Gestiona lo mejor de ti - Consuelo Junquera Guardado - E-Book

Gestiona lo mejor de ti E-Book

Consuelo Junquera Guardado

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Beschreibung

La principal prueba a la que nos sometemos todos los seres humanos se encuentra dentro de nosotros mismos. Nuestras filias, fobias, retos, indecisiones, arrebatos… en definitiva, lo mejor y lo peor que tenemos radica en nuestro interior. Por eso, es posible que el miedo a descubrir nuestras inseguridades y contradicciones nos limite o paralice. Sin embargo, el conocimiento de uno mismo es la mejor receta para encontrar el equilibrio y desarrollar una vida plena, feliz y coherente. Este libro pretende facilitar pistas sencillas para emprender un camino sereno pero firme del que saldremos reforzados y con la madurez interior necesaria para crecer tanto psíquica como espiritualmente.

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Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Introducción

Capítulo 1. Recrear la propia vida

Capítulo 2. Cuando la inconsciencia domina a la consciencia

Capítulo 3. Cuando domina mayor consciencia que inconsciencia

Capítulo 4. Cuando se avanza hacia una mayor madurez

Capítulo 5. Una vida de mayor madurez

Capítulo 6. La inmadurez emocional

Capítulo 7. Cuando es mayor la consciencia

Capítulo 8. Hacia una vida de mayor madurez

Capítulo 9. El mundo de las relaciones. De la consciencia a la madurez

Capítulo 10. De la fe doctrina a la vivencia de la fe

Capítulo 11. El dolor y el sufrimiento

Capítulo 12. De la oración rutinaria a la que transforma la vida

Conclusión

Bibliografía

Notas

© SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

©Consuelo Junquera Guardado 2019

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428561341

Depósito legal: M. 29.746-2019

Composición digital: Newcomlab S.L.L.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

Introducción

Escribo este libro desde mi experiencia como terapeuta. Es extensa por el contacto y por la relación que, tanto a nivel individual como de grupo, he mantenido con personas variadas a lo largo de mi historia profesional y relacional. Deseo exponer algunos de los motivos que me han empujado a escribirlo, así como los interrogantes que me planteo con las respuestas que me ha dado la experiencia, que quiero trasladar en sus páginas. Necesitamos obtener el aprendizaje que va implícito en cada experiencia vital para ser artífices de nosotros mismos, con el potencial creador y generador que llevamos dentro. Deseo que este libro, cuya escritura se debe a un impulso, sea un libro terapéutico, un libro sanador para quienes hayan elegido leerlo, teniendo presente que es un viaje y no un destino.

1. Durante muchos años he tenido una vida saludable y he sido bien aceptada a nivel social y profesional. Me he sentido satisfecha de muchos aspectos de mi persona en el hacer y ser, y me he sentido menos gozosa con otros que me generaron cierta frustración pero que he podido tolerar no difícilmente. Todavía recuerdo el día que me encontré de frente con mi vida y tomé la decisión de poner fin a cierta percepción de inmovilismo, de no avanzar y desarrollarme. De manera clara, a la vez que intuitiva y menos racional, he tenido la certeza de que me gustaría tener mi vida entre las manos e ir hacia allá. No sé explicar muy claramente hacia dónde, pero sí hacerlo con total libertad y sin pausa. Con verdad. He visto que mi vida, como la de muchas personas, no evolucionaba, no crecía, no se transformaba, aunque ya había cumplido mis años. Fui consciente de que, en ciertos momentos, como muchos seres humanos, permanecía fijada en una manera de ser y de vivir que expresaba falta de madurez y cierto automatismo. No había evolucionado con sabiduría, a pesar de mi edad biológica. Esta constatación la pude ratificar también en muchas personas que desconectaban de sí mismas, posicionándose al margen de lo que realmente eran; una desconexión que les imposibilitaba poseerse, evolucionar y desarrollarse psíquica y espiritualmente. Desconexión que les hacía difícil madurar. Sus necesidades emocionales y espirituales insatisfechas deterioraban su funcionamiento, motivaban puerilmente sus actos, perturbaban la objetividad de su inteligencia, falseaban la percepción de los hechos, impulsaban la división de la personalidad y dificultaban las relaciones, intensificando los conflictos intra e inter personales. Su conducta, en bastantes ocasiones, era impulsada y estaba automatizada por la autoimagen, que confundían con la identidad.

Esta es la primera razón que tengo para escribir este libro: activar la alarma en la mente y en el corazón de las personas para que puedan identificar las causas y las consecuencias de su funcionamiento emocional, racional y espiritual; para que puedan tomar conciencia de la inconsciencia en la que viven; para que puedan darse cuenta de su inmadurez en las relaciones llenas de conflictos que mantienen, y para que emerja en ellas la necesidad de hacer un trabajo interior de transformación, un camino hacia la madurez. Para que, en definitiva, puedan darse cuenta de la manera en la que entierran lo mejor que son, sin gestionarlo con sabiduría. Nuestras palabras son el reflejo del estado interno de nuestro ser; de la falta de luz que hay en lo que pensamos, en lo que sentimos, en lo que hacemos. De la contradicción con la que nos movemos. Pensamos en una dirección, sentimos en otra y actuamos en otra tercera bien diferente. Perdemos integración, unidad, perdemos el centro y estamos cada vez más y más fragmentados. Esto conlleva sufrimiento. Todos necesitamos lograr un estado de serenidad y calma, de aceptación de nosotros mismos. De fortaleza y crecimiento. Sé que no resulta nada fácil, y que incluso puede producir una fuerte sacudida que revierta en sufrimiento. Así lo pienso cuando observo un río lleno de guijarros blancos y alisados que han sido bañados por sus aguas. Entonces me doy cuenta de la fortaleza de estas piedras que han permitido, durante tantos años, haber sido horadadas y blanqueadas. Caigo en la cuenta de que ese estado en el que se manifiestan es el resultado de permitir que el agua las bañe y las agriete. Eso es justamente lo que posibilita su fortaleza y su belleza. Del mismo modo que lo hace el fuego cuando purifica y transforma; cuando funde con su calor el hierro y le permite adoptar las figuras más resistentes y hermosas.

Toda persona puede ser sujeto de su vida o puede ser un objeto de ella. Es decir, puede ser movida por razones y principios conscientes propios, porque así los ha elegido y, por tanto, le pertenecen. Puede nombrar las causas ocultas de sus propios actos para sustituirlos por motivos más profundos, elegidos y queridos, que le den razones de esperanza y claves de sentido. Que le den fortaleza y firmeza.

Tomar las riendas de la propia vida supone elegir la clase de persona que queremos ser. Actuar de la forma que decidimos a pesar de todos nuestros condicionamientos, porque en la medida en que ampliamos el campo de nuestros valores, ampliamos el campo de nuestra libertad. Si no hay valores en nuestra forma de conducirnos, actuamos atados a nuestros patrones de conducta, a nuestras necesidades emocionales básicas, a nuestros mecanismos de defensa, a nuestro autoconcepto o idea de nosotros. Actuamos en base a todo aquello que tenemos que conseguir y demostrar para ser aprobados y aceptados por las demás personas. Las posibilidades son infinitas y describiremos algunas de ellas.

