Freender - Ezequiel Ruella - E-Book

Freender E-Book

Ezequiel Ruella

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Beschreibung

Después de dedicar toda una vida al servicio del reino de la Ciudad de Hierro, él fue traicionado. ¿Podrá descubrir quién lo hizo, y por qué? ¿Qué aventuras tendrá que pasar para conquistar la ciudad inconquistable? En el camino, se enfrentará a diferentes interrogantes: ¿Cuál es su verdadera motivación? ¿Es por amor? ¿Por altruismo? ¿O simplemente un hecho egoísta? Seguramente le resultará crucial descubrir sus razones. Esta obra se destaca por su estilo y la forma en que, de a poco, salen a la luz los personajes. Por cada misterio que se va resolviendo, surgen nuevas preguntas e interrogantes. Así, esta aventura te invita experimentar una lectura variada, detallada y con mucho drama.

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FREENDEREl héroe de la ciudad inconquistable

Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Ezequiel Ruella y Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Ruella, Ezequiel Fernando

Freender : el héroe de la ciudad inconquistable / Ezequiel Fernando Ruella. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2020.

582 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-683-6

1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Juvenil. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863.9283

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución

por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Ruella, Ezequiel Fernando

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Este libro está dedicado a mis fabulosos padres, que tanto sufrieron, para que yo hoy aun este con ellos… fueron noches sin dormir y momentos de angustia que pasaron por mi situación; estuvieron siempre detrás de todo, para que las cosas salgan bien y es por esta razón que me cuesta imaginar todo lo que sufrieron al estar afuera de un quirófano tantas veces, pero sé que los amo mucho y les agradezco todo lo que hicieron por mí, estoy más que orgulloso de ustedes por todo lo que son y lamento lo que no pudieron ser por estar pendiente de mí, es por este medio que quiero expresarles que los amo, con todo este corazón parcheado, gracias, muchas gracias por todo queridos padres… Virginio Ángel Ruella y Patricia Mónica Fernández.

FREENDEREl héroe de la ciudad inconquistable

Prólogo

Una ciudad, más conocida como la ciudad inconquistable: la Ciudad de Hierro. Entre sus filas de guerreros, se encontraba uno que resaltaba por mucho de otros, nadie sabía por qué era tan bueno en las batallas, pero al contrario de temerle, todo aquel que lo conocía terminaba teniéndole un gran respeto y una profunda admiración, debido a su forma de ser. Este mismo nació en esta ciudad y desde muy chico fue dejado al cuidado del mismísimo rey Robert, por pedido de su madre.

En cuanto a la tierra conocida, se puede decir que convivían varias razas, algunas en continuo conflicto, como los orcos y humanos o los elfos oscuros, con sus hermanos lejanos, los elfos de la luz. Esta historia comienza en el año 6787 desde la creación, cuando este famoso guerrero fue llamado del frente de batalla para que se presentara ante el rey con suma urgencia. Es así como comienza esta larga historia, llena de incertidumbre para este guerrero.

Capítulo 1

Freender

Era una mañana con mucha neblina y muy fría, cerca de un camino de tierra, rodeado por un bosque de pinos muy denso y enorme. Al ser tan grande el olor a pino se podía sentir a muchos kilómetros de distancia, por eso, antes de llegar al mismo, uno sabe que está cerca por su fragancia refrescante. ¡Ahora bien! Su vegetación es muy tupida y si uno observa bien, podría llegar a ver la figura de una persona a caballo, con un manto que lo cubría de pie a cabeza, acercándose lentamente hacia el final del bosque de pinos, denso y neblinoso. Cuando termina el bosque, da lugar a un valle hermoso, enorme, lleno de flores de muchos colores, especies y muy bien cuidado. También se puede ver que la neblina es rápidamente despejada gracias a los varios vientos agradables que provienen del océano. La densa neblina fue disipada y se quedó en el bosque y no llegó al valle.

El jinete que salía del bosque iba con pasos firmes, cabalgaba por el valle de no más de cuatro mil codos de largo —que serían casi dos kilómetros de longitud—. A medida que se va avanzando por el mismo, se puede ver el comienzo de un camino de piedra, que este jinete estaba siguiendo muy atentamente y que llegaba hasta un puente que se encontraba al final del camino. Este puente colgante era de madera de muy buena calidad y se encontraba en un barranco muy alto, se podría decir que era casi un abismo.

Ahora bien, en cuanto al puente, si uno presta atención, claramente se puede observar que está muy bien cuidado, a pesar de ser tan antiguo, también uno puede notar que donde tendría que haber sogas para ser sostenido, hay sogas hechas de hierro de la mejor calidad. Ya que es muy largo y las sogas comunes no podrían soportar el peso, también uno puede contar, si quisiera, los tablones que hay en el puente y estos son unos trecientos, de no más de tres palmos cada uno. Pero lo más impresionante es lo tenebroso y escabroso que es pasar por él, debido a que el barranco es muy profundo, a tal punto que, si uno se atreve a asomarse y ver hacia abajo, a pesar que uno se esfuerce no puede ver su fondo, pero sí puede llegar a oír un río furioso pasando por él. También el viento de costado que golpea el puente y lo hace tambalear de un lado al otro, pero este está muy bien construido, así que la distancia que se tambalea es no más de dos palmos de un lado al otro, a pesar de los furiosos vientos, pero es lo suficiente para asustar a cualquiera.

Cuando uno se atreve a acercarse bien, se puede ver que no es tan ancho y en el principio del mismo se encontraba un cartel grande de hierro puro, donde dijo: “Bienvenidos a la Ciudad de Hierro” y abajo del mismo, se puede leer lo siguiente en letras más pequeñas: “Reino de todo lo que se extiende hasta las montañas Crous”. Estas montañas quedan a unos mil quinientos kilómetros de distancia.

No por nada a este reino se le llama y es conocido como “el legendario reino de hierro”, ya que nunca pudo ser conquistado por nadie a pesar de los innumerables intentos desde su fundación, ya hace tiempo inmemorable, y donde todos los reyes deseables se podían refugiar en tiempos de guerra. De ahí su gran riqueza de todo tipo. Esto se debe a su posición estratégica: se encontraba en un barranco de más de ochocientos codos de profundidad, donde pasa un río de aguas muy rápidas y turbulentas. Nadie que haya caído en ellas se ha vuelto a ver con vida, su gran velocidad y las incontables rocas que salen del agua de una forma puntiaguda, por los siglos de erosión de la mismas, hacen que el río sea innavegable y altamente mortal.

Si hablamos de la ciudad, se puede decir que es autosustentable, ya que posee una gran montaña con una cascada, que le brinda el agua potable necesaria para todos sus habitantes y, aun así, sobra para las cosechas, es por eso que tiene una gran cantidad de granjas y ganado, también un camino que desciende desde la punta norte de la muralla, de esta especie de isla, en espiral hacia el mar, donde se encontraba un gran puerto más conocido como el puerto de la Ciudad de Hierro.

¡Ahora bien! Este jinete se bajó del caballo, ya que sabía muy bien que sería peligroso si intentara cruzar el puente en él, porque no es la primera vez que un jinete cae al abismo porque su caballo se asustó.

Es muy fácil que esto pase debido al movimiento del puente, que asusta a los animales cuando logran ver el oscuro y profundo abismo. Y si eso pasara, podría caer al vacío a una muerte segura. Pero se notaba que este jinete no es la primera vez que lo cruzaba. Así que decidió bajarse y caminar al lado del caballo, para poder cruzar este puente tambaleante, hasta llegar al otro extremo, donde empieza otro camino de piedra, que lleva a la entrada principal de la Ciudad de Hierro. Pero antes debía pasar por la primera muralla, donde se podían observar dos grandes atalayas de piedras, reforzadas con hierro, antes de la muralla principal que está aún más lejos y que esa sí es en su totalidad de hierro de la mejor calidad.

