Los sorprendentes anillos mágicos - Alfredo Gaete Briseño - E-Book

Los sorprendentes anillos mágicos E-Book

Alfredo Gaete Briseño

0,0

Beschreibung

En Los sorprendentes anillos mágicos, Sara, su hermano Miguel y su amiga Camila, junto a otros niños del mundo del sol, deberán descubrir la procedencia e intenciones de extraños seres que han invadido aquel maravilloso lugar desbordante de magia, poniendo en juego su existencia. Esta novela completa la maravillosa tetralogía iniciada con El anillo mágico y su continuación, El regreso del circo y El secreto del anillo mágico. Cuatro historias con unidad argumental, pero que pueden ser leídas en forma independiente. Aunque escrita para niños y adolescentes, esta historia, creada por Alfredo Gaete Briseño, también logra encantar a los lectores adultos, sorprendiéndolos con situaciones y emociones que han olvidado en el rutinario ajetreo de sus vidas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 153

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



LOS SORPRENDENTES ANILLOS MÁGICOS

Alfredo Gaete Briseño

PRIMERA EDICIÓN Diciembre 2023

Editado por Aguja LiterariaNoruega 6655, dpto 132 Las Condes - Santiago - Chile Fono fijo: +56 227896753 E-Mail: [email protected] Sitio web: www.agujaliteraria.com Facebook: Aguja Literaria Instagram: @agujaliteraria

ISBN: 9789564091068

DERECHOS RESERVADOSNº inscripción: 2023-A-11972Oscar Alfredo Gaete BriseñoLos sorprendentes anillos mágicos

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático

Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia 

TAPAS Diseño: Josefina Gaete Silva

Dedico esta historia a mis nietos

Julieta, Federico, Sara, Delia, Camila, Alicia y Sofía,

quienes a diario me han inspirado

para continuar con esta saga

 que tanto bien ha hecho a mi espíritu creativo. 

Una vez más agradezco a la escritora Alicia Medina Flores por su interés en el desarrollo de este trabajo.

También a Josefina Gaete Silva por la creación de la portada.

Y a la agencia Aguja Literaria por permitir que este libro pueda estar al alcance de niños y adultos en todos los rincones del mundo.

ÍNDICE

Capítulo 1 Superposición de cuartos

Capítulo 2 Miguel y el enigma del anillo

Capítulo 3 En la feria

Capítulo 4 Miguel y el mundo del sol

Capítulo 5 La mágica desaparición de Miguel

Capítulo 6 El circo

Capítulo 7 Enfrentados al terror

Capítulo 8 Las vibraciones de las hojas

Capítulo 9 Una vez más en el mundo de la luna

Capítulo 10 En el valle del mundo de la luna 

Capítulo 11 Los cautivos

Capítulo 12 El seco bosque de la luna

Capítulo 13 ¿Dónde están los anillos?

Capítulo 14 Federico, Julieta y Agustina

Capítulo 15 Miguel y el anillo

Capítulo 16 Los maravillosos anillos mágicos

Capítulo 17 Sara y Federico ante la hoja gigante

Capítulo 18 El enigma de las hojas

Capítulo 19 ¿Quién ayudará a las hojas de pino?

Capítulo 20 La misión principal de los magos

Capítulo 1

Superposición de cuartos

Sara observaba la cajita sin atreverse a abrirla. Lamentó que su amiga Camila hubiera decidido regresar a su casa y en ese momento, de seguro, estaba en la misma situación que ella: sentada, con el pequeño envase de terciopelo azul en sus manos sobre la falda.

¿Qué poderes tendrían, realmente, esos anillos? Una ola de alegría la recorrió al saberse digna de tan honorable regalo proveniente de sus amigas del mundo del sol y sobre todo del mismísimo mago; más contenta, aun, porque Camila también había recibido el suyo.

