La Gloria - Dr. Brian J. Bailey - E-Book

La Gloria E-Book

Dr. Brian J. Bailey

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Beschreibung

Desde la caída del hombre, la meta de Dios ha sido llevar a Su pueblo de regreso a Su gloria. El mensaje de llevar a la Iglesia a La Gloria es especialmente relevante en nuestros días, ya que habrá gran oscuridad y presión en contra de la Iglesia para cambiar sus doctrinas, su modo de vida y su mensaje. Sólo podremos permanecer firmes en la justicia y la santidad al ser llenos con más del Espíritu Santo, y al tener la experiencia personal de "Cristo en nosotros". Solamente entonces vendrá la revelación y la experiencia de La Gloria de Dios en nosotros.

En los últimos tiempos, verémos al Señor lograr Su meta de tener una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, y llena de Su gloria. Por eso, la Iglesia debe centrar sus pensamientos y oraciones en convertirse en esa Esposa que Cristo buscará cuando Él regrese.

En este libro, el Dr. Brian J. Bailey explica el concepto de La Gloria de Dios, y lo que nosotros como creyentes podemos esperar que Él haga a través de Su pueblo en estos últimos días. También muestra el camino a La Gloria, para que aquellos que lo deseen puedan entrar en ella. 

Es nuestra oración que este libro los inspire a ustedes, queridos lectores, para luchar y llegar a lugares más altos en Dios, para que puedan entrar en una comunión más íntima y más profunda con Jesús.

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LA GLORIA

 

Dr. Brian J. Bailey

Título original: “The Glory”

© 2012 Brian J. Bailey

Versión 1.0 en inglés

Título en español: “La Gloria”

© 2015 Brian J. Bailey

Versión 2.0 en español revisada en 2022.

Publicado por Zion Christian Publishers.

Libro de texto de Zion Christian University.

Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Diseño de portada:

© 2004 Zion Fellowship, Inc.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en

manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.

A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia,

versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Traducción: Carlota Samayoa, IBJ Guatemala

Revisión y edición: Ana Karen Poza, Marlene Zacapa

Publicado en formato e-book en 2022

En los Estados Unidos de América.

ISBN versión electrónica (E-book) 1-59665-861-4

Para obtener más información comuníquese a:

Zion Christian Publishers

Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

P.O. Box 70

Waverly, NY 14892

Tel: (607) 565-2801

Llamada sin costo: 1-877-768-7466

Fax: (607) 565-3329

www.zcpublishers.com

www.zionfellowship.org

AGRADECIMIENTOS

Deseamos extender nuestro agradecimiento al equipo editorial por su diligencia, creatividad y excelencia en la recopilación de este libro para la gloria de Dios: Carla Borges, Barb Fuller, Elizabeth Humphreys, Mary Humphreys, Carolyn Kilpatrick,  Pr. David Kropf, Leslie Sigsby, Angeline Tucker y Suzanne Ying.

A Carlota Samayoa, el equipo de trabajo de IBJ Guatemala y Ana Karen Poza y Marlene Zacapa por la traducción, revisión y edición de este libro en español. Gracias por su diligencia, dedicación y excelente trabajo en la versión en español.

PREFACIO

El clamor de Dios a través de la pluma del apóstol Pablo era “[…] Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). Por lo tanto, el objetivo de Dios para la humanidad es traer de vuelta a Su pueblo a Su gloria. Él no estará satisfecho hasta que esto haya sido logrado por medio de Su gracia redentora, la cual fue liberada en el Calvario.

Por muchos años he querido preguntarle al Señor: “¿Cuál es el fin de todo?”, y Él siempre me ha respondido: “La gloria”.  Habiendo sido alguien que ha tenido el privilegio de viajar alrededor de todo el mundo, he percibido, y estoy cada vez más consciente, de que el Señor vendrá a Su Iglesia en una forma nueva, y ahí, Él manifestará Su gloria. El profeta Isaías dice acerca de esto: “Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera” (Is. 64:4).Por lo tanto, Dios se glorificará haciendo todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (Ef. 3:20-21).

Creemos que al final de los tiempos veremos al Señor alcanzar Su objetivo: tener una Iglesia gloriosa sin mancha ni arruga, una Iglesia que sea llena de Su gloria. Es por eso que la Iglesia debe enfocar sus pensamientos y oraciones en llegar a ser esa Novia que Él viene a buscar cuando vuelva en las nubes.

Con esto en mente, este libro ha sido escrito para explicar en una forma breve el concepto de la gloria de Dios, y lo que nosotros, como verdaderos creyentes, podemos esperar que Él haga por medio de Su pueblo en estos últimos días. Mostraremos también el camino hacia esa gloria, para que, aquellos que lo deseen, puedan entrar en ella.

I PARTE  –  LA MANIFESTACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS

 LA DEFINICIÓN DE LA GLORIA DE DIOS

Hay dos palabras específicas de la palabra gloria que son traducidas de los idiomas hebreo y el griego.

En el hebreo

Manifestación resplandeciente: La palabra hebrea que se utiliza para gloria es kabowd, que significa gloria, honor y abundancia. Es la manifestación visible y resplandeciente de Su persona.

Honor: La palabra hebrea kabowd también es traducida en algunos lugares como honor. Tiene la connotación de llevar el peso en un sentido figurativo bueno. Por ejemplo, es utilizada para describir las vestiduras del sumo sacerdote, refiriéndose al honor que manifestaba ese oficio, puesto que él era a quien se le permitía el acceso al Lugar Santísimo.

En el griego

Gloria y poder: En el idioma griego, la palabra para gloria es doxa. Esto significa el esplendor, el brillo y el resplandor que irradia de Su persona o presencia. Es utilizada para describir la gloria y el poder de Dios: la real majestad que le pertenece a Él como el supremo Soberano.

CAPÍTULO UNO – LA GLORIA REVELADA POR MEDIO DE SU PRESENCIA TANGIBLE

La presencia visible de Dios en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento hubo manifestaciones visibles de la gloria de Dios. Por ejemplo, Dios manifestó Su gloria en el Tabernáculo de Moisés, el cual fue construido de acuerdo con las especificaciones que le fueron dadas a Moisés para que Él pudiera habitar en medio de Su pueblo (Ex. 25:8-9; He. 8:5). Después de que la obra fue terminada, leemos lo siguiente en Éxodo:

“Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba. Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba.  Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel en todas sus jornadas” (Ex. 40:34-38).

Por lo tanto, cuando los hijos de Israel salieron de Egipto y marcharon hasta el monte Sinaí, y prosiguieron en sus jornadas, con ellos iba la presencia visible de Dios en la forma de una nube durante el día y una columna de fuego en la noche. En Levítico, la gloria de Dios fue manifestada como fuego:

“Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeren al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros” (Lv. 9:23 24). El fuego es una de las características de Dios. Pablo se refiere a nuestro Dios como un “fuego consumidor”, y Alguien a Quien debemos servir con temor reverente (He. 12:28-29).

La gloria visible de Dios también fue vista en el rostro de Moisés:

“Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablando con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él […] Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro” (Ex. 34:29-30, 33).

Años más tarde, cuando el Templo de Salomón fue completado y el Arca del Pacto fue introducida en él, la nube de la gloria de Dios llenó el Templo, de forma tal que, incluso los sacerdotes no podían estar de pie para ministrar:

“Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (2 Cr. 5:13-14).

El Tabernáculo de Moisés y el Templo de Salomón son prototipos de la Iglesia. En 2 Corintios 3:7-8, el apóstol Pablo señala el punto de que en la era de la Ley, la gloria de Dios en el rostro de Moisés fue tan grande que el pueblo de Dios no podía ver su rostro. Si fue así en una era que estaba pasando, cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu en la era de la gracia, por medio de la muerte y resurrección de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo. Por lo tanto, tenemos ese desafío delante de nosotros, que habrá una mayor manifestación de la gloria visible de Dios en Su Iglesia en estos últimos días.

