamos empezado con mal pie, pero cuál no sería nuestro asombro, cuando volviendo a tomar la palabra nos preguntó:

—¿Quién sabe lo que es un O.V.N.I.? —Y se volvió a quedar callado de nuevo.

Todos nos miramos un momento y luego nos echamos a reír.

—¿Por qué se ríen ustedes? ¿Es que he dicho algo gracioso? —nos preguntó el profesor.

—¿Un O.V.N.I. dice?, ¡Eso no existe! —Saltó uno desde una de las últimas filas, esas donde se sientan los que quieren interrumpir, sin que nadie sepa quién es.

—¿Qué pasa, que usted no los ha visto?, por eso hace esa afirmación —le respondió Don Carlos.

Toda la clase se quedó muy callada, estábamos expectantes.

—¿Alguien los ha visto? —nos preguntó de pronto.

—¡No! —fue la respuesta de todos.

—¡Entonces!, ¿Por qué dicen que no existen?, sólo podrán afirmar, que no los han visto. ¡Vamos!, digo yo, que sería su respuesta correcta.

Nos echamos a reír, creíamos que debía de estar en broma, pero el muy serio siguió diciendo:

—¿Alguno de ustedes ha estado en Egipto, y ha visto las pirámides?

Todos naturalmente le respondimos, que no, que vaya pregunta que nos hacía.

—Entonces, ¿No existen? —nos estaba preguntando muy serio.

—¡Claro que existen! —le dijimos la mayoría de los que estábamos allí—. Hay un montón de fotografías de ellas en muchos libros, ¿Cómo no van a existir? ¿Es que usted no las ha visto? —le preguntamos extrañados.

No acabábamos de entender que nos quería decir.

—Sí, pero, aunque haya esas fotos que decís, vosotros no las habéis visto, porque me habéis dicho que no habéis estado allí, es eso cierto ¿No? —nos volvió a preguntar, pero antes de que le contestáramos siguió—. ¡Mirar!, si os pregunto que, si habéis visto nuestra hermosa Catedral, todos me diréis que ¡Claro!, ¿Cómo no la vais a ver visto?

Entonces, como la habéis visto es que existe, de eso no hay la menor duda, pero y si os pregunto si los chinos la han visto, seguro que vuestra respuesta es que no, o al menos la mayoría de ellos, alguno si puede que haya venido haciendo turismo y la haya visto. Luego para él que no haya venido, nuestra Catedral no existe, porque no la ha visto, como seguro que os pasa a vosotros con su Gran Muralla, que es posible que alguno ni haya escuchado nunca nada de ella. ¡Mirar!, todo este royo, como vosotros decís, os lo he soltado, para que entendáis que, aunque uno no sepa o no haya visto una cosa, no quiere decir que eso no exista, claro que existe nuestra Catedral, la Muralla China y las Pirámides.

—¿Y los O.V.N.Is?, ¿También existen? —preguntó desde el fondo de la clase un compañero, riéndose.

—Señores, yo no los he visto, así que no sé si existen o no, pero Carlomagno sí dice que existen, porque nos cuenta la historia que él los vio.

Sus palabras nos impactaron, ¡Eso no podía ser cierto!, pero el profesor nos siguió contando, que la existencia de lo que quiera que sea eso, porque no está muy claro, se está tratando de demostrar desde hace muchísimo tiempo y aunque hay evidencia de su existencia, nunca se ha admitido, porque han sido más los detractores sobre el tema, y que cuando alguien dice haberlos visto, pueden más las opiniones de los que dicen que no existen.

Todos nos quedamos muy callados, y él, al escuchar el timbre que nos indicaba que la clase había llegado a su fin, nos dijo:

—Señores, este es el trabajo que me deberán presentar al final de curso, ¿Hay vida en otro lugar, además de en la Tierra?

Mira que he tenido clases diferentes en todos mis años de estudiante, pero como esa nunca ha sido ninguna.

El profesor se marchó, y todos, todos nos quedamos allí debatiendo el tema, parece ser que había captado toda nuestra atención, porque fue el curso más interesante de toda la carrera.

Hicimos equipos de estudio, unos a favor de la existencia de esos seres, y otros para buscar pruebas de lo contrario.

Cuando teníamos un rato libre se podía ver por los pasillos o sentados sobre el césped del campus, alguno de los grupitos, debatiendo algo que habíamos encontrado, además fue un tema que se corrió por la UNI y fueron muchos los alumnos de otros cursos que se unieron a nosotros en ese estudio, que cada vez que íbamos avanzando se hacía más apasionante.

