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Una antigua amiga le cuenta a Miss Marple que una de las muchachas del pueblo se arrojó desde un puente y se ahogó. La joven había descubierto que estaba embarazada y todos creen que se quitó la vida. Pero Miss Marple, que conoce profundamente la naturaleza humana, no cree que haya sido un suicidio. Con la ayuda de Henry Clithering, ex comisionado de Scotland Yard, llegará al fondo del asunto hasta descubrir al verdadero responsable.
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Seitenzahl: 31
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Henry Clithering, ex comisionado de Scotland Yard, estaba alojado en la casa de sus amigos, los Bantry, cerca de un pueblito llamado St. Mary Mead. El sábado por la mañana, cuando bajaba a desayunar a una hora sumamente agradable —las diez y cuarto— estuvo a punto de tropezar con su anfitriona, la señora Bantry. Salía de su habitación, se veía nerviosa y muy ansiosa.
El coronel Bantry estaba sentado en la mesa del comedor con el rostro más enrojecido que de costumbre.
—Buenos días, Clithering —dijo—. Es un hermoso día, póngase cómodo.
Mientras el ex comisionado tomaba asiento, frente a un plato de riñones con tocino, su anfitrión continuó:
—Dolly está un poco alterada esta mañana.
—Sí… me pareció —respondió Henry.
Se preguntaba a qué se debía. Su anfitriona era una mujer de buen carácter, los cambios de humor y el nerviosismo no eran comunes en ella. Hasta Sir Henry sabía que solo se preocupaba realmente por un tema: su jardín.
—Sí —continuó el coronel Bantry—. La descolocó pro completo una noticia que nos llegó esta mañana; involucra a una chica del pueblo, la hija de Emmott, el dueño del Blue Boar.
—Sí, claro.
—Sí, sí —dijo el coronel pensativo—. Una chica bonita que se metió en un lío, la historia de siempre. Discutí sobre este asunto con Dolly, y fue una tontería de mi parte. Las mujeres no tienen sentido común. Dolly estaba furiosa por la chica. Ya sabe cómo son las mujeres, dicen que los hombres somos brutos y todo eso. Pero no es tan simple, al menos no en estos días. Las muchachas saben lo que hacen y el individuo que seduce a una joven no necesariamente es un delincuente. El cincuenta por ciento de las veces no lo es. A mí me cae bastante bien Sanford, más que un Don Juan es un joven simplón.
—¿Ese Sanford metió a la chica en problemas?
—Así parece. Por supuesto que no sé nada en concreto —replicó el coronel—. Sólo son chismes y rumores. ¡Ya sabe cómo es este pueblo! Como le digo, no sé nada. Y no soy como Dolly que saca sus conclusiones y empieza a lanzar acusaciones por todos lados. Hay que tener cuidado con lo que se dice. Ya sabe, la investigación judicial y todo lo demás…
—¿Investigación?
El coronel Bantry lo miró.
—¿No le dije? La muchacha se ahogó. Por eso todo este escándalo.
—¡Qué desagradable! —exclamó Henry.
—Sí, por supuesto, odio imaginarlo, pobrecita. Su padre es un hombre duro en todos los aspectos, supongo que ella no pudo enfrentar la situación.
Hizo una pausa.
—Eso es lo que alteró tanto a Dolly.
—¿Dónde se ahogó?
—En el río. Justo debajo del molino la corriente corre bastante fuerte. Hay un camino y un puente que lo cruza. Creen que se arrojó desde allí. Bueno, en realidad, es preferible no imaginarlo.
El coronel Bantry abrió el periódico dispuesto a distraer sus pensamientos de los asuntos dolorosos y se sumergió en las iniquidades del gobierno. Henry se interesó poco por la tragedia del pueblo. Después del desayuno, se instaló cómodamente en una tumbona sobre el césped, se caló el sombrero sobre los ojos y contempló la vida desde un ángulo tranquilo.
Eran alrededor de las doce y media cuando la empleada doméstica se acercó.
—Señor, la señorita Marple ha llegado y desea verlo.
—¿La señorita Marple?
Henry se incorporó y se acomodó el sombrero. Recordaba muy bien a la señorita Marple: sus gestos anticuados, su modo amable y su asombrosa agudeza. Recordó una docena de casos hipotéticos y sin resolver para los que aquella típica solterona de pueblo había encontrado la solución correcta del misterio. Henry, que sentía un profundo respeto por la señorita Marple, se preguntó por qué habría ido a verlo.