La presencia visible de Dios en el Nuevo Testamento

Al profetizar acerca de la venida de Cristo, el profeta Isaías dijo que la gloria del Señor será revelada, y toda carne juntamente la verá (Is. 40:5).

La gloria visible de Dios fue vista en la anunciación del nacimiento de Cristo a los pastores:

“Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:9-14).

Cuando Cristo comenzó Su ministerio terrenal, alrededor de los treinta años de edad, Él manifestó Su gloria comenzando con el milagro de convertir el agua en vino: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (Jn. 2:11).

La gloria de Dios fue vista también en el cuerpo mortal de Cristo, cuando estando en el monte de la Transfiguración se le aparecieron dos varones, Moisés y Elías, que hablaban con Él. Literalmente, Él fue transfigurado por la gloria de Dios: “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (Lc. 9:29).

Yo solo puedo pensar que la gloria de Dios era con frecuencia muy visible en algunos de aquellos santos de la Iglesia del Nuevo Testamento, así como fue vista sobre el rostro de Moisés. Es interesante que muchas de las antiguas pinturas en Europa, de unos cuantos siglos atrás, representan a menudo la gloria visible de Dios reposando sobre las cabezas de los santos. 

Incluso hoy en día, ha habido ocasiones en las que se ha visto a la gloria visible de Dios descender y reposar sobre iglesias mientras la gente adora. Hay momentos en los que Dios elige manifestar Su gloria, y yo creo que esto lo vamos a ver en un sentido muy real en el avivamiento que viene.

En Isaías 4:3-5 tenemos una presentación muy clara con respecto a la gloria de Dios:

“Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo;  todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes, cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel”.

Esta profecía aún no ha sido cumplida; sin embargo, sabemos que todo lo que los profetas han hablado deberá cumplirse antes de la venida del Señor. Durante las décadas en las que yo he estado en el ministerio, he visto en forma de visión muchas de estas cosas que acontecerán. Verdaderamente, cosas que ojo no ha visto, ni oído ha oído, ni ha subido en corazón de hombre son las cosas que Dios ha preparado para Su Iglesia en los últimos días. 

Debemos entender que en los últimos días las cosas se pondrán peor. Las tinieblas cubrirán la tierra y una densa oscuridad a las naciones, pero en Isaías 60:1-2, el profeta establece claramente que sobre Su Iglesia amanecerá, y será vista, la gloria visible de Dios.

La gloria de Dios será muy necesaria porque habrá violencia por doquier, y Dios se levantará para proteger a Su pueblo por medio de la nube de gran gloria. Él hizo esto frecuentemente en el desierto cuando sacó de Egipto a los hijos de Israel. Cuando Moisés y Aarón fueron amenazados, la nube de gloria los protegió. Incluso en Egipto, Dios hizo que cayeran densas tinieblas sobre los egipcios, mientras que sobre Su pueblo permaneció la luz y reposó la nube de Su gloria. 

Dios manifestará Su gloria. Que tengamos una visión clara, y nuestros ojos alzados hacia las grandes cosas que Él ha prometido.

La gloria de Dios experimentada a través de los cinco sentidos

Consideremos cómo el Señor puede manifestar Su gloria por medio de nuestros cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.

La vista

Hay una promesa preciosa en Isaías 33:17: “Tus ojos verán al Rey en su hermosura […]”. Un aspecto de la gloria de Dios es la Persona del Señor Jesucristo. Cuando Dios remueve el velo y abre nuestros ojos para que tengamos una revelación de Cristo, esto realiza en nosotros una obra que nos impacta por toda la eternidad. En 1 Juan 3:2, el apóstol Juan dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

Hace muchos años murió una señora de nuestra congregación. Después del funeral, su hermana tuvo un sueño y la vio en el cielo. La mujer le dijo: “He visto a Cristo”. Su vida no había sido la más extraordinaria, pero ella había visto al Señor. Verlo a Él tuvo un impacto en ella, incluso allá en el mismo cielo. Clamemos al Señor para que Él abra nuestros ojos y que podamos ver a Jesús.