Unos días antes de darnos las primeras vacaciones, teníamos tanto material acumulado que quisimos compartirlo con el profesor y le pedimos dar una clase sólo para hablar de ello.

Él no quiso, dijo, que no, que era trabajo de fin de curso, y que debíamos seguir con él. Eso al principio nos dejó un poco decepcionados, queríamos saber qué tenían los otros grupos, y al mismo tiempo necesitábamos comunicar lo que nosotros habíamos descubierto, pero Don Carlos fue tajante:

—¡No!, nada de adelantar acontecimientos, cada cosa a su debido tiempo.

Y por más que le insistimos no cedió y tuvimos que aguantarnos, pero claro, los profesores, ya se sabe, son los más inteligentes, por eso son profes.

Aquella negativa, nos hizo que aún nos interesáramos más por el tema, y ya no lo hicimos solo como un trabajo de clase, si no que algunos nos interesamos tanto que nuestra implicación nos ha durado toda la vida.

<<<<<>>>>>

—¿Cuántos años? —escuché a mis espaldas.

—¿Qué dices? —me volví y pregunté.

—Sí —me volvió a decir—. ¿Cuántos años ya llevamos en esto?

—Pues, ahora mismo no lo sé —le contesté.

Era verdad, no tenía ni idea del tiempo que había pasado desde que empezamos.

—Hoy hace exactamente nueve —me contestó muy serio.

—¿Cómo? ¿Y eso cómo lo sabes? —le pregunté curioso.

—Muy sencillo, porque es mi cumpleaños, y aunque todos los años me digo a mí mismo que no voy a cumplir ninguno más, aún recuerdo cómo te conocí.

—¿Y eso? —le pregunté a Enrique, me parecía raro todo.

—Mira, yo estaba en aquel bar, bebiendo unas cervezas, por eso precisamente, porque al día siguiente era mi cumpleaños, y lo quería celebrar, y ¡Qué mejor que acostado todo el día!

—¿Acostado? —le interrumpí preguntando extrañado por lo que le estaba escuchando.

—¡Claro!, después de una buena “melopea”, ¿Qué es lo que crees que sucede?, pues que la mejor forma de que se pase es estar durmiéndola, y así no pensar en el día que era. Bueno, al menos esa era mi intención, por esos ya llevaba unas cuantas, en el cuerpo, cuando tú te pusiste allí a mi lado.

—¿Qué tengo yo que ver con todo eso? —le pregunté, pues no acabada de entender por qué había mencionado eso.

—Mira, en lo primero que me fijé, fue en tu chaleco, esa fue la verdad, y me dije “Ese sería un buen regalo de cumpleaños”, me gustó desde el primer momento en que le vi, tanto bolsillito, ¡No sé!, fue como un capricho de niño, cuando uno va al parque a jugar y hay otro niño con una pelota por allí, y se le antoja, y coge una llantina que no hay quien le calle porque no se la dan. Si él la quiere no comprende por qué no la puede tener, pues algo parecido fue lo que me sucedió a mí. No lo sabría explicar.

—¿Y por eso me preguntaste que si te lo vendía? —le dije recordando en este instante aquel momento que me pareció tan raro.

—¡Claro!, si no ¿Por qué? ¿Hubiera sido mejor que te lo hubiera tratado de quitar a la fuerza?, ese no era mi estilo, pero la verdad es que tu respuesta me hizo gracia. ¿Recuerdas cuál fue?, yo sí, por supuesto, pero no me digas que tú también la recuerdas.

—No se le puedo dar amigo, porque es como mi segunda piel, sin él no sabría yo creo que ni vivir —dije—. Claro que lo recuerdo muy bien.

—¡Que exagerado!, me pareció en ese instante en que lo estaba escuchando, pero hizo que yo me planteara una cosa. Yo no tenía nada en mi vida, que pudiera significar tanto, que fuera tan importante, y por eso deseé hablar contigo. Me pareciste un buen chico, otro cualquiera, quizás se hubiera molestado porque yo le hubiera dirigido la palabra, pero tú no. Me habías contestado con corrección, sin marcharte de mi lado, a pesar del estado en que me encontraba y de la absurda que te debió de parecer mi petición.

—Pero bueno, ¿A qué viene todo eso ahora?, dime, ¿Te está entrando morriña?