2. Libertad es sinónimo de verdad. La oscuridad y la falsedad conducen a la esclavitud. Lo que se contrapone a la verdad se contrapone a nuestra aspiración a ser felices, y la verdad que podemos encontrar en lo profundo de nosotros mismos es la que nos aporta la auténtica libertad. Dar el verdadero nombre a lo que nos sucede dentro, aunque en algunos casos tenga un efecto doloroso y no poca tristeza, nos libera de vivir engañados y sumergidos en nuestra propia oscuridad. Pero, ¿qué miedos tenemos? ¿Qué experiencias llevamos dentro que tantas veces nos hace vivir alejados de nuestra verdad? ¿Por qué estamos saturados de una necesidad de justificación con la que tratamos de buscar culpables, casi de manera automática, al no reconocer como propias las tensiones y debilidades que nos pertenecen? ¿Qué nos pasa que no podemos integrarlas como nuestras y las echamos fuera, esperando que alguien cargue con nuestra responsabilidad personal? ¿Qué sucede dentro de nosotros que, en algunas ocasiones, no somos capaces de vivir la experiencia del perdón y del autoperdón como un camino de liberación y renacimiento? ¿Qué es lo que nos aleja de la verdadera interioridad y nos sume en un egocentrismo alienante? ¿Qué nos mantiene instalados en nuestra mentira y autoengaño, lejos de recrear la vida que nos ha sido dada, lejos de crecer, construirnos, transformarnos?

Luis Rosales hace una profunda meditación sobre la vida en forma de poema, y expresa unas frases de profundo significado en su libro El contenido del corazón1, dedicado a la memoria de su madre, y que he recogido en estas páginas:

«Hacerse hombre (ser humano) es un trabajo cotidiano, sencillo y casi manual que, al fin y al cabo, se reduce a golpear las paredes del corazón para saber dónde está la oquedad... Llega un día en que no es posible continuar y es preciso nacer, es preciso vivir de nuevo nuestra vida, vivir de nuevo la elección primera... la espera y la esperanza (…) nadie sabe cuándo empieza a revelarse lo verdadero... de ahí la necesaria vigilia».

La ausencia de ese trabajo cotidiano y sencillo sobre uno mismo al que alude Luis Rosales, la falta de autoconsciencia, la falta de transparencia, acompaña al ser humano, le hace esclavo. Le instala en la mentira. Las razones de su conducta, de sus sentimientos, pueden estar escondidas muy profundamente dentro de sí mismo. Muchas veces se convierten en hábitos, en automatismos; en pensamientos y acciones que ha aprendido y que necesita volver a procesar para optimizar recursos, dado que la debilidad y fragilidad –no reconocidas ni asumidas– le llevan a engañarse y a mentir a otros. Por esta falta de luz y de autoconciencia, no tiene verdad y, sin ella, carece de amor, no puede ser libre. El camino de toma de conciencia de su propia verdad es un camino muy difícil de recorrer, tiene muchas bifurcaciones que, constantemente, le invitan a uno a perderse. Le asusta tanto no ser merecedor de amor y de reconocimiento que se instala en sus propias trampas. Hay en él zonas que no tienen luz, zonas dolorosas que no han sido iluminadas por la consciencia, zonas que no puede ver y, al ignorarlas, las ve reflejadas en otros, a los que condena por sus propias incongruencias.

Toda persona, en algún momento, ha utilizado la vieja costumbre de culpar a los demás por algunos hechos de su vida o por algunas circunstancias padecidas, no asumiendo el compromiso del propio crecimiento y pagando un alto precio por hacerlo. El precio, entre otros, de perder la capacidad de elegir nuevas opciones y decidir de manera más sabia la vida que está viviendo. Es necesario un cambio a un nuevo paradigma que revise las propias conversaciones internas y creencias, y que potencie los recursos. Un nuevo paradigma que incluya la ternura, la compasión, la sensibilidad. Para ello se hace imprescindible cambiar las representaciones mentales, las emociones, el comportamiento, y conseguir un importante reto: descubrir la fuerza del amor que toda persona lleva dentro de su ser más profundo. El amor es su esencia, origen y motivo de la existencia que le ha sido dada. El amor puede transformarlo todo. Sanarlo todo. Cuanto más amor entrega, más amor fluye dentro como fuente inagotable que siempre está manando, porque el amor se renueva a sí mismo, permanece.

«…todo hombre tiene un secreto. El secreto vital es como un techo que nos protege del desentendimiento ajeno y de la espina de vivir, pero deja en las cosas un brillo iridiscente igual que el caracol platea la piedra cuando pasa por ella… Lo que has amado es lo que te sostiene…, esa será tu herencia y nada más»2.

Esta es mi segunda razón para escribir este libro. Puesto que muchas veces vive fuera de sí misma, desconectada, deseo despertar la responsabilidad en cada persona que recorra sus páginas para que tome la decisión de ser autora de su propia vida, de recrearla, de llevar a cabo un trabajo personal que le ayude a ser una persona consciente; alguien que ha descubierto la manera adecuada y sabia de vivir amando porque lo que hemos amado es lo que nos sostiene y esa será nuestra herencia y nada más. El principal trabajo a realizar es interior. Ser capaz de analizarse para darse cuenta de que, en determinadas situaciones, la propia forma de actuar obedece a un guion escrito en el inconsciente, que es quien le lleva a reaccionar de igual manera ante los hechos que le incomodan o ante los que les producen satisfacción y placer. No hacerlo le hace permanecer en la inconsciencia, contándose mentiras disfrazadas de verdad. Carentes del amor y de la libertad que sueña.

La verdad es la que nos hace seres humanos, capaces de convertir cada instante en una oportunidad para disfrutar las maravillas que acontecen dentro, para encontrar el bien, la sorpresa que trae cada gesto –sonrisa o palabra–, para reconocerla verdaderamente valiosa. Esa ausencia de verdad, esa mentira de quien se engaña a sí mismo, aleja claramente del quehacer de la propia creación personal, del quehacer de ser autores de la propia vida. Es la verdad la que nos humaniza, la que nos hace creadores de la vida que tenemos, de un destino de plenitud que libera todo el potencial, toda la riqueza, que guarda dentro.

3. Mi tercer motivo es mi constatación de que no somos, vamos siendo. El ser humano es un proceso de autoconstrucción y de transformación que nunca está terminado del todo. Es importante saber, en un momento dado, por dónde camina y hacia dónde encauza los pasos; hacia qué meta; en qué parte del camino ha quedado parado y de qué modo puede volver a retomar la marcha hacia nuevos horizontes de sentido.

En mi proceso de autoconstrucción, siempre me he descrito a mí misma como una incansable buscadora; siempre lo he sido. Me recuerdo –y me sorprendo– pensando en nuevos proyectos que puedan seducirme, que me acerquen a la meta de ese proceso que todos estamos llamado a vivir. Siempre me sentí atraída por alguna experiencia que pudiera satisfacer un deseo de plenitud, de la felicidad que todo ser humano lleva dentro y desea; una plenitud con la que quiere ser saciado; una plenitud permanente, que no deje, tras vivirla, una sensación de algo transitorio y efímero que aumenta el vacío y la insatisfacción interna.