Recordó los últimos acontecimientos. Por muchas explicaciones que les había dado el mago, que les resultaron imposibles de digerir, más que claridad en el desarrollo de los acontecimientos, en su cabeza surgía gran cantidad de inquietudes. Volvió a pensar en Camila y, sin dudarlo, supuso que sentía algo similar. A la enorme amistad que las unía, se sumaba este gran acontecimiento. Sus pensamientos condujeron a sus pequeños dedos hacia las orillas de la cajita y la abrió con cuidado. Sus ojos se agrandaron y brillaron con la misma intensidad que cuando aquellos habitantes de ese maravilloso mundo de aire limpio y cálido sol que acariciaba sin dañar, las habían premiado, y ellas puesto sus miradas en los anillos que deslumbraban con su magnífica luminosidad y cambios de colores como si agradecieran por encontrarse en sus manos. Detuvo sus pensamientos en Sofía, Alicia y Delia. Le pareció increíble cómo en tan poco tiempo se habían hecho tan cercanas… Sintió una necesidad imperiosa de regresar pronto a ese mundo llamado con justicia “del sol”; pensó en los portales, el tiovivo, la feria de diversiones, el río, el bote, la casa jardín, las cavernas, el sorprendente árbol en que vivía Sofía… Rememoró lo impresionada que estaba cuando al entregarles las joyas, les había hablado de las gemelas del circo, su mamá y la relación con su anillo, y la emoción que la embargó al pensar de inmediato en su hermano Miguel, quien regresaba a su mente junto a las historias que le había contado, en apariencia sacadas de su imaginación para cobrar vida. Sonrió. Volvían con más fuerza y la incentivaron para de nuevo alegrarse por tener en sus manos la mejor prueba de haber estado en aquel lugar mágico, y no solo eso, como redundancia existían los portales y ese mundo en que nadie creería a menos que pusiera los pies sobre su magnífico suelo. ¿Qué diría Miguel si tuviera la oportunidad de desprenderlos de la tierra para volar? Sus delgados labios se arquearon más y de paso recordó a la genial Mary Poppins. Así como lo hacía ella en la pantalla grande ante toda la humanidad, podría exhibir a Miguel su propia historia. Y no en el cine, sino en la vida misma. Sí, tenía pruebas irrefutables de la veracidad de lo que le contaría. Además, sería ella quien le revelaría por qué las gemelas podían hacer sus maravillosos trucos y comunicarse con su mamá. Suspiró, ansiosa por verlo pronto. Aquellos pensamientos la condujeron a pensar también en el poder de los sueños, esa vida paralela que le había permitido conectar con el mago y aumentar los extraordinarios poderes que permitía aquel fantástico mundo.

Regresó a su mente Camila. Ante ellas se abría ese maravilloso universo de increíbles opciones para profundizar en forma inigualable su comunicación y amistad. Los portales, los sueños y los anillos correspondían a una dimensión que superaba con creces cualquier espacio misterioso que hubieran podido imaginar. Recordó las palabras de Sofía al entregarles los anillos: “Utilícenlos con sabiduría, esa propia de los niños, y jamás olviden que sus ingredientes principales son la inocencia y la alegría”. Volvió a pensar en aquel sorprendente mundo y en las aventuras que ahí habían vivido, y se preguntó adónde las llevarían las que comenzaban a perfilarse.

Cogió con delicadeza la hermosa joya y la introdujo en su dedo anular. Sintió el cosquilleo producido por su vibración al acomodarse, mientras sus cinco piedras preciosas cambiaban de colores, recorriendo con velocidad las tonalidades de un potente arco iris. Lamentó no poder usarlo ante otras personas, en especial sus padres, pues sería incapaz de responder al torbellino de preguntas que se le vendría encima… Pero con su hermano, sería otra cosa. Sonrió una vez más; él, sí creería con facilidad en su historia y entendería a cabalidad sus inquietudes… ¿o no? Aquella incógnita la sacudió, pero de inmediato recapacitó: tenía el anillo y podría llevarlo a los portales y a aquel mundo mágico… ¿Podría? ¿Estaría permitido? Por primera vez cayó en la cuenta de que en ese lugar parecía no haber hombres… salvo el mago, pero… ¿se le podía considerar uno de ellos?

