La Mansión Aranguren - Walter D. Scanavino - E-Book

La Mansión Aranguren E-Book

Walter D. Scanavino

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Beschreibung

LA MANSIÓN ARANGUREN, una enorme casa abandonada al sur de la provincia. Un lugar donde nadie se anima a entrar. Pero cuatro desconocidos se adentrarán para conocer su historia y lidiar con lo que haya allí. Aunque sus vidas corran peligro. EL PADRE ISMAEL y una disyuntiva: Enfrentar sus demonios o huir. El dolor y la culpa no lo dejan descansar, sabiendo que no soportará que otra alma inocente sea devorada por el mal más siniestro jamás conocido. EL DR. EDGARDO y ese deseo de cumplir su sueño máximo: aquel que le costará muy caro. MAGALI y su don gestado, soportando horrores que ni un ser humano podría tolerar, tornándola valiente, pero su juventud la hará ser peligrosa e imprudente. GABRIELA y un gran anhelo: con sus habilidades de curandera, vivir una vida tranquila y serena. Pero su pasado no la dejará en paz hasta que se enfrente con su destino. CUATRO SERES DESCONOCIDOS QUE SE DESCUBRIRÁN AUNÁNDOSE PARA ENFRENTAR LO QUE LA MANSIÓN LES DESTINARÁ.

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Seitenzahl: 192

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Walter D. Scanavino

La Mansión Aranguren

Scanavino, Walter D.La Mansión Aranguren / Walter D. Scanavino. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3839-0

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

Campos Largos

Ismael Pugliese (el cura exorcista):

Dr. Edgardo Rodríguez. Parapsicólogo

El Intendente

Gabriela Ibarra– Mai Gabriela

Magali Sanabria

El Día de la limpieza

Macarena Hidalgo:

Abigail y los esclavos

DOS AÑOS DESPUES…

Campos Largos

Al Sur del gran Buenos Aires, a Kilómetros de Cañuelas, se encuentra la pequeña localidad de “Campos Largos”, y alejada del resto del pueblo, una construcción antigua, majestuosa, que, a pesar de su abandono, no deja de verse bella e imponente.

LA MANSIÓN ARANGUREN: Antiguamente, era el casco de una estancia, luego, sus terrenos se vendieron, dejando solo algunas hectáreas alrededor de la misma.

Quienes construyeron esta mansión fueron una familia de la alta sociedad, descendientes de colonizadores españoles, cuyo patriarca fue DON NARCISO ARNAGUREN, porteño, que gracias al negocio del contrabando de esclavos y productos textiles durante el virreinato, logró amasar una gran fortuna.

En contrario a muchos de sus colegas, Don Narciso prefirió el perfil bajo, mediante contactos logró hacerse de unas 500 hectáreas al sur de la provincia de Buenos Aires, dedicándose a la ganadería. Destinando la carne para el charqui, y su cuero para todo tipo de prendas y accesorios. Sobre algunas fracciones de tierra sembraba trigo.

La estancia estaba repleta de esclavos, ya que le dejaba gran margen de ganancia. La relación con ellos era variada, para quienes les tocaba labores en el campo o cuidar al ganado el trato era distante y hostil. A quienes les tocaba las tareas de servidumbre, había cordialidad y hasta una relación paternal para los más respetuosos y serviles.

De a poco, los esclavos fueron disminuyendo en cantidad, aparecieron algunos aborígenes, gauchos. Y poco a poco la mansión ya no reflejaba el fulgor de antaño, lentamente las cabezas de ganado fueron mermando, los yuyos comenzaron a ganar terreno donde estaban las siembras, cada vez habían menos peones, hasta que un buen día, nadie sabe con exactitud cuándo, quedó sola, cubierta de hierba y maleza, allí seguía, silenciosa, oscura, firme, incólume.

Pasaron años, décadas, la aventura de los niños era tratar de acercarse lo más posible al edificio. No sabían por qué, pero el terror era demasiado grande para poder adentrarse al lugar.

Algunas veces, se podía ver algún indigente que se acomodaba en las cercanías, dicen, que algunos llegaron a entrar por alguna ventana rota.

Durante la dictadura se decía que la mansión fue utilizada como centro de detención, se podían ver autos parar por la noche. A veces se veían algunos forasteros caminando por los alrededores. Y como todo lo que rodeaba ese lugar, un buen día se esfumó, volviendo en ella la soledad.

Pasaron 30 años y el intendente del pueblo vio con buenos ojos hacer algo útil sobre ella. La idea era construir la primera universidad de la zona. Como la mansión tenía siglos sin que nadie reclamara, ese era también el tiempo que debía de impuestos, pues por lo tanto, fue fácil expropiarla. Todo parecía sencillo salvo por un detalle. Nadie en el pueblo se atrevía a acercarse a sus dominios, los parquizadores encargados de desmalezar y dejar el parque prolijo, solo fueron un día. Luego se negaron rotundamente volver al trabajo. Decían que el lugar estaba embrujado, que había fantasmas, que estar ahí provocaba tristeza, malestar, embotamiento.

Uno de ellos alcanzó a decir que vio a una vieja sentada en el fondo, una vieja negra, fue un instante, pero sintió tanto terror que salió corriendo y no se atrevió a volverla a mirar.

El intendente Malaterra con algunos asistentes decidieron entrar, no creyendo en todas esas supersticiones y menos en las habladurías sobre Brujas, sabanas volando, y otras fantasías.

La desazón, la tristeza y el abatimiento eran insoportables. No aguantando ni una hora. La secretaria del intendente comenzó a llorar desconsoladamente, no permitía que nadie se le acerque para calmarla, de golpe pegó media vuelta y salió corriendo. Cuando le preguntaron qué le pasó, solo atinó a decir que se sentía devastada, muy triste, como si un ser muy querido se le hubiera muerto, o peor aún, sentía como si ella se estuviera por morir. Pero que ya estaba, que luego de alejarse de esa nefasta casa, se le pasó.

Luego del acercamiento de la intendencia, muchos quisieron entrar, sin llegar al umbral, hasta un equipo periodístico intentó hacer una nota dentro de ella, pero era insoportable poder sostener esta estadía pues sentían como si una energía misteriosa los expulsaba. Un policía que los acompañó, juró haber visto a un compañero todo quemado parado en un rincón.

Pasado varios meses, el caso “La Mansión Aranguren”, como caratularon a la Mansión, se fue enfriando, nuevos problemas ocuparon la atención del público, de la prensa y de Malaterra. Se acercaban las elecciones y las encuestas no daban buenas noticias para su reelección. Luego de mandar a todo su personal a empapelar la ciudad, arreglar cunetas, cambiar luminarias, poner brea hasta en las entradas de vehículos y poner flores en las plazas, se dio cuenta que no bastaba, a la gente no la iba a convencer así nomás, había un gran número de decepcionados. Por lo tanto, tomó acción, y mandó a poner un enorme cartel en el inmenso portón Aranguren “PROXIMAMENTE, UNIVERSIDAD NACIONAL DE CAMPOS LARGOS”, los habitantes, descreídos y riéndose pintaron grafitis en el mismo lleno de dibujos de fantasmas en sabanas y brujas en escobas con una leyenda que decía “LA UNIVERSIDAD DEL TERROR”.

En el pueblo abundaban las leyendas urbanas. Se contaban historias de torturas, matanzas, conjuros malignos y hasta prácticas de canibalismo. Diciendo que en el fondo de la residencia había cuerpos enterrados de esclavos, que murieron de forma cruel. Cuentan esas leyendas que si enterrabas un muerto en tierra no santificada las almas no descansaban en paz.

En tanto, en el municipio barajaban muchas alternativas, pero ninguna viable, las más comunes resultaban excesivamente onerosas o llevaban un tiempo de planificación que superaban la fecha de elecciones. Demoler la Mansión seria arrancar de cuajo el problema, pero era la combinación perfecta para un desastre, plata, tiempo y la destrucción de una obra arquitectónica que se había convertido en un monumento para el pueblo. ¿Buscar otra locación? era imposible, no había tierras fiscales y lo que se podía expropiar significaría tocar intereses en las altas esferas, no del pueblo, sino del país mismo; además era un gran error desperdiciar semejante edificio.

La idea surgió de un concejal, Ramón Uriarte, ferviente devoto al cristianismo, amante del ocultismo. Creyente en la existencia del demonio, estaba convencido que la bestia rondaba poseyendo gente y lugares. Seguía las andanzas de muchos sacerdotes exorcistas por internet, posee una importante cantidad de libros y publicaciones del tema. Había entrado en la Mansión junto al intendente notando la presencia de algo, como muchos otros, no sorprendiéndose con el comportamiento de la secretaria, tenía bien en claro de que se trataba todo lo sucedido.

En idas y vueltas logró reunirse con el intendente a solas, lográndolo convencer, planteando el tema en una reunión de gabinete. Al principio generó sorpresa, luego indignación, tildándolo carente de seriedad, persistió tanto con la propuesta que al final el proyecto “Limpieza de La Mansión Aranguren” comenzó a planificarse, proponiendo al Padre Pugliese como líder en la misión.

Ismael Pugliese (el cura exorcista):

Nacido en Salta, hijo de una humilde familia oriunda de Cafayate, de fuertes valores religiosos. Tal vez por la gran influencia de su madre, quizás porque le fascinaba vivir en el lujo de una iglesia típica Salteña, en contraposición a su humilde casa en el campo o, simplemente, por el llamado del Señor, decidió dedicarse a la carrera eclesiástica.

Ni bien terminó el colegio se anotó en la carrera de teología. Su ambición era sencilla, poder llegar a párroco, predicar el evangelio y ayudar a la gente de su comunidad, un buen día, leyendo algunos libros en la biblioteca, se topó con uno muy particular:

Como todos los viernes, Ismael entraba a la biblioteca del seminario, al acercarse al escritorio del Padre Ramón, el bibliotecario de la institución, ve una pila de viejos libros, entre ellos pudo divisar uno muy particular, tenía tapas negras, muy gruesas, con letras enormes, bien dibujadas, de estilo gótico: “Posesiones demoniacas”.

— ¿Padre Ramón, que son esos libros? Nunca los vi– consulta Ismael curioso.

— Son para avivar el hogar de la sala– responde el bibliotecario mientras recibía lo entregado por el cura.

— ¿Desde cuándo se usan los libros como brasas?– Ismael no podía disimular la indignación.

— Yo solo sigo órdenes de los directivos. Como bibliotecario, te puedo asegurar que a mí me duele más que a vos.

— ¿Me puedo llevar uno? Total, los va a tirar– Ismael no podía sacar la vista de esas letras doradas.

— Creo querido, que no entendés, en la iglesia, cuando se ordena la utilización de un libro como “brasa” hay motivos concretos.– dice el Padre Ramón, su mirada era severa.

Ismael prefirió finalizar la conversación con un ligero gesto de manos, como pidiendo disculpas. Pegó media vuelta y se dirigió a un costado del mostrador, donde habían diversas publicaciones en formato periódico para llevar, simulando leer los diarios esperaba que el Padre Ramón se dirigiera al fondo de la biblioteca a llevar los libros que él mismo había entregado, en cuanto el bibliotecario se encontró lo suficientemente a distancia, Ismael hace una ligera persignación, mira al cielo suplicando perdón y toma el libro negro con velocidad dirigiéndose rápidamente a la salida.

Pasaron dos semanas para que el seminarista se atreviera a sacar el libro que escondía debajo de la cama. Cuando lo tenía en sus manos, quedó fascinado, su tapa de ese negro tan oscuro, sus letras doradas como el oro, con relieve, de escritura tan particulares que lo hacía más místico. Una vez que lo abrió no pudo detenerse, era su secreta obsesión, lo leía día y noche.

Sus hojas hablaban de casos misteriosos, espantosos, casos comprobados por el vaticano de posesiones de entidades malignas, no solo en personas, sino también en objetos y lugares; y sobre procedimientos de exorcismos. Hablaban de luchas encarnizadas de hombres de fe contra demonios despiadados, de seres repugnantes que poseían almas inocentes y las corrompían al extremo de destrozarlas, dejarlas sin vida, sumidas en la oscuridad; y de sacerdotes exorcistas, que les hacían frente y libraban a seres humanos de sus miserias.

Todo este mundo le fascinó, no podía dejar de leer sus páginas, luego de terminado el libro, fue a ver a su guía espiritual, Monseñor Cáceres, un anciano cura, que, a pesar de su elevada edad, tenía la mente muy abierta y gustaba de charlar con los jóvenes seminaristas. Sentía que en esas conversaciones se podía generar un interesante intercambio de sabiduría y experiencia, con conocimientos modernos y curiosidad:

— Monseñor, le solicito, por favor, que me dé la posibilidad de confesarme– Le pide con la cabeza gacha en muestra de respeto al viejo cura.

El Sacerdote se acomoda en su mecedora e invita a Ismael a que tome una silla y se siente a su lado– Ven hijo, siéntate y dime.

— Ave María Purísima.

— Sin Pecado concebida– Contesta.

— En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo– dice en voz casi inaudible Ismael mientras se persigna.

— El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados, ¿cuánto tiempo pasó desde tu última confesión?– pregunta Monseñor.

— 1 mes padre– contesta Ismael.

— Muy bien, dime entonces– Monseñor se recuesta en su mecedora mirando al cielo.

— Confieso que he faltado al 7° mandamiento–

— Dime– Invitando a Ismael que prosiga.

— Hace una semana, en la biblioteca, habían unos libros en el escritorio del Padre Ramón que estaban destinados a ser incinerados. Había uno que me atrajo particularmente. Pido perdón a Dios, pero no pude evitar caer en la tentación.– Si bien Ismael quería dar una imagen de arrepentimiento, no podía disimular su secreto orgullo de haber podido salvar semejante joya literaria.

— Hijo, no sé por qué presiento que ahora faltas al 8° mandamiento, La mentira. Hablas de arrepentimiento, pero no lo noto en tus ojos– Ismael, al oír las palabras de Monseñor, levanta la mirada y ve como el viejo cura lo observaba fijamente, una ligera sonrisa se dibujaba en su arrugado rostro.

— Padre Gregorio, este libro es fascinante, tiene testimonios... impresionantes, historias... no sé cómo explicarle– Ismael no podía aguantar más, debía compartir lo leído, estaba lleno de preguntas para hacerle a Monseñor Cáceres.

— Las posesiones demoniacas son cosas muy delicadas, mucha gente ha muerto o terminado herida. Muchas almas se han perdido.– dice pensativo el viejo– pero también, y debo confesar que son casos que abundan, se confunden problemas psiquiátricos con posesiones, se realizaron muchos exorcismos en vano, perdiendo tiempo e incrementando el mal a la víctima.– Para el anciano sacerdote, todos estos temas hay que tomarlos con pinzas– sin embargo creo que existen estas posesiones y que los exorcismos son eficientes para combatirlos.

— Quiero ser exorcista Padre– dijo decidido Ismael– Por favor, necesito de sus consejos, de su sabiduría.

Para empezar, el viejo cura, le consiguió copias de obras antiquísimas sobre este ritual, tales como el Statua Ecclesiae, Latinae el Malleus, Maleficarumel Flagellum Daemonumy y el Manuale Exorcistarum. Ismael llegó a recordar de memoria varios pasajes de estos libros. Luego lo contactó con el Padre Oscar Mendoza, quien habría sido exorcista durante varios años y quien ha tenido muchos casos interesantes.

Durante un año, Ismael dividía sus días entre el seminario y las visitas al Padre Oscar en su parroquia de Cachi. Tuvo la oportunidad de participar en varias investigaciones sobre presuntas posesiones; todas resultaron fallidas. Hubo un caso espeluznante de un hombre que se flagelaba de formas aterradoras, llegó a tajearse todo su rostro, se arrancó las uñas de su mano derecha y atacaba a quien se le acercara, todo resulto ser, un caso muy fuerte de esquizofrenia. También hubo un caso de posible casa tomada por un espíritu maligno, pero solo se trataba de roedores entre las paredes, maderas viejas y muchísima superstición.

Lejos de decepcionarse y perder el interés; Ismael siguió investigando de la mano del Padre Oscar, luego de ordenarse como sacerdote, pasó un tiempo como sacristán del cura, solo para poder pasar más tiempo con él y seguir con sus investigaciones.

Una tarde apareció en la parroquia el Dr. Alfio Meléndez, un médico Psiquiatra muy reconocido en la zona. Se quedó en un rincón, al fondo de todo de la iglesia mientras se celebraba la misa. Una vez finalizada, permaneció sentado en uno de los bancos del fondo, con la mirada perdida en el altar, observando abstraído la imagen de la virgen de San Nicolás que está en el centro del mismo. Luego de un rato, el Padre Oscar se acercó al Psiquiatra:

— ¡Dr. Meléndez! Qué bueno verlo por acá– lo saluda afablemente– Me alegra que este observando a la Virgen con esa devoción, hasta parecía que le rezara.

