TextodeJoana Nadi IlusrcsÉglanneCeuem
Título original:Awesomely Austen. Jane Austen’s Sense and SensibilityEditado por HarperCollins Ibérica, S.A., 2023Avda. de Burgos 8B planta 18ª28036 Madrid - Españaharpercollinsiberica.com© del texto: Joanna Nadin, 2020© de las ilustraciones: Églantine Ceulemans, 2020© 2023, HarperCollins Ibérica, S.A.© de la traducción: Jofre Homedes Beutnagel, 2023Primera edición publicada por Hodder Children’s Books,parte de Hachette Children’s Group.Todos los personajes y sucesos de este libro, aparte de los que pertenecen al dominio público, son ficticios y cualquier parecido con personas vivas ofallecidas es pura coincidencia.Cualquierformadereproducción,distribución,comunicaciónpúblicaotransformacióndeestaobrasolopuedeserrealizadaconlaautorizacióndesustitulares,salvoexcepciónprevistaporlaley.DiríjaseaCEDROsinecesitareproduciralgúnfragmentodeestaobra.www.conlicencia.com-Tels.:917021970/932720447Adaptacióndelacubierta:equipoHarperCollinsIbéricaMaquetación:Gráficas4ISBN:978-84-18774-98-0Composicióndigital:www.acatia.es
Sentido y sensibilidad,de Jane Austen,se publicó en 1811.Era la época de la Regencia,unos tiempos en que la so-ciedad inglesa se dividía estrictamente en función de lariqueza,y en que se esperaba que las mujeres se casasenjóvenes.Aunque las protagonistas de esta historia,Elinor y Ma-rianne,puedan tener algunas cosas en común con los lec-tores de hoy en día, vivían en un mundo muy distinto.¡Al final del libro podrás averiguar más cosas sobre Jane Austen y sobre la Inglaterra de 1811!
MARGAREDASHWOLa menor de las hermanas Dashwood. Tiene buen carácter, pero a veces peca de ingenua.ELR Sensata y cariñosa. Es la mayor de las hermanas Dashwood.HYDASHWOPadre de un hijo y tres hijas. Muere antes del principio de la historia.MARIADASHWOLa mediana de las hermanas Dashwood. Es romántica, con propensión al dramatismo.Ñ Segunda mujer de Henry y madre de tres hijas, a las que quiere mucho.PERSONAJSINCIALS
JILUHBAtractivo pero falso, esconde muchos secretos.Ñ FMadre de Fanny, Edward y Robert. Es una mujer engreída y antipática.E FHermano de Fanny. A diferencia del resto de la familia, Edward es bondadoso y sensato.AYDASHWOMujer de John. Es egoísta, codiciosa y manipuladora.JODHermanastro de las hermanas Dashwood. Se deja influir mucho por su mujer. Desde la muerte de su padre vive en la finca de Norland.HYDASHWOHijo pequeño de John y Fanny.E FHermano de Fanny. Muchos lo consideran un tonto y un creído.CRNADEl coronel es un hombre serio pero compasivo. Es mayor que las hermanas Dashwood.
A DEOMujer de sir John. No tiene gran cosa que decir, porque casi solo le interesa el estatus social.Ñ NSPrima de lady Middleton. La señora Jennings es una mujer alegre a quien le encanta el chismorreo y hacer de celestina.CLOT PHija menor de la señora Jennings. Es una mujer entusiasta y habladora.TOMAS PEl marido de Charlotte, frío y amargado.ACYELPrima lejana de la señora Jennings. De poca inteligencia, siempre hace comentarios frívolos.USTPrima lejana de la señora Jennings. Parece tranquila y reservada, pero tiene un lado malicioso.R OHNMDLTEl primo rico de la señora Dashwood. Vive en Barton Park e invita a las Dashwood a vivir en sus tierras, en Barton Cottage.
11CÍTUOEn vida,Henry Dashwood había querido a todos sus hijos por igual.El mayor era John,de buenos sentimientos,al menos hasta que se le contagiaron el egoísmo y la codicia de su esposa,Fanny Dashwood,que lo llevaba siempre por donde ella quería.La siguiente en edad era Elinor,una joven juiciosa cuya calma y sensatez compensaban la tendencia al ato-londramiento de su madre,la señora Dashwood (segun-da esposa de Henry y madrastra de John).Le seguía la mediana de las tres hermanas,Marianne,de sensibilidad romántica,hasta el punto de que casi no pasaba un día sin llorar o gritar de felicidad.
