La carrera infinita - Rafael Sarandeses - E-Book

La carrera infinita E-Book

Rafael Sarandeses

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Beschreibung

Una poderosa guía para cualquier persona que afronte una reinvención profesional o que sienta la urgencia de catapultar su carrera. Un enfoque disruptivo y provocador que cuestiona los viejos paradigmas del desarrollo profesional, hoy obsoletos, y que ofrece un método, creado por los autores, que ha impulsado las carreras de más de 10.000 profesionales en todos los rincones del mundo. Un libro para mentes curiosas, para valientes que deseen tomar las riendas de su carrera.

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La carrera infinita

Toma las riendas de tu futuro profesional en un mundo volátil y abarrotado

Rafael Sarandeses y Jordi Alemany

Primera edición en esta colección: enero 2024

© Rafael Sarandeses y Jordi Alemany, 2024

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2024

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-10079-07-6

Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

Prefacio1. Todo lo que te han contado hasta hoy es mentira (o está obsoleto)2. ¿Cansado de ser un hámster?3. Cómo retomar el control de tu carrera profesional: principios clave4. El punto de partida de tu próximo paso profesional: el capital de carrera5. Construyendo una nueva identidad profesional6. Manos a la obra: pasando de la idea a un plan que huela a éxito7. Networking efectivo y marca personal8. Haz que se maten por contratarte: el proceso de reclutamiento en el siglo XXIConclusiones

Prefacio

Las especies que han perdurado durante millones de años, como por ejemplo los insectos, comparten varios atributos; entre otros, que son muy adaptables y pasan gran parte de su existencia trabajando. Para el ser humano esto no es muy diferente, trabajamos unas ochenta mil horas de media en nuestra vida profesional, y por eso seguimos existiendo como especie. Gracias al trabajo de otras personas disfrutamos de innovaciones como los aviones, el teléfono, los ordenadores, las vacunas o la cirugía. Incluso hemos llegado a la Luna. Ninguna de las personas que colectivamente hicieron realidad estos avances lo hicieron simplemente por «cobrar una nómina» a final de mes.

Parece, por tanto, que el trabajo es una de las principales fuentes de inspiración, desarrollo y realización del ser humano. Cuando estamos contentos profesionalmente, eso que llamamos «prosperar», la posibilidad de crear relaciones sociales de calidad o la propia salud mental vienen camufladas en algo maravilloso que, como nos recuerda el genial Scott Galloway, llamamos comúnmente «trabajo».

Al menos, así debería ser.

Sin embargo, cada día millones de personas van a sus trabajos (o se conectan a un Zoom) a disgusto con su situación profesional. A pesar del impacto que un empleado no comprometido tiene en la empresa (el valor de la productividad perdida se estima en un 34 % de su salario), según la consultora de análisis de mercado Gallup, solo el 36 % de los empleados están activamente comprometidos con lo que hacen. Y las cifras no hacen más que empeorar, año tras año.

Son personas que sufren amargamente en sus puestos de trabajo o que simplemente transitan sin emoción alguna por su carrera profesional (mal o bien pagados, porque la insatisfacción no entiende de títulos ni de bandas salariales), desempeñando tareas que no sacan lo mejor de ellos mismos, en entornos poco favorecedores para el crecimiento profesional, o trabajando con gente a la que no aprecian y con la que no comparten valores.

Talento en permanente stand-by, esperando un milagro o simplemente la llegada de su edad de jubilación.

Cuando nos detenemos a reflexionar acerca de las razones por las que el trabajo, lejos de cumplir con su función inspiracional, se ha convertido para tanta gente en una fuente de frustración e insatisfacción, nos encontramos con dos razones interconectadas.

La primera tiene que ver con nuestra escasa conciencia sobre aquello que realmente nos gusta hacer, sobre nuestras fortalezas, nuestras capacidades únicas e, incluso, sobre nuestro propósito vital. Este desconocimiento de nosotros mismos nos impide, a veces, tomar mejores decisiones profesionales.

Porque no todos los entornos profesionales son para todo el mundo.

Muchas veces pensamos que nos gustaría trabajar en tal o cual empresa / puesto sin hacer el trabajo previo necesario para entender si en ese entorno voy a ver reflejados mis valores, si en esa posición profesional voy a poder poner en juego de verdad mis habilidades, o si en ese trabajo voy a estar contribuyendo a resolver esos problemas que me apetece de verdad resolver en el mundo con mi tiempo y mi esfuerzo.

La segunda es no saber cómo cambiar esa situación, una vez somos conscientes. Mucha gente puede verse reconocida en la descripción que hacíamos hace un momento, y aun así no saber por dónde empezar a trazar un plan para salir de esa situación y diseñar un nuevo paso profesional.

La realidad es demoledora: según un estudio realizado por la institución financiera británica Barclays en 2018 sobre 10.000 trabajadores del Reino Unido, el 60 % de estos carecen de las habilidades críticas para impulsar su empleabilidad en el mercado laboral del siglo XXI.

A pesar de que saber cómo gestionar nuestro futuro profesional es hoy en día una habilidad fundamental, no parece que haya un manual de instrucciones claro, basado de verdad en una experiencia demostrable de sus autores, que permita diseñar y explorar alternativas que tengan una mejor calidad de encaje con quiénes somos y con el valor que podemos aportar.

Por eso hemos escrito este libro. Esta obra existe, querido lector, porque a lo largo de nuestra vida sus dos autores hemos ido experimentando con diferentes herramientas y enfoques que nos han permitido acelerar y, en ocasiones, reinventar, completamente nuestra vida profesional. En estas páginas, vamos a compartir las estrategias y lecciones que hemos aprendido a lo largo de nuestro viaje. Hemos decidido dar a este libro formato de método, con la esperanza de que lo puedas aplicar de forma sencilla, paso a paso, y así te resulte más fácil alcanzar tus metas profesionales.

Este libro nace con la aspiración de convertirse en un manual de referencia para todos aquellos profesionales que, habiendo llegado a posiciones de mayor o menor responsabilidad, con más o menos éxito hasta el día de hoy, sienten que ha llegado el momento de acelerar sus resultados y maximizar todo ese capital de carrera que todavía no han tenido la oportunidad de explotar de lleno.

Queremos que este sea un libro muy práctico y útil en diversos momentos de tu vida profesional, y para eso lo hemos estructurado siguiendo el mismo método de desarrollo y aceleración de nuestra carrera profesional que llevamos empleando durante las últimas dos décadas con más de diez mil mandos intermedios y ejecutivos en cuatro continentes. Además, hemos querido dar a este libro un toque personal, añadiendo algunas breves historias y curiosas anécdotas, basadas en nuestras propias experiencias.

Por supuesto, podemos compartir contigo nuestros métodos, pero lo que no podemos hacer por ti es invertir el esfuerzo, la determinación y, por qué no, la valentía que requiere tomar las riendas de tu carrera profesional. Esa será tu parte de este trato.

En resumen, tienes en tus manos una guía de consulta a la que acudir cada vez que decidas que ha llegado el momento de llevar tu carrera al siguiente nivel. Nuestra intención es que a través de nuestros perfiles de LinkedIn. con cada nueva lectura, estés un paso más cerca del destino que te mereces.

Y si con esta obra te ayudamos a conseguirlo, por favor, escríbenos a través de nuestros perfiles de LinkedIn. Nos encantará saber cómo te ha ido. Esa será nuestra recompensa.

Un abrazo,

RAFAEL SARANDESES

JORDI ALEMANY

1.Todo lo que te han contado hasta hoy es mentira (o está obsoleto)

Rafa y su carrera como piloto profesional

Barcelona, 29 de septiembre de 2002. Carrera puntuable para el Campeonato de las World Series (categoría de monoplazas anterior a la Fórmula 1). Sesión de calentamiento previa a la carrera, lo que en el argot se llama el «warm-up».

Al pasar por la línea de meta en mi última vuelta, escucho a mi ingeniero emocionado por la radio. Tras las mejoras que habíamos hecho en el coche la noche anterior, había terminado primero en la sesión. ¡Con neumáticos usados!

Era un final dulce para una temporada horrible. Empecé fuerte ese año, clasificándome segundo y terminando la primera carrera en el podio junto a Frank Montagny y Ricardo Zonta (pilotos que llegaron después a la F1). Luego, todo se vino abajo, quedándome incluso sin coche durante algunas pruebas a mitad de temporada.

Logré volver a la acción en las últimas carreras, recuperando la forma y alcanzando mi mejor resultado en esa sesión de calentamiento de Barcelona, pero llegando a esa carrera me sentí inquieto, como si algo no encajase. Había dejado a medias mis estudios universitarios y me había ido de casa a vivir a un pueblo en el norte de Italia, lo que me había enfrentado con mis padres. Además, estaba resentido por las muchas horas diarias que tenía que dedicar al entrenamiento físico (que para mí era un suplicio a ese nivel), y estaba cansado de vivir en un circuito de carreras más de 250 días al año.

Me di cuenta de que no estaba dispuesto a pagar el precio que exigía llegar a convertirme en piloto de F1, así que regresé a los boxes, salí del coche, me quité el casco y le dije a mi ingeniero que a final de la temporada me retiraría.

Tenía la friolera de veintidós años, tres cursos de la carrera de Derecho en mi haber, un par de idiomas y ni idea de qué hacer con mi vida. Sin saberlo, estaba delante del primero de los seis cambios de carrera por los que he pasado a lo largo de mi vida.

El mundo ha cambiado

«Estamos increíblemente bien preparados para el pasado, y terriblemente mal preparados para un futuro de trabajo que aún no se ha definido».

HEATHER MCGOWAN

El inventor e industrial Werner von Siemens nació en 1816, el conocido como «el año sin verano». La baja actividad solar y el invierno volcánico provocado por la explosión del monte Tambora en una isla de Indonesia habían hecho bajar la temperatura de la Tierra, y Occidente afrontaba su última gran crisis de supervivencia por la escasez de alimentos en un mundo profundamente rural.

Como sus coetáneos, Von Siemens experimentó en su vida una transformación sin precedentes en todos los ámbitos. Era el cuarto de catorce hijos de un campesino, pero inventó un nuevo tipo de telégrafo, un sistema de aislamiento de cables eléctricos que permitió el tendido de cables submarinos transoceánicos, y también el primer tren eléctrico. El fundador de la empresa Siemens AG falleció en 1890 en una sociedad muy diferente a la que vivió de niño, intensamente industrial. Su biografía ilustra bien los orígenes de nuestra era.

A pesar de la creencia popular, nuestra vida hoy no está afectada por lo que muchos llaman «cambio», sino que el término que mejor define nuestra época es «aceleración». Es el ritmo de cambio de los paradigmas lo que realmente importa. Todo parece ir más deprisa, sobre todo tras la pandemia de COVID-19, para algunos la circunstancia que ha forzado definitivamente a la empresa media a transformarse tecnológicamente.

Hoy estamos inmersos en la cuarta revolución industrial y en la era del conocimiento, en el que el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) augura cambios tectónicos que, como decíamos antes, ocurrirán más deprisa de lo que pensamos. Según Gini Rometti, presidente de IBM, la inteligencia artificial cambiará el 100 % de los trabajos en diez años. Es una cuestión de tiempo.

Estamos ante un mundo exponencial. Junto a la aceleración tecnológica se dan en paralelo otras aceleraciones, como la demográfica. Durante el último siglo la población mundial ha crecido como nunca. Hay casi ocho mil millones de seres humanos sobre el planeta, y se estima que la cifra seguirá en ascenso hasta la década de 2050. En este contexto, no es raro que el modo en el que toda esta gente se relacione profesionalmente también esté cambiando. La misma manera en la que entendemos nuestra propia carrera profesional está sufriendo ya transformaciones radicales. Hasta hace apenas dos décadas vivíamos en un mundo relativamente estable, con unas reglas «profesionales» en apariencia más sencillas que conducían más o menos linealmente del punto A al punto B.

El problema es que las reglas del juego han cambiado casi sin que nos demos cuenta, y mientras pensamos en nuestras carreras igual que como lo hacíamos a principios de este siglo XXI, apenas dos décadas después tenemos que aprender un nuevo enfoque a toda velocidad. Y, como decíamos antes, no es fácil porque hacerlo requiere desechar una larga serie de verdades, irrefutables hasta ayer mismo, que no sirven para el mundo de hoy. Como apuntábamos al principio, la mayor parte de los mantras que creíamos válidos para desarrollar una buena carrera profesional han quedado obsoletos.

Rompiendo mantras del siglo XX

«Cuando comienza a soplar el viento, unos construyen muros. Otros construyen molinos».

PROVERBIO ASIÁTICO

En los últimos años, la realidad ha evolucionado tan deprisa que, como dice el escritor y tres veces ganador del premio Pulitzer, Thomas Friedman (te recomendamos su excelente libro Gracias por llegar tarde), por primera vez en la Historia estamos enfrentándonos a una nueva revolución tecnológica sin haber podido asimilar la inmediatamente anterior. La evolución se da en ciclos cada vez más cortos, y ya no somos capaces de mantener el ritmo. Vivimos en un mundo de inmediatez que está haciendo que muchas «verdades» queden obsoletas muy deprisa.

