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En un futuro no muy lejano, la humanidad ha sido sometida a un control masivo mediante la robotización de cuerpos humanos, buscando erradicar la mortalidad. El protagonista, un poeta y profesor que quedó atrapado entre dos realidades, es testigo de la lucha interna entre el alma y el cuerpo. La historia sigue sus viajes extracorporales y su relación con Melody, la única persona consciente de su estado y con el poder de cambiar el destino de la humanidad. Juntos enfrentan la batalla por recuperar la libertad de las almas perdidas y detener un régimen opresivo que busca el control absoluto.
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Seitenzahl: 91
Veröffentlichungsjahr: 2025
JAQUELINE CEJAS
Cejas, Jaqueline Kairos, una oportunidad para el amor / Jaqueline Cejas. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5797-1
1. Novelas. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Cronos - Línea temporal de un cuerpo mortal
Kairos - Un tiempo dentro de todos los tiempos: el oportuno
Aión - El tiempo es una serpiente que se mueve en círculos
Apartado
Para mi hijo Valentín
“Sueña, porque en sueños es libre el hombre”
Walt whitman
A mis padres, Marta y Raúl por su amor incondicional
A mi hijo Valentín por su amor infinito y por ser el motor de mis días
A Luciano, el amor de mi vida, por amarme y creer en mí.
A mis hermanos: Laura, Estela, Diego y Maxi por el amor tan grande que nos une y que trasciende la vida.
A mis alumnos por ese amor que motiva. Especialmente a Thiago Duete y Thiago Zelaya por ayudarme a imaginar y a bocetar la portada de este libro.
A Dios por amarme incondicionalmente y por permitirme cumplir este sueño.
Siempre que pensaba en el tiempo recordaba lo efímero que puede llegar a ser nuestro paso por este mundo, es que estamos hechos de tiempo, de esa medida lineal y misteriosa que cada día nos acerca al fin. Pero qué sucede cuando nos percibimos más allá de nuestro cuerpo y su inherente temporalidad. Los límites pueden desdibujarse dentro de la eternidad cuando nos disponemos a cumplir un propósito que nos trasciende, por pequeño que este sea. Muchas veces me preguntaba cuál sería el camino, esa especie de atajo que nos conduce a su cumplimiento. Y la respuesta siempre fue la misma: el camino hacia el propósito es el amor. El único que puede medir nuestra existencia. Entonces el tiempo deja de ser una recta, para convertirse en un escenario de posibilidades donde el pasado, el presente y el futuro pueden conjugarse.
En Kairos, una oportunidad para el amor, los personajes son un claro reflejo de que cuando estamos dentro del tiempo señalado todo puede ser posible.
"Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará"
Mateo 24:12
Tarde de un rojizo crepuscular, sonidos límbicos que resuenan en mi memoria, tan diáfana y a la vez sombría, que me lleva a un día de mi niñez… Aún puedo verme a mis 7 años abstraído en mis pensamientos, asombrado con el gran descubrimiento de saber que ya era un adulto. Porque por algún motivo a partir de ese día ya era consciente del mundo. Esa tarde mi mirada permanecía fija hacia el suelo mientras miraba mis pies y seguía con la vista a una fila de hormiguitas a las que por nada del mundo podría pisar. Y todo porque a esa edad creía que todos podíamos ser hormigas desde la mirada de algo mayor que nosotros. Mi mente por aquellos días oscilaba entre duendes y gigantes…
Entonces sentía compasión por las hormigas y por mí, me entretenía ver el esfuerzo que realizaban al cargar su sustento. Así y en tantos otros pensamientos yo me perdía. Pero mi gran descubrimiento de esa tarde era saber que ya era un adulto. No sé cómo ni por qué, pero lo supe. A veces todavía me sucede eso, despertar de repente a las cosas; a veces soy lento, pero siempre llego, más tarde que el resto, pero lo hago. A los 7 años supe quién era, a partir de ese día no todo fue fácil, sé que he sido valiente, ya que me ha tocado vivir con un corazón tan frágil. Aprendí debido a eso a percibir el mundo por mí mismo y cuando eso te ocurre por mucho que te duela sabés que no hay vuelta atrás.
Es que aún hoy a mi edad me fascina observar el rojizo crepuscular de alguna tarde suspendida en el tiempo. Aún hoy sigo mirando mis pies, aunque ahora pienso en el camino desandado y todo lo que dejo atrás, mientras miro aquellas hormiguitas veloces en su ritmo correr en diversas direcciones, no las piso, porque todavía me reconozco como una de ellas. Siento que algo mayor también me observa y la compasión que he sentido siempre se transforma en las manos de ese gigante en misericordia para mi vida. Porque dicen que Dios no mira lo que mira el hombre: la apariencia, sino el corazón.
