Los ángeles - Dr. Brian J. Bailey - E-Book

Los ángeles E-Book

Dr. Brian J. Bailey

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Beschreibung

El libro del Dr. Brian Bailey “Los ángeles”, es un estudio que esclarece el papel que estos seres angelicales juegan en las vidas de la humanidad. En el libro, el Dr. Bailey describe los rangos y las funciones de Los ángeles celestiales y revela el hecho soberano de que Los ángeles están registrando cada palabra, obra, acción y actitud de cada uno de los creyentes.

El lector será alentado al descubrir la bondad y el amor de nuestro Padre Celestial, Quien ha creado un ángel guardián para cada uno de Sus hijos. Es maravilloso darnos cuenta de que a cada uno de nosotros se nos ha asignado exclusivamente un ángel que cuide de nosotros.

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LOS ÁNGELES

Título original: “Angels”

© 2002 Brian J. Bailey

Versión 3.0 en inglés, revisada en 2015.

Título en español: “Los ángeles”

© 2003 Brian J. Bailey

Versión 3.0 en español revisada en 2023

Publicado por Zion Christian Publishers.

Libro de texto de Zion Christian University.

Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Diseño de portada:

© 2004 Zion Fellowship, Inc.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en

manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.

A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia,

versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Edición: Marlene Zacapa

Publicado en formato e-book en 2023

En los Estados Unidos de América.

ISBN versión electrónica (E-book) 1-59665-851-7

Para obtener más información comuníquese a:

Zion Christian Publishers

Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

P.O. Box 70

Waverly, NY 14892

Tel: (607) 565-2801

Fax: (607) 565-3329

www.zcpublishers.com

www.zionfellowship.org

RECONOCIMIENTOS

Al equipo de producción de Malasia:

Editor General : Dr. Paul Caram

Editor: Joyce Aw

Editor Asistente: Caroline Tham

Diseño de portada: Peter Noah Sam

Y al equipo de trabajo de IBJ - Guatemala, por su valiosa ayuda y abnegada dedicación en la producción del presente libro.   

PREFACIO

Ángeles buenos

El apóstol Pablo nos dice que los ángeles son: “espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (He. 1:14). Por lo tanto, los ángeles nos rodean y nos cuidan constantemente. Incluso en nuestro estado aún no regenerado estos mensajeros celestiales nos protegían, e intentaban guiarnos y llevarnos por los caminos de la justicia y la salvación.

Recuerdo muy bien que, a la temprana edad de nueve años, mientras jugaba en el jardín de mi padre, se me apareció un ángel de niños. Tenía una trompeta en su mano, y sin decir ni una palabra, me hizo entender [por los sonidos de la trompeta... (ver Ap. 4:1)] que Dios tenía un propósito para mi vida, el cual no entendería totalmente hasta que fuera mayor.

Ángeles malignos

Lamentablemente, hay otros ángeles que no son santos, a los cuales nos referimos como los ángeles “caídos”. Estos son los habitantes caídos del Cielo que siguieron a Lucifer en su rebelión antes de que comenzaran los tiempos. Los ángeles caídos, junto con un ejército de demonios que eran antiguas criaturas de la Tierra, intentan influenciar a los hijos de los hombres para que sigan una vida de pecado y degradación.

Los demonios y los ángeles caídos, condenados ya para el juicio eterno, desean arrastrar con ellos a la perdición eterna a todos los que puedan. Al haber perdido las bendiciones de la vida eterna, su objetivo es privar también a todos los demás de la vida eterna. Para este fin, utilizan todos los medios disponibles para hacer que los hombres rechacen a Dios y la gran salvación que Él proveyó por medio del sacrificio de Su Hijo, Jesucristo, en la cruz del Calvario.

El apóstol Juan nos advierte en 1 Juan 4:1-3: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”.

INTRODUCCIÓN

Este estudio está dirigido para que el lector alcance un mayor entendimiento y apreciación de todos los ejércitos invisibles de ángeles santos que intentan ayudarnos en nuestro caminar por esta vida, desde la Tierra hasta el Cielo. Un punto que nos gustaría tratar es este: Somos tan preciosos a los ojos de nuestro amado Padre Celestial, que Él ha ordenado para cada uno de nosotros, Sus hijos, nuestro propio ángel para cuidarnos y vigilarnos. Así pues, como dijo el mismo Señor Jesucristo, nunca estamos solos (cf. Mt. 28:20b; He. 13:5).

