Jeremías - Zweig Stefan - E-Book

Jeremías E-Book

Zweig Stefan

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Beschreibung

Stefan Zweig escribió esta obra de teatro entre la primavera de 1915 y principios de 1917, en plena Primera Guerra Mundial. Pacifista acérrimo, escogió la figura de Jeremías, el profeta judío que predicaba en vano, para encarnar el trágico papel del "derrotista", como tildaban los enardecidos patriotas partidarios del conflicto bélico a aquellos que, como Zweig, defendían la importancia de llegar a un entendimiento entre las naciones. El autor plasmó en "Jeremías"—una de sus obras más personales— los ideales humanistas que defendió durante toda su vida. "El más bello ejemplo de esa augusta melancolía que sabe ver, más allá del cruel drama del presente, la eterna tragedia de la humanidad". Romain Rolland

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STEFAN ZWEIG

JEREMÍAS

POEMA DRAMÁTICO

EN NUEVE CUADROS

TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN

DE ROBERTO BRAVO DE LA VARGA

ACANTILADO

BARCELONA 2020

CONTENIDO

Personajes

Primer cuadro. El despertar del profeta

Segundo cuadro. La advertencia

Tercer cuadro. El rumor

Cuarto cuadro. Los centinelas en la muralla

Quinto cuadro. La prueba del profeta

Sexto cuadro. Voces a medianoche

Séptimo cuadro. El día más amargo

Octavo cuadro. La conversión

Noveno cuadro. El camino eterno

A Friderike Maria von Winternitz

con suma gratitud.

Pascua de 1915 – Pascua de 1917

PERSONAJES

El rey SEDECÍAS

PASJUR, sumo sacerdote

NAHÚN, administrador

IMRE, el más anciano de los habitantes de Jerusalén

ABIMELEC, comandante en jefe de las tropas

ANANÍAS, profeta del pueblo

HOMBRES ARMADOS CON ESPADAS, GUERREROS Y PAJES

JEREMÍAS

LA MADRE de Jeremías

JOCABED, una pariente

AJAB, viejo sirviente

BARUC, un jovencito

ZABULÓN, padre de Baruc

EL PUEBLO DE JERUSALÉN

LOS EMISARIOS DEL REY NABUCODONOSOR

GUERREROS EGIPCIOS Y CALDEOS

Los hechos de los que trata el poema tienen lugar en Jerusalén, en la época de su caída.

PRIMER CUADRO

EL DESPERTAR DEL PROFETA

Llámame y yo te responderé, y te comunicaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.

JEREMÍAS 33, 3

Azotea de la casa de Jeremías. Sus blancos sillares resplandecen bajo la pálida luz de la luna. Al fondo se ven las torres y las almenas de Jerusalén, que duerme y reposa en silencio. En los alrededores, todo está inmóvil; el viento de la madrugada es lo único que, de vez en cuando, rompe con su rumor la quietud de la escena.

De pronto se oyen pasos que suben a toda prisa por la escalera, armando un tremendo escándalo. Jeremías, con las ropas desceñidas y el pecho descubierto, sale atropelladamente por arriba, jadeando sofocado.

JEREMÍAS ¡Trancad las puertas! ¡Echad los cerrojos! ¡A las murallas…! ¡A las murallas! ¡Oh, centinelas, qué mal habéis cumplido con vuestra obligación…! ¡Ya vienen…! ¡Ya los tenemos aquí! El fuego caerá sobre nosotros… devorará el templo. ¡Auxilio! ¡Socorro! Las murallas se vienen abajo, las murallas… (Llega como una exhalación hasta el borde de la azotea y allí se detiene en seco. Sus agudos gritos reverberan en el blanco silencio. Despierta sobresaltado, temblando de miedo. Su mirada, igual que la de un borracho, recorre a trompicones la ciudad. Sus brazos abiertos, extendidos con horror, van desfalleciendo lentamente. Agotado, se pasa la mano por la cara y se frota los ojos) ¡Estaba delirando! ¡Ese sueño terrible me confunde! ¡Sueños, sueños y más sueños llenan la casa! (Se inclina sobre el borde del muro y mira hacia abajo) La paz reina en la ciudad y también en el país. ¡Sólo mi pecho se consume en un incendio devorador! ¡Ah, Jerusalén descansa dichosa en los brazos de Dios, arropada por el sueño, al abrigo de la paz, mientras el rocío de la luna desciende sobre cada casa adormeciéndola, cubriendo con un dulce sopor la frente de cada hogar! ¡Sólo yo soy pasto de las llamas noche tras noche, me desplomo junto con sus torres, huyo espantado, perezco en el fuego, yo, yo soy el único al que se le revuelven las entrañas y se incorpora en su lecho ardiente y sale tambaleándose para buscar fuera el frescor de la luna! ¡Yo soy el único a quien los sueños le desvelan, el único cuyo interior arde con una angustia que se traga la oscuridad de sus párpados! ¡Ah, cómo me atormentan esas imágenes, cómo me confunden esas visiones, engaños que cuajan como si fueran sangre y luego se diluyen, cuando me hallo despierto bajo la luna!

¡Y siempre es el mismo sueño, siempre el mismo delirio, todas las noches, una tras otra, el mismo terror que eriza la piel y hace temblar mi carne atormentada! ¿Quién vierte este veneno en mi sangre? ¿Quién me persigue y me acorrala causándome espanto? ¿Quién siente tanta hambre que devora mi descanso arrancándolo de mi cuerpo? ¿Quién me aflige de este modo? ¿Quién me atormenta? Luna, noche, estrellas, fríos testigos de mi pesar, decidme, ¿quién provoca mi aflicción? ¿Quién me roba el sueño? ¿Quién me mantiene en vela? ¡Ah, si tuviera una respuesta, si alguien me contestara! ¿Quién eres tú, ser invisible, que desde la oscuridad me apuntas con esas flechas terroríficas? ¿Quién eres tú, que yaces conmigo cada noche y me haces concebir esa espantosa angustia que alumbro retorciéndome de dolor? ¿Por qué he de ser yo, por qué he de ser el único al que atenaza el pavor en esta ciudad despreocupada que se abandona al sueño? (Escucha el silencio. Cada vez se vuelve más febril) ¡Ah, silencio, silencio, siempre silencio, mientras por dentro continúa la agitación y la noche se revuelve! ¡Siento que sus ardientes garras se clavan en mí, pero no puedo verlo; me asaltan visiones, pero ignoro quién me fustiga con ellas; mi clamor cae en el vacío! ¿Dónde encontraré refugio? ¡Ah, un intrincado secreto vela esta cacería en la que sucumbo sin saber quién me abate ni de quién seré presa! ¡Que la red se abra y cese la confusión; y tú, ser invisible, revélame el sentido de este tormento o déjame, ya no puedo más, no puedo más! ¡Oh, cazador, déjame o llévame para siempre! ¡Háblame cuando esté despierto, no en sueños; dirígete a mí con palabras, no con esas inflamadas visiones! ¡Ábrete, para que pueda salir de mi encierro, revélame el sentido de este tormento, el sentido, el sentido!

UNA VOZ(Llama suavemente desde la oscuridad, parece venir de las profundidades o de las alturas, lejana y misteriosa) ¡Jeremías!

JEREMÍAS(Se tambalea como si le hubiera alcanzado una pedrada) ¿Quién…? Mi nombre… ¿No era ése mi nombre? ¿Me llamaban desde las estrellas? ¿Me llamaban desde mis sueños? (Escucha con atención lo que se oye fuera. Todo vuelve a estar silencioso) ¿Eres tú, ser invisible, que me acosas y me atormentas… o soy yo mismo, el rumor de mi sangre arrebatada? Habla de nuevo, para que pueda reconocerte… Quiero volver a oír esa voz que me llamaba… Habla de nuevo…

LA VOZ(Se va acercando insegura) ¡Jeremías!

JEREMÍAS(Cae de rodillas fulminado) ¡Aquí estoy, Señor! Habla, que tu siervo escucha. (Contiene el aliento para poder oír mejor. Todo lo que rodea a Jeremías permanece inmóvil, mientras él tiembla compulsivamente) ¡Habla a tu siervo, Señor! Si me has llamado por mi nombre, también puedes darme tu mensaje para que mis sentidos lo comprendan. ¡Estoy atento para recibir tu palabra, abierto para acoger lo que quieras revelarme! (Vuelve a escuchar en tensión. Profundo silencio) ¿Tan disparatado es que te busque afanosamente? ¡Soy un ignorante, el último de tus siervos, una mota de polvo sobre la faz de la tierra, pero en tus manos está el elegirme! Tú, que escoges reyes entre los pastores y más de una vez has hecho saltar el sello que cerraba la boca de un muchacho para que se inflame con tu palabra… te guías por otros signos en tus elecciones. A quien tocas, Señor, ése es tu elegido, y a quien eliges, Señor, es llamado a cumplir tu voluntad. Si lo que he sentido era tu llamada, ya ves que la he recibido; si eres tú el que me persigue, Señor, ya ves que no huyo. ¡Aquí está tu presa, Señor, la pieza que querías cazar, cóbratela ahora o sigue acosándola hasta el fin! ¡Hazme saber cuál es tu voluntad para que no te falle! ¡Abre el cielo de tu palabra para que tu siervo pueda contemplarte!

LA VOZ(Según se acerca, se hace más penetrante) ¡Jeremías!

JEREMÍAS(Enardecido) ¡Te oigo, Señor, te oigo! ¡Te escucho con toda mi alma! Los manantiales de mi sangre se han abierto y fluyen en torrente, cada fibra de mi cuerpo está en tensión ansiando recibirte, y aunque no sea digno de ello, estoy abierto para acoger tu anuncio. ¡Dime tu palabra, ordena según tu voluntad, soy tuyo en cuerpo y alma, hasta en lo más profundo de mi ser! Estoy aquí para cumplir tu voluntad y consumirme en tu servicio. Por amor a ti abandonaré a aquellos que he querido y me apartaré de mis amigos, renunciaré a la dulzura de la mujer y a establecer mi morada entre los hombres, sólo en ti quiero vivir, quiero recorrer tus caminos. No escucharé ninguna otra llamada, pues he escuchado la tuya, haré oídos sordos a lo que digan los hombres. Sólo a ti me prometo, Señor, sólo a ti, pues mi alma está sedienta de ti y ansía servirte… ¡Estoy abierto a tu palabra, espero una señal tuya!

LA VOZ DE LA MADRE(Está muy cerca y ahora es perfectamente reconocible) ¡Jeremías!

JEREMÍAS(Extasiado) ¡Penetra en mí, Señor, mi corazón está a punto de estallar, se estremece al saber que estás tan cerca! ¡Descarga sobre mí, dichosa tormenta! ¡Remuéveme por dentro para que lleve tu semilla, fecunda la tierra de mi ser y que mis labios engendren tu palabra…! ¡Márcame a fuego con tu sello! ¡Únceme con tu yugo, ya ves que inclino la cerviz…! Soy tuyo, tuyo por siempre jamás, pero reconóceme, Señor, como yo te reconozco, deja que contemple tu majestad, igual que tú contemplas mi pequeñez desde la oscuridad, indícame el camino que quieres que siga, Señor, indícamelo, aquí tienes a tu siervo por la eternidad.

LA MADRE(Ha subido la escalera buscándolo; su mirada muestra una angustiosa preocupación y su voz está llena de ternura) ¡Ah, estás aquí…! ¡Por fin te encuentro, hijo mío!

JEREMÍAS(Poniéndose en pie de un salto, asustado e indignado) ¡No! ¡Fuera…! ¡Márchate! ¡Ay de mí, la voz se ha extinguido…! ¡El camino se ha cerrado… perdido para siempre!

LA MADRE ¡Oh! Pero ¿cómo estás ahí de pie con esa ropa tan fina y apoyado en ese muro que estará tan frío? Ven abajo, hijo… El miasma que exhalan los pantanos está condensándose y llegará aquí por la mañana…

JEREMÍAS(Frenético) ¡Ah! ¿Por qué me sigues? ¿Por qué me persigues? Estoy atrapado en una cacería sin fin, me cercan, cuando duermo y cuando estoy despierto…

LA MADRE ¿De qué hablas, Jeremías? Yo estaba abajo durmiendo, cuando me pareció oír que dos personas hablaban en la azotea, mantenían una larga charla…

JEREMÍAS(Dirigiéndose a ella) ¡Así que tú también lo oíste! ¡Por amor de Dios, dime la verdad! ¿Le oíste hablar, sentiste su llamada…?

LA MADRE ¿A quién te refieres? No veo a nadie contigo…

JEREMÍAS(Agarrándola) Madre… te suplico que me digas la verdad. Tu palabra será mi muerte o mi bendición… ¿Oíste una voz? ¿La oíste cuando estabas despierta?

LA MADRE Oí una voz que venía de la azotea y alargué mi mano hacia ti para despertarte, pero las sábanas estaban frías y tu lecho, vacío. Entonces, el temor se apoderó de mí y grité tu nombre…

JEREMÍAS(Desfalleciendo) ¿Gritaste mi nombre…? Me llamaste por mi nombre…

LA MADRE Por tres veces… Pero ¿por qué…?

JEREMÍAS ¿Por tres veces? Madre, ¿estás segura de eso?

LA MADRE Tres veces te llamé…

JEREMÍAS(Se le quiebra la voz) ¡Es devastador! ¡Una vez más me veo burlado! ¡Ah, el engaño está en todas partes, fuera y dentro! Tuviste miedo, por eso me llamaste; y yo, aterrorizado, creí que era la voz de Dios…

LA MADRE ¡Te comportas de una forma extraña! No pensé que estuviera haciendo nada malo. Como no me respondías, subí hasta aquí para ver si había alguien; pero no encontré a nadie.

JEREMÍAS ¡Oh, por supuesto que sí! A un loco cegado por sus delirios… ¡Ay, los sueños me atormentan, me martirizan…! Sentido y sinsentido, todo es engaño… y yo soy un estúpido, un necio que desvaría.

LA MADRE ¿Qué estás diciendo…? ¿Qué te apura?

JEREMÍAS Nada, madre, nada… No tengas en cuenta mis palabras…

LA MADRE No, Jeremías, claro que las tengo en cuenta, aunque no alcance a desvelar su significado. Un espíritu extraño cayó sobre ti, confundiendo y trastornando tus sentidos. ¿Qué te ha pasado, hijo mío, qué te atormenta, qué te preocupa?

JEREMÍAS No me atormenta nada, madre… En la cama hacía un calor asfixiante… Salí a tomar el fresco…

LA MADRE No es verdad. Te empeñas en cerrarte a mí, cuando eres transparente a mi alma. ¿Crees que no sé que llevas meses dando vueltas noche tras noche; crees que no oigo tus gemidos mientras duermes y tus gritos de angustia cuando te echas a descansar? ¡Ay, abro los ojos y te oigo en la oscuridad, vagando sin descanso por la casa! ¡Te oigo caminar paso a paso, y paso a paso te acompaña mi corazón! ¿Qué es lo que te atormenta? ¡Ábrete, no seas obstinado, no ocultes tu sufrimiento, porque me preocupas!

JEREMÍAS ¡No te preocupes, madre! ¡No te preocupes!

LA MADRE ¿Cómo no me voy a preocupar por ti? ¿Acaso no eres el afán de mis días y la oración de mis noches? Creciste en mis manos, yo te llevé en ellas, y mi alma todavía te guarda dentro, vela por tu vida. ¡Ah, yo ya lo sabía antes de que tú lo supieras, lo veía antes de que tú lo vieras! Una sombra cubre tu rostro desde hace meses, una preocupación nubla tu alma. Te has vuelto extraño a tus amigos y te has apartado de los que están alegres, evitas el mercado y la morada de los hombres. Te entierras en tus pensamientos y desaprovechas la vida. Jeremías, recuerda que has sido educado para ser sacerdote, algún día tomarás las vestiduras de tu padre para alabar al Señor con salmos y cánticos. ¡Aparta tu rostro de la oscuridad y pon tus ojos en la luz del día! ¡Ya es hora de que construyas tu vida, de que comiences tu obra!

JEREMÍAS ¡Ahora no es tiempo de empezar nada! ¡El final está demasiado cerca!

LA MADRE ¡Pues claro que es tiempo! Hace mucho que te has convertido en un hombre y esta casa necesita una mujer y unos hijos que despierten el recuerdo y la imagen de tu padre.

JEREMÍAS(Con un dolor rabioso) ¿Traer a una mujer a esta casa, cuando llega la devastación? ¿Engendrar hijos para que el enemigo estrangule su vida? ¡En verdad te digo que el momento es apremiante y nada propicio para desposorios!

LA MADRE No te comprendo.

JEREMÍAS ¿Acaso debo construir mi casa sobre el abismo y mi vida sobre la muerte? ¿Es que debo sembrar para que la semilla se pudra y abone su aniquilación? No, madre, y aún te digo más: bendito aquel cuyo corazón está desapegado de la vida, pues quien respira hoy está bebiendo las aguas de la muerte.

LA MADRE ¿Qué locura es esta que ha hecho presa en ti? ¿Cuándo hemos vivido una época más dulce, cuándo ha gozado el país de mayor tranquilidad, de más paz que ahora?

JEREMÍAS Pues no es así, madre. Los necios no dejan de hablar de paz, pero no por ello van a tener paz; los incautos se echan a dormir y pretenden descansar, sin saber que el sueño que duermen es el de la muerte. ¡Madre, se acercan días como jamás los ha vivido Israel y una guerra como nunca la ha visto la humanidad! Muy pronto, los vivos envidiarán a los muertos que yacen en la tumba, porque ellos tienen paz, y los que ven envidiarán a los ciegos, porque ellos viven en la oscuridad. Los necios lo ignoran, a los que sueñan aún no se les ha revelado; pero yo, yo vengo contemplándolo desde hace mucho, noche tras noche. El fuego arde y sus llamas son cada vez mayores, el enemigo se acerca más y más, ya está aquí el día del escándalo y la desolación. La roja estrella de la guerra asciende en medio de la noche.

LA MADRE ¡Qué espanto! ¿Y cómo puedes saber tú eso…?

JEREMÍAS

Una palabra, una palabra misteriosa ha llegado hasta mí

mientras contemplaba esas visiones que me asaltan cada noche,

cuando deambulo en sueños.

El terror y la inquietud se apoderaron de mi ser,

mis huesos temblaban como una carraca,

mi corazón se derrumbó

igual que una muralla que se resquebraja…

Madre,

he visto cosas

que, si estuvieran escritas,

pondrían a la gente los pelos de punta

y arrebatarían el sueño de su rostro

barriéndolo como si fuera ceniza.

LA MADRE Jeremías, ¿qué ansia te domina…?

JEREMÍAS

El final se acerca, sí, el final,

ya ha partido.

Una amenaza ha surgido del norte.

¡Su carro es de fuego,

en su vuelo arrastra la muerte!

Los cielos sagrados retumban estremecidos,

la tierra tiembla bajo el estruendo del trueno y de los cascos de los caballos.

LA MADRE(Con espanto) ¡Jeremías!

JEREMÍAS(La coge y escucha con atención) ¿Lo oyes…? ¿Es que no lo oyes? Es un susurro, un susurro que se acerca…

LA MADRE ¡Yo no oigo nada! Mira, está amaneciendo. Las flautas de los pastores despiertan en el valle y una leve brisa sopla en la azotea.

JEREMÍAS

¿Una leve brisa?

¡Ay! ¡Ay!

Ese terrible susurro

crecerá y se convertirá

en una furiosa tempestad que procede de Dios.

Se alza

desde los abismos

del norte.

Siembra el terror

por la ciudad.

¡Madre! ¡Madre! ¿Es que no lo oyes?

El viento trae un fragor de espadas que chocan,

las ruedas de los carros giran con el mismo rumor que una ola,

lanzas y corazas brillan en medio de la noche,

un viento tempestuoso arroja sobre el país

guerreros y más guerreros, un ejército infinito.

LA MADRE ¡Delirios del sueño! ¡Desvarío y engaño!

JEREMÍAS

Se acerca, sí, se acerca

un pueblo extranjero,

poderoso y antiguo

que viene del este.

Una muchedumbre infinita

llega con estruendo,

sus airosas flechas vuelan tan lejos como el rayo,

sus briosos corceles tienen cascos veloces,

sus carros llevan corazas tan firmes como una roca.

Y en medio de ellos avanza

el que derriba las ciudades,

el que prende los incendios,

el señor que somete a los pueblos,

el rey, el rey del norte.

LA MADRE El rey del norte… Estás soñando… ¡El rey del norte!

JEREMÍAS

Ha sido Él quien lo ha despertado,

ha sido Él quien lo ha escogido

para que sea el severo ejecutor

de una durísima sentencia, está aquí

para fustigar al pueblo por todos sus pecados,

para pulverizar los muros y derribar las torres,

para extinguir la luz y la risa de nuestras casas,

para borrar de la faz de la tierra la ciudad y el templo,

para asolar nuestras calles y labrar la ruina de Jerusalén.

LA MADRE ¡Cuántos delirios! ¡Qué frivolidad! ¡Jerusalén perdurará por los siglos de los siglos!

JEREMÍAS

¡Caerá!

¡Y será Dios mismo quien la derribe,

así que no cabe resistirse!

¡Por abajo

se secarán sus raíces,

y por arriba

cortarán su fruto!

Los jinetes enemigos entrarán a sangre y fuego

talando los frondosos montes de Israel

y arrasando los campos de Sión.

LA MADRE(Estalla)

¡No es verdad!

¡Mientes! ¡Estás mintiendo!

¡Ningún enemigo pondrá nunca cerco a esta ciudad,

Sión no vacilará jamás, la fortaleza de David jamás caerá!

¡Da igual que el enemigo venga de los confines de la tierra,

las murallas de la ciudad se mantendrán firmes por los siglos de los siglos,

el corazón de Israel pervivirá por los siglos de los

siglos,

Jerusalén perdurará por los siglos de los siglos!

JEREMÍAS ¡Sucumbirá! ¡La vara de la justicia está a punto de caer! ¡Ya se ha fijado la hora! ¡Se acerca el fin, el fin de Israel!

LA MADRE ¡Descreído! ¡Descreído! ¡Somos el pueblo que el Señor escogió y nuestra estirpe llegará hasta el fin de los tiempos! ¡Jerusalén no perecerá jamás!

JEREMÍAS ¡Lo he visto en mis sueños! ¡Son esas visiones las que me lo han revelado!

LA MADRE ¡Frívolo e insolente quien tiene esos sueños, y siete veces frívolo e insolente quien cree en ellos! ¡Ay de mí, que tenga que vivir para ver cómo mi propia sangre recela de Sión y duda del Señor! ¡Jeremías, Jeremías, no hagas que reniegue de mi seno!

JEREMÍAS Yo no quería ser testigo de este horror, pero no he podido hacer nada para evitar las visiones que lo anuncian.

LA MADRE Si te mantuvieras alerta y en oración, sus mentiras se estrellarían contra el nombre del Señor. ¡Jeremías, recapacita! Eres hijo de un ungido y fuiste consagrado para que tu voz cante las alabanzas del Señor, para que fortalezcas los corazones de los que vacilan e infundas valor en el espíritu de los que se encuentran desconcertados.

JEREMÍAS ¿Cómo puedo hacer yo eso? ¿Cómo voy a hacerlo, si yo mismo soy el más desconcertado de todos? ¡Apártate de mí, madre, apártate!

LA MADRE No te abandonaré ni abandonaré tu alma cuando la cercan las dudas. ¡Jeremías, tú eres mi único hijo, así que escúchame! Hasta ahora he guardado en secreto lo que voy a revelarte con la esperanza de que despierte tu corazón. Quiero que sepas lo que sufrí: también yo dudé una vez del Señor, porque Él cerró mi seno durante diez años. Me convertí en el hazmerreír de todas mis conocidas, hasta la última concubina se burlaba de mí. Soporté aquellos diez años con paciencia. Ya empezaba a vacilar, cuando, en el undécimo año, se inflamó mi corazón y acudí al templo para suplicarle a Dios que me concediera un hijo fruto de mi seno.

JEREMÍAS Es la primera vez que me cuentas esto… la primera.

LA MADRE Me arrojé al suelo y, mientras empapaba la tierra con mis lágrimas, hice un voto solemne si concebía un hijo, lo consagraría al Señor. Prometí callar y no dejar que saliera de mi boca ni una palabra hasta que llegase mi hora, para que un día el Señor le concediera palabras en abundancia para cantar sus alabanzas.

JEREMÍAS ¡Me ofreciste en una promesa…! ¡Eso fue lo que hiciste, madre! ¡Fuiste tú!

LA MADRE Ese mismo día, tu padre me visitó y fui bendecida por Dios con un hijo. Escúchame, Jeremías, durante nueve meses me mantuve fiel a mi promesa y enterré mi voz para que tú tuvieras palabras en abundancia con las que pudieras alabar al Dios eterno. Cumplí mi voto, y tu padre y yo te educamos para que conocieras las Escrituras, tu voz resultara agradable y así te convirtieras en salmista. Jeremías, ahora ya sabes que desde el principio fuiste consagrado para ser sacerdote y alabar al Señor. Rasga la red de tus sueños y sal a la luz del día.

JEREMÍAS ¡Doble promesa y doble misterio el de esta noche, madre! Hoy me has despertado a la vida por segunda vez. Tus palabras me han sacado de la ignorancia. Parece un milagro: clamé a Dios suplicándole una señal y Él te envió a mí con estas palabras. ¡Ah, el camino estaba oscuro y esos sueños fueron el acicate que me impulsó a levantarme y empezar a andar! ¡Esas visiones que me impedían conciliar el sueño fueron el reclamo del que se sirvió el certero cazador que nunca falla! Ahora sé quién me sacudía para que no me durmiera, ahora sé quién me urgía a tomar una decisión, quién me presionaba para que actuase, quién me estaba interpelando…

LA MADRE ¿Qué te ocurre? Hablas como un borracho…

JEREMÍAS Sí, porque estoy ebrio de su espíritu, decidido a hacer su voluntad y tan lleno de su palabra que casi me falta el aliento. Los sellos de mi boca se han roto y mis labios arden por anunciar su mensaje…

LA MADRE ¡Ay de ti, si anuncias esos sueños infames! ¡Si divulgas esos delirios dejarás de ser mi hijo!

JEREMÍAS ¿Cómo voy a dejar de ser tu hijo, madre? ¡Ay de mí, claro que lo soy, y me está sucediendo lo mismo que a ti! Has de saber que yo también he sido estéril, pero Él ha puesto en mí un secreto, me ha fecundado con su palabra. Madre, he renovado tu promesa ofreciéndome a Él…

LA MADRE ¡Entonces vayamos al templo para ofrecer un sacrificio y alabar el nombre del que te ha despertado!

JEREMÍAS No, madre, no voy a ser yo quien ofrezca el sacrificio… voy a convertirme en la víctima que se inmola. La sangre de mis venas corre por Él, mi carne arde por Él, mi alma se inflama por Él. Quiero servirlo como nadie lo ha servido; a partir de ahora, sus caminos serán mis caminos. ¡Ah, mira, en el valle está amaneciendo y también en mí se levanta el día que disipa las tinieblas! El cielo se cubre de fuego igual que mi corazón. ¡Ay, el carro de Elías ha de elevarse ardiente, llevándose consigo mis palabras para que se precipiten como el trueno sobre los hombres y rompan su día! ¡Ay, cómo me arden los labios, debo marcharme, tengo que salir…!

LA MADRE ¿Adónde quieres ir, cuando ni siquiera ha amanecido?

JEREMÍAS Lo ignoro, sólo Dios lo sabe.

LA MADRE Pero dime, ¿qué te propones?

JEREMÍAS ¡No lo sé, no lo sé! ¡Mi corazón es suyo, es Él quien actúa a través de mí!

LA MADRE Jeremías, no te dejaré marchar si antes no me juras que guardarás silencio sobre lo que has visto en tus sueños…

JEREMÍAS ¡Yo no juro! ¡Es Él quien me conjura para que proclame su palabra!

LA MADRE … que no le anunciarás desgracias al pueblo.

JEREMÍAS ¡Es Él quien las anuncia, yo sólo le presto mis labios!

LA MADRE ¡Ay, te niegas a escuchar mis palabras! Pues escucha bien esto que te digo: si sales a sembrar la duda en Israel, no volverás a entrar en mi casa.

JEREMÍAS Suyas son mis palabras y suya mi morada.

LA MADRE ¡Quien no cree en Sión no puede llamarse hijo mío!

JEREMÍAS Yo sólo soy hijo de aquel que me introdujo en tus entrañas.

LA MADRE ¿Te marchas entonces? Bien, pero escucha lo que te digo, Jeremías, óyeme antes de abrir los labios para dirigirte al pueblo: maldigo con todas las fuerzas de mi alma al que anuncia el horror para Israel, maldigo…

JEREMÍAS(Estremeciéndose) ¡No me maldigas, madre, no me maldigas!

LA MADRE Maldigo al que profetiza la desolación de las calles y la ruina de las murallas, maldigo al que proclama que la muerte se abatirá sobre Israel. Que su cuerpo caiga en el fuego y su alma en el puño del Dios vivo.

JEREMÍAS Deja de lanzar maldiciones, madre… Si Él me rechaza, caerán sobre mí…

LA MADRE ¡Maldigo al que duda, al que prefiere confiar en los sueños antes que en la misericordia de Dios! ¡Maldigo, maldigo al descreído que no reconoce a Dios, aunque sea mi hijo! Por última vez, Jeremías… ¡elige!

JEREMÍAS Yo… debo… seguir mi camino… (Sale en dirección a la escalera caminando pesadamente)

LA MADRE Jeremías… eres mi único hijo y el consuelo de mi vejez… Aunque intentes escapar a mi maldición, Dios la escuchará, como escuchó mi promesa.

JEREMÍAS También yo le he hecho una promesa, madre, y sé que me ha escuchado. ¡Adiós! (Pone el pie sobre el primer escalón)

LA MADRE(A voz en grito) ¡Jeremías! ¡Estás pasando por encima de mí! ¡Pisoteas mi corazón!

JEREMÍAS No sé por dónde camino… No reconozco las piedras que piso… Sólo siento su llamada, que me interpela… y estoy dispuesto a seguirla. (Baja lentamente el resto de los escalones con el rostro serio y el gesto contenido, fijando los ojos en el cielo)

LA MADRE(Sale precipitadamente hacia la escalera y grita desesperada) ¡Jeremías! ¡Jeremías! ¡Jeremías!

No hay respuesta. Los gritos se convierten en el eco de un lamento y luego se diluyen poco a poco en el silencio hasta que desaparecen totalmente. La silueta de la madre, agitada por la desesperación, se recorta solitaria contra la alta bóveda celeste, sobre la que poco a poco empieza a extenderse una trágica aurora que brilla con un fulgor de sangre y fuego.

SEGUNDO CUADRO

LA ADVERTENCIA

Los profetas que de antiguo antes de mí y antes de ti fueron profetizaron a pueblos poderosos y a grandes reinos la espada, el hambre y la peste. El profeta que profetiza paz por el cumplimiento de su profecía habrá de ser tenido por profeta, y se sabrá que en verdad le envió Yahvé.

JEREMÍAS 28, 8-9

La plaza principal de Jerusalén, en la que se alza una larga escalinata que conduce al atrio de columnas de la fortaleza de Sión; por su derecha se accede al palacio real, y por el centro, al templo contiguo. Al otro lado, la amplia plaza está limitada por un conjunto de casas y callejuelas, que parecen bajas y achatadas frente a construcciones tan importantes como las que se han señalado. Las entradas al palacio están adornadas con guirnaldas y muestran suntuosos artesonados de cedro; en el atrio hay fuentes por cuyos pilones amplios y artísticos se desliza el agua, al fondo se distinguen las puertas de hierro forjado del templo brillando en la penumbra.

Ante el pórtico del palacio, llenando las calles y ocupando la escalinata, se congrega el pueblo de Jerusalén, una masa confusa, colorida y agitada, de hombres, mujeres y niños, que se estremece unánime en medio de una desbordante expectación. Entre la muchedumbre destacan diferentes voces que, en los momentos clave de la acción, suelen confluir en un único grito, aunque, por lo general, discuten entre sí acaloradamente. En estos precisos instantes, todos se han girado en dirección a las calles y aguardan con viva inquietud apretándose unos contra otros.

VOCES El centinela ya ha dado la señal desde la torre… No, todavía no… Claro que sí, yo he oído el cuerno… Yo también… Y yo… Ya deben de estar cerca… ¿Por dónde vienen? ¿Los veremos?

OTRAS VOCES Vienen por la puerta de Moria… Tienen que pasar por aquí… Van al palacio… Despejad la calle… Sí… sí… Queremos verlos… Retroceded… Abrid paso… ¡Paso a los egipcios!

UNA VOZ ¿Pero estáis seguros de que vienen?

OTRA VOZ He hablado con el mensajero que les precede.

VOCES Ha hablado con el mensajero… Cuenta… ¿Son muchos?… ¿Traen regalos?… ¿Quién los dirige?… ¿Qué nos traen?… ¡Habla, Isacar!

Se forma un grupo alrededor del tal Isacar.

ISACAR El mensajero es cuñado mío. Sólo puedo contaros lo que él me dijo: el faraón nos envía los mejores guerreros de Egipto, y con ellos hay muchos esclavos que traen regalos en andas y cargados sobre los hombros. Desde la muerte del rey Salomón no se había vuelto a ver nada semejante en Sión.

VOCES ¡Viva el faraón…! ¡Gloria a su majestad!… ¡Salve, Egipto!

UNA VOZ Dicen que además viaja con ellos una de las hijas del faraón y que se va a desposar con Sedecías. ¿Es cierto, Isacar?

ISACAR Es cierto. Traen a una de las hijas del faraón, la más hermosa de todas. Su padre la ha escogido para que se convierta en esposa de Sedecías.

VOCES ¡Gloria al faraón!… ¡Salve, Sedecías…! ¿Podremos verla?… ¡Salve, Egipto!

UN ANCIANO Cada vez que uno de nuestros reyes ha buscado como consorte a una extranjera, esa mujer ha traído la desgracia sobre Israel.

VOCES Sí, tuercen el juicio de los justos… ¡Fuera, que se vayan!… ¿Por qué despotricas contra Egipto? Sí, ¿qué pretenden?… ¿A qué viene esta embajada? ¿Desde cuándo florece la amistad entre Egipto e Israel?… ¿Qué quieren?

UNA VOZ El faraón Necao nos ofrece una alianza para luchar contra Nabucodonosor, lo sé por Abimelec.

VOCES ¡Salve, Abimelec, jefe de nuestras tropas!… Nada de alianzas… No podemos aceptar una alianza con Egipto… ¿Cómo vamos a aliarnos con Egipto?… ¿Contra quién sería esa alianza?

ISACAR ¿Y por qué no habríamos de pactar una alianza con ellos? Son poderosos y unidos ganaríamos fuerza frente a nuestros opresores. El faraón Necao es capaz de poner diez mil carros en el campo de batalla, y sus arqueros y jinetes son incalculables. Pretende alzarse contra Asur, causa de nuestra aflicción, y desea contar con nuestro apoyo.

EL ANCIANO ¡Nada de alianzas con Egipto! ¡Nuestra lucha no es la suya!

ISACAR ¡Pero nuestro sufrimiento, sí! Ellos tampoco quieren ser esclavos de los caldeos.

VOCES Igual que nosotros… Sí, como nosotros… ¡Abajo Asur!… ¡Rompamos el yugo!… Seamos pacientes…

BARUC(Un jovencito, extasiado) Pasan los días y seguimos cargados de cadenas; cada luna nueva mandamos emisarios a Babilonia con siclos y siclos de oro. ¿Cuánto tiempo más vamos a consentirlo?

ZABULÓN(El padre de Baruc) Calla… No es a ti a quien corresponde hablar… El yugo de Caldea es liviano y su servidumbre, tolerable…

VOCES ¡No queremos seguir siendo esclavos!… ¡Ha llegado la hora de la libertad!… ¡Abajo Asur!… ¡Unámonos a Egipto!

ZABULÓN Egipto nunca nos ha traído nada bueno. Hay que meditar y sopesar su propuesta, hay que desconfiar y ser prudentes.

VOCES Tenemos que recuperar los objetos que se llevaron del templo… No podemos consentir que Baal siga disfrutando de ellos… ¡Acabemos con los saqueadores del templo!… ¡Por fin ha llegado la hora!

OTRAS VOCES(Desde el fondo de la calle) ¡Ahí vienen! ¡Ya llegan!

VOCES(Lanzan gritos de júbilo desde todas partes) ¡Ya vienen! ¡Paso… abrid paso!… ¡Ya llegan!… Aquí arriba… ¡Atrás, por aquí!… ¡Ya los veo!… Desde aquí se les puede ver…

El pueblo sube atropelladamente por la escalinata y forma un pasillo a través del cual va desfilando la embajada egipcia hasta llegar al palacio. Al principio sólo se ve el brillo de las lanzas que llevan los guerreros despuntando entre el oleaje de la muchedumbre enardecida.

VOCES ¡Qué orgullosos desfilan! ¿Quién es su jefe? Es Araxes… Los regalos… Las andas… Mirad a esa mujer que se cubre con un velo… Debe de ser la hija del faraón… ¡Salve, Araxes! ¡Salve, Egipto!… ¡Qué pesadas son esas arcas, deben de estar llenas de oro!… Tendremos que pagarlo con sangre… Las espadas, ¡mirad qué cortas son!… Las nuestras son mejores… ¡Qué orgullosos desfilan!… Deben de ser grandes guerreros… ¡Viva el faraón Necao!… ¡Viva Egipto!… ¡Salve!… ¡Dios castigue a Asur!… ¡Salve, Egipto!… ¡Salve, Araxes!… ¡Viva Necao!… ¡Bendito sea el faraón!… ¡Dios bendiga nuestra alianza!… ¡Salve!… ¡Salve!

La comitiva egipcia pasa entre la muchedumbre. El frenesí se desata y todos lanzan gritos de júbilo, atropellándose para ver a los egipcios, que, ricamente ataviados, desfilan orgullosos, muy serios y dignos, entrechocando sus espadas en señal de agradecimiento.

BARUC(Desde lo alto de la escalinata) ¡Que el rey colme vuestros deseos! ¡Que selle la alianza!

VOCES ¡Sí… sí!… ¡Levantémonos contra Asur!… ¡Rompamos el yugo!… ¡Viva Necao!… ¡Bendita sea vuestra llegada!… ¡Venganza para Sión!

OTRAS VOCES ¡Al palacio! Acompañadlos al palacio… Ante el rey… Que selle la alianza… ¡Viva Araxes!… ¡Bendito sea Sedecías, nuestro rey! Un rey de esclavos… ¡No… no! Libertad… Venga, vamos al palacio…

Los egipcios han subido la escalinata que lleva al palacio y entran por el pórtico. El grueso de la muchedumbre los sigue en tromba. El resto se dispersa y se pierde por las callejuelas. En las escaleras sólo quedan ancianos desperdigados en grupos, mientras que los guerreros y las mujeres siguen curiosos a los egipcios, se apiñan alrededor de los palanquines y desaparecen tras las columnas del pórtico.

BARUC(Que les ha ido saludando con la mano y está entusiasmado) Tengo que ir con ellos.

ZABULÓN ¡Tú te quedas!

BARUC Quiero ser testigo, quiero vivir el momento en que Israel se levanta contra los que lo oprimen. Mi alma se consumía deseando contemplar el poder, y por fin ha llegado esa hora.

ZABULÓN ¡Tú te quedas! Es Dios quien señala la hora, no nosotros. La decisión está en manos del rey.

BARUC ¡Escucha los gritos de júbilo! Deja que vaya con ellos, padre mío, quiero vivir este momento.

ZABULÓN Tendrás otras muchas oportunidades, vivirás más momentos como éste, el pueblo siempre grita de júbilo cuando se dirigen a él con palabras grandilocuentes, se deja deslumbrar por la pompa y siempre corre en pos de ella.

OTRO ¿Por qué le niegas el gusto? ¿Acaso no ha llegado el día que anhelábamos? Ahora, Israel cuenta con amigos.

ZABULÓN Egipto jamás ha sido amigo de Israel.

BARUC Nuestro ultraje es el suyo, las penalidades de Israel son las de Egipto.

ZABULÓN No tenemos nada en común con los demás pueblos de la tierra. Nuestra fuerza es la soledad.

EL OTRO ¡Pero quieren luchar por nosotros!

ZABULÓN Pues que luchen por ellos. Cada pueblo lucha por sí mismo.

BARUC ¿Es que hemos de seguir siendo esclavos? El reino de Sedecías no puede ser un reino de esclavos; Sión no debe continuar pagando tributo a Caldea. ¡Ah, si Sedecías fuese un verdadero rey…!

ZABULÓN Calla, te lo ordeno. No corresponde a los muchachos juzgar a los reyes.

BARUC Soy joven, pero ¿quién es Jerusalén, sino su juventud? No fueron los indecisos los que la edificaron. Fue el joven rey David quien levantó sus torres y la hizo grande entre los pueblos.

ZABULÓN Cállate, ¿con qué derecho alzas la voz en medio del mercado?

BARUC ¿Es que sólo han de hablar los tibios? ¿Sólo han de dar consejos los ancianos, para que Israel envejezca antes de tiempo y la palabra de Dios se pudra en nuestros corazones? Ha llegado nuestra hora, nuestra es la venganza. Vosotros os doblegasteis, nosotros nos levantaremos; vosotros dudasteis, nosotros actuaremos con decisión; vosotros mantuvisteis la paz, nosotros emprenderemos la guerra.

ZABULÓN ¡Cuánta arrogancia! ¿Qué sabéis vosotros de la guerra? Nosotros, vuestros padres, sí que la hemos conocido. Los libros la presentan como algo grandioso, pero lo que hace en realidad es profanar y estrangular la vida.

BARUC Yo no le tengo miedo. ¡Será el fin de nuestra esclavitud!

UNA VOZ Sedecías juró mantener la paz.

VOCES Ese juramento carece de validez… ¡Que lo rompa! Con los paganos no valen juramentos… (Desde el fondo, por las callejuelas, llegan gritos de júbilo) ¡Abimelec! ¡Salve, Abimelec! Abimelec, el jefe de nuestras tropas… ¡Salve! (Los grupos que habían estado dispersos se reúnen alrededor de Abimelec, el comandante en jefe de las tropas, y lo aclaman con gritos de júbilo) Abimelec, ¿es verdad que Egipto nos ofrece una alianza? Coge tu espada… ¡Adelante, marchemos contra Asur!… ¡Que Israel haga acopio de todas sus fuerzas!… Estamos preparados… Estamos dispuestos…

ABIMELEC(Se dirige a la muchedumbre desde lo alto de la escalinata) Prepárate, pueblo de Jerusalén, porque está próxima la hora de tu liberación. (La muchedumbre que lo rodea estalla en gritos de júbilo) El faraón Necao nos ha tendido su mano y nos anima a empuñar las armas con él. Unidos conseguiremos doblegar el poder de Asur. ¡Y vamos a hacerlo, pueblo mío de Jerusalén! Dispuestos están los combatientes, armados los guerreros, enganchados los carros, tendidos los arcos, ahora tu corazón debe volverse de acero, pueblo de Jerusalén.

LA MUCHEDUMBRE(Entre gritos de júbilo) ¡Levantaos contra Asur!… ¡Guerra a Caldea!… ¡Salve, Abimelec!

UN GUERRERO Los arrastraremos como corderos. Se han ablandado frecuentando casas de malas mujeres. Su rey nunca ha llevado armas ni se ha vestido de hierro para la guerra.

UNA VOZ ¡Eso no es cierto!

EL GUERRERO ¿Quién dice que no es verdad?

UNA VOZ Lo digo yo, que he estado en Babilonia y he visto a Nabucodonosor. Es poderoso y sus tropas son irreprochables.

VOCES ¡Eres un canalla! ¿Cómo te atreves a alabar a nuestros enemigos?… Es un vendido… Su mujer es una caldea… Ha fornicado como una puta con todos los muchachos de Babilonia… ¡Traidor!

EL GUERRERO(Adelantándose hacia el que ha hablado) ¿Quieres decir que no podríamos vencerlos?

LA VOZ Digo que los caldeos son poderosos.

EL GUERRERO(Amenazándolo) Mira mi puño y vuelve a decir que son mejores que Israel.

VOCES Vuelve a decirlo… ¡Hacedlo pedazos!… ¡Traidor! ¡Traidor!

EL QUE HA HABLADO(Se abalanzan sobre él y lo agarran, habla atemorizado) ¡No he dicho eso…! Sólo quería decir… Lo que quería decir es que son muchos…

ABIMELEC Nuestros enemigos siempre han sido numerosos, pero nosotros los hemos derrotado a todos.

VOCES ¿Quién puede contra nosotros? Los hemos derrotado a todos… Hemos destrozado a Moab y a Amón… Y a los cien mil hombres de Senaquerib… A los filisteos y a Amalec… ¿Quién puede resistirse a nosotros?… Que la muerte caiga sobre aquellos que nos insultan…

Varios mensajeros salen del palacio.

LA MUCHEDUMBRE(Se agolpa a su alrededor) ¿Adónde vais tan deprisa?… ¿Qué lleváis?… ¿A quién buscáis?… ¿Qué ocurre?

UN MENSAJERO El rey ha convocado al consejo.

VOCES ¡Guerra!… ¡Va a declarar la guerra!… ¡Guerra!

ABIMELEC ¿A quién ha convocado?

EL MENSAJERO A Imre, el más anciano de Jerusalén; a Nahún, el administrador, y también a ti.

ABIMELEC No me gusta que unan mi nombre al de personas que dudan y le dan vueltas a todo, que sopesan las palabras y tienen miedo de actuar. Aquí está mi espada, y si no me dejan blandirla contra Asur, la rendiré y la arrojaré al suelo delante de todos. ¡Es tu hora, pueblo de Jerusalén, yo lucharé por ti!

LA MUCHEDUMBRE ¡Salve, Abimelec! ¡Salve, Abimelec! ¡Salve, guerrero de Dios! ¡Salve!

Abimelec se apresura a entrar en el palacio.

BARUC ¡Vamos tras él! ¡Tras él! El rey ha de oír nuestra voz. ¡Que nos oiga tronar delante de su palacio! ¡Que sepa cuál es nuestra voluntad!

ZABULÓN Si no te callas, te repudiaré como hijo. El rey quiere consultar con sus consejeros y necesita tranquilidad para tomar una decisión.

BARUC ¡Que se olvide de sus consejeros! ¡Que decida él! ¡Que declare la guerra! Todos queremos la guerra.