Insectario estrafalario - Denise. Pohls - E-Book

Insectario estrafalario E-Book

Denise. Pohls

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Beschreibung

Un emocionante partido de futbol entre escarabajos, una productiva empresa de piojos, los aprietos de un alacrán enamorado y los corajes de una pulga furibunda: éstas son sólo algunas de las historias que encontrarás en este libro, las cuales te sacudirán el caparazón a punta de carcajadas. Explora el fantástico mundo de los insectos y déjate sorprender por su naturaleza estrambótica ¡y muy humana!

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Pohls Pérez, Denisse

Insectario estrafalario / Denisse Pohls Pérez ; ilus. de Luis San Vicente

México : SM, 2023

112 p. : il. Col. ; 12 x 19 cm. - - (El Barco de Vapor. Naranja ; 96 M)

ISBN 978-607-24-5051-6

1. Insectos - Literatura infantil. 2. Cuentos infantiles. I. San Vicente,

Luis, il. II. t. III. Ser.

Dewey 808.068 P642

Texto © Denisse Pohls Pérez, 2023

Ilustraciones © Luis San Vicente, 2023

Dirección de Producto: Mara Benavides Reina

Gerencia de Literatura Infantil y Juvenil: Estela Ruiz Torres

Coordinación Editorial: Thania Aguilar

Dirección de Arte y Diseño: Quetzal León Calixto

Edición: Carlos Sánchez-Anaya Gutiérrez

Diagramación: Iván W. Jiménez

Primera edición, 2023

D. R. © SM de Ediciones, S. A. de C. V., 2023

Magdalena 211, Colonia del Valle,

03100, Ciudad de México

Tel.: (55) 1087 8400

www.ediciones-sm.com.mx

ISBN: 978-607-24-5051-6

ISBN: 978-968-779-176-0 de la colección El Barco de Vapor

Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.

Registro número 2830

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, o la transmisión por cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La marca SM ® es propiedad de Fundación Santa María,

licenciada a favor de SM de Ediciones, S. A. de C. V.

Impreso en México / Printed in Mexico

A los corazones preguntones y llenos de asombro

A mamá

A Brigi Cantacuentos

D. P. P.

Para Adrián, Itzel y Mariana

Son el motor de mis dibujos estrafalarios

L. S. V.

EL PIOJO ROJO

El asunto es que el piojo es rojo. Y no es un rojo discreto, no, sino que es intensísimo y lo hace ver como un tomate con patas o una espinilla grasosa en la punta de la nariz, imposible de ocultar.

Esto es un gran problema. Sabemos que un piojo debe ser invisible, tiene que operar en la oscuridad, a la sombra de los cabellos, para poder beber la sangre de tu cabeza a gusto. Sin embargo, Piojiberto Colmilludo es rojo. ¡Llama demasiado la atención!

No siempre fue así. Piojiberto Colmilludo era la estrella de la compañía Invasión, S. A. de C. V. Era el más hábil, rápido y valiente escalador de cabellos; el descubridor de los cueros cabelludos más tiernos y deliciosos. Vestido siempre de traje, hasta en los días más calurosos, lograba preparar el terreno para la invasión de la tropa de piojos en tiempo récord. Una vez, lideró una invasión de las cabezas de los niños de una primaria entera que se logró en un solo día. En honor a esta hazaña se estableció el Premio Invasor Semanal, el más alto galardón habido y por haber. Era tan listo que muy pronto la mesa directiva lo convirtió en director ejecutivo de la empresa.

Piojiberto Colmilludo se hacía llamar “su excelencia señor director” y se obsesionó con el trabajo. Se compró trajes elegantísimos. No dormía ni comía y cambió la sangre por el café, para estar más acelerado. Como él era tan hábil, en verdad el mejor piojo de la historia, el resto de los piojos le parecíamos insoportables. “Piojilento, piojimenso, piojinútil, piojivergüenza”, nos insultaba sin parar, y luego mentía con la trompa torcida: “Los estimo y quiero que sean mejores cada día”.

Quitó las vacaciones y los descansos. Eliminó la hora del almuerzo. Cierto es que, en poco tiempo, colonizamos cientos de cueros cabelludos. Fue la época más productiva de la empresa, sin duda, pero los piojos necesitamos disfrutar la vida. Aquello no podía durar mucho.

