Hamlet, príncipe de Dinamarca - William Shakespeare - E-Book

Hamlet, príncipe de Dinamarca E-Book

William Shakespeare

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Beschreibung

Hamlet, príncipe de Dinamarca, es tal vez la tragedia de mayor celebridad entre todas las obras de cualquier época. Su protagonista encarna el abismo que, a veces, separa al pensamiento de la acción. Inteligente, ima­g­inativo, vivaz, valiente y noble, Hamlet se tortura en su querella moral. Del monólogo íntimo pasa a par­ox­ismos verbales, enigmáticos profundos y brillantes. El príncipe Hamlet no es solamente "el hombre cuya duda insoluble cierra el paso a la acción". Más hon­da­mente su conflicto radica en creer y no creer, a la vez, en la legitimidad de un hombre para juzgar, sentenciar y hacerse justicia por sus propias manos. La traducción de Juan Cariola L. ha logrado trasla­dar textual y poéticamente el rico lenguaje de Shakes­peare, sus ritmos de aceleraciones y retardos, su fraseo, juegos de palabras y hasta la acentuación misma de los periodos verbales.

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822.33 Shakespeare, William, 1564-1616

S527h Hamlet, príncipe de Dinamarca / William Shakespeare;

traducción, prefacio y notas de Juan Cariola L.

–2ª reimp., 12° ed.– Santiago de Chile: Universitaria, 2016.

159 p.; 13,5 x 21,5 cms

Incluye (8p.): Análisis e interpretación de Hamlet,

príncipe de Dinamarca / por José Promis Ojeda.

ISBN Impreso: 978-956-11-2233-8

ISBN Digital: 978-956-11-2769-2

1. drama inglés 2. teatro inglés.

I. Cariola L., Juan

II. Promis, José, 1940- Análisis e interpretación de Hamlet: Príncipe de Dinamarca.t.

© 1975, editorial universitaria.

Inscripción Nº 43.890, Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© Editorial Universitaria, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050. Santiago de Chile.

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,

puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por

procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o

electrónicos, incluidas las fotocopias,

sin permiso escrito del editor.

diseño de portada y diagramación

Yenny Isla Rodríguez

portada

Monumento al Príncipe Hamlet en Stratford on Avon.

Ilustraciones

Marta Carrasco

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

w w w . u n i v e r s i t a r i a . c l

ÍNDICE

Prefacio

HAMLET

Acto Primero

Acto Segundo

Acto Tercero

Acto Cuarto

Acto Quinto

Análisis e Interpretación de Hamlet

PREFACIO

En esta rápida visión de Shakespeare deseo dejar establecido un hecho extraño: poco se sabe con seguridad de la vida del más grande de los poetas ingleses. Fuera de unas cuantas fechas, de unos cuantos datos comprobados, lo demás está en blanco. Mientras la biografía de cualquier escritor de aquella época puede reconstruirse sin dificultad basándose en documentos y datos precisos, la de Shakespeare debe formarse sobre la base de conjeturas, suposiciones y deducciones.

Sabemos que nació en 1564 en Stratford-on-Avon, pequeña ciudad en el centro de Inglaterra. En el siglo XVI era una aldea de escasa población y la vida cultural giraba en torno de la Grammar School, la única escuela del lugar, donde se enseñaba lectura, escritura y nociones de latín y griego.

Allí vivía la familia del poeta: el padre, John Shakespeare, y la madre, Mary Arden. Poco se sabe con certeza de las vicisitudes de esta familia, fuera de que eran simples e ignorantes aldeanos. El padre fue un pequeño comerciante a quien se le supone, por algunos, el oficio de carnicero y, por otros, el de guantero.

El nacimiento de William Shakespeare en Stratford-on-Avon es un dato cierto, pues su inscripción consta en los registro parroquiales. Se cree que asistió a la Grammar School, donde, seguramente, asimiló todo el escaso caudal de conocimientos que se proporcionaba a la juventud de esa época.

