Jack Mullet de los Siete Mares - Cristina Fernández Valls - E-Book

Jack Mullet de los Siete Mares E-Book

Cristina Fernández Valls

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Beschreibung

John y James son los padres de Jack. Y han desaparecido. Pero ella ya ha trazado un plan para encontrarlos con la ayuda de sus amigos: el sireno Kraken; Helecho, la aspirante a druida; y Oliver, el fantasma de isla Cangrejo. Así comienza un emocionante viaje por la isla: atraviesan una nube, recorren el desierto de lava, escalan el cráter de un volcán y vuelan sobre dragones. Cuando parece que nada da resultado, John y James aparecen con una singular acompañante: la madre de Jack.

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Seitenzahl: 155

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Para Javi, Adela y Elena:

porque los tres

Isla Cangrejo

Me llamo Jack. Jack Mullet de los Siete Mares. Mi apellido es tan largo porque tengo dos padres y, cuando me adoptaron, ambos querían que su apellido fuera primero. «Mullet» viene de mi padre John Mullet, el pirata más feroz del mar Caribe. «De los Siete Mares» viene de mi padre James de los Siete Mares, el pirata más valiente de las Bahamas.

Los dos están retirados.

Vivimos en isla Cangrejo. Después de asaltar tantas ciudades y pueblos en el mar Caribe, mis padres no encontraron un lugar donde asentarse, así que cruzaron la jungla de Panamá a pie, robaron un velero en un pueblo costero y navegaron por el océano Pacífico hasta que una gran tormenta de olas como ballenas los arrojó a la playa. A la mañana siguiente, se despertaron sobre la arena dorada. El velero estaba varado en la orilla y yo, abrazada a un coco.

O al menos eso es lo que cuentan.

Mi isla está dividida en dos, bajo la nube y sobre la nube, y en el centro hay un volcán tan alto que sube por encima de la nube. Cuando comprobaron que estábamos a salvo, mis padres sacaron el velero del agua, lo instalaron al final del dique de roca volcánica y construyeron un tejado de hojas de palmera. Desde allí se ve la nube enganchada al volcán a 1.000 metros de altitud, como un anillo esponjoso de algodón. Con las velas confeccionaron tres fuertes hamacas, tres edredones que rellenaron de plumas de gaviotas y un montón de vendas para cortes y accidentes. Si la noche está despejada, dormimos en las hamacas. Si sopla el viento o llueve, dormimos dentro del barco. No necesitamos cocina, ni sala de estar, ni salón con sofás. Cocinamos en una hoguera en la playa y echamos siestas en las dunas. En cuanto al baño, digamos que tenemos arena. Estoy segura de que tú te puedes imaginar el resto.

La aventura que voy a contarte comenzó una mañana soleada en medio de la estación seca. Habíamos pasado la noche en las hamacas. Mi padre James dormía en la hamaca de arriba; mi padre John, en la de abajo, y yo, en la hamaca con vistas al mar.

Mis padres me estaban educando para ser una buena pirata y navegar por el océano Pacífico saqueando islas y robando tesoros. A mí me gustaba la parte de navegar, pero no estaba tan segura de la parte de asaltar y robar. Creo que prefería visitar las islas pacíficamente y aprender sobre la cultura y la fauna local.

−Bébete la leche de coco −me dijo mi padre John−. Si no te acabas el desayuno, no te harás una pirata fuerte.

−Usa las manos, Jack −me dijo mi padre James−. ¿Cuándo has visto a una pirata comer huevos de gaviota con la yema de los dedos?

Sorbí tan maleducadamente como pude el resto de mi desayuno y me fui corriendo a buscar a Kraken, que ya me estaba esperando junto a las rocas.

Kraken es mi mejor amigo. Es un sireno y vive en una cueva bajo el dique de roca volcánica. Kraken mola. Tiene el pelo largo y azul. Muy azul. Tan azul que, cuando estás nadando con él, parece fundirse en el agua. Si hay nubes, se vuelve gris, de color tormenta. Si el sol brilla o buceamos por zonas poco profundas, tira hacia verde claro. Todas las mañanas viene a buscarme y vamos juntos al mar, o se convierte en humano y corremos hacia las dunas. Dentro del agua, Kraken es como un pez. No necesita ropa, ni zapatos, ni horquillas para el pelo. Fuera, se seca y se transforma en un niño. No tengo ni idea de cómo lo hace; simplemente, cambia de una forma a otra sin mayor problema. Cuando es un niño, viste con una larga túnica turquesa que le protege la piel del sol, y lleva sandalias de algas para no cortarse con las rocas. Su cabello es más oscuro cuando está seco. Casi de color azul marino.

Lo bueno de bucear con él es que no necesitas respirar. Es uno de los misterios de mi isla. Si voy sola o con mis padres, debemos tener en cuenta las corrientes, la marea, el viento y el oleaje. Sin embargo, cuando voy con Kraken, nada de eso importa. El mar me acepta como si fuera un pez más.

Kraken y yo nos sumergimos bajo las olas. Por las mañanas, siempre hay mucha agitación en la bahía de las Sirenas. Llegan bancos de sardinas y caballas que buscan refugio tras largas travesías en mar abierto; los delfines hacen piruetas e intentan llamar la atención de las sirenas, y los leones marinos molestan a todo el mundo. Nosotros nadamos hacia las cuevas del dique de roca volcánica. El coral crece en la roca y da hogar a miles de criaturas: anémonas rosadas, peces payaso naranjas, pargos de rayas azules, peces ángel plateados, caballitos de mar dorados y gobios de color amarillo brillante, pequeñitos y supergraciosos.

Estábamos a punto de ir a visitar a dos anguilas que habían dado calambres a un grupo de pulpos, cuando oímos un ruido tan fuerte que pensamos que una ballena había chocado con el acantilado. Todo el mar tembló. Las sardinas huyeron aterrorizadas hacia aguas más profundas y las quisquillas se quedaron quietas, paralizadas.

Subimos a la superficie. De la cima del volcán salía una columna de humo denso y gris. Una ola enorme nos empujó a la playa, casi hasta lo alto de las dunas. La ola borró todas nuestras huellas en la arena, unos dibujos que mi padre James había hecho para explicarme la diferencia entre proa y popa, y la letra de una canción pirata que mi padre John me había estado enseñando sobre naufragios, sirenas y monedas de oro. Mientras todavía daba vueltas dentro de la ola, también vi una lista de recolección que mi padre John debía de haber escrito por la mañana. Decía:

–berberechos

–vieiras

–queso fresco

A mi padre John le gusta escribir listas de recolección para que no se le olvide nada, así que la playa siempre está llena de notas. Sus listas de recolección son así:

–tres cocos

–un racimo de bananas

–una langosta

–seis huevos de gaviota

O bien:

–liquen para ensalada

–sardinas

–lechuga de mar

–mejillones

O también:

–¾ de litro de agua de papaya

–higos chumbos (que están buenísimos, pero hay que tener cuidado al pelarlos porque pinchan)

–caracoles terrestres

En cualquier caso, la ola borró todo lo que estaba en la arena, y cuando se retiró al mar, Kraken y yo nos levantamos en una playa perfectamente limpia. Por un momento, pensé que la ola se habría llevado mi barco también. Pero no: aún estaba en las rocas. Mis padres hicieron un buen trabajo cuando lo instalaron allí.

Kraken recuperó su forma humana y ambos corrimos hacia el dique. Llamé a mis padres a gritos:

−¡Papá John! ¡Papá James!

Como tengo dos padres, debo usar su nombre de pila. De lo contrario dirían: «¡Te está llamando a ti! ¡No, en absoluto, te está llamando a ti!», y ninguno de los dos se bajaría de la hamaca.

Así que los llamé, los llamé y los llamé. Los buscamos en el barco, entre las palmeras y bajo las rocas. Kraken metió la cabeza dentro de un charco de agua de mar para averiguar si estaban nadando en alguna parte, y yo traté de encontrar huellas en la arena. Luego corrimos a lo largo de la playa de los Delfines y nos asomamos por el acantilado de los Albatros.

−¡Papá John! ¡Papá James!

No estaban recolectando cocos y plátanos. No estaban pescando en la bahía. No estaban tomando el sol.

No estaban surfeando. No estaban construyendo castillos de arena. No estaban bebiendo leche de coco.

Simplemente, no estaban.

Un plan

Helecho llegó corriendo entre las palmeras. Ella también es isleña, como Kraken, pero no es mágica, sino humana. Su pueblo se encuentra en la base del volcán, entre las palmeras y el bosque de árboles de margarita gigantes donde habitan tortugas, lagartos y hormigas de fuego del tamaño de un puño, capaces de devorar a una persona en menos de treinta segundos (¡uñas, cabello y huesos incluidos!). Vive con su madre, con su padre y con un montón de hermanos y primos pequeños. Todos ellos llevan ropa hecha de hojas de palmera y no usan zapatos. De esa manera sienten el suelo y la roca en la piel, y la lava del volcán palpita en su sangre.

Helecho es como una palmera del revés. Tiene el pelo muy largo y muy oscuro, tan oscuro como la roca volcánica que forma la isla. Lleva una camiseta de piel de iguana y una falda verde de hojas.

Helecho estaba de los nervios.

−¿Habéis escuchado el rugido del volcán? ¡Algo importante va a suceder! ¡Mi padre lo ha dicho!

−Los padres de Jack han desaparecido –dijo Kraken.

−Y hay una columna de humo enorme saliendo del cráter –dije yo.

−¡Oh! ¡Voy a ver si me entero de algo! –dijo Helecho, y se marchó corriendo hacia el bosque igual que había venido.

El padre de Helecho es el jefe del pueblo. Su nombre es Foca Sigilosa. Mis padres se llevan muy bien con él y con el druida, que se llama Lagarto de Lava. Cuando no están pescando, surfeando o haciendo bricolaje, quedan con ellos para beber agua de papaya y discutir temas importantes, como la altura de la marea y la fuerza del viento.

Kraken y yo regresamos a mi barco y nos sentamos en las rocas. Esperamos un rato por si mis padres estaban en el pueblo visitando a Foca Sigilosa, o por si se habían ido a explorar los acantilados y venían con un pulpo para cenar, o por si se habían distraído mirando a las tortugas gigantes y el tiempo se les había pasado volando.

Al final del día, seguían sin volver.

Definitivamente, mis padres habían desaparecido.

Kraken se fue a casa. Me invitó a su cueva marina, pero hay demasiada humedad por la noche y siempre paso frío.

−Ya verás como vuelven mañana –me dijo antes de marcharse.

Entonces, Oliver apareció flotando en el aire y la temperatura bajó de golpe. Empecé a tiritar. Oliver es un fantasma. No necesita dormir, ni comer o beber agua. Está muerto, así que solo existe a medias, como todos los fantasmas. Tampoco tiene color y es intangible. Eso significa que no puedes tocarlo como lo harías con un amigo, un trozo de madera o un coco. Cuando lo tocas, te das cuenta porque te entra mucho frío y una pizca de desesperación te perfora los pulmones.

Oliver llegó aquí en un barco mercante. Hubo una gran tormenta, como la que empujó el velero de mis padres a la playa, pero su barco se estrelló contra los acantilados. Todos se ahogaron, incluido él. Oliver no sabe dónde está su familia o por qué está atrapado como un fantasma en la isla. A veces se pone de mal humor, así que debemos tener paciencia con él.

−No he oído nada sobre ningún fallecimiento repentino, así que seguro que tus padres siguen vivos –me dijo.

No sé por qué, pero no me quedé especialmente tranquila. Pensar en que mis padres igual estaban muertos me hizo sentir muy triste, y luego me di cuenta de que toda la familia de Oliver estaba muerta y me sentí aún más triste, y luego pensé que iba a pasar la noche con un fantasma y me sentí tan triste que casi no podía respirar.

−¿Estás bien? –me preguntó Oliver.

Cogí una gran bocanada de aire y respondí:

−No es nada, solo mis pensamientos. −Y me sorbí los mocos, que me empezaban a resbalar hacia abajo.

Encendimos un fuego y él no se acercó demasiado para que yo no tuviera frío. Por último, se tumbó en la hamaca de abajo, yo me tumbé en la hamaca de arriba, y juntos trazamos un plan para encontrar a mis padres.

Gaviotas de lava

Al final nos quedamos los dos en silencio, tumbados en las hamacas, mirando hacia arriba y sin saber qué más decir. Ahora que tenía un plan me sentía más segura, así que me puse a pensar dónde podrían estar mis padres.

Nuestras hamacas se ubican entre las palmeras de la playa de las Sirenas, que es el lugar más seguro para nadar, bucear, hacer pícnics y construir castillos de arena. Me parecía imposible que mis padres estuvieran cerca. Si así fuera, ya los habría encontrado.

La playa de las Sirenas tiene arena dorada, aguas transparentes y olas brillantes. Si eres un niño pequeño, puedes jugar alegremente en las olas mientras tus padres beben agua de papaya en las hamacas o en la cubierta del barco, con la garantía de que no te pasará nada. Cuando tienes nueve años, ese nivel de seguridad se vuelve opresivo.

Y aburrido.

Mi playa favorita es la de los Delfines, donde la arena es negra y el agua de un azul marino intenso, y enseguida cubre tanto que no haces pie. La playa acaba en un acantilado que esconde tres pequeñas calas a las que solo se puede acceder por mar, o por aire si tienes alas, así que no creo que mis padres estuvieran allí. Las tortugas ponen sus huevos en estas playas y, cuando nacen, hay cientos de pequeñas tortugas arrastrándose hacia el mar. Los albatros también tienen a sus crías en los acantilados, por lo que en ocasiones hay malentendidos, y más de una vez hemos encontrado tortugas en los nidos de albatros y pequeños albatros tratando de llegar al agua.

