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William Shakespeare

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Beschreibung

Es un hecho notorio que William Shakespeare es el escritor más afamado de la lengua inglesa y uno de los más importantes de la literatura universal. A su vez, la tragedia "Hamlet" (escrita alrededor del año 1.600) es su obra más conocida y elogiada.

Esta obra de teatro gira en torno a las tribulaciones de Hamlet, cuyo padre, el rey de Dinamarca, ha muerto. Éste se siente melancólico y abatido por las cosas del mundo. Su madre se ha casado con Claudio (el hermano de su padre), el nuevo rey, y Hamlet deambula por el palacio lleno de sospechas y dudas. Dos meses después de la muerte de su padre, Hamlet es visitado por el fantasma de su padre y le informa que ha sido asesinado por Claudio para llegar a ser rey y casarse con su madre. A Hamlet le corresponde la venganza del asesinato, pero se angustia entre la acción y la duda y busca excusas para posponer la venganza. Se finge loco para que la gente no sospeche de lo que trama en secreto. Polonio, el chambelán de la corte, cree que la locura de Hamlet se debe a la prohibición de que cortejase a su hija Ofelia.

Hamlet aprovecha la visita de una compañía de actores a la corte para descubrir si el mensaje del fantasma es verdadero. Se reproduce en escena el asesinato de su padre y estudia las reacciones del rey Claudio. Hamlet se convence de que el fantasma ha dicho la verdad. Claudio advierte que su crimen ha sido descubierto y planifica una misión diplomática para enviar a Hamlet a Inglaterra...

En definitiva, "Hamlet" presenta una entretenida trama cuyo desenlace trágico no deja a nadie indiferente.

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William Shakespeare

Hamlet

Tabla de contenidos

HAMLET

Personajes

PRIMER ACTO - Escena I

Escena II

Escena III

Escena IV

Escena V

SEGUNDO ACTO - Escena I

Escena II

TERCER ACTO - Escena I

Escena II

Escena III

Escena IV

CUARTO ACTO - Escena I

Escena II

Escena III

Escena IV

Escena V

Escena VI

Escena VII

QUINTO ACTO - Escena I

Escena II

Notas

HAMLET

William Shakespeare

Personajes

Claudio, R EY de Dinamarca

H AMLET, hijo del difunto

y sobrino del rey actual

P OLONIO, lord chambelán

H ORACIO, amigo de Hamlet

L AERTES, hijo de Polonio

V OLTEMAND, cortesano

C ORNELIO, cortesano

G UILDENSTERN, cortesano

R OSENCRANTZ, cortesano

O SRIC, cortesano

Un C ABALLERO

Un S ACERDOTE

M ARCELO, soldado

B ERNARDO, soldado

F RANCISCO, soldado

R EYNALDO, criado de Polonio

Los A CTORES

Dos P ATANES, sepultureros

F ORTINBRÁS, príncipe de Noruega

Un C APITÁN

E MBAJADORES ingleses

Gertrudis, R EINA de Dinamarca

y madre de Hamlet

O FELIA, hija de Polonio

E SPECTRO del padre de Hamlet

Mensajeros, un criado, un marinero

PRIMER ACTO - Escena I

Entran Bernardo y Francisco, dos centinelas

B ERNARDO

¿Quién va?

F RANCISCO

No, contesta tú. Detente y descúbrete.

B ERNARDO

Viva el rey.

F RANCISCO

¿Bernardo?

B ERNARDO

El mismo.

F RANCISCO

Llegas muy puntualmente a tu hora.

B ERNARDO

Acaban de dar las doce, vete a la cama, Francisco.

F RANCISCO

Por este relevo muchas gracias:

Hace un frío que pela, y estoy desalentado.

B ERNARDO

¿Tuviste una guardia tranquila?

F RANCISCO

No se movió un ratón.

B ERNARDO

Bueno, buenas noches.

Si te encuentras a Horacio y a Marcelo,

Los compañeros de mi guardia,

Diles que se den prisa.

Entran Horacio y Marcelo

F RANCISCO

Me parece escucharlos.

Alto: ¿quién anda ahí?

H ORACIO

Amigos del país.

M ARCELO

Vasallos del Danés.

F RANCISCO

Buenas noches tengáis.

M ARCELO

Que os vaya bien, nobles soldados.

¿Quién os ha relevado?

F RANCISCO

Bernardo toma mi lugar.

Buenas noches tengáis.

Sale Francisco

M ARCELO

Hola, Bernardo.

B ERNARDO

Dime, ¿es ése Horacio?

H ORACIO

Lo que queda de él.

B ERNARDO

Sed bienvenido, Horacio; bienvenido, buen Marcelo.

M ARCELO

Dime, ¿apareció otra vez esta noche esa cosa?

B ERNARDO

No he visto nada.

