Humo danzante - Nahuel Melo - E-Book

Humo danzante E-Book

Nahuel Melo

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Beschreibung

¿Alguna vez estuvieron en una Guerra de Humo? Son guerras en las que al menos todos participamos una vez en la vida como Soldados de Humo, pueden ocurrir en cualquier momento, ser de cualquier forma, o tamaño, y consumirnos hasta lo más profundo de nuestro ser; conflictos de orgullo que al final traen más miseria que recompensa. En el subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, Miqui Danzante escucha una canción de Queen y rememora su propia Guerra de Humo alrededor de la muerte de su amiga Meli. Y también la búsqueda de su mejor amiga, Diana Bulet, una vampiresa que lucha por encontrar a su hermana desaparecida. Una historia de dolor y desesperación, en donde la certeza no existe y los errores están a la vuelta de la esquina.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Melo, Nahuel Demian

Humo danzante : under pressure / Nahuel Demian Melo. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2019.

124 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-423-8

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas de Misterio. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2019. Nahuel Melo.

© 2019. Tinta Libre Ediciones

Prólogo

¿Alguna vez sentiste que estabas librando una lucha inútil, sin fin, o que simplemente tu participación no era tan relevante como te lo imaginabas? ¿Alguna vez estuviste en —llamémosla— una guerra imaginaria, en donde tus enemigos eran tan temibles como tu imaginación subjetiva los pintaba y tus acciones era tan heroicas como tu propia opinión te lo indicaba?

No, claro que no.

No te culparía si pensaras que nunca te viste frente a semejante situación; a mí también me daría vergüenza pensar en eso, ¿a quién no le daría? El ser humano es egoísta y egocéntrico, y el solo hecho de pensar que sus acciones son irrelevantes le atemoriza, le quitan importancia a su vida. No estoy generalizando, pero la gran mayoría de las personas, incluyéndome, buscamos sentirnos importantes para el resto, sentirnos “realizados” sería la palabra correcta. De nuevo, no estoy generalizando, pero una vieja amiga me dijo que debía abrirme más en mis escritos y eso estoy haciendo; aunque pienses que lo que digo son desvaríos sin sentido.

Mi nombre es Miguel Danzante, Miqui para los amigos. Soy escritor de novelas gráficas, me encargo de la trama y composición de las viñetas. Me gusta mi trabajo, sí, podría decirse, aunque lo que verdaderamente me gusta es ver publicada una obra con mi nombre y que la gente la disfrute.

Empecé a escribir esto poco después de haber salido de una estación. Ese día me encontraba esperando el tren subterráneo mientras escuchaba a un guitarrista callejero —podríamos llamarlo así— tocando una interpretación, algo rudimentaria, de la canción de Queen Under Pressure.

Escuchar ese ritmo inolvidable revivió cierta nostalgia en mi interior: momentos placenteros pincelados con otros melancólicos formaban un cuadro difuso del cual era difícil extraer un significado en concreto por la ambigüedad de este. Esa canción me hizo recordar a Melina, una vieja amiga mía, dueña del bar que estaba a la vuelta del departamento donde yo vivía. Todavía recuerdo su sonrisa a través del humo blanco que salía de su boca, su cabello largo meneándose de un lado al otro, el armado de papel encendido entre sus dedos, el encendedor y el fuego quemando las flores. Pensé en las largas charlas que nunca llegaban a nada, en el olor a cerveza, en las noches en vela, en las canciones olvidadas, en las palabras nunca dichas, el gozo y la tristeza. Las memorias con ella evocaban una sensación cálida en mi pecho, era una persona que había dejado una marca en mi vida difícil de ignorar; pero al mismo tiempo, un carámbano gélido se posaba amenazante sobre mi cabeza cada vez que ella volvía a mi mente. La conocí en la presentación de mi segundo cómic, y podríamos haber tenido una relación duradera, ya que la vida parecía habernos juntado de una manera que solo ocurre en la ficción. Éramos buenos amigos y luego de esa noche pudimos haber sido algo más. Esa canción me hizo recordar los buenos momentos, no tan lejanos, cuando tenía veintidós años.

Momentos agradables que contrastaban con otros más oscuros que aparecían juntos cuando sonaba esa canción. Los instrumentos y las voces armoniosas manifestaban consigo los recuerdos trágicos de ese fatídico díaen el que Meli murió.

Pero me estoy adelantando.

Humo danzante(Under Pressure)

Nahuel D. Melo

Capítulo 1

Bizarre love triangle

Debería empezar por el principio.

Recuerdo que a mis veintidós años vivía en Buenos Aires, en la zona oeste, localidad de *********. Asistía a una facultad de artes, me gustaba todo lo que me pudiera ayudar a desarrollarme como autor de novelas gráficas. Todavía no he olvidado mi clase favorita: armado de guion; la había aprobado un año antes, pero, aun así, seguía asistiendo cada cuatrimestre. No crean que estoy loco, simplemente pienso que uno nunca puede aprender por completo cómo se escribe una buena historia; cada autor es un mundo, por eso siempre que podía me pasaba por las clases para refrescar los conocimientos básicos. Un día, cuando estaba en una de esas clases, unos manifestantes entraron a las aulas y nos sacaron a la fuerza, eso me dejó de muy mal humor… Y ahora que lo pienso, ese podría ser un buen punto de partida para empezar mi historia, ya que a partir de ese punto las cosas se tornaron peor.

Como era usual, luego de la facultad siempre iba al bar de mi amiga, Meli, para hablar un poco de películas y fumar; básicamente, para pasar el rato, y esa noche no fue la excepción. Yo me encontraba parado frente a la puerta de Terciopelo Rojo, así se llamaba el lugar, tomándome mi tiempo para entrar; al otro lado, al igual que en otras ocasiones, sonaba en una radio la canción Under Pressure de Queen. Recuerdo que a menudo ella solía escucharla.

«Pressure pushing down on me…»

«Pressing down on you, no man ask for…»

Cuando entré la vi a ella limpiando unos vasos al otro lado de la barra, no fue hasta que cerré la puerta que ella me vió y me dedicó una sonrisa somnolienta. Era una chica de unos veintitantos, ojos oscuros, esbelta, de cabello castaño oscuro, largo y sedoso. Sus facciones atractivas, combinadas con su torpeza natural, la hacía parecer, a mi gusto, alguien adorable.

Me acerqué a la barra y me senté sobre uno de los cuatro taburetes que había; como era habitual, el lugar estaba completamente vacío. Fuera la hora que fuera, sin importar el día, era raro encontrarse con algún otro cliente, lo que hacía preguntartecómo obtenía ingresos el establecimiento.

—Llegaste un poco temprano —dijo ella bajando el volumen de la radio—, y normalmente venís con Diana…

Miré el reloj de mi teléfono celular, eran las once y media; usualmente yo salía de la facultad a las once, esperaba a Diana en la entrada y llegábamos al bar cerca de medianoche. Pero el inconveniente de ese día había cambiado mis planes de tal forma que olvidé por completo la rutina.

—Seguro que ya está por venir. Claro, si es que viene. —contesté.

Ella me miró intrigada.

—Ya sé a dónde querés llegar con eso.

—¿Una apuesta?

—Lo sabía —sonrió—. ¿Qué va a ser ahora?

Me puse a pensar con calma, quería algo que valiera la pena, pero no sabía qué exactamente; solíamos hacer eso a menudo, pero casi nunca sabíamos qué apostar, lo hacíamos más por la emoción del juego que por obtener algo en concreto.

—Como la última vez apostamos dinero, creo que deberíamos apostar algo mejor en esta ocasión.

—Te escucho —dijo ella, apoyando sus manos sobre la barra.

—Si yo gano, deberás comprarme la colección completa de películas de David Cronenberg en Blu-ray.

—El maestro del body horror, me gusta, me gusta.

—Es más, voy a ser bueno y voy a dejar que prescindas de The Fly, NakedLunch y eXistenZ, ya las vi.

—¿Sabés qué?, trato hecho y te digo más —me apuntó con su dedo—, te voy a comprar hasta The Fly, NakedLunch y eXistenZ también, pero si gano vas a tener que comprarme la colección completa de películas de Jonh Carpenter en Blu-ray.

—¿Carpenter? ¿Es en serio?

—Sí, estoy revisando los inicios del slasher y quién menos que el director de Halloween para continuar; además hizo The Thing, ¿necesito algún otro motivo?

—Buen punto.

Nos estrechamos las manos y asentimos con la cabeza para consolidar el trato: si Diana venía esa noche yo debía comprarle la colección de Carpenter a Meli, y si no, ella debía comprarme la colección de Cronenberg a mí. Luego de que todo estuviera arreglado, ella sacó un porro de su delantal junto con un encendedor de metal a bencinay me los enseñó.

—¿Celebramos este acuerdo?

—Qué bien me conocés.

Ella se puso el porro entre los labios y me alcanzó el encendedor.

—¿Me harías los honores?

—Encantado —dije agarrándolo.

Le encendí el armado y ella dio una larga ‘calada’, mantuvo el humo un tiempo en su interior y luego lo exhaló creando una pantalla blanca frente a mí. Luego me lo pasó e hice lo mismo, contribuyendo a la nube creciente que allí se había creado. Nos pasábamos el porro mientras hablábamos, como si de un rito de calumet se tratase.

—Así que estás revisando los inicios del slasher —me aventuré—, ¿puedo saber por qué?

—Curiosidad académica, supongo, tampoco tengo un motivo en concreto.

—¿Y qué conclusiones sacaste?

—Que puede que Psycho o PeepingTom hayan empezado con todo, muestran un fuerte inicio de las raíces del género.

