Los clásicos inmortales de los Hermanos Grimm - Hermanos Grimm - E-Book

Los clásicos inmortales de los Hermanos Grimm E-Book

Hermanos Grimm

0,0

Beschreibung

Redescubre la magia eterna de los cuentos que marcaron la infancia del mundo. En Los clásicos inmortales de los Hermanos Grimm, cada página te transporta a un universo donde la inocencia lucha contra la maldad, donde la astucia vence al destino y donde los sueños pueden romper los hechizos más antiguos. Desde Blancanieves hasta Caperucita Roja, pasando por Hansel y Gretel, Rapunzel, La Bella Durmiente y muchos más, esta edición ilustrada en blanco y negro revive el espíritu de los relatos que nunca dejan de inspirar. Con un lenguaje puro y unas ilustraciones que evocan el encanto de las ediciones antiguas, este libro invita tanto a jóvenes lectores como a adultos nostálgicos a sumergirse en el poder simbólico y poético de los cuentos de siempre. Déjate envolver por el misterio, la belleza y la sabiduría de los Grimm. Abre este libro y vuelve a creer en la magia.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 86

Veröffentlichungsjahr: 2025

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Prólogo

Hace más de dos siglos, en una Alemania aún cubierta por bosques espesos y leyendas antiguas, dos hermanos —Jacob y Wilhelm Grimm— emprendieron una tarea que cambiaría para siempre el imaginario del mundo: rescatar las historias que el pueblo contaba al calor del fuego. De boca en boca, de generación en generación, aquellas narraciones habían sobrevivido durante siglos, cargadas de sabiduría, miedo, esperanza y magia.

Los Hermanos Grimm no inventaron estos cuentos; los preservaron. Los escucharon en aldeas, en mercados y en los hogares humildes de su tiempo, y los escribieron con una prosa sencilla pero poderosa, capaz de transmitir el alma de Europa. En ellos laten los ecos de una época en la que el bien y el mal se enfrentaban en los bosques encantados, donde los animales hablaban y las princesas dormían bajo el hechizo de un destino antiguo.

Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel, Rapunzel o Caperucita Roja no son solo relatos infantiles. Son espejos de la condición humana: la inocencia perdida, la justicia restaurada, la perseverancia ante la adversidad. A través de sus páginas, el lector descubre que la moral de cada historia trasciende los siglos y las fronteras, hablándonos hoy con la misma claridad que ayer.

En esta edición reunimos los diez cuentos más célebres de los Hermanos Grimm, seleccionados por su belleza y su impacto cultural. Cada uno de ellos encierra una lección, una advertencia o un sueño, y todos juntos forman un puente entre la tradición oral y la literatura universal.

Que estas páginas te devuelvan, aunque sea por un instante, la mirada asombrada de la infancia y el gozo de creer en lo imposible.

Los Hermanos Grimm

Jacob Ludwig Karl Grimm (1785–1863) y Wilhelm Karl Grimm (1786–1859) nacieron en Hanau, una pequeña ciudad alemana cercana a Fráncfort. Hermanos inseparables, dedicaron su vida al estudio de la lengua, la literatura y las tradiciones populares de su país. Su formación académica en derecho los llevó pronto hacia el interés por los textos antiguos y el folclore, en una época en que Alemania buscaba su identidad cultural y lingüística.

A partir de 1806, los Grimm comenzaron a recopilar relatos orales contados por campesinos, amas de casa y narradores itinerantes. Su propósito no era inventar nuevas historias, sino preservar la memoria del pueblo alemán: las leyendas, las canciones y los cuentos que, transmitidos de generación en generación, reflejaban el alma de Europa.

En 1812 publicaron la primera edición de Kinder- und Hausmärchen (Cuentos de la infancia y del hogar), una colección que pronto se convertiría en uno de los libros más leídos del mundo. Con el tiempo, sus versiones de Blancanieves, Hansel y Gretel, Caperucita Roja o La Bella Durmiente pasaron de ser relatos populares a pilares de la literatura universal.

Además de narradores, Jacob y Wilhelm fueron lingüistas excepcionales. Participaron en la redacción del monumental Diccionario del idioma alemán (Deutsches Wörterbuch), y Jacob formuló la famosa “Ley de Grimm”, que explica la evolución fonética de las lenguas germánicas.

Los Hermanos Grimm murieron en Berlín, pero su legado continúa vivo. Sus cuentos —sencillos, profundos y a menudo morales— siguen recordándonos que la imaginación, la justicia y el coraje son los verdaderos héroes del corazón humano.

Índice

Blancanieves

La Cenicienta

Hansel y Gretel

Caperucita Roja

La Bella Durmiente

Rapunzel

El Enano Saltarín (Rumpelstiltskin)

El Rey Rana o Enrique el Férreo

Los músicos de Brema

El lobo y la siete cabritillas

Blancanieves

Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una venta-na con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.

-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!

Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.

Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al nacer la niña, la reina murió.

Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no po-día soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:

¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces el espejo respondía:

La Reina es la más hermosa de esta región.

Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.

Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella co-mo la clara luz del día y aún más linda que la reina.

Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:

¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

el espejo respondió:

La Reina es la hermosa de este lugar, pero la linda Blancanieves lo es mucho más.

Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada día más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de día ni de noche.

Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:

-Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparezca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.

El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:

-¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.

Como era tan linda el cazador tuvo piedad y dijo:

-¡Corre, pues, mi pobre niña!

Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante, no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocine-ro los cocinó con sal y la mala mujer los comió cre-yendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.

Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árbo-les la asustaban. No tenía idea de cómo arreglárselas y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a través de las zarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ella pero no le hacían ningún daño. Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita a la que entró para descansar. En la cabañita todo era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pe-queña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanieves comió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito.

Luego se sin-tió muy cansada y se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se en-comendó a Dios y se durmió.

Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos que excavaban y extraían metal en las montañas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron que alguien había venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las habían dejado. El primero dijo:

-¿Quién se sentó en mi sillita?

El segundo:

-¿Quién comió en mi platito?

El tercero:

-¿Quién comió de mi pan?

El cuarto:

-¿Quién comió de mis legumbres?

El quinto.

-¿Quién pinchó con mi tenedor?

El sexto:

-¿Quién cortó con mi cuchillo?

El séptimo:

-¿Quién bebió en mi vaso?

Luego el primero pasó su vista alrededor y vio

una pequeña arruga en su cama y dijo:

-¿Quién anduvo en mi lecho?

Los otros acudieron y exclamaron:

-¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mirando en el suyo, el séptimo descubrió a Blancanie-ves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.

-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta niña!

Y sintieron una alegría tan grande que no la despertaron y la dejaron proseguir su sueño.

El séptimo enano se acostó una hora con cada uno de sus com-pañeros y así pasó la noche. Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.

-¿Cómo te llamas?

-Me llamo Blancanieves -respondió ella.

-¿Como llegaste hasta nuestra casa?

Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el cazador había tenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día hasta encontrar la casita.

Los enanos le dijeron:

-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.

-Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo corazón. Y se quedó con ellos.

Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las mañanas los enanos partían hacia las montañas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista.

Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la previnieron:

-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!

La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el hígado de Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:

¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces el espejo respondió.

Pero, pasando los bosques,

en la casa de los enanos,

la linda Blancanieves lo es mucho más.

La Reina es la más hermosa de este lugar