Una de esas verdades obsoletas, quizá una de las más importantes, es la que dice que lo propio es encontrar un puesto (o una línea de desarrollo profesional) estable en el que estar a gusto y profesionalmente durante toda una vida. Fue válido para nuestros padres, o incluso para nosotros mismos hasta hace veinte o treinta años, pero ya no se corresponde con la realidad en la que nos movemos. En la actualidad, un profesional que hoy cuente con veinte años de experiencia habrá tenido que completar una media de doce transiciones profesionales, entendiendo por transición todos los posibles cambios que pueden suceder dentro y fuera de una empresa: promociones, cambios funcionales, cambios de empresa, de sector, de industria, desplazamientos geográficos, etc.

Otro dato: según un estudio realizado recientemente por la Fundación para los Jóvenes Australianos, una persona que se gradúe hoy pasará por una media de diecisiete trabajos diferentes en cinco industrias distintas a lo largo de su vida.

El cambio de paradigma se deja notar con fuerza cuando lo entendemos desde una perspectiva generacional. Un baby boomer podía buscar desarrollar toda su vida profesional en una misma empresa, utilizando los mismos conocimientos a lo largo de toda su carrera: los que hubiese aprendido en la universidad y los que hubiese adquirido en sus primeros años de vida profesional. Hasta hace no mucho, un profesional, cuando firmaba un contrato, podía imaginar sin miedo a equivocarse que iba a pasar, por lo menos, entre cinco y diez años en esa misma empresa.

Pero los datos indican que la Generación Y o millennials (nacidos en torno a los años ochenta y hasta mediados de los noventa) y la Generación Z (finales de los noventa y primera década de 2000) tienen una percepción muy distinta: sus expectativas de longevidad profesional en una misma empresa no llegan a los dieciocho meses.

Nos enfrentamos a una aceleración que va a requerir de nosotros un cambio de mentalidad, un «cambio de chip total». Si lo hacemos, entenderemos que lo que a primera vista parece un problema es en realidad una oportunidad de desarrollo profesional sin precedentes, un inmenso paquete de oportunidades desplegándose a cada paso. Solo hay que saber cómo gestionarlas, y aquí entra en juego la primera regla de este «cambio de chip» del que hablamos: sustituir el concepto de educación por el de aprendizaje.

¡Deja de mandar currículums!

«No importa lo bueno que tu currículum diga que eres haciendo algo, sino quién sabe lo bueno que eres haciéndolo».

ANÓNIMO

El mismo estudio realizado por Barclays en 2018 sobre diez mil trabajadores concluyó que el 60 % de los encuestados carecen de habilidades para la empleabilidad, como son la proactividad, la adaptabilidad o el liderazgo.

Hasta hoy, para muchos empleados, un cambio profesional de calado (de empresa o cometido profesional) era algo que se hacía una o dos veces en la vida, y por eso nadie nos ha preparado sistemáticamente para ello. Los programas de empleabilidad en las universidades siguen siendo, hoy en día, muy incipientes. Por eso, cuando de repente tenemos que afrontar un cambio profesional, la mayoría carece de la más mínima idea de cómo hacerlo.

¿Y qué es lo primero que uno hace cuando quiere cambiar de trabajo? Redactar un currículum estupendo y empezar a mandarlo a diestro y siniestro. «He mandado cien currículums», me dicen a veces. Y yo digo: «¿Y qué te hace pensar que ese es un modo efectivo de encontrar trabajo?». En el mundo de hoy, internet es de hecho un problema. Nos da la falsa sensación de que estamos haciendo algo. ¡Le das al botón y voilà!

Por este motivo, lo primero que recomiendo en las fases iniciales del cambio es no mandar currículums por email y no optar a ofertas de trabajo por internet. No son efectivas cuando estamos tan al principio del proceso.

¿Cuál es el motivo? Porque el «campo de juego», tal y como lo hemos definido, requiere otras cosas: el 80 % de las posiciones abiertas están en lo que se llama «el mercado oculto». Es decir, solo existen en la cabeza del directivo o empresario que busca incorporar a esa persona, y en la de sus amigos y confidentes. No están en LinkedIn, ni en InfoJobs, ni en ningún otro lado. Por eso, si no estamos llegando a estas personas con algo llamado «networking», no hay mucho que hacer. Quédate con esta estadística: solo el 5 % de los candidatos que se dedican a mandar su currículum «en frío» o de forma online consiguen trabajo, así que el 95 % restante tendremos que hacer algo diferente, ¿no te parece? No te preocupes, porque en este libro te explicaremos paso a paso cómo hacerlo.