Se preguntó qué haría Camila en esos instantes, ¿también se lo habría puesto? De pronto, percibió en su cuerpo una sensación muy extraña, al tiempo que su cuarto también se comportaba de manera rara; le pareció como si otro similar se superpusiera. Sintió un leve mareo y pestañeó con fuerza varias veces, tratando de liberarse de esa extraña sensación y despejar de los ojos aquella visión, pero no pudo. Los contornos de la habitación se hacían más singulares aún, parecían perder su rigidez al adquirir una particular duplicidad. De pronto, su pasmo fue absoluto: a su lado apareció una silueta que con lentitud definió su forma; en medio de la impresión, recordó que tenía cierta similitud a lo que ocurría cada vez que el mago aparecía. También que, en ese otro mundo, el del sol, bastaba con evocar su presencia para que apareciera. Dio un respingo: junto a ella, sentada, estaba Camila, quien miraba con expresión de sorpresa el anillo que relucía en su dedo. Aquella visión duró apenas un par de segundos y todo volvió a la normalidad. En la mente de Sara, inmovilizada por la impresión, muchas ideas cruzaron como torbellinos que se entrelazaban. Recordó las historias que Miguel le contaba sobre la magia de las gemelas del circo y comenzó a comprender la incalculable dimensión contenida en el anillo. Se preguntó si Camila en efecto estaría mirando el suyo en su dedo anular… De pronto, la extraordinaria sensación de superposición de cuartos se repitió. Esta vez, Sara deseó con fuerza que su amiga estuviera con ella para poder contarle lo que estaba viviendo.

Camila, una vez más apareció sentada a su lado, esta vez se le hizo mucho más real, y en un impulso se atrevió a tocarla. Recordó cuando lo había hecho en los sueños con el mago y cómo su mano entraba en su cuerpo sin dejar después la más mínima huella. Al palpar el brazo, se sorprendió:  su mano quedó detenida por la manga de su pijama. Más confundida, aun, se preguntó cómo podía ser aquello. Estaba ahí, era de carne y hueso…

—¡Increíble!

Camila la miraba en silencio con unos ojos tan grandes como jamás le había visto. Observó que dejaba escapar una sonora risa nerviosa que de inmediato ocultó con sus manos. Al poco rato descubrió su boca.

—Sí, increíble.

Se tocaron en forma atolondrada, como si sus manos no aceptaran la situación.

—Estaba pensando en ti y apareciste.

—Yo también lo hacía en ti, y también apareciste aquí, y estás sentada en mi cama.

—No, en la mía.

—O sea, ¿tú y yo acá, y tú y yo allá?

—Es muy raro, pero sin duda obra de los anillos; creo que tenemos mucho que aprender de ellos.

—Bien, guardémoslos y más tarde nos juntamos para ponernos de acuerdo en qué debemos hacer.

Antes de recibir una respuesta, Camila dirigió la mirada hacia la puerta.

—¡Está abierta…! ¡La puerta, Sara, la puerta!

Había sido tan impactante todo lo ocurrido esa mañana, que había olvidado cerrarla. De un salto se puso de pie con la intención de correr hacia esta, pero lo que vio la detuvo anonadada: Camila se hacía transparente hasta desaparecer y el cuarto volvía a la normalidad. Apenas se repuso, la cerró. Quitó el anillo con delicadeza de su dedo, lo guardó en la cajita y la dejó en el cajón de su cómoda. A punto de cerrarlo, escuchó un par de golpes en la puerta. Lo empujó con fuerza y se quedó parada en silencio, como si esperara algo.