Nada se sabe de Shakespeare hasta los dieciocho años, en que aparece su nombre relacionado con uno de los errores más tristes de su vida: su matrimonio con Anne Hathaway, hija de un labrador vecino y ocho años mayor que él. No es difícil imaginar la razón de este matrimonio prematuro y apresurado: pocos meses después se inscribe el nacimiento de su primer hijo. Las responsabilidades van creciendo. A los dos años su mujer da a luz mellizos. Cargado de familia, soportando a una mujer que no ama, en un medio rural estrecho, el poeta se ahoga. Por eso, repentinamente, abandona a su familia y se va a buscar fortuna a Londres.

Algunos biógrafos han tratado de encontrar otras razones que movieran a Shakespeare a esta resolución y, acogiendo tradiciones sin mayor base, aseguran que se relacionaba con muchachos de vida violenta que cazaban furtivamente en los bosques vecinos. Así, habría sido sorprendido cazando ciervos en las propiedades de Sir John Lyly, quien lo persiguió judicialmente; en venganza, el muchacho lo habría ridiculizado en una hiriente sátira en verso que, según se cree, se hizo muy popular. Como el caballero extremara su persecución, Shakespeare abandonó Stratford para dirigirse a Londres. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos desestima semejantes invenciones.

Una vez en Londres se relaciona con gente de teatro y logra ingresar a la Compañía de Actores de la Reina. Sabemos positivamente que empezó su vida teatral como actor. La leyenda lo pinta como un mozo ingenioso y emprendedor que buscaba para ganarse la vida menesteres pequeños. Se dice, por ejemplo, que, al principio, se ocupaba en guardar los caballos de los señores que asistían a las representaciones y, como se desempeñara bien en este oficio, pronto necesitó contratar ayudantes.

Como actor no alcanzó gran fama; su mayor triunfo en las tablas lo obtuvo en el papel de Fantasma, de su propia obra, Hamlet. Sus amigos eran los grandes actores de esa época, como Ricardo Burbage, el más grande actor trágico, y Guillermo Kemp, el más celebrado de los actores cómicos. Casi todos los personajes trágicos de las obras de Shakespeare fueron representados por Burbage, quien hizo una verdadera creación en su papel de Ricardo III.

El drama estaba entonces en su infancia. El teatro era una nueva institución en la vida social inglesa y surgía como uno de los últimos frutos del Renacimiento en Inglaterra. Había pasado ya la era de los Milagros, las Moralidades e Interludios. Cristóbal Marlowe era el jefe de los autores jóvenes cuyas producciones se aplaudían en la escena. Marlowe, hombre de gran talento, pero de vida disipada y bohemia, dio al teatro inglés tres producciones de extraordinario valor: Tamerlán el Grande, El Doctor Fausto, interpretación de la leyenda germánica, y El Judío de Malta, cuyo personaje principal sirvió en parte a Shakespeare para dar vida a Shylock, el judío de El Mercader de Venecia.

El primer teatro de la época fue El Globo, construido en 1576. Difería de un teatro moderno en la ausencia total de decorado, telones y cortinas. Los actores estaban siempre expuestos al público y sólo toscos agregados creaban diversidad de escenas; así, por ejemplo, una galería sobre el escenario servía cuando la acción se desarrollaba “arriba”, como lo indicaba a veces el autor. A ambos lados del escenario, al fondo, dos puertas se utilizaban cuando los actores entraban o salían. Las representaciones eran siempre de día y las escenas nocturnas quedaban entregadas a la habilidad de los actores. Todos los papeles femeninos eran representados por hombres, pues las mujeres no fueron aceptadas en el teatro hasta 1654. Para estos papeles se buscaba actores de físico delicado que pudieran dar, con los afeites del caso, la impresión de femineidad.

