La venganza de una mujer - Penny Jordan - E-Book

La venganza de una mujer E-Book

Penny Jordan

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Beschreibung

Kelly Harris se sentía fuera de lugar representando el papel de mujer fatal. Pero estaba dispuesta a convertirse en una auténtica seductora para darle una lección al hombre que había traicionado a su mejor amiga. Pero era un papel lleno de peligros. Sobre todo cuando Brough Frobisher se metió en medio del fuego cruzado. Se sentía intrigado y molesto por el comportamiento de Kelly, pero lo que más le preocupaba era cómo reaccionaba su cuerpo a la innegable sensualidad de ella.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 1999 Penny Jordan Partnership

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La venganza de una mujer, n.º 1117- julio 2022

Título original: The Mistress Assignment

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1141-079-3

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

BUENO, esto es por Beth; esperemos que este viaje a Praga haya servido de algo y la ayude a superar lo de ese cerdo de Julian —dijo Kelly Harris levantando su copa de vino.

—Ciertamente ella se merece algo de buena suerte después de todo lo que ha sucedido —suspiró Anne Trewayne, la abuela de Beth, brindando también—. He de admitir que me siento en parte culpable. Si no os hubiera convencido de que abrierais vuestra tienda aquí, en Rye on Averton, Beth nunca habría conocido a Julian Cox.

—Solo hay una persona a la que culpar de la infelicidad de Beth —dijo Dee Lawson, el ama de llaves de Beth y Kelly—, y ese es Julian Cox. Ese hombre es un completo…

Levantó su copa y le dio un trago.

—Todas sabemos lo que le ha hecho a Beth, lo mucho que la ha humillado y herido al decirle que quería comprometerse con ella, animándola a hacer planes para la fiesta de compromiso para luego decirle la noche anterior que había conocido a otra y tratando de convencerla de que se lo había imaginado todo. Personalmente, creo que en vez de quejarnos de lo que ha sucedido, lo que deberíamos hacer es pensar en alguna forma de castigo para Julian por lo que le ha hecho, para que no lo vuelva a hacer.

—¿Castigarlo? —preguntó Kelly.

Ella y Beth eran amigas desde el primer día de la universidad y Kelly había accedido entusiásticamente a la sugerencia de su amiga para que montaran juntas su negocio. Le había dicho que Rye on Averton era el clásico pueblo rural inglés con el que sueñan los artistas y turistas, el sitio perfecto para abrir una tienda de obras de arte de cristal y porcelana, como le había dicho su abuela.

Así que ambas lo habían dejado todo y se habían embarcado en la tienda, que llevaba funcionando un año ya y les iba cada vez mejor.

Pero hacía ocho meses, Beth había conocido a Julian Cox.

Él la había perseguido insistentemente y Kelly había visto como su amiga se hacía cada vez más dependiente emocionalmente de un hombre que a Kelly nunca le había gustado desde el principio.

Pero Beth había llegado a pensar que, lo que le pasaba a su amiga era que estaba celosa de ellos.

¡Celosa de ellos! Cuando le dijo eso, Kelly se vio obligada a darse cuenta de que Julian le había quitado muy hábilmente la posibilidad de darle a su amiga una información que debería haberle dado hacía semanas. Pero ahora, la idea de revelar a Julian tal como era realmente, un tipo desagradable y poco digno de confianza, parecía que había tomado el aire de una cruzada moral.

—¿Por qué vamos a permitir que salga como si nada después de lo que le ha hecho a Beth, apartándose de su culpa de la misma forma en que se apartó de ella? —preguntó entonces Dee.

—¿Apartarse? Lo que hizo fue mucho peor —explotó Kelly—. Prácticamente obligó a Beth a humillarse públicamente ella misma. No me puedo creer la cantidad de gente que se ha creído las mentiras que ha estado contando sobre ella, dando por hecho que, no solo ella había malinterpretado sus intenciones, sino que había sido ella la que lo había perseguido a él hasta el punto de que se suponía que él estaba dispuesto a interponer acciones legales para detenerla. Yo sé cuál de ellos era el que mentía, y no fue Beth. ¡Por Dios! Incluso lo oí decirle lo mucho que la amaba y que no podía esperar a que estuvieran casados.

—¿No fue eso cuando el abuelo de Beth estuvo tan enfermo? —dijo Dee.