JANEUSTE12La última era Margaret,de trece años,edad en que aún le extrañaban un poco las reglas de la sociedad,como la que estipulaba que,por mucho que su padre los qui-siera igual a todos,al morir tendría que dejar todo su patrimonio —la finca de Norland,donde tan a gusto vivían— a John porque,siendo varón,la merecía,en cierto modo, más.—No,«todo» su patrimonio no —puntualizó Eli-nor—.Tenemos mil libras cada una.
SENTIDOY BILA13—¿Y con eso quién quieres que se case con nosotras? —protestó Marianne—.¡Pero si prácticamente somos pobres!—Tampoco tanto —dijo Elinor—.Además,¿no se supone que el «amor verdadero»nosabedeingresosnide condición social?—Supongo —confirmó a regañadientes Marianne,acor-dándose de que lo había dicho ella hacía un mes—,perosigue sin parecerme justo que John se quede con la casa.
JANEUSTE14—Sobre todo porque ya tiene una en Londres —dijo Margaret,que seguía pensando en lo injustas que eran las cosas.—Bueno,quizá no la quiera —contestó Elinor,siem-pre conciliadora—.Quizá podamos quedarnos todo lo que queramos.Yo creo que sería lo justo.Tal vez John no tuviera pretensiones sobre Norland,pero,por desgracia,no era el único en decidir,y en el vocabulario de su esposa no existía la palabra «justicia»,como no tardarían en averiguar la señora Dashwood y sus tres hijas.
15CÍTUDEn cuanto Fanny se enteró de que John había heredado Norland,mandó hacer el equipaje de toda la familia y,junto a su marido y el pequeño Henry,el hijo mimado de los dos,emprendió el viaje a la finca,a la cual ya se refería como su «residencia en el campo».—Se comprende que habrá que hacer reformas—declaró Fanny en el trayecto de Londres a Sussex,en-tre el traqueteo del carruaje—.Y mejoras,porque está todo muy desfasado.¿Y el polvo? ¡Cuánto polvo! No entiendo qué hacen todo el día los criados.—Es verdad,cariño —asintió John sin tener muy claroa qué,porque estaba pensando en la herencia—.No sé sidarles otras mil por cabeza —reflexionó en voz alta—.Sería generoso, ¿no? Yo creo que daría buena imagen.
JANEUSTE16—¿Mil libras por cabeza? —Fanny palideció—.¡Son tres mil menos al año para nuestro adorado Henry! ¿Se-rías capaz de robar a tu propio hijo?John se echó atrás.—Bueno,dicho así...—Siguió pensando—.¿Qui-nientas por cabeza? La verdad es que papá me pidióque me asegurase de dejarlas con las necesidades biencubiertas.—Seguro que lo dijo cuando ya no estaba en suscabales.Ten en cuenta que estaba enfermo.Además,¿para qué van a querer tanto dinero cuando se trasladen
SENTIDOY BILAa una casa modesta? No necesitarán caballos ni criados.¿Y cuando se casen? ¿En qué manos quedará nuestrodinero?—En eso tienes razón —admitió John.—Me alegro.La última palabra fue de Fanny,como siempre.Al cabo de un rato,cuando el carruaje se internó por el ancho camino de acceso a Norland,enmudecieron alver la casa que les correspondía por derecho,aunque a algu-nos pudiera parecerles injusto.John,Fanny y Henry estuvieron encantados de desem-barcar en la casa;no asílas Dashwood,disgus-tadas,entre otras cosas,por que Fanny ni si-quiera las hubiera avi-sado.—¿Avisar? —repi-tió ella mientras ledaba su sombrilla y sus17
JANEUSTE18guantes a un criado,y llegaban otros y cargaban con lasmaletas—.¿De que venimos a nuestra propia residen-cia? Absurdo.Si aún no habían tomado conciencia de la realidad,yala tenían delante,tan clara como una copa de cham-pán:las Dashwood se habían convertido en invitadas en su propia casa.Hasta la señora Dashwood,que siempre veía lo bueno de la gente y que tan tolerante solía ser con los necios (hasta extremos a veces preocupantes),sesulfuró ante aquella injusticia.—¡Qué desfachatez! —soltó—.Y encima se queja del polvo.—Le he oído decir que quitará la biblioteca por el polvo —dijo Marianne, llorosa—. ¡Los libros de papá!Empezó a sollozar.—Hay que ser bárbaro —se mostró de acuerdo Mar-garet mientras le daba un pañuelo.La única capaz de dominar su ira fue Elinor.—No sirve de nada enfadarse —dijo con calma—.Tenemos que hacer planes,lo cual significa buscarnos una nueva casa.