— Ay querido Padre, Siempre con ese mito de que los hombres de ciencia somos ateos. Algunos somos más creyentes de lo que se imaginan, solo que llevamos esa creencia de otra manera.

Ismael hace unos pasos y va hacia ellos.

— ¿Entonces estaba rezando en serio?, doctor– intervino curioso.

— La verdad que si– sonriendo le contestó– Últimamente he vivido cosas que hacen que necesite buscar un poco más dentro de mi corazón que en mi cabeza.

— Hermosas palabras–El padre Oscar, le palmea la mano– Ahora sí que despertó toda mi curiosidad. Evidentemente esas cosas vividas deben tener mucho que ver con mis trabajos de exorcismo.

— Y no le han mentido. Voy a contarle la historia completa y usted tome sus propias conclusiones– Dice el Dr. Meléndez, con cara adusta–.

— Momento Doctor– Interrumpe el Padre– Vamos a la sacristía y nos sentamos tranquilos. Ismael, trae algo para tomar. ¿Gusta una copa de vino Doctor?– Este asiente en silencio. Ambos van a la sacristía mientras Ismael se dirige presuroso a la casa parroquial a buscar un vino en la bodega del cura y tres copas.

Entrando rápidamente al comedor a buscar todo, lamentándose por la distancia entre la sacristía y la casa parroquial, no quería perderse detalle de la historia del Psiquiatra.

— No tengo que perderme un solo detalle de esta historia– repetía para sí, como un mantra. Sin embargo, ni bien entra agitado al lugar, donde estaban el cura y el psiquiatra, los encuentra a los dos sentados frente a frente, en la posición típica de una confesión.

Sirve las copas, les convida y el Doctor comienza con su relato.

— Conozco a Micaela hace 5 años, es una nena de 12 años con autismo. El Trastorno de esa criatura es de nivel 2, no habla, apenas balbucea, tiene problemas motrices a tal punto que casi no se mueve, y solo camina cuando su madre la toma de la mano. Su vida está signada por errores y tragedias

— ¿Y sus padres?– pregunta prudente Ismael.

— Su mamá estaba a punto de perder su matrimonio, su padre se había enamorado de otra mujer y le planteó la necesidad de divorciarse. Ella no podía aceptar tal situación, culpaba de su fracaso amoroso al problema de no poder tener hijos. Una vecina le recomendó una bruja. Según lo que me dijo la mujer, esta bruja no era ni mai umbanda ni curandera de estas… de esas que andan…al estilo pancho Sierra o la Madre Teresa. Esta bruja era muy oscura, vivía en las afueras de Güemes, en un rancho desvencijado. Luego de algunas visitas a la misteriosa bruja, un buen día se dio cuenta que estaba embarazada; según cuenta ella misma, cuando quiso contarle la noticia, la anciana ya no estaba en el rancho, de hecho, el rancho tampoco estaba ahí. Cuando fue a contarle a la vecina que le recomendó a la bruja, ella le desmintió rotundamente que conociera a esta vieja tenebrosa y que la llevara a verla.

Más allá de todo ese misterio, el embarazo siguió su curso y, se podría decir, que salvó al matrimonio. Sin embargo, cuando la mamá de Mica estaba cursando el séptimo mes, su marido sufre un terrible accidente de tránsito, Mientras iba con su moto, terminó debajo de un camión, las ruedas le pasaron por arriba de su cabeza, realmente fue un momento espantoso. En el auto que iba atrás del camión estaba su esposa, que vio todo en primera persona. Eso provocó que, con el disgusto, se adelantara el parto, que se complicó, casi Mica y su madre pierden la vida. Se salvaron de milagro, pero al poco tiempo, a la criatura se le detecta su condición. Realmente la vida de Mica y su madre, terminaron siendo muy sufridas.

— Hasta ahora me está contando una historia de vida terrible. Y sé por dónde viene la mano. Noto que estudió Doctor.– Comenta el padre con una sonrisa.

— La verdad que si Padre. Estuve investigando muchos libros sobre posesiones demoniacas, y en la mayoría hace referencia de ritos satánicos que dan origen a las mismas– le dice el Doctor con gesto adusto– También leí sobre los síntomas que suelen presentar las personas que sufren de este problema–

— Síntomas, problemas– Murmura sonriente Ismael, que al darse cuenta que lo escucharon, agachó la cabeza.

— Sepa disculpar a mi sacristán Dr., pero debo reconocer que a mí también me causó gracias la terminología utilizada– se disculpa el cura, al ver que el Psiquiatra miraba con recelo a Ismael.– por favor, dígame cuáles son esos “síntomas”.

— Desde hace un año que Mica venía mostrando actitudes extrañas para una chica de su condición. Comenzó con el habla, empezó a hilvanar diálogos, cortos, pero diálogos al fin, a su vez, de a poco logró realizar con éxito juegos psicomotrices que, hasta ese momento no podía realizar. Hasta ahí, estaba todo más que bien, nos alegraba mucho su progreso, a pesar que nos resultaba extraña esa velocidad de evolución. Luego empezaron las cosas extrañas. Comenzó a dibujar demasiado bien para su condición. Y los dibujos eran... bueno... mírelo usted mismo– El Dr. abre el maletín que llevaba encima y saca un manojo de hojas.

Los dibujos eran realmente inquietantes. El primero mostraba a una mujer sin ojos, con el pelo todo despeinado, completamente pintada de negro, algo rojo, parecido a un corazón tenía dibujado en la mano izquierda. El otro dibujo era una mujer de perfil, con el pelo rubio muy largo, con una panza que parecía de embarazada, dentro de ella tenía dibujada en un negro muy intenso, remarcado hasta casi romper el papel, una cruz invertida. El tercer dibujo era más espeluznante, un camión, un cuerpo decapitado con una enorme mancha roja donde debería estar la cabeza, a su lado, otra vez esa mujer de pelo negro, otra vez con algo rojo en su mano. Por ultimo una nena, aparentemente ella misma, con una enorme cruz invertida en el pecho y una enorme y deforme sonrisa.

— Pero las cosas no terminan ahí, por supuesto– Dice el Doctor– Un día, la madre de Mica me llama desesperada, cuando llego a su casa, me atiende con los ojos anegados en lágrimas, ni bien me ve, me abraza y comienza a llorar desconsoladamente. Una vez que logro contenerla, me cuenta que desde hace días que Micaela tiene comportamientos preocupantes, antes la nena solía quedarse quieta donde la madre la colocaba, ya que sus capacidades motrices, como le conté, eran limitadas, sin embargo, parece ser que Mica se cambiaba de lugar constantemente, por ejemplo, dice que una tarde, la dejó sentada en el sofá con sus dibujitos favoritos, mientras ella preparaba la comida, de golpe escucha una respiración tras de sí, al darse vuelta encuentra a su hija con una sonrisa sombría mirándola fijamente. Cosas así se repetían día a día, hasta que esa noche las cosas se pusieron peor. En cuanto su madre se distrajo, Micaela desapareció. Comenzó a revisar toda la casa, la cual no es para nada grande, llegó a salir a la calle a los gritos. Entonces, volvió a entrar para tomar el teléfono y llamar a la policía, en ese momento, comienza a escuchar pequeños golpes en una pared, los mismos provenían de la habitación de la nena, sin embargo, ella había entrado ahí en su búsqueda. Al fijarse, la encuentra a Micaela parada en un rincón, de espaldas, mirando la pared y dando pequeños golpes con su cabeza, también parecía que se estaba comiendo las uñas (algo que nunca había hecho en su vida), cuando se acerca y la llama, la pequeña se da vuelta con la vista perdida, diciendo en vos baja cosas inentendibles, cuando ve sus manos, se encuentra que tenía los dedos ensangrentados, cuando la toma de las muñecas se da cuenta que se había comido las uñas hasta llegar a la mismísima carne de sus dedos.

— Típico, la autoflagelación, los poderes sobrenaturales, entendiendo como ellos la desaparición y aparición y el hecho que la nena haga con naturalidad cosas que antes no podía hacer por su autismo–dijo el cura– dijo que decía cosas inentendibles?– Pregunta Oscar–

— Si, lo viene haciendo seguido, a veces balbucea palabras casi inaudibles, otras veces grita frases que parecen sacado del árabe, o algo así, como esos idiomas antiguos que se escuchan en algunas películas sobre Jesús o los romanos.– Le contesta el Doctor.