La conexión emocional de la pareja - Pere Llovet i Planas - E-Book

La conexión emocional de la pareja E-Book

Pere Llovet i Planas

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Beschreibung

Esta obra se basa en la experiencia profesional y en la literatura especializada sobre la pareja; sin embargo, está escrita en un lenguaje asequible y evitando en todo lo posible los tecnicismos. Se dirige tanto al lector profesional como al general, aunque no es propiamente divulgativa ni de autoayuda. Tiene un carácter pionero, ya que son muy escasos los estudios psicoanalíticos dedicados a la pareja y porque aplica a este campo conceptos del psicoanálisis relacional, una corriente que, aunque no es nueva, actualmente está experimentando un gran auge. La obra ofrece una visión de conjunto de la pareja siguiendo el hilo de la "conexión emocional". Así, una primera parte analiza sus fases: las fantasías iniciales sobre la pareja, el enamoramiento, la formación y su desarrollo a largo plazo. Una segunda parte analiza las vertientes cultural y biológica de la pareja. Y finalmente, la tercera parte trata del diagnóstico y el tratamiento de sus conflictos. A lo largo de este recorrido va introduciendo, allí donde aportan mayor comprensión, los conceptos psicoanalíticos, especialmente los que son característicos de la corriente relacional, las ideas filosóficas y sociológicas sobre la pareja y las aportaciones recientes de las neurociencias.

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La conexión emocional de la pareja

40

Pere Llovet i Planas

La conexión emocional de la pareja

Desde la perspectiva psicoanalítica relacional

Traducido del catalán por Manuel León Urrutia

Colección Con vivencias

45. La conexión emocional de la pareja desde la perspectiva psicoanalítica relacional

Título original: La connexió emocional de la parella, Octaedro, 2010.

Traducido del catalán por Manuel León Urrutia con la revisión del autor

La traducción de esta obra ha contado con la ayuda del Institut Ramon Llull

Primera edición en papel: enero de 2016

Primera edición: abril 2016

© Pere Llovet i Planas

© De esta edición:

Ediciones OCTAEDRO, S.L.

Bailén, 5, pral. - 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02 - Fax: 93 231 18 68

www.octaedro.com - [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

ISBN: 978-84-9921-756-7

Diseño de la cubierta: Tomàs Capdevila

Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

A Isabel, Marc, Sofia y Helena.

 Prólogo

Es para mí un honor que Pere Llovet me haya pedido un prólogo para su nuevo libro La conexión emocional de la pareja desde la perspectiva psicoanalítica relacional editada por Octaedro. Comparto con Pere muchas inquietudes e intereses en el ámbito de la psicología de las relaciones familiares, y desde que he tenido la oportunidad de leer la primera versión de este libro, veo que también compartimos dudas y preguntas similares respecto de los conflictos y trastornos de las relaciones de pareja.

Para una buena parte de terapeutas que trabajan en el ámbito de la salud mental, las relaciones de pareja son un verdadero misterio. Partimos del principio de que las relaciones de pareja son complejas y que los factores involucrados actúan a diversos niveles. Las influencias pueden ser sociales, culturales o económicas y todas ellas tienen un papel importante. A pesar de ello es el patrón emocional del individuo, su manera de ser, y sobre todo la manera de interactuar con la personalidad del otro, lo que determinará la respuesta en la relación. Y es con este aspecto de las relaciones conyugales con lo que el terapeuta de pareja debe trabajar.

Guillermo Teruel, psicoanalista venezolano formado en la Tavistock de Londres, afirmaba que si utilizáramos exclusivamente conceptos basados en la psicología del inconsciente para determinar si un matrimonio es feliz o no, tendríamos factores de gran valor y relevancia sobre la dinámica del conflicto o de la felicidad de la pareja, pero caeríamos en un exclusivismo infértil (Teruel, 1974). En la Unidad Asistencial de Pareja y Familia de la Fundación Vidal i Barraquer de Barcelona, seguimos pensando que la teoría de las relaciones objetales nos permite penetrar con más profundidad en la dinámica de las relaciones de pareja y así poder entender su complejidad, pero otras teorías, otras maneras de mirar la pareja, también nos permiten acercarnos a su comprensión. Para poder ayudar a una pareja que sufre, necesitamos entender qué es lo que les pasa a los dos miembros de la pareja en su interacción, necesitamos entender el vínculo que los une y la patología del vínculo que los separa.

Por nuestro modelo, el de las relaciones de objeto, nos interesa la forma en que las relaciones humanas se desarrollan desde el principio, en la infancia, y cómo estas primeras experiencias son la base de toda relación posterior y por tanto son la base de las futuras relaciones de pareja. Pero sin duda no es la única manera de aproximarse a esta realidad. Y no me refiero solo a la diversidad de modelos fuera del psicoanálisis como las variantes de los modelos sistémicos, humanistas o cognitivos conductuales, sino dentro del mismo psicoanálisis. En efecto, dentro de la misma Sección de Pareja y Familia de la Federación Europea de Psicoterapia Psicoanalítica en la que Pere Llovet tiene un papel destacado o en la Asociación Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia, coexisten varios modelos, como el de la escuela francesa (con enfoques suficientemente diferenciados como los de Lemaire, Kaeser o Eiguer), la escuela británica (desde las relaciones objetales al attachment) o el psicoanálisis relacional, como el que nos describe Pere Llovet en este libro. Sin olvidar los diversos modelos de las escuelas argentinas bastante diferentes, como el de Pichon Riviere o el de Isidoro Berenstein y Janine Puget.

Pero no podemos olvidar que durante muchos años el psicoanálisis, salvo casos aislados, se negaba a tratar dos miembros de la misma familia a la vez. Fueron Clarence P. Oberndorf en los años treinta y Bela Mittelman en los cuarenta, los que publicaron casos de matrimonios tratados con el método psicoanalítico, atendiendo el mismo analista a los dos miembros del matrimonio en conflicto. Ellos pensaban que se obtenía un cuadro mucho más completo y claro de la realidad, con la excelente oportunidad de observar las reacciones complementarias de los dos individuos durante el tratamiento psicoanalítico. Oberndorf practicaba la «psicoterapia diádica consecutiva» que consistía en tratar primero a uno de los miembros de la pareja y, una vez había terminado el tratamiento, comenzaba el otro, con las dificultades que ello comportaba, como la larga espera del segundo cónyuge, las fantasías y expectativas que pueden desarrollar cada miembro respecto del tratamiento del otro, etc. (Oberndorf, 1938).

Mittelman practicaba la «psicoterapia concurrente», tratamiento individual de los dos miembros de la pareja por el mismo terapeuta, pero simultáneamente en el tiempo, intentando solucionar las desventajas de la psicoterapia consecutiva, pero dejando al descubierto las dificultades transferenciales y contratransferenciales que las dos informaciones simultáneas podían provocar en los dos tratamientos (Mittelman, 1948).

Otros terapeutas como Martin, en los cincuenta, diseñaron tratamientos con dos terapeutas diferentes tratando cada uno a un miembro de la pareja, manteniendo los dos terapeutas frecuentes intercambios de observaciones y opiniones sobre los respectivos tratamientos. El mismo autor denominó esta técnica «estereoscópica» (Martin, 1953).

