La obra maestra desconocida - Honoré de Balzac - E-Book

La obra maestra desconocida E-Book

Honore de Balzac

0,0

Beschreibung

Una novela breve que se adelantó a su tiempo y que, para muchos especialistas, anuncia el advenimiento del arte moderno. Esta obra, escrita en el siglo XIX por el gran maestro de la narrativa universal Honoré de Balzac, se sitúa en París en 1612. Allí, un viejo pintor llamado Frenhofer realiza en secreto su último y más importante cuadro: un desnudo de mujer al que considera su obra maestra, pues representa la suma de todo su talento y experiencia. Dos colegas de Frenhofer, empujados por la curiosidad, intentan conocer el misterioso cuadro. Cuando al fin están frente a él, quedan estupefactos, pues lo único que ven son manchas sin forma y colores. Todo ello los lleva a suponer que el maestro se ha vuelto loco. Ninguno de los dos comprende las razones que llevaron a realizar esta obra.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 164

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



LA PALPITANTE ACTUALIDADDE HONORÉ DE BALZAC

 

 

Un escritor de nuestro tiempo

 

“Si oyen que Balzac escribió sobre una pandilla de extranjeros muertos, ¡no lo crean!” Esto es lo que ha aconsejado a los lectores el novelista y ensayista húngaro Stephen Vizinczey, refiriéndose a una de las novelas más palpitantemente actuales del gran escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850), Ilusiones perdidas, esa obra maestra —protagonizada por Lucien Chardon o Lucien de Rubempré— donde se recrea el arribismo, el oportunismo, la degradación y la corrupción de los medios informativos, de cierto tipo de periodismo y de ciertos individuos que hacen de la mentira y la hipocresía una muy lucrativa y respetada profesión.

A decir de Vizinczey, esta novela de Balzac, escrita y publicada en una época en la que apenas se iniciaban los grandes medios de información, cobra más relevancia hoy que entonces, porque en ella el novelista francés, de quien en 1999 celebramos su bicentenario natal, tuvo la capacidad anticipatoria, el don profético de mostrar la realidad en toda su descarnada corrupción.

“En un primer nivel —advierte el gran escritor húngaro— las Ilusiones perdidas trata tanto de la victimización de los individuos como de la del público. La última ilusión que pierde Lucien es aquella que Balzac nunca tuvo: la ilusión de que los sentimientos nobles y las mejores y más apremiantes intenciones hacen a una persona algo menos peligrosa cuando hay algo que de verdad quiere y otro, quizá usted, lector, se interpone en el camino. El libro está repleto de hombres buenos, incapaces de matar a una mosca, que mienten, traicionan, explotan, estafan, roban y arruinan a sus compañeros, y sólo porque no existe otro modo de llegar a donde ellos quieren.”

O, para decirlo con las propias palabras de uno de los personajes de esta inolvidable novela, todo aquello que se convierte en un instrumento deviene asimismo en un negocio que es, por definición, carente de toda ley y toda fe: una tienda en la que se venden al público las palabras que éste pide. Por ello “si hubiera un periódico de jorobados, probaría día y noche la belleza, la bondad y la necesidad de los jorobados”.

Junto con Ilusiones perdidas (1837-1843), la obra toda de Balzac sigue teniendo la virtud de derrotar al olvido, y esta obra total es un extenso ciclo narrativo (que suma más de diez mil páginas) realizado entre 1829 y 1848 y compuesto por más de noventa novelas acabadas y varias otras en estado fragmentario o larvario, así como decenas de relatos no menos magistrales, al cual Balzac puso por título general La comedia humana.

A este proyecto, ambicioso en su propuesta y en sus logros, pertenecen obras tales como La piel de zapa (1831), La obra maestra desconocida (1831), El cura de Tours (1832), El coronel Chabert (1832), Louis Lambert (1832-1833), El médico rural (1833), Eugenia Grandet (1833), La búsqueda de lo absoluto (1834), Papá Goriot (1834), Melmoth reconciliado (1835), Serafita (1835), El lirio en el valle (1836), Gambara (1837), Ilusiones perdidas (1837-1843), La casa Nucingen (1838), Esplendores y miserias de las cortesanas (1839-1847), Pierre Grassou (1840), Un asunto tenebroso (1841), Alberto Savarus (1843), Modesta Mignon (1844), La prima Bette (1846) y El primo Pons (1847).