Los golpes se repitieron.

¿Quién podría ser? Su mamá jamás se comportaba en forma tan delicada y era muy temprano para que hubiera regresado su papá; por otro lado, si fuera Camila… pero eso le pareció imposible, la habría anunciado su mamá con un par de gritos… En su mente surgió la imagen de Miguel, pero no había avisado que iría, claro que le encantaba dar sorpresas; ante la posibilidad de que fuese él, dejó salir un suave chillido mezcla de alegría y nervios, y corrió hacia la puerta. Al abrirla, vio en su cara esa encantadora sonrisa que lo caracterizaba.

Miguel soltó la manilla de la maleta, estiró sus brazos y ella saltó para de inmediato ser elevada por los aires, mientras la besaba en sus rojas mejillas.

—¡Llegaste! ¡Tengo tanto que contarte…!

—Está bien, está bien, pero déjame entrar a mi dormitorio y dejar las cosas. Luego podremos sentarnos por ahí y conversar a destajo. Caminó hacia la habitación preparada para ser ocupada por él cuando iba.

Ella lo alcanzó y se empinó sobre las puntas de sus pies para hablarle lo más cerca del oído que le fuera posible.

—Pero tiene que ser muy en privado.

La expresión en la cara de su hermano acusaba que había despertado su curiosidad, así que sonrió satisfecha y cuando llegaron al cuarto, prudente, se detuvo.

—Te espero en mi pieza.

—Está bien, dame unos minutos y voy.

Lo vio desaparecer tras la puerta, giró en ciento ochenta grados y echó a andar. Sin cerrar la suya, se dejó caer sobre la cama. Sus ojos, atraídos por el primer cajón de la cómoda, permanecieron en esa dirección durante largo rato. Volvió a lamentar que al regresar de la feria Camila hubiera tenido que regresar de inmediato a su casa, pero la mamá le había pedido que lo hiciera temprano porque irían a almorzar donde la abuela. Tuvo la tentación de ir hasta la cómoda, sacar la cajita y poner el anillo en su dedo anular para sorprender a su hermano, pero no se movió. Debía mantener la calma y no dejarse vencer por la ansiedad. Recordó cómo se ajustaba a la perfección en su dedo; eso y el vivo colorido de las piedras preciosas que lo coronaban, le robaron un profundo suspiro.

—Aquí estoy.

Volteó la cabeza, sorprendida por la rapidez con que había corrido el tiempo; Miguel figuraba parado en el umbral, vestido con la misma ropa que había llegado.

 

  

Capítulo 2

Miguel y el enigma del anillo

—Ahora sí, hermanita, sabes que siempre estaré para ti… A ver, a ver, qué es todo eso tan importante que me quieres contar.

Saltó de la cama como si un resorte la empujara.

—Sí, son muchas cosas, así que vamos a alguna parte donde podamos conversar tranquilos.

—Tengo una idea, salgamos un rato. Caminemos hacia la plaza y nos sentamos a la sombra de algún árbol. Allí nadie podrá interrumpirnos.

—Súper, avisemos a la mamá y vamos.

—Sí, además aprovecho de saludarla, que todavía no la veo. —Sonrió mientras ponía cara de malicia.

Sara rio y corrió delante de él escaleras abajo.

—La mamá se limpió las manos en el delantal y se acercó con prisa a Miguel para abrazarlo.

—Llegaste justo a tiempo para un almuerzo rico que estoy preparando.

—Sí, pero todavía tenemos un buen rato antes de almorzar, así que Sara y yo saldremos un rato.

La mamá dirigió su mirada hacia ella.

—¿Se puede saber en qué anda este parcito…? Bueno, en realidad lo importante es que quieran estar juntos… Ya nos contarás cómo te ha ido por allá, con la arquitectura y tus estudios de magister; quién hubiera dicho que llegaría el día en que tuvieras veinticinco años, si te estás convirtiendo en un hombre hecho y derecho. —Regresó al mesón donde trabajaba con una gran cantidad de atractivos ingredientes.