Mientras he buscado, los interrogantes han estado siempre presentes: ¿qué busco realmente en aquello que busco?, ¿dónde estoy buscando eso que anhelo?, ¿me habré equivocado en la búsqueda? Una y otra vez, sigo experimentando ese contraste entre algo que ansío y sueño, porque intuyo que encontrarlo me haría sentir plena, y entre la realidad que me conforma y que a veces se distancia del sueño. Y siento el conflicto entre dos fuerzas que luchan y se oponen en mi corazón, igual que en cualquier corazón humano. Por un lado, una fuerza que lleva al sinsentido, a la insatisfacción y a la tristeza, a la inseguridad, a un estado interior de tensión. Y otra que lleva a la paz y a la armonía, porque deja un espacio para la serenidad y el silencio. Hay muchas voces dentro y fuera que generan ruido. Hay muchas voces que paralizan y que impiden tomar conciencia de la verdad que, en el fondo, toda persona está buscando. Hay muchas voces que gritan llamando la atención para ser escuchadas y deseadas. Por eso, el ser humano se encuentra dividido entre lo que está fuera de sí mismo y le atrae, y entre algo que, desde dentro, está clamando, le está llamando a vivir. Se trata de un camino de interioridad y de conexión con la verdad más grande que hay en sí mismo. Pero la conquista de ese anhelo de plenitud se sigue esfumando entre los dedos, y el ser humano sigue buscando de manera equivocada esa felicidad soñada en las mismas cosas, situaciones y personas. Camina lleno de preocupaciones, de ocupaciones, de hábitos, de automatismos, de ruido, de inconsciencia. La costumbre y la inercia le van empujando no se sabe bien hacia dónde. Pero las sigue. Se fija en la manera de actuar de los demás con el fin de valorarse y medir su propia actuación. Este continuo estado de comparación es el que le mantiene en su agitación y en la locura de su carrera: necesita demostrar a los demás lo especial que es acumulando éxitos y triunfos. En la raíz del propio punto de vista –que defiende con calor y con pasión– está siempre presente la necesidad de tener razón, de demostrar la verdad que cree tener, de demostrar que es más fuerte, más espiritual, más bondadoso, aunque no lo sienta así, aunque en fondo ni él pueda creerlo de sí mismo. Pero tiene que parecerlo y demostrarlo. No deja de hacer, no deja de correr, no deja la tensión y la vida agitada que tiene. No deja de competir. Y corre. ¿Hacia dónde? Tiene algo que demostrar y tiene que hacerlo ahora. No le queda tiempo para convivir consigo mismo, para relacionarse con las demás personas, para escucharse. Hay más bien una soledad obligada que es la consecuencia de esta agitada vida que lleva.

¿Sabe lo que busca? ¿Hacia dónde está corriendo? ¿Qué es lo que realmente tiene importancia y significado para él en los hechos y en las actividades de lo cotidiano? ¿Qué es lo que tiene valor y se convierte en pasión en la vida que está viviendo?

Porque tal vez está mirando en la dirección equivocada, porque es posible que haya caído en la trampa de salir afuera, hacia el exterior, más allá de sí mismo, tengo una cuarta razón para escribir este libro. Quiero recordarle que en el camino hacia adentro está la clave del encuentro con sus más profundos sueños, con lo mejor que es, con el mejor proyecto de transformación que puede lograr, con el potencial que impulsa el dinamismo de engendrar la mejor versión de sí mismo. Es el camino del encuentro con su esencia, oculta en el fondo, velada, sentida más allá de toda explicación racional. Una esencia descubierta desde la experiencia, desde un encuentro con ella en el silencio. Lo que llama, lo que interpela, lo que fascina, lo que en el fondo está buscando, es lo grande, lo divino que se esconde en el corazón del ser humano; es lo que insistentemente llama a su puerta desde su interior más profundo. No lo escucha, no puede oírlo porque está enredado en el ruido, o porque simplemente está apagado. Pero es ahí, es en esa densidad oscura, donde se oculta todo lo que va buscando sin saberlo.

La vida de cualquier persona está llena de sueños. Muchos de ellos se han muerto, o han sido abandonados en el camino a medida que sus días se han ido desgranando entre los dedos. Pero cada uno de ellos contiene algo de un profundo anhelo de plenitud, de la experiencia de sentirse lleno. En toda existencia humana hay una necesidad de liberar los sueños, desarrollar el potencial al máximo, todas las posibilidades latentes que dormitan dentro de cada uno de nosotros. Hay una necesidad de invertir en el capital intelectual y psicológico, en los conocimientos, en la inteligencia emocional, en el capital social y relacional, en el capital espiritual, viviendo la vida según los valores elegidos. Es la creatividad de cada uno la que nos ofrece la posibilidad de tener sueños, de responder a ellos, y de sobrevivir a las situaciones más adversas desarrollando todo el ingenio que sea necesario para acogerlas y hacerlas frente.

Deseo invitar con estas páginas a hacer un alto en el camino para pararse, descubrir ese sueño que dormita dentro, y materializar lo que se lleva tiempo buscando. Ese sueño que empieza a perfilarse cuando se desea algo nuevo, cuando se enfocan de manera diferente los problemas hasta convertirlos en los mejores maestros. En ese instante que parece mágico, el ayer ha pasado a ser simplemente historia, y el mañana seguirá siendo un misterio. Pero el hoy será el regalo con el que se puede contar para crear –y recrear– todo lo que se desea ser, para desarrollar el manantial que mana, para sacar a la luz la mejor versión que cada uno lleva dentro. A todas las personas les resulta difícil comprender que la felicidad es un estado de la mente cuando es capaz de adquirir nuevas ideas, nuevas maneras de hacer las cosas y nuevos motivos. Cuando adquiere un conocimiento de sus anhelos y consigue un deseo ardiente para alcanzar las metas.

Realizar el propio sueño no solo es llegar a comprenderlo: es hacer un alto en el camino para ver los cambios que requiere conseguirlo. Un cambio que puede medirse no solo valorando lo que se ha logrado, sino también los obstáculos que han sido superados y las situaciones que se están viviendo de manera diferente. Desde esta actitud se es responsable y libre al mismo tiempo. Se es consciente del propio poder y se desarrollan la confianza y seguridad necesarias para convertirse en la mejor versión de sí, para seguir haciendo realidad los sueños.

Para conseguir todos los objetivos que pretendo utilizo la siguiente estructura que es en sí misma, un modelo de transformación. En el primer capítulo, y a modo de fundamentación, señalo la necesidad de hacernos artífices de la vida, recreadores de la propia historia personal, ejecutores de la decisión de recrear la existencia, la realidad que cada persona tiene.

Para lograr ese cometido, divido el libro en tres partes. Cada una de ellas describe un proceso de los tres que señalo: conductual, afectivo-cognitivo y espiritual. Y explico cada proceso en tres momentos o vivencias diferentes.

He llamado «existencia de mayor inconsciencia» a la primera forma de vivir y de posicionarse en la vida, porque en ella predominan en la persona las conductas automáticas y reactivas, las motivaciones inconscientes, las emociones que, por no estar manejadas por la persona, muchas veces llevan al descontrol de la propia vida, a los pensamientos negativos, al funcionamiento desajustado…, aunque la persona, en su edad cronológica, haya alcanzado incluso la ancianidad.