Probablemente en 1591, cuando tenía 27 años, se representó su primera obra teatral Trabajos de amor perdidos. El genio juvenil, titubeante todavía, busca puntos de apoyo: toma piezas escritas antes por oscuros autores, las rehace, las transforma, las escribe de nuevo y produce obras definitivas. Encuentra en obras extranjeras argumentos que utiliza, lo que nos hace suponer que debió haber poseído conocimientos, además del latín, por lo menos del italiano y el francés. Los cuentos de Bocaccio, Bandello y Cinthio habían sido traducidos al francés y algunos de ellos al inglés. La obra de Ser Giovanni Florentino Il Pecorone sólo podía encontrarse, en tiempos de Shakespeare, en su original italiano y, sin embargo, el desarrollo del argumento El Mercader de Venecia en lo relacionado con el juicio del judío Shylock y el cristiano Antonio y la salvación de este último por el alegato de Porcia, sigue fielmente la narración de Ser Giovanni. En las historias de Bandello y Cinthio, discípulos de Bocaccio, encuentra la inspiración de Dos caballeros de Verona, Medida por Medida, Otelo y Noche de Reyes. La historia de Otelo sólo podía encontrarla en la novela italiana de Cinthio, de la cual no había en su tiempo traducción alguna al francés o al inglés. Del francés Montaigne toma casi al pie de la letra la descripción que en La Tempestad hace Gonzago de una república socialista ideal.

Aunque se han hecho muchas tentativas para clasificar sus obras de acuerdo con su secuencia cronológica, ninguna de ellas es, sin embargo, totalmente satisfactoria, dada la endeble naturaleza de los hechos y presunciones en que se basan. Hay que recordar que dichas obras permanecieron hasta mucho después de su muerte como manuscritos y fueron propiedad del teatro. En tales condiciones, cualquier alusión a alguna de ellas en la publicación de algún contemporáneo no puede tomarse como evidencia definitiva de su orden de creación.

Como dato cierto tenemos que su primera obra fue su poema Venus y Adonis, y la certeza deriva de la dedicatoria a Lord Southampton en que Shakespeare la declara el primogénito de mi imaginación. Le sigue otro poema, El rapto de Lucrecia, publicado en 1594, y después, posiblemente, Trabajos de amor perdidos o El Mercader de Venecia.

Fuera de estos datos, cualquier clasificación cronológica se basa más bien en la madurez poética y en la perfección de la obra que en los datos históricos.

Para comodidad y facilidad de exposición estimo preferible clasificar su obra de acuerdo con el género. Así tenemos:

POEMAS: Venus y Adonis, El rapto de Lucrecia, Sonetos.

COMEDIAS: El Mercader de Venecia, El sueño de una noche de verano. Como gustéis, Las alegres comadres de Windsor, Cuentos de Invierno, Trabajos de amor perdidos, La tempestad, Comedia de errores, Medida por Medida, Los dos hidalgos de Verona, Todo está bien si bien termina, La doma de la bravía, Mucho ruido y pocas nueces.

TRAGEDIAS: Macbeth, El Rey Lear, Hamlet, Otelo, Romeo y Julieta.

DRAMAS HISTÓRICOS: (de la historia de Inglaterra).

Enrique III, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI, Enrique VIII, El Rey Juan, Eduardo III, Ricardo II, Ricardo III.

DRAMAS HISTÓRICOS: (de la historia greco-latina).

Pericles, Timón de Atenas, Troilo y Cresida, Coriolano, Tito Andrónico, Cimbelino, Julio César, Antonio y Cleopatra.

Aunque las posibilidades de lucro de un artista eran escasas, Shakespeare se las ingenia para ganar dinero y se supone, por las inversiones que hizo, que logró amasar una fortuna considerable Compró acciones de teatro, propiedades en Stratford, prestó dinero a interés y demostró ser un duro hombre de negocios.

Repentinamente, antes de cumplir 50 años, abandonó la literatura, la poesía, el teatro, todo lo que constituía su vida espiritual, y vuelve a Stratford, para dedicarse a las labores campesinas.

Ya no escribió más. No se preocupó de sus obras que eran pirateadas y modificadas; no tuvo ni siquiera interés por hacerlas imprimir. Llevó por algunos años una vida tranquila en su pueblo natal y murió oscuramente en 1616, después de redactar él mismo su testamento, en el cual, cosa extraña, no menciona libro alguno. Como una venganza póstuma contra su esposa, sólo le deja the second best bed, la cama que sigue a la mejor.

Shakespeare fue enterrado en el cementerio de su pequeña ciudad natal. En la lápida de su sepultura se inscribió una estrofa compuesta por el poeta, la cual, como última paradoja, consta de cuatro malos versos indignos de la mano que compusiera obras de tan excelsa poesía:

Good friend, for Iesus sake forbeareto digg the dust enclosed heare.Blessed be the man that spares these stonesand cursed be he that moves my bones

(Buen amigo, por Jesús abstentede cavar el polvo aquí encerrado.Bendito sea el hombre que respete estaspiedras y maldito el que remueva mis huesos).

He aquí la vida enigmática de este hombre que, en manera alguna explica la culminación de su genio. Si nos atenemos a los escasos datos comprobables, su cultura fue escasa, jamás salió de Inglaterra, no dominaba lenguas extranjeras, sabía poco latín y menos griego, como decía su contemporáneo Ben Jonson. Y, sin embargo, en sus obras demuestra una cultura amplísima, un conocimiento detallado y profundo de la historia de su país y del complicado ceremonial de la corte; conocía las costumbres e intimidades de las cortes extranjeras; usaba la terminología militar con la precisión de un soldado y dominaba el difícil lenguaje de la jurisprudencia con la seguridad de un magistrado. Estaba al día en la literatura española, italiana y francesa, y muchas de sus obras se basaron en libros aún no traducidos. ¿Dónde, cuándo y cómo aprendió todo esto?

Este es el enigma que hasta hoy día no se ha aclarado. Sus biógrafos han tratado de llenar las lagunas de su vida con suposiciones más o menos plausibles; otros han querido ver una dualidad entre el hombre y el autor. Esta pobreza de datos y esta inconsecuencia entre su vida y su obra han dado pie a la interminable discusión Bacon-Shakespeare. Según esta teoría, habría sido Francis Bacon el autor de las obras y Shakespeare sólo la pantalla tras la cual ocultaba su nombre. ¡Discusión que dura más de un siglo!

No vamos a hacer conjeturas. Contentémonos con la simple exposición de los hechos: por una parte, un hombre en la penumbra, a quien sólo a distantes intervalos podemos ver claramente; por otra parte, una obra frondosa, centelleante y apasionada, en la cual vibra la vida con tremenda fuerza. Dejemos al hombre con su misterio y sus contradicciones y demos una breve mirada a una de sus tragedias más famosas: Hamlet.

HAMLET, Príncipe de Dinamarca

Esta traducción ha seguido fielmente el original inglés, procurando identificarse con su espíritu, para así darle a sus giros, a sus voces y expresiones una fuerza y calidad similares a las que tienen en el original. Con frecuencia ha sido necesario interpretar el texto para dar no su traducción sino su equivalencia en español. Esto ocurre, por ejemplo, con los juegos de palabras a los cuales Shakespeare es tan aficionado y muchos de los cuales son intraducibles, como se señala en las notas al final de este libro.

He coincidido por necesidad con otros traductores cuando los hallé acertados, pero me aparté de ellos cuando el lenguaje que usaban no correspondía al del autor ni al que hubieran usado los personajes en la escena. Esta obra, como todas las de Shakespeare, fue escrita para ser representada más que para ser leída en la quietud de un escritorio; por ello, sus párrafos deben resistir la prueba de la lectura en voz alta. El lenguaje altisonante, salvo cuando premeditadamente se introduce, debe desterrarse en lo posible para dar una versión clara y comprensiva.

Shakespeare seguramente encontró el tema de su tragedia en las Histoires Tragiques de Francisco de Belleforest, cuya traducción al inglés era ya conocida a fines del siglo XVI. Este escritor francés había recogido la lúgubre leyenda escandinava de la Crónica Danesa, obra del escritor danés Saxo Grammaticus, de fines del siglo XII.

En ella se cuenta que Hamlet o Amleth era hijo de Horwendilo y de Geruta, reyes de Dinamarca. Fengo, hermano del Rey, asesina a Horwendilo, se hace coronar Rey y se casa con su cuñada.

El príncipe Hamlet, despojado del trono y temeroso de ser asesinado, se finge loco, pero el Rey sospecha y decide eliminarlo. Hamlet habla con su madre, pero el Rey, para enterarse de la conversación, ha ordenado a un espía ocultarse en un montón de paja. El príncipe sorprende la estratagema, atraviesa con su espada al espía e increpa a su madre acusándola de adulterio y de complicidad con el asesinato de su padre. Para deshacerse de Hamlet, Fengo lo envía a Inglaterra en compañía de dos caballeros, con pliegos sellados dirigidos al Rey de ese país, en los que le pide que haga ejecutar al Príncipe cuando llegue. Hamlet descubre la infamia, cambia la carta por otra en que ordena dar muerte a los portadores y regresa a Dinamarca.

Ahí, siempre fingiéndose loco, en una fiesta que se celebra en el palacio, prende fuego a los tapices y en la confusión mata a Fengo, haciéndose después proclamar rey de Dinamarca.

Entre la tragedia de Shakespeare y la leyenda recogida por Belleforest hay una semejanza tan estrecha que no cabe duda que ella fue la fuente de su inspiración.

Hamlet es, sin duda, la obra que ha dado lugar a la más intensa polémica. Hamlet llena la obra entera; ante él todas las demás figuras se empequeñecen y se esfuman. En Otelo hay un Iago que se mide de igual a igual con el protagonista y que a veces lo supera. En Hamlet no hay más que Hamlet; está solo con sus dudas y su tragedia y absorbe la vida entera de la obra.

Como dice Jorge L. Borges: “Este dandy epigramático y enlutado de la corte de Dinamarca que, lento en las antesalas de la venganza, prodiga concurridos monólogos o juega tristemente con la calavera mortal, ha interesado más a la crítica ya que estaban en él de modo profético, tanto insignes caracteres del siglo XIX: Byron y E.A. Poe y Baudelaire y aquellos personajes de Dostoievski que exacerbadamente se complacen en el moroso análisis de sus actos”.

Coleridge entiende a Hamlet como el ser a quien la actividad mental inhibe de la acción. Hazzlit concuerda con Coleridge en considerarlo un carácter dominado por el pensamiento y que se vale de cualquier excusa para evitarse la acción. Victor Hugo lo interpreta como la duda, la eterna indecisión, el dilema que no se resuelve. Schlegel considera que esta tragedia trata de probar que la conciencia de las posibles consecuencias de nuestros actos paraliza nuestra facultad de acción. Goethe lo considera un ser puro y noble pero sin la fuerza y la energía para resolver sus problemas. Eugenio María de Hostos, el educador portorriqueño, lo interpreta como un alma en desarrollo, sondeando las profundidades de la realidad, en el tránsito de la alegría al dolor, de lo ideal a lo real, de la vida de los sentidos a la vida de la mente, de la vida inconsciente a la conciencia. Astrana Marín cree que es un alma en desequilibrio con la envoltura material de la que anhela desprenderse, de ahí la falta de proporción entre su voluntad y su inteligencia que lo hace desistir de ejecutar cuando reflexiona, sometidos a los procesos del entendimiento y sin fuerza para domeñarlos.

Si observamos los juicios de todos los críticos que lo han analizado, encontraremos, seguramente, un común denominador: Hamlet no es un hombre de acción; es un contemplativo, un idealista que busca razones para todos sus actos. Todo lo desmenuza con un razonamiento impecable y no está seguro de nada, pues siempre está viendo el pro y el contra, las dos caras de la moneda. Quiere creer y vacila… no puede creer porque sí, sin pruebas y aun después de tenerlas, sigue vacilando, esperando que el curso mismo de los acontecimientos lo exima de la obligación de actuar. No es un muchacho. Por los datos que surgen en la obra, Hamlet tiene cerca de treinta años. A esa edad un príncipe no se deja arrebatar el trono sin una protesta, sin un gesto de rebeldía. Pero Hamlet no tiene ambiciones, sino más bien una indiferencia absoluta por la realidad:

…“Si pudiera limitarme en una cáscara de nuez, me consideraría siempre el Rey de un espacio infinito”.

Y acepta el despojo de su herencia real que lo libera de los pesados deberes inherentes al cargo, que lo exime de la obligación de tomar decisiones, para vivir su vida abstracta de pensador.

Imaginemos que la muerte de su padre le ha causado un profundo trastorno nervioso, una psicosis de tipo fúnebre: viste de negro, visita los cementerios, pronuncia discursos con la calavera de Yorick en la mano, se aísla de la sociedad que antes frecuentaba, trata a sus amigos con ironías y sarcasmo, como si quisiera perder hasta el apoyo moral de la amistad. Si su padre ha muerto, ¿por qué el mundo entero no viste de luto? Si su padre ha muerto, ¿cómo es posible que la vida siga su curso, que los reyes reinen, que los cortesanos adulen, que hombres y mujeres se amen? ¿Cómo es posible que su madre haya vuelto a casarse transcurridos apenas dos meses de viudez?

Aún no sabe que su padre ha sido asesinado: apenas sí un rumor por aquí, una sospecha por allá siembran en su espíritu la semilla de la duda. Goza con su dolor, se deleita con su dolor, razona con su dolor. Pero cuando el espíritu de su padre aparece para pedirle venganza, encuentra que esta cosa inerte, este rumiar pasivo, esta contemplación embelesada de su angustia, adquiere un soplo vital, un significado activo, una razón de ser.

La duda prende, pero ahora necesita la certidumbre. Actúa esporádicamente, pues el curso de su acción se ve entorpecido por su hábito de razonar. Duda del Fantasma: ¿no habrá sido una creación de su imaginación?, ¿no sería un espíritu maligno que tomó la forma de su padre para perderlo?

Aunque cree ver claro, necesita pruebas, confesiones. ¿Para qué? ¿Para castigar? ¿Será capaz de hacerlo, será capaz de matar? Él mismo lo duda.

Sabe que no podrá levantar su mano contra su madre, pero desea hacerla sufrir y enrostrarle su bajeza. Sabe que su tío es el asesino, pero quisiera oírselo decir, quisiera verlo tembloroso y anonadado. Por eso lo sigue, lo estudia, lo acosa con ironías, le prepara trampas para que se delate. Y, una vez conseguido el triunfo después de la representación teatral, cuando el Rey se levanta demudado y despavorido, ¿qué hace Hamlet ahora que tiene prueba definitiva? ¿Lo mata? No, se ríe como si una amarga felicidad lo invadiera. Una duda menos. Ahora es la certidumbre. Y después de la certidumbre, ¿qué?, ¿la acción? No, es más fácil razonar que actuar; en vez del acto violento y definitivo, la embriaguez del pensamiento. Hamlet no actuará nunca, pensará siempre, buscará con ahínco los resortes que mueven nuestros actos, tratará de explicárselo, hará malabarismo con sus elucubraciones, pero no actuará.