En la costa norte de la isla se encuentran las rocas de los Pingüinos y la cueva de la Náufraga Loca, pero mis padres no van por allí. Dicen que los pingüinos son aves muy ruidosas y que, cuando alguien decide irse a vivir por su cuenta a una cueva en los acantilados, es porque no quiere que le molesten.

Se me ocurrió que quizá mis padres estaban navegando por la costa oeste. Las aguas de esa zona son seguras: puedes bucear con las tortugas, hacer el tonto con los delfines y divertirte todo lo que quieras, que nadie te molestará. Pero el único velero que teníamos estaba a medio terminar en la playa de las Sirenas, así que descarté la idea.

Ya solo me quedaba la costa noreste de la isla.

Los acantilados del Dragón son de roca negra, tan verticales como una catarata, y caen a aguas de tiburones. Solo una criatura anida en ellos: la gaviota de lava, que es mi animal favorito.

La gaviota de lava tiene la cabeza negra y unas alas tan anchas y fuertes que le permiten volar a ras de mar, como si fuese un trazo de carbón sobre una lámina de vidrio.

−Oliver −dije−, ¿sigues despierto?

−Siempre estoy despierto.

−Cuando flotas en el aire, ¿te sientes como un ave planeando en el cielo? −le pregunté.

Levantó la cabeza de la hamaca y puso los ojos en blanco.

−Jack, duérmete. No dices más que tonterías cuando estás cansada.

Me reí por lo bajo. Mi padre James siempre me decía lo mismo. A veces, Oliver se parece mucho a los mayores.

Me di la vuelta y cerré los ojos. Oliver y yo habíamos trazado un plan estupendo. El primer paso decía: «Hablar con la madre de Kraken. ¿Siguen mis padres en la isla?». Y eso era exactamente lo que iba a hacer.

Algo entre las rocas

Kraken vino temprano a la mañana siguiente.

−¿Han regresado? –me preguntó según se acercaba por las dunas.

Negué con la cabeza.

−¡Entonces, tenemos que hablar con mi madre!

La madre de Kraken también es una sirena. Se llama Kelpeana. Tiene el pelo verde y rojo como las algas, y preside las reuniones en la roca del Ahogado. Allí, la Asociación de Vecinos de Isla Cangrejo gestiona todos los asuntos ecológicos. Cosas como que los tiburones no se metan en las aguas de los delfines, que la población de cangrejos y pulpos se mantenga en equilibrio, o que las tortugas lleguen al mar cuando los huevos eclosionan. Si alguien entra o sale de la isla, las sirenas ponen todos los asuntos generales en espera y convocan una asamblea de emergencia.

Hace mucho tiempo, antes de que mis padres llegaran a la isla, un barco mercante atracó en la bahía. Los marineros bajaron a tierra y se adentraron en el bosque. Encontraron las tortugas gigantes, los animales más pacíficos de toda la Tierra, y se las llevaron para usarlas como carne fresca durante el viaje. No cogieron una o dos, no: ¡las cogieron todas! ¡No quedó ni una sola tortuga en toda la isla! Las sirenas se reunieron en la roca del Ahogado y llamaron a todos los habitantes: tiburones, delfines, pingüinos, leones marinos… Incluso los isleños asistieron. Fue la primera reunión oficial de la Asociación de Vecinos de Isla Cangrejo. Por decisión unánime, las sirenas invocaron a la brisa del sur.

La brisa llegó como un viento suave de atardecer, y creció y creció hasta que se transformó en un huracán con olas grandes como el volcán y rayos de lava. Las velas se incendiaron, los marineros saltaron al agua y los tiburones los recibieron hambrientos. Antes de que la nave se hundiera, los delfines habían rescatado a las tortugas.

Poco después, las sirenas y las tortugas gigantes establecieron un plan para proteger la isla. Las sirenas levantaron una barrera mágica, y cada vez que un barco se acerca demasiado, llaman a la brisa del sur, que forma una tormenta y manda a la tripulación entera al fondo del océano. Las tortugas crearon una arruga en el tiempo y lo almacenaron en sus caparazones. Mi padre John me ha explicado que las tortugas actúan como las esponjas marinas. Las esponjas absorben mucha agua, pero cuando las estrujas, el agua se escurre entre tus dedos. Pues algo parecido. Las tortugas atrapan el tiempo y hacen que se mueva muy despacio, a paso de tortuga. Hasta que sus caparazones se llenan tanto que ya no pueden acumular más, y entonces el tiempo se escapa y discurre de forma normal. Por eso, aunque a veces algunas personas se salvan durante las tormentas de la brisa del sur, todos pertenecemos a épocas diferentes. Mis padres y yo, al siglo XVI