Kairos, una oportunidad para el amor - Jaqueline Cejas - E-Book

Kairos, una oportunidad para el amor E-Book

Jaqueline Cejas

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Beschreibung

En un futuro no muy lejano, la humanidad ha sido sometida a un control masivo mediante la robotización de cuerpos humanos, buscando erradicar la mortalidad. El protagonista, un poeta y profesor que quedó atrapado entre dos realidades, es testigo de la lucha interna entre el alma y el cuerpo. La historia sigue sus viajes extracorporales y su relación con Melody, la única persona consciente de su estado y con el poder de cambiar el destino de la humanidad. Juntos enfrentan la batalla por recuperar la libertad de las almas perdidas y detener un régimen opresivo que busca el control absoluto.

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Seitenzahl: 92

Veröffentlichungsjahr: 2025

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JAQUELINE CEJAS

Kairós, una oportunidad para el amor

Cejas, Jaqueline Kairos, una oportunidad para el amor / Jaqueline Cejas. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5797-1

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

Agradecimientos

Prólogo

Cronos - Línea temporal de un cuerpo mortal

Kairós - Un tiempo dentro de todos los tiempos: el oportuno

Aión - El tiempo es una serpiente que se mueve en círculos

Epílogo

Para mi hijo Valentín

“Sueña, porque en sueños es libre el hombre”

Walt whitman

Agradecimientos

A mis padres, Marta y Raúl por su amor incondicional.

A mi hijo Valentín por su amor infinito y por ser el motor de mis días.

A Luciano, el amor de mi vida, por amarme y creer en mí.

A mis hermanos: Laura, Estela, Diego y Maxi por el amor tan grande que nos une y que trasciende la vida.

A mis alumnos por ese amor que motiva. Especialmente a Thiago Duete y Thiago Zelaya por ayudarme a imaginar y a bocetar la portada de este libro.

A Javier Herrera por el amor con el que abrazó esta obra, por su acompañamiento en el proceso de corrección y por el prólogo.

A mi amiga Cecilia Borja por el amor con el que me ayudó en la corrección de esta segunda edición.

A Dios por amarme incondicionalmente y por permitirme cumplir este sueño.

PRÓLOGO

Kairós una oportunidad para el amor, es una de esas novelas que no se agotan en una sola lectura, sino que nos invitan a regresar, descubrir y redescubrir detalles que se pasaron por alto en otra ocasión. Hay capítulos que dan la sensación de ser unidades en sí mismas, aunque estén orgánicamente enlazadas, eso hace que la experiencia de relectura sea lúdica. Cada lector tendrá su capítulo favorito, yo lo tengo.

En una de esas relecturas, un pensamiento me llevó al cuadro La persistencia del tiempo, de Salvador Dalí. En mi mente, la conexión entre la novela y aquella pintura eran evidentes, los relojes derritiéndose y las hormigas sobre uno de esos relojes, en un paisaje onírico. Esos símbolos me llevaron a pensar que no importa cómo se perciba al tiempo, el deterioro, ese óxido primigenio que es la misma muerte, está siempre al acecho. 

La novela en esencia es una historia de amor en clave de ciencia ficción fantástica, un vínculo que cruza todos los límites de la razón. Dos almas que están ligadas a un destino en común y que se ven atrapados en medio de una trama donde asoma la distopía. La escritora Jaqueline Cejas nos invita a reflexionar sobre el futuro de la humanidad y su cada vez mayor dependencia de la tecnología.

La autora juega con 3 conceptos del tiempo que circulaban en la antigua Grecia: el Cronos que es el lineal, secuencial, y que se desdibuja a medida que avanza la trama; luego el Kairós, que es el oportuno, el designado con un propósito en particular. Por último, tenemos al Aión, que es el cíclico y también es lo que está por fuera de los márgenes, son los eones misteriosos de la divinidad. Allí lo imposible puede ocurrir y donde todas las leyes naturales y cronológicas entran en jaque.

Estos conceptos se conjugan en una obra donde los saltos temporales, a través de viajes extracorpóreos, nos dan un paseo por distintos estadios de las vidas de Mateo y Melody. Un amor que será probado en el entramado cósmico más de una vez.

Mientras escribo estos párrafos suena de fondo, como una señal, “The power of love” de Huey Lewis and the News, del soundtrack de Volver al futuro. Cuya letra en resumen dice que: “el poder del amor es lo que hace girar al mundo”.

Javier Ismael Herrera

"Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará".

Mateo 24:12

Cronos

Línea temporal de un cuerpo mortal

Tarde de un rojizo crepuscular, sonidos límbicos que resuenan en mi memoria, tan diáfana y a la vez sombría, que me lleva a un día de mi niñez… Aún puedo verme a mis 7 años, abstraído en mis pensamientos, asombrado con el gran descubrimiento de saber que ya era un adulto. Porque por algún motivo a partir de ese día ya era consciente del mundo. Esa tarde mi mirada permanecía fija hacia el suelo mientras seguía con la vista a una fila de hormiguitas a las que por nada del mundo podría pisar. Eso me ocurría porque a esa edad creía que todos podíamos ser hormigas desde la mirada de algo mayor que nosotros. Mi mente por aquellos días oscilaba entre duendes y gigantes…

Entonces sentía compasión por las hormigas y por mí, me entretenía ver el esfuerzo que realizaban al cargar su sustento. En ese y en tantos otros pensamientos yo me perdía. Pero mi gran descubrimiento de esa tarde fue saber que ya era un adulto. No sé cómo ni por qué, pero lo supe. A veces todavía me sucede eso, despertar de repente a las cosas; a veces soy lento, pero siempre llego, más tarde que el resto, pero lo hago. A los 7 años supe quién era, a partir de ese día no todo fue fácil, sé que he sido valiente, ya que me ha tocado vivir con un corazón tan frágil. Aprendí debido a eso a percibir el mundo por mí mismo y cuando ello ocurre por mucho que te duela sabés que no hay vuelta atrás.