Cuando estaba llegando a la primera muralla, enseguida uno de los guardias salió de un balcón de la atalaya izquierda y logró ver a este hombre, recién llegado, que venía saliendo del puente. El guardia con voz fuerte y firme, le grito a la distancia:

—¡Alto ahí, identifíquese!

El hombre se detuvo a pocos pasos de la misma, haciéndole caso a la advertencia, luego se sacó la capucha y le contestó con una sonrisa:

—Mi nombre es Freender de Britt y vengo a ver al rey Robert, por solicitud de vuestra alteza… —Luego mostró con su mano derecha un pergamino donde se podía ver el sello real de la Ciudad de Hierro.

Pero los guardias empezaron a alborotarse y uno a otro se dijeron en voz casi alta:

—¿No será Freender el protegido del rey, el héroe de la ciudad…?

Otro exclamó:

—¡No lo puedo creer, creo que es él!

Otro más le dijo:

—¿Conoces a otro que se llame Freender?

—Pues no —le contestó.

—¡Sí! Es él… —gritó uno de los guardias, con gran emoción.

Un guardia se sumó a la discusión y les dijo a los otros:

—¡Sí, definitivamente es él! ¡Yo lo vi, hace unos cuantos meses en la escuela de entrenamiento! Cómo poder olvidar lo genial que fue… Todo lo que nos enseñó en tan poco tiempo y sus movimientos de defensa, es algo que nunca había visto…

Otro guardia:

—Pero me contaron que mide como siete codos de altura.

Otro le dijo:

—No creas todo lo que te dicen, también me dijeron que, si te miraba fijo, no te podías mover y por eso es tan bueno luchando…

Y así continuó la charla acalorada entre los guardias de la primera muralla, que si era el Freender de la Ciudad de Hierro o no.

—No es muy común verlo en la ciudad, ya que la mayoría del tiempo está en los campos de batalla.

Mientras tanto, Freender los observaba sin entender lo que estaba pasando y un poco avergonzado por los comentarios de los guardias. Así que intervino para terminar la discusión de los guardias y poder pasar.

—Bueno, bueno, bueno… Tampoco es para tanto, chicos.

A lo cual tomó la palabra unos de los guardias que era de los más jóvenes y le dijo:

—Disculpe nuestro atrevimiento, lord Freender, es que para nosotros eres una leyenda.

Ante lo cual Freender se rio.

—¡Ja, ja, ja! ¡Gracias! Pero solo hago mi trabajo y, por otro lado, las leyendas están muertas y yo por ahora sigo vivo —afirmó entre risas Freender.

Y con una mano en la cabeza, por la vergüenza de tantos halagos y mientras seguían hablando los guardias entre ellos, llegó el capitán de la guardia de la muralla exterior y puso orden.

—¡Atención! —gritó.

Los guardias se pusieron firmes y contra la pared. El capitán Craut muy enojado dijo:

—¿Alguien me puede explicar por qué tanto revuelo?

Pero antes de que alguien pudiera contestarle, el capitán Craut miró por la ventana y vio a Freender.

—¡¡¡Ya veo!!! ¿Y por qué no le abrieron la primera puerta de inmediato y dieron aviso de su llegada? —les preguntó Craut a los guardias.

Todos se quedaron callados y muy nerviosos, pero Freender le dijo:

—Discúlpalos, fue mi culpa…Yo les di conversación. Ellos solo me estaban dando charla —le dijo al capitán Craut para poder defenderlos.

A lo cual el capitán Craut le contestó:

—Lord Freender, mil disculpas, pero no tienes por qué defenderlos, si no nunca se van a tomar en serio su responsabilidad, la distracción es lo peor que puede hacer un guardia de muralla y tú lo sabes mejor que nadie.

Freender lo miró y con una leve sonrisa le dijo:

—Capitán Craut, en eso tiene toda la razón, pero ellos no fallaron en su trabajo, sino yo no estaría aquí afuera esperando… Ellos solo estaban tratando de identificar quién era, solo eso.

En parte, era cierto lo que le decía al capitán.

Siempre sabes cómo ayudar a lo que están en problemas, Freender, no hay caso y ¡qué más da! ¡Vamos, entra! Daré aviso a la puerta principal de tu llegada —dijo el Capitán Craut, mientras accionaba la palanca que abría la primera puerta de la muralla externa. Así que se dio media vuelta y ordenó abrir las otras puertas. Freender entró por las enormes puertas de la primera muralla, pasando por un largo túnel, de unos treinta codos de largo —casi 14 metros—, también se podía ver que tenía unos treinta codos de alto y veinte de ancho. Caminando hacia el final de la primera muralla terminando el túnel, la luz del mismo sol lo encandiló por unos instantes, pero cuando pudo ver, la emoción se apoderó de su rostro, ya que después de tanto tiempo, pudo volver a ver la pradera llena de flores de todo tipo y colores, donde también se podía observar, una gran cantidad de granjas a lo lejos y sin contar el bosque enorme que había entre las dos murallas.

Freender suspiró pensando: «De vuelta en casa… Después de tanto tiempo, no recordaba lo bello que es este lugar». Comparado a los campos de batalla, estaba claro que era una comparación tonta, pero también Freender había visitado varios lugares hermosos en sus batallas, pero aun así no se comparaban con este.

Freender caminó hacia la muralla principal, pero antes de llegar, cuando las puertas se estaban abriendo, de ellas salieron un montón de guardias. Freender se sorprendió al verse completamente rodeado.

—¿Pasa algo? —les preguntó Freender a los guardias, muy calmadamente.

Ellos se quedaron mirándolo, callados, pero era muy evidente que estaban un poco nerviosos. Así que Freender viendo eso, se preparó y se puso en guardia, acercando su mano a su espada muy lentamente. Cuando de entre los guardias salió un capitán joven, cuya apariencia era de no más de veinticinco veranos. A diferencia de los otros guardias de la ciudad, este tenía una armadura especial, que se destacaba por sus detalles, se notaba en su brazo derecho que tenía una protección extra. Era un arquero, pero lo que más lo delataba era que poseía un arco en su espalda, que, también como la armadura, era muy diferente a cualquier arco, ya que este tenía un diseño muy atractivo con un doble refuerzo, para obtener mayor resistencia y de forma tal que la flecha no solo saliera con más precisión, si no también más lejos. Era el capitán de una de las divisiones de arqueros de la Ciudad de Hierro.

Este capitán se abrió paso entre los guardias, mientras que estos se hacían a un lado para darle el paso. Cuando por fin llegó frente a Freender, se le quedó mirando y con una pequeña sonrisa en su rostro le dijo:

—¡Tranquilo, Freender! Solo son para protegerte ¡no es para que los derrotes a todos y así pierda la mitad de la guardia la ciudad! —se rio.

Freender lo miró de reojo y se rio al ver a su mejor amigo, Garagher.

—Garagher, viejo amigo, me alegro de verte… Pero solo dime qué es lo que está pasando —le preguntó Freender a su amigo.

—¡Nada! Freender, créeme que es para tu protección.

—¡No entiendo, explícate! —le pidió Freender a Garagher, ya preocupado.

Garagher le dio un fuerte abrazo y le puso una mano en el hombro y le dijo:

—¡Créeme, amigo! Es por tu protección… No sabes lo que te espera allí adentro.

Freender miró a Garagher, desconfiado, porque no entendía qué había querido decir con eso, así que le preguntó:

—¿Para mi protección? No entiendo.

Garagher se rio aún más y le dijo:

—¡Ya verás! ¡Ya verás! ¡Ja, ja, ja!