M ARCELO

Según Horacio, es sólo nuestra fantasía,

Y no se deja ganar por la creencia

En cuanto a esa visión horrible

Que hemos visto dos veces;

Por eso le invité a venir con nosotros

A velar los minutos de esta noche,

Para que, si otra vez la aparición viniera,

Dé fe de nuestros ojos, y le hable.

H ORACIO

Bah, bah, no habrá de aparecer.

B ERNARDO

Siéntate un rato

Y deja que asaltemos de nuevo tus oídos,

Que tan fortificados se han mostrado

Contra nuestro relato

De lo que ya dos noches hemos visto.

H ORACIO

Está bien, sentémonos

Y oigamos a Bernardo hablar de eso.

B ERNARDO

Esta noche pasada,

Cuando esa misma estrella al oeste del polo

Había hecho su curso

Para ir a iluminar esa parte del cielo

Donde ahora está ardiendo,

Marcelo y yo, al dar la una…

M ARCELO

Silencio, cállate:

Entra el espectro

Mira por dónde viene una vez más.

B ERNARDO

En la misma figura del difunto rey.

M ARCELO

Tú eres letrado, háblale, Horacio.

B ERNARDO

¿No se parece al rey? Fíjate, Horacio.

H ORACIO

Muchísimo: me pasma de temor y asombro.

B ERNARDO

Quiere que hablen con él.

M ARCELO

Háblale, Horacio.

H ORACIO

¿Quién eres tú que usurpas las horas de la noche,

Unido al bello y belicoso aspecto

Con que la majestad del difunto Danés

Marchaba a veces? Te conmino

Por los cielos a hablar.

M ARCELO

Está ofendido.

B ERNARDO

Míralo, se aparta.

H ORACIO

Espera, habla; habla: te conmino, habla.

Sale el espectro

M ARCELO

Se ha ido, y ya no nos contestará.

B ERNARDO

¿Qué pasa, Horacio? Estás temblando y pálido:

¿No es esa cosa algo más que ilusión?

¿Qué piensas de esto?

H ORACIO

Dios me valga, jamás podría yo creerlo

Sin el aval sensible y verdadero

De estos mis propios ojos.

M ARCELO

¿No se parece al rey?

H ORACIO

Igual que tú a ti mismo,

Así era la coraza exacta que llevaba

Cuando contra el noruego ambicioso luchó:

Así fruncía el ceño aquella vez

Que en una airada plática

Hirió con su maciza hacha el hielo. [1]

Es extraño.

M ARCELO

Así ya dos veces,

Y justo en esta misma hora mortal,

Con marcial andadura

Ha pasado delante de nuestra vigilancia.

H ORACIO

Con qué idea particular quedarme, no lo sé,

Mas cuanto alcanza mi opinión en general

Es que esto augura a nuestro Estado

Algún suceso extraño.

M ARCELO

Bueno, ahora sentémonos, y dígame el que sepa

Por qué esta vela, igual e igual de atenta,

Agobia cada noche

Al súbdito de este país,

Y por qué esa diaria fundición

De cañones de bronce,

Y el mercado extranjero de pertrechos de guerra:

Por qué ese apremio a los navieros

Cuya amarga tarea

No distingue el domingo del día de semana.

¿Adonde va a parar esta afanosa prisa

Que de la noche hace compañera del día;

Quién me puede informar?

H ORACIO

Yo puedo.

Al menos esto dicen los rumores:

Nuestro último rey, cuya imagen acaba

De aparecérsenos hace un momento,

Fue (como bien sabéis) por Fortinbrás, rey de Noruega

(Empujado a tal cosa por una fatua envidia)

Retado a combatir. Y al combatir,

Nuestro valiente Hamlet (pues mucho estas regiones

Del mundo conocido lo estimaban)

Dio muerte al Fortinbrás:

El cual, por un contrato bajo sello,

Ratificado por la ley y por la heráldica,

Perdió (junto a la vida) todas aquellas tierras

De que era poseedor, a favor del triunfante:

Contra lo cual un tanto equivalente

Dio en prenda nuestro rey: el cual habría pasado

A ser la propiedad de Fortinbrás

De haber vencido él, como por el convenio

Y a consecuencia del citado artículo,

El suyo pasó a Hamlet.

Pues ahora, señor, Fortinbrás hijo,

De inculto ardor repleto y encendido,

Aquí y allá a lo largo de Noruega

Ha logrado apañar una turba de gentes

Desheredadas y atrevidas,

Por la comida y algún sueldo, para una empresa

Que exigía valor: y que no es otra

(Como lo entiende claramente nuestro Estado)

Que la de recobrar a costa nuestra,

Con mano firme y términos conminatorios,

Las mencionadas tierras que así perdió su padre:

Y eso (diría yo) es la causa mayor

De los preparativos nuestros,

El origen de nuestra vigilancia

Y el motivo central de esta gran prisa

Y estos trastornos en las tierras.