Sin duda es la aportación de H.V. Dicks y su Marital Tensions la que abre una nueva manera de tratar las parejas. Dicks trabajó en terapia conjunta en la Tavistock de Londres, como un método terapéutico en el que los dos miembros de la pareja son entrevistados conjuntamente por el mismo terapeuta, el cual trata el síntoma como un indicador de la disfunción del sistema de internalización de la pareja. En una primera etapa la técnica de la terapia era la de foursome o grupo de cuatro, con una pareja de terapeutas y la pareja que consultaba. Más tarde desarrolló conjuntamente con Teruel la terapia conjunta triádica. Guillermo Teruel, después de un tiempo de trabajar con la técnica del foursome, comenzó a entrevistar a la pareja él solo, sin co-terapeuta. Pronto se mostró como una técnica adecuada después de un tiempo de entrenamiento para un terapeuta experimentado que tuviera formación en terapia individual y terapia de grupo. La terapia conjunta aportaba varias ventajas como que incrementaba el diálogo entre los dos componentes de la pareja, permitiendo al terapeuta la observación directa de los dos miembros con la posibilidad de evaluar mejor las partes sanas de la díada favoreciendo el análisis de la transferencia de pareja.

En este tipo de terapia de pareja el terapeuta asume un papel activo y su principal instrumento es su capacidad interpretativa. Para Teruel, la forma de controlar la fuerza destructiva de una pareja son las interpretaciones adecuadas y la lenta adquisición del insigth, «mediante la introyección o internalización de lo que el terapeuta hace y representa para la pareja en términos de su interacción en el matrimonio» (Teruel, 1970).

Desde entonces, el trabajo psicoterapéutico con parejas ha ido desarrollándose y ampliándose con aportaciones de todas las escuelas citadas, británica, francesa, argentina, etc., sin olvidar las aportaciones del grupo italiano, representado por Anna Maria Nicoló, o el grupo norteamericano, representado por David Sharff.

El trabajo con parejas en conflicto es una tarea altamente especializada y debería ser realizada por especialistas en la materia. Poco a poco la sociedad va tomando conciencia de lo que supone el deterioro de la realidad familiar y el impacto que puede provocar en los hijos. No es fácil ejercer de terapeuta de pareja. El trabajo presenta dificultades por la contratransferencia, es decir, por la repercusión que los conflictos de los pacientes pueden tener sobre el terapeuta ya que remueven constantemente su propia problemática matrimonial y familiar. Sería acertado imponer limitaciones y darse cuenta de los mecanismos contratransferenciales cuando estos superan su utilidad terapéutica y obstaculizan la comprensión del fenómeno humano observado. Por eso es tan importante la formación específica, el trabajo en equipo y la supervisión, porque es la mejor manera de trabajar con garantías las dificultades que todo tratamiento de pareja conlleva.

Pere Llovet, autor de este libro, se ha formado en la teoría psicoanalítica y ha ido profundizando en las diferentes teorías relacionales que le han permitido un estilo propio e integrador lejos de cualquier dogmatismo. Gracias a este proceso personal ha podido desarrollar una gran capacidad para tratar a parejas y a familias así como mantener una capacidad docente y de investigación encomiables. Su manera de entender las parejas y su manera de intervenir quedan muy bien reflejadas en este libro, en el que destaca su profundo conocimiento de la obra de Sigmund Freud y de los autores del psicoanálisis relacional. Pero también impresiona su amplia cultura filosófica y su conocimiento de las neurociencias aportando una visión holística muy interesante desde el ámbito de la biología y de las ciencias políticas y sociales.

La primera parte de la obra, titulada «Las etapas de la pareja», incluye cinco capítulos dedicados a las fantasías de la pareja, la elección de pareja, el enamoramiento, la formación de la pareja y el desarrollo de la pareja. Estoy convencido de que el lector disfrutará con esta primera parte, en la que Pere Llovet introduce de forma brillante cada uno de estos cinco temas. Personalmente sigo muy interesado en el constructo «elección de pareja», una temática en la que el Dr. Antoni Bobé, cofundador de la Fundación Vidal i Barraquer y de la Unidad de Pareja y Familia, fue un pionero. Quiero aprovechar este espacio para agradecer a Antonio Bobé, maestro y supervisor de psicoterapeutas de pareja, su labor durante los últimos 50 años. Antoni Bobé murió el 7 de julio de 2014, pero siempre estará en nuestro recuerdo.

La segunda parte, titulada «Los condicionantes de la Pareja y el Psiquismo», está dedicada a la pareja en la cultura y el papel de la biología. Como ya hemos comentado, son unos capítulos donde el autor se aproxima de forma muy erudita a todos estos condicionantes que a veces no se tienen en cuenta y que son importantes para aproximarnos a una visión global de la pareja.

Y la tercera parte, titulada «La clínica psicoanalítica de la pareja», es un interesantísimo compendio de la psicopatología y la psicoterapia de la pareja. Me ha interesado mucho su redefinición del constructo colusión que comparto completamente y la importancia del diagnóstico que como el mismo Pere Llovet hace constar, no trata de descubrir patologías sino de comprender lo que hace sufrir a la pareja.

La propuesta de tratamiento que hace el autor me hace sentir como Monsieur Jourdain, de El burgués gentilhombre de Molière, cuando descubre que, cuando habla, lo hace siempre en prosa. Leyendo el capítulo 9º me he sentido terapeuta de pareja relacional. Tampoco es tan extraño. Desde la publicación del libro de Jorge Tizón Apuntes para una psicología basada en la relación (Tizón, 1982), siempre he entendido el psicoanálisis como el estudio de la interacción y las relaciones humanas, desde la relación madre-padre-hijos hasta la relación terapeuta-paciente. Evidentemente tenemos también puntos de vista divergentes, o quizás, matizando, diría formas de intervenir diferentes. Estoy de acuerdo con Pere Llovet en que hay que ser flexible en el setting y que el tratamiento debe adaptarse a cada pareja y cada situación, pero yo desaconsejo abusar de las entrevistas individuales. La experiencia de nuestro equipo nos muestra que en la gran mayoría de intervenciones con las parejas no ha sido necesario intervenir individualmente. Y las veces que hemos hecho entrevistas individuales no siempre han servido para mejorar la situación terapéutica. Es cierto que la mayoría de los terapeuta sistémicos y muchos de orientación psicoanalítica combinan las entrevistas individuales con las de pareja, pero el «riesgo del secreto» y el riesgo de alianza individual (que uno de los pacientes en una entrevista individual te confíe un secreto que no quiere que su pareja conozca) convierte al terapeuta en cómplice de este secreto y lo puede colocar en una posición poco terapéutica.

Estoy convencido de que este libro permitirá abrir debates interesantes y fomentará pensamiento nuevo y creativo en los terapeutas de pareja. Sin duda esta es una obra indispensable para todos aquellos que quieran comprender los trastornos de las relaciones de pareja y una guía para los terapeutas que quieran intervenir eficazmente en estos conflictos.

CarlesPérezTestor

Barcelona, julio de 2014

Referencias bibliográficas

Dicks, H.V. (1967). Tensiones matrimoniales. Buenos Aires: Hormé, 1973.

Martin, P.A.; Bird, H.W. (1953). «An approach to the psycotherapy of marriage partners: the stereoscopic technique». Psychiatry, vol. 16: 123-127.

Mittelmann, B. (1948). «The concurrent analysis of married couples». Psychoanaly Quaterly, vol. 17: 182-197.

Oberndorf, C.P. (1938). «Psychoanalysis of married couples». Psychoanalytic Review, vol. 25: 453-475.

Teruel, G. (1970). «Nuevas tendencias en el diagnóstico y tratamiento del conflicto matrimonial». En: Berenstein, I. y cols. Psicoterapia de pareja y grupo familiar con orientación psicoanalítica. Buenos Aires: Galerna.

Teruel, G. (1974). Diagnóstico y tratamiento de parejas en conflicto: psicopatología del proceso matrimonial. Buenos Aires: Paidós.

Tizón, J. (1982). Apuntes para una psicología basada en la relación. Barcelona: Hora.

Agradecimientos

Quiero agradecer a varios maestros y supervisores los conocimientos que me han permitido escribir este libro. También quiero mencionar a los compañeros de los equipos y asociaciones de las que he formado o formo parte y agradecerles sus diversas contribuciones. A todos ellos les menciono a lo largo del texto. Sin embargo, tengo un agradecimiento especial para María Ignacio y Luis Lalucat, que no menciono en el texto, pero sin los cuales no lo habría escrito.

Introducción

Este estudio parte de la idea de que la «conexión emocional» es el fenómeno central de la pareja. Sin embargo, surgen enseguida muchas preguntas. ¿Cómo debemos entender esta expresión?, ¿de qué depende?, ¿cómo se crea y cómo se mantiene?, ¿es duradera o bien tenemos que aceptar que solo es momentánea?, ¿cuál es su relación con la felicidad, o quizás es un sinónimo de esta? Estas son las preguntas a las que intentaré aportar argumentos, ya que no creo que haya respuestas, al menos no respuestas definitivas, universales y válidas igualmente para todos.

Los argumentos que expondré provienen del psicoanálisis, pero no únicamente. La pareja no es un fenómeno únicamente psicológico. De hecho, no pienso que el propio psiquismo sea exclusivamente psicológico, en el sentido de depender solo de sí mismo o tener un funcionamiento independiente de su contexto. La pareja es también un fenómeno cultural, regulado culturalmente. No solo el matrimonio (su forma más regulada), sino también la convivencia y las relaciones iniciales de las parejas se practican de acuerdo con preferencias, convicciones y otras referencias culturales. La pareja es también un fenómeno biológico en sentido amplio, una necesidad vital. Incluye no solo la sexualidad, sino la relación de confianza en la que se comparten la mayor parte de las áreas y, en todo caso, las esenciales. La necesidad de seguridad implicada en las relaciones hace que todo el organismo esté implicado.

Pero volviendo al psicoanálisis, dentro de esta escuela hay muchas tendencias. En este estudio veremos los conceptos del llamado psicoanálisis relacional. Sin embargo, siempre que sea posible, me referiré a Freud, ya que es el punto de referencia más conocido, tanto dentro como fuera del ámbito profesional, y es también el punto a partir del cual se explican mejor las otras corrientes. Freud tiene expresiones memorables sobre las preguntas que nos hacíamos al principio. En una carta sobre el sentimiento de felicidad, un amigo suyo le decía que se encontraba en el amor a Dios, en el que se obtenía un «sentimiento oceánico». Freud le respondió que él también creía que la felicidad era un sentimiento oceánico, pero no comparable al amor a Dios, sino a la «culminación amorosa». Para él, eran los dos sentimientos más similares. No obstante, también le decía que ambos no pueden sino ser momentáneos. Esperamos que en estas páginas tengamos una idea más duradera del amor y la conexión emocional.

La conexión emocional

La expresión «conexión emocional» se utiliza a menudo en el mundo de la asistencia en salud mental y en las conversaciones corrientes con sentidos diferentes. Podemos referirnos a la conexión de una persona consigo misma o en la que se produce entre dos personas.

En la asistencia en salud mental se utiliza este concepto para referirse a la conciencia que tiene una persona (paciente) de su mundo interno. Es uno de los indicadores importantes para hacernos una idea de lo que le sucede y cómo se le puede ayudar. Mayormente, se refiere a la conciencia de las propias emociones, pero también se refiere al contacto con aspectos de la personalidad.

El concepto de «conexión emocional» es casi fundacional del psicoanálisis, así que lo explicaré refiriéndome a los primeros estudios de Freud. En su época, predominaba una concepción de los trastornos mentales como estados incomprensibles, sin lógica, que solo podían ser explicados por anomalías cerebrales. Freud identificó varios tipos de desconexión. La primera y más célebre es la desconexión entre la conciencia y el inconsciente. Tanto las manifestaciones típicas de los trastornos mentales como otros fenómenos psíquicos (como los sueños) contenían pensamientos y emociones que no podían ser admitidas en la conciencia, quedando reprimidas en el inconsciente. El segundo tipo de desconexión que Freud observó es la que se produce entre los pensamientos e imágenes, por una parte, y los sentimientos y las emociones por otra (dando por supuesto que, originalmente, los pensamientos y las emociones forman una unidad).

Dentro del gran valor que tiene su obra, aquí quisiera destacar que, evidenciando que se producían desconexiones dentro del psiquismo, Freud modificaba sustancialmente la distinción radical vigente en la psiquiatría1 entre «normalidad» y «patología». Freud encontró que estas desconexiones también se encontraban en la mente sana, tal como reflejaban las producciones culturales. Así, la desconexión entre consciente e inconsciente era patente en obras filosóficas o literarias que aluden a la ignorancia del hombre sobre sí mismo. Igualmente, la desconexión entre la razón y los sentimientos, característica de los trastornos mentales, se reflejaba también en la cultura mediante esculturas, filosofía, literatura y otros. Con estos y otros argumentos neurológicos, Freud postuló que la diferencia entre la normalidad y la patología no era «esencial», sino de magnitud, de qué áreas afectaba y qué efectos tenía.

La pareja

La desconexión emocional también se produce entre personas. Referido a la pareja, este es el fenómeno que mayormente intentaremos comprender. Los tipos de desconexión son esencialmente los mismos que se producen dentro de un mismo individuo, aunque toman otras formas.

En unos casos, uno de los miembros de la pareja es consciente de unas cosas que el otro no tiene o rechaza de su mente. La profunda influencia que ejercen el uno sobre el otro puede llegar a determinar que lo que uno no piensa o siente, tampoco lo llegue a pensar o sentir el otro, al menos de forma consciente. También sucede que ambos se distribuyan de manera radical la función de pensar y la de sentir. Así, hasta cierto punto, ambos parecen formar una sola mente. Con seguridad, nos damos cuenta de una parte de esta influencia, pero no de toda su magnitud.

La pareja es considerada uno de los campos más difíciles de la psicoterapia. Las razones son diversas y pueden ser explicadas de muchas maneras que iremos viendo. Es, en todo caso, una de las modalidades terapéuticas más recientes. Una de las razones es que la influencia mutua forma un mundo en sí mismo en el que ciertos pensamientos o emociones son completamente predominantes mientras otros quedan totalmente excluidos. Esta influencia mutua genera tanto bienestar como malestar, pero este en particular tiende a ser excluido de la conciencia y del pensamiento compartido. El efecto de esta exclusión pueden ser fenómenos patológicos, cuyo origen solo puede ser reconocido por la pareja modificando la actuación de las desconexiones mencionadas.

Dos investigadores estadounidenses, Gurman y Frankel (2002), hicieron un amplísimo estudio que incluía numerosas encuestas a profesionales y revisiones de investigaciones sobre las problemáticas subyacentes a las consultas de salud mental. Cuantificaron en un 40% el número de tratamientos en que las problemáticas de pareja tenían un papel relevante y, sin embargo, los motivos de consulta habían sido otros (trastornos individuales de adultos, infantiles o familiares).

Aunque lo veremos con mayor detalle, una de las razones principales de este fenómeno es que las tensiones de la pareja se «soportan» (mejor o peor), pero tienen efectos profundos sobre sus miembros y los que dependen de ellos. Otra razón es que la pareja se convierte en un puntal básico en el equilibrio psicológico de sus miembros. Así, si esta no responde suficientemente a las necesidades psicológicas, se crean varios tipos de déficits y conflictos internos y externos. Sin embargo, el mundo en sí mismo que forma la pareja, evita, disfraza o descuida los conflictos mediante las «desconexiones», razón por la cual son los individuos quienes sufren los efectos de las tensiones y piden asistencia.