Es que aún hoy a mi edad me fascina observar el rojizo crepuscular de alguna tarde suspendida en el tiempo. Aún hoy sigo mirando mis pies, aunque ahora pienso en el camino desandado y todo lo que dejo atrás, mientras miro aquellas hormiguitas veloces en su ritmo correr en diversas direcciones, no las piso, porque todavía me reconozco como una de ellas. Siento que algo mayor también me observa y la compasión que he sentido siempre se transforma en las manos de ese gigante en misericordia para mi vida. Porque dicen que Dios no mira lo que mira el hombre, la apariencia, sino el corazón.

Las campanas suenan a mi alrededor: una oportunidad, solo una. Mi mente se confunde entre el hoy y el ayer, ya no soy un niño, pero al igual que aquella vez solo quiero despertar. Este hospital se ha transformado en una prisión para mi cuerpo, pero no para mi conciencia. Porque, aunque mi mente divague, aún sé quién soy, aún sé que, a pesar de este presente abyecto, puede mi espíritu intrépido soslayarlo. Quizás no en vano recordé que a los 7 años aprendí a distinguir entre el bien y el mal, ello me condujo a convertirme en adulto. Pero no solo eso, aprendí desde aquel día a desarrollar la facultad de permanecer despierto cuando mi cuerpo dormía. Al principio me asustaba la idea de flotar y caer, el no tener dominio de mi propia alma. Con el tiempo me he convertido en un adepto. No lo voy a negar, aún me da miedo lo desconocido. Pero, aunque en esta vida no sea un hombre fuerte o vigoroso, tengo la certeza de ser allí un hombre valiente.

Hoy entiendo que todo lo experimentado tenía un motivo: este lugar y este momento. Mi presente puede ser decisivo. No solo para mí sino para la humanidad. En mis manos se conjugan el pasado, el presente y el futuro. Aún no comprendo por qué se me delega tal misión, solo desearía que no fuera imposible. Desearía también poder aseverar con precisión el tiempo en el que me hallo, pero no sé si mi mente pueda delinear esos surcos que se presentan sin marcas de temporalidad aparentes. Solo sé que estoy inserto en un tiempo en el que el principio del fin comienza. Lo que no sé con exactitud es. ¿Desde cuándo escribo estas líneas?

Los hospitales se han convertido en sedes del purgatorio; cientos de personas se albergan en estos lugares que colapsan a diario. El país donde resido actualmente representa a una de las potencias del mundo, sobre todo en tecnología, más aún en poder, y aunque yo soy de Argentina, por cuestiones de estudio fui contratado para dar clases de poesía en la Universidad de Harvard. Pero debido a una epidemia mundial, mis clases presenciales se detuvieron. Todo parecía mejorar, pero la llegada de un nuevo virus, real o imaginario, dio paso a que investigadores estadounidenses, en compañía de otras potencias mundiales, desataran en el imaginario colectivo una enfermedad aún más potente que se encontraba en los aires y atacaba a las personas de manera aleatoria.

Así fue como se gestó la maquinación más perversa de todos los tiempos. No existía un modo de prevención alguno. En las noticias se veían a diario miles de muertos en todas partes del mundo. Sin saber cómo ni por qué contraje el virus. Acá, en un país desconocido, lejos de mis seres queridos. El hospital se convirtió en un refugio hostil; cada día empeoraba, esta enfermedad iba dañando mi cuerpo poco a poco, dejándolo sin fuerzas, al igual que les sucedía a todos los que estábamos allí. Mi padecimiento era gradual, hasta que dejé de sentir dolor, porque ya no sentía mi cuerpo. Me convertí en mi espíritu. Pude verme allí postrado y a tantos que yacían inmóviles, miles de muertos en vida. Con el correr de los meses la mortalidad fue disminuyendo poco a poco, pero gran sector de cada población permanecía inerte, dormida, en un estado de coma inducido. En momentos así es un privilegio contar con una conciencia despierta, algo que jamás pudieron aletargarme.

Cuando volví la mirada hacia atrás para ver mi cuerpo pensé en que acaso sería la última vez que lo haría… Mi espíritu comenzó a viajar a la velocidad de la luz, aunque no era precisamente luz lo que veía a mi alrededor. Todo estaba a oscuras, me metí en un túnel sin salida. Sentía mucha presión y desconcierto, tenía miedo, sí, mucho miedo. En ese momento solo me preguntaba si existiría la luz luego de ese pasaje inexorable y desolador. Recordé otros viajes que había tenido cuando dormía en casa. Y aunque la sensación era parecida, yo sabía que no era lo mismo. Antes tenía la seguridad de que si realizaba un esfuerzo podía regresar rápidamente, pero esta vez mi cuerpo no era ya un lugar habitable, estaba dañado, como un vehículo en desuso. Presentía que por más que lo intentara con todas mis fuerzas ya no podría volver. Pero… ¿Hacia dónde me dirigía? Mi espíritu errante se asemejaba a una flecha lanzada sin dirección o al menos yo desconocía ese rumbo trazado: por Dios, el destino o mi suerte.