Kelly la miró sorprendida, pero fue Anna la que respondió.

—Sí, eso es. Julian le propuso matrimonio cuando su abuelo estuvo enfermo.

Con treinta y siete años, Anna era la mayor del cuarteto. Como prima de la madre de Beth, se había perdido ser la dama de honor de la boda por tener las paperas y, en compensación, la madre de Beth le había pedido que fuera la madrina de la niña. Siendo solo una adolescente, a Anna le había encantado que la consideraran lo suficientemente madura para semejante responsabilidad y desde entonces, se había tomado muy en serio su relación con Beth, sobre todo teniendo en cuenta que no tenía hijos con su marido.

—¿Cuál es la conexión entre la enfermedad del abuelo de Beth y la propuesta de matrimonio de Julian? —preguntó Kelly.

—¿No te la imaginas? Piénsalo. La chica por la que Julian dejó a Beth es famosa por tener mucho dinero.

—¿Quieres decir que Julian le pidió matrimonio a Beth porque pensaba que…?

—Que su abuelo podría morir y Beth heredaría mucho dinero. Sí. Pero cuando se dio cuenta de que se iba a recuperar, debió entrarle el pánico, pero conoció a esa otra chica, cuyo dinero era mucho más accesible.

—Parece un melodrama —protestó Kelly—. Además, yo creía que Julian ya era rico. Ciertamente, da esa impresión.

—Le gusta darla —admitió Dee—. Lo necesita. Es así como convence a las chicas inocentes para que caigan en sus garras.

Kelly frunció el ceño.

Dee tenía treinta años y era mayor que Beth, pero más joven que Anna, y las dos chicas la habían conocido cuando el agente de la propiedad les sugirió que fueran a ver la tienda que poseía Dee y que quería vender.

Se la compraron y, a partir de entonces, se hicieron muy amigas.

Anna, que llevaba viviendo en el pueblo quince años, después de la muerte de su marido en un accidente de navegación en la costa de Cornualles, había conocido a Dee un poco antes de que Beth y Kelly aparecieran en escena. Después de la muerte de su padre, Dee se había ocupado de sus negocios y era una persona muy conocida en el pueblo.

El padre de Dee había sido un empresario muy próspero y toda su familia eran miembros destacados de la comunidad. Lo que más les extrañaba a Beth y Kelly era que una mujer tan atractiva y exitosa no tuviera a un hombre en su vida.

Así que las cuatro se habían hecho amigas, a pesar de que Dee mantenía siempre una especie de distancia y velo de misterio, pero las demás respetaban su intimidad y nunca le hacían preguntas a ese respecto.

—Parece que tú sabes mucho más sobre Julian que el resto de nosotras —le dijo Kelly.

Dee se encogió de hombros.

—Él… creció en el pueblo y, en mi posición, una sabe cosas…

Kelly frunció el ceño.

—¿Y cómo fue que no advertiste a Beth si conocías su reputación?

—Yo estaba fuera cuando se conocieron. Y, dudo que ella me hubiera hecho caso.

—Puede que tengas razón. A mí él nunca me gustó, pero Beth le era tan leal que no quería oír nada en contra suya. Está muy bien que hablemos acerca de que deberíamos hacer algo para demostrar la clase de rata que es él, ¿pero cómo? Ha dejado a la pobre Beth, la ha humillado y ahora sigue como si tal cosa. Me gustaría contarle a esa nueva novia suya cómo es él…

—No funcionaría —le advirtió Dee—. Está tan atontada con él como lo estaba Beth. No, si queremos hacer algo, vamos a tener que utilizar la propia debilidad de Julian, su propia avaricia en contra suya.

—¿Sí? ¿Cómo? —le preguntó Kelly.

Beth era una chica encantadora y lo último que necesitaba era la clase de humillación y dolor que le había proporcionado Julian, eso por no mencionar el daño potencial que le podía causar aquello a su negocio. La campaña de rumores que Julian había orquestado cuando la dejó, insinuando que había sido ella la que lo había perseguido a él, podía tener repercusiones.

—Espero de verdad que Beth esté bien sola en Praga —dijo Anna ansiosamente.

Era una mujer muy guapa y de aspecto juvenil.

Se había casado joven y luego había quedado viuda, pero ahora parecía estar a gusto sola en su casa, con sus mascotas, un perro y un gato.

