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Tras una cena en la mansión de Ambrose Bercy, todos, incluyendo al anfitrión, resultan intoxicados; pero Sylvia Keene, la joven protegida del anciano millonario, muere. Lo extraño es que cada uno de los presentes ha consumido la misma comida envenenada por error con una hierba peligrosa. ¿Fue una casualidad o un crimen? Es el misterio que deben resolver Miss Marple y sus colegas del Club de los Martes.
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Seitenzahl: 24
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Su turno, señora B —dijo sir Henry Clithering.
La señora Bantry, su anfitriona, lo miró con fría molestia.
—Le he dicho repetidamente que no me gusta que me llame señora B. Es una falta de respeto.
—Scherezade, entonces...
—¡Mucho menos Sch... cómo sea! Nunca fui capaz, de contar una historia de modo interesante. Pregúntele a Arthur si no me cree.
—Eres bastante buena relatando los hechos, querida —exclamó el coronel Bantry—solo que no sabes adornarlos.
—Eso es —respondió la señora Bantry, hojeando el catálogo de bulbos que tenía entre sus manos—. Los he escuchado a todos y no sé cómo lo hacen. Él dijo, ella dijo, yo me pregunté, ellos pensaron, todos insinuaron... Bueno, simplemente no sé hacerlo. Y, por otro lado, no tengo ninguna historia interesante que contar.
—No podemos creerlo, señora Bantry —dijo el doctor Lloyd sacudiendo su cabeza de grises cabellos con incredulidad.
La anciana miss Marple acotó con su voz suave:
—Seguramente, querida...
La señora Bantry insistió obstinada.
—No saben lo monótona que es mi vida. Entre las dificultades del servicio, ir a la ciudad de compras, al dentista y a Ascot, lo que por cierto Arthur odia, y el jardín...
—¡Ah! —dijo el doctor Lloyd—. El jardín. Todos sabemos dónde tiene usted su corazón, señora Bantry.
—Debe ser muy bonito tener un jardín —dijo Jane Helier, la hermosa y joven actriz—. Es decir, cuando no hay que cavar y ensuciarse las manos. ¡Me gustan tanto las flores!
—El jardín —exclamó sir Henry—. ¿No podemos tomar eso como punto de partida? Vamos, señora. ¡El bulbo envenenado, los narcisos de la muerte, la hierba mortal!
—Es curioso que haya dicho eso —observó la señora Bantry—. Acabo de recordar una cosa. Arthur, ¿te acuerdas de aquel caso que se presentó ante el juzgado de Clodderham? Ya sabes. Lo del viejo Ambrose Bercy. ¿Recuerdas que lo considerábamos un anciano cortés y encantador?
—Vaya, sí claro, es verdad. Sí, fue un caso extraño. Adelante, cuéntalo.
—Sería mejor que lo cuentes tú, querido.
—Tonterías, adelante. Eres muy capaz de dirigir tu propio barco. Yo acabo de aportar mi granito de arena.
La señora Bantry inspiró profundamente, juntó las manos y con rostro angustiado, empezó a hablar muy deprisa.
—Bueno, realmente no hay mucho que contar. La hierba mortal es lo que me lo ha recordardo, aunque yo lo llamo salvia y cebolla.
—¿Salvia y cebolla? —preguntó el doctor Lloyd.
La señora Bantry asintió.
—Así es como sucedió. Arthur y yo estábamos en casa de sir Ambrose Bercy, en Clodderham Court, y un día, por error, un error que siempre consideré muy estúpido, recogieron un montón de hojas de dedalera entre la salvia. Aquella noche cenamos pato relleno con salvia y todos se sintieron mal, y una pobre muchacha, asistente de sir Ambrose, murió.
Se detuvo.
—Dios mío —dijo miss Marple—, qué tragedia.
—¿Verdad?
—Bien —replicó sir Henry—, ¿y qué pasó después?