GuíaBurros: Cómo mejorar tu estado de ánimo II - Lola López - E-Book

GuíaBurros: Cómo mejorar tu estado de ánimo II E-Book

Lola López

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  • Herausgeber: Editatum
  • Kategorie: Ratgeber
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

Muchas veces la causa del sufrimiento que nos aqueja se debe a la presencia en nuestras vidas de personas tóxicas cuya influencia, a veces de modo más evidente, otras de forma más sutil, nos procura dolor e infelicidad y nos destroza la autoestima. El primer paso para recuperar nuestra felicidad es identificarlas, luego conocer sus estrategias y, finalmente, aprender o a separarlas de nuestra vida o, cuando esto no es posible, minimizar su influencia de modo que no nos hagan más daño. Esta obra de la mano de una experimentada psicóloga, muestra cómo realizar estos pasos hasta alcanzar la libertad respecto a la nociva influencia de estas personas.

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Seitenzahl: 129

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GuíaBurros: Cómo mejorar tu estado de ánimo II

Deja de sufrir por los demás

Lola López

www.mejorar-estado-animo.guiaburros.es

© EDITATUM

© Lola López

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art.270 y siguientes del Código Penal). El Centro Español de Derechos Repográficos (CEDRO) vela por el respeto de los citados derechos.

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Primera edición: julio de 2023

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Sobre la autora

Lola López es licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Psicología empresarial. Es profesora de Mindfulness (MBSR) por las Universidades de Massachusetts y Brown y Máster en Recursos Humanos por el Instituto de Empresa (IE).

También es coach y experta en psico dinámica de grupos para empresas además de diplomada en Psicología de las Organizaciones y en Psicología Positiva.

Es socia-directora de Psicólogos empresariales (Mindfulness-empresas) en donde imparte programas de formación para la reducción del estrés, Gestión e Inteligencia Emocional, Liderazgo y Desarrollo de personas para diferentes empresas privadas e instituciones.

Psicóloga-directora de Psicología y Mindfulness Madrid donde trabaja en colaboración con distintas instituciones formativas.

Profesora de la escuela de Gobierno y Liderazgo de Colombia para Latinoamérica.

Miembro acreditado de la School of Public Health de la Universidad de Brown.

Ha desarrollado su labor profesional durante veinticinco años como psicóloga en el Instituto de Empresa Business School (IE).

Autora de los libros Mindfulness para empresas. La excelencia empieza en ti; GuíaBurros: Mindfulness. Programa de reducción del estrés; GuíaBurros: Aprende a gestionar el estrés; GuíaBurros: Cómo vencer el estrés laboral y GuíaBurros: Cómo mejorar tu estado de ánimo I.

www.lolalopezpsicologia.com

www.mindfulness-empresas.com

www.linkedin.com/in/lolalopezsanchez

Agradecimientos

Este libro se lo dedico por entero a mis padres, que han sido la base de mi empatía y mi compasión.

A mi madre, por ser extraordinaria, cuidadora y amante de su familia. Mi mejor referente de vida.

A mi padre, por su gran fuerza interior, su incondicionalidad y su ejemplo.

Gracias a todas las personas honestas que viven sus vidas sin tratar de dañar al prójimo por propio interés, sino de ayudarlo solidariamente, consolarlo y beneficiarlo, sobre todo en situaciones de catástrofe.

Introducción

Este libro es la segunda parte de Cómo mejorar tu estado de ánimo I. Deja de sufrir.

En esta obra hablaremos de las relaciones interpersonales, que a veces hacen que aumente nuestro estrés y nuestro malestar.

Una de las grandes fuentes de sufrimiento humano está relacionada con las personas que nos rodean y con quienes tenemos contacto de alguna índole, es decir, con todas aquellas cosas que nos puedan hacer o que podamos interpretar respecto a su comportamiento hacia nosotros. Pero también tiene relación con la preocupación por el prójimo, especialmente por los seres queridos que vemos en peligro, amenazados o que están sufriendo por cualquier causa, o sea, de una forma u otra, con quienes convivimos nos influyen definitivamente en cómo nos sentimos.

