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Reconocida como la comedia más bulliciosa de Shakespeare, La fierecilla domada es la historia de dos jóvenes, el esperanzado Lucentio y el mundano Petruchio, y las dos hermanas que conocen en Padua.
Lucentio se enamora de Bianca, la hija menor aparentemente ideal del rico Baptista Minola. Pero antes de que puedan casarse, la formidable hermana mayor de Bianca, Katherine, debe casarse.
Petruchio, interesado solo en la enorme dote, se arregla para casarse con Katherine, contra su voluntad, y entra en una batalla de los sexos que ha perdurado como una de las obras más agradables de Shakespeare.
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Veröffentlichungsjahr: 2021
William Shakespeare
LA FIERECILLA DOMADA
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 979-12-5971-051-2
Greenbooks editore
Edición digital
Enero 2021
www.greenbooks-editore.com
LA FIERECILLA DOMADA
Christopher SLY, calderero Un SEÑOR
Una POSADERA
Un PAJE, llamado Bartolomé COMEDIANTES CAZADORES
CRIADOS
BATTISTA MINOLA, un caballero de Padua CATALINA, su hija mayor, la fierecilla BIANCA, su hija menor
PETRUCCIO, caballero de Verona, pretendiente de Catalina LUCENZIO, enamorado de Bianca
VINCENZO, padre de Lucenzio, caballero de Pisa GREMIO, un viejo pretendiente de Bianca
HORTENSIO, amigo de Petruccio y pretendiente de Bianca TRANIO, criado de Lucenzio
BIONDELLO, muchacho al servicio de Lucenzio GRUMIO, criado de Petruccio
CURZIO, criado de Petruccio UN PROFESOR
UNA VIUDA UN MERCERO
CRIADOS de Petruccio y Battista
Entran Christopher SLY y la POSADERA.
SLY. ¡Ya te ajustaré las cuentas!
POSADERA. ¡Un par de cepos, desgraciado!
SLY. Eres una cualquiera. Los Sly no somos gentecilla. Consulta las crónicas. Llegamos aquí con Ricardo el Conquistador, así que, paucas palabris, deja que ruede el mundo y cállate.
POSADERA. ¿No vas a pagar los vasos que rompiste?
SLY. No, ni un centavo. Vete, por San Jerónimo; vete a tu fría cama y caliéntate
POSADERA. Ya conozco el remedio: iré a buscar al guardia. [ Sale.]
SLY. El guardia más vale que se guarde. Le responderé con la ley en la mano. No voy a ceder ni una pulgada, muchacho. Que venga, por todos los santos.
Se duerme. Cuernos de caza. Entra un SEÑOR que viene de cazar, con su séquito.
Cazador, cuida bien a mis lebreles,
Alegre, el pobre galgo, está exhausto y babea. Empareja a la perra con Nublado.
¿Te has fijado lo bien que se ha portado Plata cuando los otros perdieron el rastro?
No querría perderlo ni por veinte libras.
Pues Campanero es tan bueno como él, señor.
Ladraba cuando el rastro se perdía.
Y hoy, aunque débil, lo volvió a encontrar. Estoy seguro de que este es el mejor.
¡Qué tonto eres! Si Eco fuera tan rápido, valdría más que doce Campaneros.
Pero dales comida y cuídalos bien, porque mañana volveré a cazar.
CAZADOR 1º. Así lo haré, señor.
SEÑOR. ¿Quién es este, un muerto o un borracho? ¿Respira?
Sí respira, señor. Si no se hubiera calentado de cerveza, no dormiría tanto en una cama fría.
¡Monstruosa bestia! Yace como si fuera un cerdo
¡Lúgubre muerte, tu imagen es inmunda y repulsiva! Señores, gastaré una broma a este borracho.
¿Lo cambiamos de cama y lo envolvemos con ropas perfumadas, anillos en los dedos, un opíparo manjar junto a la cama
y criados elegantes que le sirvan?
¿No perdería la cabeza este mendigo?
CAZADOR 1º. Señor, a la fuerza.