Como he dicho, la atención psicoterapéutica a la pareja es muy reciente, lo que se explica en parte por lo que hemos dicho, pero también por la propia historia del tipo de atención que ha recibido. El hecho de que el apareamiento esté altamente regulado por la cultura mediante costumbres e instituciones sociales (como el matrimonio) ha hecho que el tipo de atención que tradicionalmente han recibido las tensiones de pareja se haya basado en las normas sociales y morales o las leyes. La interpretación psicológica o psicopatológica de estos conflictos ha sido, pues, tardía, no solo debido a la evolución de los conocimientos en este ámbito, sino también porque la enfermedad mental ha sido (y es todavía) un estigma social. Así, solo se consideraba necesaria la atención psicoterapéutica si había síntomas psicopatológicos muy evidentes y graves.

Más tarde, la desaparición de la distinción radical entre «patología» y «normalidad» que aportó el psicoanálisis facilitó que los consejeros matrimoniales no se fundamentaran únicamente en la moral y las costumbres e introdujeran la visión psicológica y psicoterapéutica. Esta nueva orientación de la atención a la pareja se inició a partir de los años 70, si bien se realizaba mayormente incluida dentro del campo de la atención familiar. Lo veremos con más detalle, pero de momento mencionaré las referencias que me son más cercanas.

Una de las referencias más influyentes es la clínica Tavistock, de Londres, donde se formó el Family Discussion Bureau para atender a los cada vez más frecuentes conflictos de familia y pareja en el contexto de los profundos cambios culturales que se iniciaron en los años 70. Un tiempo después, siguiendo este camino y enfoque, la Fundación Vidal i Barraquer y la Asociación Catalana de Psicoterapia Psicoanalítica (ACPP) introdujeron la atención psicoterapéutica en la pareja en Barcelona. La tercera referencia, directamente relacionada con la elaboración de este estudio, fue la creación de la Sección de Pareja y Familia de la Federación Europea de Psicoterapia Psicoanalítica (EFPP), en la que participé.

La perspectiva psicoanalítica relacional

Dentro de la diversidad de corrientes del psicoanálisis, la llamada relacional tiene una gran influencia en el campo de la pareja. Veremos las razones a lo largo de este estudio. De momento solo explicaré las características principales de esta corriente.

El psicoanálisis relacional está formado por tres tradiciones principales. Dos de ellas tienen su origen en el núcleo psicoanalítico húngaro, del que Sándor Ferenczi es el miembro más destacado. A raíz de la persecución judía, muchos de sus miembros emigraron a Estados Unidos, donde desarrollaron las tradiciones llamadas intersubjectivistas o también contextualistas, de las que tomaré como referencia a Robert Stolorow; y el psicoanálisis del self, iniciada por Heinz Kohut y desarrollada por Stephen Mitchell. Estas tradiciones habían mantenido cierta continuidad en Europa, pero recientemente han tomado una gran fuerza. Esta influencia me llegó a través de IARPP y algunos miembros de la Sociedad Española de Psicoanálisis, coincidiendo con el período en que asumí la delegación española (AEPP) a la nueva Sección de Pareja y Familia de la Federación Europea (EFPP).

La tercera tradición del psicoanálisis relacional surge de la teoría del attachment y fue iniciada por John Bowlby, vinculado al grupo de Tavistock. Su obra trata fundamentalmente el campo infantil y tiene puntos de contacto con la epistemología genética de Jean Piaget, con quien mantuvieron intercambios. Podríamos decir, pues, que es la corriente relacional europea y he ido conociéndola desde varios ángulos. Hace poco más de una década, se ha desarrollado también en el campo de los adultos y, especialmente, en el campo de la pareja.

Las tres tradiciones relacionales coinciden en postular que el psiquismo se orienta hacia la relación con los demás y que no podemos entender su desarrollo sin tener en cuenta la influencia de las relaciones. No niegan la importancia de los factores internos ni la mayoría de las hipótesis de Freud, pero discrepan sobre este punto «relacional». Así, mientras Freud explica la conexión emocional interna (dentro de la persona), el psicoanálisis relacional explica la conexión entre las personas. Como es obvio, esta idea hace que la perspectiva relacional sea especialmente adecuada para el campo de la pareja.

La concepción del psiquismo y de la pareja

Tanto por mi formación como por la adecuación a los ámbitos en los que he trabajado, siempre me ha interesado incluir los factores biológicos y sociales en la concepción del psiquismo.

Entre las diversas teorías que han elaborado este tipo de visión, mencionaría, en primer lugar, la Teoría General de Sistemas (TGS), que en los años 70 se desarrolló con fuerza en el ámbito de la salud mental. Algunos de estos desarrollos son también llamados «ecológicos», siguiendo la huella del título de uno de los textos fundacionales: Pasos hacia una ecología de la mente, de Gregory Bateson (1972). Estos enfoques contemplan el psiquismo dentro de su contexto, con una vertiente biológica y otra social. Entre otras visiones similares, mencionaría el situacionismo, que tiene continuidad en el actual contextualismo.

Un cambio de gran trascendencia fue la gran revolución psiquiátrica que se produjo de los años 60 a los 80, que fue tanto de orden práctico como teórico y estuvo muy influenciada por el psicoanálisis. Mi primera experiencia en salud mental fue justamente en esta transición en el llamado «Instituto Mental» de la Santa Cruz y San Pablo, un «manicomio» como ya no existen en nuestro entorno. Uno de los hitos de esta evolución fue el nuevo paradigma de salud formulado por la OMS en la Declaración de Alma-Ata (1978), que integró las tres vertientes biológica, psicológica y social de la salud general y la mental en particular. En el campo de la pareja, este enfoque es especialmente relevante ya que, por una parte, el emparejamiento ha sido siempre fuertemente regulado por la sociedad: desde las primeras costumbres de los grupos humanos primitivos hasta la regulación jurídica del matrimonio. Por otra parte, el apareamiento tiene un indudable componente biológico: implica la reproducción de la especie y el ejercicio de la sexualidad. Así, aunque el apareamiento tiene sus fenómenos específicos, estos se entienden mejor situándolos en estos contextos más amplios.

A menudo se afirma que todo estudio refleja la visión particular de su autor. Asumiendo esta certeza, he optado por hacer explícitas las circunstancias en que conocí tal o cual concepto, como ya he hecho en las líneas anteriores. Estas explicaciones darán el contexto de las ideas que expongo. En este sentido, explicaré que, cuando me propusieron hacerme cargo de la delegación a la nueva Sección de Pareja y Familia, tuve un cierto sobresalto ya que, aunque tenía experiencia específica con parejas, no me consideraba un experto. Sin embargo, me fui dando cuenta de que muchas de mis experiencias profesionales se referían a la pareja, como señala el estudio de Gurman y Frankel. Efectivamente, mi trabajo de años con niños y adolescentes había conllevado necesariamente trabajar con las parejas parentales. También, en la atención clínica y psicoterapéutica de adultos, emergen a menudo las problemáticas de pareja. Finalmente, las supervisiones de otros profesionales y las actividades preventivas con padres o educadores, comportan tratar a menudo de las relaciones de pareja, aunque no sean el centro de atención. Así, este encargo me llevó a revisar, desde la óptica específica de la pareja, conocimientos y experiencias de varios campos, incluido algún trabajo bastante anterior (Llovet, 1988), y me hizo ver la multitud de efectos que esta genera. Las relaciones de pareja extienden pues su influencia mucho más allá de lo manifiesto, razón por la cual, a lo largo de este estudio, a menudo no hablaré explícitamente de la pareja, pero sí de fenómenos que tienen una íntima relación o influencia sobre ella.

1. Recordemos que psyche e iatros significan «mente anómala o enferma».

PRIMERA PARTE

Las etapas de la pareja

1. Las fantasías de pareja

Todos los humanos sabemos que antes de formar pareja, incluso si nunca llegamos a hacerlo, tenemos una fantasía sobre ella. Estas son «las fantasías» por excelencia, las más reflejadas en la pintura, la literatura y demás artes, y también las que llamaron la atención de los primeros psicoanalistas. Nunca antes se había planteado su estudio científico, más interesado por la realidad, y las fantasías se caracterizan justamente porque no reflejan el mundo real, sino del interior.

No obstante, las fantasías tienen cierta relación con la realidad, ya que contienen los deseos y los miedos de lo que nos puede deparar. Como es básico, incluso inevitable, que nos preparemos para que se realice lo que deseamos o lo que tememos, las fantasías tienen siempre una gran carga emocional. Este fue el descubrimiento de los primeros psicoanalistas que estaban investigando las causas de los trastornos mentales. En su estudio de las fantasías descubrieron también que, además de las fantasías conscientes que todos reconocemos, hay fantasías inconscientes dotadas de una gran carga emocional que ejercen mucha influencia sobre el psiquismo. A raíz de este estudio, pronto surgió la polémica sobre la relación entre las fantasías y la realidad.

La época de la vida más característica de las fantasías es la infancia, el terreno donde se han estudiado más. Como las fantasías adultas, reflejan el mundo interior (los deseos y los temores), pero también reflejan, o representan, la realidad, el mundo exterior. Las fantasías infantiles son conocidas y nos hacen reír porque reflejan dificultades y errores en la construcción de la representación mental de la realidad. Si seguimos su trayectoria, vemos que van evolucionando hasta dejar de ser fantasías y convertirse en representaciones más o menos fieles de la realidad.

El psicoanálisis ha estudiado intensivamente las fantasías que se forman en la mente del bebé, por lo que se han convertido también «las fantasías» por excelencia. Este estudio causó grandes polémicas con otras escuelas psicológicas, entre las que destacó la mantenida con la Epistemología Genética de Jean Piaget. Este debate fue muy rico y contiene observaciones e hipótesis sobre aspectos esenciales del psiquismo. Un hecho relevante para el estudio de la pareja es que las primeras fantasías se originan en el contexto de la relación madre-bebé, la llamada «díada primaria» que, de hecho, es la primera experiencia de pareja que tenemos. Así, las posteriores fantasías de pareja (adolescente o adulta) contienen algunos elementos formados en estas primeras fantasías.

El momento más característico en que se forman las «fantasías» por excelencia, las de pareja, es la adolescencia, una etapa en la que se experimentan cambios sustanciales que alteran la relación con el contexto y, por tanto, cambian la realidad en la que se vive. Por la gran incertidumbre y carencias que conllevan estos cambios, las fantasías tienen un papel muy importante y expresan claramente los deseos y temores, especialmente en el área de la vinculación emocional, una de las más afectadas. Con algunas diferencias, esta situación también se produce en los adultos que han sufrido una ruptura de pareja o tienen una relación insatisfactoria, lo que explica que en estos casos también haya una abundante producción de fantasías.

1.1. Las fantasías inconscientes: la teoría traumática y la teoría instintiva

Hasta los primeros estudios psicoanalíticos, el pensamiento científico no había concedido ninguna importancia a las fantasías ni tampoco a los sueños, otra de las aportaciones fundamentales del psicoanálisis. El interés de la ciencia por conocer la realidad de la manera más exacta y objetiva posible, había hecho despreciar estas producciones psíquicas, caracterizadas precisamente por su deformación de la realidad y falta de objetividad. Algunas fantasías eran consideradas meros entretenimientos para distraer o descansar la mente de las preocupaciones de la vida real. Otras fantasías, muy diferentes de las anteriores, eran consideradas signos de perturbación o enfermedad mental y se rechazaba la idea de que pudieran tener ninguna lógica o sentido, ya que lo que expresan parece, justamente, ilógico o sin sentido. La relación de las fantasías con la realidad fue uno de los primeros debates del psicoanálisis. Para comprender mejor este debate, nos remontaremos a su origen.

En las primeras investigaciones sobre las causas de la histeria, Freud (Breuer y Freud, 1885) halló que las pacientes relataban haber sido objeto de una seducción sexual. A causa del dolor psíquico que había provocado, este suceso había sido reprimido y recluido en el inconsciente y solo podía ser restituido a la conciencia mediante la hipnosis (que suprimía la represión) o un cuidadoso y paciente trabajo psicoterapéutico. Más tarde, sorprendido por el hecho de que estos relatos se repitieran invariablemente en todos los casos, Freud pensó que no podían corresponder a sucesos reales, sino a fantasías. Se preguntó cuál podía ser la fuerza psíquica que las producía y llegó a la conclusión de que esta tenía que ser, lógicamente, el instinto sexual. La hipótesis de Freud fue que, dado que tenían carácter sexual, eran moralmente inaceptables, razón por la cual eran rechazadas de la conciencia. Substituyó así la anterior «teoría del trauma» por la «teoría libidinal» o «instintiva» (Freud, 1905). Esta fue la primera teoría dentro del mundo científico que reconocía el valor de las fantasías y su origen en los instintos y condujo a la teoría del psiquismo estructurado en tres instancias: el Ello (donde se representan los impulsos instintivos), el Superyó (donde se representan las nociones morales, los ideales y los valores de la persona) y el Yo (donde reside la conciencia, la voluntad, las capacidades y el gobierno del comportamiento).

Sin embargo, la hipótesis de la fuerza de los instintos sexuales en el psiquismo fue violentamente rechazada por las sociedades médicas (más con argumentos morales que científicos) y también por algunos que anteriormente habían colaborado con Freud (como Breuer, coautor del trabajo de 1885). Otros psicoanalistas, entre los que tomaré como referencia a Sandor Ferenczi (1873-1933), se mantuvieron en la teoría del trauma, pensando que, en las histerias, había efectivamente sucesos reales, si bien su recuerdo emergía en la conciencia deformado por el intenso impacto emocional y el conflicto interno que creaban con el Superyó.

Esta fue la primera diferencia que se produjo entre el «modelo intrapsíquico» de Freud, que atribuía las fantasías a la fuerza de los instintos dentro del psiquismo, y por tanto las desvinculaba de la realidad externa, y el «modelo relacional» de Ferenczi, que las continuó vinculando a hechos reales sucedidos en las relaciones, y por tanto a fuerzas exteriores al psiquismo, aunque este deformara el recuerdo. A pesar de esta diferencia, en el mundo psicoanalítico quedó sólidamente establecida la idea de la enorme influencia de las fantasías inconscientes en el psiquismo, capaz de deformar la percepción de la realidad y condicionar el comportamiento.

1.2. Las fantasías de la díada primaria y la disociación

Para comprender posteriormente las fantasías de pareja, veamos cómo continuó la investigación sobre las fantasías en general. Más tarde, en Más allá del principio del placer (1920), Freud sustituyó la primera teoría instintiva por una segunda. Mientras la primera postulaba que las pulsiones básicas o instintos eran el de supervivencia de la especie, o sexual y amoroso; y el de supervivencia del individuo, o agresivo, en la segunda eran el de amor (Eros) y el de muerte (Thánatos). El cambio substancial fue que mientras antes consideró que el impulso agresivo se dirigía hacia el exterior, con el fin de preservar al individuo, ahora consideraba que también podía dirigirse contra el propio sujeto.2 Esta fue la teoría sobre la que Melanie Klein (1882-1960) desarrolló su estudio del psiquismo primitivo del bebé y las primeras fantasías inconscientes.

En el trabajo Notas sobre los mecanismos esquizoides (1946), Klein expuso la idea de que el bebé forma dos fantasías inconscientes de la madre. Una es la «buena», la que está presente y satisface sus necesidades de alimento y otras. La segunda fantasía es la de la «madre mala», la que está ausente y no satisface estas necesidades.3 Puesto que las fantasías son producto de las pulsiones, Klein postuló que la fantasía de la madre buena tiene el carácter del Eros: amorosa y solícita, hacia la cual el bebé experimenta este mismo tipo de sentimientos. La otra fantasía tiene el carácter mortífero del Thánatos: la madre ausente, que no satisface las necesidades, hacia la que el bebé experimenta sentimientos destructivos. Estos caracteres benigno y maligno de las fantasías primitivas se trasladan a las posteriores relaciones en las que naturalmente se dan situaciones de satisfacción y frustración, entre ellas, las de pareja. Pero continuemos por el momento con el curso que siguieron las primeras investigaciones, donde hallaremos otros conceptos fundamentales.

En el mismo trabajo, Klein formulaba la noción de «disociación» para referirse al mecanismo que mantiene separadas estas dos representaciones mentales opuestas de la madre, cargadas de sentimientos contrarios. A medida que el psiquismo se desarrolla, la fantasía destructiva es reprimida en el inconsciente, ya que el bebé no reclamaría a la madre, ni podría aceptar su cuidado y alimento, si su representación consciente de ella estuviera conectada y contaminada por los impulsos destructivos.4 Nuevamente podemos referirnos brevemente a la pareja, en la cual las fantasías derivadas de las frustraciones tienden a ser reprimidas ya que dificultan la relación.

Partiendo de las ideas de Klein, Susan Isaacs (1948) estudió la función de las fantasías, y elaboró el concepto esencial de «contención», que posteriormente se ha aplicado ampliamente. Según Isaacs, las fantasías «contienen» los impulsos destructivos delimitando su alcance y evitando que contaminen la representación mental de la madre «buena», lo que es esencial para que el bebé establezca vínculos positivos con ella. Por otra parte, la contención permite que las fantasías evolucionen y maduren con la confrontación con la realidad, como una especie de incubadora de las representaciones mentales.

Otra característica esencial de las fantasías es su carácter omnipotente, que se explica por la fuerza de las pulsiones. En sus inicios las fantasías son, pues, extremas, sin límites, y representan o bien un estado de felicidad o de destrucción completas. Esta es una característica esencial que encontramos en las fantasías adolescentes y adultos de pareja antes de los primeros encuentros o en sus momentos iniciales y el enamoramiento. El funcionamiento psicológico primitivo esquizoide y disociado (o «emocionalmente desconectado») de la primera fase del desarrollo psíquico continúa predominando en las patologías graves (psicóticas). En el psiquismo normal se mantiene latente, pero se activa (inconscientemente) en determinadas situaciones altamente emocionales, si bien los efectos de la activación dependen también del grado de desarrollo psíquico y de la existencia de mecanismos defensivos más evolucionados.

Veamos el debate que se produjo con otras escuelas psicológicas, en el cual podremos comprender mejor el carácter emocional de estas fantasías. Entre ellos destacó el debate mantenido con Piaget, que refutó que el psiquismo de antes de los 8 meses de edad pudiera construir representaciones mentales tan complejas. Esta fue una de las cuestiones que traté en la tesis de licenciatura en la Universidad de Barcelona (Llovet, 1976), dirigida por Alberto Campo.5 Llegué a la conclusión de que lo que Klein llamaba «fantasías» son básicamente estados sensitivos y emocionales, en los que se producen imágenes según el grado de maduración. Antes de los 8 meses, estas imágenes son necesariamente todavía muy difusas. No se puede negar, pues, que sean «representaciones mentales», pero corresponden a su estadio más incipiente. Esta cuestión es importante porque los adultos niegan tener fantasías primitivas como las descritas por Klein, pero dependiendo de la carga emocional depositada en una relación, pueden experimentar estos estados emocionales de forma, en gran parte, inconsciente. Por lo tanto, la utilización de este término produce confusión, especialmente en el diálogo con otras disciplinas. Por esta razón, el psicoanálisis las llama, en lengua francesa, «fantasma».

Volviendo a los cambios de la teoría instintiva de Freud (1905, 1920), algunos psicoanalistas no las aceptaron, y por tanto tampoco la teoría de Klein, e interpretaron de forma completamente diferente las fantasías destructivas. Entre ellos mencionaré a John Bowlby (1907-1990), fundador de la tradición que he llamado europea del psicoanálisis relacional. De momento me limitaré a señalar que su hipótesis fue que las fantasías y relaciones agresivas no provienen de la pulsión de muerte (que refuta), sino que son reacciones a la frustración. Es una concepción completamente diferente y característica del pensamiento relacional. En primer lugar, la frustración es un sentimiento derivado del instinto de supervivencia del individuo (remite a la primera teoría instintiva de Freud). En segundo lugar, la hipótesis relacional no atribuye las reacciones destructivas a una causa interna (como es la pulsión de muerte), sino a una causa externa como es la necesidad adaptativa (la caza, la defensa). Así, el caso de la autodestrucción masoquista que llevó a Freud a la formulación de la pulsión de muerte es interpretado como una reacción secundaria al exceso de dolor o a fijaciones patológicas que no son generalizables. En el mismo sentido debemos interpretar las reacciones agresivas e incluso destructivas en las relaciones de pareja, como veremos más adelante.

Finalmente, reflejaré la contribución específica sobre las fantasías de la pareja adulta de Alberto Eiguer, muy apreciado,6 sobre la interacción que se produce entre las fantasías inconscientes de los miembros de la pareja («interfantasmatitzación»). Así, las fantasías inconscientes de cada miembro no proceden únicamente de sus impulsos internos, según se deduce del modelo intrapsíquico, sino de la interacción entre ambos. La interfantasmatitzación es pues una hipótesis profundamente relacional y un fenómeno complejo sobre el que volveremos más adelante.

Figura 1. El beso, de Edvard Munch.

Figura 2. El amor, de Gustav Klimt.

1.3. Las fantasías en la adolescencia y los estados de necesidad e incertidumbre

Al inicio de este capítulo he mencionado que la adolescencia es la etapa en la que se forman las primeras fantasías de pareja adulta. Un breve análisis de la adolescencia nos permitirá comprender las características de estas fantasías. Quiero observar que tienen similitudes con las de los adultos actualmente sin pareja o con una relación insatisfactoria, ya que la situación emocional es similar.

La adolescencia se caracteriza por ser un estado de carencia e incertidumbre. El estado de carencia se produce porque en el tránsito de la infancia a la adultez se abandonan los puntos de referencia anteriores y los nuevos todavía son débiles y no satisfacen suficientemente las necesidades. La incertidumbre surge de la preocupación por la adquisición y consolidación de las nuevas referencias y, más en general, por el futuro. Ambos estados impulsan la formación de fantasías, lo que nos indica que, como en el bebé, cumplen la función de compensar carencias en la realidad actual y construir una visión del porvenir.

Tomaremos como referencia el texto de Aberastury y Knobel (1968) La adolescencia normal, un clásico en esta materia. Estos autores caracterizaron la adolescencia como una etapa en la que se producen diversas pérdidas, con los correspondientes procesos psicológicos de duelo que veremos brevemente. Mencionaré las fantasías que acompañan a cada tipo de duelo, pero los autores señalan el carácter general omnipotente y muy idealizado de las fantasías adolescentes, tanto en el sentido positivo (imágenes de grandiosidad y prepotencia), como negativo (imágenes de aniquilamiento e impotencia). Los duelos son:

la pérdida del cuerpo infantil,la pérdida de la identidad infantil,la pérdida de los padres infantiles.

La pérdida del cuerpo infantil es la más obvia y explica la gran sensibilidad adolescente hacia todo lo que se le relaciona: su aspecto, su funcionalidad, etc. Así, el proceso de duelo es el de la despedida del cuerpo anterior y el reconocimiento, aceptación y apropiación del nuevo. Los cambios más significativos son los derivados de la maduración sexual. Como hemos visto anteriormente, las fantasías se originan en los instintos; por tanto, las que se derivan de la maduración sexual, tienen este carácter.

Ya que el cuerpo es la sede de la identidad, los cambios corporales implican duelos también en esta otra área. Emerge pues una forma completamente nueva de relacionarse con los demás y consigo mismo, que conlleva sentimientos de despersonalización, tanto en la esfera corporal como en la de la identidad. Los cambios corporales son bastante repentinos, por lo que se producen reacciones defensivas de ocultación e inhibición.

Los autores relacionales (Andrew Morrison, Rosa Velasco) han remarcado que la emergencia de nuevos aspectos de sí mismo provocan sentimientos de vergüenza o sus contrarios: reacciones defensivas de desvergüenza, que tratan de suprimirla rápidamente con atrevimiento, exhibicionismo o conductas psicopáticas. Estos sentimientos y reacciones también se producen en el área de la identidad.

En la formación de segundas parejas también se produce un proceso de duelo por el cuerpo anterior (si bien en menor medida), también en las dos vertientes interpersonal (obvia) e interna (menos obvia), ya que la relación corporal con el otro conlleva una cierta acomodación de la imagen del cuerpo propio.

Las fantasías derivadas del duelo por el cuerpo infantil contienen sentimientos de gran vitalidad e imágenes de potencia corporal, pero también de sus contrarios: de desvitalización e insuficiencia. Algunos autores han señalado que la transformación corporal real puede decepcionar la expectativa y el deseo del adolescente (su ideal del Yo), lo que constituye un duelo en sí mismo que se añade a los tres anteriores. La anorexia es una de las patologías en las que observa este conflicto entre las fantasías de cambios corporales y la realidad de estos (Velasco, 2010).

Uno de los relatos paradigmáticos que reflejan las fantasías de los cambios corporales del adolescente es La transformación, de Franz Kafka (1916).7 Como recordaremos, el protagonista, Gregor Samsa, de 23 años, sufre una transformación corporal súbita en insecto. No puede continuar con su vida anterior y es rechazado por su familia, que ya no lo reconoce como una persona. Finalmente muere de inanición y la familia borra su recuerdo. Es sin duda el relato de un duelo y de las fantasías de aniquilamiento.

Figura 3. Portada de la primera edición de La transformación, de Franz Kafka.

El segundo duelo es el de la pérdida de la identidad infantil. Como ya he mencionado, el duelo corporal conlleva duelos en la identidad, por lo que aquí especificaré solo las diferencias.

A diferencia de los cambios corporales, los de la identidad no son visibles y repentinos, sino internos y graduales. Así, la transformación es discontinua, con progresiones y regresiones, lo que puede producir «fracasos de la personificación», o dificultades de consolidar una idea estable de sí mismo. Nuevamente hay que señalar la doble vertiente interna e interpersonal: la transformación del sentimiento íntimo de sí mismo y de la manera de relacionarse con los demás, ambos son graduales, con progresiones y regresiones. En algunos momentos, el adolescente tiene la fantasía de ser ya plenamente adulto, y en otros, tiene la fantasía de ser aún un niño. Así como en los adultos que forman segundas parejas, los duelos por las otras pérdidas son sensiblemente menores, el duelo por la pérdida de la identidad anterior puede ser muy acentuado.

Finalmente, la adolescencia representa también la pérdida de los «padres infantiles», o padres protectores. Ciertamente, es el propio adolescente quien lleva la iniciativa. No solo renuncia a la protección de los padres, sino que la rechaza activamente, ya que para él, representa una falta de reconocimiento de su crecimiento y el estancamiento o el retorno al estado infantil. Sin embargo, el proceso de este duelo es marcadamente discontinuo, con progresiones o momentos de rechazo de la protección, y regresiones, en la que se vuelve a reclamar la protección parental. Las fantasías asociadas a este duelo abarcan un amplio abanico: desde imágenes y sentimientos de autosuficiencia, hasta la negación (inconsciente) del crecimiento y la recreación imaginaria de momentos de la infancia pasada. Nuevamente, estas fantasías son marcadamente omnipotentes, tanto en sentido positivo como negativo.

El proceso de duelo por los «padres infantiles» es más sensible que los otros al establecimiento de nuevas relaciones y, en particular, de una relación de pareja. El hecho de compartir sentimientos de intimidad con otro aporta seguridad y facilita el abandono de la protección parental. No obstante, las fantasías tienen aquí un papel determinante y pueden conducir a grandes choques con la nueva realidad. En la atención clínica se observa que, en los estados de necesidad propios de las relaciones de pareja insatisfactorias, se forman fantasías muy idealizadas de una nueva pareja. Los casos más extremos son los de parejas que han iniciado sus relaciones de forma virtual, por Internet. Más adelante nos extenderemos sobre las fantasías específicas del enamoramiento. Por el momento, señalemos que las frustraciones de las relaciones de pareja llevan a imaginar realidades radicalmente diferentes, sin reconocer la propia participación en la construcción de esta realidad.

1.4. Las fantasías de pareja

Veamos algunas viñetas que ilustran las fantasías de pareja y el estado adolescente. La primera es la de una adolescente de 13 años que tenía por costumbre dibujar escenas diversas de su vida cotidiana (reuniones de amigas, actividades extraescolares, familiares, etc.). Coincidiendo aproximadamente con los primeros indicios de maduración adolescente, comenzó a dibujar escenas bucólicas (playas, montañas, puestas de sol, etc.) en las que solo aparecía una chica sola, en actitud contemplativa. Cuando le comenté que la chica del dibujo estaba sola, contestó que ella lo prefería, añadiendo (aparentemente para sí misma): «nadie la comprende».

Unas semanas más tarde, la chica del dibujo ya no estaba sola sino acompañada de un chico. «Nadie en concreto, todo son personajes imaginados», me dijo, añadiendo «Queda mejor que sean dos. Gozan más del paisaje». «¿Los dos disfrutan de este paisaje?», inquirí. «Claro, si no, no tiene gracia», dijo. Unas semanas más tarde, en el dibujo, el chico reposaba el brazo sobre su hombro.

Figura 4. Memories on the shore, de Irene Celic.

Esta viñeta ilustra en primer lugar que la maduración sexual había cambiado el contenido de sus fantasías. También que su expresión «nadie la comprende» era una clara manifestación de las pérdidas y los sentimientos de soledad. Ilustra también el efecto «contenedor» señalado por Isaacs, ya que el deseo se «aloja» dentro de la fantasía. Los siguientes dibujos, en los que ya no está sola sino acompañada de un chico, muestran que el deseo se elabora en el interior de este contenedor que son las fantasías. Por otra parte, las fantasías sirven tanto para proteger el deseo de la mirada ajena, como para comunicarlo, compartirlo y llevarlo finalmente a la realización. Las fantasías evolucionan, pues, en un proceso de acomodación y asimilación de la realidad, con transformaciones internas y transformaciones del entorno.

La segunda viñeta es la de una chica de 18 años, estudiante de primer curso de bachillerato, que vino a la consulta acompañada por su madre. El motivo principal de la consulta eran los episodios de angustia que padecía, que, según ella y su madre, parecían ser causados por los exámenes y porque no sabía qué estudios realizar a continuación.

