Las aventuras de Pinocho - Carlo Collodi - E-Book

Las aventuras de Pinocho E-Book

Carlo Collodi

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Beschreibung

Las aventuras de Pinocho es sin duda la obra más conocida del escritor italiano Carlo Collodi (1826-1890), y uno de los libros infantiles más famosos del mundo. Apareció por primera vez en 1881, y dos años más tarde se publicó en forma de libro. El libro relata la historia de Pinocho, un muñeco de madera que va atravesando diferentes pruebas en las que tiene que decidir entre el bien y el mal, y que finalmente se convierte en un niño de carne y hueso. La devoción de los lectores por Pinocho ha sido tal que antes de llegar a mediados del siglo xx la novela se había traducido a todas las lenguas europeas y a numerosas lenguas de Asia, África y Oceanía. Se ha llegado a afirmar que es el libro más veces impreso después de la Biblia y el Corán. Difícilmente podría explicarse el éxito de la obra si la novela no contuviera otros ingredientes que el mero entretenimiento y su calidad ha despertado desde muy pronto el interés de los lectores más diversos.

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Akal / Básica de bolsillo/ Clásicos de la literatura italiana / 348

Carlo Collodi

Las aventuras de Pinocho

Edición y traducción: José Sánchez López

José Sánchez López, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y titulado en la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid en italiano y alemán, ha traducido al español desde ambas lenguas: Carlo Castellaneta, Noches y nieblas (Madrid, Albia); Hans Jürgen Press, Las aventuras de la mano negra (Madrid, Espasa Calpe), Emilio Salgari, El Corsario Negro (Madrid, Akal) y Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, Cuentos de música y músicos (Madrid, Akal). Autor de varios trabajos lexicográficos, ha sido profesor de Enseñanza Secundaria.

Ilustraciones: Enrico Mazzanti (1850-1910)

Ilustró la primera edición de Le aventure di Pinocchio. Storia di un burattino publicado en 1883 por la Libreria Editrice Felice Paggi de Florencia.

Las aventuras de Pinocho es la obra más conocida del escritor italiano Carlo Collodi, y uno de los libros infantiles más famosos del mundo. Apareció por primera vez en 1881, y dos años más tarde se publicó en forma de libro. Se trata de una novela de iniciación, en la que Pinocho, un muñeco de madera que cobra vida, y que es impulsivo, desobediente y mentiroso, pero con un «corazón de oro», lucha por convertirse en un niño de carne y hueso, mientras comete todo tipo de desmanes y travesuras. Aunque la obra parece tener al público infantil como principal destinatario, difícilmente podría explicarse su éxito si la novela no contuviera otros ingredientes que el mero entretenimiento: la mezcla de fantasía y realismo, la original caracterización de personajes, el atrevimiento en el tratamiento de conflictos, la amenidad en el encadenamiento de situaciones, el humor y la ironía que subyacen en todo el relato y su intención moralizante.

Maqueta de portada

Sergio Ramírez

Diseño de portada

RAG

Imagen de cubierta

Ilustración de Pinocho de Enrico Mazzanti(1.ª edición, Florencia, 1883)

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Le avventure de Pinocchio

© Ediciones Akal, S. A., 2002, 2018

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4641-7

Introducción

Italia en el siglo XIX

Como en otros países europeos, en Italia, a principios del siglo XIX, se dejan sentir las repercusiones de la Revolución francesa. Y más todavía la llegada de Napoleón al poder y sus consecuencias.

A su vuelta de Egipto, y tras la victoria de Marengo (1800) sobre los austriacos, Napoleón emprendió la campaña sobre Italia, que tendría como consecuencia inmediata el restablecimiento de la República Cisalpina (1801). Esta se convertiría posteriormente en República Italiana (1802) y luego en Reino de Italia (1805), cuyo soberano fue Bonaparte. El Reino de Nápoles se lo dio a José Bonaparte (1806) y más tarde a Murat (1808). Después de la anexión de Roma y el exilio de Pío VII en Savona (1809), continuó la expansión francesa en Italia, de tal manera que sólo Cerdeña y Sicilia se libraron del control francés.