Así que ellos se acercaron a la puerta de la imponente muralla principal, que estaba hecha en su totalidad de hierro de la mejor calidad. Cuando Freender miró hacia arriba, pudo observar cómo se elevaba la torre principal, hasta donde la vista podía alcanzar y de ella se desprendía otra torre del lado derecho, pero esta tenía una forma muy particular, ya que era muy diferente a las atalayas o torres comunes, porque su forma era cuadrada. Pero dejando de lado ese detalle, Freender entró por la puerta, rodeado de los guardias y con su mejor amigo a su lado. Fue entonces cuando la curiosidad se apoderó de él, por lo que le había dicho Garagher hacía un rato, no pudo evitar que pasara por su cabeza que tal vez hizo algo malo o tal vez pasó algo terrible. Él no sabía qué podría haber pasado, ya que el rey lo mandó a buscar de suma urgencia del frente de batalla. Cuando estaban en la mitad del túnel, pudo escuchar un gran alboroto, como mucha gente gritando, pero no se podía entender muy bien lo que estaban diciendo. Así que se puso en alerta. Garagher, su amigo, lo miró y no podía parar de reírse.

—¡El gran guerrero ya está preparado para la batalla! No esperaba menos —seguía riendo Garagher.

—¡Dime! ¿Qué quieres decir con eso? Vamos cuéntame, te lo ruego. Si hay problemas solo dímelo de una vez y listo —le dijo Freender a Garagher, con cara de serio.

Garagher estaba disfrutando mucho el momento, de ver a su mejor amigo con esa cara, es por eso que mantuvo la intriga y siguió diciendo:

—¡Ya verás! —le volvió a decir, mientras se le escapaba una pequeña mueca de risa.

Llegando al final del túnel, el ruido se hizo ensordecedor y cuando se abrieron las puertas, Freender se puso una mano en la frente, para taparse del sol y poder acostumbrar la vista más rápido y de esta forma adaptarse al cambio de luz. Es ahí cuando pudo llegar a ver a una gran muchedumbre esperando a Freender, el héroe de la Ciudad de Hierro.

Todo el mundo gritaba:

—¡Viva, viva, viva Freender el héroe de esta ciudad!

Y por allí y por acá se escuchaba:

—¡Es él, sí, mira!

—Es genial!

—¡Es tan lindo!

—¡Freender!

—¡Te amamos!

—¡Viva nuestro héroe!

Y la gente se abalanzaba sobre los guardias solo para poder tocarlo. Entonces se formó un gran forcejeo entre los guardias y los ciudadanos de la Ciudad de Hierro. Garagher lo miró y le dijo:

—¡Ahora ves para qué eran los guardias! —le habló en voz alta para que lo escuchara. Luego le recordó:

—Cada vez que llegas a esta ciudad, las cosas son así… Cuando se enteran de que está de vuelta el gran héroe de la Ciudad de Hierro, el gran Freender, tenemos que movilizar a casi todos los guardias.

Freender se sonrojó y agradeció a todos los presentes, devolviéndoles el saludo levantando su mano izquierda. De esta forma fue pasando por la calle principal del reino. Cuando ya estaban cerca de la plaza principal que lleva al palacio (puesto que la ciudad era enorme y tenía varias plazas, pero solo una tenía una enorme fuente de agua, con una estatua en el medio de ella y era la que lleva al palacio real) Freender pudo observar entre toda la muchedumbre, bien a lo lejos, a una niñita con muletas, tratando de meterse entre la gente para poder mirarlo. Pero la muchedumbre se agrupaba y forcejeaba no dando lugar a nadie, menos en las primeras filas, así que era imposible que la pequeña niña lograse pasar para ver a Freender. De igual modo, a pesar de sus escasas chances de poder llegar al frente, hizo el esfuerzo y, con mucho espíritu de lucha, la pequeña muchachita logró llegar al frente de la masa de personas y logró ver a su héroe de cerca a pesar de su discapacidad. Lágrimas corrían por su rostro al poder verlo en persona, ya que su madre siempre le contaba cosas asombrosas sobre Freender. A verlo tan cerca, se atrevió a un poco más, así que trató de pasar entre los guardias para poder verlo mejor, pero uno de estos se dio cuenta y corrió tras la pequeña antes que llegara a Freender.

Este se encontraba agradeciendo a todos, mientras iba caminando, cuando se percató de la situación particular, al ver que unos guardias estaban cargando a la niña, que gritaba a viva voz:

—¡Déjeme ir! No he hecho nada.

La singularidad de esta niña llamó la atención de Freender, porque, a pesar de su discapacidad, se esforzó por llegar a verlo y logró pasar entre todas las personas. Así que Freender se desvió, para el asombro de Garagher y se acercó a esta niña, que había sido devuelta detrás de los guardias como las demás personas. La muchedumbre, al ver que Freender se estaba acercando hacia ellos, comenzó a enfervorizarse y a luchar por un mejor lugar. Era tanta ya la lucha por ese lugar, que la gente se estaba lastimando entre sí y esta jovencita quedó apretada entre todas las personas. Por eso Freender se detuvo y le pidió a su mejor amigo Garagher si podía ir a buscar a esa niña, y la señaló para que supiera a quién se refería, ya que le gustaría hablar con ella.

Garagher conociéndolo muy bien, ya sabía por dónde venía el asunto, así que cumplió con lo que Freender le había solicitado, se dirigió hacia la niñita, con cara de no poder creer que estuviera pasando otra vez lo mismo. Garagher le dijo a uno de los guardias:

—Deja pasar a esa chiquilla —dijo mientras la señalaba—, la que tiene la pierna rota y con muletas.

Así que el guardia, haciéndole caso al capitán, puso orden entre las personas, logrando llegar a ella y le pidió que lo acompañara. La joven lo miró, con lágrimas en sus ojos y muy asustada le dijo:

—Yo no he hecho nada malo, solo quería ver a Freender más de cerca —le dijo la niña, pensando que la iban a castigar por lo que había hecho.

—No te preocupes… Es el mismísimo Freender quien te mandó a llamar —le explicó el guardia, porque la niña había roto en llanto y con lo que le dijo la tranquilizó.

Ella, aún con lágrimas en sus ojos y algunos mocos colgando, ya que no podía creer que Freender, su héroe, la estuviera llamando, no entendía el porqué, pero era una gran oportunidad para poder verlo de cerca, así que no dudó. El guardia le abrió paso entre los ciudadanos y la niñita salió de entre las personas, tratando de hacerse paso con la ayuda de los otros guardias, ya que caminaba con mucha dificultad. Ella siguió al guardia de cerca, hasta que este se la entregó a Garagher y este la acercó a Freender. Este se arrodilló ante ella y, mirándola de frente, le secó las lágrimas con un pañuelo que sacó de su armadura, limpiándole las lágrimas y el rostro.

—Así te ves mucho más linda —le dijo mientras le sonreía.

Ella, con su cara de inocente, emocionada y asustada a la misma vez, no podía entender lo que estaba pasando, pero como joven inocente que era, con mucho atrevimiento le dio un fuerte abrazo a Freender y él, al ver semejante acto de ternura, como si de un padre se tratara, se lo devolvió y la abrazó también.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Freender a la niña, mientras le sonreía.

—Mi nombre es Catian, perdón por abrazarlo —le contestó con voz temblorosa y agachando su cabeza.

—¡No! No te preocupes… Créeme que realmente lo necesitaba y por eso te agradezco que lo hicieras. Solo dime una cosa, ¡si lo deseas! ¿Qué te ha pasado en la pierna? —le preguntó Freender.