Quizá una experiencia personal pueda ser útil para ilustrar esto. Hace muchos años, cuando estaba estudiando en uno de los varios Institutos Bíblicos a los que asistí, me invitaron a estar en el comité de un campamento cristiano en los meses de verano. Una de mis tareas consistía en llevar a los santos cada semana en autobús a una cueva en las montañas de Derbyshire. Después que los autobuses aparcaban al pie de la montaña, mi responsabilidad era llevar a unos sesenta o más hombres, mujeres y niños por un camino tortuoso hasta la boca de la cueva, a mitad de la montaña.

En una ocasión, cuando estaba cerca de la cima (y siendo joven en aquel entonces) dejé el camino y subí corriendo por la resbaladiza hierba, hasta la entrada de la cueva. Desgraciadamente, una señora de unos setenta años, que era considerablemente menos ágil, decidió seguir mi atajo. Cuando estaba cerca de la cima en la que yo estaba esperando, se deslizó y comenzó a resbalarse.

Rápidamente extendí mi mano para agarrarla, pero al hacerlo, mi pie quitó de su lugar un puñado de piedras, las cuales comenzaron a rodar montaña abajo, dirigiéndose hacia [N. del E.: y poniendo en peligro a] los santos que había abajo. Mi espíritu clamó: “Señor, Tú me has enviado para salvar, no para matar”. Inmediatamente, mis ojos espirituales fueron abiertos, y vi un ángel detrás de cada creyente. Estos ángeles eran de diferentes tamaños, y su tamaño, aparentemente, dependía del desarrollo espiritual o madurez de los cristianos.

Los ángeles eran muy amables y misericordiosos al realizar sus encargos. Esperaban con gran paciencia y ternura a que los ancianos negociaran sus turnos en el camino, y parecía que animaban a cada uno de ellos mientras subían por la montaña que, por cierto, tenía unas pendientes bastante abruptas. Era una bonita escena. A propósito, ninguna de estas piedras impactó en ningún santo, ni tampoco en los autobuses. Para mí, esto no fue otra cosa que un milagro de la gracia de Dios.

Antes de la creación de la Tierra

En los días en que el tiempo aún no existía, Dios el Padre, en Su infinita sabiduría, creó miríadas de ángeles. No fueron creados iguales, ya que cada uno de ellos fue creado para desarrollar tareas específicas, para que los Cielos pudieran ser habitados, y sus varias tareas y necesidades, fueran atendidas por este ejército de hermosos seres. Vestidos con túnicas de radiante pureza, llenaban el Cielo con la música de sus alabanzas al Dios trino.

Lucifer: el líder y jefe de los ángeles

Su líder era Lucifer, cuyo nombre significa: “estrella resplandeciente” o “hijo de la mañana”. Al ser la más alta de las criaturas de Dios, la belleza de Lucifer era sorprendente y su luz deslumbrante. Las Escrituras dicen algunas cosas extraordinarias de él. Ezequiel 28:12 dice acerca de él: “[…] Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura”. De toda piedra preciosa era su vestidura: “[…] De cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación” (Ez. 28:13). Además de su extraordinaria belleza, carisma y sabiduría, Lucifer era un músico excelente.

Ezequiel 28:14 continúa describiéndonos a Lucifer y dice que era, “querubín grande, protector, yo [Dios] te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas” [N. del E.: en la versión del inglés King James, este versículo dice: ‘querubín ungido y protector’]. Note que Lucifer estaba “ungido” y “protegido”. Su influencia y carisma se extendían a lo largo y ancho del Cielo. Él estaba en el santo monte de Dios, a los lados del norte, el monte Sion de Apocalipsis 14. Este es el lugar del trono de Dios. Lucifer estaba directamente bajo la Deidad, sobre el santo monte, y era responsable de la administración de todo el Cielo, bajo el mando de Dios.

Ezequiel 28:3 dice que era “más sabio que Daniel”. Lucifer era la encarnación de la sabiduría. Ningún secreto del hombre o secreto conocido por el hombre puede estar oculto para él. Sin embargo, su conocimiento es limitado, ya que solo sabe lo que Dios le permite saber. Él no es divino [N. del E.: deidad] ni omnisciente y, desde su caída, su sabiduría se pervirtió y se volvió astuta.

La caída de Lucifer

En Ezequiel 28:15 leemos acerca de Lucifer: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”. ¿Cuál fue la iniquidad en la que él cayó? Se nos dice que el corazón de Lucifer se enalteció por causa de su hermosura y su esplendor, como se nos dice en el versículo 17: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor […]”. Se admiró a sí mismo (cf. 2 Tm. 3:2, 4) en lugar de admirar a Aquel que le había creado y coronado con toda bendición imaginable.

Lucifer, después, “asemejó su corazón al de Dios”, diciendo (como registra Is. 14: 13-14):

• “Subiré al Cielo”.

• “Levantaré mi trono junto a las estrellas de Dios”.

• “Me sentaré también en el monte del testimonio, a los lados del norte”.

• “Subiré sobre las alturas de las nubes”.

• “Seré semejante al Altísimo”.

Estos se llaman “los cinco yo haré” de Satanás. Lucifer quería la posición que estaba reservada solo para Cristo desde el principio de los tiempos. Debemos tener cuidado con el área de nuestra voluntad, para no exaltar nuestros propios deseos como lo hizo Satanás. La voluntad propia es algo terrible. Muchos cristianos podrían todavía hoy seguir en los caminos de Dios, pero, por seguir su voluntad, se apartaron. Que nos agrade y sea nuestro deleite hacer la voluntad de Dios: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal. 40:8).

Podemos ver que la ambición, la voluntad propia y la autoglorificación provocaron la caída de Lucifer. Él quería la adoración para él mismo en lugar de darle la gloria a Dios. También era profundamente desagradecido por todo lo que Dios había hecho por él. Todo lo que quería era más para él mismo. La falta de agradecimiento es, generalmente, el primer paso antes de descarriarse (Ro. 1:21). Que podamos abrir bien nuestros oídos a este aviso de advertencia.

Lucifer no fue el único que se rebeló contra Dios, sino que indujo a un tercio de los ángeles para que se juntaran con él en esta insurrección, como vemos en Apocalipsis 12:4 (donde lo tenemos representado como un dragón): “Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra […]”. El hecho de que les “arrastró” revela que él era su líder. Nuestra batalla, por tanto, no solamente es con Satanás, sino también con todos los otros ángeles caídos, aunque algunos de ellos ya han sido atados. Sin embargo, dos tercios de los ángeles permanecieron fieles a Dios cuando esta rebelión irrumpió en el Reino glorioso de Dios. ¿Qué fue lo que preservó a los otros dos tercios de los poderes persuasivos de Lucifer para que se unieran a él en esta rebelión? Fue la divina misericordia de Dios. Y es la divina misericordia de Dios la que nos mantiene fieles en las pruebas cuando otros se rebelan.

Este principio de ser preservados en tiempos de insurrección se nos describe en el Tabernáculo de Moisés, en donde vemos dos querubines que con sus alas cubren al Propiciatorio; ellos representan a Gabriel y Miguel, los dos que se aferraron a la misericordia de Dios cuando Lucifer comenzó su insurrección. Ellos se aferraron al Propiciatorio arriba en los Cielos, por lo cual no cayeron. De igual forma, con este tipo en modelo, vemos cómo los fieles son capacitados para resistir en tiempos de prueba: solo aferrándose a la misericordia de Dios.

En las Escrituras, los ángeles fieles son llamados “santos” porque fueron examinados y sometidos a prueba y fueron hallados dignos, mientras que los ángeles que se rebelaron son llamados “malos”. Con relación a los ángeles que se rebelaron, Judas 1:6 dice: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.

Ellos “no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada”. Todos los ángeles fueron creados buenos, pero un tercio de ellos se hicieron malos por elección propia. El cambio de nombre, de Lucifer a Satanás, significa un cambio de carácter: de bueno a malo, de luz a oscuridad, de Lucifer (estrella del día, hijo de la mañana) a Satanás (adversario, calumniador). El reino de Satanás es un reino de oscuridad, odio y celos (Col. 1:13; Hch. 26:18).

El Infierno fue creado posteriormente para el Diablo y sus ángeles como declaró nuestro Señor Jesucristo: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41). El Infierno es también el destino de todos los rebeldes que siguen a Satanás y a sus compañeros. Ahora, consideremos la fundación del mundo tal como lo hemos conocido.

La creación

Se nos dice acerca de la creación en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. La Tierra original de Génesis 1:1 fue creada perfecta. Sin embargo, en 1:2 de ese mismo capítulo: “Y la tierra estaba [se convirtió en] desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. La palabra para “estaba” en el hebreo es ‘hâyâh’, cuyo significado original es “se volvió, se convirtió”. La Tierra se convirtió en un planeta frío y muerto. Entre el versículo uno y el dos hubo un largo espacio de tiempo indeterminado.

Cuando Dios restauró la Tierra y creó al hombre durante los seis días de Génesis 1:3-31, vemos en el versículo 28: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra […]”. Llenar aquí significa volver a poblar, indicando así claramente que la Tierra había sido poblada anteriormente, aunque no por hombres, sino por una civilización inteligente. Así pues, la Tierra original de Génesis 1:1 estaba habitada, no desolada (Is. 45:18). Se volvió oscura y vacía como consecuencia del pecado y la rebelión de sus primeros habitantes, que juntamente con Satanás, se rebelaron contra Dios. Creemos que los demonios son los espíritus desprovistos de un cuerpo de esa antigua civilización, aunque la Palabra de Dios dice muy poco sobre este tema, hay varios hechos que debemos considerar.

Los ángeles caídos y los demonios son algo totalmente diferente

En el mundo espiritual hay muchos demonios. Estos demonios, que eran habitantes de la Tierra, están totalmente atados a la Tierra, a diferencia de los ángeles caídos. Los ángeles caídos pueden dejar esta Tierra, ya que tienen alas y vinieron originalmente de los Cielos. Por tanto, los ángeles caídos y los demonios son dos géneros totalmente diferentes. Los demonios también son bastante inferiores a los ángeles caídos en estatura, fuerza y rango. También, los demonios intentan habitar un cuerpo, ya que antes vivieron en un cuerpo en esa antigua civilización. Los ángeles caídos nunca tuvieron un cuerpo físico y, por tanto, no intentan morar en un cuerpo.

La tentación

Después que Dios restaurara la Tierra y creara al hombre en Génesis 1:3-31, enseguida, el Diablo acudió a Eva en el jardín en forma de serpiente. Persuadiéndola para que comiera del fruto prohibido del árbol del conocimiento del Bien y del Mal, provocó así la caída de la humanidad.

Lucifer, hijo de la mañana, quien había resplandecido de luz, se convirtió así en el Diablo, el acusador y calumniador (Ap. 12:10). (En este estudio, haremos referencia a Satanás en sus diferentes oficios y títulos por medio de letra mayúscula, como ser Diablo y el Tentador, ya que eso nos permitirá hacer distinción entre él y los demonios, quienes también pueden ser llamados “diablos”. No obstante, también utilizaremos letra mayúscula para los títulos que hagan referencia al Señor (como ser pronombres y adjetivos que hagan mención de Él, debido a que hacen referencia a una Deidad). Pablo también se refiere a Satanás como el Tentador cuando escribe a los creyentes de Tesalónica, diciendo: “Envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano” (1 Ts. 3:5). Como el Tentador, Mateo 4:3 nos dice que se acercó a Cristo en el desierto, planeando Su caída. Sin embargo, nuestro bendito Señor prevaleció contra él con la Espada de Su boca.

Por tanto, de generación en generación, la humanidad ha sido el campo de batalla entre las fuerzas del Bien y del Mal. La intención del Espíritu de Dios siempre ha sido llevar al hombre al Reino de la luz, pero las fuerzas del Mal intentan engañarlo continuamente para que vaya al reino de la oscuridad.