En la serie de visitas siguientes (ya sin su madre) fue revelando lo que pensaba y explicó que había conocido un chico que le gustaba. No obstante, en sus círculos de amigas se relataban escenas sexuales de todo tipo, incluyendo violencia, que la estremecían e interferían en la relación con él. Cuando salían juntos, de golpe le venían a la mente las imágenes que contaban las amigas y empezaba a sentirse mal con el chico, a pesar de que ni tenían relaciones ni estaban cerca de tenerlas. También pensaba que esto le sucedería siempre, hasta el punto de que se planteaba «retirarse de este mundo» (como decía ella) e ingresar en una orden religiosa. Me explicó que había guardado para sí misma estos últimos pensamientos, ya que creía que sus amigas los encontrarían «horrorosos». De hecho –añadió– ella misma se sorprendía y se avergonzaba de estos pensamientos, que consideraba anacrónicos.

En el proceso terapéutico posterior, continuó explicando estos conflictos internos, remarcando lo importante que era poder hacerlo. Las fantasías evolucionaron hasta ajustarse más a lo que realmente podía suceder entre ella y el novio y ella podía asumir sin espanto. Tiempo después, se reía de sí misma, de cómo había creído lo que explicaban sus amigas y como ella misma había exagerado los detalles hasta convertir en espantosas aquellas fantasías.

Esta viñeta ilustra nuevamente que las fantasías «contienen» los impulsos instintivos y deseos inconscientes. A diferencia del caso anterior, en este había dos fantasías opuestas: la de las relaciones sexuales y la del aislamiento para evitarlas, lo que nos remite a las primeras ideas de Freud sobre el conflicto entre las fuerzas instintivas y las instancias morales o normativas. También quisiera resaltar que muestra que el origen de las fantasías no es exclusivamente interno, sino que contiene elementos de la realidad externa, en este caso, las explicaciones de las amigas.

Finalmente, la tercera viñeta es la de un paciente que explicaba que, al principio de la adolescencia, se había quedado encantado con la visión de sus padres leyendo un libro y escuchando música clásica plácidamente. Esta imagen había quedado grabada en su memoria con tanta fuerza que más adelante, cuando conocía chicas, le venía a la mente y se imaginaba reproduciendo aquella escena con la chica que tenía delante. Si este recuerdo-fantasía se mantenía, se sentía bien con aquella chica. En caso contrario, se sentía decepcionado y empezaba a pensar que con ella no conseguiría ni este ni probablemente otros deseos que tenía para su futuro. Con el tiempo, olvidó aquella fantasía y se casó.

No fue sino mucho tiempo después cuando, estando en la misma situación del recuerdo (leyendo un libro con su mujer y escuchando música clásica), de repente, emergió la antigua fantasía. En la sesión terapéutica, se preguntaba si, a pesar de que la había olvidado durante tanto tiempo y, aparentemente, no había influido en sus relaciones, esta fantasía había continuado operando en su mente, ya que finalmente, había escogido de tal forma que la fantasía se había cumplido.

Esta viñeta da pie a exponer la cuestión de la predeterminación que ejerce el inconsciente en nuestro desarrollo, algo muy debatido en psicoanálisis. En este caso, el paciente no se pregunta si estaba predestinado a reproducir la pareja de sus progenitores, sino si el deseo contenido en el recuerdo-fantasía había continuado «trabajando» y guiando su conducta inconscientemente hasta convertirse en realidad. Creo que es parcialmente acertado, pero añadiría que, probablemente, este resultado final no se produzca por una fuerza oculta. Al contrario, la fantasía contiene tendencias internas y preferencias que existen tanto si se manifiestan explícitamente como si no. Sin duda estas preferencias se traducen en las incontables interacciones entre sus personalidades, decantado la elección y la adaptación mutua. Así pues, no es tanto que haya una fuerza oculta, sino que en la interacción se expresan de manera implícita las tendencias internas y se conocen, también de manera implícita, las tendencias del otro. En los capítulos siguientes, nos extenderemos sobre estas cuestiones.

2. El cambio fue debido al intento de explicar la autoagresión en el masoquismo. Hay otras razones que no explicaré aquí.

3. De ahí el término esquizoide, que en griego significa «dividido». En psiquiatría se refiere a los pacientes cuya mente está en estado de división, compartimentada.

4. En una obra memorable, Bruno Bettelheim (1976) explicó que los personajes malvados de los cuentos infantiles, tales como lobos, ogros, madrastras, brujas, etc. corresponden a estas fantasías inconscientes de «madre mala» y deben mantenerse disociadas de la madre real. En un trabajo anterior (Llovet, 1978) expliqué una experiencia de aplicación terapéutica de esta idea de Bettelheim realizada en el centro Horizon de Ginebra con la colaboración de Chantal Krayenbühl y el apoyo de Francisco Palacio Espada, supervisor del centro.

5. Alberto Campo era un psicoanalista argentino (IPA) que había estado en Ginebra, donde investigó con Jean Piaget, y después se instaló en Barcelona. Tenía pues un conocimiento profundo de su obra y, a pesar de no ser profesor universitario, aceptó dirigir mi tesis. Al volver yo de Ginebra, fue mi supervisor principal durante muchos años. Con su carácter desenfadado, decía que no se había puesto de acuerdo con Piaget porque, haciendo observación de niños, se fijaban en cosas diferentes.

6. De origen argentino, ha sido profesor de la Universidad de París. Es fundador de la AIPCF, docente habitual de la FVB y del EFPP y las asociaciones vinculadas.

7. Obra conocida habitualmente como La metamorfosis. Jordi Llovet Pomar ha argumentado que el título original alemán Die Verwandlung se traduce por La transformación, ya que existe el vocablo alemán específico Metamorphose, que Kafka no utilizó.

2. La elección de pareja

Los motivos de elección de pareja es uno de los temas más debatidos y más difíciles de generalizar. Hay variables individuales y también culturales; algunas las reconocemos, otras no y actúan sin que nos demos cuenta. La lista puede extenderse infinitamente: lo que hemos fantaseado antes de establecer la primera relación amorosa, lo que nos atrae poderosamente, el tipo de comunicación o relación que establecemos, la sensación de familiaridad o de novedad que experimentamos, el proyecto de vida que pensamos que podemos realizar con el otro. Todas estas son cuestiones que a veces se plantean anticipadamente y otras veces emergen más tarde, pero en todo caso son relevantes.

Freud escribió sobre la elección de pareja, ya que es un tema que está en la encrucijada de muchas otras cuestiones importantes. Pensó que esta elección obedecía a motivos inconscientes, lo que no representa ninguna contradicción esencial con la creencia popular, que siempre ha remarcado la vertiente irracional de esta elección, a menudo para recomendar que se contraste con razonamientos. El modelo de elección más conocido de Freud es el edípico, basado en una de las hipótesis más célebres de la teoría psicoanalítica. Elaboró también un segundo modelo, basado en el tipo de vinculación que se establece con el otro, que es conocido como «narcisista» y ha sido muy fructífero, dando lugar a varias ramificaciones.

John Bowlby, aunque mantuvo una discrepancia fundamental con el modelo narcisista de Freud, formuló la teoría del attachment (apego), basada también en el tipo de vinculación con el otro. Es una coincidencia curiosa porque ni Freud ni Bowlby investigaron expresamente la elección de pareja. No obstante, ambos parten del mismo supuesto básico de que el tipo de vinculación con el otro está íntimamente relacionado con la organización y el funcionamiento psíquico. Una segunda coincidencia es el hecho de que ambos modelos parten del origen instintivo del vínculo. Como tercera coincidencia, ambos han dado lugar a desarrollos en el mundo de la pareja.