La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales - Marta Pérez Arellano - E-Book

La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales E-Book

Marta Pérez Arellano

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"Leemos en la biografía de Marta Pérez Arellano que, para ella, la maternidad no ha sido un freno sino la experiencia que le ha dado alas en su actividad literaria […] ha sido capaz de ofrecernos a las que cuidamos, a las que hacemos que la vida continúe, un refugio, una herramienta reivindicativa y un abrazo infinito". Del prólogo de June Fernández.   La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales  es una crónica de experiencia vital, testimonio de las luces y sombras que acontecen entre el embarazo de la autora y el primer cumpleaños de su hija. A través de reflexiones y poemas íntimos, realiza una crítica contundente a la sociedad del siglo XXI, que infravalora el valor del cuidado, educa en estereotipos y, con tanta ligereza, nos llama malas madres.

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Primera edición digital: abril 2021 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Composición de la cubierta: Raquel P. Zarzuelo Maquetación: Álvaro López Corrección: Verónica Sarria Revisión: Lucía Triviño

Versión digital realizada por Libros.com

© 2021 Marta Pérez Arellano © 2021 Libros.com

[email protected]

ISBN digital: 978-84-18527-54-8

Marta Pérez Arellano

La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales

Prólogo de June Fernández

Nahiarentzat, besapean liburu hau zekarrela iritsi zen neskatoa. Te quiero hasta el cielo.

A Fabio, perché dove sei tu, lí è casa mia.

A las que cuidaron, a las que cuidan, a las que cuidarán.

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

Prólogo. Escribir entre pañales

Introducción

De buena esperanza

De parto

Maternity blues

Pasar por quirófano

La frontera

Lactancia

Memorias

El tiempo

Vida laboral

Pérdidas

Maternidad-es

Feminismos

La cara amarga

Cosas de casa

Callejeando

Palabrejas

Aprendiendo a educar

Monstruos

Emociones

Consumiendo infancia

Contradicciones

Cumple-año

Mecenas

Contraportada

Prólogo. Escribir entre pañales

Por June Fernández

Un bebé en la asamblea

Conocí a Marta Pérez Arellano hace unos doce años porque las dos militábamos en SOS Racismo, ella en Nafarroa y yo en Bizkaia. La complicidad fue inmediata, entre otras cosas porque éramos dos de las feministas que intentábamos ejercer cierto contrapoder hacia el claro liderazgo de los históricos, esos señores blancos al menos veinte años mayores que nosotras. En ese momento, ninguna de las personas que participaba regularmente en las asambleas quincenales en Bilbao tenía criaturas. Cuando una compañera fue madre, enseguida comunicó que no podría seguir asistiendo. No recuerdo que esa circunstancia nos inquietase o nos llevara a algún tipo de reflexión, ni siquiera en la comisión feminista, sobre la necesidad de construir un espacio de militancia compatible con los cuidados.

Por aquel entonces, me apunté a un grupo de consumo agroecológico y una mujer iba a las reuniones con su bebé, que se dedicaba a gatear encima de la mesa mientras las demás nos repartíamos tareas y se nos caía la baba. Me pareció un puntazo, pero tampoco me llevó a extrapolar esa experiencia a otros espacios de militancia; imagino que encontré más compatible con la maternidad una reunión que, aunque profundamente política, consistía en el trabajo reproductivo de comprar verduras y huevos. Cuando empecé a participar en el movimiento feminista, tampoco me inquietó especialmente la testimonial presencia de madres en las asambleas y encuentros, aunque sí que observé que imperaba un discurso antimaternal traducido en cierto clima de reproche, más o menos explícito, hacia las mujeres que dejan de ir a las asambleas y jornadas feministas para dedicarse a cambiar pañales.

En esa década, el movimiento feminista vivió un bum internacional que ha sido calificado como cuarta ola, en la que han emergido sujetos que ya no quieren estar en la periferia: feministas racializadas, trans, psiquiatrizadas, rurales, gordas… y también las madres feministas, organizadas contra la violencia obstétrica, contra ese invento machista llamado Síndrome de Alienación Parental o por la ampliación de los permisos de maternidad. Esas madres feministas están cuestionando el discurso imperante en el feminismo occidental (defendido entre otras por Simone de Beauvoir) que considera la maternidad como una alienante imposición patriarcal. Como ya hizo Adrienne Rich en su obra Nacidas de mujer, señalan que lo que nos oprime no es la maternidad, sino el patriarcado capitalista[1].

La periodista Gessamí Forner definió como «una ausencia susurrada» en su crónica de las V Jornadas Feministas de Euskal Herria, celebradas en 2019 en Durango, la testimonial presencia de la maternidad en la programación de mesas redondas y talleres. Cuenta que la única actividad relacionada, el taller Café para madres, fue organizada un día antes, y que, en la asamblea de cierre, una feminista mayor adujo «¡Pero si la maternidad es una elección personal!», a lo que una activista racializada contestó: «¿Pero lo personal no era político?»[2].

En esa década que acabamos de despedir, Marta y yo dejamos SOS Racismo, fuimos madres y descubrimos otros espacios de participación de mujeres que son feministas, aunque el movimiento mayoritario los obvie, como las reuniones de El parto es nuestro o los que surgen espontáneamente de clases de yoga para embarazadas y grupos de crianza. Yo no fui a Durango porque hacía solo dos semanas y media que había nacido Odei. Asumir que nuestro lugar no era un auditorio con 3.000 mujeres, sino el sofá y la mantita fue una lección temprana que me ahorró futuras frustaciones. Tampoco fue una renuncia porque pude seguir las jornadas por streaming mientras daba teta y pude debatir con quienes las siguieron en vivo y en diferido.

Con el tiempo, decidí mudarme a un pueblo amable para la crianza y empecé a participar en su colectivo feminista, en el que todas las que militamos actualmente somos madres, las reuniones se ponen teniendo en cuenta la conciliación y Odei asiste a menudo sin que su presencia resulte irritante ni extravagante. Pero, al mismo tiempo que he logrado compatibilizar la militancia feminista tradicional con la maternidad intensiva, reconozco el valor social y político de esas redes de madres en las que lo mismo compartimos recetas o fotos de los hitos de nuestros bebés que debatimos sobre externalizar los cuidados o, sobre todo, nos desahogamos cuando necesitamos gritar en la enésima noche de insomnio un «No puedo más».

Creo que en La niña que llegó con un futuro bajo el brazo hay mucho de todo eso, de conciliar la reivindicación con la expresión de las emociones. De hablar de cuidados como prioridad política, que se queda en agua de borrajas si el discurso no cristaliza en actitudes y prácticas cotidianas de apoyo mutuo.

Un bebé en el Congreso

2016. Una diputada da teta a su bebé sentada en su escaño y luego se lo pasa al líder de su partido. La polémica está servida. La política y escritora Beatriz Gimeno —actual directora del Instituto de la Mujer— planteó en un artículo en Pikara Magazine que las reacciones polarizadas dentro del feminismo ante ese gesto de Carolina Bescansa responden a una brecha generacional. Afirmaba que, a las de su generación, esa estampa no les gustó nada, porque les recordó a los tiempos en los que la maternidad era una imposición que lastraba la participación social, política y laboral de las mujeres. Desde sus redes sociales, la filósofa feminista de la igualdad Amelia Valcárcel llegó a mandar con sorna a la entonces diputada de Podemos a descansar. A las jóvenes, en cambio, les pareció un gesto rebelde y transgresor, porque rompía con la rígida separación que hace el patriarcado entre la esfera privada y la pública[3].

Gimeno nombra el 15-M como una pieza importante en ese proceso. Del cruce entre la cultura política que se gestó en las plazas y el pensamiento feminista surgió una consigna que ha sido incorporada también al discurso de los partidos políticos de izquierda: poner la vida y los cuidados en el centro. Del concepto de ciudadanía patriarcal se pasaba a explorar una cuidadanía en clave feminista.

Ese choque se percibe también en la disputa infrafeminista sobre la ampliación de los permisos por nacimiento y adopción. La Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA)[4] ha logrado que el Gobierno español iguale en duración y convierta en intransferibles las prestaciones de maternidad y paternidad, defendiendo ese modelo como una palanca para avanzar en la corresponsabilidad en parejas heterosexuales y para atajar la discriminación laboral hacia las mujeres. La Plataforma de Madres Feministas PETRA[5] se ha movilizado contra esa equiparación, porque entienden que pasa por alto los procesos biológicos de las mujeres que gestan, paren y amamantan y porque convierte a España en el país que ofrece un permiso más largo a los hombres, mientras las madres con empleo formal siguen contando con la baja más corta del continente. En las redes sociales hemos asistido a un cruce de acusaciones de antifeminismo: para las seguidoras de PETRA, la propuesta de PPiiNA es patriarcal porque da privilegios a los hombres, y para las seguidoras de PPiiNA, las petras caen en un esencialismo que perpetúa los roles tradicionales de género.

En el contexto anglosajón se utiliza la expresión mummy wars (guerras de mamis) para describir esa polarización entre madres según la cultura de crianza con la que se identifican, azuzada -como explica Carolina León en ¿Dónde está mi tribu? por las doctrinas categóricas de los expertos, como ocurre como Stivill y Carlos González en España. En Pikara Magazine nos pilló por sorpresa que las broncas entre lectoras más intensas fueran en torno a contenidos sobre la lactancia o la epidural.

Marta Pérez Arellano resuelve así esta guerra:

Hay un gran debate en los foros feministas sobre la lactancia materna. A grandes rasgos, para unas la lactancia es otro modo de imposición, mientras que para otras es una forma de empoderarse y, además, es anticapitalista y antisistema. Estoy de acuerdo con las dos.

La honestidad de Arellano, que se permite abrazar la contradicción, desnudando emociones y elecciones que no siempre encajan con la ideología, me resulta mucho más interesante que esos discursos polarizados sin aparentes fisuras. Reconoce sus privilegios, a veces de forma explícita, otras dejando un enunciado abierto, como cuando se pregunta qué miradas recibiría su familia si su pareja fuera otra mujer. En dos ocasiones, agradece a las mujeres a las que ha pagado por limpiar la casa o cuidar de su hija, y más adelante reconoce su incomodidad: