La Gitanilla - Miguel de Cervantes - E-Book

La Gitanilla E-Book

Miguel de Cervantes

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Beschreibung

"La Gitanilla" es una de las 12 novelas cortas incluidas en su colección de "Novelas ejemplares", publicadas por primera vez en 1613. Estas novelas representan una variada muestra de géneros literarios y estilos narrativos que abordan temas como el amor, la aventura, la sátira social, la comedia y la tragedia. La historia de "La Gitanilla" gira en torno a una joven gitana llamada Preciosa y su romance con un joven noble llamado Juan de Carcome. La trama presenta elementos de romance y aventura, así como exploraciones sobre temas de identidad y prejuicios sociales. La novela muestra cómo el amor puede superar las barreras sociales y culturales, y enfatiza la importancia de la verdadera valía de una persona más allá de su origen étnico o estatus social.

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MIGUEL DE CERVANTES

LA GITANILLA(De Novelas Ejemplares)

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

LA GITANILLA

FIN

Título: La Gitanilla (De Novelas Ejemplares)

Autor: Miguel de Cervantes Saavedra

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2023 AMA Audiolibros

AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.

c/ Miquel Tort, 18

08750 Molins de Rei

Barcelona

[email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

INTRODUCCIÓN

Miguel de Cervantes Saavedra, nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares, España, y falleció el 22 de abril de 1616 en Madrid. Es considerado uno de los más grandes escritores de la literatura universal y el autor más influyente de la literatura española. Es célebre principalmente por su obra maestra, "Don Quijote de la Mancha," pero también dejó un legado literario importante a través de otras obras notables.

"La Gitanilla" es una de las 12 novelas cortas incluidas en su colección de "Novelas ejemplares", publicadas por primera vez en 1613. Estas novelas representan una variada muestra de géneros literarios y estilos narrativos que abordan temas como el amor, la aventura, la sátira social, la comedia y la tragedia. Aunque estas historias varían en trama y tono, comparten un propósito didáctico, buscando ofrecer lecciones morales y éticas a través de sus personajes y situaciones. A lo largo de "Las Novelas Ejemplares" Cervantes explora temas como la identidad, la valentía, el honor, el engaño, el poder de la apariencia y la importancia de la virtud. Cada novela ofrece una perspectiva única sobre la condición humana y presenta personajes complejos que enfrentan desafíos y dilemas morales.

La historia de "La Gitanilla" gira en torno a una joven gitana llamada Preciosa y su romance con un joven noble llamado Juan de Carcome. La trama presenta elementos de romance y aventura, así como exploraciones sobre temas de identidad y prejuicios sociales. Preciosa es una protagonista carismática que desafía las expectativas sociales y culturales de su época. La novela muestra cómo el amor puede superar las barreras sociales y culturales, y enfatiza la importancia de la verdadera valía de una persona más allá de su origen étnico o estatus social. Es una de las muchas obras literarias de Cervantes que destaca por su habilidad para combinar elementos realistas y románticos, así como por su capacidad para explorar la complejidad de las relaciones humanas y la lucha contra los prejuicios sociales.

LA GITANILLA

Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.

Una, pues, desta nación, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa y a quien enseñó todas sus gitanerías y modos de embelecos y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles ni los aires ni todas las inclemencias del tiempo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos y, lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada. Y, con todo esto, era algo desenvuelta, pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas. Y, finalmente, la abuela conoció el tesoro que en la nieta tenía y así determinó el águila vieja sacar a volar su aguilucho y enseñarle a vivir por sus uñas.

Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire. Porque su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal; y así, se los procuró y buscó por todas las vías que pudo y no faltó poeta que se los diese: que también hay poetas que se acomodan con gitanos y les venden sus obras, como los hay para ciegos, que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia. De todo hay en el mundo y esto, de el hambre, tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa.