—Pues que en aquella conversación me dijiste lo que habías entrado a buscar a aquel bar, que a ti no te gustaba beber, pero entendiste que quizás en aquel lugar te pudieran decir algo que te ayudara a encontrar lo que necesitabas, un buen piloto, y sí señor, ahí estaba yo delante de ti, escuchándote, y fascinado por tu propuesta, que hacía mucho que no escuchaba, porque mi afición a la bebida, se había corrido como la pólvora por el entorno y ya nadie necesitaba mis servicios.

—Pero ¿Por qué recuerdas ahora todo eso? —le pregunté un poco sorprendido.

—Hacía mucho que mi tiempo lo pasaba allí junto a aquella barra, y vi en tu necesidad una oportunidad. Eras extranjero, luego posiblemente no sabrías nada de mi fama, y cuando te dije, que yo tenía una avioneta, se te iluminó algo dentro de tus ojos. Algo, no sé cómo te podría decir, pero me gustó, y me dije, “A este tipo le tengo que ayudar”, y recuerdo que en ese instante dejé el botellín que tenía en la mano. Ya no me interesaba seguir bebiendo, habías captado toda mi atención, sólo cuando empezaste a decirme para que la necesitaba, ya sentí dentro de mí que ese sería el viaje de mi vida. Luego te pedí aquella suma, que ya sé que era excesiva, pero me tienes que perdonar, ya sabes que estaba un poco bebido, pero lo más extraño fue que después de pensártelo un poco acordaste dármela, y no sólo eso, si no que sacaste de uno de tus múltiples bolsillos un fajo de billetes y allí mismo me los pusiste en la mano.

—Sí, eso sí que lo recuerdo, no estaba muy decidido a dártelos, la verdad, pero me dije, “Si este no me lleva, no sé cuánto tiempo voy a pasar hasta encontrar a alguien que lo pueda hacer”, y eso fue lo que me decidió, me dije, “Ya trataré de ahorrar en otras cuestiones”, pues la verdad es que, si te daba todo eso que me habías pedido, ya me quedaba poco para el resto del viaje. Enrique, dime la verdad, ¿Tanto te interesaba el tema?, o es que aceptaste porque no tenías nada más que hacer en esos momentos.

—Mira, ¡Querido amigo!, creo que hemos hablado unas cuantas veces de ello, pero no tan íntimamente como para que te llegara a contar mi más hondo secreto…

Se quedó callado. Respeté su silencio, pero como vi que no decía nada y pasaba el tiempo decidí preguntarle eso si bajito, como no queriendo importunarle:

—¡Mira!, si aún crees que no debes abordar ese tema, pues lo dejamos para otro momento.

—¡No!, creo que algún día tenía que llegar, y ese momento me parece que ha llegado —me estaba diciendo muy serio mirándome fijamente.

—Bueno, pues si a ti te lo parece soy todo oído —le contesté, pues quería que supiera que me contara lo que me contara podía confiar en mí.

—Mira, una vez de chiquito estaba yo jugando con unos amigos, tendría creo que unos tres años o así, no había por allí ningún mayor, ¡Ya me entiendes!, ni padres, ni madres, ellos estaban a sus cosas, bueno a las cosas de mayores, ¡Ya sabes!, total que nosotros estábamos entretenidos por el campo. Bueno, eso es lo que hacíamos siempre, no teníamos otra tarea más que jugar, ¡Para eso éramos niños!

Estábamos todos, no sé cuántos seríamos, recuerda que yo a esa edad pues aun no sabía contar, pero lo que no he olvidado en toda mi vida, fue como en un momento vimos algo que nos extrañó y nos paramos para poder verlo mejor. Ya sabes cómo son los niños de curiosos, tanto nos acercamos que alguno de nosotros llegamos a tocarlo. Bueno, yo la verdad es que no, quizás por miedoso, o que no había llegado lo suficientemente al lado de aquello, la suerte fue que no lo toqué.

—¿La suerte has dicho? pero ¿De qué me estás hablando? ¿Qué era eso?

—¡Espera, impaciente!, ahora te lo cuento, no me cortes que, si no, se me va a olvidar por donde iba. Hace tanto tiempo de aquello y aun lo tengo presente como si sólo hubieran pasado unos minutos —me estaba diciendo con una seriedad, y un recogimiento como si realmente le estuviera ocurriendo en esos momentos.

—Bueno, pues sigue, y perdona la interrupción —le dije bajito

—Mira, los niños que llegaron primero y lo tocaron, porque de eso sí que estoy segurísimo, los vi como lo hacían, al momento desaparecieron.

—¿Queeé?, pero ¿Qué me estás diciendo?

—Sí, no creas que es broma, ¿Ves por qué es un tema que mejor debo dejarle dentro de mí y no compartirle con nadie? —Y se quedó callado.

Estuvo en silencio un buen rato, yo no le quise interrumpir. Respeté esos momentos que me parecían que necesitaba, para sobreponerse de aquellos recuerdos, pero al ver que pasaba el tiempo y no continuaba me impacienté y le dije:

—Sigue, sigue, ¡Sí te creo!, pero es que me ha extrañado.

—No, si no me extraña tu reacción, pero tú sabes que llevo mucho sin beber. Bueno, tanto como desde que estoy a tu lado, hoy como sabes hace nada más y nada menos que ya nueve años.

—Bueno y ¿Qué quieres decir con ello? —pregunté a Enrique, no entendía que tenía que ver el tiempo que llevaba conmigo, con aquello que me estaba contando.

—¿Que qué quiero decir?, pues que, si no me conocieras tan bien, y además supieras que en un momento de mi vida me gustaba la bebida, seguro, y habría sido natural, que pensaras que había bebido, ¿O no? —me estaba hablando mirándome muy fijo, creo que para ver mi reacción al escucharlo.

—Bueno, no sé, pero a mí no se me hubiera ocurrido nunca pensarlo, ¡Estate seguro!

—Bueno, pues aclarado el tema, no he tomado ni una gota, eso es así.

—¡Anda sigue!, que me tienes en ascuas, como dicen en mi tierra.

—Y eso ¿Qué quiere decir?, ¡Anda que no es raro!

—Pues, la verdad es que el significado no le sé, será que si tardas un poco más en decírmelo me quemo, pero bueno y ¿Qué importa lo que yo digo?, ¡Anda sigue con tú historia que es la importante!

—¡Ah! ¿Sí?, con que importante y ¿Qué me das para que siga? —me preguntó de pronto.

—¿Cómo que qué te doy?, ¡Anda!, no seas bromista y continúa.

—Mira, cómo te decía, los niños que habían llegado primero no estaban, aunque parezca imposible no se les veía por ninguna parte —Lanzando un gran suspiro se quedó de nuevo en silencio.

—¿Había sólo niños? —le pregunté en ese momento, para tratar de sacarle de esos pensamientos que imaginé que le eran dolorosos.

—Bueno, no, alguna que otra niña también había. Recuerdo que mi hermanita pequeña también estaba por allí con nosotros, pero como ella era más chica, tardó más en llegar al lugar, y cuando la vi que se acercaba, a ella y a otro niño que venía corriendo a su lado los cogí, y no los dejé acercarse más, y aunque ellos querían, tiré con todas mis fuerzas de sus brazos y hasta acabamos los tres caídos en el suelo.

—Pero, ¿Qué era aquello? —le pregunté curioso.

—Sí, eso también a mí me gustaría saberlo, ¡No creas!, la de veces que lo abre pensado. Mira cuando estaba allí caído con mi hermanita llorando a mi lado, porque se debía de haber hecho daño al caer, ya que se le cayó el otro niño encima, oí un ruido extraño y miré hacia aquello, y eso, que no te puedo decir que era, salió volando rápidamente y desapareció entre las nubes.

Volvió a quedarse muy callado, mirando al cielo, como queriendo hallar entonces la respuesta que aún no había encontrado a pesar del tiempo transcurrido.

—¿Así?, ¡Sin más! —le pregunté bajito, no quería interrumpir su silencio, pero estaba curioso porque me siguiera contando lo que pasó después.

—Efectivamente, así, ¡Sin más!, en un instante había terminado todo, un instante de mi vida que nunca podré olvidar —fue su respuesta, haciendo en ese momento un encogimiento de hombros

—¡Anda!, te lo parecería a ti, que eras pequeño.

—Mira, pequeño sí, no te lo discuto, pero tonto, no. Algo que se había tragado a mis amigos, se marchó y sólo dejó en el suelo un agujero, sólo eso.

Se quedó callado de nuevo unos segundos, seguro que, pensando en aquel momento lejano. Yo le miré, pero no quise romper su silencio y esperé también callado. Cuando ya pensaba que no seguiría, que los recuerdos no le dejaban, continuó otra vez.