[B ERNARDO

Yo creo que no es otro sino ese;

Y cuadra bien con ello que esta figura portentosa

Venga armada a mitad de nuestra vela

Tan igual que aquel rey

Que fue y es el asunto de estas guerras.

H ORACIO

Es una mota que perturba

El ojo del espíritu:

En lo más alto y victorioso del estado de Roma,

Poco antes de que cayera aquel tan poderoso Julio,

Las tumbas se quedaron sin sus inquilinos,

Mientras los muertos bajo sus mortajas

Chillaban y balbuceaban por las calles romanas;

Y estrellas con un rastro llameante

Y rocíos de sangre, desastres en el sol;

Y la húmeda estrella

Bajo cuya influencia caen los dominios de Neptuno

Enfermó de un eclipse como el Día del Juicio.

Y un mismo anuncio de terríficos sucesos,

Como de esos heraldos que a los hados preceden

Y son el prólogo de la amenaza en ciernes,

Demostraron unidos los cielos y la tierra

A estas regiones y a nuestros paisanos.]

Entra de nuevo el espectro

Pero basta, mirad: vedle por dónde viene nuevamente.

Le saldré al paso, aunque me infecte.

Alto, ilusión.

El espectro abre los brazos

Si con algún sonido cuentas,

O con el uso de una voz cualquiera,

Háblame.

Si alguna cosa puede hacerse

Que a ti te alivie y que me plazca a mí:

Háblame.

Si es que estás enterado de un sino de tu patria

Que pueda por ventura

De antemano sabiéndose evitarse,

Oh, habla.

O si has acumulado en vida

Tesoros usurpados al vientre de la tierra

(Por lo cual, dicen, los espíritus soléis

Caminar en la muerte),

Grazna el cuervo

Habla de ello. Detente y háblame.

Detenlo tú, Marcelo.

M ARCELO

¿Le doy con mi alabarda?

H ORACIO

Sí, si no quiere detenerse.

B ERNARDO

Aquí está.

H ORACIO

Aquí está.

Sale el espectro

M ARCELO

Se ha ido.

Hacemos mal, siendo tan majestuoso,

En oponerle muestras de violencia,

Pues él es como el aire, invulnerable,

Y nuestros vanos golpes una maldita burla.

B ERNARDO

Ya estaba por hablar cuando el gallo cantó.

H ORACIO

Y entonces escapó como el culpable

Ante un terrible citatorio.

He escuchado decir que el gallo

Es la trompeta de la luna.

Con su garganta estridente y altiva

Despierta al dios del día, y que ante su advertencia,

Ya en el mar o en el fuego, o ya en la tierra o aire,

El espíritu extraño y vagabundo huye

A su guarida: y de que eso es cierto

Ese objeto presente nos da prueba.

M ARCELO

Con el canto del gallo se ha esfumado.

Dicen algunos que al venir la época

En la que el nacimiento del Salvador festejan,

El pájaro del alba canta toda la noche:

Y entonces, según dicen,

Ningún espíritu podría andar errante,

Que las noches son sanas, ningún planeta hiere,

Ningún hada seduce,

Ninguna bruja tiene poder para encantar:

De tan santos que son

Y tan llenos de gracia aquellos tiempos.

H ORACIO

Eso me han dicho, y yo lo creo en parte.

Pero mirad: el alba, en rojo manto ataviada,

Marcha sobre el rocío de aquel cerro hacia el Este;

Rompamos nuestra guardia, y según mi opinión,

Vayamos a impartir lo que esta noche vimos

Al joven Hamlet. Porque, por mi fe,

El espectro que fue para nosotros mudo

A él sí le hablará.

¿Estáis de acuerdo en que se lo contemos,

Tal como nos lo pide nuestro amor

Y como casa con nuestro deber?

M ARCELO

Ruego que así lo hagamos, y yo sé esta mañana

Dónde lo encontraremos fácilmente.

Escena II

Trompetas. Entran Claudio, rey de Dinamarca, Gertrudis, la reina; el Consejo, que incluye a Polonio y su hijo Laertes, Hamlet y otros

R EY

Aunque aún de la muerte

De Hamlet nuestro amado hermano

La memoria esté fresca,

Y nos convenga pues tener el corazón en duelo,

Y a nuestro reino todo

Fruncir un único entrecejo dolorido

—Con todo, ha combatido tanto

La discreción con la naturaleza,

Que con más sabia pena pensaremos en él

Sin dejar de acordarnos de nosotros.

Así pues, la que fue nuestra hermana, ahora nuestra reina,

Imperial heredera de este marcial Estado,

Hemos tomado —con vencido júbilo,

Podríamos decir—; con un ojo auspicioso

Y el otro en lágrimas;

Con gozo en las exequias y endechas en las bodas,

En fiel balanza sopesando el deleite y el luto,

Por nuestra esposa; no excluyendo en esto

Vuestro mejor consejo, que siguió libremente

Los pasos de este asunto; por todo ello,

Nuestro agradecimiento.

Y ahora debéis saber que el joven Fortinbrás,

No sabiendo apreciar nuestra valía,

O creyendo que a causa de la muerte

De nuestro amado hermano

Nuestro Estado se encuentra desmembrado

Y fuera de sus goznes,

Casado con el sueño de conseguir ventaja,

Nos viene atosigando sin descanso

Con mensajes que piden la entrega de las tierras

Que su padre, con todas las de la ley, perdió

Y que ganara nuestro muy valiente hermano.

Entran Voltemand y Cornelio

Pero basta ya de eso.

En cuanto a nos, y en cuanto a nuestro encuentro

Para el que os hemos convocado,

Se trata de esto: hemos escrito

Al rey noruego, tío del joven Fortinbrás,

Que, inválido y en cama, casi no está enterado

De los propósitos de su sobrino,

Que detenga sus pasos. Pues las levas

Y enlistamientos y los suministros

Se hacen todos a costa de sus súbditos:

Y ahora os despachamos a uno y otro,

Buen Cornelio y Voltemand,

Para llevar este saludo al viejo rey noruego,

Otorgándoos tan sólo el poder personal

Para tratar con él

Que en detalle autorizan sus artículos.

Adiós, y que vuestra premura

Dé fe de vuestro celo.

V OLTEMAND

En eso, como en todo, se verá nuestro celo.

R EY

No nos cabe de ello duda alguna.

Adiós de corazón.

Salen Voltemand y Cornelio

Y ahora pues, Laertes, ¿qué novedades tienes?

Nos hablaste de cierta petición,

¿Cuál es, Laertes? No podrías tú

Hablar de modo razonable al rey de Dinamarca

Y en vano usar tu voz. ¿Qué pedirás, Laertes,

Que no sea, más que tu petición, mi oferta?

No pertenece más naturalmente

Nuestra cabeza a nuestro corazón,

No es la mano más útil a la boca

Que este trono danés para tu padre.

¿Qué es lo que quieres conseguir, Laertes?

L AERTES

Formidable señor, vuestro favor y venia

Para volver a Francia.

De donde, aunque de buena gana vine,

Mostrando mi deber, a presenciar

Vuestra coronación,

Tengo que confesar que ahora,

Cumplido ese deber, mi pensamiento

Y mis deseos vuelven a inclinarse hacia Francia,

Y los someto a vuestra venia

Y graciosa licencia.

R EY

¿Tienes la venia de tu padre?

¿Qué nos dice Polonio?

P OLONIO

La tiene, mi señor,

[Que me arrancó mi renüente venia

Con laboriosa petición, y al fin

Puse a su voluntad el arduo sello

De mi consentimiento;]

Y en efecto suplico le deis licencia de partir.

R EY

Goza, Laertes, de tu hermosa hora,

Y dispon de tu tiempo

Y tus mejores prendas lo gasten a su gusto.

Y ahora, ¿Hamlet, primo e hijo mío?

H AMLET

Algo más que pariente, pero menos que deudo.

R EY

¿Cómo es que estáis aún bajo esos nubarrones?

H AMLET

Nada de eso, señor, estoy en pleno sol.

R EINA

Mi buen Hamlet, destierra esos tintes nocturnos,

Y que tus ojos miren como amigo

Al rey de Dinamarca.

No sigas para siempre, con apretados párpados,

Por entre el polvo, buscando a tu noble padre.

Bien sabes que es la ley común

Que todo lo que vive ha de morir,

Ha de pasar de la naturaleza

Hacia la eternidad.

H AMLET

En efecto, señora, es lo común.

R EINA

Pues si es así, ¿por qué a tus ojos

Parece tan inusüal?

H AMLET

¿Que parece decís, señora?

No hay tal: es; yo no sé de pareceres:

No es tan sólo mi capa color tinta,

Mi buena madre, ni mi usual ropaje

Solemnemente negro, ni el suspirar ruidoso

Con forzado resuello.

No, ni el copioso río de los ojos,

Ni el aspecto abatido de mi rostro,

Junto a todas las formas

Y talantes y muestras de dolor,

Lo que puede de veras expresarme.

Todo eso en efecto es parecer,

Pues son actos que un hombre muy bien puede fingir

Pero yo llevo dentro lo que va más allá

De cualquier apariencia:

Lo otro son los arreos y galas de la pena.

R EY

Se muestra grata y muy recomendable

Vuestra naturaleza, Hamlet,

Rindiendo tal tributo de duelo a vuestro padre:

Pero debéis saber

Que vuestro padre perdió un padre,