He llamado «existencia de mayor consciencia» a la siguiente forma de vivir la vida. La persona que se encuentra en este momento de evolución y de transformación va poniendo luz en su vida, va descubriendo las heridas que la han condicionado y que están contaminando su presente, y va utilizando sus propios recursos internos para sanarlas.

Este conocimiento, y la aceptación de todo su bagaje existencial, la va predisponiendo para llegar a la tercera forma de vivir, la que he denominado como «existencia de mayor madurez». Cuando la persona la alcanza, va manejando de una manera más sabia y más adulta su vida. Es capaz de ir desarrollando poco a poco todo su potencial, y su proceso espiritual va culminando en el logro del gran reto que tenemos todos como una posibilidad de desarrollo: amar y ser amados. Engendrar y gestionar su mejor versión. La persona va logrando la verdadera libertad interna.

Esta división no es disyuntiva, sino que los tres procesos, en las diferentes vivencias existenciales, pueden darse alternativamente a lo largo de la experiencia. Es decir, a pesar de que la persona va pasando hacia una existencia de mayor consciencia, de mayor madurez, y puede ir alcanzando mayor estabilidad y autoconocimiento, en algunos momentos pueden darse en ella formas de actuar y de vivir que corresponden a la primera vivencia de mayor inconsciencia, de automatismos, de funcionamiento desajustado, o de formas reactivas de comportamiento donde no hay desarrollo ni transformación. Porque en nuestro proceso de evolución no hay nada definitivamente conseguido. Por lo tanto, la vivencia de una persona puede oscilar entre conductas que pertenecen a uno u otro momento de desarrollo. Lo que sí parece obvio es que, cuando se consiguen mayores cotas de crecimiento y de evolución personal, hay en la persona mayor consciencia que inconsciencia, hay un predominio de la madurez sobre la inmadurez, hay mayores cotas de felicidad que de insatisfacción e infelicidad. Eso sí, la persona tiene que estar alerta en todo momento para seguir creciendo.

Describo varios aspectos del funcionamiento conductual, cognitivo-afectivo y espiritual en estos tres momentos existenciales a través de 12 capítulos.

En el primero, como fundamentación y motivación de todo el proceso, señalo –como ya indiqué previamente– la importancia de ser artífices de la propia vida, tomando la decisión de recrearla.

Con los siguientes 11 capítulos desarrollo las tres partes del libro. En ellos, voy describiendo un modelo de transformación para ser artífices y recreadores de la propia vida. La primera parte la constituyen los capítulos segundo, tercero, cuarto y quinto: Proceso conductual. De la conducta reactiva a la conducta elegida, dedico los capítulos segundo, tercero, cuarto y quinto al Proceso conductual. De la conducta reactiva a la conducta elegida.

En la segunda parte desarrollo el Proceso cognitivo-afectivo en cuatro capítulos: los que van del sexto al noveno De la dependencia emocional a la interdependencia vinculada.

En la tercera parte desarrollo el Proceso espiritual en los tres capítulos finales De la fe doctrina a la vivencia de la fe.

Toda persona que quiera alcanzar la madurez, que desee crecer y trabajar en su desarrollo personal, ha de seguir la estructura que presento en este libro. Ha de evolucionar en cada uno de los tres procesos: conductual, afectivo-cognitivo y espiritual.

1

Recrear la propia vida

1. Gestionar lo mejor de mí

Nada es tan grande para una persona como lograr gestionar lo mejor de sí misma. Lo mejor que es, desarrollar todo lo que ha recibido y hacer que rinda de la mejor manera posible. Muy pocas lo consiguen. Desconocen, en realidad, cuáles son sus fortalezas y sus debilidades, cuáles sus dones y capacidades, sus valores, cuál es su riqueza. Cuáles son los talentos que posee y dónde reside su verdadero poder. Para gestionarse es imprescindible saber todo lo que pasa en el interior de su mundo interno, que solo se puede conocer cuando la persona se para a mirarlo. Pararse a mirarlo es darse cuenta y comprender qué es lo más noble que puede dar; es ofrecer al mundo la mejor persona que se es en todos los sentidos. Esto no se consigue cuando se daña a los otros criticando y rebajando su estima. Gestionarse es hacer las cosas desarrollando todas las posibilidades que se tienen, posibilidades que, además, pueden seguir evolucionando. Resulta difícil hacerlo cuando no se consigue callar la autocrítica que paraliza y bloquea. Gestionarse es vivir la vida aprovechando al máximo todo lo que esta ofrece, disfrutando de todas las oportunidades sin miedo a equivocarse. Los errores son una fuente de crecimiento, suponen dar en cada momento lo mejor que se puede dar: lo mejor de sí porque se ha corrido el riesgo de encontrarse y de rodearse de personas motivadoras que ayudan a ser plenas, a encontrar la mejor versión de cada uno. Todo lo bello del mundo, está dentro.

Considero que la vía para lograr este objetivo es caminar hacia el propio desarrollo personal, que ofrece la aptitud para gestionar la vida con sabiduría. Una competencia que se ha de lograr, en primer lugar, con uno mismo, analizando lo que no funciona y es preciso transformar; identificando las metas que realmente importa conseguir; alejándose de las personas tóxicas que no respetan, que empañan nuestro oxígeno con sus críticas y con su negatividad; sanando las heridas de las que emanan emociones negativas que consumen la energía inútilmente; siendo compasivos; desarrollando nuestros mejores dones.

Es el camino que pretendo ofrecer con este libro.

Al hacerlo quiero tener presente la respuesta que dio Miguel Ángel cuando, ante el asombro de varias personas que contemplaban la La Piedad, que había terminado de esculpir, contestó sin dilación alguna:

«La escultura ya estaba en la piedra. Yo, únicamente fui eliminando el mármol que sobraba»

Y ante otras de sus obras dijo:

«Vi el ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad».

«Cada bloque de piedra tiene una estatua en su interior, y es tarea del escultor descubrirla».

«En cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Solo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos».

«Cuantos más son los residuos de mármol, más crece la estatua».

«La fe en uno mismo es el mejor camino y más seguro».

Me pregunto muchas veces cómo conducirme a mí misma y a cualquier persona para lograr la talla de su mejor versión y obtengo la respuesta en estas palabras. Todo lo que realmente somos se encuentra dentro de un envoltorio que es preciso sacar a la luz, desenmascarar. De modo que, al ir quitando lo que sobra, podamos lograr el mayor esplendor y la mejor escultura que podemos llegar a ser. Eso es lo que pretendo. Ofrecer en estas páginas un camino de trabajo interno, de desarrollo personal, de crecimiento para alcanzar la mejor versión.

La mayor fuente de infelicidad es la incapacidad de autogestionar la propia vida, de no saber –o no poder– arrancar la poderosa mina que llevamos dentro, lo mejor que tenemos, lo mejor que somos, y conocer también todo lo que está dificultando y obstaculizando nuestro desarrollo. Todo lo que necesitamos, todo lo que somos, está dentro.

1.1. Gestionarse es autodirigirse

Gestionarse es tomar una rotunda decisión, la de transformar un sueño en una meta real, en una meta conseguida evitando a los enemigos de nuestros propios sueños. Es definir prioridades (hace falta pararse a verlas) y descubrir la magnitud del propio potencial, la pasión que ha de vertebrar la vida, todos los talentos que le hacen descubrir dónde se encuentra su verdadero poder. Por eso me apasiona este tema. Creo que encierra grandes posibilidades para vivir una vida lograda, para obtener el beneficio que está latente dentro de cada ser humano y que diferentes obstáculos que nos ponemos a nosotros mismos, lo dificultan e impiden.

La falta de confianza en uno mismo puede limitar todo lo que se es en potencia y todavía no se ha desarrollado. Esta carencia procede de la inconsciencia con la que una persona puede estar viviendo su vida. Inconsciencia que ciega, que puede apoderarse de su timón vital, que la pone en contra de sí misma al centrarse en los miedos en lugar de hacerlo en sus planes y metas para alcanzar lo que desea; inconsciencia que, en definitiva, impide a la persona ver y desarrollar el tremendo poder interior que tiene dentro de sí. Necesita observarse y, de acuerdo a la toma de conciencia que puede hacer desde esta observación, tomar las decisiones necesarias para modificar o desarrollar lo que verdaderamente es. Puede convertir en oportunidad cualquier situación que viva para conseguir la vida que quiere. En toda circunstancia puede luchar por sus sueños.

Es la manera de pensar, son los pensamientos, los que merman muchas veces la autoconfianza; ellos hacen que se desencadenen las emociones que, a su vez, tienen su influencia en los comportamientos que no conducen al desarrollo de todo lo que una persona desea alcanzar. La mente agranda muchas veces los problemas, haciéndonos creer que somos más frágiles y vulnerables de lo que realmente somos. La angustia que nos crean tales pensamientos nos bloquea y nos mantiene encerrados. El desarrollo de la espiritualidad, que ayudaría a tomar conciencia de la cercanía o lejanía de la unidad que la persona es, tampoco está suficientemente desarrollada. En este caso, las relaciones sociales dejarán de ser armoniosas, si es que algún día lo fueron.

1.2. La autogestión y el conocimiento propio

Se necesita motivación, que es la que lleva a la pasión por algo. Todos pensamos, todos sentimos, todos gozamos y, en algún momento del recorrido del viaje de nuestra existencia, todos sufrimos. No tenemos las suficientes herramientas para afrontar los retos frente a los que la vida nos va poniendo. Nadie nos ha enseñado a gestionar todas nuestras experiencias, a sacar lo mejor que somos y entregarlo como experiencia personal al mundo.

Para autogestionarse es necesario conocerse. Un compromiso de introspección que requiere atención concentrada en muchos momentos, para ver la propia manera de responder ante determinadas situaciones y vivencias. Resulta difícil, casi imposible, conocerse cuando se vive una inconsciencia grande que aleja de la verdad que cada uno es. Por eso, no me canso de hacer comprender al lector la importancia de salir de la inconsciencia en la que puede estar sumergido de modo que, dándose cuenta de la verdad que es, pueda acercarse poco a poco a una mayor consciencia y a una vida de madurez que arranque la mejor versión de sí mismo.

2. La decisión de recrear la vida

Recrear significa conectar, experimentar y entender lo que se vive, es decir, comprender las vivencias, los retazos que se van desgranando en cada una de ellas y elegir procesarlas de otra manera. Recrear significa también sentir gratitud incluso por las cosas más pequeñas de nuestra vida, donde se esconde la belleza más genuina, una belleza que aporta satisfacción y gozo. Estar aquí y ahora, en este mundo, ya es una gran maravilla. Recrear significa impedir a los pensamientos limitantes y a las emociones negativas que obstaculicen poder disfrutar de la vida que nos ha sido dada. Cuando se hace con una actitud de crecimiento, la persona va siendo consciente de la postura que toma ante las dificultades y ante los objetivos de su vida; intenta dar un buen sabor a lo que hace y es. Todo ello desde un potencial, que desarrolla, con el que puede hacer frente a las frustraciones y problemas con un talante de optimismo prometedor, repleto de posibilidades y, sobre todo, con bondad, que es uno de los sentimientos más genuinos y admirables que posee el ser humano. Recrear es plantearse retos, disfrutar de los sueños que toca con las yemas de sus dedos y de aquellos otros que aún no toca, pero que atisba en un horizonte muy cercano. Significa seguir soñando, disfrutar cada momento como si fuera el último de los días, y experimentarlo con agradecimiento, por difícil y doloroso que acontezca.

Viktor Frankl repite con insistencia a lo largo de toda su obra que se puede asumir la responsabilidad de encontrar dentro una respuesta constructiva ante los problemas y ante las dificultades que se plantean. Una respuesta para llevar a cabo la misión, las tareas propias, que la vida va asignando a cada uno. Él insiste en que se nos puede arrebatar todo, se nos puede destruir la vida, pero nadie nos puede arrancar la libertad de seguir nuestro propio camino. Esta libertad nos puede otorgar el sentido y el significado a la vida que nos ha sido concedida. A nuestro hacer y ser. La felicidad no es cuestión de suerte, nos dice: es cuestión de actitud. Me encanta la manera de enfocar la vida y el sufrimiento que nos ofrece en su libro El hombre en busca de sentido3. En él, desde la experiencia de sufrimiento del Holocausto, lanza un mensaje repleto de verdad sobre la capacidad humana para vivir y superar la adversidad. La libertad esencial, nos dice, es la de elegir la actitud con la que se pueden vivir los hechos cotidianos. Siempre podemos optar, elegir, sean cuales sean las circunstancias vividas, sean cuales sean las personas que nos rodean. Podemos elegir tener una actitud de apatía, de ira, o una actitud de amor y de compromiso con el otro. Lo que sostiene en la adversidad, lo que da fuerza para vivir algunas circunstancias difíciles, es el amor que tengamos a un ser querido, a una tarea, a una misión. Eso es lo que nos aporta significado y sentido, tener la certeza interior de que con nuestro amor estamos haciendo una importante aportación al mundo. El convencimiento de que toda persona posee la capacidad de ser libre ayudará a cambiar la propia actitud ante la vida.

A través de sus palabras, he comprendido, en mi propia experiencia, la gran capacidad que tenemos de trascender las dificultades. He comprendido que merece la pena gastar un tiempo de la existencia en descubrir todo lo que verdaderamente nos hace protagonistas de la vida que vivimos. Porque cuando se renuncia a la posibilidad de ser autores de la vida, nos podemos convertir en autómatas, en máquinas que van emitiendo respuestas rutinarias, respuestas automatizadas que aumentan el vacío que se puede sentir dentro. Los actos de los individuos pierden su calidad humana si les falta deliberación y decisión. De ahí la urgencia de convertir cada instante en una oportunidad que lleve a disfrutar de las maravillas que existen dentro de nosotros, y de las maravillas que existen también fuera. De encontrar la sorpresa que encierra cada hecho, cada persona, cada situación, cada sonrisa con un pensamiento creativo que sustituya al rutinario y derrotista.