En el naufragio de su vida sólo se ha salvado un sentimiento puro: su amor por Ofelia. Pero tendrá que destruir aun este amor para que en su mente no exista sino un pensamiento o, mejor, una corriente de pensamientos dirigida hacia un solo fin: la venganza. Y destruye este amor con crueldad, afectando una indiferencia que lo hiere a él, tanto como a Ofelia:

“¡Vete a un convento! ¡Vete! Pues los hombres cuerdos saben muy bien qué monstruos hacéis de ellos ¡A un convento, rápido!”.

Y se llega al final de la tragedia. En la escena del duelo con Laertes, Hamlet no tiene nada preparado. A pesar de su morboso razonar, de su incesante imaginar causas y efectos, ha llegado a este momento crucial sin un plan. Ha aceptado el duelo como un medio de postergar aún más su decisión, y ésta no se hubiese producido al no ocurrir un hecho imprevisto. Al sentirse herido, Hamlet, en el ardor de la refriega desarma a su rival, se cambian los floretes y hiere a su vez a Laertes con el arma envenenada. Laertes, al caer, sabiéndose perdido, revela la traición:

“Hamlet, vas a morir, no hay medicina en el mundo que pueda salvarte, no te queda ni media hora de vida. ¡El traidor está ahí, Hamlet! ¡Es el rey, el rey....!”.

Y sólo entonces, ante la inminencia de la frustración de su vida entera, Hamlet actúa. Actúa desesperadamente, apresuradamente, antes de que sea demasiado tarde. Es un acto puro, sin precedentes y termina en el mismo instante sin remordimientos. La plenitud del acto de venganza lo deslumbra y muere pidiendo a Horacio que explique y justifique su conducta. ¡Como si alguien pudiese explicar lo que él mismo sólo vino a comprender en el minuto postrero de su vida!

El traductor y Editorial Universitaria se hacen un deber en agradecer la valiosa colaboración prestada por la señora DOROTHY HAYES, cuyo profundo conocimiento de la obra shakesperiana sirvió para aclarar dudas e iluminar pasajes oscuros, enriqueciendo la calidad literaria de esta traducción. Agradecen, también, los estímulos recibidos de parte del distinguido escritor FERNANDO DEBESA y al ex Agregado Cultural de la Embajada Británica, señor

PETER DAVIS.

PERSONAJES

CLAUDIO, Rey de Dinamarca

HAMLET, hijo del difunto rey y sobrino del actual

FORTINBRAS, Príncipe de Noruega

HORACIO, amigo de Hamlet

POLONIO, Lord Chambelán

LAERTES, su hijo

VOLTIMAND, CORNELIO, ROSENCRANTZ, GUILDENSTERN,cortesanos

OSRIC

UN CABALLERO

UN SACERDOTE

MARCELO y BERNARDO, Oficiales

FRANCISCO, un soldado

REINALDO, sirviente de Polonio

UN CAPITÁN

Embajadores ingleses

Actores

Dos Cómicos

Sepultureros

GERTRUDIS, Reina de Dinamarca

OFELIA, hija de Polonio

Señores, damas, oficiales, soldados, marineros,

mensajeros y servidores

EL FANTASMA del padre de Hamlet

Escena – Elsinore

ACTO PRIMERO

Escena I

Una explanada en el castillo de Elsinore, FRANCISCOde guardia. Se le acerca BERNARDO

BERNARDO –¿Quién vive?

FRANCISCO –No, contéstame tú a mí. Detente y date a conocer.

BERNARDO –¡Viva el Rey!

FRANCISCO –¿Eres tú, Bernardo?

BERNARDO –El mismo

FRANCISCO –Llegas puntualmente.

BERNARDO –Acaban de dar las doce. Vete a acostar, Francisco.

FRANCISCO –Muchas gracias por el relevo; hace un frío terrible y la angustia me oprime el pecho1.

BERNARDO –¿Has tenido una guardia tranquila?

FRANCISCO