Las campanas suenan a mi alrededor: una oportunidad, solo una. Mi mente se confunde entre el hoy y el ayer, ya no soy un niño, pero al igual que aquella vez solo quiero despertar. Este hospital se ha transformado en una prisión para mi cuerpo, pero no para mi conciencia. Porque, aunque mi mente divague, aún sé quién soy, aún sé que, a pesar de este presente abyecto, puede mi espíritu intrépido soslayarlo. Quizás no en vano recordé que a los 7 años aprendí a distinguir entre el bien y mal, ello me condujo a convertirme en adulto. Pero no solo eso, aprendí desde aquel día a desarrollar la facultad de permanecer despierto cuando mi cuerpo dormía. Al principio me asustaba la idea de flotar y caer, el no tener dominio de mi propia alma. Con el tiempo me he convertido en un adepto. No lo voy a negar, aún me da miedo lo desconocido. Pero, aunque en esta vida no sea un hombre fuerte o vigoroso, tengo la certeza de ser allí un hombre valiente.
Hoy entiendo que todo lo experimentado tenía un motivo: este lugar y este momento. Mi presente puede ser decisivo. No solo para mí sino para la humanidad. En mis manos se conjugan el pasado, el presente y el futuro. Aún no comprendo por qué se me delega tal misión, solo desearía que no fuera imposible. Desearía también poder aseverar con precisión el tiempo en el que me hallo, pero no sé si mi mente pueda delinear esos surcos que se representan sin marcas de temporalidad aparentes. Solo sé que estoy inserto en un tiempo en el que principio del fin comienza. Lo que no sé precisamente es desde cuándo escribo estas líneas...
Los hospitales se han convertido en sedes del purgatorio; cientos de personas albergan en estos lugares que colapsan a diario. El país donde resido actualmente representa a una de las potencias del mundo, sobre todo en tecnología y más aún en poder y, aunque yo soy de Buenos Aires, Argentina, por cuestiones de estudio fui contratado para dar clases de poesía en la Universidad de Harvard. Pero debido a una epidemia mundial, mis clases presenciales se detuvieron. Y aunque todo parecía mejorar, la llegada de un nuevo virus real o imaginario dio paso a que investigadores estadounidenses en compañía de otras potencias mundiales, desataran en el imaginario colectivo una enfermedad aún más potente, que se encontraba en los aires y que atacaba a las personas de manera aleatoria. Así fue como se gestó la maquinación más perversa de todos los tiempos. No existía un modo de prevención alguno. En las noticias se veían a diario miles de muertos en todas partes del mundo. Sin saber cómo ni por qué contraje el virus. Acá en un país desconocido, lejos de mis seres queridos. El hospital se convirtió en un refugio hostil; cada día empeoraba, esta enfermedad iba dañando mi cuerpo poco a poco, dejándolo sin fuerzas, al igual que les sucedía a todos los que estábamos allí. Mi padecimiento era gradual, hasta que dejé de sentir dolor, porque ya no sentía mi cuerpo. Me convertí en mi espíritu. Pude verme allí postrado y a tantos que yacían inmóviles, miles de muertos en vida. Con el correr de los meses la mortalidad fue disminuyendo poco a poco, pero gran sector de cada población permanecía inerte, dormida, en un estado de coma inducido. En momentos así es un privilegio contar con una conciencia despierta, algo que jamás pudieron aletargarme.
Cuando volví la mirada hacia atrás para ver mi cuerpo pensé en que acaso sería la última vez que lo haría… Mi espíritu comenzó a viajar a la velocidad de la luz, aunque no era precisamente luz lo que veía a mi alrededor. Todo estaba a oscuras, me metí en un túnel sin salida. Sentía mucha presión y desconcierto, tenía miedo, sí, mucho miedo. En ese momento solo me preguntaba si existiría la luz luego de ese pasaje inexorable y desolador. Recordé otros viajes que había tenido cuando dormía en casa. Y aunque la sensación era parecida, yo sabía que no era lo mismo. Antes tenía la seguridad de que si realizaba un esfuerzo podía regresar rápidamente, pero esta vez mi cuerpo no era ya un lugar habitable, estaba dañado, como un vehículo en desuso. Presentía que por más que lo intentara con todas mis fuerzas ya no podría volver. Pero… ¿hacia dónde me dirigía? Mi espíritu errante se asemejaba a una flecha lanzada sin dirección o al menos yo desconocía esa dirección trazada: por Dios, el destino o mi suerte.
Solo me mantenía fuerte y expectante la confianza de saber quién era en ese plano, yo era sin dudas un hombre valiente, aunque estaba allí perdido en la inmensidad. Nadie me acompañaba en aquella travesía, me hubiese sentido más contenido si todas aquellas personas dormidas en el hospital viajaran en esa dimensión conmigo. Pero no, estaba solo, completamente solo. ¿Por misericordia divina? Yo creo que sí. Comprendí en ese túnel que las reglas del poder en esa dimensión no se regían por cuán reconocido o distinguido seas en la vida física. Sino más bien se medían por la fortaleza del espíritu y la conciencia despierta. Aquel hombre que yacía en esa cama que dejaba atrás, tan solo era reconocido por tres o cuatro alumnos a los que les interesaba mi escritura poética.