La Tempestad - William Shakespeare - E-Book
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William Shakespeare

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Beschreibung

Este ebook presenta "La tempestad", con un indice dinámico y detallado. Es una obra de teatro de William Shakespeare. Fue representada por primera vez en 1611 en el Palacio de Whitehall de Londres. Próspero, duque legítimo de Milán, ha sido expulsado de su posición por su hermano y se encuentra en una isla desierta tras naufragar su buque. La obra comienza con una fuerte tormenta, desatada por Ariel (a mandato de Próspero), cuando adivina que su hermano Antonio viaja en un buque cerca de la isla en la que se encuentra. En ella, Próspero cuenta con la compañía de su hija Miranda y descansa con sus numerosos libros dedicándose al estudio y el conocimiento de la Magia. Próspero entra en contacto con espíritus como Ariel. Con su ayuda, desde el caos y la locura, Próspero tejerá un encantamiento que le permitirá iniciar su venganza. Al final Próspero renunciará a su magia perdonando a sus enemigos y permitiendo el matrimonio entre su hija Miranda y Fernando. William Shakespeare ( 1564 – 1616)1 fue un dramaturgo, poeta y actor inglés. Conocido en ocasiones como el Bardo de Avon, Shakespeare es considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal.

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Veröffentlichungsjahr: 2013

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William Shakespeare

La tempestad

(texto completo)

Título original: The Tempest (1623)
e-artnow, 2013
ISBN 978-80-268-0300-3

Índice

DRAMATIS PERSONÆ
Acto I
Escena 1
Escena 2
Acto II
Escena 1
Escena 2
Acto III
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Acto IV
Escena 1
Acto V
Escena 1
EPÍLOGO

DRAMATIS PERSONÆ

ALONSO, rey de Nápoles
SEBASTIÁN, su hermano
PRÓSPERO, el legítimo Duque de Milán
ANTONIO, su hermano, usurpador del ducado de Milán
FERNANDO, hijo del rey de Nápoles
GONZALO, viejo y honrado consejero ADRIÁN nobles FRANCISCO CALIBÁN, esclavo salvaje y deforme
TRÍNCULO, bufón
ESTEBAN, despensero borracho
El CAPITÁN del barco
El CONTRAMAESTRE
MARINEROS

Escena: una isla deshabitada.

LA TEMPESTAD

Acto I

Escena 1

[Se oye un fragor de tormenta, con rayos y truenos. Entran un CAPITÁN y un CONTRAMAESTRE.]

CAPITÁN
¡Contramaestre!
CONTRAMAESTRE
¡Aquí, capitán! ¿Todo bien?
CAPITÁN
¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!

[Sale.]

[Entran los MARINEROS.]

CONTRAMAESTRE ¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al silbato del capitán! - ¡Vientos, mientras haya mar abierta, reventad soplando!

[Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO y otros.]

ALONSO
Con cuidado, amigo. ¿Dónde está el capitán? - [A los MARINEROS] ¡Portaos como hombres!
CONTRAMAESTRE
Os lo ruego, quedaos abajo.
ANTONIO
Contramaestre, ¿y el capitán?
CONTRAMAESTRE
¿No le oís? Estáis estorbando. Volved al camarote. Ayudáis a la tormenta.
GONZALO
Cálmate, amigo.
CONTRAMAESTRE
Cuando se calme la mar. ¡Fuera! ¿Qué le importa el título de rey al fiero oleaje? ¡Al camarote, silencio! ¡No molestéis!
GONZALO
Amigo, recuerda a quién llevas a bordo.
CONTRAMAESTRE A nadie a quien quiera más que a mí. Vos sois consejero: si podéis acallar los elementos y devolvernos la bonanza, no moveremos más cabos. Imponed vuestra autoridad. Si no podéis, dad gracias por haber vivido tanto y, por si acaso, preparaos para cualquier desgracia en vuestro camarote. - ¡Ánimo, muchachos! - ¡Quitaos de enmedio, vamos!

[Sale.]

GONZALO Este tipo me da ánimos. Con ese aire patibulario, no creo que naciera para ahogarse. Buen Destino, persiste en ahorcarle, y que la soga que le espera sea nuestra amarra, pues la nuestra no nos sirve. Si no nació para la horca, estamos perdidos.

[Salen.]

[Entra el CONTRAMAESTRE.]

CONTRAMAESTRE ¡Calad el mastelero! ¡Rápido! ¡Más abajo, más abajo! ¡Capead con la mayor! [Gritos dentro.]¡Malditos lamentos! ¡Se oyen más que la tormenta o nuestro ruido!

[Entran SEBASTIÁN, ANTONIO y GONZALO.]

¿Otra vez? ¿Qué hacéis aquí? ¿Lo dejamos todo y nos ahogamos? ¿Queréis que nos hundamos?
SEBASTIÁN
¡Mala peste a tu lengua, perro gritón, blasfemo, desalmado!
CONTRAMAESTRE
Entonces trabajad vos.
ANTONIO
¡Que te cuelguen, perro cabrón, escandaloso, insolente! Tenemos menos miedo que tú de ahogarnos.
GONZALO
Seguro que él no se ahoga, aunque el barco fuera una cáscara de nuez e hiciera aguas como una incontinente.
CONTRAMAESTRE
¡Ceñid el viento,, ceñid! ¡Ahora con las dos velas! ¡Mar adentro, mar adentro!

[Entran los MARINEROS, mojados.]

MARINEROS ¡Es el fin! ¡A rezar, a rezar! ¡Es el fin!

[Salen.]

CONTRAMAESTRE
¿Vamos a quedar secos?
GONZALO
¡El rey y el príncipe rezan! Vamos con ellos:
nuestra suerte es la suya.
SEBASTIÁN
Estoy indignado.
ANTONIO
Estos borrachos nos roban la vida.
¡Y este infame bocazas...! - ¡A la horca,
y que te aneguen diez mareas!.

[Sale el CONTRAMAESTRE.]

GONZALO Irá a la horca, por más que lo desmienta cada gota de agua y se abra el mar para tragárselo.

[Clamor confuso dentro.]

[VOCES]
¡Misericordia! ¡Naufragamos, naufragamos! ¡Adiós, mujer, hijos! ¡Adiós, hermano! ¡Naufragamos, naufragamos!
ANTONIO
Hundámonos con el rey.
SEBASTIÁN
Vamos a decirle adiós.

Sale [con ANTONIO].

GONZALO

Escena 2

[Entran PRÓSPERO y MIRANDA.]

MIRANDA
- Si con tu magia, amado padre, has levantado
este fiero oleaje, calma las aguas.
Parece que las nubes quieren arrojar
fétida brea, y que el mar, por extinguirla,
sube al cielo. ¡Ah, cómo he sufrido
con los que he visto sufrir! ¡Una hermosa nave,
que sin duda llevaba gente noble,
hecha pedazos! ¡Ah, sus clamores
me herían el corazón! Pobres almas, perecieron.
Si yo hubiera sido algún dios poderoso,
habría hundido el mar en la tierra
antes que permitir que se tragase
ese buen barco con su carga de almas.
PRÓSPERO
Serénate. Cese tu espanto.
Dile a tu apenado corazón
que no ha habido ningún mal.
MIRANDA
¡Ah, desgracia!
PRÓSPERO
No ha habido mal. Yo sólo he obrado
por tu bien, querida mía, por tu bien, hija,
que ignoras quién eres y nada sabes
de mi origen, ni que soy bastante más
que Próspero, morador de pobre cueva
y humilde padre tuyo.
MIRANDA
De saber más
nunca tuve pensamiento.
PRÓSPERO
Hora es de que te informe. Ayúdame
a quitarme el manto mágico. Bien. –
Descansa ahí, magia. - Sécate los ojos; no sufras.
La terrible escena del naufragio,
que ha tocado tus fibras compasivas,
la dispuse midiendo mi arte de tal modo
que no hubiera peligro para nadie,
ni llegasen a perder ningún cabello
los hombres que en el barco oías gritar
y viste hundirse. Siéntate,
pues has de saber más.
MIRANDA
Cuando ibas a contarme quién soy yo,
te parabas y dejabas sin respuesta
mis preguntas, concluyendo: «Espera, aún no.»
PRÓSPERO
Llegó la hora. El instante
te manda abrir oídos. Obedece