Todo ello sin contar sus famosos Cuentos libertinos (1832-1837), algunas obras de teatro y su abundante y no menos extraordinaria correspondencia que encierra siempre una elevada lección humana y que por ello arroja muchísima luz sobre la vida y la obra del gran escritor francés.

Nacido en Tours el 20 de mayo de 1799, Balzac es dueño de muchas virtudes como escritor, entre ellas la de conseguir que la vida palpite extraordinariamente en la literatura, en una especie de educación sentimental, e intelectual, que, por supuesto, ningún tipo de escuela ofrece.

Balzac es un escritor que carece de hipocresía, un autor pleno de intensidad que jamás cometió el pecado de aburrir a sus lectores, pero que tampoco cometió el error de confundir amenidad con superficialidad. Si de un autor se puede decir que es profundo, por todo lo que comprende y enseña de la vida, ese autor es Honoré de Balzac.

Su vida abarcó exactamente la primera mitad del siglo XIX francés; su obra llega a nuestros días sin perder el vigor y el apasionamiento con los que fue escrita. La grandeza de su genio marcó toda una época y le aseguró la posteridad en todos los idiomas.

Honoré de Balzac es una de las caras más brillantes de ese poliedro de grandes narradores franceses y universales del siglo XIX. Junto con Stendhal (1783-1842), Victor Hugo (1802-1885), Flaubert (1821-1880) y Maupassant (18501893), entre los más ilustres, Balzac capta la realidad para entregárnosla a manera de parábola de las pasiones y debilidades de la humanidad. Los libros de Balzac tienen el don de la actualidad porque provienen de las profundidades de la existencia.

En el prefacio de La piel de zapa, Balzac consignó uno de sus afanes que fue su guía y su divisa a lo largo de toda su obra: “El escritor debe haber analizado todos los caracteres, hecho suyas todas las costumbres, recorrido el globo entero, experimentado todas las pasiones, antes de escribir un libro”.

El autor de esta frase cumplió con esta enorme ambición llevando la sinceridad artística a sus últimas consecuencias: “Cuando no estoy escribiendo, estoy pensando mis planes, y cuando no pienso mis planes ni escribo, tengo pruebas que corregir”.

Balzac fundó una novelística del conocimiento de la vida amorosa, ajena por completo al convencionalismo y a la simulación. Así, podía afirmar: “El amor, ese inmenso desenfreno de la razón, ese viril y severo placer de las grandes almas, y el placer, esa vulgaridad vendida en la plaza pública, son dos aspectos diferentes de un mismo hecho”.

Ciertamente, pudo comprender y transmitir a través de su obra esos dos aspectos del mismo hecho, pues así como lleva al natural desparpajo esta noción en Cuentos libertinos, así también emprende una de las novelas más finas, El lirio en el valle, obra en la que puso su afán para ejemplificar que la pureza de sentimientos existe. Desde las primeras líneas de la carta de Félix a la condesa Natalia de Manerville, el estilo lírico y verdadero de esta obra consigue del lector una atención y una tensión ineludibles: “Me rindo a tu deseo. El privilegio de la mujer a quien amamos más de lo que ella no nos ama es hacernos olvidar a cada instante las reglas del buen sentido”.

Estas reglas del buen sentido son las que, a cada instante, solía olvidar Balzac en su propia existencia que entregó al vigoroso arte amatorio y al arte, no menos impetuoso, de la literatura que tiene su fundamento en la sinceridad. Supo, según confesión propia, lo que era “el desmayo del pensamiento”, porque creyó, y creyó bien, que la literatura que trasciende no saca sus asuntos únicamente del cerebro, sino sobre todo de la pasión.

De La comedia humana se han hecho varias ediciones francesas en el siglo XX, después de la primera edición decimonónica que dispuso y cuidó el propio autor entre 1842 y 1848, con un total de diecisiete volúmenes. Entre ellas, se debe mencionar una en cuarenta tomos, publicada de 1912 a 1940; otra, la muy famosa de Gallimard, en la Pléiade (doce tomos), publicada entre 1966 y 1967.

En español existen diversas ediciones de varios libros individuales de Balzac, en especial de sus novelas más populares, entre las cuales no faltan algunas de las más perfectas: Eugenia Grandet, Papá Goriot, La piel de zapa, El lirio en el valle, Ilusiones perdidas, Un asunto tenebroso, El coronel Chabert, Jesucristo en Flandes, César Birotteau, El médico de aldea, Melmoth reconciliado, La muchacha de los ojos de oro, La prima Bette, El primo Pons, Serafita y La obra maestra desconocida.