En el Evangelio de Juan encontramos una clave importante para ver al Señor: 

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:21-23).

Así que tenemos una promesa del Señor: Él se manifestará a aquellos que guarden Sus Mandamientos.

El oído

Otra manifestación de la gloria de Dios es oír Su voz. Este aspecto fue muy significativo e impactante cuando Dios le reveló Su gloria a la nación de Israel: 

“Y aconteció que cuando vosotros oísteis la voz de en medio de las tinieblas, y visteis al monte que ardía en fuego, vinisteis a mí, todos los príncipes de vuestras tribus, y vuestros ancianos, y dijisteis: He aquí Jehová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive” (Dt. 5:23-24).

Los ancianos de Israel, junto con Moisés y Aarón, comieron y bebieron delante del Señor, y luego oyeron la voz de Dios desde la gloria que era como un fuego devorador sobre el monte Sinaí.

Que Dios le habla a Su pueblo se confirma en Isaías 30:21, donde el profeta dice: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco forzáis a la mano izquierda”. También en Salmos 40:6, David dijo: “[…] Has abierto mis oídos[…]”. Esto no significa necesariamente que oigamos la voz audible de Dios, pero nosotros le oímos por medio de los “oídos” de nuestro corazón. 

Sin embargo, hay momentos cuando podemos oír la voz audible de Dios. El presidente de nuestra misión en Suiza tenía un hijo pequeño que jugaba en el balcón de su apartamento en el cuarto piso. La madre se encontraba en otro cuarto pensando que su hijo estaba muy seguro, porque las paredes del balcón eran relativamente altas y el niño era muy pequeño. Sin embargo, ella oyó claramente una voz que le decía que se fuera enseguida al balcón. Ella, inmediatamente, dejó lo que estaba haciendo, y corrió hacia el balcón. Al llegar, se dio cuenta de que había llegado justo a tiempo para detener a su hijo, quien estaba a punto de subirse sobre el pretil y precipitarse desde el cuarto piso hasta el jardín de abajo. He conocido a otros que han tenido experiencias dramáticas similares de oír la voz de Dios, advirtiéndoles para salvarlos de algún peligro a ellos o a un ser amado.

Dios no solo habla para advertir, también puede hablar para revelar lo que realmente está en Su corazón. Al principio del movimiento carismático, yo me encontraba en Seattle en una iglesia presbiteriana. Ahí, las personas hablaban de la salvación, del bautismo en agua y del Espíritu Santo. Yo le pregunté al Señor: “¿Esto es lo que Tú deseas que yo haga?”. De pronto, escuché como un susurro que entró directamente a mi oído y bajó a mi corazón, y el Señor dijo: “No, Yo quiero que hagas otra cosa”.

Algunas veces podemos escuchar al Señor cantando. Hay congregaciones que han declarado que han experimentado Hebreos 2:12, donde el Señor dice: “[…] Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”. Estos amados han oído la voz del Señor cantando en medio de la congregación, mientras los demás guardaban silencio.

El olfato

Luego, tenemos otra de las habilidades que Dios nos ha dado: la habilidad de percibir olores. En Salmos 45:8, hablando proféticamente de Cristo, el salmista dice: “Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos”. Sus vestiduras están impregnadas con estas fragancias que simbolizan las virtudes de mansedumbre, templanza y humildad. No solo Sus vestidostienen la fragancia de estos preciosos ungüentos, sino también como leemos en Cantar de los Cantares 1:3: Su nombre es como ungüento derramado. 

En momentos cuando el Señor se pasea por en medio de Su pueblo, esa fragancia se manifiesta y los santos pueden olerla. Yo solía asistir a una iglesia situada en un almacén en Londres. Cuando entrábamos a esa iglesia podíamos percibir la fragancia del Señor; es un maravilloso perfume, como ningún otro en la tierra. Esta es otra forma en la que la gloria de Dios es manifestada. 