La creatividad permite hacer oídos sordos al desaliento y, a su vez, escuchar los gritos del mundo que reclaman una respuesta. Cuando se renuncia a la condición de ser autores de la propia vida, se vive lejos de los valores que expresan la legítima dignidad humana. La persona, entonces, se va dividiendo en partes. Aunque la insatisfacción que resulta como consecuencia de ello la lleva a buscar novedosas compensaciones, no le resulta fácilmente soportable: hace lo que sea para no sentirla. Con la creatividad que le ha sido dada, puede cuestionar las actitudes, romper los límites, reconocer patrones de conducta, ver la realidad de otro modo, asumir riesgos, encontrar lo mejor dentro de lo negativo o peor, encontrar razones para reír cuando solo se desea llorar. En definitiva, delimitar la propia identidad.

Me describo lo que significa

para mí vivir y hacerlo con plenitud.

2.1. Vivir fuera, desconectado

He captado muchas veces la inconsciencia con la que algunas personas viven su acontecer diario. No reflexionan, no piensan, su forma de manifestarse es muy automática. Les resulta muy difícil extraer de cada experiencia el aprendizaje evolutivo o el crecimiento personal que subyacen en ellas. Es un aprendizaje nada fácil. Si la experiencia, sobre todo la difícil y dolorosa, no se integra adecuadamente, será experimentada como algo doloroso y/o traumático que dejará una herida en la psique y, más tarde, en el cuerpo. Dejará una huella. Es la consecuencia de vivir desconectados.

2.2. Creadores de la experiencia vivida

En cada experiencia elegimos, consciente o inconscientemente, la actitud con la que reaccionamos y respondemos a ella. Se puede elegir transformar en lugar de repetir; renovarse y crecer en lugar de estancarse. La experiencia de toda persona es una devolución de sus pensamientos, de su estado emocional y de la actitud que decide tomar en cada momento. Es importante darse cuenta de ello. Cuando se suceden experiencias desagradables no es porque la suerte se haya alejado de nosotros. Somos los creadores de nuestra realidad, somos responsables de todo lo que nos pasa y de todo lo que atraemos a nuestra vida, del tipo de experiencias y de las relaciones que mejor se ajustan a las emociones que más se repiten en nosotros. Cada sujeto transforma la realidad que vive en su propia experiencia, que se convierte en una respuesta a los pensamientos y a las emociones que ha puesto en marcha. La realidad es producto de una construcción y los sentimientos participan de ella, creándola. Y la influencia del pensamiento sobre los sentimientos es decisiva. Es urgente cambiar de perspectiva, mutar la manera de sentir y de pensar para cambiar la situación, para actuar sabiamente, para crear nuevas experiencias. Se pueden crear nuevas realidades, cambiar las condiciones de vida. Utilizando los dones que nos han sido dados, se puede transformar algo supuestamente negativo en algo positivo y beneficioso. Porque creamos lo que creemos, también creamos lo que tememos. Por esa razón vivimos una y otra vez la misma experiencia con diferentes escenarios. El ego dramatiza todo, busca a quién culpar para autojustificarse, impide la transformación que se necesita para renacer, para disipar la confusión que, a veces envuelve a la persona, para no ver la verdad. Necesita decidir, soltar esa vieja manera de vivirse; ha de intentarlo.

Necesita recrear la vida. Para hacerlo ha de aprender a sentir toda la energía del silencio que, cuando es verdadero, no supone solamente ausencia de sonido, sino también ausencia de intereses personales, de orgullo, de una falsa idea de sí mismo/a. El silencio de la mente es lo más complicado de lograr por la cantidad de pensamientos que se están creando en ella en cada momento. La creatividad permite recrear lo que no funciona. Permite sentir el impulso vital para recargarse de energía y purificarse de todo lo que satura y aleja de uno mismo. La creatividad permite excavar para descubrir las raíces que se encuentran en lo más profundo, y elegir de acuerdo a lo que se va constatando. Descubrir y valorar la belleza de las cosas simples: de las sonrisas, de los pequeños gestos, de las lágrimas, de cualquier detalle que puede cambiar la existencia.

Para recrear y rediseñar la vida, se necesita también dejar de culpar a otras personas, o a las circunstancias, de lo que nos afecta. Ponerse en acción para conseguir lo que se desea y se sueña, pasando de ser espectadores a actores; acallar las voces sobre lo que se cree ser, voces que impiden seguir caminando hacia los objetivos y los sueños perseguidos. Y seguir otras voces que también están dentro: las voces que impiden que lo mejor que somos se pierda en la negatividad y en los lamentos; las voces que no se quedan en lo que falta, en lo que desagrada, sino voces que hacen sonreír, que hacen ver lo que la vida nos regala en medio de las dificultades y problemas. Las voces que sitúan ante un futuro prometedor y rebosante de esperanza.

3. Protagonistas de la propia vida

Ser protagonista es tener opciones, saber lo que se quiere, impedir que las decisiones y elecciones que le pertenece tomar a una persona, las tomen otras. Ser protagonista es elegir la vida que se quiere vivir. Elegir no es fácil, porque significa renunciar: es correr el riesgo y tener la capacidad de hacerlo. Tener capacidad para asombrarse, emocionarse, implicarse y dejar de perderse en un guion que se va repitiendo, que va llevando a la persona a ser esclava de sí misma. Ser protagonista supone dedicar los mejores dones a perseguir los sueños, establecer objetivos sanos para la vida y dividirlos en metas más pequeñas y alcanzables. Es encontrar el propio lugar en el mundo, recrear la maravillosa vida que tenemos. Hace falta silencio para cargar el corazón de serenidad y coraje, para saber esperar a que la semilla se pudra en la tierra, muera y emerja la planta; para que el fruto madure, caiga y podamos recogerlo.

«El silencio es la última trinchera que nadie puede cruzar, la única habitación donde hallar la paz, el estado en el que el sufrimiento baja por un instante los brazos. El silencio fortalece nuestra debilidad. El silencio nos arma de paciencia. El silencio en Dios devuelve el coraje»4.

¿Soy protagonista de la vida que vivo?

¿Me he perdido en algún momento

del camino que recorro?

¿De qué me siento orgulloso/a

de lo que he vivido hasta ahora?

4. ¿Qué necesito para convertirme en protagonista?

4.1. Vivir conectados

Es una necesidad imprescindible para poder cambiar las percepciones y las emociones, para poder reescribir la historia personal que se ha vivido. La experiencia de la vida no es lo que sucede, sino el resultado de la interpretación que se da a las cosas que suceden. Se ha de cambiar la manera de percibirlas; se ha de cambiar el significado que se da a los hechos que son los que están creando los pensamientos y las emociones. Entender el sentido de lo que es vivir. Toda persona tiene el poder sobre sí misma y sobre su propia vida. Por tanto, puede reescribir su historia cuando vuelva a revivir ciertas experiencias que fueron traumáticas o dolorosas con una emoción diferente, y sobre todo, sin culpabilidad ni resentimiento. Pero muchas veces se es inconsciente de las experiencias que quedan acumuladas dentro. Por eso, la persona habla de sus problemas como si vinieran de fuera de sí misma, se proyecta en cualquier ser humano con el que se relaciona. No se acaba de enterar de que gran parte de su desarrollo depende de adoptar creencias diferentes sobre los hechos que fueron, sobre los hechos que se vivieron entonces, cambiando la interpretación que se tuvo de los mismos cuando se experimentaron. Solemos interpretar los hechos sometiéndolos a un patrón inconsciente que crea la personalidad y que clasifica en bueno o en malo lo que se vive. Se han de cambiar esos patrones con los que se contempla la realidad como una forma de autocuidarse o de cuidar a otros. Es una decisión personal.

4.2. Relacionarse sin expectativas

Nuestra relación con los demás debe producirse sin crear ningún tipo de expectativa, sin esperar que ellos sean lo que se desea o, incluso, lo que se exige que sean. Sin creer que existen para que puedan satisfacer nuestras propias necesidades. Nada sucede casualmente. Suceden las cosas para que podamos adquirir la sabiduría que necesitamos para conocernos, para crecer y desarrollarnos, para vivir el amor –que es la actitud que nos construye a todos–. Podemos creernos estupendos, listos o bondadosos, pero si nuestra vida no lo está reflejando con la propia conducta, con la propia actitud y elección, no estamos siendo lo que creemos ser. Podemos pensar que somos fuertes, pero si cualquier cosa nos ofende y nos lastima, la realidad está confirmando que somos débiles y vulnerables. Solo los hechos son la verdad; solo los resultados la reflejan. Y estos son producto de sentimientos y pensamientos, y también resultado de las acciones. Para pasar a una vida consciente, de mayor madurez, es necesario conocernos.

4.3. Autoconocerse

El ser humano suele dar por sentado que se conoce a sí mismo, aunque al observar sus actos me cuesta mucho entender la certeza de ese supuesto. De manera general cree saber quién es, pero es frecuente que lo que cree esté siendo una trampa. Son pocas las personas que han hecho el proceso interior para llegar a ser conscientes, maduras y desarrolladas. Son muy pocas las que han encendido dentro de sí el deseo de hacer algo extraordinario con la propia vida, aunque el viento sople en contra. La persona es una gran desconocida de sí misma, no ha crecido, no se ha desarrollado hasta llegar a esa madurez que permitiría la autoconstrucción y la autoconducción de su vida.

Autoconocerse es hacer un acto de consciencia. Supone darse cuenta, comprender la manera en la que la mente almacena todas las experiencias de la vida con una connotación positiva o negativa, según fueron vividas, interpretadas, valoradas en su momento, y con las emociones que emanaron de todo el conjunto. Autoconocerse es buscar la causa del comportamiento propio. La mayor parte de las veces, las razones están escondidas en lo más profundo de cada uno. Llegar a esa meta es un difícil objetivo cuando no se capta la importancia de dedicar el esfuerzo mental necesario para procesar las conductas que espontáneamente y de manera automática hacemos a diario, para descubrir nuestros patrones mentales. El proceso siempre empieza desde dentro hacia afuera. Las grandes transformaciones personales solo pueden comenzar desde el autoconocimiento de aquello que se es.

El autoconocimiento permite dejar de atraer todo lo que hay en la propia mente. Si la persona se trata sin amor, criticándose permanentemente, esa acumulación de juicios negativos la conducirá inevitablemente a reexperimentar la culpa y, entonces, creerá que a ella le corresponde un castigo. Para que su vida se ajuste a esa percepción equivocada que tiene de sí misma, de manera inconsciente, modificará su realidad para recibir un castigo que le llegará en forma de fracasos, enfermedades, problemas, conflictos en las relaciones… Pero si, por el contrario, se quiere, se acepta sin condiciones, se mira amorosamente, puede sentirse merecedora de todo lo bueno. Entonces, desarrollará y ejercitará la facultad de crear y reflejar plenitud y amor dentro y fuera de sí misma. No podrá hacerlo sin antes reconocer y aceptar que es vulnerable, que comete errores, que está equivocada en muchas ocasiones y que, justamente, puede sentir la fortaleza que desea cuando es capaz de decirse la verdad como es, sin disfraces inútiles y absurdos con los que trata de engañarse y protegerse de dolorosas verdades que no es capaz de soportar. Necesita analizar su recorrido vital en el aspecto que considera importante. El objetivo es integrar todo lo que ha vivido, y recorrerlo desde una visión más positiva, de modo que le dé sentido y vitalidad para continuar caminando

Con la creatividad se puede conectar con el propio interior y darse cuenta de si se está haciendo algo para alcanzar los sueños. Para este proceso se ha de mirar el pasado para buscar información de lo vivido en él. Se ha de aprender la lección, el aprendizaje que han enseñado los hechos, sin permitir que ese pasado determine la vida. No se realiza este logro sin reconocer la propia vulnerabilidad, sin dejar al descubierto las carencias y las debilidades que se han guardado sigilosamente dentro con tantas máscaras y con potentes cerraduras, durante tantos años. Quizá la inconsciencia se está dando porque no hay nada más doloroso para una persona que saber la verdad sobre sí misma. Duele mucho ver cómo aprendió a mirarse. Por esa razón, cuando trata de captar quién es, puede poner en marcha multitud de defensas para protegerse. Defensas que llevan al autoengaño. El cerebro altera ligeramente la percepción de la realidad y produce una mentira de la que no se es consciente. Se trata de un recurso al que acude para resolver distintas situaciones de su vida, un mecanismo universal de adaptación que impide asustarse de lo que puede descubrir de sí misma o de la realidad que vive. Se miente –muchas veces de manera inconsciente– para evitar o reducir la angustia. Lo hace cuando desvía la culpa de sí misma y la pone en otra persona. Incluso cuando desvía su propio autoodio hacia otros, cuando lo deposita en alguien, haciéndole creer que merece su rechazo y toda su rabia. De este modo, nunca se reconocerá ni se responsabilizará de sí misma para corregir sus errores. Pero no existe otro camino para recrear su vida que saber quién se es realmente: cuáles son las fortalezas y los valores, cuáles son aquellos aspectos en los que puede crecer y evolucionar, cuáles son los que más entorpecen. Ha de conocerse. Dejar de sentirse víctima del comportamiento de otros, dejar de culparlos de sus sinsabores, de sus experiencias negativas, dejar de introducirse así en una espiral de sufrimiento del que no se sale fácilmente. Dejar de desaprovechar el regalo de esta vida, que le ha sido dado para ser feliz y para ayudar a otros a serlo, para descubrir las maravillosas oportunidades que encierra todo aquello que, cada día, contiene una secreta hermosura.

Parte I. El proceso conductual. De la conducta reactiva a la

conducta elegida. Libertad de autodeterminación, de elección

Me gusta pensar y describir las palabras que nos definen como persona: alguien capaz de pensar –inteligencia–; capaz de decidir –libertad–; capaz de querer –voluntad–. Alguien que se mueve por todo aquello que la mente de cada uno de nosotros considera un valor, un bien; capaz de darse y comprometerse, capaz de amar. Es también un espíritu, esencia interior invisible y permanente, que ha tomado cuerpo y que está abierta a lo trascendente. No resulta difícil definirla. Pero, en el día a día, resulta complicado vivir cada una de sus facetas. Resulta complicado autodescubrirse y comprenderse a uno mismo/a y, desde esta comprensión, autoconstruirse, caminar feliz, crecer. Insistiré en la necesidad del autoconocimiento en otras páginas de este libro.