Kelly opinaba que era una lástima que no se hubiera vuelto a casar y sabía que Beth estaba de acuerdo con ella.

—Seguro que se lo pasará muy bien —respondió Dee—. Praga es una ciudad preciosa.

—Tengo entendido que es una ciudad muy romántica —añadió Anna—. Solo espero que eso no la haga sentirse peor. Ha perdido ya mucho peso y parece muy infeliz.

—Estará muy ocupada visitando fábricas de cristalería como para pensar en cualquier otra cosa que no sean los negocios —predijo Dee.

—Es una suerte que haya surgido lo de este viaje. Y ha sido gracias a ti, Dee. Fue una idea brillante el que le sugirieras que podríamos comprar algo allí.

—Se podría pensar que, después de lo que ha hecho, Julian tendría por lo menos la decencia de mantener un perfil bajo con su nueva novia, pero al parecer disfruta mostrando su relación.

—Como yo digo, ese hombre necesita que le den una lección y un poco de su propia medicina —insistió Dee—. Y, si queréis mi opinión, somos nosotras las que tenemos que hacerlo.

—¿Nosotras? Pero…

—¿Por qué no? —insistió Dee—. Después de todo, tú eres la madrina de Beth, Kelly su mejor amiga… Si nosotras tres no podemos hacer algo por ella, si no puede depender de nosotras, ¿entonces quién lo puede hacer?

—En teoría parece una buena idea —dijo Kelly—, pero…

—Tomemos más vino. Todavía queda media botella.

Luego Dee rellenó las copas.

—Yo… —empezó a decir Kelly, pero Dee la interrumpió.

—Ahora que estamos de acuerdo en que hay que castigar a Julian y demostrarle a todo el mundo como es, lo que hemos de hacer es decidir la forma en que vamos a poner a funcionar nuestro plan.

Las miró a todas y luego añadió lentamente:

—Lo que yo creo que sería lo mejor es castigarlo con su avaricia. Kelly, tú dijiste la semana pasada que Julian empezó a tratar de ligar contigo a espaldas de Beth casi desde el principio…

—Sí. Es cierto. No se lo conté a Beth en su momento porque no quise hacerle daño y, cuando ya era demasiado tarde, deseé haberlo hecho. Dee, está muy bien hablar de castigar a Julian por la forma en que la ha tratado, ¿pero lo podemos hacer?

Dee sonrió y le dijo a Anna:

—Anna, tú nos has contado que Julian fue a pedirte un préstamo diciendo que quería el dinero para pagar la entrada de una casa que estaba pensando comprar para Beth y él…

—Sí. Apareció una tarde y me dijo que estaba falto de liquidez, que tenía el dinero invertido, pero que Beth y él habían visto una casa y a ella le había encantado, así que quería darle una sorpresa. Me dijo que solo necesitaría el dinero por unos pocos meses.

—Sí, sin duda porque esperaba que, para entonces, Beth ya habría heredado de su abuelo —dijo Kelly—. ¿Cómo puede ser alguien tan despreciable?

—No estamos hablando de alguien, sino de Julian Cox —les recordó Dee—. Y Julian es un experto en privar a las chicas inocentes de su dinero… Y no solo de eso.

Todas la miraron sorprendidas. El vino que Kelly había bebido se le estaba subiendo a la cabeza, pero sabía que no se estaba imaginando la extraña expresión de su amiga.

—Si sabías que clase de hombre es Julian, ¿por qué no le dijiste algo a Beth? —le preguntó por segunda vez.

—Ya os he dicho la razón, porque cuando se conocieron yo estaba fuera, cuidando de mi tía. Cuando volví y me di cuenta de lo que estaba pasando y lo profundamente que ella se estaba involucrando con él, ya era demasiado tarde, estaba a punto de anunciar su compromiso.

—Sí, ahora lo recuerdo —dijo Kelly.

Era cierto, Dee se había pasado algunos meses fuera, cuidando de su anciana tía después de una operación.

—Lo cierto es que no me parece nada justo que Julian se libre tan fácilmente de esto, y haciendo parecer que fue ella la que se lo imaginó todo. La conozco y sé perfectamente que ella nunca podría comportarse como él trata de hacer ver.

—Es muy dado a mantener una excelente reputación de sí mismo mientras destruye la las infortunadas que caen en sus manos —dijo Dee.