El gusto

Job 6:30 habla del gusto al paladar como un medio de discernimiento. Podemos saborear la gloria del Señor (de la cual, la bondad, es unaspecto) como leemos en Salmos 34:8: “Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él”.

En el Cantar de los Cantares 7:9 hay una interesante verdad: “Y tu paladar como el buen vino, que se entra a mi amado suavemente, y hace hablar los labios de los viejos”. A veces, cuando recibimos la verdad, es como vino fino que desciende por la garganta, y en verdad es hermosa. (Sin embargo, amados, al mencionar esto, de ninguna manera estamos incentivando a beber vino).

El tacto

Yo trabajé hace muchos años como inspector de calidad en Londres, Inglaterra, en un lugar que fabricaba equipos de televisión. Estando sentado en una banca en ese lugar, el Señor se me apareció, y alargó Su brazo, diciendo: “Tócame, soy todo bondad”. En ese momento, yo entendí que Dios no solo me estaba revelando que Él es bueno (que significa ser incapaz de hacer el mal), sino también que Él deseaba que esa virtud fuera una obra realizada en mí. Ciertamente hay un toque del Señor que es muy significativo y hermoso.

Durante la época en la que yo estudiaba en cierto instituto bíblico en Inglaterra, el joven que me había llevado al Señor accedió a presentarme a un pastor del país de Gales que era muy piadoso. Este pastor no podía predicar bien, pero si podía orar; cuando él hablaba, el Señor estaba presente ahí. Estando los tres reunidos en un cuarto, el pastor dijo: “Oremos”; para lo cual, cada uno de nosotros ocupó una esquina de la habitación. Entonces, él comenzó a orar por mí, diciendo: “Señor, coloca Tu mano sobre este joven”. Imagínese lo que sentí cuando una mano firme, pero amorosa, reposó sobre mi hombre derecho. Parecía una ceremonia de ordenación.

Estas cosas son reales; Dios manifestará Su gloria de diferentes formas. Que creamos en la realidad del toque de Dios sobre nuestras vidas. 

CAPÍTULO DOS – LA GLORIA DE DIOS REVELADA A TRAVÉS DE SU PERSONA Y CARÁCTER 

La gloria de Dios también es revelada a través de la Persona, así como del carácter del Señor Jesucristo.

La Persona de Cristo

La Palabra de Dios nos dice, acerca de Cristo, que Él es el resplandor de la gloria de Dios el Padre y Su imagen misma (He. 1:3). Hemos visto también que Isaías habló de la gloria de Dios, y como esta era revelada a toda carne a través de la manifestación de la Persona del Señor Jesucristo (Is. 40:5).

Leemos en 2 Corintios 4:6: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Es así, como el conocimiento de la gloria de Dios nos es revelado a nosotros cuando contemplamos el rostro de Cristo.

El carácter de Cristo

Su bondad

La gloria de Dios también es manifestada a través de Su carácter. Por ejemplo, Moisés recibió una maravillosa revelación de Dios, ya que como un amigo, hablaba con Él cara a cara. Cuando él clamó a Dios: “Te ruego que me muestres Tu gloria”, (esa palabra ‘ruego’ lleva la connotación de ‘con todo lo que está dentro de mí’). Ciertamente la respuesta del Señor es muy interesante: “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente” (Ex. 33:19). Por lo tanto, aquí la gloria de Dios fue manifestada por medio de la revelación de la misericordia de Dios. 

Es esencial que nos demos cuenta de que en toda la Palabra de Dios se asocia al Señor con la bondad. En Zacarías 9:17, el profeta clama: “Porque ¡Cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará a los jóvenes, y el vino a las doncellas”. En Salmos 65:11el salmista dice: “Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura”.

El Señor Jesucristo dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn. 10:11). Cuando Dios descendió sobre el monte en respuesta al clamor de Moisés, Él se presentó, de acuerdo con Éxodo 34:6, con estas palabras: “[…] ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”. La bondad es, por lo tanto, una parte integral de la naturaleza de Dios.

Pero también el Señor es bueno con todos. Cuando Jesús hablaba acerca del tema de la perfección en el Sermón del Monte, Él dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Jesús ilustra la perfección de Su Padre señalando que Su Padre hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos (Mt. 5:45). En otras palabras, ese atributo de la bondad, no es exclusivo —es inclusivo— incluye a todos. 

Una vez, cuando era estudiante en Inglaterra, fui a la casa de campo de un evangelista famoso. Estando ahí, él me mostró a mí y a los demás su auto, al cual él había nombrado “Dorcas” porque era utilizado para bendecir a otros. Le había puesto por nombre a este carro Dorcas, quien fue la joven que Pedro había levantado de los muertos (Hch. 9:36-42); una mujer piadosa, amada por sus buenas obras. Sin embargo, la cualidad de la bondad no se trata solamente acerca de hacer buenas obras, también es parte de la naturaleza de Dios, porque Él es incapaz de hacer el mal. 

Cuando escudriñamos la Palabra de Dios, nos damos cuenta de que la bondad de Dios fluye y se manifiesta a través de muchas formas sorprendentes. La bondad de Dios también es manifestada cada día de nuestra vida. Qué maravilloso es tener nuestros ojos abiertos para ver a Dios cuidándonos, guardándonos de caer y ayudándonos de muchas maneras. 

Tuve un amigo el cual era un santo admirable. Fue el antiguo editor del Pentecostal Evangel [la publicación Evangelio Pentecostal salió por primera vez en 1913], y su nombre era Stanley Frodsham. Un día, mientras caminaba por la calle, una mujer que era una adivina le ofreció decirle su suerte. Él le dijo a esta mujer: “¡Mi suerte ya ha sido decretada! El bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (Ps. 23:6).

Queremos ser de aquellos que reconozcan la bondad de Dios y le den a Él la gloria. Que aprendamos de la vida del rey Ezequías. Él atrajo el juicio de Dios sobre sus descendientes porque fracasó en darle la gloria a Dios por las muchas cosas maravillosas que le había dado, tales como la victoria sobre sus enemigos y una extensión de vida (2 Cr. 32:35).

Los que han visto al Señor reconocerán que de Él emana un fluir de luz y bondad.  Dios desea que nosotros seamos llenos de Su bondad porque esa es la naturaleza de Su gloria.  Preparémonos para la gloria venidera estando llenos con Su bondad. Que seamos de los que son incapaces de hacer el mal, haciendo solamente lo que es correcto ante los ojos de Dios, para que Él sea admirado en nosotros, Sus santos.

Su sabiduría

La sabiduría es la habilidad de tomar las decisiones correctas y está conectada directamente con la gloria. Proverbios 4:7-9 dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. Engrandécela, y ella te engrandeceré; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado. Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará”. Vemos esto también en Eclesiastés 8:1: “¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro [hace glorioso su rostro] y la tosquedad de su semblante se mudará”. 

Así que otro aspecto de la gloria de Dios es Su sabiduría. En Colosenses se nos transmite el pensamiento de que en Cristo reside corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 1:19, 2:9). Concretamente, se nos ha dicho que todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento están escondidos en Cristo (Col. 2:3).

La gloria de Dios es revelada en la creación, porque toda la creación refleja la sabiduría de Dios. El apóstol Pablo nos muestra este pensamiento en Romanos 1:20, cuando dice: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”.

El rey Salomón, quien manifestó la gloria de Dios por medio de la sabiduría, habló de los animales y de la vegetación. Por medio de ellos él le manifestó a la humanidad muchas verdades maravillosas, revelando la sabiduría y gloria de Dios en la creación (1 R. 4:32-34).