A la caída de Napoleón (1814) se produce una vuelta a la situación anterior, en la que Austria vuelve a desempeñar un papel decisivo. Pero la historia de Italia durante el siglo XIX casi se identifica con el proceso de unificación y liberación de las potencias extranjeras. Dicho proceso se llevó a cabo luchando contra la situación fragmentaria surgida del Congreso de Viena (1815), que dejó la península Itálica dividida en los siguientes estados o unidades políticas, entre las que había, además, importantes diferencias sociales y económicas: 1) Reino de Cerdeña-Piamonte, que abarca Saboya y Cerdeña, regido por los soberanos de la casa de Saboya; era una zona industrializada; 2) Lombardía-Véneto, dominio austriaco, también zona industrial y al mismo tiempo agrícola; 3) ducado de Parma, bajo María Luisa de Austria, viuda de Napoleón I; 4) ducado de Módena, gobernado por Francisco IV del Este y 5) ducado de Toscana, en poder de Leopoldo II de Lorena; 6) Estados Pontificios con las Marcas, menos avanzados política y económicamente, como todo el resto hacia el sur. Durante el siglo XIX se suceden diversos papas, pero el que más tuvo que ver con la unificación italiana fue Pío IX. Considerado al principio como liberal, mandó un grupo de soldados pontificios a combatir contra los austriacos en 1848. Pero reaccionó después mostrándose conservador, oponiéndose a la unificación y buscando la protección de los Borbones. Proclamó el dogma de la infalibilidad papal y ha sido beatificado (3 de septiembre de 2000) en medio de acusadas polémicas; 7) Reino de las Dos Sicilias, que también comprendía Nápoles, bajo Fernando II, de la casa de Borbón.

El mismo año del Congreso de Viena se inicia el Risorgimento, que en su primera etapa se caracterizó por una gran actividad de las sociedades secretas, principalmente los carbonarios. Estos dieron los primeros pasos en la lucha contra el dominio extranjero.

El sentimiento nacionalista que toma auge en la Italia del siglo XIX deriva de la Revolución, cuyo lema es libertad, igualdad, fraternidad y más concretamente desde el momento en que se pretende hacer válidos estos principios no sólo para el individuo, sino para todo un pueblo o nación. La propagación de estos sentimientos se verá favorecida por las ideas que difunde Fichte en sus Reden an die deutsche Nation [Discursos a la nación alemana], 1808, donde se considera esencial para la nacionalidad, no sólo la comunidad de sangre o raza, sino también la de lengua.

No son ajenos a la exaltación nacionalista los escritores románticos. Limitándonos a Italia, tenemos que destacar a Massimo d’Azeglio, Alessandro Manzoni, Giacomo Leopardi, Silvio Pellico y Carlo Collodi, que tomó parte activa en la lucha por la unificación. También los músicos Bellini, Donizetti y sobre todo Verdi contribuyeron a desarrollar el sentimiento nacional italiano y antiaustriaco, hasta tal punto que el coro de esclavos de la ópera Nabucco se convirtió en el himno extraoficial de Italia y «Viva Verdi» era sinónimo de «Viva Italia». A los escritores y músicos hay que añadir los ideólogos, especialmente Gioberti y Mazzini. El primero, en Il primato morale e civile degli Italiani [Del primado moral y civil de los italianos], 1843, defiende que la unidad de raza, sangre, religión e idioma debe tener como consecuencia la unidad política, capitaneada por el papa. A sus seguidores se los llamó neogüelfos. Gioberti sería rectificado por Cesare Balbo, quien propugna un estado federal en Le speranze d’Italia[De la esperanza de Italia], 1843. El segundo fue el inspirador de la «Giovine Italia» (Joven Italia), que no sólo defendía la unidad geográfica y lingüística, sino también la democracia y la república. Los años treinta y cuarenta constituyen la segunda etapa del Risorgimento, en la que Mazzini provoca levantamientos en Piamonte, Bolonia, Calabria y Rimini, que terminaron en graves fracasos y produjeron el descontento entre sus partidarios. Y finalmente los políticos, Camillo Benso, conde de Cavour (1810-1861), monárquico, y Giuseppe Garibaldi (1807-1882), revolucionario. Pero a todo esto hay que añadir otro elemento importante, el económico, ya que la fragmentación política supone diferentes aranceles y aduanas, y todo ello se considera un obstáculo para el desarrollo comercial.

En 1830 se dan varios movimientos independentistas que apelan a la comunidad de historia, cultura, raza y lengua.

El despertar del sentimiento patriótico y el deseo de constituirse en nación, liberándose del poder extranjero, fue alimentado por políticos, ideólogos, músicos y literatos y desembocó en la lucha por la Unificación, que se inicia en 1848, con un triunfo sobre los austriacos en el norte y la proclamación de la República por Mazzini en Roma. Pero el año termina con un fracaso para los proyectos unificadores. El ejército austriaco, mejor preparado y dirigido, derrota al italiano en Curtatone, Montanara (en estas dos batallas tomó parte Carlo Collodi), Custozza y Novara. La intervención de Francia permite la vuelta de Pío IX. Es lo que se conoce como Primera Guerra (1848-1849).

Al acuerdo secreto entre Cavour y Napoleón III en Plombières sigue la guerra de 1859 (Segunda), en la que los piamonteses vencen a los austriacos en Magenta y Solferino. Pero el monarca francés firma un armisticio con Austria en Villafranca, que se interpreta como una traición para los intereses italianos.

El año clave del proceso unificador es 1860. Por una parte, la habilidad política de Cavour, y por otra la capacidad estratégica de Garibaldi, con los «Mil camisas rojas», consiguen la incorporación de la mayor parte de los territorios, reduciendo al mínimo los dominios austriacos y los pontificios y expulsando a los Borbones. El 17 de marzo de 1861 es proclamado el Reino de Italia bajo la autoridad de Víctor Manuel II de Saboya, que había sucedido a Carlos Alberto. La ocasión propicia para avanzar en la consecución de sus objetivos la ven los italianos al estallar la guerra entre Prusia y Austria (1866). Se produce la llamada Tercera Guerra. Aunque Italia sufre los reveses de Custoza (24/6/66) y Lissa (20/7/66), el triunfo de Prusia sobre Austria en Sadowa (julio), permite la incorporación de Venecia. Otra ocasión favorable es la guerra entre Prusia y Francia (1870), que hace posible la entrada de los italianos en Roma. No obstante, no se atreven a declararla capital por la oposición de las potencias católicas. Sí lo harán al año siguiente. Realizado un plebiscito, una mayoría aplastante se pronuncia a favor de la unión, con lo que se da por terminado el proceso unificador.

La literatura italiana durante el siglo XIX

Aunque en Italia comienza el siglo como una prolongación del neoclasicismo, y esto no es una excepción con respecto a otros países, se aprecian ya los primeros brotes que anuncian el movimiento romántico.

Italia no es indiferente a las campañas napoleónicas, por lo que entre sus escritores no faltan los que las cantan ni los que las censuran. Coincide esto con un incremento del sentimiento patriótico y nacionalista, que se verá reflejado en las obras literarias, así como las diferencias sociales, culturales e ideológicas, que influirán tanto en el plano político como en el cultural.

El periódico Il Conciliatore [El Conciliador] desempeña un papel importante en la evolución del Romanticismo. Uno de sus colaboradores más destacados fue Giovanni Berchet (1783-1851), cultivador de la poesía patriótica y autor de Lettera semiseria di Grisostomo [Carta semiseria de Grisóstomo], 1816, con la que tomó parte en la polémica de la época entre clasicismo y renovación.

Pero en Italia el Romanticismo está muy unido al Risorgimento. De ahí que la lucha por la independencia esté tan presente en las obras literarias. Y el Risorgimento también contribuye a una popularización del arte. Al mismo tiempo va desapareciendo el escritor que depende de un señor y va dándose cada vez más el escritor burgués, que vive de su trabajo.

Tomando como base algunos de los hechos históricos de la época se ha dividido la literatura italiana del siglo XIX en las siguientes etapas: 1) Primer Romanticismo, que abarcaría hasta la caída de Napoleón (1814). 2) Segundo Romanticismo, que iría desde la caída de Napoleón hasta la proclamación del Reino de Italia (1861). 3) Positivismo y realismo, que se identifican con la nueva Italia y que se da después de la unificación.

En lo que se ha llamado primer Romanticismo confluyen posturas y actitudes muy diversas: elogios y denuestos a Napoleón, aristocratismo frente a popularismo, lengua culta frente a lengua popular. Y no siempre estas posturas o actitudes encontradas pertenecen a diferentes autores, sino que se dan a veces en el mismo autor, aunque en diferentes etapas de su producción. Pero sí va triunfando una admiración por lo popular, entrada de nuevos temas, admiración por la lengua y la literatura dialectal, a veces haciendo concesiones excesivas que ponen en peligro la calidad. No obstante, hay que resaltar que no se trata de rechazar lo clásico sino lo clasicista. Es por tanto una etapa que se caracteriza por las dudas, confusiones y contradicciones, no sólo en el campo político sino que afectan también a la literatura, uno de cuyos rasgos más destacados, coincidente con el Romanticismo europeo, es la exaltación del «yo». Esto lleva a sus seguidores a amar la soledad como un bien en el que disfrutar de la literatura, algo que les está vedado a los filisteos (burgueses). Sin embargo cada vez se extiende más la figura del escritor burgués que da un sentido práctico y utilitario a su obra.

Florecen en esta época los siguientes autores: Vincenzo Cuoco (1770-1823), novelista, que ejerció gran influencia en Gioberti, Foscolo y Manzoni, pero a quien hay que destacar sobre todo por su Saggio storico sulla rivoluzione napoletana del 1799 [Ensayo histórico sobre la revolución napolitana de 1799], 1801, en la que atribuye el fracaso de la República de Nápoles a que era algo de importación y defiende que es necesario dar una mayor participación a las masas. Vincenzo Monti (1754-1828), que aceptó el Romanticismo con bastantes reservas, pues si es romántico en los temas, sigue siendo clasicista en la forma. Se dice que en su obra confluyeron poetas y tendencias muy diversas. Y si nos atenemos a los temas, también la política hace acto de presencia en su poesía: reacciona primero contra Napoleón, a quien canta después (Prometeo e Il bardo della Selva Nera [El bardo de la Selva Negra]), 1806; y a la muerte de este celebra a los austriacos (Ritorno d’Astrèa [Regreso de Astrea], 1816). Además es autor de una famosa traducción de la Ilíada. Ugo Foscolo (1778-1827), seguidor de las posturas más radicales de la revolución, los jacobinos, consideró más tarde a Napoleón como el posible libertador de Italia (A Bonaparte liberatore [A Bonaparte libertador], 1797) y contra los austriacos se mostró partidario de la unidad italiana. Es autor de una novela epistolar, en la que se ha visto un gran parecido con el Werther, titulada Ultime lettere di Jacopo Ortis [Últimas cartas de Jacobo Ortis], 1802. Pero sobre todo le han dado fama Dei sepolcri (1806), más conocida como I sepolcri [Los sepulcros], poema en endecasílabos blancos, donde lo autobiográfico se mezcla con lo literario. Pero las figuras clave del llamado primer Romanticismo y casi de todo el siglo XIX son Alessandro Manzoni (1785-1873) y Giacomo Leopardi (1798-1837). El primero, representante de la llamada tendencia liberal, cultivó varios géneros: Inni sacri [Himnos sagrados], 1812-1822, ina­cabada, que pretendía celebrar las principales solemnidades de la Iglesia; Il cinque maggio [Cinco de mayo], 1821, escrito al conocer la muerte de Napoleón, muestra en ella su simpatía y compasión por el vencido; las tragedias Il conte di Carmagnola [El conde de Carmañola], 1820, tiene como protagonista a un personaje del siglo XV y está escrita según las normas de la tragedia romántica, y Adelchi (1822), situada en la antigua Lombardía; pero sobresale con una novela, considerada histórica, en la que hace protagonistas a una pareja perteneciente a la clase baja: I promessi sposi [Los novios]. El segundo es la primera figura de la escuela llamada democrática. Su obra es fundamentalmente poética y en ella sobresale Canti [Cantos], 1831, en los que utiliza endecasílabos blancos y silvas, poemas llenos de pesimismo por la situación que vive el país en el momento. Este pesimismo se verá suavizado en su obra posterior, Idilli [Idilios]. Es también autor de obras en prosa, entre las que destaca Zibaldone[Libro de notas], muy variada en cuanto a su contenido, es un documento valioso para conocer la personalidad y el pensamiento del autor.

El género que adquiere mayor importancia en esta época y que continuará teniéndola en la siguiente es la narrativa y dentro de esta, la narración histórica y las memorias. En este sentido hay que recordar a Massimo d’Azeglio (1798-1866), autor de novelas históricas como Ettore Fieramosca (1833), y de un libro de memorias, I miei ricordi [Mis recuerdos]. De la importancia que tuvo en su época la obra de Silvio Pellico (1789-1854), Le mie prigioni [Mis prisiones], 1832, es reveladora la siguiente frase de Cesare Balbo: «hizo más daño a Austria que cualquier derrota militar».

El segundo Romanticismo se caracteriza por una literatura patriótica y religiosa. El hecho histórico que ahora tiene más repercusiones es la unificación italiana. Nace un público que demanda una literatura nueva, diferente, generalmente útil y práctica. Pero no se puede hablar de uniformidad, aunque predominen los escritores burgueses. En esta época se da la Scapigliatura, equivalente a nuestra bohemia, constituida por un grupo de escritores milaneses o residentes en Milán, que se distinguen por sus actitudes vacilantes, inquietas, contradictorias y anarquistas.

Consecuencia de la unidad es un mayor intercambio y comunicación a todos los niveles, al haber desaparecido las fronteras, lo que también favorece el mercado de libros. Al mismo tiempo proliferan las publicaciones periódicas de carácter cultural o con suplementos culturales. Pero la unidad volvió a plantear el problema de la lengua, ya que el mayor contacto entre italianos de diferentes regiones obligaba al uso de una lengua común como vehículo comunicativo. La solución fue la florentina defendida por Manzoni, pero no aceptada por todos, por ejemplo Carducci.

El triunfo del positivismo contribuyó al desarrollo de una literatura realista, que trataba de presentar la realidad tal como era, haciendo un análisis de ella, sin renunciar a los aspectos más desagradables, sino mostrando cierta predilección por ellos. Hay algunos temas que se repiten, como la familia, la prostitución, así como los protagonistas de algunas novelas: el científico, el médico.

En general los escritores pretenden acercar la literatura al pueblo, porque, según palabras de Emilio Marchi, «El arte es algo divino, pero no estaría de más escribir de vez en cuando también para los lectores».

El género predominante seguirá siendo la narrativa, como más adecuado para presentar la realidad y más fácil para llegar a un mayor número de lectores. También el teatro experimentó un gran auge, pero casi desapareció la tragedia para dar paso al drama, más acorde con la sociedad y gustos burgueses.

Para destacar a algunos nombres, empecemos citando a Giovanni Verga (1840-1922), que se da a conocer con algunas novelas históricas, pero pronto se centrará en la realidad presente y, muy influido por Zola, llegará a ser un representante destacado del naturalismo o verismo, tanto en la narrativa como en el teatro, conociendo un gran éxito de crítica y público. Algunas de sus novelas: Amore e Patria, Una peccatrice [Una pecadora], 1866, Eros, I Malavoglia [Los malasangre], 1881, Mastro don Gesualdo (1881-1889). Teatro: I nuovi Tartufi, Cavalleria rusticana [Caballería rural], que dio origen a la ópera del mismo título, y La lupa [La loba].

La obra de Giosuè Carducci (1835-1907), garibaldino, mazziniano, anticlerical y republicano, es muy variada. Pero es reconocido ante todo como lírico. En sus obras se aprecia tanto un tono satírico como su admiración por los clásicos, griegos y latinos, cuya métrica trató de adaptar. Hay que citar de él Juvenilia (1856-1860), en la que se nota la influencia de los clásicos; Odi barbare [Odas bárbaras], 1877-1889, en la que quiso llevar a cabo la adaptación de la métrica clásica; Rime nuove [Rimas nuevas], 1861-1867, considerada su obra maestra, llena de serenidad y madurez; y Rime e ritmi [Rimas y ritmos], 1897-1898, con hondas preocupaciones por temas como el infinito y la eternidad.

Francesco de Sanctis (1817-1883), intelectual, activista y político que tomó parte en la lucha por la unidad italiana. Sufrió la cárcel y el exilio. Conseguida la unidad, ocupó puestos importantes en el gobierno de la nación. Considera inseparables forma y contenido, ya que para él son componentes indivisibles de la obra de arte. Su obra es eminentemente crítica y mereció la atención de D’Annunzio, Croce, Carducci, Gentile y Gramsci, aunque no siempre en tono elogioso. De entre todas ellas destaca Storia della letteratura italiana (1869-1871), escrita con la intención de que fuera libro de texto en los centros de enseñanza superior.

Conseguida la unidad, surge la necesidad de educar a los ciudadanos, reflejada en esta frase de Massimo d’Azeglio: «Ahora que Italia está hecha, hay que hacer a los italianos».

Antes de producirse la unidad ya hay autores que muestran en su obra una preocupación didáctica, como Pietro Thouar (1809-1861), Luigi Alessandro Parravicini (1799-1880: participó en tareas pedagógicas por el Risorgimento; con ese fin escribió Giannetto [Juanito], que se convirtió en el libro de lectura más difundido de Italia hasta que se publicó Cuore[Corazón] y que parece fue el punto de partida para los Giannettino, de Collodi) y Giuseppe Taverna (1764-1850). Este fue un sacerdote y maestro de ideas liberales, tanto en asuntos religiosos como pedagógicos. Daba gran importancia a la educación de los sentidos en la primera etapa de formación, mientras que en la segunda concedía mayor relevancia a la razón. Intentaba separar moral y religión en la enseñanza. A este tema dedicó numerosas obras, especialmente a la lectura. Continuadores de esta corriente son Ida Baccini (1850-1911), que escribió Le memorie di un pulcino [Memorias de un pollito], en la que, como en la mayoría de sus obras, destaca la agilidad, la elegancia, la amenidad, la gracia y la vivacidad; y Edmondo de Amicis (1847-1908). Autor de gran éxito entre sus lectores, lo que contrasta con las duras críticas que le dirigió Carducci. Con sus obras pretende seguir trabajando en favor de la unidad y para esta causa escribió L’idioma gentile, encaminada a conseguir la unidad lingüística, y Corazón, 1886, su obra maestra, con la que pretendía llegar a la unidad de sentimientos, y en la que intentó transmitir sobre todo el amor a la patria y al trabajo. En esta línea, y un poco anterior a De Amicis, hay que situar a Collodi, que comienza su actividad literaria como periodista y periodista seguirá siendo toda la vida, porque según él es algo inevitable. Pero también hace traducciones, escribe relatos, esbozos y piezas dramáticas. No obstante, es más conocido como autor de literatura infantil. Y el personaje por él creado se diferencia de los anteriores porque es un personaje más activo y autónomo, que trata de aprender por sí mismo de sus errores y ser el protagonista de su transformación. De él y de su obra trataremos en los apartados siguientes.

Otros autores, cuya vida y obra, como alguno de los anteriores, se prolonga y adentra en el siglo XX, son Antonio Fogazzaro (1842-1911), célebre sobre todo por sus novelas, Piccolo mondo antico [Pequeño mundo antiguo], 1896, y Piccolo mondomoderno [Pequeño mundo moderno], 1901, especialmente la primera, situada en la Italia bajo dominio austriaco; Giovanni Pascoli (1855-1912), gran lírico, que escribió en italiano y en latín: Myricae (1891), título tomado de la 4.ª égloga de Virgilio; Primi poemetti [Primeros poemillas], 1904, Nuovi poemetti [Nuevospoemillas], 1909, y Canti di Castelvecchio [Cantos de Castelvecchio], (1903), en todas ellas deja sentir su personalidad inquieta y melancólica; y Gabriele d’Annunzio (1863-1938). Se dio a conocer como poeta con Primo vere (1879) y Canto novo (1882), imitación de Carducci y de poetas latinos; Isotteo e la chimera y Poema paradisiaco son consideradas sus piezas líricas más valiosas. De sus numerosas obras dramáticas se suele destacar Figlia di Jorio [Hija de Jorio], 1904. Y de su prosa realista, Novelle della Pescara y Notturno son todavía bastante valoradas, mientras que Il piacere [El placer], 1888, y L’innocente (1892), un tiempo de moda, hoy están casi olvidadas.

El autor y su obra

Carlo Lorenzini, verdadero nombre de nuestro autor, nació el 24 de noviembre de 1826 en Florencia y murió en la misma ciudad el 26 de octubre de 1890. Fue el primogénito de diez hermanos, de los que sobrevivieron tres varones (él, Paolo e Ippolito) y dos hermanas (Maria Adelaide y Giuseppina, muerta a los 16 años).

Su formación la recibió principalmente en centros religiosos, en los que estudió hasta los 17 años. En 1837 ingresó en el seminario de Colle Val d’Elsa, pero falto de vocación religiosa lo abandonó en 1842 y siguió estudios de retórica y filosofía (1842-1844), equivalentes más o menos al actual Liceo Clásico o a nuestros estudios de Enseñanza Media, en las Escuelas Pías de su ciudad natal, dirigidas por los Escolapios.

Que no se distinguió como buen alumno lo reconoce él mismo, cuando, refiriéndose a sus experiencias de entonces, dice en el capítulo «Quand’ero ragazzo» [«Cuando yo era muchacho»] de Storie allegre (1887):

[...] y ahora adivinad quién era el alumno más vago, más inquieto e impertinente de toda la escuela. Si no lo sabéis, os lo diré al oído; pero hacedme el favor de no decírselo a vuestros padres ni a vuestras madres. El alumno más inquieto e impertinente era yo.