—No dudo que hayan plantado la semilla, pero no creo que Hitchcock haya iniciado el slasher; ni siquiera creo que los múltiples personajes nacidos de Ed Gein lo hayan hecho. Yo pienso que, para tener en cuenta los inicios del género, tenemos que mirar lo que caracteriza al mismo.

—¿Te referís a observar cuándo empezó la tendencia?

—¡Exacto! Muchos dicen que uno de los primeros slashers fue Black Chrismas, y si bien cumple con varios de los tropos del género, no quita que sea la situación de un asesino en serie normal. Yo opino que lo que hace que una película sea un slasher es su asesino, que es tan caricaturizado que hace que la situación se convierta en algo muy inverosímil. Por eso creo, y es mi opinión, que The Texas chainsaw massacre fue la primera, pero no fue hasta Halloween de Jonh Carpenter, que se volvió un género. ‘Leatherface’ fue el primero, pero ‘Michaels Myers’ le puso nombre y apellido a los asesinos con máscara.

—Otra razón más para volver a ver esa joya de película, no puedo esperar a que pierdas para poder tener esa colección en mis manos.

—Seguí soñando —dije sonriendo.

—Dato curioso, ¿sabías que la actriz de Halloween, Jamie Lee Curtis, es la hija de Janet Leigh?

—La actriz de Psycho, sí, es curioso que la hija sea la protagonista del primer slasher, mientras que la madre lo fue del precursor.

—Muy curioso.

Meli le dio la última ‘calada’ al porro y se deshizo de los restos en un basurero a sus pies, me miró con intriga y me preguntó:

—¿Por qué llegaste más temprano?

—Culpa de los manifestantes, se pusieron a golpear las mesas y rodearon a los profesores para acosarlos y acusarlos de nazis o cosas así. Lo más gracioso es que no los dejaban defenderse.

—Con los tiempos que vivimos, esos manifestantes parecen más una inquisición que otra cosa; censuran lo que creen políticamente incorrecto, lo que ellos consideran ofensivo para las minorías y atacan a los grupos que no piensan como ellos acusándolos de tener ideales fascistas por el simple hecho de no pensar igual.

—Lo peor es que los vi atacando a un presunto criminal sin siquiera cuestionárselo, solo porque alguien acusó de algo a esa persona, ignorando completamente la presunción de inocencia y posicionándose sin conocer siquiera el contexto. Lo que más me molesta es cómo está afectando esto al mundo del arte. Los vi juntando firmas para retirar un libro del mercado por tener ideas tóxicas, cuando el libro era un comentario irónico sobre las personas que tenían comportamientos tóxicos; y ellos van, y sin leer el libro, solo guiados por la palabra de una de sus influencias, firman sin siquiera tener un criterio propio.

—Sin mencionar el mundo de los videojuegos —matizó—, ¿te enteraste de la noticia del director del Kingdomcome: Deliverance?

—¿Al que tildaron de machista, racista y nazi? Sí, me enteré.

—Fue horrible. Le dijeron de todo porque su juego no es inclusivo y no representa bien a la mujer, cuando el juego en realidad buscaba representar fielmente a la época, no le veo el sentido a sus reclamos.

—Así son… Imaginate a esa gente enfrente de la puerta de la facultad, jugando a la revolución. Me fui a la mierda, no quería estar ni un segundo más allí.

—Debió ser un día horrible.

—¡No te das una idea! En el camino me quisieron robar.

—Qué horrible —se mostró preocupada—, ¿estás bien?, ¿te hicieron algo?

—Estoy bien, por suerte, además no se pudieron llevar nada. Me pidieron mi teléfono celular, así que les di un señuelo que siempre llevo conmigo; al verdadero lo puse dentro de mi bóxer antes de que se diera la situación.

—Eso es asqueroso, pero ingenioso… pero sobre todo asqueroso. Recordame nunca pedirte tu teléfono.

—Espero recordarlo.

Ambos reímos.

Alguien dio varios golpes al otro lado de la puerta del bar.

—Creo que ya sabemos quién perdió —proclamó Meli mientras me miraba con una sonrisa de victoria—, ahora me debés la colección completa de Carpenter.

—¡Mierda!

—¡Podés pasar!

La puerta se abrióy, entre todo el humo blanco que rodeaba la habitación, entró una chica rubia de pelo corto con una máscara kitsune blanca con detalles en azul sobre su cara. Vestía una campera de cuero negra, cerrada, al estilo de los años cincuenta, muy similar a las que usaban James Dean en Rebel without a cause o Marlon Brando en The wild one. En la cintura llevaba una pollera roja, corta y a cuadros, unas medias negras muy largas que le llegaban hasta los muslos decorando sus piernas, y unos borcegos, un poco grandes y también negros, sobre sus pies. En su cinturón llevaba una katana enfundada y de su hombro colgaba, en diagonal, un bolso rojo con forma redonda.

Ella era Diana Bulet y, antes de que se lleven una sorpresa, déjenme decirles que ella es una vampiresa… o una vampiro… o como quieran decirle, no voy a andar con mucho rodeo.