Lo que nos pase en nuestras relaciones interpersonales hace que nos sintamos bien o mal, sin que podamos casi evitarlo en muchas ocasiones. No en vano somos seres sociales, capaces de amar incondicionalmente, pero de sufrir también lo indecible a causa de los otros. Nuestra afectividad, querámoslo o no, está implicada en cualquier relación humana, sea de trabajo o personal. La mayoría de las cosas malas que nos pasan en nuestra vida, sin contar con el sufrimiento que supone por ejemplo la pérdida de un ser querido, una desgracia imprevisible o una enfermedad, es el sufrimiento que nos generan los otros. El padecimiento más frecuente que tenemos, lo que más nos contraría, tiene que ver casi siempre con cómo interpretamos la conducta de los que nos rodean, pero también con cómo nos afecta —o cómo permitimos que nos afecte—.

Interpretamos a los demás muchas veces de acuerdo con nuestras expectativas. Las expectativas que tenemos hacen que busquemos sin premeditar a personas que concuerden con nuestras ideas, con cómo somos y lo que nos gusta, o que eliminemos, dentro de lo que esté a nuestro alcance, a todas aquellas que no tengan los atributos que sean importantes para nosotros. Una vez que ya establecemos este sesgo personal con la gente que nos rodea, les podemos estar dando a los elegidos para compartir el poder para dañarnos, si no sabemos discernir hasta qué punto nuestro ánimo debe depender de ellos; mucho más si los lazos que establecemos entre nosotros y ellos son afectivos.

Nos pueden dañar cuando nos defraudan, nos decepcionan, nos traicionan. Sentimos que no les importamos, o nos maltratan de algún modo, con frialdad, prepotencia, indiferencia, humillaciones, insultos o incluso maltratos físicos en los peores casos. La frustración que nos generan estas conductas, además de la impotencia y el daño físico y emocional, será directamente proporcional a las expectativas que tengamos puestas en esa persona, pero sobre todo a la necesidad de dependencia que pongamos en esa relación. Por eso el malestar que nos pueden crear los demás puede llegar a ser infinito si hacen que perdamos nuestra autoestima, comparándonos con otros o permitiendo que nos infravaloren y no nos respeten.

Pero no solo es estrés lo que nos causan las personas que tenemos en nuestro entorno, también es muy cierto que disfrutamos con y de los demás, aprendemos de ellos, nos beneficiamos de las relaciones humanas, aunque estas no sean perfectas. El secreto para aprovechar lo bueno de nuestras interrelaciones seguramente empiece por entender el funcionamiento de la mente humana, y eso no está normalmente a nuestro alcance. No podemos conocer al cien por cien a cualquier persona, ni siquiera en un buen porcentaje; ni aun poniéndonos en su lugar podemos saber qué la mueve a ser como es y a pensar como piensa. Tener habilidades para desenvolvernos en esas relaciones, donde existen cientos de miles de situaciones, intereses, actuaciones y sentimientos ajenos es necesario, pues ya de por sí no es nada fácil convivir en el día a día. Si desarrollamos habilidades para relacionarnos bien con otras personas, las posibles fricciones, malentendidos o conflictos que puedan surgir disminuyen considerablemente.

La dependencia que tenemos de nuestros progenitores cuando somos niños, poco a poco, si nos desarrollamos emocionalmente de forma sana, se va convirtiendo en una interdependencia en la que el adulto es capaz de dar, cuidar, proteger al otro y también recibir de él. Esta interdependencia la traspasamos a nuestra vida de mayores, con nuestra pareja, con compañeros de trabajo, amigos, etc. Un apego sano a las personas que durante un trayecto de nuestra vida nos protegen y nos enseñan conseguirá que tengamos la madurez necesaria para poder dar generosamente y permitirnos al mismo tiempo recibir de los demás. Este no es un tema baladí, pues ¡cuántos adultos sufrimos de más por no saber relacionarnos o comunicarnos de forma equilibrada con personas importantes en nuestras vidas, a consecuencia de experiencias en nuestra niñez o adolescencia que nos marcaron!

En las relaciones personales adultas debería existir siempre una interdependencia, basada en el respeto. Los dos han de dar y recibir; de otra manera, se puede convertir en una relación de dependencia hacia el otro por una de las dos partes, lo cual no es sano ni deseable. Sin embargo, ¡cuántas veces necesitamos urgentemente caer bien a los demás o depender emocionalmente de ellos! ¡Cuántas veces sentimos envidia por lo que les pasa a los demás o nos alegramos del mal ajeno! ¡Cuánto nos comparamos unos con otros sin ninguna razón! La necesidad que como seres sociales tenemos de compartir, de dar y recibir afecto o apoyo, de cooperar, colaborar, participar, de sentirnos parte integrante de cualquier relación social o familiar, nos trae también sufrimiento, debido a la malinterpretación. A la larga nuestro estado de ánimo se ve demasiado influenciado no solo por los demás, sino por nuestra lectura de los demás. Cuando esta influencia es negativa o nos trae alguna desgracia personal es cuando más nos tenemos que dar cuenta de lo poco que compensa sufrir a causa de esto, y de lo beneficioso que es para nosotros establecer unos límites saludables que salvaguarden nuestra autoestima.

Todos nos necesitamos, e incluso necesitamos ayuda de vez en cuando, lo sabemos, pero nunca debemos olvidar que nosotros mismos somos los mejores soportes y creadores de nuestra felicidad. Si aprendiéramos mejor a creer en nuestra propia sabiduría, más que en la ajena, nos haríamos las cosas más fáciles. Las respuestas las encontramos nosotros, no pueden dárnoslas otras personas; pero tenemos que estar dispuestos a conocernos, aceptarnos y querernos en primer lugar. Porque muchas veces el problema es que no nos queremos lo suficiente, y dejamos de confiar en nuestra intuición o nuestro valor personal, dando el poder a otros para que nos hagan sentir bien en sustitución de nuestro propio esfuerzo por hacerlo, y este es un error. No podemos olvidar nuestras propias necesidades, no podemos renunciar a nuestra verdadera esencia, porque puede llegar un momento en que necesitemos aislarnos de la sociedad como un remedio autoprotector, o enfrentarnos a las personas a las que les hayamos otorgado el poder de estar bien, lo que no hace sino reforzar el malestar. La ira, el odio, la frustración que nos provocan las injusticias propias o ajenas lo podemos camuflar para resistir de alguna forma, y no ser influidos negativamente por todo lo que venga de fuera, por resquemor, por miedo a ser más heridos de lo que estamos. Pero esta no es la solución. No se trata de esconder las emociones, sino de entenderlas y canalizarlas. La solución más bien sería saber gestionar nuestros estados de ánimo. Si no somos capaces de establecer buenas conexiones afectivas o empáticas, y manejarlas apropiadamente, aumentamos la dificultad de entendimiento y colaboración, ambos imprescindibles para sentirnos bien en nuestra vida con los demás.

Solución para estar bien con los demás. Inteligencia emocional: empatía, confianza, compasión, amabilidad

La inteligencia emocional nos ayuda a tener mejores relaciones interpersonales. Para Goleman, el padre de la inteligencia emocional, las habilidades emocionales no son talentos necesariamente naturales, sino que se pueden adquirir y entrenar. Si te propones ser más inteligente emocionalmente, tu mente se pone a funcionar en ese sentido, porque lo que deseas realmente es a lo que la mente obedece. Una vez que se pone en funcionamiento en la dirección correcta, estas habilidades que nos permiten obtener mayor beneficio, y sobre todo estar bien con los demás, tienen mucho poder.

Las habilidades emocionales pueden ser personales, profesionales, y sociales. La inteligencia emocional es una de las mejores herramientas que podemos poseer, pues facilita las relaciones entre las personas. En el trabajo, por ejemplo, aumentan el rendimiento de estas, por la vía de la satisfacción y la motivación; es decir, la IE desarrolla un liderazgo más competitivo, una mejora de las relaciones humanas, además de un clima laboral de mayor calidad. Tener la habilidad para detectar y comprendernos a nosotros y al prójimo es sinónimo de fluidez en las relaciones, de mejora. Pero, si somos emocionalmente inteligentes, no solo entenderemos mejor las relaciones humanas, sino que nos sentiremos mucho mejor con las personas.