Esta conducta, de la que ahora parece enorgullecerse, no le satisface, por lo que más adelante dice:

Desde aquel día me convencí de que molestando y siendo impertinente en la escuela se termina perdiendo la benevolencia del maestro y la simpatía de los compañeros. Me hice un buen chico yo también; respetaba a los demás y los demás me respetaban a mí; y después de un mes de laudable conducta, me nombraron emperador de los romanos. Pero los romanos de mi escuela, en lugar de darme el título de majestad, seguían llamándome con el modestísimo nombre de Collodi.

Aparecen en estos textos algunos rasgos coincidentes entre el autor y el protagonista de su obra maestra, así como una de las razones de su pseudónimo, Carlo Collodi, que usó por primera vez en 1856 al firmar «Coda al programma della “Lente”». Otra de las razones de dicho pseudónimo, que adoptó definitivamente entre 1870 y 1880 para firmar sus obras, fue la admiración que sentía por el pueblo de su madre, entre Lucca y Pistoia, y en el que el autor había pasado largas temporadas. El pueblo se lo ha agradecido creando allí una fundación que lleva su nombre, entre cuyos objetivos se encuentra difundir las obras de Lorenzini y especialmente Pinocho. También ha llevado a cabo la realización del Parque de Pinocho, en el que están representados numerosos personajes y pasajes de la obra: Pinocho, el Hada, el País de los Juguetes, el Grillo parlante, el Teatro de Marionetas, el Gato y la Zorra, el bosque de los asesinos, el Caracol, el Campo de los Milagros, Pinocho transformado en burro, y hasta el terrible Tiburón, por cuya enorme boca se puede penetrar para ir en busca de Geppetto. Usó además los pseudónimos de ZZTZZ y Nasi (Narices).

Aunque mal estudiante, fue un autodidacto, y entre sus aficiones se cuentan el francés, la literatura francesa y la música.

Sin terminar los estudios, en 1842 y 1843, trabaja en la librería Pitti, gestionada por el paleógrafo Giuseppe Aiazzi, quien le encarga la redacción de un boletín bibliográfico y más tarde (1845) lo hace redactor estable. Se despierta entonces su afición por la literatura y el periodismo, ocupaciones que mantendrá a lo largo de su vida.

En 1848 se enrola como voluntario y toma parte en los hechos de Curtatone y Montanara, pertenecientes a la llamada 1.ª guerra de independencia. Hay tres cartas dirigidas a Aiazzi, en las que le da cuenta de sus experiencias como soldado. En ese mismo año, y gracias a su protector, fue nombrado mensajero del Senado toscano, cargo que dejó para colaborar en Il Lampione [El Farol].

Como el periódico anterior fue suprimido, se le nombró oficial de primera clase y más tarde archivero en el hospital de los Inocentes (1850) y bibliotecario del Senado. Unos años después es secretario de la Romandiola Picena, una famosa sociedad dramática de Bolonia.

Volvió a la lucha por la independencia de su país en 1859 (Segunda Guerra), pero el armisticio de Villafranca, interpretado como una traición para los italianos, le hace volver a Florencia, donde reemprenderá su labor periodística. Parece que la incorporación a la guerra estuvo motivada en parte por el deseo de alejarse de la ciudad a causa de una decepción amorosa.

A su regreso del frente lo hacen miembro de la Comisión de Censura teatral, cargo que ocupa de 1860 a 1864. En este último año será secretario de segunda clase de la prefectura de Florencia.

Toda su vida transcurre, por tanto, durante el siglo XIX, en el que se dan en Italia, como en otros países europeos, el Romanticismo, positivismo y realismo. Pero en Italia se dio además el Risorgimento, una de cuyas figuras fue Giuseppe Mazzini. Collodi fue un admirador suyo y con él compartió ideales políticos y culturales. Por eso hizo compatibles su dedicación a la literatura y al periodismo con la lucha como soldado a favor de la unidad italiana. Su producción literaria no persigue exclusivamente un fin lúdico o estético, sino que siguiendo los consejos de su amigo y admirado, pero también lo que es tónica general de la época, intenta transmitir una enseñanza. El afán didáctico y pedagógico no está exento a veces de una carga moralizante excesiva. Como recompensa y premio a su trabajo a favor de las masas depauperadas culturalmente y que él trató de enriquecer se convertiría en un funcionario del nuevo estado.

