La caída de la Casa Usher - Edgar Allan Poe - E-Book

La caída de la Casa Usher E-Book

Edgar Allan Poe

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Beschreibung

🏰 Una mansión maldita. Un hermano y una hermana al borde de la muerte. Y una presencia que lo consume todo. La caída de la Casa Usher es uno de los relatos más emblemáticos de Edgar Allan Poe, considerado una obra maestra del terror gótico y psicológico. A través de una narración envolvente y poética, Poe nos sumerge en una atmósfera de decadencia, enfermedad y locura, donde la arquitectura, el alma y la sangre parecen fundirse en una única condena. La historia gira en torno a Roderick Usher, su hermana Lady Madeline, y la misteriosa relación entre ellos y la mansión que habitan. Una obra cargada de símbolos, sensaciones opresivas y una belleza oscura inolvidable. 📚 Aspectos destacados del cuento: Descripciones góticas impactantes y atmósfera opresiva Fusión entre mente, cuerpo y entorno Temas de locura, enfermedad, muerte y lo sobrenatural Uno de los cuentos más analizados y representativos de Poe Clímax inolvidable y final simbólicamente devastador Perfecto para lectores de terror literario, estudiantes de literatura clásica y amantes de los relatos con profundidad psicológica y estética oscura. 📚 Lo que opinan los lectores: "Más que un cuento, es una experiencia sensorial y emocional. Pura literatura gótica." – Crítica literaria "Un clásico que no envejece. Aterrador, poético y perturbador a partes iguales." – Lector en Amazon 👉 Haz clic en "Comprar ahora" y déjate arrastrar por el colapso de una casa… y una mente.

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Seitenzahl: 30

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Índice de contenido
La caída de la Casa Usher
Edgar Allan Poe
capítulo

La caída de la Casa Usher

Edgar Allan Poe

Publicado: 1839

capítulo

No sé cómo fue, pero, a la primera mirada que eché al edificio, un sentimiento de insoportable tristeza invadió mi espíritu. Digo insoportable, porque no lo aliviaba ninguno de esos sentimientos semiagradables, por ser poéticos, con los que recibe el espíritu incluso las más adustas imágenes naturales de lo desolado o lo terrible.

Contemplé el escenario que tenía ante mí la casa, el simple paisaje del dominio, los muros descarnados, las ventanas como ojos vacíos, unas junqueras fétidas y los pocos troncos de árboles agostados con una fuerte depresión de ánimo, que sólo puedo comparar, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, a la amarga caída en el deambular cotidiano, al horrible descorrerse del velo. Era una frialdad, un decaimiento, un malestar del corazón, una irremediable tristeza mental que ningún acicate de la imaginación podía desviar hacia ninguna forma de lo sublime. ¿Qué era me detuve a pensar, qué era lo que me desalentaba tanto al contemplar la Casa Usher?

Misterio insoluble; y yo no podía luchar con los sombríos pensamientos que se agolpaban en mi mente mientras reflexionaba. Me vi obligado a recurrir a la conclusión insatisfactoria de que mientras hay, fuera de toda duda, combinaciones de simples objetos naturales que tienen el poder de afectarnos de esta forma, el análisis de semejante poder se encuentra entre las consideraciones que están más allá de nuestro alcance. Era posible, pensé, que una simple disposición distinta de los elementos de la escena, de los pormenores del cuadro, fuera suficiente para modificar o quizá anular su poder de impresión dolorosa; y, procediendo en consonancia con esta idea, dirigí mi caballo a la escarpada orilla de un negro y pavoroso lago, que extendía su brillo tranquilo junto a la mansión; vi en sus profundidades con un estremecimiento aun más sobrecogedor las imágenes reflejadas e invertidas de las grises junqueras, los troncos espectrales y las ventanas como ojos vacíos.

En esa mansión de melancolía, sin embargo, me proponía pasar unas semanas. Su propietario, Roderick Usher, había sido uno de mis mejores compañeros de juventud, pero habían transcurrido muchos años desde nuestro último encuentro. Sin embargo, acababa de recibir una carta en otra región remota del país, una carta suya, cuya misiva, por su tono desesperadamente insistente, no admitía otra respuesta que la presencia personal. La escritura denotaba señales de la agitación nerviosa. Hablaba de una enfermedad física grave, de un trastorno mental que le oprimía y de un intenso deseo de verme por ser su mejor y, en realidad, su único amigo íntimo, con el propósito de conseguir, por la animación de mi compañía, algún alivio a su mal. La forma de expresar esto, y sobre todo la aparente sinceridad que acompañaba su petición, no me permitieron vacilar, y, en consecuencia, obedecí inmediatamente a lo que, por otra parte, consideraba un requerimiento muy singular.