La base de la adaptabilidad: de la educación monodosis al aprendizaje continuo

«Las habilidades duras, por sí solas, no son suficientes para adaptarse en el futuro del trabajo. También debemos construir identidades resistentes y adaptables, desarrollar una mentalidad de aprendizaje ágil, y centrarnos en las habilidades interpersonales que nos permiten colaborar de manera efectiva».

HEATHER MCGOWAN

Hasta ahora entendíamos la educación como un proceso cerrado, con un principio y un final bien definidos. Al final del viaje, fuese cual fuese nuestra especialidad, disponíamos de una serie de conocimientos útiles para desarrollarnos profesionalmente sin necesidad de volver a mirar atrás. Alguien que terminase la universidad a principios de 2000, como fue nuestro caso, podía esperar que lo aprendido en la carrera en formato «monodosis» se mantuviese vigente durante todo el arco profesional, que entonces era de unos treinta años útiles (hablaremos sobre esto más tarde).

Hoy, ha dejado de ser así. Es necesario apostar por el aprendizaje como una constante actualización de conocimientos durante toda nuestra carrera profesional. A diferencia de lo que podíamos esperar hace veinte años, hoy en día se estima que entre el 50 y el 100 % de los conocimientos y las habilidades que adquiere una persona que se licencia hoy estarán obsoletos en un plazo de solo cinco años. Ya no es posible, por lo tanto, desarrollar tu carrera exprimiendo una y otra vez lo que aprendiste en la universidad.

Podría tratarse de una mala noticia si estuviésemos hablando del mundo de hace veinte años, pero en la actualidad la oferta formativa se está adaptando a esta aceleración al mismo ritmo exponencial. Mientras estés dispuesto a aprender, nada te impide que lo hagas con libertad y comodidad (e incluso gratis, si vemos el peso creciente que están teniendo los llamados MOOCs —cursos masivos abiertos online—, por sus siglas en inglés) durante toda tu vida. Y si lo haces, dispondrás de una ventaja diferencial con la que no habrías contado en el mundo profesional de hace unas décadas.

Tranquilo: no se trata de estudiar una carrera nueva cada cinco años. Así como la oferta profesional ha cambiado, también lo ha hecho lo que se demanda de los candidatos. En el mundo de hoy y en el que viene la inteligencia artificial cumple muchas de las funciones que en el pasado solo podían asignarse a un ser humano.

Las más evidentes son las relacionadas con la memoria. Para los profesionales de hoy la acumulación de conocimientos ya no es tan importante, así que por más que te esfuerces, tu memoria enciclopédica nunca podrá competir con Google. Ya no hay que retener conocimiento como antes, y es mucho más importante saber dónde encontrarlo, cómo gestionarlo y cómo conectarlo.

Arvind Krishna, CEO de IBM, lo explica de la siguiente manera: «La cantidad de conocimiento que los trabajadores tendremos que manejar en el futuro será cada vez menos profunda, a medida que la inteligencia artificial evoluciona y es capaz de hacerse cargo de las tareas más técnicas». Nuestro papel, por lo tanto, ya no será tanto poseer el conocimiento, sino gestionarlo, darle sentido y ubicarlo.

Las habilidades con mayor demanda en el siglo XXI, por tanto, son otras: aquellas que frente a las máquinas nos hacen profundamente humanos, habilidades intrapersonales o interpersonales. Por ejemplo, relacionar conocimientos de manera creativa, elaborar ideas complejas, exponérselas a otros de manera atractiva, o gestionar las emociones y expectativas de otras personas. Las denostadas «habilidades blandas» o soft skills. Dice el World Economic Forum que las cinco habilidades críticas a desarrollar son: la capacidad de aprendizaje, la capacidad analítica, la capacidad para resolver problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad y el liderazgo. ¡No vemos «coding» por ningún lado!

Así las cosas, nuestro proceso de aprendizaje no puede detenerse. Sobre la base de una educación fundacional —lo que aprendimos en la universidad— se añadirá el aprendizaje extraído del trabajo que desempeñemos, seguido de más instrucción para mejorar nuestras habilidades y explorar otras nuevas —en inglés, respectivamente, up-skilling y re-skilling—, que eventualmente nos abrirán las puertas de otro trabajo. Y el proceso continuará en un círculo virtuoso que capitalizará sus rendimientos como lo hace tu dinero en una cuenta de ahorro, indefinidamente.

Para verlo gráficamente: si tu carrera hasta hace no mucho tiempo podía entenderse como una campana de Gauss, con un inicio a la izquierda que marca tu juventud y tu educación, de unos veinticinco años, una parte central de carrera profesional de unos treinta o cuarenta años, y una cola derecha que te dejaba quince o veinte años de jubilación, la de un profesional de hoy se parecerá más a lo que vemos en un electrocardiograma: una progresión continua de subidas y bajadas constantes, en que cada cima y cada valle representará un punto de inflexión y el comienzo de una etapa completamente nueva. Bienvenido a «las carreras multifásicas» o, como decimos nosotros, «la carrera infinita».