Criose Preciosa en diversas partes de Castilla y, a los quince años de su edad, su abuela putativa la volvió a la corte y a su antiguo rancho, que es donde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende. Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas y un gitano, gran bailarín, que las guiaba. Y, aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban. De entre el son del tamborín y castañetas y fuga del baile salió un rumor que encarecía la belleza y donaire de la gitanilla y corrían los muchachos a verla y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la fama de la gitanilla y de común consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le señalaron el premio y joya de la mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María, delante de la imagen de Santa Ana, después de haber bailado todas, tomó Preciosa unas sonajas, al son de las cuales, dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente:

Árbol preciosísimo

que tardó en dar fruto

años que pudieron

cubrirle de luto

y hacer los deseos

del consorte puros,

contra su esperanza

no muy bien seguros;

de cuyo tardarse

nació aquel disgusto

que lanzó del templo

al varón más justo;

santa tierra estéril

que al cabo produjo

toda la abundancia

que sustenta el mundo;

casa de moneda

do se forjó el cuño

que dio a Dios la forma

que como hombre tuvo;

madre de una hija

en quien quiso y pudo

mostrar Dios grandezas

sobre humano curso.

Por vos y por ella

sois, Ana, el refugio

do van por remedio

nuestros infortunios.

En cierta manera,

tenéis, no lo dudo,

sobre el nieto imperio

piadoso y justo.

A ser comunera

del alcázar sumo,

fueran mil parientes

con vos de consuno.

¡Qué hija y qué nieto

y qué yerno! Al punto,

a ser causa justa,

cantárades triunfos.

Pero vos, humilde,

fuistes el estudio

donde vuestra hija

hizo humildes cursos

y agora a su lado,

a Dios el más junto,

gozáis de la alteza

que apenas barrunto.

El cantar de Preciosa fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían: «¡Dios te bendiga la muchacha!». Otros: «¡Lástima es que esta mozuela sea gitana! En verdad, en verdad, que merecía ser hija de un gran señor». Otros había más groseros que decían: «¡Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas! ¡A fe que se va añudando en ella gentil red barredera para pescar corazones!». Otro, más humano, más basto y más modorro, viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: «¡A ello, hija, a ello! ¡Andad, amores y pisad el polvito atán menudito!». Y ella respondió, sin dejar el baile: «¡Y pisarlo yo atán menudo!».

Acabáronse las vísperas y la fiesta de Santa Ana y quedó Preciosa algo cansada, pero tan celebrada de hermosa, de aguda y de discreta y de bailadora que a corrillos se hablaba de ella en toda la corte. De allí a quince días, volvió a Madrid con otras tres muchachas, con sonajas y con un baile nuevo, todas apercebidas de romances y de cantarcillos alegres, pero todos honestos; que no consentía Preciosa que las que fuesen en su compañía cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamás y muchos miraron en ello y la tuvieron en mucho.

Nunca se apartaba de la la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamába la nieta y ella la tenía por abuela. Pusiéronse a bailar a la sombra en la calle de Toledo y de los que las venían siguiendo se hizo luego un gran corro y, en tanto que bailaban, la vieja pedía limosna a los circunstantes y llovían en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado; que también la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.

Acabado el baile, dijo Preciosa:

—Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un romance yo sola, lindísimo en extremo, que trata de cuando la Reina nuestra señora Margarita salió a misa de parida en Valladolid y fue a San Llorente; dígoles que es famoso y compuesto por un poeta de los del número, como capitán del batallón.

Apenas hubo dicho esto, cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron a voces:

—¡Cántala, cántala Preciosa, y ves aquí mis cuatro cuartos!

Y así granizaron sobre ella cuartos, que la vieja no se daba manos a recogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas y, al tono correntío y loquesco, cantó el siguiente romance:

Salió a misa de partida

la mayor reina de Europa,

en el valor y en el nombre

rica y admirable joya.

Como los ojos se lleva,

se lleva las almas todas

de cuantos miran y admiran

su devoción y su pompa.

Y, para mostrar que es parte

del cielo en la tierra toda,

a un lado lleva el sol de Austria,

al otro, la tierna Aurora.

A sus espaldas le sigue

un lucero que a deshora

salió, la noche del día

que el cielo y la tierra lloran.

Y si en el cielo hay estrellas

que lucientes carros forman,

en otros carros su cielo

vivas estrellas adornan.

Aquí el anciano Saturno

la barba pule y remoza

y, aunque es tardo, va ligero,

que el placer cura la gota.

El dios parlero va en lenguas

lisonjeras y amorosas

y Cupido en cifras varias

que rubíes y perlas bordan.

Allí va el furioso Marte

en la persona curiosa

de más de un gallardo joven,

que de su sombra se asombra.

Junto a la casa del sol

va Júpiter, que no hay cosa

difícil a la privanza

fundada en prudentes obras.

Va la Luna en las mejillas

de una y otra humana diosa;

Venus casta, en la belleza

de las que este cielo forman.

Pequeñuelos Ganimedes

cruzan, van, vuelven y tornan

por el cinto tachonado

de esta esfera milagrosa.

Y, para que todo admire

y todo asombre, no hay cosa

que de liberal no pase

hasta el extremo de pródiga.

Milán con sus ricas telas

allí va en vista curiosa;

las Indias con sus diamantes

y Arabia con sus aromas.

Con los mal intencionados

va la envidia mordedora

y la bondad en los pechos

de la lealtad española.

La alegría universal,

huyendo de la congoja,

calles y plazas discurre,

descompuesta y casi loca.

A mil mudas bendiciones

abre el silencio la boca,

y repiten los muchachos

lo que los hombres entonan.

Cuál dice: “Fecunda vid,

crece, sube, abraza y toca

el olmo felice tuyo

que mil siglos te haga sombra

para gloria de ti misma,

para bien de España y honra,

para arrimo de la Iglesia,

para asombro de Mahoma”.

Otra lengua clama y dice:

“Vivas, ¡oh blanca paloma!,

que nos has de dar por crías

águilas de dos coronas,

para ahuyentar de los aires

las de rapiña furiosas;

para cubrir con sus alas

a las virtudes medrosas”.

Otra, más discreta y grave,

más aguda y más curiosa

dice, vertiendo alegría

por los ojos y la boca:

“Esta perla que nos diste,

nácar de Austria, única y sola,

¡qué de máquinas que rompe!,

¡qué de designios que corta!,

¡qué de esperanzas que infunde!,

¡qué de deseos mal logra!,

¡qué de temores aumenta!,

¡qué de preñados aborta!”

En esto, se llegó al templo

del Fénix santo que en Roma

fue abrasado y quedó vivo

en la fama y en la gloria.

A la imagen de la vida,

a la del cielo Señora,

a la que por ser humilde

las estrellas pisa agora,

a la madre y Virgen junto,

a la hija y a la esposa

de Dios, hincados y de hinojos,

Margarita así razona:

“Lo que me has dado te doy,

mano siempre dadivosa;

que a do falta el favor tuyo,

siempre la miseria sobra.

Las primicias de mis frutos

te ofrezco, Virgen hermosa:

tales cuales son las mira,

recibe, ampara y mejora.

A su padre te encomiendo,

que, humano Atlante, se encorva

al peso de tantos reinos

y de climas tan remotas.

Sé que el corazón del Rey

en las manos de Dios mora

y sé que puedes con Dios

cuanto quieres piadosa”.

Acabada esta oración,

otra semejante entonan

himnos y voces que muestran

que está en el suelo la gloria.

Acabados los oficios

con reales ceremonias,

volvió a su punto este cielo

y esfera maravillosa.

Apenas acabó Preciosa su romance, cuando del ilustre auditorio y grave senado que la oía, de muchas se formó una voz sola que dijo:

—¡Torna a cantar, Preciosica, que no faltarán cuartos como tierra!

Más de doscientas personas estaban mirando el baile y escuchando el canto de las gitanas y en la fuga dél acertó a pasar por allí uno de los tenientes de la villa y, viendo tanta gente junta, preguntó qué era; y fuele respondido que estaban escuchando a la gitanilla hermosa, que cantaba. Llegose el tiniente, que era curioso y escuchó un rato y, por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta el fin y, habiéndole parecido por todo extremo bien la gitanilla, mandó a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas, que quería que las oyese doña Clara, su mujer. Hízolo así el paje, y la vieja dijo que sí iría.

Acabaron el baile y el canto y mudaron lugar y en esto llegó un paje muy bien aderezado a Preciosa y, dándole un papel doblado, le dijo:

—Preciosica, canta el romance que aquí va, porque es muy bueno y yo te daré otros de cuando en cuando, con que cobres fama de la mejor romancera del mundo.

—Eso aprenderé yo de muy buena gana —respondió Preciosa—; y mire, señor, que no me deje de dar los romances que dice, con tal condición que sean honestos y si quisiere que se los pague, concertémonos por docenas y docena cantada y docena pagada; porque pensar que le tengo de pagar adelantado es pensar lo imposible.