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Edward Robinson, un simple empleado, gana 500 libras en un concurso; duda en qué invertirlas y finalmente termina comprando un lujoso automóvil. Sale con él a la carretera, se detiene a contemplar el paisaje y cuando vuelve le han cambiado el coche por uno casi igual. Su sorpresa es extraordinaria al descubrir que en la guantera hay un collar de diamantes. Sin querer, Edward se verá envuelto en una aventura mafiosa.
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Seitenzahl: 24
Veröffentlichungsjahr: 2023
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“Con sus brazos poderosos, Bill la levantó del suelo y la estrechó contra su pecho. Mientras ella, suspirando profundamente, le ofrecía sus labios en un beso como nunca antes había soñado...”
Suspirando, Edward Robinson dejó “Cuando el amor es rey” y miró por la ventanilla del tren subterráneo. Atravesaban Stamford Brook. Edward Robinson pensaba en Bill. Bill era el héroe amado por el cien por ciento de las lectoras. Edward envidiaba sus músculos, su atractivo, y sus terribles pasiones. Retomó el libro para leer nuevamente la descripción de la marquesa Bianca (la protagonista que ofrecía sus labios). “Tan arrebatadora era su belleza, tan deslumbrante su encanto, que los hombres más fuertes caían frente a ella como bolos, muertos de amor”.
—Por supuesto que es una tontería —se dijo Edward—.Claro que lo es. Y, sin embargo, quisiera saber...
Sus ojos reflejaban melancolía. ¿Existía realmente ese mundo de romance y aventura? ¿Había mujeres de belleza abrumadora? ¿Existía ese amor que lo devora a uno como una llama?
“Esto no ocurre en la vida real”, pensó Edward, “tengo que seguir adelante como todos”.
En general se consideraba un joven afortunado. Venía de una buena familia, tenía un buen trabajo, era saludable, nadie dependía de él y estaba comprometido con Maud. Pero el mero recuerdo de Maud ensombrecía su rostro. Aunque le costaba admitirlo le tenía miedo. La quería... sí... todavía recordaba la emoción con que había admirado su cuello blanco emergiendo de una blusa barata la primera vez que se vieron. Estaba sentado detrás de ella en el cine, el amigo que estaba con él la conocía y se la había presentado. No cabía la menor duda de que Maud era superior. Atractiva, inteligente, femenina, siempre tenía razón en todo. Era esa clase de chica que todo el mundo podría apostar a que sería una excelente esposa.
Edward se preguntó si la marquesa Bianca podría ser una esposa excelente. De alguna manera, lo dudaba. No podía imaginarse a la voluptuosa Bianca, con sus labios rojos y sus formas ondulantes, cosiendo botones, por ejemplo, para el varonil Bill. No, Bianca era el romance, y esto era la vida real. Maud y él serían felices juntos. Tenía tanto sentido común... y sin embargo le hubiera gustado que no fuera tan, tan, cómo decirlo, áspera en sus gestos... siempre dispuesta a saltar sobre él. Claro que su prudencia y su sentido común la impulsaban a hacerlo. Maud era muy sensata. Y, por lo general, Edward también lo era, pero algunas veces... Por ejemplo, quería casarse para Navidad, pero Maud había demostrado que era mucho más prudente esperar un poco; uno o dos años. Su sueldo no era demasiado alto. Él le quería regalar un anillo costoso, y ella, horrorizada, lo había obligado a cambiarlo por uno más barato. Sus cualidades eran excelentes, pero algunas veces Edward deseaba que tuviera más defectos y menos virtudes. Y fueron sus virtudes las que lo empujaron a cometer actos desesperados.