Ella lo miró y le daba vergüenza contarle lo que le había pasado, pero igual se animó y levantando su cabeza le dijo:

—Me caí de la azotea de mi casa, estaba ayudando a mi madre a colgar la ropa y me tropecé con unas sogas —le contó Catian a Freender, mientras agachaba nuevamente su cabeza, por vergüenza

—No tienes por qué avergonzarte, fue un accidente —le dijo Freender.

Garagher se metió en la conversación y le preguntó:

—¿Y tus padres?

La niña lo miró a Garagher y muy tímidamente le contó:

—Mi madre se encuentra trabajando, haciendo telas y en cuanto a mi padre no tengo, ya que el murió en la guerra antes que yo naciera.

Ambos, tanto Freender como Garagher, se miraron. Freender se entristeció y le preguntó:

—¿Fuiste a ver a un doctor para ver esa pierna? No parece que sea una herida muy grave y de seguro, si te la ven, estarás como nueva. ¿Acaso no te duele? —le preguntó a la jovencita.

—No creo que pueda ir a ver a un doctor, ya que no podemos pagar uno, apenas nos alcanza para comer a mi madre y mis tres hermanos —le contó Catian a Freender, tratando de sostener las lágrimas al contárselo.

—¿Y tú eres la mayor? Y por eso ayudas a tu madre ¿no? —le preguntó Freender a Catian, siendo muy perspicaz.

Catian ya con más confianza en la conversación, sabía que era amistosa, pero no entendía por qué tantas preguntas.

Garagher que estaba al lado de dijo a Freender:

—Vamos, si la vas a ayudar solo hazlo y ¡ya! Puesto que las personas se empiezan a descontrolar por tu presencia.

Se lo dijo conociéndolo a Freender muy bien. Freender miró a Garagher con cara seria. Garagher se puso las manos detrás de su cabeza, mirando para arriba le dijo:

—¡¿Qué?!

Entonces Freender sacó de una bolsa que colgaba de su cinturón, algunas monedas y le dijo a la niña:

—Toma, aquí tienes dinero para que vayas a ver a un doctor y alimentar a tus hermanos.

Sacó de una bolsa dos monedas de oro, lo que equivalía para un campesino o un trabajador de clase media, el monto de dos años de salario. Se la colocó en la mano y se la cerró. Al principio, Catian no las quería aceptar, pero al ver la cara de Freender tan agradable y con esa mirada que daba paz, no le quedó otra que agarrarlas y le dijo:

—Muchísimas gracias, lord Freender… Eres todo lo que dijo mi madre y aún más. Es por eso, que siempre serás mi héroe. Te lo agradezco de verdad, te lo agradezco muchísimo, gracias, muchas gracias… Ya que, con esto, podré ayudar a mi madre, ya no va a tener que sufrir tanto, ni llorar por las noches por nosotros.

A ver su sentido de agradecimiento y humildad, Freender, con lágrimas en los ojos, hizo aún más… Llamó a dos guardias y les dijo:

—Lleven a esta niñita al doctor Suquer, que queda al este de la ciudad, para que le vea la pierna y que le mencione que Freender la envió y si hay algún gasto médico extra, que después se lo haga saber, que yo me encargaré de todos los gastos, hasta que esta joven se recupere por completo. ¡Por favor! Cuídenla, la dejo a su cuidado.

Suquer era el mejor doctor que había en la Ciudad de Hierro, en muchas ocasiones era llamado hasta por el mismísimo rey por su sabiduría.

—¡Así se hará, lord Freender! Es un honor poder ayudarlo —exclamaron los guardias con gran emoción mientras lo saludaban.

La joven Catian le volvió a agradecer y los guardias la acompañaron al doctor, Garagher lo miró y le dijo:

—¡Freender! ¡Freender! Freender… Si sigues así, vas a terminar pobre —le dijo mientras ponía cara de resignado.

Freender lo miró y le contestó:

—¿Para qué están el oro y la plata si no es para gastarlo en las personas que más lo necesitan? —preguntó Freender, con una sonrisa en su rostro de satisfacción.

—¡Mmmmm! Se me ocurren un millón de cosas, con toda la plata que has ganado desde que te conozco, hasta el día de hoy… Como ejemplo, y ya que me preguntas, podría comprar cosas que uno desee como: casas, mujeres, tomar mucho del mejor alcohol del reino, cosas como esas.

Freender lo miró mientras caminaban al palacio y le comentó:

—Con solo cinco monedas de esta bolsa, que me dieron por comandar una batalla y ayudar en un asunto, podría hacer todo lo que me acabas de mencionar y ¡más si quisiera hacerlo!… Pero la pregunta es, a las otras ¿para qué las uso? Si algo me llegara a pasar, no me llevaría nada a mi tumba, no hay nada más hermoso y que te llene más el alma, que es ayudar a otros y aún más, si es alguien que realmente lo necesita. El solo hecho de que uno le pueda satisfacer una necesidad que, tal vez, por sus propios medios nunca llegue a conseguirlo —se lo dijo mientras miraba el cielo y con una cara de paz y logro.

Garagher se quedó callado sobre lo que había dicho y trató de cambiar de tema, así que le preguntó:

—¡No, en serio! ¿De dónde sacaste tantas monedas de oro? Con todo ese oro que tienes en esa bolsa, podrías dejar la milicia y comprar fácilmente el título de noble —le entró la curiosidad y no dejaba de mirar la bolsa de oro.

—¡No se te escapa nada, Garagher! En realidad, fue un regalo del rey de Motines, por salvar a su hija de sus enemigos, que la tenían como prisionera detrás de las líneas enemigas —le contó Freender.

—¡Vaya! Tuvo que ser difícil, hasta para ti, para que te dé semejante recompensa… ¿Cuánto te apuesto a que no la querías aceptar? —lo desafió Garagher, mientras se reía.

—¡Otra vez tienes razón! Cómo me conoces viejo amigo y por eso te tengo tanto aprecio. ¡Ja, ja, ja! —se rio Freender, mientras lo abrazaba con su brazo izquierdo.

—Bueno, otro día me cuentas todo y con detalles; como qué tan linda era la princesa, la hija de Motines y si te hizo algunos favores a solas… ¡Tú sabes a qué me refiero! —Le guiñó un ojo Garagher y se rio—. ¡Ja, ja, ja! Lamentablemente el deber me llama y en este momento estoy un poquito ocupado, solo que digamos que me escabullí de mis deberes para poder recibirte y así poder volver a verte, después de tanto tiempo, querido amigo —le dijo Garagher mientras lo saludaba y se reía con cara de picarón.

Los amigos se despidieron ya que se dirigían a distintos barrancones, Freender al de la infantería y Garagher a la de los arqueros, que quedaban en distintas direcciones. Freender fue acompañado por algunos guardias aún, a pesar de que ya se encontraba lejos de la muchedumbre. Freender tenía que reportarse con el comandante, antes de ir al palacio, donde lo había citado el rey, para darle un informe de lo que estaba pasando en el frente de batalla, puesto que Freender era el comandante de esa batalla y tuvo que dejar a un subcapitán a cargo en su ausencia.

En estos momentos Freender ya iba caminando un poco más tranquilo, porque entraron en la plaza de los barrancones, donde solo los guardias podían hacerlo, pero en el medio de ella, se encontraba la enorme estatua de hierro fundido del mayor héroe de la cuidad y el más grande de los guerreros a espada que hubo desde que se tenía memoria. A ver la estatua, a Freender le sobrevino una gran nostalgia —ya que era, nada más ni nada menos, que la de su propio padre, que se encontraba ahí, como mirando al sur, con su espada de dos manos empuñada para defender a la ciudad—. Poco a poco Freender se acercó a ella y la miró con gran respeto… Luego se arrodilló para tocarla, cerró los ojos en un profundo pensamiento de reflexión.