Un día, Piojiberto escalaba la punta de la trenza de Margarita, en el salón del 1.º B, cuando ella lo alcanzó a ver y gritó: “¡Ay, un piojo rojo!”, lanzándolo al aire con un golpe de su dedo índice.

Piojiberto Colmilludo aterrizó a salvo en el pupitre vecino, se levantó como si nada hubiera pasado y se acomodó el saco y la corbata torcidos. “Esa niña debe tener vista de rayos láser. No fue mi culpa”, pensó. Pero, al querer trepar el cabello corto de Pepe, también fue descubierto al instante y, lo que es peor, no por el dueño del cuero cabelludo, sino por su mejor amigo, quien gritó: “¡Pepe tiene piojos! ¡Pepe tiene piojos rojos!”, e intentó ahogar al pobre Piojiberto en la pecera del pez Betún, la mascota del salón de clases.

Piojiberto sobrevivió mordiendo con sus colmillos el borde de la pecera. En cuanto estuvo a salvo, observó su rojo reflejo en el agua.

—¡¿Cómo pudo pasarme esto?! ¡¿En qué momento…?! —exclamó.

Hasta su traje era rojo. Se desnudó y pudo ver que su panza, sus antenas, sus seis patas y sus tenazas también eran rojas.

Para entonces, el pánico ya se había esparcido por el salón. Los niños corrían despavoridos y la maestra no podía controlarlos. “¡Piojos! ¡Piojos!”, gritaban mientras se golpeaban las cabezas con los libros. Luego, les prendieron fuego a las colitas de caballo de sus compañeras —por fortuna, la maestra las apagó a tiempo con el extinguidor—; se embarraron el sándwich del lunch en los pelos, con la esperanza de que el olor a cebolla nos repeliera; le cortaron la trenza a Margarita con las tijeras chatas y después tusaron a Pepe, como si algo de eso funcionara para deshacerse de nosotros.

La escuela cerró por la emergencia sanitaria y tuvimos que escapar antes de que los adultos nos fumigaran con sus apestosos químicos. La mesa directiva de Invasión, S. A. de C. V., decidió establecer su nuevo centro de operaciones en un objetivo más fácil: el kínder Nueva Esperanza. Ahí, los niños están tan ocupados jugando, y sus cueros cabelludos son tan suavecitos, que ni siquiera se dan cuenta de los mordiscos que les damos. Sólo cuando la invasión total ha sido completada, les empieza a dar comezón, y eso nada más pasa algunas veces.

A Piojiberto Colmilludo le asignaron un nuevo empleo como policía de tránsito. Su color resulta muy útil para indicar el alto a los coches, ya que parece un semáforo que siempre está en rojo.

En cuanto a mí, Piojonso Prudencio, fui promovido a director, como era de esperarse, pues yo era la mano derecha de Piojiberto. Nadie sabe que fui yo quien puso un ingrediente secreto en su café para teñirlo de rojo. No piensen mal de mí. Sólo quería darle un pequeño sustito… Nunca imaginé que su piel y su ropa se pintarían de rojo de manera permanente. Y yo no quería robarle el puesto.

Lo cierto es que soy un buen director. Aumenté los descansos y las vacaciones, y establecí los jardines de niños como nuestros únicos objetivos de invasión. Nuestra productividad nunca, ni en los tiempos de Piojiberto, ha sido mejor. Los piojos necesitamos disfrutar la vida.

EL AJO DEL ESCARABAJO

Había un olor terrible en la cancha de futbol escarabajo —un olor rancio y apestoso, muy difícil de respirar—, pero la reportera Escarabina Buenolfato pensó que era la naturaleza del juego, así que se aguantó. Una reportera no puede hacer carotas frente a la cámara.

Verán, el futbol escarabajo consiste en empujar una esfera gigante de estiércol —sí, lo han leído bien, una inmensa bola de caca— a través de un laberinto de túneles hasta la portería del contrincante. Como en cualquier otro tipo de futbol, gana el equipo que anote más goles.

Era el medio tiempo de la Copa Internacional de Futbol Escarabajo Sub-12. Escarabina se dirigió a la cámara: