Los mapas del agua - Ricardo Gómez - E-Book

Los mapas del agua E-Book

Ricardo Gómez

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Beschreibung

XXI Premio Anaya de Literatura Infantil 2024 y Premio Cuatrogatos 2025 Las N'Wone, o mujeres-agua, son vitales en el desierto. Desde niñas aprenden a oírlo todo, como el aleteo de los Cuervos de Pico Blanco o el susurro de un riachuelo bajo tierra. La última N'Wone se ha convertido antes de tiempo en una más de las estrellas de la Gran Serpiente Blanca, así que ahora es su hija, Nanga, quien debe sucederla. Pero Nanga solo tiene ocho años; es demasiado joven para ser una mujer-agua. Todos lo piensan. A veces, Nanga envidia a su hermano, Rai, que no tiene la responsabilidad de salvar el poblado. Porque el agua del pozo sabe cada vez más a sal: se está secando, y solo una N'Wone puede encontrar la solución.

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Seitenzahl: 70

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Índice

1. El agua

2. La Vieja Contadora

3. Las mujeres-agua

4. El diyeridú

5. Los sonidos del desierto

6. Nanga

7. Las líneas del mapa

8. Peligros

9. La estación de las lluvias

10. De caza

11. Oír el agua

12. La llegada

13. Los-dos-niños-viajeros

14. Aprender los mapas

15. El barro

16. Sal de Piedra

17. Leyendas

18. Desapariciones

19. Huellas

20. El sueño amarillo

21. Dentro del sueño

22. Río Helado

23. Deshaciendo el mapa

Créditos

A «mis cinco» (Nico, Circe, Iruna, Rai y Aina),en cuya compañía iría a buscar aguaal fin del mundo.

1.El agua

En el desierto, el agua es tan valiosa como la sangre. Allí, desde que se nace se aprende a no desperdiciar una gota. Hasta un niño sabe que un buche puede salvar una vida; que una calabaza, la vida de una familia; que un pozo, la vida de un pueblo.

Un desierto.

En el desierto, un poblado.

Y bajo la arena, el agua.

2.La Vieja Contadora

Al final del día, alrededor de una lumbre, los pequeños del poblado se reúnen para escuchar a la Vieja Contadora de Historias.

Las noches sin luna contemplan el vientre luminoso de la Gran Serpiente, cruzando de lado a lado, dibujada con miles de puntos. Los niños escuchan embobados mientras la Vieja Contadora señala hacia lo alto:

—Las leyendas cuentan que caminando más allá de donde se pone el sol se ven la cabeza y los ojos de la Gran Serpiente Blanca, pero nadie que haya hecho ese viaje ha regresado para contarlo. Hay quien dice que quien mira sus ojos se queda ciego, pero se convierte en sabio y vive para siempre.

La Vieja Contadora no habla solo a los niños. Al final de la tarde, cuando todos han acabado sus tareas, a su alrededor se reúnen también jóvenes y mayores. A la gente del poblado le gusta volver a escuchar de sus labios leyendas que ya conocen, pero que adoptan una forma especial cada vez que ella las narra, porque siempre hay detalles que se han olvidado o que aparecen como si se tratara de magia:

—Ya os conté que los gigantes wondjina, que vivían en lo alto, entre las nubes y el cielo, bajaron una vez a la tierra y dibujaron en las cuevas los seres que poblaban el mundo antes de que los humanos apareciéramos. Una vez, uno de los wondjina se acercó a un río y tuvo curiosidad por conocer los seres que vivían en el agua. En esto, vio cerca de la superficie un pez enorme y lo quiso capturar tomándolo por las agallas, pero el pez se revolvió dando enormes coletazos contra una orilla y otra del río. La pelea duró mucho tiempo y el curioso wondjina tuvo que rendirse. Cuando acabó, los márgenes del río se habían ensanchado hasta formar un gran lago.

Además de conocer cientos de historias, la Vieja Contadora todo lo oye. A veces, escarba el suelo con su dedo nudoso hasta hacer aparecer la cabeza de un escarabajo o una solitaria hormiga de miel. La mujer oye sus patas bajo la arena. También oye el batir de las alas de los Cuervos de Pico Blanco antes de que se hagan visibles en el cielo. Y es capaz de oír los hilos de agua que discurren a varios pies de profundidad.

Los ríos y los lagos forman parte de las leyendas del pueblo. Nadie de allí ha visto uno, si es que siguen existiendo. Para ellos, el agua viene del cielo, pero al poco de caer se esconde en el interior de la tierra.

Y es que el agua en el desierto solo suena cuando cae. Si llueve, las gotas restallan contra el suelo produciendo un tamborileo que llena de alegría los corazones. Pero una vez en tierra, el agua se vuelve muda. Se filtra entre la arena y los guijarros y los demás no pueden escuchar su culebreo subterráneo ni siquiera si discurre a dos dedos bajo la superficie.