Siempre hemos supuesto que alguien que tuviera un coeficiente de inteligencia (CI) alto estaría mejor preparado ante la vida, en sus muchas vertientes; sería mejor líder, mejor profesional, padre, pareja…, e incluso más competente en muchos sentidos. Pero ya se ha visto que el éxito de las personas, en su vida personal y profesional, no solo lo determina su CI, tampoco lo determina necesariamente su formación, o su procedencia social, sino también, y en mayor medida, la capacidad que tenga para establecer lazos afectivos y empatizar con otras personas en favor de un beneficio mutuo.

La iniciativa, la disposición para afrontar desafíos, las habilidades sociales, la capacidad de liderazgo y la confianza en uno mismo tienen más relevancia que las competencias cognitivas o conceptuales. Para no perdernos en esta vorágine tecnológica y social en que vivimos actualmente, sino para que tengamos los pies en la tierra, el equilibrio psicológico y una buena dosis de IE nos darán una clara percepción de nuestra valía, lo cual es imprescindible, pues a la hora de afrontar los cambios y las circunstancias más o menos estresantes tenemos que ponernos en valor, estar convencidos de que la motivación por conseguir las metas que perseguimos debe nacer de nosotros, porque nos creemos capaces.

Es imprescindible confiar en la parte intuitiva y emocional del ser humano para resolver los problemas y lograr los objetivos. Las habilidades que nos ayudan a desarrollar la IE también nos proporcionan bienestar, además de resistencia, bondad y optimismo. Ya sabemos que el optimismo es una actitud que ayuda especialmente a la hora de enfrentarnos a los desafíos. El optimismo es un arma muy poderosa para andar por el mundo. La IE no solo fomenta la buena conexión entre las personas, sino que nos sustenta emocionalmente en los malos momentos.

¿Pero qué forma la IE?

Son cinco grandes competencias las que la componen: la autoconciencia, la autorregulación, la automotivación, las habilidades sociales y la empatía.

Conocernos a nosotros mismos, reconocer nuestros estados de ánimo, y sentimientos y saber controlarlos, son características que indican que somos inteligentes emocionalmente. Dar una respuesta adecuada en el momento justo, regular nuestras emociones, aun retrasando los beneficios a corto plazo, también son signos de IE. No reaccionar sin una breve pausa que nos permita responder más adecuadamente, también lo es. Tener empatía o conciencia de los sentimientos y necesidades de los demás es una condición clave cuando se convive con personas, y esto lo manejan mejor las personas emocionalmente inteligentes.

La autoconciencia es la capacidad de reconocer lo propios sentimientos y estados de ánimo a medida que van surgiendo, así como sus efectos asociados que impactan sobre los demás. Es importante darse cuenta de lo que se va experimentando a nivel personal, en situaciones adversas y muy competitivas pues son las que generan más estrés.

La autorregulación es la capacidad de gestionar y manejar los impulsos, las reacciones. No perder los papeles ni sentirse desbordado por la situación nos evita muchos problemas. Líderes, padres, jefes, personas, todos deberíamos saber regular nuestras propias emociones para no aumentar el efecto negativo que ejercemos sobre los demás, y sobre nosotros mismos, en un momento dado.

Si alguien tiene buena regulación emocional es porque se toma un tiempo para dar una respuesta adecuada, y así lo hace con mayor acierto que si se dejara llevar por su reactividad. Esto ahorra muchos problemas y acarrea otros muchos beneficios. Esta regulación o saber responder adecuadamente forma parte de la IE. Nos ayuda a gestionar innumerables situaciones personales y laborales.

La automotivación es la cualidad que nos hace dirigirnos a conseguir lo que pretendemos a pesar de los obstáculos que nos encontremos, reconociendo y reconduciendo las emociones negativas que nos impidan lograr lo que queremos. Es una forma de enfocar las cosas desde la positividad, la confianza, el optimismo y la persistencia. Es esa fuerza interior que nos da resiliencia para soportar los embates de la vida o para persistir en nuestros objetivos.