Hace tiempo, tuvimos una mascota, un pez llamado Adolfo. Era un pequeño pez siamés de pelea, y debido a  su naturaleza, no podía tener compañía dentro de la pecera que era su hogar, ya que se pelearía con el otro pez y ambos morirían. En cierta forma, yo sentía pena por él porque su vida estaba restringida a aquella pecera. Él se alojaba entre las raíces de las plantas, y una vez al día era alimentado con cuatro minúsculos granitos de comida para peces. Yo me preguntaba: “¿Podremos hacer algo para hacerle su vida más placentera?”. Entonces, fue como si el Espíritu del Señor me hablara a través de mi hija espiritual Suzette, cuando ella preguntó: “¿Qué tan grande cree que es su cerebro?”. En otras palabras, este pez estaba perfectamente feliz. Dios nos ha creado diferentes a todos, y si estamos en el llamado de Dios, estaremos perfectamente felices. 

Entonces, pensé en Dios y cuán grande y poderoso es Él. Sin embargo, en Su sabiduría, Él creó al pequeñito y hermoso Adolfo con el cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler, y le permitió ser feliz en aquella pecera. Qué gran lección podemos aprender de un pequeño pez. El Señor utilizó al pequeñito pez para hablarle a mi corazón acerca de Su sabiduría en la creación y el contentamiento que viene al permanecer en Su llamado.

Salmos 113:6 nos dice acerca de Dios: “Que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra”. En cierta forma, la humildad de Dios lo reviste a uno con sabiduría. Vemos que cada parte de Su creación tiene significado, y que cada uno de los santos tiene un lugar y un llamamiento divino.

En la sabiduría de Dios, todos somos creados diferentes y para trabajos específicos. Por ejemplo, una preciosa pintura que cuelga en la pared está sostenida por un clavo. Aquel clavo es importante porque, sin él, esa pintura no podría estar colocada apropiadamente. Eclesiastés 12:11 habla acerca de los clavos que son hincados por el sabio edificador: “Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un pastor”.

El Señor frecuentemente me recuerda que todos son importantes en esta vida. Es más, son los desapercibidos quienes son de gran importancia. Hay algunos que no están dando fruto, según podemos observar y, sin embargo, son fieles en los servicios, sentados en las bancas. Algunos árboles no dan fruto, pero tienen un ministerio: prevenir la erosión del suelo. Algunas veces, estos amados que solamente se sientan en las bancas no producen ningún fruto visible, pero ellos mantienen unida a la iglesia. Por lo tanto, la sabiduría de Dios nos da una apreciación de la importancia de todos. Si no estamos en los lugares que Dios nos ha ordenado, entonces no hay un fluir del Espíritu Santo. 

En 1 Corintios 12, el apóstol Pablo también asemeja la Iglesia al cuerpo humano. En el cuerpo humano hay partes que son visibles y otras que no lo son. Pero si alguna de esas partes está fuera de lugar o lastimada, todo el cuerpo sufre. Quizá sea tan solo una cosa minúscula la que no está funcionando debidamente, pero todo el cuerpo, cómo sufre adolorido. 

Quizá usted sea solamente un clavo, pero realmente está sosteniendo a alguien. Si no está funcionando en su compromiso como clavo, o si se cae de su lugar, entonces lo que está sosteniendo también se derrumba.  En Salmos 54:4, David dice: “He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida”. Gracias Dios por aquellos clavos que nos ayudan a permanecer; son una fuente de bendición para otros.

El apóstol Pablo aclara muy bien este punto cuando se refiere al don que le fue dado por medio de la oración de muchos (2 Co. 1:11). Si no se hubieran efectuado esas oraciones, el apóstol Pablo no habría sido un recipiente del don del cual habla.

Con la sabiduría viene la humildad. Dios se humilla para vernos. Que Él abra nuestros ojos para ver las maravillas de la creación, y veamos cómo Él obra a través de tanta gente. Que Él abra nuestros ojos para darnos cuenta de que no siempre sabemos cuántos santos están contribuyendo a nuestro ministerio. Que podamos reconocer que en Su Reino cada uno de nosotros es importante.