Kelly empezó a pensar si no habría algo pasado entre Dee y Julian Cox, aunque sabía que a Dee no le gustaría nada que se metiera en su pasado.

—Lo que necesitamos saber —estaba diciendo Dee—, es cómo usar sus propias tácticas contra él y ponerlo en una situación en la que salga a la luz su verdadera naturaleza. No es un secreto para ninguna de nosotras que la razón por la que ha dejado a Beth es porque se dio cuenta de que no iba a sacar ningún beneficio económico casándose con ella.

—Dado que sabemos eso, estoy de acuerdo con Kelly en que deberíamos hacer algo para advertir a su nueva novia de la clase de hombre que es —afirmó Anna.

Dee agitó la cabeza.

—Nosotras sabemos lo ciegamente enamorada que estaba Beth y, aunque odie decir esto, ya podemos prepararnos si Julian Cox usa con nosotras la misma táctica que ha usado con Beth. Lo último que cualquiera de nosotras necesita es que se vaya hablando por ahí de nosotras como unas histéricas obsesionadas por un imaginario sentido de la justicia.

Kelly se dio cuenta de que tenía razón.

—Además, si mi plan funciona bien, y lo hará, él dejará a su actual víctima tan fácilmente como hizo con Beth y por la misma razón.

—¿Tu plan? ¿Cuál plan? —le preguntó Kelly incómoda.

—Este. Escuchad. Vamos a atacar verbalmente a Julian allá donde es más vulnerable. Sucede que yo conozco una de las formas que él tiene de pagarse su caro estilo de vida, consiste en convencer a gente crédula para que invierta en sus, aparentemente al principio, muy lucrativos negocios. Cuando se dan cuenta de que se han quedado sin nada, ya es demasiado tarde y su dinero ha desaparecido.

—¿Y no es eso un fraude? —preguntó Kelly.

Dee se encogió de hombros.

—Técnicamente, sí; pero Julian se apoya en el hecho de que sus víctimas se sienten demasiado avergonzadas o son demasiado tímidas para quejarse. Por esa razón, suele hacerlo con los ancianos, los más vulnerables, lo más confiados como para no ver lo que pasa hasta que ya es demasiado tarde.

—Ese hombre es una amenaza…

—Sí, lo es, y lo vamos a demostrar como se merece. Tú, Kelly, te vas a volver de repente una joven extremadamente rica. Tienes un tío abuelo al que no conocías que te ha dejado una considerable suma de dinero. Por supuesto, no vas a hacer pública esa herencia, de hecho, te vas a negar a hablar de ella, pero su existencia será filtrada convenientemente para que llegue a oídos de Julian. Ya sabemos que te encuentra atractiva, ya nos has dicho que trataba de ligar contigo mientras le juraba amor a Beth. Lo único que tienes que hacer es hacerle creer que estás dispuesta a comprometerte y, lo que es más importante, a tener un futuro con él. ¡Su propio ego y avaricia harán el resto!

—Pero yo no puedo hacer como si hubiera heredado, no puedo mentir sobre algo así —dijo Kelly—. ¿Qué pensará la gente cuando se sepa?

—Solo Julian sabrá lo de tu supuesta herencia. Lo mismo que solo él sabrá que tú eres una viuda rica y tienes dinero para invertir —le dijo a Anna.

—Él ya ha tratado de que le preste dinero, Dee, ya os lo he dicho, pero yo no soy rica y…

—Mira, cuando se trate de convencer a Julian de que las dos tenéis dinero, me lo podéis dejar a mí. Os prometo que Julian es la única persona que sabrá de esas fortunas imaginarias.

—¿Pero nos creerá?

—Lo creerá —les aseguró Dee—. Lo creerá porque querrá creerlo. Necesita creerlo. Por lo que yo sé, su posición económica está en peligro en estos momentos, así que se agarrará a cualquier cosa para salvarse. Una vez que deje a su novia actual por ti, Kelly, y cuando trate de arrastrarte a ti, Anna, a una de sus inversiones, podremos mostrar públicamente el tramposo y mentiroso que es en realidad.

—Suena viable —dijo Kelly—. Y ciertamente exonerará a Beth si lo logramos.

—Y también advertiremos a su novia actual, ahorrándole que le rompa el corazón y que pierda su dinero —afirmó Anna.