SENTIDOY BILA19Al oírlo,la señora Dashwood y Marianne se desespe-raron,pero la realidad era innegable.Después de secarse las lágrimas,la señora Dashwood empezó a hacer planes,y durante varios días estuvo dando detalles sobre las casas que se sentía capaz de tolerar.Fue Elinor,una vez más,quien tuvo que mostrar el buen juicio propio de una madre.—Mamá,están todas muy bien,pero no nos laspodemos permitir.Ahora tenemos...menos mediosque antes,y debemos adaptarnos a nuestras posibili-dades.—Si por ti fuera,viviríamos en una choza —protestó Marianne.—A mí no me importaría —dijo Margaret—.Prefie-ro una choza que seguir viviendo bajo el mismo techo que Fanny.Además, ¿os imagináis qué aventura?—Yo no quiero ninguna aventura —se lamentó Ma-rianne—. ¡Yo quiero mi piano! ¡Y mi caballo!—No,una choza no —la corrigió Elinor—,unacasita.—En una casita no se pueden tener caballos —señaló Marianne.
JANEUSTE20—No —asintió Elinor—,pero podríamos vivir có-modamente,y sobre todo juntas,que es lo más impor-tante.Al menos en eso estaban de acuerdo.
21CÍTUEMientras Elinor seguíaseleccionando dibujos de posi-bles casitas con la esperanza de que su madre no lasrechazase todas,Fanny se estrenó como señora de lacasa con el anuncio de que su hermano vendría a vivircon ellos.—¿Cuál de los dos? —preguntó Elinor,que tenía cons-tancia de que había dos,tan distintos,por lo que se conta-ba, como un huevo y una castaña.—Edward —contestó Fanny—,aunque da igual;no creo que eso importe.Igual no daba,en absoluto.Poco tenía que ver Ed-ward Ferrars con Robert (tonto y presuntuoso donde los hubiera),y también,dicho fuera de paso,con su her-mana:frente al amor que esta última,digna hija de su
JANEUSTE22madre,profesaba por el dinero,del que nunca se cansaba,a Edward le eran indiferentes el éxito y la riqueza.Él nunca había aspirado a nada más que a ser párroco de algún pueblo tranquilo,idea que levantaba ampollas en-tre su parentela.A las Dashwood,en cambio,les cayó bien desde el primer momento.—Qué buen hombre —declaró la señora Dashwood.—Y encima es rico —dijo Margaret—,aunque no presume de ello.—Ya,pero...¿la Iglesia? —preguntó Marianne,des-concertada por la idea.—Su madre quiere que entre en el Parlamento —ex-plicó Elinor,que esa misma mañana había estado ha-blando del tema con el aludido—,pero a él le parece una idea insoportable.—Para el Ejército,en todo caso,ya no tiene edad—dijo la señora Dashwood.—Y para la Marina no es «bastante inteligente» —reco-noció Elinor—.Es lo que ha dicho él en broma,aunque seequivoca, claro.Marianne hizo una mueca.