CAZADOR 2º. Sería un despertar maravilloso.
Sí, como un sueño adulador, como una fantasía. Levantadlo y preparad bien la broma.
Llevadlo con cuidado a mi mejor habitación y colgad en ella mis cuadros más vivaces. Bañadle la cabeza con esencias fragantes,
quemad madera aromática que perfume el aire, tened música a punto para cuando despierte, que sea dulce y suene a celestial.
Cuando comience a hablar, acudid enseguida y, con una profunda y sumisa reverencia, decid: «¿Qué ordena Vuestra Señoría?».
Y que alguien le sirva agua de rosas
en jofaina de plata, esparcida de pétalos;
y que otro lleve el jarro, y un tercero una toalla, diciéndole: «¿Queréis refrescaros las manos, señor?»
Que alguien prepare un traje señorial y le pregunte cómo desea vestirse;
que otro le hable de sus caballos y sus perros, de que a su esposa le entristece su dolencia, y convencedle de que ha estado loco;
si dice que lo está, insistidle en que sueña, porque no es otra cosa que un señor poderoso. Hacedlo, gentiles señores, y hacedlo con tacto. Será una diversión de lo más excelente,
si lo hacéis con cuidado.
Señor, os garantizo que sabremos actuar, y con tal diligencia que él creerá
que no es menos de lo que le diremos.
Lleváoslo con cuidado y a la cama con él.
Y cuando se despierte, cada uno a su cometido. [ Se llevan a SLY.] Clarines.
Tú, ve a ver qué es ese clarín. [ Sale un CRIADO.]
Quizás algún noble caballero que desea descansar de su viaje y reposar aquí.
Entra un CRIADO.
¿Qué hay? ¿Quién es?
Con la venia, señor, son comediantes
que ofrecen sus servicios a Vuestra Señoría.
Entran los COMEDIANTES.
SEÑOR. Diles que se acerquen.— Bienvenidos, amigos.
COMEDIANTES. Os damos las gracias, señor.
SEÑOR. ¿Pensáis quedaros aquí esta noche?
COMEDIANTE 1º. Señor, si os place aceptar nuestros servicios.
De todo corazón.—Me acuerdo de este mozo, porque una vez hizo de hijo de un granjero.— Lo hiciste muy bien cortejando a la dama.
He olvidado tu nombre, pero ese papel te venía muy bien y te quedó perfecto.
COMEDIANTE 1º. Vuestra Señoría se refiere a Soto.
Exacto, lo hiciste muy bien. Bueno,
habéis llegado en un momento afortunado, porque llevo entre manos una broma
en la cual vuestro oficio me ayudaría mucho.
Tengo aquí a un señor que esta noche verá la obra, pero no estoy seguro de vuestra discreción,
no sea que al observar su extraña conducta (puesto que el señor nunca ha visto una obra) estalléis de la risa y le ofendáis.
Porque debo decíroslo: una sola sonrisa y se enfada muchísimo.
No os preocupéis, señor. Sabremos contenernos, aunque sea el tipo más estrafalario.
Tú, acompáñalos a la despensa,
y dale a cada uno la mejor bienvenida;
y de lo que haya en casa, que no les falte nada.
Sale un CRIADO con los COMEDIANTES. Tú, ve a buscar a mi paje Bartolo.
Haz que se vista de mujer, con todos los detalles; después lo llevas a la alcoba del borracho;
y llámale «señora», muéstrale obediencia, y dile de mi parte que tendrá mi afecto
si su conducta es honorable, igual
que la que él ha observado que adoptan las damas nobles al tratar con sus maridos. Que se comporte así con el borracho,
que le hable en voz baja, sea humilde
y le diga: «¿Qué ordena Vuestra Señoría?
¿Cómo puede mostrar vuestra humilde señora y esposa su obediencia y su amor?»
Luego con tiernos abrazos y besos tentadores y la cabeza reclinada en su pecho,
que le inunde de lágrimas de dicha
porque su noble esposo ha recobrado la salud, después de pasar siete años creyendo
que no era más que un pobre mendigo repugnante.
Si mi paje carece del don de las mujeres y a voluntad no puede derramar
una lluvia de lágrimas, para esto le servirá muy bien una cebolla; que se la esconda en un pañuelo
y, aunque no quiera, llorará. Procura que se haga esto a toda prisa y luego ya te daré más instrucciones.
Sale un CRIADO.
Sé muy bien que el muchacho sabrá usurpar el garbo, la voz, el aire, el gesto de una dama.
Estoy deseando oírle llamar «esposo» al borracho, y ver a mis criados conteniendo la risa
al rendir homenaje a este palurdo.
Voy a darles consejos; si estoy allí presente podré refrenar la explosión de risa
que, de otra manera, sería excesiva. [ Salen.]
Entran arriba el borracho [Sly] con CRIADOS, algunos con una jofaina, un jarro y otros utensilios, y el SEÑOR.
SLY. Por el amor de Dios, un vaso de cerveza.
CRIADO 1º. ¿Desea Vuestra Señoría una copa de jerez?
CRIADO 2º. ¿Os place probar estas conservas?
CRIADO 3º. ¿Qué traje desea ponerse hoy Su Excelencia?
SLY. Soy Christopher Sly. No me llaméis «señoría» ni «excelencia». En mi vida he probado el jerez y, si queréis darme conservas, dádmelas de carne. No me preguntéis más qué traje quiero ponerme, porque no tengo más jubón que espalda, ni más calzas que piernas — y a veces más pies que zapatos, y zapatos en los que los dedos de los pies me asoman por la punta.
Quiera el cielo poner fin a estos arrebatos.
¡Que un hombre poderoso y de alta estirpe, tan rico y de tan gran reputación
se vea poseído por un humor tan vil!
SLY. ¿Queréis volverme loco? ¿Acaso no soy Christopher Sly de Burtonheath, buhonero de nacimiento, cardero de formación, guardaosos por transmutación y ahora, calderero de profesión? Preguntad a Marian Hacket, la gorda tabernera de Wincot, que me conoce bien. Si no me ha cargado en cuenta catorce peniques de cerveza, contadme como el más vil embustero de la cristiandad. ¡No, no me he vuelto loco! Aquí…
CRIADO 3º. ¡Ah, por esta causa se lamenta vuestra esposa! CRIADO 2º. ¡Ah, por esta causa se entristecen vuestros criados! SEÑOR
.
De ahí que los vuestros rehúyan vuestra casa, afectados por vuestra enfermedad.
Noble señor, pensad en vuestra estirpe,
haced que vuestros pensamientos vuelvan del exilio y desterrad esos delirios abyectos e innobles.
Mirad cómo os sirven vuestros criados,
a una señal de vuestra mano siempre atentos.
¿Queréis música? Escuchad: Apolo toca
Música.
y cantan en su jaula veinte ruiseñores.
¿O preferís dormir? Os llevaremos a una cama
más dulce y suave que el lúbrico lecho de Semíramis. Si queréis pasear, esparciremos flores por el suelo.
¿O queréis cabalgar? Enjaezaremos
vuestros caballos con gualdrapas de oro y perlas.
¿Os gusta la cetrería? Vuestros halcones volarán más alto que la alondra. ¿Queréis cazar?
Vuestros perros harán que resuene el firmamento: arrancarán ecos estridentes de la hueca tierra.
Y si queréis cazar liebres, tenéis galgos
más veloces que el ciervo y más ligeros que el corzo.
¿Os gusta la pintura? Al punto os traeremos a Adonis retratado a orillas de un arroyo,
y a Citerea escondida entre juncos,
que parecen moverse y retozar con su aliento, como se agitan los juncos al soplar la brisa.
Os mostraremos a Ío cuando aún era virgen, y cómo fue engañada y agredida,
pintada tan al vivo como cuando sucedió.
O a Dafne paseando por un bosque espinoso,
con las piernas arañadas, que veríais sangrando y, contemplándolo, llora el triste Apolo:
con tal arte lucen sangre y lágrimas.