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Hércules Poirot es contratado por Mary Marvell, famosa actriz de cine, porque ha recibido extraños mensajes anónimos que exigen la devolución de su magnífico diamante, "Estrella del Oeste", antes de la próxima luna llena. Pero eso no es todo, Lady Yardly, poderosa dama de la sociedad que posee un diamante gemelo, el "Estrella del Este", ha recibido amenazas similares. ¿Podrá Poirot proteger las valiosas joyas? ¿Y qué hará si desaparecen?
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Seitenzahl: 34
Veröffentlichungsjahr: 2020
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La aventura del Estrella del Oeste
La aventura del Estrella del Oeste
Desde una de las ventanas de la residencia de Hércules Poirot contemplaba la calle.
—Es sumamente curioso —dije bruscamente, conteniendo el aliento.
—¿Qué cosa, mon ami? —preguntó Poirot, plácido y sumergido en las profundidades de su cómodo sillón.
—Dedúzcalo usted a partir de lo que veo. Hay una joven elegantemente vestida… sombrero de última moda y magníficas pieles. Se acerca lentamente mirando todas las casas al pasar. Sin que ella se dé cuenta, la van siguiendo tres hombres y otra mujer. En este momento acaba de unirse a ellos un muchacho de esos que hacen recados, que la señala con el dedo y simultáneamente gesticula. ¿Qué están tramando? ¿Acaso ella es una delincuente y sus seguidores unos detectives dispuestos a detenerla? ¿O son unos canallas a punto de atacar a una víctima inocente? ¿Qué dice el gran detective?
—El gran detective, mon ami, escoge como siempre el camino más fácil —mi amigo se aproximó a mí, junto a la ventana—. Verlo por sí mismo.
Al cabo de un minuto reía radiante.
—Como de costumbre, usted se ha dejado llevar por su incurable romanticismo. Esa es la señorita Mary Marvell, la estrella de cine, a quien sigue un enjambre de admiradores que la han reconocido. Y en passant, mi querido Hastings, ¡ella se ha dado cuenta perfectamente de esto!
Me eché a reír.
—¡De modo que todo queda explicado! Pero no tiene pruebas, Poirot. Ha sido sólo resultado de la identificación de la estrella.
—En vérité! ¿Y cuántas veces ha visto usted a Mary Marvell en la pantalla?
Reflexioné.
—Media docena de veces.
—¡Yo… una! No obstante, a simple vista la reconozco, y usted no.
—Está tan cambiada… —repliqué con voz débil.
—¡Ah! Sacré! —exclamó Poirot—. ¿Esperaba verla paseando por las calles de Londres con sombrero de cowboy, o descalza y con muchos bucles, como una colegiala irlandesa? ¡Hay que fijarse siempre en lo esencial! Recuerdo el caso de la bailarina Valerie Saintclair.
Me encogí de hombros ligeramente molesto.
—Pero consuélese, mon ami —dijo Poirot calmado—. ¡No todos son Hércules Poirot! Lo sé muy bien.
—¡La verdad es que no conozco otra persona que tenga mejor opinión de sí misma! —respondí entre divertido y molesto.
—¿Y por qué no? ¡Cuando uno es único, lo sabe! Y otros comparten esta opinión… incluso la señorita Mary Marvell, si no me equivoco.
—¿Qué?
—Sin duda alguna viene hacia aquí.
—¿Cómo lo sabe?
—Es muy sencillo. ¡Esta calle no es aristocrática, mon ami! No hay en ella ni médicos ni dentistas… y mucho menos modistas famosos. Pero sí un detective de última moda. Oui, amigo mío, es así… soy tendencia, soy le dernier cri! Unos dicen a otros: Comment? ¿Has perdido tu pluma de oro? Debes acudir al belga. ¡Es maravilloso! Todo el mundo recurre a él. Courez! ¡Y vienen! ¡En masa, mon ami! ¡Con los problemas más increíbles! —en ese preciso momento sonó el timbre—. ¿Qué le he dicho? Es la señorita Marvell.
Y como de costumbre, Poirot tenía razón. Tras un corto intervalo, la actriz americana entró en la habitación y los dos nos pusimos de pie.
Mary Marvell era sin dudas una popular artista de la pantalla. Había llegado hacía poco a Inglaterra acompañada de su esposo, Gregory R. Rolf, también artista de cine. Se habían casado un año atrás en los Estados Unidos y aquélla era su primera visita a Inglaterra. Les habían dado una gran bienvenida. Todo el mundo se volvió loco por Mary Marvell, sus maravillosos trajes, sus pieles, sus joyas, y entre todas, habían enloquecido por un gran diamante apodado, a propósito de su dueña: “Estrella del Oeste”. Mucho se había escrito acerca de esta joya… cierto y falso… y se decía que estaba asegurada en la enorme cifra de cincuenta mil libras.
Miss Marvell era menuda y esbelta, muy rubia y aniñada, con unos ojos azules grandes e inocentes. Poirot le acercó una silla y ella comenzó a hablar en seguida.
—Es probable que usted me considere ridícula, monsieur Poirot, pero lord Cronshaw me relató ayer a la noche cómo aclaró el misterio de la muerte de su sobrino, y quise conocer su opinión. Tal vez se trate de una broma tonta… como dice Gregory… pero me tiene muy preocupada.