La isla del amor - Relato erótico - Alexandra Södergran - E-Book

La isla del amor - Relato erótico E-Book

Alexandra Södergran

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

Cuando dos reclusos de la prisión sueca Kumia consiguen escapar, la noticia se propaga a nivel nacional. Y cuando luego desaparecen sin dejar rastro, las autoridades quedan perplejas. ¿Dónde han ido? Mientras que las autoridades están inmersas en una búsqueda desesperada, los dos prisioneros navegan hacia una vida despreocupada en el paraíso en una isla del océano Pacífico. Ansían una vida con mujeres hermosas y liberales, buena comida, sol y baños de mar. Un lugar donde todo ronda exclusivamente en torno al placer.-

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Seitenzahl: 37

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Alexandra Södergran

La isla del amor

LUST

La isla del amor

Original title: Kärleksöarna

Translated by: LUST Copyright © 2016, 2020 Alexandra Södergran and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726322323

E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

La isla del amor

Era el año 1982 en Suecia, donde el asfalto brillaba por la nieve derretida y el viento era una peste para aquellos que se animaban a salir a la calle. Una tormenta de noticias se propagaba por la nación, noticias sobre la espectacular huida de prisión de Kumla y la ola de crímenes sin igual en toda la historia sueca. Millones de coronas suecas fueron robadas de once bancos en cinco ciudades y un coche de la policía había sido volado con lo que se asumía que era una granada casera. Por milagro, no había muerto nadie en las persecuciones dramáticas y en pocas semanas las autoridades lograron atrapar a los prisioneros que habían escapado uno detrás de otro, excepto por dos que permanecían desaparecidos.

Dos prisioneros aún estaban prófugos y con ellos, la mayor parte del dinero de los robos. La policía verificaba rutinariamente cada calle principal del sur de Suecia, especialmente en Malmö, donde el sonido de los helicópteros surcaba los aires día y noche. Se contactó a la Interpol y se formó un grupo especial de búsqueda, pero el tiempo pasaba y la policía no tenía ninguna pista concreta, ni siquiera el mínimo rastro que pudiese guiarles hacia ellos y poder arrestarlos.

Melker «el escrupuloso» Gabrielsson y Sven «el tornado» Jonsson habían desaparecido sin dejar rastro.

A unas 10 000 millas marinas de distancia, en la costa de Chile, la superficie del mar brillaba hermosamente bajo un cielo azul encantador. El barco, Freeman, se deslizaba majestuosamente sobre el espejo del océano Pacífico. Lo único que se escuchaba era un suave borboteo en el casco y el sonido esporádico y ondeante de la vela en un entorno casi sin viento.

—No lo entiendo —dijo Sven y bebió unos tragos de su botella de Etiqueta Roja—. Es como si quisieras que todo fracasara. Quizás es que eres así. Mucha gente es así: quieren que todo salga mal, no pueden soportar que las cosas avancen, se asustan... La verdad es que no tengo ni puta idea.Pero quizás eres así, creo. Es la única explicación. ¿O? —Sven entrecerró los ojos y miró a Melker durante un largo tiempo. Parecía estar durmiendo, pero solo era una mirada larga e inusual.

—Hemos hablado de esto miles de veces, no sé qué más decir. Lo hecho, hecho está —respondió Melker, mientras miraba la vela mayor que colgaba sin fuerza del mástil. Ajustó levemente el curso.

—Hubiera envuelto el dinero en plástico —continuó Sven con voz elevada—. Lo hubiera envuelto en plástico, me hubiera asegurado de que no podía entrar agua, y lo hubiera envuelto tres veces. Al menos tres veces.

—Tenemos que arrizar la vela, esto no está funcionando —dijo Melker.

—Y entonces, después de envolverlo en tres capas de plástico, hubiera puesto el dinero de vuelta en las bolsas. Hubiera atado las bolsas con una cuerda.

—Oye, ¿puedes ayudarme con esto? Tenemos que arrizar la vela y probablemente dar una vuelta de nuevo. Esto no está funcionando, no estamos yendo a ningún lado. Oye, ¿me estás escuchando?

—No, no, no, no, no. No. Espera. Déjame decirte qué más hubiera hecho. Después de atar las bolsas una a otra, las hubiera atado a una boya o a unas pocas defensas del barco. ¡O a cualquier cosa que flotara!

—Debí dejarte en Chile —murmuró Melker para sí mientras arrizaba la vela, ajustaba la botavara y se sentaba en el timón.