Solo puede oírlo la Vieja.

Durante muchos años, la Vieja Contadora de Historias buscó agua cruzando el desierto. Cuando era más joven se la conocía como N’Wone, la mujer-agua. Pero ahora, sus piernas son tan pesadas y sus pies están tan gastados que apenas pueden llevarla desde su cabaña hasta el centro del poblado, donde se encienden las fogatas.

3.Las mujeres-agua

Los pocos viajeros que llegan hasta el desierto piensan que ese lugar está vacío. Miran extrañados la gran extensión de arena y piedras, en la que apenas se ve un árbol, y dicen:

—Me extraña que haya gente que viva en un sitio así.

Casi todos dan marcha atrás, pensando que en el desierto no hay nada.

Pero allí, en el desierto, hay poblados que viven alrededor de pozos. Poblados con mujeres, hombres y niños que llevan miles de años habitando esos lugares que parecen inhóspitos. Cada uno tiene su Viejo Contador o su Vieja Contadora de Historias, y cada poblado debe tener una N’Wone. Esta es una condición indispensable para sobrevivir.

Además, alrededor de cada uno de esos poblados hay infinidad de cosas: plantas de sueño amarillo, guijarros con forma de corazón, rocas-cabeza-de-perro, lagartos, wombats, árboles de espinas de sangre, escarabajos de cuernos negros, arbustos-que-no-dan-sombra…

Es cierto que el desierto parece vacío, porque las cosas están muy separadas unas de otras. Pero eso no es problema, porque para eso están las piernas y los pies: para hacer el recorrido entre las cosas que se ven.

Además, en el desierto hay otras cosas que no se ven, y que se pueden encontrar bajo la arena: piedras de chispas, hongos contra la fiebre, bolsas de miel, huevos de lagarto, raíces de harina…

¡Y agua!

Solo las N’Wone saben dónde está el agua, que se mueve bajo el suelo siguiendo caminos sinuosos, formando regueras que desembocan en pozos. De estos se alimentan los solitarios árboles del desierto, cuyas raíces tienen que crecer profundo hasta encontrarlos.

Y gracias a esos pozos también subsisten los pequeños poblados dispersos por el Gran Desierto que es el Mundo.

Toda N’Wone tiene una madre N’Wone y una abuela N’Wone, siguiendo una larguísima de cadena de mujeres-agua-buscadoras-de-pozos.

Si una mujer-agua no tiene hijos, o si estos son todos chicos, tiene que buscar a una recién nacida a la que enseñar. Quedarse sin una N’Wone es peligroso para el poblado porque con el tiempo los pozos se agotan y hay que buscar otros nuevos. El agua es tan valiosa como la sangre y, sin agua, el poblado podría desangrarse.

Nuestra vieja N’Wone tiene los pies y las piernas gastadas de tanto andar por el desierto. Y sí, tuvo una hija, que habría sido una buena buscadora de pozos. Parecía que el poblado podría estar tranquilo durante algunos años, pero un día, no se sabe por qué, la joven mujer-agua murió. Le gustaba seguir las líneas del desierto, y a veces lo hacía sola. Una mañana, después de cuatro días de ausencia, encontraron su cuerpo a la sombra de una roca-cabeza-de-lagarto. Sonreía. Quizá había decidido reunirse con otros puntitos luminosos en el vientre de la Gran Serpiente Blanca.

Esa mujer-agua tuvo un hijo, Rai, que tiene ahora diez años.

Y una hija, llamada Nanga, que sería la siguiente N’Wone.

Pero esta pequeña tiene solo ocho años.

Nadie recuerda haber tenido una N’Wone tan joven.

Todo el mundo sospecha que no está preparada para encontrar pozos.

4.El diyeridú

Hay dos formas de contar historias. Una es como lo hace la Vieja Contadora, por medio de palabras.

Otra es utilizando el espíritu de los árboles, con el diyeridú.

Cuando tenía nueve años y su madre aún vivía, el padre de Rai acompañó a su hijo a buscar su primer diyeridú.

Caminaron dos días siguiendo los dibujos del mapa: desde el poblado hasta la cima de Monte Rojo, desde Monte Rojo a Desierto de Sal, desde Desierto de Sal hasta Lago de Huesos, desde Lago de Huesos a lo alto de Lobo Gris, desde Lobo Gris hasta Ojo de Musgo, y de aquí al bosquecillo. Seis líneas rectas dibujadas en el mapa del desierto.

Rai se quedó asombrado al ver el bosque.

No había un árbol, ni tres, ni siete. Eran muchos, tantos como las piedrecillas que podría reunir en su mano, y quizá más. Los había gruesos como su cuerpo, y otros delgados como su muñeca. Su padre le advirtió: