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Francisco. El ingenio o las delicias del campo, escrita por Anselmo Suárez y Romero, cuenta los amores de dos esclavos, Francisco y Dorotea. A continuación resumimos su argumento: - Francisco, nacido en África y traído a Cuba, es un siervo dócil y obediente. Le pide permiso a su ama doña Dolores Mendizábal para casarse con Dorotea. Sin embargo, doña Dolores se niega para favorecer los deseos de su hijo Ricardo, que quiere poseer a la esclava. - Francisco deja encinta a Dorotea, forzando así sus aspiraciones matrimoniales. - Entonces Doña Dolores, colérica ante tal acto de desobediencia, envía a Francisco a un ingenio azucarero. Allí sufre toda la dureza del trabajo esclavo, y destina a Dorotea a limpiar en casas de francesas. - Ricardo, enamorado de Dorotea y constantemente rechazado, somete a Francisco a suplicios inhumanos en el ingenio. Hasta que Dorotea se entrega para salvar a su amante de una muerte cierta, que finalmente no consigue evitar. - Francisco se ahorca. Dorotea también fallece después de su regreso a La Habana.La novela Francisco fue la primera obra costumbrista que se atrevió a tocar el tema de la esclavitud y mostrarlo como una práctica abominable. Ello en un momento en que la mano de obra esclava constituía parte esencial de la economía cubana. La novela es relativamente breve, pero dramática en extremo, dura y conmovedora. Tiene brillantes descripciones de la sociedad cubana, de La Habana y de los ingenios azucareros. La novela Francisco fue escrita en 1838 por impulso de Domingo del Monte, para ser entregada al delegado inglés Richard Robert Madden. Este publicó un álbum antiesclavista en Londres con textos de varios escritos cubanos. La copia que llevó Madden a Inglaterra se perdió. Más tarde, Suárez y Romero escribió un prólogo para su obra en Nueva York (1875) y su novela se publicó en 1880. El valor de esta obra no está en su trama sentimental. Es valiosa por la descripción de la vida en los ingenios azucareros cubanos, las costumbres, cantos y ritos africanos. Por esta razón, Domingo del Monte quiso agregarle un subtítulo irónico: El ingenio o las delicias del campo.
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Seitenzahl: 237
Veröffentlichungsjahr: 2018
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Anselmo Suárez y Romero
Francisco El Ingenio o las Delicias del Campo Edición de Mario Cabrera Saqui
Barcelona 2024
Linkgua-edición.com
Título original: Francisco. El Ingenio o las Delicias del Campo.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN CM: 978-84-9007-824-2.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-169-2.
ISBN ebook: 978-84-9007-075-8.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
La esclavitud en Cuba 8
Advertencia 11
Capítulo I 21
Capítulo II 41
Capítulo III 67
Capítulo IV 91
Capítulo V 109
Capítulo VI 135
Libros a la carta 153
«Sacudido profundamente por la suerte de su patria irredenta, Anselmo Suárez y Romero, notable narrador y costumbrista, escribió al margen de uno de sus manuscritos: “¡Oh, Cuba mía! ¿Bajaré a la tumba sin verte libre?”. En 1878 murió sin haber visto a su patria independiente. Había nacido en 1818. Participó muy joven en las tertulias de Domingo del Monte (1804-1853).
A solicitud de este animador de la cultura, escribió Francisco, novela a la que su amigo quiso dar el más sarcástico título de El ingenio o las delicias del campo. Nunca pudo ver editada esta obra ya que la censura colonial lo impidió. Pero en 1859 publicó su Colección de artículos, muchos de ellos de carácter costumbrista.
Como escritor de costumbres, Suárez enfoca diversas facetas de la vida rural cubana. Describió con poético estilo los paisajes cubanos, algo idealizados, con una prosa suavemente musical como en “Palmares”. En su celebrada novela resultan valiosas sus descripciones de la vida de los esclavos en los ingenios de azúcar, sus horas de trabajo, sus bailes y cantos traídos de África. Esos cuadros costumbristas poseen el valor de recoger ricas informaciones sobre el régimen esclavista, base económica de los productores de azúcar. En la sección “Costumbres del campo” de su Colección de artículos también esboza los hábitos de vida de los campesinos y de los esclavos rurales que pudo observar directamente durante sus estancias en el ingenio Surinam.»
Salvador Bueno
No fue Francisco mi primera producción literaria; pero solamente había escrito los cuadros titulados Una noche de retreta, Un viejo impertinente, Un recuerdo, y Carlota Valdés, cuando emprendí, en 1838 y acabé en 1839, aquella novela, excitado por Domingo del Monte, a quien había pedido Mr. R. Madden algunas composiciones de escritores cubanos con objeto de saber el estado de la opinión acerca de la trata y de los esclavos, entre los jóvenes pensadores de Cuba.
…
Cuando publiqué mi Colección de artículos, en 1859, quise que entrasen a componer parte de ella los Fragmentos. El censor los rechazó apenas hubo leído los primeros párrafos, y si siempre había comprendido yo que mi novela no podía publicarse mientras existiese entre nosotros la esclavitud, lo cual influyó incuestionablemente para que en su oportunidad no tratase de mejorarla, los Fragmentos son, bajo todos sentidos, una prueba de que en la actualidad sería vano el intento de reproducir a Francisco metiendo la hoz en sus capítulos para cortar lo malo y salvar lo bueno. Aun la copia que se llevó Mr. Madden para Inglaterra, y por cuya adquisición estoy dando pasos, tal vez infructuosos por lo tardíos, no es verdaderamente igual a los borradores con cabal fidelidad transcritos ahora, porque José Zacarías González del Valle, que fue, en aquella época, el mejor de mis amigos, me excedía hasta tal punto, a pesar de ser tres años menor que yo, en instrucción y gusto, que sus correcciones, mutilando cuanto le parecía y arreglando algunas frases, acaso quitarían a la novela muchos de sus principales defectos para sustituirlos con bellezas acreedoras a los aplausos que entonces equivocadamente se me tributaron, tomándose por exclusivamente mío lo que más había sido parto de otro ingenio. A ese error achaco los desmesurados elogios de Cirilo Villaverde.
Anselmo Suárez y Romero
No fue Francisco mi primera producción literaria; pero solamente había escrito los cuadros titulados Una noche de retreta, Un viejo impertinente, Un recuerdo, y Carlota Valdés,1cuando emprendí, en 1838 y acabé en 1839, aquella novela, excitado por Domingo del Monte, a quien había pedido Mr. R. Madden2 algunas composiciones de escritores cubanos con objeto de saber el estado de la opinión acerca de la trata y de los esclavos, entre los jóvenes pensadores de Cuba. Desde el campo remitían los borradores a José Zacarías González del Valle,3 para que los corrigiese y copiase, y un traslado que él sacó con él título de El Ingenio o las delicias del campo, más apropiado, en concepto de Del Monte, que el de Francisco, pasó a poder de Mr. Madden, permaneciendo desde entonces los borradores, en la misma forma en que salieron de mi pluma. La copia que ahora coloco en este volumen no difiere de los originales, ya casi ininteligibles en muchos puntos, sino en la ortografía, habiendo reproducido fielmente aquéllos, aun en infinidad de palabras y frases que el lector tildará desde luego, como lo hacía yo conforme las iba leyendo. En nada he variado tampoco el plan, dejándolo intacto en su conjunto y en sus detalles.
El lector me hará, sin duda, un cargo por haber respetado hasta ese grado una producción que bajo tal forma no es digna de darse a la prensa. Yo lo acepto; pero voy a decir lo que me ha sucedido. A ruegos de varios amigos he intentado algunas veces retocar en el fondo y en el estilo a Francisco; mas pronto conocí que, escrita la novela por mí hace tantos años, con el candor y el desaliño de un joven sin conocimientos de ninguna especie, porque hasta de numerosas faltas ortográficas están plagados los originales, lo que surgía, desde las primeras páginas limadas, era una nueva obra, y no la misma que brotó como un involuntario sollozo de mi alma al volver la vista hacia las escenas de la esclavitud. Así es que he rasgado todas las copias con enmiendas que comenzaba a hacer, prefiriendo que se mantenga el trabajo primitivo con el color ingenuo, imposible de ser imitado en el ocaso de la vida. Cuando publiqué mi Colección de artículos, en 1859, quise que entrasen a componer parte de ella los Fragmentos. El censor4 los rechazó apenas hubo leído los primeros párrafos, y si siempre había comprendido yo que mi novela no podía publicarse mientras existiese entre nosotros la esclavitud, lo cual influyó incuestionablemente para que en su oportunidad no tratase de mejorarla, los Fragmentos son, bajo todos sentidos, una prueba de que en la actualidad sería vano el intento de reproducir a Francisco metiendo la hoz en sus capítulos para cortar lo malo y salvar lo bueno. Aun la copia que se llevó Mr. Madden para Inglaterra, y por cuya adquisición estoy dando pasos, tal vez infructuosos por lo tardíos, no es verdaderamente igual a los borradores con cabal fidelidad transcritos ahora, porque José Zacarías González del Valle, que fue, en aquella época, el mejor de mis amigos, me excedía hasta tal punto, a pesar de ser tres años menor que yo, en instrucción y gusto, que sus correcciones, mutilando cuanto le parecía y arreglando algunas frases, acaso quitarían a la novela muchos de sus principales defectos para sustituirlos con bellezas acreedoras a los aplausos que entonces equivocadamente se me tributaron, tomándose por exclusivamente mío lo que más había sido parto de otro ingenio. A ese error achaco los desmesurados elogios de Cirilo Villaverde.5
Pero confieso que después de tantos años como han transcurrido desde que, mirando de cerca nuestra vida campestre, trazaba con indócil mano los capítulos de Francisco, siempre que los vuelvo a leer, recibo la misma impresión que cuando los escribía. Sin querer, me lleno de tristeza, y acabo, sin poder remediarlo, por derramar lágrimas. Suelo reírme de mil palabras y giros mal usados y de multitud de redundancias y repeticiones enfadosas; pero en cuanto contemplo a Dorotea y a Francisco, víctimas de una institución horrenda, pienso que la crítica literaria, más severa habrá de ahogar sus censuras para compadecer a aquellos dos esclavos desventurados, juntando su llanto con el mío. Es el triunfo que me enorgullecerá.
Muy distante estoy de figurarme que mi novela puede en nada compararse a La cabaña del tío Tomás, de la angloamericana Enriqueta Beecher Stowe; pero debo advertir que mis dolores y lamentos, por más que infringiesen todas las leyes del buen gusto, precedieron algunos años a las elocuentes páginas de aquella esclarecida mujer.6
Habana, y julio 23 de 1875.
1 Estas primeras obras de Anselmo Suárez y Romero: Una noche de retreta (1838) y Un vicio impertinente (1838),se hallan incluidas en el tomo VI, titulado Costumbres habaneras, de los manuscritos inéditos del autor que se conservan en la Biblioteca Nacional. Un recuerdo (1838) y Carlota Valdés (1838) las recogió en su Colección de Artículos (1859).
Carlota Valdés, que fue su primera producción, se publicó en El Álbum (tomo III, La Habana, 1838), que editaba Luis Caso y Sola.
2 Richard Robert Madden, curiosa combinación de economista y filántropo, desempeñó en Cuba el cargo de Comisionado de Su Majestad Británica ante el Tribunal Mixto de Arbitraje en asuntos de la trata, creado por el Tratado entre S. M. el rey de España y de las Indias, y S. M. el rey del Reino Unido de la Gran Bretaña, firmado en Madrid el 23 de septiembre, de 1817 y ratificado el 22 de noviembre del mismo año. A su regreso a Inglaterra, Madden publicó dos obras tituladas: Poems by a slave in the Island of Cuba, recently liberated; translated from the Spanish by R. R. Madden, M. D., with the History of the early life of the negro poet written by himself; to which are prefixed two pieces descriptive of Cuban Slavery and the Slave Traffic by R. R. M.-London Thomas Ward and Co., 27 Paternoster Row. and may be had at the office of the British and Foreign anti-slavery society, 27 TTew Broad Street, 1840; y The Island of Cuba: its resources, progress and prospects, considered in relation especially to the influence of its prosperity on the interests of the British West Indis Colonies by R. R. Madden M. R. I. A.-London; Charles Gilpin, 5, Bishopsgate Without.-Dublin: James B. Gilpin, 59, Dame-Strect.-1849. El contenido de esos libros está formado por sus observaciones y estudios personales, realizados durante su estancia en Cuba, y de los datos obtenidos en el círculo intelectual que rodeaba a Domingo del Monte. Entre estos datos deben mencionarse, como documentos valiosísimos, el cuestionario que le sometió el propio Del Monte en asuntos relacionados con el estado de la Iglesia, la esclavitud y la economía de Cuba, y que éste contestó detalladamente: la autobiografía, cartas y poesías del poeta esclavo Juan Francisco Manzano; las Elegíascubanas de Matamoros; una poesía de José Zacarías González del Valle sobre los esclavos; y la novela Francisco, de Anselmo Suárez y Romero, cuyos originales, copiados por José Zacarías González del Valle, se llevó con él a Londres. Al referirse a esta novela en carta escrita a Domingo del Monte en octubre de 1839 dice Madden: «Mi querido Sr. Del Monte: anoche leí la obrita titulada El ingenio o las Delicias del campo, y ahora comprendo a Byron cuando dijo que la verdad es más extraña que ficción. Poco mérito literario tiene por cierto este trabajo; pero en cambio la verdad y la vida brotan de cada uno de sus renglones. ¿Cómo es que pudo nunca decir Saco que la esclavitud en Cuba era una suave servidumbre? ¿Por qué un hombre de la medida de Saco había de decir lo que no sentía, tan solo por desarmar la hostilidad que los hacendados mostraban a sus ideas civilizadoras? Encuentro en esta piececita de El ingenio unos detalles minuciosos de descripción, una observación tan correcta y precisa, y una rectitud de principios y sentimientos, que rara vez he visto sobrepujar. ¡Ay, amigo mío! ¡Cuánta inteligencia, cuántos talentos y cuánta virtud, se hallan condenados aquí por el destino a gastar y evaporar en el vacío su aroma y dulces frutos!»
«Pero he dicho mal; ni se gastarán ni se evaporarán: no son por ahora más que el germen. A su tiempo darán su fruto sazonado esas semillas, y pido a Dios les dé calor y vida. Excede a todo encomio el mérito de usted al dirigir la inteligencia de la juventud de Cuba por una atmósfera tan sana, inspirándole los sentimientos sólidos y dignos sobre asuntos como el que presenta la pieza a que me refiero...»
«Con respecto a la piececita El ingenio, le recuerdo que no he recibido la segunda parte, y que no parece que termina la historia en la cuarta. Le suplico me la complete, y si no puede remitírmela ahora, entréguela a Mr. Clark. También quisiera recibir antes de mi partida la copia que me ofreció usted de la definición de voces cubanas.»*
____________________
* Nota de Anselmo Suárez y Romero: «En vísperas de partir Mr. Madden, le entregó Del Monte la novela en cuerpo y alma, como me escribía Valle en 6 de dic. de 1839; y si mi memoria no me es infiel, Mr. Madden volvió a hablar de aquélla en otra carta dirigida a Del Monte desde el Cabo de Buena Esperanza».
«La definición de voces cubanas a que Mr. Madden se contrae, es una especie de diccionario que formó Del Monte acerca de las expresiones locales usadas por mí en la novela».
En otra carta de José Zacarías González del Valle a Anselmo Suárez y Romero, fechada en 5 de septiembre de 1838, leemos los siguientes datos que son muy valiosos para conocer la génesis de Francisco:
«Ya Del Monte me había dicho que le prometiste escribir algo para un Álbum que piensa regalarle de composiciones negreras al comisionado inglés Mr. Madden, para que éste forme una idea exacta del estado de la opinión acerca de la trata y de los siervos entre los jóvenes que piensan en el país. Veremos esa novela que sin duda le preparas».
Como ya hemos dicho, ese abundante material que el Comisionado inglés no tuvo dificultad en reunir, gracias a los sentimientos humanitarios y generosos de la intelectualidad cubana que rodeaba a Del Monte y que ya empezaba a mostrar ante el pavoroso problema de la esclavitud una honda preocupación y un vigoroso sentimiento de reprobación, fue ampliamente utilizado por Madden en la elaboración de sus dos libros. Sin embargo, una revisión desapasionada de esos libros, nos hace observar que, mucho más que las puras ideas filantrópicas, los fines que perseguía el habilidoso Madden tenían un sentido más económico que humanitario. Así nos lo trasluce el prólogo que aparece en The Island of Cuba, del cual extraemos estas ideas:
...Si el presente estado de cosas en nuestras colonias (British West Indies) fuese a durar dos años más sin ningún esfuerzo efectivo para mejorar su condición, el cultivo del azúcar deberá, ser completamente abandonado en ellas.
Para evitar este resultado debemos considerar una de estas tres posibilidades:
1.ª La reimposición de los viejos aranceles diferenciales para los azúcares extranjeros.
2.ª Nuestras colonias de las Indias Occidentales colocadas en condiciones —con respecto al capital y al trabajo— de competir, en los mercados de azúcar de Europa, con las colonias de España y del Brasil, que son esclavistas y practican la trata.
3.ª La extinción de la trata esclavista en las colonias españolas y en el Brasil.
Todo proyecto para el propósito considerado que no tenga estos fines muy presentes será ilusorio.
En relación con la primera proposición la obvia impracticabilidad de cualquier esfuerzo para reimponer las viejas tarifas azucareras deja poco que decir.
La segunda proposición que se refiere a la condición de nuestras colonias influenciadas por la prosperidad de los países productores esclavistas merece una muy seria consideración. Es un hábito en nuestro cuerpo de la India Occidental decir que la gran desventaja que sufren nuestras colonias es la falta de mano de obra. Sin embargo, éste no es el hecho. La carencia de capitales es no menos importante que la falta de mano de obra.
En Cuba y en Brasil no hay necesidad de ninguno de estos dos factores; por consiguiente, en estas colonias se hallan en una completa imposibilidad de competir con ellas en la producción de azúcar.
Repito que es para contingencias tales como la abolición de la trata y de la esclavitud en Cuba y en el Brasil, que tenemos que tratar de situar nuestras colonias en condiciones tales que puedan tomar ventaja de estas circunstancias —menos lejanas quizás de lo que algunas personas, exceptuando los individuos que conocen estos países—, pueden imaginarlo.
No veo medios de poner a nuestras colonias de las Indias Occidentales en condiciones de poder competir con ellos.
Tenemos sin embargo el derecho de hacer nuestras reclamaciones urgentes no solamente al Gobierno español, sino que, a través de nuestros agentes en Cuba, continuamente insistiendo y cansando a las autoridades españolas de Cuba.
En conclusión: confío en que el lector hallará en las siguientes páginas amplios datos para enfocar la cuestión —la influencia de la prosperidad de los países productores esclavistas sobre los intereses de nuestras colonias de las Indias Occidentales— y para una justa apreciación de los recursos, progresos y posibilidades del gran bastión (strong hold) de la esclavitud y de la trata, la Isla de Cuba.
3 José Zacarías González del Valle (1820-1851), abogado, profesor, filósofo, escritor y poeta, fue amigo íntimo de Anselmo Suárez y Romero, y acaso el que mayor influencia ejerció en éste para que diera cima a su novela Francisco, cuyos borradores copió y corrigió. De naturaleza endeble y enfermiza, estaba dotado, sin embargo, de extraordinario talento. Aunque ejerció brillantemente su profesión de abogado, su auténtica vocación fue siempre el magisterio. Dio clases de Latinidad, Gramática General y Literatura en el colegio Santa Teresa deJesús. Fue profesor, por oposición, de Texto Aristotélico en la Universidad. Sostuvo una intensa polémica filosófica con Luz y Caballero sobre el eclecticismo de Cousin. Escribió poesías, cuentos y novelas cortas. Las poesías las reunió en un libro que tituló Tropicales. Entre sus novelas y cuentos recordamos: Una nube en el cielo, Recuerdos del cólera, Carmen y Adela, Luisa, Amar y morir, Parte de una conversación y Amor y desamor. Para su cátedra de Texto Aristotélico compuso la obra Breves explicaciones con motivo de algunos pasajes de Aristóteles, y para la de Física, que también obtuvo en la Universidad en 1847, sus Lecciones elementales de Meteorología. A raíz de su prematura muerte, ocurrida en Sevilla, Anselmo Suárez y Romero escribió una bella y emotiva semblanza de Valle que luego recogió en su Colección de Artículos (1859). Las cartas escritas por González del Valle a Suárez y Romero fueron recogidas, en 1938, por el Ministerio de Educación, en esta misma colección de Cuadernos de Cultura, en un volumen titulado La vida literaria en Cuba (1836-1840), con prólogo de Francisco G. del Valle.
4 Dice Bachiller y Morales: «Desde la publicación de la Constitución de 1837 ha regido especialmente en Cuba la censura previa, sin más excepción que la de haberse establecido la libertad de imprenta en la capital del Departamento Oriental unos días en 1836, cuando proclamó allí la Constitución de 1812 el general Lorenzo», agregando que fue notable el número de denuncias hechas solamente en La Habana durante el régimen constitucional en la segunda época. (Véase: Antonio Bachiller y Morales, Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública de la Isla de Cuba, La Habana, 1860, tomo II, pág. 111 y siguiente).
El sistema implantado era tan rígido y severo que, como afirma Mitjans: «A veces no se daba licencia para publicar un periódico meramente científico o literario, por la extraña razón de que había otros que ya trataban la materia. Torriente, fecundo editor, evadía estos límites pidiendo permiso para bibliotecas, que por la forma de entregas y los materiales breves, no eran, en realidad, sino periódicos. La censura previa tachaba hasta lo más inocente. Andueza se quejó de que le prohibieran llamar al pretendiente príncipe rebelde. Hasta en los carteles de teatros requerían la rúbrica del capitán general: se prohibió la palabra libertad hasta en la ópera Los Puritanos» (Aurelio Mitjans, Historia de la Literatura Cubana. Biblioteca Andrés Bello, Madrid, pág. 147 y siguiente).
5 Los elogios a que se refiere Suárez y Romero se publicaron por Cirilo Villaverde en Cuba Literaria el año 1862.
6 No obstante las manifestaciones de Anselmo Suárez y Romero sobre la prioridad de su novela Francisco con respecto a La cabaña del tío Tom, hubo en los Estados Unidos una autora que lo precedió en el mismo tema. Apunta este hecho el ensayista cubano José Antonio Ramos en su Panorama de la Literatura Norteamericana, 1600-1935: «La Cabaña del Tío Tom no es una joya literaria. Ni siquiera es un primer libro en la materia, porque a Lydia María Child y desde 1833, corresponde ese honor del primer alegato abolicionista».
Sobre los méritos literarios de La cabaña del tío Tom y la personalidad de su autora, Carl Van Doren, en su obra La Novela Norteamericana, nos ofrece un juicio muy acertado:
«Harriet Beecher (1811-96), nacida en Connecticut, era nueva inglesa de arriba abajo cuando en 1832 fue a vivir a Cincinnati, ciudad separada de las tierras de esclavos por el río Ohio. Sus primeros bocetos y cuentos, reunidos en 1843 en un volumen titulado The Mayflower, tratan en su mayor parte de recuerdos de su antiguo hogar, expuestos con el cariño de quien se ha alejado de él. En 1850 regresó a Nueva Inglaterra porque su marido, Calvin E. Stowe, había aceptado una cátedra en el Bowdoin College. Allí, profundamente emocionada por la aprobación de la Ley del Esclavo Fugitivo —desafío y grito de alarma y de guerra para todos los norteñas conscientes— empezó a escribir Uncle Tom’s Cabin; or, Life Among the Lowly (La cabaña del tío Tom), que cuando se publicó en 1852 tuvo una acogida popular que hasta entonces no había encontrado ninguna novela. Se vendieron millones de ejemplares. Más de quinientas mil mujeres inglesas firmaron un escrito de gracias a su autora. En Escocia se recaudaron mil libras esterlinas, penique a penique, entre la gente más pobre, para ayudar a la liberación de los esclavos: en Francia y en Alemania se leyó y se discutió el libro en todas partes; a consecuencia de la compasión que inspiraba, algunos propietarios rusos emanciparon a sus siervos. En Estados Unidos, gracias en parte a la literatura sino al folklore».
«No hace falta repetir que Uncle Tom’s Cabin ocupa un puesto más elevado en la historia de la reforma de la esclavitud que en la de la novela».
Comentamos ahora nosotros: ¡Qué destinos tan diferentes tuvieron dos novelas tan similares! La del cubano, rechazada siempre por la censura, no pudo publicarse, ni siquiera fragmentariamente, hasta 1880, y eso fuera de Cuba (en Nueva York), en la fecha de la promulgación de la Ley aboliendo la esclavitud en Cuba; la de la norteamericana, como puede, apreciar el lector por lo que se deja transcripto, no solo no encontró dificultades, sino que su publicación sirvió para conmover los sentimientos humanitarios de la sociedad de su época y para influir decisivamente en la liquidación del sistema esclavista.
Apenas se había levantado Ricardo, hermoso joven, hijo de la señora doña Dolores Mendizábal, ilustre y rica habanera, cuando se dirigió de la casa de vivienda a la de trapiche, donde estaba el mayoral, y habiéndole dado los buenos días, le dijo:
—¿Lo despachó usted? ¿Le ha chorreado la sangre? ¿Lo dejó usted a medio morir?
—Sí, señor —le respondió aquél quitándose respetuosamente el sombrero—. No le cogió el Sol en la cama; al Avemaría7 llevó su fondo, que le sabría a miel, porque el yelesito era de todos los demonios y el muchacho tiene la mano un poco pesada. Esta cáscara de vaca8 no es mala; es del buey Tigre, que se murió el otro día de viejo. Luego, el negrito vino con recomendación de la señora. ¿Servir mal a quien me paga el dinero con puntualidad? ¡Ni por pienso! Estos totíes9 se me atoran aquí en la garganta. Ítem más que...
—Todavía no me ha respondido usted. ¿Le chorreó la sangre? ¿Se puede menear? ¿Le arrancó usted la tira del pellejo?
—¿No le estoy contando al Niño? Les mandé a Juan, a Candelario, a Wenceslao y a Crispín que me lo sujetaran por las manos y las patas; y yo mismo, con estas manos —¡cómo las maldecirá el maldito!— empecé a desflecarlo. «Uno, dos... lleva la cuenta», le dije, «en equivocándote, vuelvo a empezar la fiesta». A las ocho se equivocó y tuve que cumplirle la palabra. Comencé de nuevo. ¿Qué iba a hacer? Pero el negrito se emperró, que parecía un verraco montuno, y no quiso contar más; mordía la tierra, se mordía los bembos, echaba sangre por la boca y crujía los dientes. Bien. La jarana le costó treinta zurriagazos de añadidura. Por cincuenta llevó ochenta. Estos marinitos de La Habana creen que uno se mama el dedo y que se deja pasar la mota por la cara. ¡Pues arríense, y veremos dónde nos da el agua! ¡Apuradamente soy muy blandito de genio!10
—Hombre, por la Virgen Santísima, no he amanecido con ganas de conversar, y me está moliendo los sesos. Clarito, sin rodeos, responda usted a mi pregunta: ¿Salió o no salió la colorada?
—Toma que si salió ¡A mares, niño Ricardo! A cada beso de la pajuela saltaba un chorro; al fin, es de cáñamo. Y no fue eso lo mejor del cuento; los orines con aguardiente, sal y tabaco con que le embarré las nalgas; no le valió la guapería; dio más saltos que un venado. ¡Si digo yo que la unturilla es áspera!
—¿Dónde lo ha puesto usted? ¿En el cepo?11
—¡Bah, bah! ¡Entonces de nada le serviría el almuerzo! Le pegué un par de trabas, le di su machete, y se zumbó a cortar caña con la gente. ¡Estaría bueno dejarlo descansar a la sombra! ¡Las cosas del Niño! Y mañana tempranito, veinticinco, y pasado, otros veinticinco; el novenario del Arcángel. No le faltará tampoco el ungüento de la Magdalena; soy un médico que paso de inteligente en la facultad. Después lo pondremos donde sude para que le salgan los malos humores que debe de haber traído de La Habana, verbigracia, en las fornallas metiendo combustible, siempre con su grillete, y alerta sobre él. ¡Que se resbale, le encontrará los cinco pies al gato! Pero no me ha contado el Niño: ¿Le faltó a la señora? ¿Se huyó? ¿Se emborrachó? ¿Robó alguna cosa?; ¿Qué fue? Me dijeron: Don Antonio, una ración buena, que la sienta, y se la di. No obstante, es bueno saber su delito. Así me arreglaré en lo venidero.
—¿Su delito? ¡Una bobada! ¡Que tuvo un hijo con la costurera de Mamita, sabiendo que es la niña de sus ojos! Y el muy perro, el muy atrevido, ni se lo negó, aunque fuera por respeto. «Es mi hijo, y su mercé me perdonará, señora.» Éstas fueron sus palabras; don Antonio. ¿Habrase visto un descaro igual? Por su linda cara, después que trastornó a la mulata y le hizo la barriga, después que contravino las órdenes de su ama, pedir perdón, sin más acá ni más allá, es el colmo de la osadía. ¿Perdón? Sí, ya te lo estamos dando. ¡Cuero, cuero, es lo que tú mereces, vil! Y las órdenes de una ama tan bondadosa, tan complaciente. Por eso la tratan con la punta del pie. Desengañémonos, don Antonio, con los negros no valen condescendencias; se pierden sin remedio, y los amos son los que pagan el pato; desuéllelos usted vivos, trátelos usted a la baqueta, a patadas, a palos, como a los mulos y a los perros, y será bien servido; andarán más listos que un lince.