Su actividad literaria se inicia, como ya hemos indicado, haciendo recensiones para librerías y colaborando en la prensa periódica, colaboraciones que ejercería aproximadamente desde los veinte años a lo largo de toda su vida en numerosas publicaciones. Una prueba de que sentía un gran aprecio por esta actividad son estas palabras: «Se nace poeta, pero no es necesario nacer periodista. Pero una vez que uno se ha hecho periodista, se muere siendo periodista».

Aparecen estas colaboraciones, sin firma, en Rivista di Firenze [Revista de Florencia], en 1847. Al año siguiente empieza a escribir en Il Lampione, diario satírico-político, de orientación mazziniana y republicana, en el que colaboró en sus dos etapas (1848-1849 y 1860-1861). El periódico tenía como objetivo «iluminar a los que andaban en tinieblas». Escribe también en Lo Scaramuccia (1850-1853), que dirigió algún tiempo (1853) y se ocupaba exclusivamente de teatro, y a la que después llamó Ómnibus. De ese mismo año son sus escritos en L’Arte, periódico literario, artístico y teatral, que funda y dirige.

De 1854 a 1859 son sus artículos en L’Italia musicale, periódico bohemio, el más importante en la Italia de entonces sobre música. Casi por la misma época (1856-1858) escribe en La Lente, semanario humorístico de Letras, Ciencias, Arte, Industria y Teatro, en el que usó por primera vez el pseudónimo que le ha hecho famoso. En los años siguientes colabora en La Nazione (1859-1860), La Gazzetta del Popolo (1863-1865), Il Fanfulla (1871-1887), diario de centro-derecha que dedica bastante información a la cultura y a la política; La Gazzetta d’Italia, en la que usó el pseudónimo Nasi;La Scena, semanario humorístico, artístico y teatral; Il Corriere[El Correo] y, sobre todo, Giornale per i bambini[Periódico para los niños], 1881-1885, cuyo objetivo era «ofrecer a los jóvenes una lectura agradable e instructiva y obligar a los escritores más ilustres a que se pusieran a su nivel». En él apareció su obra más importante y se hizo cargo de su dirección por invitación de Martini de 1883 a 1885. A estos habría que añadir otros muchos periódicos, semanarios, efemérides, hojas teatrales, etc., algunos de vida muy efímera.

Se da a conocer como polemista con un opúsculo titulado Il signor Albèri ha ragione [El señor Albèri tiene razón] que aunque aparece sin fecha se supone de 1859 o 1860. Es un escrito hecho por encargo del gobierno provisional y dirigido contra Eugenio Albèri, profesor universitario de Pisa, neogüelfo y católico intransigente, que al servicio de Napoleón III, había escrito contra los plebiscitos. Durante mucho tiempo se pensó que en él utilizó por primera vez su famoso pseudónimo. El escrito tiene un tono irónico, pues aunque parece que se pone de parte de Albèri, en realidad lo ridiculiza.

Si excluimos su producción periodística, ya tratada, su obra literaria empieza con I racconti delle fate [Cuentos de hadas]; 1875, traducciones y adaptaciones de fábulas francesas de Charles Perrault, Madame d’Aulnoy y Madame Leprince de Beaumont. Aparece aquí su admiración por la literatura francesa, así como su conocimiento de la misma y de su lengua. Todo ello le permite ser un buen traductor. No están ausentes, sin embargo, sus dotes creativas, y de vez en cuando se toma la libertad de añadir pasajes inexistentes, utilizando la lengua coloquial.

Resulta difícil hacer una clasificación del resto de su obra, ya que los temas y las intenciones se entremezclan con frecuencia. No obstante nos arriesgamos a hacer la siguiente: 1) Dramática: poco representada y poco valorada en general. A este género pertenecen Gli amici di casa [Los amigos de casa], 1853, comedia en dos actos que no se representó a causa de la censura, ya que las alusiones a personalidades de la época eran muy claras; La coscienza e l’impiego [La conciencia y el empleo], que tiene como protagonista a un tartufo político y social de la Italia unida; L’onore del marito [El honor del marido], 1853, comedia en tres actos sobre el adulterio, de la que existen varias redacciones, y que fue representada en 1872; Antonieta Buontalenti