Lo poco que pudo conocer de su padre era por lo que le contaron, o lo que escuchaba Freender cuando los cantores hacían canciones en su honor o en algunas ocasiones, cuando tenía la oportunidad de sentarse con aquellos que habían combatido a su lado, que, entre copas, le contaban historias sobre él, en las tabernas. Esas eran las únicas formas de conocer mejor a su padre, ya que este había muerto cuando él solo tenía cinco inviernos de edad. Es por todo lo que escuchaba, que era su gran inspirador en su forma de ser. Gracias al padre de Freender, el rey actual aún seguía con vida, en aquella memorable gran batalla, contra los orcos del clan destructor de cráneos, en aquel entonces se sacrificó para salvarle la vida al rey Robert. Y es por eso que, en sus pies, se podía ver una lápida de mármol que decía: “Aquí yacen los restos del gran héroe de la Ciudad de Hierro, el honorable comandante de la guardia real, lord sir Freender Primero. Gracias a su valentía, todavía este reino sigue en pie”. A Freender, siempre que leía eso, se le caía una lágrima de orgullo.

Luego de unos minutos, Freender se puso de pie nuevamente, mientras los guardias lo miraban con mucho respeto. Luego se dio media vuelta y se dirigió al encuentro del comandante para darle el reporte. Mientras iba pasando por los barrancones, muchos de los capitanes, lo saludaban con gran admiración y él les devolvía el saludo, hasta el punto que cuando iba pasando, algunos se tomaban el atrevimiento y se desviaban para poder acercarse. Otros dejaban lo que estaban haciendo y sus obligaciones, tan solo para poder estrecharle la mano. Como se podía ver, Freender era muy querido por todos, tanto por el pueblo como por los guardias.

En un momento dado pasó por una de las tantas barracas y, a las afueras de ella, se podía ver a un gran grupo de guardias que estaban haciendo mucho ruido, por unas apuestas de vencidas. De un lado de la mesa se podía ver a un guardia corpulento de gran tamaño, bien entrenado y musculoso; del otro lado se podía observar a un capitán… Este capitán era Nion, de las divisiones de hacha a dos manos. Lo interesante era que, si ya el otro guardia era grandote, Nion era aún más y parecía que iba ganando, a pesar del gran esfuerzo que trataba de hacer el guardia.

Mientras tanto, Freender iba pasando por el lugar, no podía evitar mirar de reojo lo que estaba pasando y escuchar cómo los huesos del brazo del guardia enorme se rompían, como si fueran ramitas para una fogata, esto hizo que su mano diera un gran golpe contra la mesa y prácticamente fuera lanzado de la silla, a varios cuerpos de distancia. Algunos de sus compañeros trataron de atajarlo, pero estos también cayeron al suelo, ya que era muy pesado. Nion se enojó, porque esperaba más de alguien tan grande o por lo menos eso pensaba él.

Así que se levantó, se acercó al guardia con el brazo roto y lo miró, mientras uno de los que estaban haciendo de jueces, les dijo a todos los presentes:

—¡El ganador, una vez más, es Nion! Así que, por favor traigan para acá su dinero.

Tomó las dos monedas de oro, que para ese entonces se encontraban en el suelo, ya que la mesa se había volteado, cuando el enorme guardia salió volando. Luego se las entregó a Nion y este las tomó del guarda, con mucho enojo, mientras seguía mirando al guardia herido, que aún se encontraba en el suelo, cuando sintió que alguien lo estaba mirando, rápidamente giró su cabeza, y logró ver a Freender que pasaba por ahí. Y sin perder el tiempo lo señaló y lo retó.

—Veo que has vuelto, ahora es tu turno de perder contra mí… Te desafío a unas vencidas —le dijo Nion a Freender, con voz desafiante y muy enojado.

Todos se quedaron en silencio, ya que se sabía que había una gran rivalidad entre el capitán Freender y el capitán Nion. El ambiente se puso muy tenso, mientras Nion se ponía frente a Freender y lo miraba a los ojos. Para esto, tuvo que bajar su cabeza, ya que era mucho más alto que Freender, a pesar de que este no era ningún enano, con sus dieciocho palmos de alto —unos 1,82 m de altura—. Pero Nion le sacaba una cabeza y media, casi seis palmos más que Freender —unos 57 cm más, o sea que medía 2,37 m—. Y casi lo doblaba de tamaño en cuanto a su cuerpo. A pesar de ser semejante grandote Nion, Freender lo miró y le dijo:

—¡Lo siento, Nion! Será en otra ocasión… En este mismo momento estoy muy ocupado, tengo que ir a ver al comandante y después al rey —le explicó Freender, sin parecer tenerle miedo y con mucha seguridad.

Pero a Nion no le gustó para nada esa respuesta, así que lo miró aún más fijamente y enojado, para luego decirle, mientras se reía de una manera sarcástica:

—¡Ja, ja, ja! ¿El gran héroe les tiene miedo a unos pulsos contra mí o acaso me tienes miedo a mí? ¿Tu miedo es quedar en ridículo en frente de todos? — dijo para provocar a Freender.

—¡No, no es eso! Realmente no tengo tiempo para estas barbaries, te doy mis disculpas, pero si crees poder ganarme, cuando termine con lo que tengo que hacer, con gusto jugaremos —le contestó Freender a Nion, muy tranquilo y con una sonrisa de confianza.

—¿Te estás burlando de mí? —le dijo Nion muy enojado, luego lo agarró de la armadura y lo levantó un poco del suelo.

—Por favor, suéltame… No estás dando un buen ejemplo como capitán y verdaderamente estoy apurado. Ya te dije que, si quieres, luego jugamos, solo tienes que esperar que haga lo que tengo que hacer, cuando tenga tiempo te saco tus dudas, pero solo jugaremos un poco en el sector de entrenamiento —dijo, mientras con un movimiento rápido se liberaba de Nion.

—¿Crees que esto es un juego? —le dijo Nion, poniéndole la cara muy cerca.

Todos los que se encontraban viendo el asunto, empezaron a llamar a los que se encontraban adentro de los barrancones, para que fueran a ver y alentar a una pelea entre Freender y Nion, diciendo:

—Duelo… Duelo… ¡Duelo!

Así que Nion empujó a Freender y sacó su hacha frente al asombro de todos. Freender se deslizó por algunos metros antes de frenarse y lo miró con cara de tranquilidad, mientras se acomodaba la armadura y se sacudía el polvo. Esto último puso aún más furioso a Nion. Freender lo miró con un rostro de seguridad y paz. Los presentes querían ver al héroe en acción, pero sabían que estaba mal. Las diferencias entre los capitanes se exponían a los comandantes o se arreglaban fuera de la ciudad, ya que podría romper la excelente opinión que tenía toda la tierra conocida sobre el ejército de la Ciudad de Hierro.

Cuando la tensión llegó a un punto tal que ya se le caían algunas gotas de sudor a los que observaban, desde una de las barracas salió una mujer de hermosa apariencia. Con un caminar excelente, pero firme, se acercó, para ponerse en el medio de los dos y con sus manos los separó lentamente, luego levantando la cabeza les dijo:

—¡¡¡Ya basta, chicos!!! —Con su voz que imponía respeto y los miró a los dos.

—¡Tú no te metas! Este es un asunto entre Freender y yo —le dijo Nion a Nair, muy enojado con la joven capitana.

Entonces, la bella y tranquila capitana se transformó y le dijo:

—¿Qué me dijiste? —le preguntó a Nair a Nion, cambiando su rostro de ángel a una mirada que parecía la de un demonio.

Nion la miró de forma desafiante y le volvió a repetir:

—¡Que no te metas!

Nair cerró los ojos y apretó los puños, para luego ponerse frente a Nion y decirle:

—¡Claramente te has ganado una paliza, Nion! —le dijo Nair, mientras tomaba de la empuñadura sus dos espadas.

Uno de los guardias que estaba ahí se le acercó y le dijo en voz baja a Freender:

—¿Vino a separar o a pelear?

Freender lo miró y levantando sus cejas le respondió en voz baja:

—¡Mmmmm! Creo que lo segundo.

Cuando Nair estaba por sacar sus dos espadas, Freender intervino, le agarró la mano para que no lo hiciera y la miró con una sonrisa.

—Tranquila, Nair… No pasa nada, yo me encargo —le dijo Freender, mientras la miraba a los ojos.

Ella lo miró y con una pequeña muesca de enojo, se hizo a un lado y todos alrededor se juntaron en un círculo de pelea. Freender se puso delante del imponente Nion y su gran hacha, mientras que el griterío y las apuestas se apoderaban del lugar.

Nair tomó el control de la pelea y les dijo a ambos:

—Estas diferencias entre ustedes se resolverá de la siguiente manera; el primero que dé un golpe certero al otro gana, o si el rival se rinde, o si cae fuera de este círculo. Si eso sucede, no habrá reclamo alguno. En el caso de que algunos de estos puntos se cumplan, la pelea se detendrá de inmediato —explicó las reglas del duelo Nair.

Trazó un círculo alrededor de Freender y Nion, con su espada, de casi seis codos de ancho —más o menos tres metros de diámetro—. Freender caminó hacia el círculo a igual que Nion, pero cuando se estaba por poner en marcha la pelea, de la barraca principal, salió el comandante Neterin y puso orden.

—¡Vaya, vaya, vaya! ¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso están por hacer una pelea ilegal con apuestas y todo? ¿En mi turno? —les dijo a todos los presentes el comandante Neterin, mientras se enojaba muchísimo.

En ese momento todo el mundo corrió y solo unos pocos guardias se quedaron en el lugar. Entre los que se quedaron también estaban Freender, Nair y Nion, bajo la mirada penetrante e intimidante del comandante de la guardia Neterin.

—¡Que alguien me explique qué está pasando! ¿Acaso quieren ir al calabozo por disturbios? —preguntó Neterin a los presentes.

Freender trató de apaciguar las cosas, así que fue el primero en responder:

—¡Lo siento mucho comandante! Es que se quería resolver una discusión que surgió —le dijo Freender, muy amablemente.

Nair le golpeó con el codo en el costado de las costillas a Freender y le dijo en voz baja:

—¿Por qué mejor no nos metes una espada por la espalda a todos?

El comandante Neterin los miró a todos y dijo:

—Todo el mundo sabe que las discusiones no se resuelven así, podrían ser suspendidos o ir a prisión por algo como esto, todo por este jueguito de ustedes, para saber quién la tiene más grande… ¡Y claramente el que la tiene más grande soy yo! Y por eso la próxima vez no va a haber un llamado de atención… Recuerden que ustedes son soldados de la Ciudad de Hierro y, ante todo, tenemos que mantener vuestra reputación de guardias, capitanes y comandante de excelente comportamiento y nivel, para poner el ejemplo a todo el reino y no podemos darnos el lujo de convertirnos en bárbaros, por diferencias entre nosotros, sean grandes o pequeñas. A causa de esto, Nair, limpiarás los retretes de todas las barracas por dos semanas.

Al escuchar eso, Nair quedó pálida y muy enojada, es por eso que se atrevió a contestarle y le dijo:

—Pero yo no hice nada… Es más, traté de separar —le respondió muy fastidiada.

El comandante Neterin la miró con una mirada muy seria y le dijo:

—¿Acaso me acabas de contestar?

Nair ahora sí, estaba completamente aterrada y es por eso que le dijo:

—¡Lo siento, comandante! No fue mi intención, era una acotación —le dijo Nair al comandante, ya con mucho respeto.

El comandante Neterin la miró y le dijo:

—¡Acepto tus disculpas! Pero por si quieres saber, no fue por esto que te estoy castigando, sino por abandonar tus deberes, para ir a recibir a Freender y dejar a los aprendices solos sin supervisión.

Freender la miró de reojo y le dijo en voz baja:

—Ahora sí la embarraste —le dijo Freender a Nair.

Ella lo miró e hizo un gesto con el pie, golpeando el suelo. Al ver eso y el berrinche de Nair, el comandante le dijo:

—Nair, ahora por hacer lo que hiciste, no solo tendrás que limpiar las letrinas de los barrancones, sino que también tendrás que entrenar a las novatas de primer rango de espadas a dos manos, por todo un mes.

Nair se agarró la cabeza, sin poder creer lo que sus oídos escuchaban y se preguntaba cómo era que sabía el comandante que lo que más odiaba era entrenar a las nuevas reclutas y limpiar las letrinas. Es que Nair odiaba a las personas que no sabían luchar y menos tener que explicarles cómo se usa una espada. Pero ya no podía hacer nada, así que mejor se quedó firme y callada para que no le pusiera otra tarea que odiara.

—En cuanto a ti, Nion, tendrás que hacer guardia de noche, por un mes entero en la muralla exterior y limpiar la plaza principal por dos semanas —le dijo el comandante a Nion, mientras lo señalaba.

—¿Y si me niego? —le preguntó Nion, mientras lo miraba a los ojos, desafiante.

Neterin, sin apartarle la vista, le respondió a su duda:

—Serás ejecutado hoy mismo, por no obedecer una orden directa de tu comandante —le dijo Neterin a Nion, muy enojado por su contestación.

Nion hizo un gesto de desacuerdo y se cruzó de brazos.

—En cuanto a ti, Freender, sé que esto no es tu culpa… También sé que Nion siempre está tratando de retarte a duelo, así que solo sígueme, ya que te estaba esperando —le dijo Neterin a Freender, con una sonrisa.

Entonces, todo el mundo lo miró pensando: «¿Y por qué a él no le dijo nada?». Pero Neterin miró a todos, con su mirada penetrante, sabiendo lo que estaban pensando y les dijo:

—Dispérsense de inmediato a sus tareas, porque si veo a alguien en este lugar antes de que cuente hasta cinco, lo meteré al calabozo.

Cuando terminó de decir eso y ni siquiera empezó a contar, todo el mundo ya corría a sus puestos. Menos Nion y Nair que se fueron caminando tranquilamente en distintas direcciones.

Neterin se le acercó a Freender y le dijo:

—Vamos y terminemos con esto, así puedes ir a ver al rey.

Freender afirmó con su cabeza. Ya en camino hacia la barraca principal, empezaron a conversar.

—Vamos, cuéntame ¿cómo está el frente de batalla? Ya que extraño esos tiempos, donde yo era capitán y estaba en el frente —le preguntó Neterin, con una mirada de nostalgia.

—La situación está casi controlada, solo queda un pequeño grupo de rebeldes cerca de las montañas de Lulumine —le contó Freender.

—¡Vaya! ¿Y cuántas pérdidas hubo? —preguntó Neterin.

—En mi legión, solo cinco… Por culpa de una catapulta, pero en total hay más de ciento cincuenta heridos y más de veintisiete muertos, por lo menos hasta donde yo sé, ya que me llamaron y tuve que venir —le dio el informe a Neterin.

—Ya veo, como siempre eres muy eficaz, seis mil hombres contra más de quince mil y ¿solo se perdieron cinco? ¡Es de no creer! Esto es claramente un logro que sobrepasa por mucho a cualquier héroe de la Ciudad de Hierro e, incluso, los de tu padre —le dijo con mucha admiración Neterin a Freender, mientras le daba unas palmadas en la espalda.

—¡Gracias, comandante! Es un gusto volver a verlo —expresó Freender.

—Tú puedes llamarme por mi nombre si lo deseas —le dijo Neterin, mientras le sonreía muy amistosamente.

—Entendido… Si ese es su deseo, ¡así será!, mi comandante Neterin —le dijo Freender.

El comandante Neterin, se largó a reír con mucha fuerza.

—¡Disculpe! Mi comandante… Digo, mi comandante Neterin, ¿acaso dije algo que le causó gracia? —le preguntó Freender a Neterin.

—¡No! Solo es que tú y tu padre son dos gotas de agua, nunca pierden la humildad, eso es algo que no se ve en estos tiempos… A pesar de que para esta ciudad tú eres un héroe, nunca te vi presumir de eso, ni querer ser más, hasta vives en los suburbios, a pesar de que tienes la oportunidad de vivir en el mismísimo palacio, cuando quedaste al cuidado del rey —le dijo Neterin a Freender.

—¿Conociste a mi padre? —le preguntó Freender, con mucho entusiasmo.

—¿Que si lo conocía? Ja, ja, ja. Él fue mi maestro, mi instructor, mi tutor y capitán de la guardia real. Si con todo eso que fue para mí, ¿te refieres a que si lo conocía? Creo que eso quiere decir que ¡sí! —le contó Neterin a Freender, mientras se reía.

A pesar de lo que le había dicho el comandante, Freender no le preguntó nada más y continuó el camino muy pensativo, pero con una mirada de nostalgia, eso no pasó desapercibido para el comandante Neterin. A verlo así, le dijo:

—Mira, Freender. Si no fuera por tu padre, yo no estaría aquí. Ni yo, ni muchos de los que tú conoces. Él no era solo el comandante de la guardia real, ni mi superior, fue un gran amigo y no solo con el que tienes frente a tus ojos, sino también lo era con todos, ¡sí! Todos los que querían ser su amigo podían serlo, no importaba si no tenías dinero o si eras de otra raza, él siempre estaba ahí para ayudar a todo el mundo. Es por eso que, entre nosotros, decíamos que era un ángel que cayó del cielo para ayudar a la tierra conocida, para que sea un poco mejor… Realmente eso era lo que pensábamos y no exagero, al decirte que hasta ese punto era de bueno tu padre que hasta pudo cambiar a tu madre —le contó Neterin.

En muy pocas ocasiones Freender podía escuchar sobre su madre, así que no perdió la oportunidad.

—¿Cómo es eso? Si eres tan amable de poder explicarme —le preguntó Freender, con una mirada atenta al comandante.

—¡Ya veo! Creo que estoy hablando de más, pero bueno ya abrí la boca así que te contaré. Ella parecía que no tenía corazón, ni sentimientos, era tan fría como una noche de invierno, en el medio del bosque de hielo y estando uno mojado… ¡Sí! Creo que se podía describir así, su rostro no mostraba expresiones, nunca sabíamos si estaba contenta o enojada, pero como guerrera era muy superior a todos y cuando digo a todos… ¡es realmente a todos! Nadie ni nada le podía ganar, ni enfrentarse a tu madre, ni en una pelea uno contra uno, ni de a cientos… Y créeme que no estoy exagerando ni un poco cuando te digo esto.

Freender se le quedó mirando muy atentamente a Neterin, para poder escuchar cada detalle.

—Ella apareció en una época oscura de la Ciudad de Hierro y ofreció sus servicios al reino. Cuando le preguntaron por qué quería aliarse con el reino ella solo respondió: “Porque están las batallas más grandes de toda la tierra conocida aquí”. ¿Te lo puedes creer? Sorprendió a todos con esa respuesta, hasta el mismo rey quedó atónito… Al principio pensábamos que estaba loca, pero, poco a poco, nos dimos cuenta de que no lo estaba, al ver cómo luchaba. Lo peor de todo era que nadie se podía acercar a ella, porque tu madre no quería hablar con nadie, solo escuchaba las órdenes y las cumplía, así fue por mucho tiempo. Solo escuchaba y luchaba, un día, fue tu padre el único que se atrevió a hablarle y si alguien podía cambiarla era él…

Neterin interrumpió la historia al ver algo, ya que justo antes de llegar a las barracas principales, cuando le estaba contando a Freender sobre su madre, alguien lo interrumpió y lo llamó. Enseguida se dio cuenta de quién era la persona que lo llamaba, ya que era el mismísimo comandante de la guardia real. Fue por eso que Neterin lo reconoció enseguida, pero Freender solo lo reconoció por su armadura, no entendía muy bien la situación, pero decidió no decir nada. El comandante de la guardia real caminaba hacia ellos con cara de mal humor, así que tanto Neterin como Freender se frenaron y se pusieron firmes para saludarlo.

—En otra ocasión continuamos con esta charla… Creo que te vino a buscar —le dijo Neterin a Freender, en voz baja.

El comandante de la guardia real miró a los dos y puso su mirada fría en Freender y le preguntó:

—¿Acaso eres tú Freender? Y si así es, ¿has terminado de dar tu informe al comandante? Ya que me han dicho que tenía que acompañarte al palacio y para eso estoy aquí, para escoltarte al palacio del rey —le dijo, con una mirada de odio sin razón.

Neterin intervino y le dijo:

—Estábamos en eso, mi comandante real.

—¡Ya veo! Todavía no terminaron, así que me quedaré a esperar, si no les molesta… No pienso volver más tarde —le dijo el comandante de la guardia real a Neterin.

—No, para nada… Si gusta puede sentarse, ya casi terminábamos. Tengo que buscar un par de cosas en mi sector y ya estará listo el informe —le dijo Neterin, mientras miraba a Freender.

—No, gracias… Prefiero esperar de pie afuera, porque huele horrible en ese lugar, pero necesitaría una copia del informe —le explicó.

Entonces Freender y el comandante Neterin entraron a la barraca y se dirigieron a la sala de estrategia. El comandante de la guardia real salió de la barraca principal. La sala de estrategia era una habitación bastante grande con muchos cuadros y mapas de la tierra conocida, de distintos valles y ciudades pegados en las paredes, como así también escudos, espadas, armaduras o partes de ellas… Estos eran recuerdos de las distintas batallas que el comandante Neterin luchó. Freender miró al comandante Neterin con cara de incertidumbre, mientras estaban en la sala de estrategia, parado al lado del comandante, no dudó en preguntarle sobre el joven comandante de la guardia real, ya que cuando él se fue a la batalla, se encontraba otro, que era su amigo y le pareció muy raro que lo sacaran de su puesto, ya que era bastante bueno en lo que hacía. Por otro lado, si lo tenían que cambiar, de seguro sería por Neterin u otros, que estaban esperando ese puesto, que llevan toda su vida al servicio del reino de la Ciudad de Hierro y del mismísimo rey Robert. El comandante Neterin le dijo en voz baja:

—El comandante de la guardia real es bastante joven, ¿no? —le preguntó a Freender percatándose de sus dudas—. Creerás que es muy joven, para estar ocupando ese puesto ¿no crees? ¡Claro que lo crees! Todos pensamos lo mismo y si te preguntas qué pasó con Anikar… ¡Bueno! Anikar murió en su cama, ya era de edad avanzada y, como pudiste ver, los consejeros del rey pusieron a este joven en su lugar, puesto que es el hijo de uno de los reyes, del reino de la cuidad Rocalzada… Por eso creemos que pudo llegar a ese puesto más fácil y a tan corta edad, ya que es un príncipe, pero es evidente que también tuvo sus méritos. También sé que su padre quiere que se case con una de las hijas del rey Robert y, de esta forma, fortalecer una alianza entre ambos reinos.

Freender lo miró con tristeza y a la misma vez con preocupación.

—Es triste escuchar que Anikar murió… De verdad lo apreciaba muchísimo, pero en tal caso, ese puesto te pertenecía a ti. Con tu experiencia y servicio intachable —le comentó Freender.

—No te preocupes, Freender… ¡Estoy bien así! ¿Terminamos con esto antes que se enoje el nuevo comandante? —dijo Neterin, mientras que en su mirada se notaba tristeza a igual que en Freender.

Al terminar su informe, Freender se despidió de Neterin con un abrazo y salió de la barraca principal, para poder encontrarse, con el joven comandante de la guardia real que se encontraba apoyado contra la pared, y con los brazos cruzados, esperando a Freender, justo cuando estaba cayendo la noche y se podía observar un atardecer hermoso.

Capítulo 2

Camino al palacio real

El comandante de la guardia real se encontraba mirando el sol, mientras caía por detrás de la muralla, hasta que desapareció. Si uno observaba bien, se podían ver esos colores cálidos, típicos de un día hermoso, con un agradable olor en el aire, proveniente de la brisa del mar. Se podría decir que era un atardecer como pocos, casi perfecto, el cielo totalmente despejado, solo algunas nubes se encontraban en él, que hacía aún más linda la vista, al reflejar los diferentes tipos de colores, desde un amarillo cálido, hasta un rojo furioso, algo que uno no se puede evitar admirar por su belleza.

Freender salió de la barraca principal y el comandante logró escuchar sus pasos, así que dejó de contemplar el ocaso y se puso firme, luego miró hacia la dirección de Freender, dejando de estar apoyado contra la pared, para poner nuevamente su cara de serio… Freender se acercó y lo saludó con una postura firme y respetuosa.

—Me estoy presentando, para ir ante su alteza, el rey —le dijo Freender al comandante, mientras ponía su brazo derecho cruzado en su pecho.

El comandante de la guardia real lo miró y, sin decir nada, se dio vuelta hacia la dirección de la entrada principal del palacio. Freender lo seguía por detrás a unos pocos pasos de distancia. Mientras caminaban hacia el palacio, el comandante de la guardia real empezó a interrogar a Freender de una manera muy poco amistosa, como si fuera un desconocido en el reino de la Ciudad de Hierro o casi un delincuente.

El nuevo comandante tenía una forma de pensar muy particular. No podía creer la fama que tenía este joven guerrero y pensaba que algo malo tendría que tener, ya que no conocía a nadie que le hubiera hablado mal de Freender y, para él, eso era algo imposible… Todo hombre tiene su lado oscuro o su precio. Y él estaba dispuesto a encontrar ese lado. Ya estaba cansado de solo oír hablar de Freender y de sus grandes hazañas de terceras personas, como si fuera un ángel o algo por el estilo y no creía que este joven, de menos edad que él, fuera como todos decían, porque con cada persona que habló, hablan de Freender cosas buenas, a tal punto que la mayoría del reino y hasta el propio rey se referían a Freender, como “el gran héroe de la Ciudad de Hierro”.

El comandante de la guardia real se le acercó Freender y le dijo:

—Tenemos que apurar el paso, se está haciendo tarde… Te estaba esperando el rey para cerca del mediodía y mira la hora que es, hasta el sol ya se ha puesto.

—¡Lo siento, comandante! Es que tuve algunos problemas, y agradezco de verdad su paciencia, también que me escolte hasta el palacio, pero igual no era necesario que me viniera a buscar fuera del palacio, conozco muy bien el camino —le comentó Freender al comandante real.

—No fue por ti, fue por mí…. Es una nueva disposición que impuse en el palacio, desde que asumí como el nuevo comandante de la guardia real y encargado de la seguridad del rey, así que solo yo puedo autorizar la entrada de cualquier persona, soldado, visitante o cualquier cosa que tenga vida, no importa si es un rey o alguien como tú —le explicó el comandante de la guardia real a Freender, con cara de enojado y con una voz muy prepotente.

—¿Alguien como yo? ¿Qué quieres decir con eso? —le cuestionó Freender al comandante de la guardia real, muy desconcertado por lo dicho.

—Un hombre que esta ciudad lo considera ¡héroe!… ¡Yo no creo en los héroes! Los hombres por algo ayudan a otros, yo creo que solo lo hacen para ganarse un nombre o fama y que otros estén adorándolo o tal vez para que coreen su nombre, por el simple hecho de hacer lo que tienes que hacer… —le dijo el comandante muy escéptico.

—Discúlpeme, comandante, pero en eso difiero ampliamente… No creo que uno tenga que hacer algo para recibir algo a cambio, yo solo actúo para y por el pueblo, también solo respondo a nuestra alteza, el rey Robert, del mismo modo como también lo hicieron mis padres y nunca se me pasó por la cabeza la idea de ser un héroe para esta ciudad. Pero si mis actos logran inspirar a las personas y hacen que estén más tranquilas y alegres, cuando yo estoy cerca, creo que es algo muy bueno. Poder hacer feliz a alguien, con solo la presencia de uno, es algo que no tiene precio y proporciona mucha felicidad a uno. En tal caso ya tengo mi recompensa, que es la sonrisa y el agradecimiento de cada ciudadano que se siente seguro gracias a mí —le dijo Freender, muy reflexivo.

—¡Vaya! Me río de eso. ¿Me vas a decir que eres una persona totalmente altruista? Yo esa no me la creo… No existen esas personas y menos después de tantos logros. ¿Me dices que no conseguiste nada a cambio, en todos estos años de sacrificio? Entonces explícame que hay en esa bolsa que tienes en el cinturón. ¿Me vas a decir que son rocas? —le dijo el comandante, con una mirada arrogante.

Freender hizo una pequeña mueca.

—Veo que eres buen observador, pero no esperaba menos de un comandante de la guardia real. No, no son rocas… Está claro que son monedas de oro, que me dio el rey Framer de Motines, por salvar a su hija de los rebeldes —le contó Freender.

—¡Ves! Ahí tienes mi punto… Ahí tiene tu recompensa por ser un buen soldado —le dijo el comandante.

—Fue un regalo de un rey y tuve mis razones para aceptarlas. En primer lugar, usted comandante y siendo príncipe, sabe muy bien que es una falta de respeto no aceptar un regalo de un rey… En segundo lugar, estas monedas las estoy utilizando para las personas que más las necesiten en esta ciudad, ya que a mí no me importa acumular riquezas como otros, ni comprarme grandes cosas —le dijo Freender.

—Así que anda regalando oro por ahí… Eso de verdad me hace reír. Ja, ja, ja. ¡Créeme! Cuando te digo que es lo más estúpido que escuché decir a alguien en mi vida —le dijo mientras se reía.

—¡Sí! Se podría decir de esa forma, que es algo tonto… Pero, con todo respeto, comandante, lo que yo haga con mis cosas, no es asunto suyo y menos si no es nada malo, al contrario, es un acto noble, para los que menos tienen en esta ciudad y pienso que si todos los que poseen algo de oro, lo compartieran, no habría ningún ciudadano de la Ciudad de Hierro con necesidad ni hambre —le dijo Freender, muy disgustado por la actitud del comandante.

A pesar de las faltas de respeto y las acusaciones terribles que el comandante de la guardia real le fue diciendo en el camino a Freender, este siempre dio una respuesta adecuada, humilde, siempre con su cara que transmitía paz y tranquilidad. Así que el comandante lo miró bien, y notó que el rostro de Freender le hacía tener confianza, no sabía por qué, ni tampoco entendía cómo podía ser eso posible, pero creyó que decía la verdad y lo notó muy tranquilo a pesar de las acusaciones de deshonestidad que trataba de imponerle.