Existe también una gran edición de Obras completas, en seis volúmenes, con traducción y prólogo del erudito español Rafael Cansinos-Assens (1883-1964), a quien tanto admiró Borges, traductor también de Las mil y una noches y de las obras de Dostoievski. Estas Obras completas de Balzac fueron publicadas en España entre 1967 y 1972. Una edición española de La comedia humana es la que llevó a cabo en varios volúmenes Augusto Escarpizo entre 1966 y 1969.

Entre otros destacados autores que se han ocupado de la vida y la obra de Balzac, André Maurois (1885-1967), escribió una de las biografías más completas y fervorosas del creador de La comedia humana: Prometeo o la vida de Balzac, de la cual hay traducción española (1985). Y en México, Jaime Torres Bodet publicó, en 1959, su Balzac, otra biografía accesible. Ahí, el biógrafo mexicano destaca, entre las muchas virtudes del propósito artístico de Balzac, una de las mayores y más perdurables: su amor a la vida, su entusiasmo, su sed de vivir y de inspirarnos el afán más intenso por la existencia.

En Balzac por él mismo (1956), Gaetan Picon describe, además de la fortaleza física del escritor, su impulso vital, ese apetito de vivir y de gozar que se corresponde, de manera innegable, con los enérgicos y pantagruélicos Balzacs de Rodin: esculturas llenas de vida al igual que los retratos que Balzac inspirara a Daumier, Giraud, Boulanger y tantos otros artistas que resumieron el genio del escritor en la reciedumbre de sus rasgos y en la sinceridad de su figura.

Balzac murió en París la noche del 18 de agosto de 1850, en su casa de la calle Fortunée, llamada hoy calle Balzac. Sobrevive en sus libros cumpliendo así una de sus ambiciones más tempranas, para gloria suya y para bien de los lectores: “No tengo más inquietud que el deseo de elevarme... ¡Qué privilegio el de vencer al olvido!”, como le escribió en una carta a su hermana Laure cuando contaba con veinte años de edad.

 

La comedia humana

 

“Llevo una sociedad en mi cabeza” solía decir Balzac. Y en otro momento advertía que se consideraba el secretario de la sociedad, en un impulso creador tan impetuoso, lúcido y apasionado, que constituye una de las mayores ambiciones artísticas que se hayan emprendido por un solo hombre.

“Mi Comedia humana —insistía— es una gran historia del hombre. La sociedad francesa es lo histórico y yo sólo debo ser el secretario.”

Más aún, sabía perfectamente que no hay mejor materia prima para la literatura que la propia experiencia, que la vida misma; por ello se mira en ese propio espejo y advierte que reúne en él todas las incoherencias y divergencias posibles que podemos encontrar todos los días en las personas que nos rodean.

Creía firmemente que el sentido de la observación se agudizaba con el sufrimiento y, en efecto, su propia vida no fue precisamente una existencia muelle, sino todo lo contrario: un continuo trabajo, una permanente lucha por conseguir aquello que le satisficiera: lo más cercano a crear un universo.

“Mi obra —observa— tiene su geografía como tiene su genealogía y sus familias, sus lugares y sus objetos, sus personas y sus hechos; como tiene su heráldica, sus nobles y sus burgueses, sus artesanos y sus labriegos, sus políticos y sus pisaverdes, su ejército; en resumen, su universo.”

En efecto, un universo rico en personajes (más de dos mil perfectamente caracterizados, con su origen y su historia), en caracteres, en ambiciones y en triunfos y derrotas, llena las miles de páginas de La comedia humana. En ese universo, como en la sociedad más auténtica, habitan los inocentes, los codiciosos, los abyectos, los nobles, los viciosos, los limpios de corazón, los voluntariosos, los brillantes, los mediocres, los cínicos, los enamorados, los que transforman su aventura en una permanente insatisfacción; también los despreciados, los vencidos y los humillados por los pícaros y los deshonestos; asimismo, los seres angelicales, muchos de los cuales no son otros que los personajes femeninos, las mujeres que encarnan las mayores virtudes y que desatan las más fervorosas pasiones. (Si algo conoce Balzac es sin duda el corazón de las mujeres; todo lo cual no es gratuito, pues si de alguien aprendió algo fue precisamente de las mujeres que amó y que lo amaron: Mme. de Berny, Éveline Hanska, Mme. de Castries y tantas más cuyas huellas han quedado en las grandes heroínas de sus novelas.)

La idea de sistematizar toda su obra en La comedia humana data de 1839 pero la concreta en 1841 cuando ya prácticamente había escrito lo fundamental de todo su trabajo (ochenta y cinco novelas) y firma un amplio contrato con un grupo de editores que lanzarán los tres primeros volúmenes al año siguiente. La dividió en tres partes: Estudios de costumbres, Estudios filosóficos y Estudios analíticos. Y a ese esquema se sumaron después otras seis, en el curso de sus últimos años. De modo que de las ciento treinta y siete novelas que consideró Balzac en ese esquema, logró terminar noventa y una. La comedia humana se compone, entonces, de casi un centenar de obras, entre las cuales palpita una sociedad viva, compleja y llena de contradicciones.

Los Estudios de costumbres —que se dividen a su vez en Escenas de la vida privada, Escenas de la vida de provincia, Escenas de la vida parisiense, Escenas de la vida política, Escenas de la vida militar y Escenas de la vida rural— constituyen la parte más vasta de esta gran Comedia humana. Inician con La casa del gato que juega a la pelota y concluye con El lirio en el valle, según el esquema balzaciano donde incorporó también, entre sus obras más importantes, Alberto Savarus, La vendetta, Madame Firmiani, El coronel Chabert, La mujer abandonada, La mujer de treinta años, Papá Goriot, Eugenia Grandet, El cura de Tours, La duquesa de Langeais, La muchacha de los ojos de oro, Esplendores y miserias de las cortesanas, César Birotteau, La prima Bette, El primo Pons, Un episodio bajo el terror, Un asunto tenebroso, El último chuan, Los campesinos, El médico rural y El cura de la aldea.

En la segunda parte de La comedia humana, los Estudios filosóficos, Balzac agrupa, entre otras obras, La piel de zapa, Jesucristo en Flandes, Melmoth reconciliado, La obra maestra desconocida, El verdugo, Maese Cornelio, La posada roja, El elíxir de larga vida, Louis Lambert y Serafita.

La parte menos desarrollada de su gran proyecto narrativo, la última, que corresponde a los Estudios analíticos, se compone de dos obras únicamente: Fisiología del matrimonio y Pequeñas miserias de la vida conyugal; dos obras que, sin embargo, están entre lo más importante que escribió Balzac.

Y no deben dejar de destacarse los muy famosos Cuentos droláticos, Cuentos libertinos, Cuentos picarescos o Cuentos jocosos (que de estas muchas formas se han traducido) de los cuales Balzac había pensado escribir una centena y únicamente logró terminar treinta. Explicó así su propósito: “Éste es un libro de pesada digestión, lleno de amenidad, de sabor picante, cocinado por los famosísimos glotones y admirados bebedores a los cuales se dirigía nuestro ilustre conciudadano Franfois Rabelais”.

Y al margen de La comedia humana y de las tres decenas de Cuentos libertinos, hay que mencionar las numerosas obras que por encargo escribió y publicó con seudónimo (Lord R’Hoone, Horace de Saint-Aubin) o anónimamente cuando aún no era Honoré de Balzac; inicios, balbuceos y más bien trabajo duro y mercenario que tuvo que cumplir el escritor para dar paso al nacimiento y la maduración del genio, ese genio cuyas obras, como dijera el propio Balzac, están regadas con sus lágrimas.

En La comedia humana está el propio Honoré, contradictoriamente, es decir con todas sus pasiones y sus sentimientos, y con ello está el hombre, pues Balzac se utiliza permanentemente como modelo, como materia prima de su propia creación para entregarnos la más lúcida y profunda metáfora sobre la condición humana.

Ha dicho Gaetan Picon que no hay un solo capítulo de La comedia humana que no depare a Balzac la ocasión de revivir sus emociones; así, recordará, por ejemplo, a lo largo de varias de sus novelas, “las funestas experiencias de edición y de impresión que marcan los años 1825 y 1827, y que harán que el dinero, la quiebra, el deber y el haber, sean los símbolos privilegiados de su genio trágico”.