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JANEUSTE24—Bueno,guapo no es que sea.Y qué poca gracia tie-ne...Oírlo leer en voz alta es más aburrido que el peor sermón.—Lo que pasa es que es tímido —replicó Elinor,sorprendida de haberse puesto a la defensiva,y pregun-tándose cómo interpretarlo (como seguro que estabahaciendo su madre).En efecto:era la pregunta que se estaba planteandosu querida madre,dejándose llevar,como tantas de sumismo sexo,por la perspectiva de una buena boda,yllegando a la feliz conclusión de que Elinor se estabaenamorando. Esperó que con el tiempo también lo hi-ciera Edward,por eso demoró su decisión en lo tocan-te a la casita,para que Elinor pasara todo el tiempoposible en compañía de Edward,sin hacer caso a lasdiscusiones de sus hijas,que seguían sin ponerse deacuerdo sobre las virtudes del susodicho ni sobre losafectos de Elinor.—Es que es de gustos tan poco refinados...—se que-jó Marianne—.No tiene oído para la música,y solo dice que le gustan tus dibujos porque los has hecho tú,no porque entienda qué los hace ser buenos.
SENTIDOY BILA25—¿Y eso no habla en favor de él? —respondió Elinor—.¿No pone de manifiesto su generosidad y su buen corazón?—Sí, pero...—En cuanto a que no entienda de arte,a mí me pa-rece una persona muy culta,con gran afición a la lecturay mucha imaginación.—No,si no he dicho que no me caiga bien —dijoMarianne y notóque su hermana se irritaba—.Lo quepasa es que no es...el dechado de perfección que me ima-ginaba para ti.Claro que eso supongo que no puede serloningún hombre...Y,si tú lo quieres,yo también lo querré,por descontado.Elinor palideció.—No he dicho que lo quiera.—¿Pues entonces?—Le tengo...—buscó la palabra y la cogió como si fuera una ciruela, pequeña, eso sí— aprecio.—¿Aprecio?—Sí. No niego que me sea simpático.—¿Aprecio? —repitió Marianne—.¿Simpático? ¡Quépalabras tan frías! No,peor:parece que te dé vergüenza sentir algo.
JANEUSTE26Elinor se sonrojó.—No podemos ser todos tan apasionados en nuestraforma de hablar como tú,querida Marianne.Además,no tengo ninguna prueba de que él sienta algo por mí,al menos de momento.—Se quedó pensativa—.Vaya,que me parece que siente lo mismo que yo por él,pero el problema es que no es una persona independiente,aunque quisiera serlo.Sospecho que,si deseara casarse con una mujer sin posición ni fortuna,que ahora mismo es lo que somos las dos,su madre se lo pondría muy di-fícil.No —añadió como si quisiera convencerse de queestabaen lo cierto—,así es menos peligroso.Es menos peligroso el «aprecio».Lo era,en efecto,ya que,nada más enterarse de la na-ciente «amistad» entre su querido hermano y su no tanquerida cuñada,Fanny se esmeró en transmitirle a laseñora Dashwood las exigencias de su madre,la señoraFerrars:Edward tendría que casarse con alguien decondición igual o superior a la de él,y pobre de lamujer que intentase conquistarlo sin cumplir los re-quisitos.
SENTIDOY BILA27Enfurecida,pero también preocupada por su hija ma-yor,la señora Dashwood juró no pasar ni un día más de lo necesario bajo el mismo techo que aquella entrome-tida y cruel mujer,y encontrarle virtudes a alguna de las deprimentes casitas de Elinor,aunque seguro que les do-lería a todas vivir a tan poca distancia de Norland,con su antiguo hogar cercano pero inaccesible.Todo ello explica el que el día siguiente,cuando llegó por la mañana una carta de un primo lejano,sirJohn Middleton,que les ofrecía una humilde casita en su fin-ca de Devonshire —a unos doscientos kilómetros—,la señora Dashwood saltara sobre la oportunidad como si se tratase de un palacio.
28CÍTUOAlivio,por no decir fruición,fue lo que sintió la señora Dashwood al informar a su hijastro y su nuera de que ya no los importunarían más en Norland.—¿Y dónde está,la casita en cuestión? —quiso saber Fanny,a pesar de que lo sabía perfectamente,porque se lo habían dicho hacía un minuto.—En Devonshire —contestó la señora Dashwood—;para ser exactos, en Barton Park.—Eso queda lejísimos —dijo Fanny—,demasiado para que os visite casi nadie, creo yo.—Salvo nuestros amigos de verdad —replicó la señoraDashwood sin disimular el gesto que le hacía con la ca-beza a Edward,que estaba cenando con ellos,y cuyo sem-blante igualaba en palidez y consternación al de Elinor.
SENTIDOY BILA29Fanny se enfadó.—¿Cuántas habitaciones hay? Supongo que las niñas tendrán que dormir juntas.—Solo si quieren —dijo la señora Dashwood.—A mí no me molesta —contestó Margaret,pensan-do en los secretos que podría recabar en proximidad permanente de sus hermanas.—Bueno, ya veremos —comentó Elinor.—Sitio para caballos no habrá,claro —dijo Fanny—.Que se quede Henry con Captain.A Marianne se le escapó un grito.—¡Pero si es mío!—Ya,pero de momento no tendrás dónde guardarlo,ni dinero para que lo cuide alguien.Es mejor que se lo dejes a Henry.Fanny sonrió a su hijo,que estaba repitiendo postre por segunda vez sin atender a nada de lo que se decía.—¿Cuándo os vais? —preguntó John.—En cuanto hayamos hecho el equipaje —contestó la señora Dashwood—.Nos llevaremos la vajilla,por su-puesto, y la ropa de hogar.Fanny se puso tensa.
JANEUSTE30—Nos corresponde por derecho —afirmó Elinor—.Lo dispuso así papá.—Naturalmente que sí —dijo Fanny—.De todas formas,ya tenía pensado cambiarlas.Está casi todo des-cascarillado o raído.No era verdad,pero ni Elinor ni la señora Dashwood hicieron el esfuerzo de corregirla.Prefirieron disfrutar en silencio de haber logrado mermar algo la fortuna de Fanny, por poco que fuese.—También vendrán Tom y Betsy —dijo la señora Dashwood.Fanny se recuperó.—No permitiría que fuera de otro modo.Con la can-tidad de criados que tengo en esta casa,sin duda,puedo prescindir de dos.La señora Dashwood sonrió.—Eres demasiado buena.De sobra sabían sus hijas que Fanny no tenía nada debuena,pero ninguna de las tres abrió la boca,y duranteel resto de la cena estuvieron cavilando en silencio so-bre el brusco giro que había experimentado su destino:Margaret pensaba en las aventuras que la esperaban en
SENTIDOY BILA31elbosque,y en la posibilidad de que en el mar (el cual,según había comprobado,estaba a poco más de un kiló-metro de su nueva casa) hubiera piratas;Marianne seimaginaba a los pretendientes a los que podría conocer,las fiestas a las que podría asistir y la inspiración quepodría brindarle en esas circunstancias la naturaleza;yElinor se decía que no solo era inevitable separarse de Ed-ward,sino que,bien mirado,sería lo más conveniente.¿Sivendría a visitarla? Eso ni venía al caso, ni le importaba.Bueno, un poco sí.
32CÍTUNo fue ni mucho menos en silencio como emprendie-ron el viaje las Dashwood el martes siguiente —el pri-mero de septiembre—,ya que para la señora Dashwooddicho viaje implicaba la forzosa despedida del escena-rio de su felicidad conyugal,y para las niñas,del de suniñez.La principal causante del tumulto fue,siguiendo la costumbre, Marianne.—¡Mi querida Norland del alma! —se lamentó cuan-do el carruaje cruzaba la verja de la finca—.¡No sabes cuánto me duele alejarme de ti!Y a partir de ahí fue prodigándose en lamentaciones sobre cada árbol,rama y hoja que le habían dado sombra.
SENTIDOY BILA33—No,si en Devonshire también hay árboles —señaló Elinor.Aquel comentario solo sirvió para agravar la tristeza de Marianne,quien partía del supuesto de que los árbo-les de Devonshire no serían ni la mitad de frondosos,altos y verdes que los que tanto amaba ella.Renunciando a consolarla con palabras,Elinor estre-chó con una mano la de su hermana, y con la otra la de su madre,y así emprendieron su largo y melancólico camino hacia una nueva vida.Por la mañana,sin embargo,al acercarse a Barton Park,el humor de las cuatro mejoró.¿Cómo no emocionarse con el espectáculo de un valle tan verde,con los destellos del mar a lo lejos,y con el buen talante de los lugareños,que se dedicaban a sus menesteres,ajenos a los infortu-nios de ellas cuatro?Tampoco se llevaron una decepción con la casita,ya que,si bien pequeña en comparación con Norland,y