La marca del amor - Jules Bennett - E-Book
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La marca del amor E-Book

Jules Bennett

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Beschreibung

¡Una llamada para el cirujano plástico más cotizado de Los Ángeles! Noah Foster, uno de los mejores cirujanos plásticos de Hollywood, podía lograr la perfección con sus manos. Y sabía que perder a alguien amado tenía un coste. Por eso no podía apartarse de Callie Matthews. Cuando tras un accidente ella vio destrozado su sueño de convertirse en estrella, él prometió que la curaría por dentro y por fuera. Sin embargo, vivir bajo el mismo techo hizo que la potente atracción que había entre ellos fuera imposible de ignorar. Él no mantenía relaciones serias, pero tampoco podía dejar escapar a Callie…

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Jules Bennett. Todos los derechos reservados.

LA MARCA DEL AMOR, N.º 1942 - octubre 2013

Título original: Hollywood House Call

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2013

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-3830-7

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

Capítulo Uno

–Quiero disponer de tu cuerpo.

Callie Matthews se volvió para mirar a su jefe, un atractivo cirujano plástico de Hollywood, que estaba en el vestíbulo de la consulta. Le metió la mano detrás de la espalda y cerró con llave la puerta principal.

–¿Perdona? –preguntó ella, agradecida de que la consulta estuviera cerrada.

Noah Foster puso una pícara sonrisa, una de las que nunca fallaban a la hora de conseguir que a una mujer le temblaran las piernas mientras le bajaba la ropa interior. Por supuesto, su ropa interior siempre había permanecido en su sitio pero...

Si él le dijera que lo siguiera hasta la sala de descanso y...

–Escúchame –dijo él–. Sé que quieres conseguir la oportunidad de tu vida actuando y...

Estaba claro que él no estaba pensando en llevarla a la sala de descanso y arrancarle la ropa interior. Una lástima.

–Sin embargo, tengo una propuesta para ti. Me gustaría que posaras para mi próxima campaña.

Ella negó con la cabeza.

–¿Cómo?

Noah se acercó a ella, mirándola a los ojos y sin dejar de sonreír.

–Me gustaría que hicieras de modelo en el anuncio de promoción de mi nueva consulta.

Callie se puso en pie y rodeó el escritorio.

–Es evidente que no lo has pensado bien.

Él la miro de arriba abajo, provocándole todo tipo de sugerentes pensamientos.

–Sí lo he pensado. Y es a ti a quien quiero.

«Oh, cielos. Si esas palabras me las dijera en otras circunstancias».

–Tienes montones de clientes que podrían hacerlo –dijo ella, y se volvió para recoger su bolso, que estaba en la sala del final del pasillo–. Además, nunca he hecho de modelo.

Como la mayor parte de los inmigrantes de Los Ángeles, Callie estaba deseosa de convertirse en una actriz famosa. Sin embargo, su agente no le había conseguido ninguna audición que no fuera bochornosa. Hasta ese momento había hecho un anuncio de una crema antiacné y otro de un medicamento para tratar una enfermedad de transmisión sexual. Desde luego, no era el tipo de fama que anhelaba tener. Pero tenía que empezar por algo, ¿no?

Quizá el asunto de las enfermedades de transmisión sexual fuera el motivo por el que Noah no estaba interesado en verla fuera de la consulta. Quizá no supiera que todo era fingido. Ella gozaba de buena salud en esa área, y había que tener en cuenta su falta de experiencia en el tema sexual. No era virgen, pero solo había tenido dos aventuras patéticas.

–Solo quiero unas fotos tuyas, Callie –Noah la siguió y se apoyó en el cerco de la puerta–. El anuncio que queremos hacer mostrará la manera de permanecer joven.

Callie se cruzó de brazos y se apoyó en mostrador.

–Pero aparte de la pequeña cicatriz que tenía en la barbilla y que me trataste con microdermoabrasión, no me he hecho nada más. ¿No sería publicidad falsa?

–Sería publicidad falsa si nunca hubieras sido mi cliente. Pero eres perfecta, Callie. Eres bella, y quedarás muy bien ante la cámara. Después aparecerás en todas las vallas publicitarias de la ciudad. Dime que no te gusta la idea de verte expuesta.

–¿Crees que eso me ayudaría con el tema de la interpretación?

Él se encogió de hombros.

–No te hará daño.

Callie soñaba con que le dieran un papel en la próxima película de Anthony Price, y su agente estaba tratando de que le hicieran una prueba. Quizá si tuviera los contactos adecuados...

–Yo también tengo una propuesta para ti –contestó ella.

Él frunció el ceño y entornó los ojos.

–Me pones nervioso cuando pones esa cara. La última vez que tuviste un momento de inspiración terminamos en la sala de descanso con una máquina de café que salpicó el suelo y todas las paredes.

–Fue un incidente técnico de menor importancia.

Él suspiró.

–Cuéntame, Callie.

–Si hablas con Olivia Dane para que me consiga una audición para la próxima película de Anthony, posaré para ti.

Si Noah llamaba a la mujer que, además de ser una de sus mejores clientas era la madre del famoso productor de la película en la que Callie deseaba conseguir un papel, siempre le estaría agradecida.

–No te digo que le pidas que me dé un papel –continuó al ver que él no decía nada–. Solo quiero que me hagan una prueba para demostrarles lo que puedo hacer.

Odiaba que pareciera que estaba suplicando pero lo estaba haciendo. Había ido a Los Ángeles en busca de un sueño y haría lo posible por conseguirlo.

Creía en el destino y no era coincidencia que estuviera trabajando para el cirujano plástico que se ocupaba de satisfacer todas las necesidades de la mujer más famosa de Hollywood.

–Por favor –dijo, con una amplia sonrisa.

–¿Tu agente no puede conseguirte una audición? –preguntó él.

Callie se encogió de hombros.

–Dice que no es el papel adecuado para mí. Pero si no me dan la oportunidad nunca podré demostrar mi talento.

Él estiró el brazo y le colocó la mano en el hombro. Ella no pudo evitar estremecerse. Deseaba sentir aquellas manos sobre su cuerpo sin ropa de por medio.

«Los sueños de uno en uno, Callie», pensó.

–Tu agente lleva en este negocio bastante tiempo –comentó él con tono suave–. Quizá sepa de qué está hablando.

–No veo qué tiene de malo –insistió ella–. Si no lo consigo, tampoco pierdo nada. Existe la posibilidad de que pudiera conseguir algo con lo que he estado soñando toda mi vida.

–No puedo llamarla. Sé cuánto lo deseas pero no podría vivir tranquilo sabiendo que te he ayudado a tener una forma de vida que no es tan glamurosa como tú crees. No llevas tanto tiempo en la ciudad, Callie. ¿Por qué no te relajas? Anthony Price es un asunto serio.

–Está bien. Conseguiré una audición por mis propios medios.

Él le colocó las manos en las caderas.

–Deja que tu agente haga su trabajo, Callie. Uno no se convierte en estrella de un día para otro. Eres una mujer guapa, así que no tendrás problema para que se fijen en ti.

Ella sintió que una ola de calor la invadía por dentro. Que un hombre como Noah Foster le dijera que era una mujer guapa, era uno de esos cumplidos que siempre guardaría en el corazón.

–Te daré cincuenta mil dólares por posar.

–¿Cincuenta mil? –preguntó Callie, asombrada por la oferta–. ¿Te has vuelto loco?

Él se rio.

–Cuando te asombras, el acento se te vuelve muy fuerte.

–No tengo acento –dijo ella–. Y retomando el tema de la oferta, ¿estás bromeando?

Él se puso serio.

–Nunca bromeo acerca del trabajo o del dinero.

Cincuenta mil dólares era mucho dinero. Sus padres necesitaban cambiar el tejado de la casa y, además, podría comprarles otro coche, uno en el que pudieran confiar. ¿Cómo podía rechazar una oferta así?

Mientras pensaba en los pros y contras, Noah la miró de ese modo que hacía que se pusiera nerviosa. Por un lado, era cirujano y siempre parecía que la estuviera analizando. Por otro, le parecía un hombre tremendamente sexy. Y el hecho de que siguiera soltero le resultaba incomprensible.

Quizá fuera pésimo en la cama.

Aunque no era posible que un hombre como Noah Foster fuera un desastre entre las sábanas. Era un hombre muy sexy y, puesto que vestido ya era perfecto, ella no podía imaginar cómo sería cuando estuviera desnudo.

Noah le dedicó una sonrisa seductora como para tranquilizarla por su futuro. Ella sabía que no podía rechazar ese dinero y por mucho que deseara que él llamara a Olivia, le estaba agradecida por que confiara tanto en ella como para ofrecerle esa cantidad.

–Haré el anuncio –contestó–. Si estás seguro de que mi imagen es la que quieres que aparezca en las vallas publicitarias.

–Eres exactamente lo que quiero, Callie. Quiero capturar tu juventud e inocencia.

Callie se rio.

–No soy tan inocente.

–Te mudaste aquí hace menos de un año y te criaste en el Medio Oeste –se inclinó una pizca y la miró con sus ojos oscuros, invadiendo su espacio personal–. Prácticamente sigues siendo virgen.

Callie sintió que se le secaba la boca porque la palabra virgen provocó que pensara en el sexo, y Noah estaba demasiado cerca.

–Te aseguro que no soy virgen.

–Está bien saberlo –dijo él con una sonrisa–. Pero me alegro que hayas aceptado posar para las fotos.

–¿Alguna vez has tenido que luchar por algo o siempre te basta con poner esa sonrisa? –bromeó ella.

Durante un instante, Noah puso una expresión sombría y tragó saliva.

–Te sorprenderías si supieras todo por lo que he luchado y todo lo que he perdido.

«No es asunto mío», pensó ella. Todo el mundo tenía un pasado y solo por el hecho de que él fuera un cirujano rico y poderoso, no significaba que lo hubiera tenido fácil. Pero aquella había sido la primera vez que había visto un indicio de sufrimiento tras aquella sonrisa millonaria.

No era virgen.

Noah se quejó en silencio. Era posible que Callie Matthews no fuera virgen en el sentido sexual, pero era evidente que era una mujer muy inocente, puesto que si hubiera imaginado lo que él había pensado mientras estaba con ella lo habría denunciado por acoso sexual.

Él se negaba a caer en el estereotipo de salir con su recepcionista pero admitía que le gustaría conocerla en la intimidad. Dos días antes había jugado con fuego al acorralarla en la sala. Al acercarse a ella había visto el brillo de sus ojos verdes y la manera en que se humedecía los labios con nerviosismo, unos labios sensuales que suplicaban que los besaran. Sus clientas pagaban una pequeña fortuna por conseguir una boca como la de Callie.

Noah se acomodó en la silla del despacho. Ella estaba a punto de llegar y él pretendía que su relación fuera estrictamente profesional.

No volvería a tocarla ni permitiría que lo atrapara con su mirada y sus sueños infantiles.

Si Callie supiera a lo que se exponía tratando de convertirse en actriz de Hollywood, regresaría sin pensarlo a su lugar de origen. No todo era glamour y ostentación. Y no estaba dispuesto a volver a presenciar cómo la mujer que le gustaba caía en el lado oscuro de la vida de Hollywood.

Las heridas que le había provocado su prometida estaban demasiado recientes.

Y entre que todos los días debía regresar a la casa que habían compartido y que seguía preocupado por la enfermedad de la abuela de ella, Noah tenía la sensación de que esas heridas nunca llegarían a cicatrizarse.

A veces, Callie le recordaba tanto a Malinda que incluso pensar en la manera en que su prometida solía ilusionarse con su futura carrera como actriz, lo hacía sufrir. La historia de Callie era la misma que la de Malinda... Y esa vez él se negaba a encariñarse.

Se pasó la mano por el cabello intentando olvidar la pesadilla que todavía lo invadía.

Su prometida había sido todo para él. Y él habría hecho cualquier cosa para salvarla. Pero había fracasado. Le había fallado a la mujer que amaba de todo corazón, a la mujer con la que había deseado pasar el resto de su vida. Noah nunca volvería a entregar su corazón. Creía que no podría soportar otra pérdida.

Así que no hablaría con Olivia para intentar que Callie consiguiera el papel. De hecho, quería utilizarla como modelo para evitar que se adentrara en un mundo oscuro que Callie desconocía por completo. Si conseguía mantenerla satisfecha con el dinero, y mantener su atención en la idea de hacer de modelo, quizá olvidara su sueño de convertirse en actriz.

Tenía que intervenir y hacer algo. No podía mantenerse al margen y observar cómo otra mujer inocente se convertía en víctima del lado oscuro de la industria del cine.

Porque ya sentía cierta preocupación por la bella e ingenua recepcionista. Sabía cuánto le pagaba pero también que nunca tenía dinero. ¿No sería que a pesar de que solo había hecho algunos anuncios ya había caído en el lado oscuro del que él quería protegerla?

El cinismo nunca había sido una característica de su forma de ser hasta que estuvo conviviendo con una adicta, y odiaba el pesimismo que desde entonces se apoderaba a de él.

Oyó que se abría la puerta trasera de la consulta, después el sonido de las pisadas de unos zapatos de tacón acercándose a su despacho.

–¿Todo bien? –preguntó Callie, con el bolso colgado de un hombro y la bolsa de comida en la otra mano.

–Por supuesto. ¿Por qué no iba a ser así?

Ella lo miró de reojo y esbozó una sonrisa.

–Porque nunca llegas a la consulta antes que yo.

El vestido azul que llevaba le resaltaba las curvas del cuerpo de manera sexy pero profesional, y Noah tuvo que controlarse para no pensar en cómo le gustaría quitárselo o si ella habría conseguido ponerse algo debajo. Tenía que ser un tanga o nada. Y si no llevaba ropa interior... No podía pensar en eso.

–Tenía algunas cosas que hacer antes de que llegara mi primer cliente –dijo él–. Hay un niño que se quemó en un incendio y puede que me lo deriven. De hecho acabo de colgar con un colega tras barajar las distintas posibilidades que tiene el pequeño.

–Recuerdo el caso –sonrió Callie–. Eso es lo que te convierte en un doctor estupendo. Me hizo mucha ilusión que aceptaras el caso.

Noah no quería que ella lo considerara un salvador. Y, desde luego, no quería implicarse emocionalmente con un niño. Los niños eran vulnerables por naturaleza.

–La tía del niño es una buena clienta y me ha pedido que le eche un vistazo. Eso no significa que pueda dejarlo en perfecto estado. Tendré que esperar unas semanas porque las quemaduras todavía son relativamente recientes.

–Al menos le estás dando esperanza y una oportunidad –dijo Callie, mirándolo como si fuera algo más que un doctor–. Eso ya es mucho, Noah. No te quites importancia.

–No, pero quiero ser realista. Es posible que no pueda hacer nada, pero haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlo.

La mayor parte de los médicos se creían dioses, pero Noah conocía sus capacidades y sus limitaciones.

Ella puso una amplia sonrisa.

–Tengo nuevas noticias desde que el otro día hablamos sobre la audición. ¡He recibido una llamada! –exclamó antes de dejar sus cosas en una silla–. ¿No es estupendo? Mi agente me llamó ayer, cuando iba de camino a casa, y me dijo que podía conseguirme una audición para el lunes.

–Me alegro –mintió él–. Asegúrate de llamar a Marie para ver si puede sustituirte.

–Lo haré –sonrió ella, después bajó la vista, se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.

–¿Callie? –Noah rodeó el escritorio para acercarse a ella–. ¿Estás bien?

Ella se secó las mejillas y negó con la cabeza.

–-Quería una oportunidad y la he conseguido –le dijo–. Después de llamar a Olivia...

–¿Has llamado a Olivia?

Callie asintió.

–Ayer por la mañana. Tenía que llamarla para recordarle que la próxima semana tiene cita para el tratamiento de Botox. Se me ocurrió que era mi oportunidad para pedirle una audición. Lo peor que podía pasarme es que dijera que no. Se quedó impresionada con mi iniciativa y me dijo que vería lo que podía hacer –sonrió un instante–. Y anoche me llamó mi agente, así que ya está.

Noah pensaba que ella no sabía qué era lo que pedía. Era posible que imaginara que en Hollywood todo eran alfombras rojas y celebraciones.

Pero parecía tan contenta que ¿cómo no iba a apoyarla? Sería un cretino si no le mostraba su apoyo. Su madre siempre le había enseñado a comportarse como un caballero.

–Es estupendo, Callie –incluso sonrió para demostrarle que se alegraba por ella. Después, le señaló el rostro–. A lo mejor quieres retocarte el maquillaje antes de que lleguen los pacientes.

Callie se tocó los párpados y, al ver que se había manchado los dedos de negro, dijo:

–Oh, no. Debo tener un aspecto desastroso.

–No podrías hacer nada para ser menos bella.

Sin pensarlo, estiró la mano para secarle las lágrimas. Al sentir el roce de su dedo pulgar, ella contuvo la respiración y lo miró a los ojos.

Después posó la mirada en sus labios y volvió a mirarlo. Noah deseó estrecharla entre sus brazos y besarla. Solo una vez. ¿Qué problema había?

Su relación laboral.

–Será mejor que vaya a arreglarme –dijo ella, dando un paso atrás y recogiendo las cosas que había dejado en la silla. Antes de marcharse, se volvió para mirarlo por encima del hombro.

–Gracias, Noah. Significa mucho para mí tener a alguien que me apoye.

¿Qué podía haber hecho? ¿Tirar por tierra todos sus sueños? ¿Y en qué diablos estaba pensando? La había acariciado y se había acercado a ella tanto como para ver el brillo de sus ojos verdes e inhalar la fragancia que se desprendía de su piel.

Y Callie lo había mirado como si fuera un santo. Y no le gustaba. Deseaba a Callie, pero solo físicamente. Cualquier otra cosa sería una locura. Pero sus hormonas no captaban el mensaje.

Tenía que mantener la situación bajo control. Siempre le habían gustado las mujeres bellas pero el carácter inocente y entusiasta de Callie le resultaba intrigante. Ella no parecía hastiada o amargada, como la mayoría de las mujeres que conocía. Y quizá por eso le resultaba tan fascinante.

Y si fuera capaz de recordar que mantenían una relación laboral, quizá pudiera dejar de imaginarla desnuda y abrazada a su cuerpo.

No podía tener una relación íntima con Callie. Había prometido que nunca volvería a implicarse emocionalmente con nadie. Sin embargo, nunca había deseado tanto a una mujer. Y todo indicaba que ella también se sentía atraída por él.

Debía mantener la distancia.

Capítulo Dos

A Callie le temblaban las manos. ¿Era real lo que estaba sucediendo? Llevaba en Los Ángeles poco menos de un año y sabía que la mayor parte de la gente tardaba mucho más tiempo en conseguir, si es que lo hacía, que le hicieran una audición.

Pero Callie no solo había conseguido la audición, sino que había sido un éxito. Su agente la había llamado para decirle que había conseguido el papel. No era un papel muy importante pero intervendría en tres escenas con los actores principales. Solo le quedaba mostrar sus capacidades, hacer bien el papel y esperar a que le surgieran más oportunidades.

Apretó el volante con fuerza y soltó un grito de júbilo mientras conducía hacia la consulta de Noah. Estaba deseando llegar para contarle las buenas noticias. Era el día en el que solo trabajaba media jornada así que Marie estaría en la consulta también y podría compartir con ella la noticia.

Por fin iba a conseguir lo que siempre había deseado. Había conseguido el papel y, además, posaría para las fotos de Noah y conseguiría dinero para ayudar a sus padres. Ellos se alegrarían de poder vivir con más tranquilidad y ella estaba ansiosa por ser la que se la proporcionara.

Toda la vida había estado eclipsada por sus hermanos. Callie era la hija mediana y puesto que nunca había destacado en el deporte o en los estudios, había pasado desapercibida. Bien, pues ya nadie volvería a ignorarla.