Por su parte, Oscar Wilde advirtió que el objetivo de Balzac fue hacer para la humanidad lo que Buffon hizo en la creación animal, pues así como el naturalista describía leones y tigres, el novelista estudiaba hombres y mujeres. Todo lo cual coincide con aquello que dijo Victor Hugo en su célebre elogio fúnebre ante la tumba de Balzac: “El sostiene el cuerpo de la sociedad moderna; arranca algo a todos: a unos la ilusión, a otros la esperanza, a éstos el grito, a aquéllos una máscara”.

Cuando intentó el teatro, Balzac fracasó; pero sin duda hay un gran poeta dramático, semejante a Shakespeare, en La comedia humana. Fue un poeta; un gran poeta, entendido este término en su acepción más profunda y original: la que nos señala la estirpe creadora de vida por excelencia.

En este punto, es importante citar nuevamente a Vizinczey: “Balzac fue también un gran poeta dramático. La prosa poética suele ser una distracción irritante hecha de florido lenguaje que aun cuando resulta agradable de leer infunde admiración por el autor y no tanto por sus personajes. Las imágenes de Balzac, por otra parte, como las de Shakespeare, brotan de las emociones y de la acción, y son tan exactas y poderosas que consiguen grabar en el lector la imagen de la cosa a la que se refieren y no tanto las palabras que sirven para describirla, de ahí que no siempre se las detecte por ellas mismas”.

Por todo ello, nunca será demasiado, jamás excesivo, el elogio de Victor Hugo, pronunciado al pie de su tumba: “El señor de Balzac era uno de los primeros entre los más grandes, uno de los más altos entre los mejores... Los grandes hombres edifican su propio pedestal... El mismo día que entra en el sepulcro entra en la gloria. Brillará en lo sucesivo por encima de todas estas nubes que están sobre nuestras cabezas”.

 

La obra maestra desconocida

 

En la inmensidad de La comedia humana, La obra maestra desconocida ocupa apenas unas cuantas decenas de páginas, pero no pasa inadvertida. Por el contrario, a lo largo de más de 170 años, ha interesado y apasionado a los lectores y ha intrigado y sorprendido a muchos grandes artistas, sobre todo pintores, que se muestran pasmados ante la genialidad de Balzac de mostrar, precisamente y con naturalidad extraordinaria, las ambiciones del genio.

Publicada por vez primera en los números de julio y agosto de 1831 de la revista L’Artiste, La obra maestra desconocida se publicó posteriormente, con varias correcciones y un mayor desarrollo, en ese mismo año, en el volumen Novelas y cuentos filosóficos. En 1837 su autor la incluyó en el tomo de Estudios filosóficos y en 1846 pasó a formar parte del volumen catorce de La comedia humana, junto con La piel de zapa, Jesucristo en Flandes, Melmoth reconciliado y La búsqueda de lo absoluto.

Por su corta extensión es una obra que no era fácil de conseguir sino hasta fechas recientes, sobre todo cuando en 1999, al celebrarse el bicentenario natal de su autor, se concedió una nueva actualidad al fenómeno Balzac; asimismo, cuando en 1991 el cine llamó la atención sobre esta pequeña obra maestra gracias a la película de Jacques Rivette, La Belle Noiseuse (La bella latosa o La bella mentirosa). A partir de un guión libremente inspirado en la obra de Balzac, Rivette muestra la genial actualidad de estas páginas que han cambiado el rumbo de pensamiento y acción de varios artistas y de muchos lectores.

Entre los más célebres, Pablo Picasso llevó a cabo una serie de magistrales aguafuertes teniendo como inspiración obsesiva las páginas de La obra maestra desconocida. Y otros pintores, como Cézanne y Giacometti, le han rendido culto a lo largo de los años, identificándose con el protagonista o tomándolo como una guía de sus ambiciones y de sus sueños de perfección artística.

Escrita por Balzac a los 32 años de edad, La obra maestra desconocida sigue sorprendiendo a los pintores por el profundo conocimiento sobre el proceso artístico, pero lo que atrapa a los lectores comunes es la tensión narrativa que hay en estas páginas, en donde el autor sabe contar y describirnos las emociones que experimentan tres pintores sobre la ambición de conseguir la obra maestra imperecedera.

Frenhofer, invención de Balzac, y Porbus y Poussin (pintores que Balzac saca de la realidad misma aunque con una historia y una genealogía que acepta la imaginación), se entregan en las pocas páginas de La obra maestra desconocida