¿Por qué? ¿Por qué el mundo, y en concreto el mundo profesional, funcionará cada vez más de este modo, cuando no ha sido así antes durante décadas? ¿Qué encontramos diferente en lo que sucede hoy en día, qué se está cociendo?

Esta es una pregunta muy frecuente, a juzgar por la gran cantidad de títulos que llegan a las librerías contándonos la historia del mañana. Lo que avisan los futurólogos —y no queremos decir «lectores del tarot», sino especialistas científicos y técnicos altamente cualificados que realizan predicciones basadas en la evidencia—es que va a haber una aceleración que marcará un antes y un después. La buena noticia es que podemos predecir por dónde va a venir y cómo prepararnos para que, en lugar de derribarnos, nos sirva como impulso.

Los nuevos paradigmas del trabajo en el siglo XXI

«No es el más fuerte o el más inteligente el que sobrevivirá, sino el que mejor puede manejar el cambio».

LEON C. MEGGINSON

De entre todos los futurólogos y expertos, quédate con Raymond Kurzweil y su «ley de rendimientos acelerados». Licenciado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), a lo largo de su carrera ha fundado varias empresas tecnológicas, ha recibido 21 doctorados honoris causa, y ha escrito infinidad de libros sobre ciencia y tecnología que le han valido los elogios, entre otros, de la revista Forbes (que lo llamó «la máquina definitiva de pensar») y The Wall Street Journal («el genio incansable»). Ya en los años ochenta, con su libro La era de las máquinas inteligentes, Kurzweil lanzó al público una serie de predicciones imposibles sobre cómo sería el mundo a principios del siglo XXI. Imposibles hasta que las hemos visto cumplidas.

Bill Gates lo llamó en su día «la persona más capaz que conozco para predecir el futuro de la inteligencia artificial», y como ya avanzamos, en la actualidad tiene un puesto relevante en Google. Pues bien, en su «ley de rendimientos acelerados» Kurzweil considera que el crecimiento tecnológico sigue un patrón exponencial: la curva empieza a crecer de manera imperceptible, casi irrelevante, hasta que, de repente, se dispara.

Desde el comienzo de la historia humana, los nuevos inventos y descubrimientos aparecen a un ritmo cada vez más rápido. Pasó mucho tiempo entre la invención de la rueda y la del coche de caballos, algo menos entre el coche de caballos y el automóvil, y en la actualidad una empresa como Tesla desarrolla coches eléctricos dotados de un software inteligente que se actualiza constantemente. Lo mismo puede decirse de las telecomunicaciones. Hubo que esperar mucho desde la aparición del teléfono hasta la telefonía móvil, pero solo en la última década hemos visto cómo el smartphone se convertía en una realidad generalizada que sigue evolucionando.

Aunque no lo percibamos inmediatamente, mañana el mundo ya estará cambiando a mayor velocidad de lo que lo hace hoy. Hoy será el día más «lento» del resto de nuestras vidas. Según argumenta Kurzweil, en el siglo XXI vamos a vivir transformaciones a un ritmo mil veces superior al de los cambios que hemos vivido en el siglo XX. O lo que es lo mismo, cada diez años experimentaremos un salto parecido al vivido entre 1900 y 2000.

No cabe duda de que estamos ante una realidad exigente, pero, puesto que es la realidad, lo único útil que podemos hacer es estar preparados para recibirla, porque todo esto tendrá un efecto profundo en lo que hoy entendemos como trabajo.

George Siemens, del Link Research Lab de la Universidad de Texas, lo expone de forma clara: «Somos la última generación que va a ser más inteligente que sus máquinas, y aún está por ver cuánto disfrutaremos de ese privilegio». La conclusión a la que llegan todos los investigadores es más o menos la misma: para no quedarnos atrás, los trabajadores no tenemos otra opción que especializarnos en lo que nos hace humanos, lo que implica empatía y gestión de emociones humanas. En otras palabras, la gestión de personas.

Claro que, como en toda revolución, es de esperar que haya ganadores y perdedores. Lo importante es desarrollar las herramientas para no perder con el cambio, y eso significa saber cómo funciona el mundo hoy y cómo va a funcionar.

En 2020, el Foro Económico Mundial (WEF) estimó que para 2025 el 50 % de los trabajadores necesitarían adquirir nuevas habilidades (re-skilling) para estar al día con la tecnología que está afectando a cómo efectuamos nuestro trabajo. Sirva como ejemplo que debido a la pandemia mundial del COVID-19 la mayoría de los trabajadores del conocimiento han tenido que reaprender a trabajar en un mundo híbrido.

Leyendo todo esto, quizá estés echándote las manos a la cabeza pensando que llegas tarde, y que el mundo cambia demasiado deprisa y ya estás demasiado viejo para renovarte. Cuidado con el edadismo, porque lo que también está cambiando es el concepto mismo del tiempo que vamos a pasar en esta esfera azul llamada Tierra.

Hace muy poco, en 2016, las investigadoras María Blasco y Mónica B. Salomone publicaban el libro Morir joven, a los 140. El título lo dice todo. Ambas investigan cómo proteger una pequeña parte de los organismos animales que parece la responsable del envejecimiento: los telómeros. Los telómeros son los extremos de los cromosomas, y marcan el ciclo de vida de nuestras células. A medida que se deterioran, envejecemos. Hasta el momento, las autoras de Morir joven, a los 140 han sido capaces de alargar la vida de un ratón hasta el equivalente de un ser humano que llegase, biológicamente joven y sano, a los ciento cuarenta años.

Por su parte, Aubrey de Grey, gerontólogo de la Universidad de Cambridge que dirige la Fundación Estrategias para la Senescencia Negligible Ingenierizada (SENS, por sus siglas en inglés), es aún más optimista. Ha sistematizado siete causas fundamentales del envejecimiento en el organismo humano, y planteado estrategias encaminadas a revertir dichos procesos. Según sus cálculos, cuando la ciencia logre estos objetivos, no sería exagerado que una persona llegase sana y con su mejor aspecto juvenil a los quinientos o incluso a los mil años. Y De Grey no habla de un futuro muy lejano. Al contrario, espera que pueda hacerse a lo largo de este siglo.

Aunque todas estas previsiones todavía parecen ciencia ficción, la sociedad ya ha empezado a adaptarse a ellas. La edad de jubilación se ha retrasado un par de años en muchos países del mundo, y por mucho que los políticos no quieran afrontar la inversión de las pirámides generacionales es una realidad inevitable.

Sea como fuere, lo indudable es que las carreras profesionales de hoy no solo van a ser distintas de las que se conocían hasta ahora, sino que también serán más largas en el tiempo.

Olvídate del cociente intelectual: para tener éxito en este nuevo siglo necesitas otras inteligencias

A lo largo del siglo XX muchas empresas implementaron en sus procesos de selección técnicas basadas en la idea del «cociente intelectual». Luego, a partir de la revolución que supuso en la psicología el libro de Daniel Goleman Inteligencia emocional (1995), los procesos de selección y liderazgo sufrieron un giro copernicano y se orientaron más hacia la «inteligencia emocional». Hoy nos encontramos ante un nuevo giro introducido por el «cociente de adaptabilidad» (AQ, en inglés).

Se trata, por lo tanto, de la capacidad que tenemos como trabajadores, y como personas, de aprender, desaprender, demostrar constancia y resistencia. Resiliencia, en suma: otro de los conceptos clave que más suenan últimamente y que van a seguir sonando.

Natalie Fratto, que ha sido vicepresidenta en el Silicon Valley Bank y en Goldman Sachs, explica que el cociente de adaptabilidad indica el éxito que un profesional alcanzará con el tiempo, mientras que el viejo cociente intelectual solo marca el mínimo necesario para empezar.

Haciendo una analogía informática, nuestro hardware envejece, algo por ahora inevitable, pero si estamos preparados para el cambio podemos implementar tantas actualizaciones de software como sean necesarias, tantas como demande el mercado. Un profesional con ese nivel de adaptabilidad siempre será más atractivo para quien esté pensando en contratarlo. La adaptabilidad se convierte, por tanto, en un elemento crítico para nuestra empleabilidad.

El cociente de adaptabilidad nos habla de una realidad incontestable: la aceleración del cambio existe. Es inevitable e impactará en nuestras carreras profesionales. Lo vamos a decir muchas veces: no podemos ignorar la realidad, pero sí aprender y adaptarnos para usar esa tendencia como viento a favor.

Tres mitos peligrosos para tu desarrollo profesional

«El gran enemigo de la verdad muchas veces no es la mentira, deliberada, inventada y deshonesta, sino el mito, persistente, persuasivo y poco realista».

JOHN F. KENNEDY

A pesar del peso de la evidencia, todavía cargamos con muchas ideas que ya no se corresponden con la realidad que vivimos. Son esas «recetas» para el éxito que, como te decíamos antes, no son más que mitos falsos u obsoletos. El problema es que son ideas que tenemos tan arraigadas que nos siguen lastrando cuando nos planteamos un nuevo paso en nuestra carrera profesional hoy en día.

Los tres mitos más peligrosos para tu carrera profesional, las tres ideas que tienes que desterrar cuanto antes, son las que veremos a continuación.

Mito 1. «Sigue tu pasión»

«Sigue tu pasión y no trabajarás un solo día de tu vida», ¿verdad?

Como todos los mitos, tiene un trasfondo romántico, nos dice lo que queremos oír y nos libera de la responsabilidad de pensar. ¡Y también ayuda a vender libros al que te lo cuenta!

El mito de la pasión es una idea defendida por «gurús» que nunca siguieron su propio consejo. El problema es que entre el 80 y el 90 % de la gente no sabe «de salida» cuál es su pasión, y esto es así por una sencilla razón: no puedes estar seguro de lo que no conoces. La gran mayoría de la gente descubre su pasión al cabo de muchos años de experimentar diferentes áreas profesionales. Hay que probar algo para saber que te gusta y poder afirmar que realmente es lo tuyo. Un trabajo es siempre «un trabajo» al cabo de solo dos años, después de una década algunos hablarán de una «carrera» y no de un «trabajo», y los más afortunados habrán convertido su carrera en una vocación (o en su pasión) al cabo de veinte años. La pasión es una consecuencia de seguir tu talento y tu interés, no un prerrequisito.

Es así de simple. Por eso, decirle a alguien que no sabe cuál es su pasión que el secreto del éxito es «seguir su pasión», es como decirle a alguien que llora amargamente que es mejor «no llorar». Más frustración que otra cosa.

Quizá te ayude leer cómo Tom Morgan, actual director de comunicación y contenido de KCP Group (Stifel), cuenta en su blog su experiencia de «buscar la pasión»:

El error crítico es dejar que lo que crees que quieres se interponga en el camino de lo que realmente está pasando. Traté de cambiar mi carrera en la mediana edad y cometí precisamente este error. Mi atención se centró en hacer algo «significativo». Después de presenciar una gran cantidad de potencial humano desperdiciado quería ayudar a las personas «atascadas». Me concentré en convertirme en trabajador social, reclutador, coach de cuidados paliativos y psicólogo. Pero no era bueno en ninguno de ellos, ni me atraía especialmente el contenido. La necesidad de significado se convirtió en una obsesión abstracta, lo que me tuvo paralizado literalmente durante años. Había priorizado en exceso mi propia dirección en la vida, imponiendo mi voluntad inflexible en el momento exacto en que necesitaba dejarme llevar más. Al querer priorizar la ayuda a las personas en situación de bloqueo yo mismo me quedé completamente bloqueado. El resultado para mí fue una depresión, desesperación y un profundo sufrimiento para mí y mi familia.

David Epstein, en su libro Amplitud: por qué los generalistas triunfan en un mundo especializado, habla de lo que él llama «calidad de encaje». La calidad de encaje es la adecuación de lo que nosotros somos, y de lo que hacemos, con el trabajo que desempeñamos. Una buena calidad de encaje es lo que determinará nuestra satisfacción profesional, y la única manera de encontrarla es probando opciones distintas.

«Sigue tu pasión» vende libros, pero puede destruir carreras. ¿Cómo voy a seguir mi pasión si no sé cuál es? Este mito nos arrastra a una creencia paralizante muy peligrosa: «Todos saben qué es lo que de verdad quieren menos yo». La evidencia apunta exactamente a lo contrario: lo normal es no saberlo.

Veamos el caso de Steve Jobs: su verdadera pasión no era la tecnología, tampoco ofrecer un producto óptimo a los consumidores, ni generar nuevos productos con funcionalidades tan amplias que se convirtiesen en una nueva necesidad para la sociedad. Era la meditación.

Apple y todo lo que trajo consigo fue el resultado de un accidente. Trabajó en unas placas madre, las llevó a una tienda y allí le dijeron que había hecho un buen trabajo. «¿Nos puedes traer una computadora completa en vez de solo placas madre?». Todo lo demás fue llegando después. Steve puso en juego sus fortalezas y fue aprovechando las oportunidades que le fueron llegando. Tuvo suerte, porque estuvo preparado para recibirlas, con una mentalidad de explorador y viviendo cada paso como una pequeña apuesta.