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LA ÚLTIMA LOBA DE INGLATERRA QUIERE CAZAR. AGOTADA, HAMBRIENTA Y SOLA, TEME POR LA VIDA DE LA CAMADA QUE ALBERGA EN SU VIENTRE, Y HUYE DE LOS HOMBRES QUE PRETENDEN ANIQUILARLA. Yorkshire, 1649. Desde que huyeron de Irlanda, Caragh y su familia han ocultado su verdadera identidad a fin de emprender una nueva vida en Inglaterra. Pero, cuando sus padres son brutalmente asesinados a manos de un protestante que quiere acabar con los católicos de la zona, Caragh se ve obligada a huir de nuevo. Pone rumbo al este y llega a un bosque donde conoce a un aquelarre de mujeres que llevan el pelo suelto y rehúsan seguir las normas de los hombres. Rodeada por fin de personas que la aceptan, Caragh desconoce que las mujeres del bosque negro son víctimas de una persecución muy distinta y de que sus días allí están contados. «Una auténtica danza macabra, diabólica y apasionante». ESSIE FOX «Visceral, imprevisible, adictiva… Las mujeres del bosque negro pide a gritos ser devorada». STACEY HALLS «Bellamente revulsiva e intensa». WILL SELF «Una de las mejores novelas que he leído en años». DAVID PEACE «Oscura, divertida y perversa». A. L. KENNEDY «Sombría, pero maravillosa». ALAN BENNETT «Compleja y desgarradora». A. G. SLATTER «Juguetona, imaginativa y, en ocasiones, devastadora». NICK CUTTER
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Seitenzahl: 816
Veröffentlichungsjahr: 2025
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
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Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
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28036 Madrid
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Las mujeres del bosque negro
Título original: Black wood women
© Michael Stewart 2024
© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Publicado por HarperCollins Publishers Limited, UK
© De la traducción del inglés, Carlos Ramos Malavé
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Publishers Limited, UK.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones son pura coincidencia.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
Diseño de cubierta: Caroline Lakeman para HQ
Imágenes de cubierta: Shutterstock
I.S.B.N.: 9788419809698
Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Prólogo
Cuatro años y medio antes
Capítulo 1
Cuatro años antes
Capítulo 2
Tres años antes
Capítulo 3
Dos años y medio antes
Capítulo 4
Dos años antes
Capítulo 5
Un año y medio antes
Capítulo 6
Nueve meses antes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Epílogo
Nota histórica
Agradecimientos
A todas las mujeres de mi vida que forman mi Club Briar,
las que se ofrecen unas a otras comida, vino y consejo
siempre que se necesite. Las que no pestañearían
al ver un cadáver en el suelo. Vosotras sabéis quiénes sois.
Acción de Gracias de 1954
Washington D. C.
Si estas paredes hablaran… Bueno, no hablan, pero, desde luego, escuchan. Y observan.
La Casa Briarwood es tan vieja como el siglo. Lleva cincuenta y cuatro años presidiendo —con su fachada de ladrillo y sus cuatro plantas, un poco destartalada— la plaza a sus pies. Ha conocido tres guerras, diez presidentes e incontables inquilinos… Sin embargo, hasta esta noche nunca había presenciado un asesinato. Ahora sus paredes huelen a pavo, a pastel de calabaza y a sangre, y la mansión se ha estremecido hasta sus cimientos.
También está un poco entusiasmada. Esto es lo más emocionante que la Casa Briarwood ha vivido en décadas.
Un asesinato. ¡Un asesinato aquí, en el tranquilo corazón de cercas blancas de madera de Washington D. C.! Encima, el Día de Acción de Gracias. Y no es que a la casa le sorprenda eso demasiado; ha conocido suficientes días de fiesta como para saber que, cuando reúnes a mucha familia y la mezclas con demasiado ponche de ron, alguna vez puede haber derramamiento de sangre. Pero la escena que se ha desencadenado esta noche y ha salpicado la casa de sangre desde la entrada hasta el ático…
Cielo santo, qué desastre.
Hay un cadáver en el suelo del segundo apartamento del ático que derrama un lago de sangre desde su garganta abierta casi hasta el hueso. Abajo, en el vestíbulo, hay un detective que garabatea en su libreta. Por la cocina, dieciséis personas se pasean en diversos estados de shock: alguna persona anciana y jóvenes; hombres y mujeres; algunos llorando, y otros, en silencio. Y cada uno de ellos —la casa lo sabe porque ha estado viendo cómo todo estallaba desde el impactante comienzo hasta el aún más impactante final— alberga distintas razones para temer que acabará la noche esposado.
Cuando el detective de policía entra en la cocina para hablar con la propietaria y casera de la Casa Briarwood, la encuentra inmersa en un ataque de histeria. La casa agita sus cortinas, hace sonar un par de puertas y echa otro vistazo a la escena del crimen, en la planta superior. Las paredes de color verde de ese apartamento particular tienen pintada una intrincada enredadera florida; sin embargo, resulta difícil decir qué clase de flores es bajo las manchas de sangre. «Ha sido un asesinato brutal», musita la casa. Ni un momento de vacilación en la mano que sostenía esa hoja.
—Aún no hemos identificado el cuerpo, señora Nilsson —le está diciendo el detective a la propietaria cuando la atención de la casa vuelve a la cocina—. No se ha encontrado que el cadáver llevase ninguna documentación encima.
—¡Confío en que no esperen que sea yo la que vaya a verlo! En mi estado de nervios… —Aparta el vaso de agua que le ofrece con insistencia su desgarbado hijo adolescente.
—Tenemos informes preliminares que nos dicen que la muerte se produjo entre las seis y las siete de la tarde. Tengo entendido que usted no se hallaba en la casa en ese momento, señora Nilsson.
—Había ido a mi club de bridge. Siempre voy a mi club de bridge los jueves por la noche.
—¿Incluso el Día de Acción de Gracias? —preguntó en tono escéptico el detective.
«Si hubieras visto tantas celebraciones como yo ponerse feas —quiere decirle la casa—, lo que te sorprendería es que no quiera huir de ellas todo el mundo».
—Un desperdicio, Acción de Gracias. Siempre doy un almuerzo con pavo a mis huéspedes, pero eso no es suficiente para algunos. —La señora Nilsson solloza mirando a su hijo, que aún ronda con el vaso de agua—. Este no levanta un dedo por su madre en la cocina; sin embargo, en el momento en que esa mujer dice que va a preparar un pavo entero en mi hornoStratoliner…
A la Casa Briarwood no le gusta la señora Nilsson. No le gustó la primera vez que traspasó su umbral vestida de novia, quejándose, antes de haberse sacudido el arroz del pelo, de que los pasillos eran demasiado estrechos («¡demasiado estrechos, mis pasillos!»), y lleva veinte años sin gustarle. Tampoco le gusta a nadie de los presentes en esa habitación —la casa lo sabe perfectamente—. No es tan difícil interpretar a las personas.
—El cuerpo se encontró en el apartamento de la cuarta planta, el que tiene las paredes de color verde. —El detective está mirando sus notas, y por eso pasa por alto la primera pista: las tensas miradas que intercambian con rapidez de sombra los otros quince testigos.
«¿O “sospechosos” sería una palabra más exacta?», se pregunta la casa. Porque ella sabe algo que el detective desconoce.
Por supuesto que el asesino está en la habitación.
—¿Puede decirnos quién tiene alquilado ese apartamento de la última planta, señora Nilsson? —insiste el detective, a lo suyo.
La propietaria resopla de nuevo, y la casa se acomoda, encantada, a escuchar:
—La señora Grace March.
Junio de 1950