4.4. Gestionar la mejor versión de uno mismo

Los seres humanos solamente aprovechamos una pequeña parte de nuestras posibilidades, una pequeña parte de la capacidad total de nuestro cerebro y de todo nuestro potencial. Necesitamos desarrollar toda la capacidad para poder utilizar todos nuestros recursos. Cuando la persona se arriesga a encontrarse en la verdad que es, le resulta más posible lograr la mejor versión de sí misma, el desarrollo de todas sus competencias. Le resulta más posible dejar atrás esa loca carrera de ser la persona perfecta para las demás personas. Los defectos reconocidos nos hacen humanos a ojos de todos: ha de decidir aceptarlos y celebrarlos; ha de intentar transformarlos en lugar de tratar de ocultarlos. Es un proceso continuo de un viaje, no de un destino. Como dijo Octavio Paz «ser uno mismo es, siempre, llegar a ser ese otro que somos y que llevamos escondido en nuestro interior, más que nada como promesa o posibilidad de ser».

Gestionar nuestra mejor versión supone lograr la mejor competencia de sí, aprovechar todos los talentos, ser auténticos. Saber establecer objetivos altos y motivadores para todas las áreas de la vida. El crecimiento más importante está en lo más profundo del ser, en el corazón; en sus pensamientos, en sus actitudes y en sus acciones regidas por el amor. Todo lo que puede emerger a partir de ese crecimiento interno, será consecuencia de él, y podrá hacer con su vida algo que merezca la pena. Será el mejor sustento de todo lo que es como posibilidad. Con sus debilidades reducidas y con sus cualidades potenciadas. Será una persona feliz que no dependa de nadie para ser lo que es. Einstein señaló que «todo el mundo es un genio. Sin embargo, si juzgas a un pez por su habilidad para escalar un árbol, pasará toda su vida pensando que es un estúpido». Cuando tenga la decisión y el coraje de encontrarse, de cuestionar todas las convicciones que la limitan, y tome la decisión de cultivar aquellas otras que van en consonancia con la estupenda e increíble persona que es, su vida empezará a gestar y gestionar la mejor versión de sí. Desarrollará su ilimitado potencial y la capacidad de recrear su vida con altura de ideales, con amplitud de metas, tomando de la mejor forma la dirección que lleva: será la persona que auténticamente es capaz de ser. Cualquiera de las adversidades que ha sufrido a lo largo de su existencia será una preparación para que pueda gestarse lo mejor, para que pueda transformarlo en una versión mejorada de sí misma.

Hago una lista de mis cualidades

positivas, o de mis virtudes personales,

especialmente de aquellas

que me ayudan a amar mejor.

2

Cuando la inconsciencia

domina a la consciencia

Automatismos: estímulo-reacción

1. La conducta, conjunto de comportamientos de una persona

La conducta es la forma de pensar, sentir y comportarse. Existe algo dentro o fuera que moviliza el comportamiento de una persona y le hace expresarse, no solo en una acción concreta, sino también en una forma de pensamiento y de sentimiento. En realidad, la conducta lo engloba todo: lo físico, lo emocional y lo cognitivo; es la manifestación de la personalidad y expresión de un particular modo de ser. En la conducta influyen la genética y el aprendizaje, la historia vivida, la gestión adecuada o inadecuada de las emociones, la manera de percibir e interpretar lo que se ve, se vive y se siente, la manera de reaccionar frente a los estímulos internos o frente a los estímulos del ambiente. En definitiva, es el modo que tiene una persona de percibir y valorar una situación, el modo de reaccionar a ella. Por lo tanto, no ha de considerarse solo lo que hace, sino también lo que piensa y siente. Unas veces, la manera de manifestarse es observable –taquicardias, sudoración, palpitaciones, sonrojo–, también aparece en respuestas y reacciones automáticas agresivas o pasivas –inquietud, nerviosismo…–, y otras veces, la manifestación de la conducta aparece encubierta, como los pensamientos y sentimientos, o las motivaciones, que se producen en un momento dado y solo la persona puede reconocer y nombrar, si es capaz de autobservarse. Se trata de un análisis de lo que le impulsa, de lo que la puede detener, una toma de conciencia de la propia conducta, de las condiciones psíquicas que pueden generar cambios en ella. La sensibilidad percibe los estímulos; o, lo que es lo mismo, percibe todo aquello que provoca una respuesta, una conducta, un cambio.

Cuando en una persona prevalece una mayor dosis de inconsciencia que de consciencia de lo que es y hace, se encuentra posicionada en una constante desconexión de sí misma. Este posicionamiento le hace tener conductas automáticas, impulsivas, reactivas (de estímulo-respuesta), acciones inconscientes o involuntarias que, por la irreflexión con la que está viviendo, le es imposible reconocer y nombrar. Puede permanecer con esta ceguera y desconexión hasta el final de sus días.

¿Soy una persona consciente

o inconsciente? ¿En qué medida?

Por el contrario, cuando ante el estímulo elige la manera de reaccionar, está eligiendo una conducta de acuerdo a determinados valores que la motivan. Su acción, en este caso, es proactiva, la conducta es libre y responsable, no condicionada al estímulo5. Estaríamos ante una persona que puede funcionar con habilidades que le permiten emitir conductas que van de acuerdo a las demandas del entorno y que son valoradas positivamente por él. El aprendizaje que puede obtener de su experiencia también puede incidir en estas conductas, pero también puede funcionar de manera desequilibrada con conductas problemáticas o desadaptadas que afectan negativamente a su desarrollo integral y que provocan el rechazo del ambiente en el que vive. En estos casos existen limitaciones en las habilidades conseguidas por la persona, tanto para su propio desarrollo y crecimiento como para las relaciones interpersonales y su adaptación al medio. En la conducta también puede influir la estabilidad o inestabilidad afectiva, las heridas psicológicas, la imagen de que la persona tiene de sí misma, la variación constante de sentimientos y estados de ánimo sin una causa concreta –o que se producen por motivos insignificantes–. Cualquier conducta problemática es la consecuencia de una falta de madurez y crecimiento personal, de una desconexión de sí que impide el autoconocimiento.

2. La vida resultado de nuestros actos

La conducta, como acabo de decir, es la reacción consciente o inconsciente, involuntaria o automática que se provoca en un ser humano que se ve afectado por las circunstancias concretas que está viviendo, o por un estímulo interno que mueve sus afectos. La conducta se produce por una serie de patrones individuales que hacen que una persona se comporte generalmente de un modo concreto y determinado en una circunstancia. Si no es consciente de sus conductas mecánicas y se deja conducir por ellas, vivirá su vida con el piloto automático puesto, y este dirigirá y guiará todo lo que la persona es, todas sus acciones. En este caso, no se dará cuenta de lo que hace ni de por qué ni para qué lo hace. Por lo tanto, ignorará los motivos de sus acciones y las consecuencias de las mismas. Repetirá una y otra vez las mismas secuencias, el funcionamiento será el mismo, y su desarrollo se quedará fijado a una etapa de su pasado sin sufrir la evolución ni la transformación que puede hacerla feliz.

2.1. Las necesidades insatisfechas impulsan a la conducta