—¿Me estoy convirtiendo? ¿No te parece que lo soy hace rato?

—Una madre, hijo, siempre es una madre, así que serás mi niño para toda la vida. —Pensó en lo cursi de sus palabras y observó que Sara reía… Comenzó a trozar un pedazo de carne—. ¿A dónde irán?

—Por ahí, por ahí. —Los hermanos se miraron divertidos al haber respondido al unísono.

—Está bien, pero traten de no comer mucho helado para que vengan con harta hambre…

La plaza se encontraba en dirección opuesta a la feria. Al salir de casa, Sara tuvo la tentación de caminar hacia esta, pero Miguel había comenzado a andar.

—¡Vamos!, ¿no estabas tan apurada en hablar?

—Sí, está bien. Corrió unos metros hasta alcanzarlo y le tomó la mano. Caminaron en silencio, balanceando los brazos, hasta llegar a su destino, donde encontraron una banca emplazada bajo un frondoso árbol de grandes hojas verdes.

Transcurrieron algunos segundos sin hablar, hasta que Miguel giró la cabeza para sostener la mirada sobre ella.

—Y bueno, ¿me vas a contar?

—Sí, lo que pasa es que estoy tratando de ordenar las ideas. No sé por dónde empezar.

—Ah, está bien, entonces tómate tu tiempo.

Sara mantuvo sus ojos en él. Había dejado de verla y seguía a unas palomas que movían sus patas con rapidez, dando giros, sin ir a parte alguna.

—¿Recuerdas las muchas historias que me has contado sobre tus amigos de infancia, las gemelas del circo y ese extraño anillo mágico que tenían?

—Sí, por supuesto, jamás olvidaré aquella época. Y me encanta compartirlas contigo. Además, creo que te gustan mucho.

—Sí, por supuesto, y de eso quiero hablarte.

Miguel regresó sus ojos a ella.

—Veo que ha aumentado tu curiosidad, hermanito. —Rio durante algunos segundos, mientras él permanecía serio—. ¿Te gustaría saber más sobre el anillo?

—¿Sobre el anillo…?

—Claro, sobre el anillo.

—¿Y qué puedes saber sobre eso que yo no sepa?

—¡Sí o no! Te gustaría o no.

—Bueno, por supuesto que me gustaría, pero no veo cómo. —Pensó en que hacía tantos años que no sabía de ellas. Su mirada adquirió una expresión marcada por la tristeza.

—No te pongas así…

—Es un pequeño ataque de nostalgia —esbozó una sonrisa—, pero no te preocupes, en un rato se me pasará.

—Hay una forma de resolver el enigma.

—¿El enigma?

—Sí, el del anillo y su magia, pues.

Volvió a mirarla, esta vez con insistencia.

—No me veas así, porque sé del anillo mucho más que tú, mucho más de lo que puedas imaginar.

Miguel ofreció una sonrisa condescendiente y permaneció en silencio.

—En serio, durante este tiempo en que no has estado en casa me han pasado muchas cosas, muy raras… Más bien extraordinarias… Es sobre eso que te quiero hablar.

Le contó acerca de su primera ida a la feria, el encuentro con la viejecita y la sorprendente experiencia en el mundo de los portales.

Escuchaba a su hermana impresionado por el sello de realidad que ponía a su narración, acompañada de muchos movimientos con las manos y diversas expresiones en el rostro. A ratos se preguntaba qué tendría que ver todo eso con el anillo. Por momentos le costaba creer, pero de inmediato se sentía injusto al visualizar sus propias experiencias y recordar a las gemelas haciendo sus trucos circenses que parecían tener nada de tales.

Sara continuó contándole acerca de su experiencia compartida con Camila y los sueños duplicados… Por último, antes de confesarle lo referente a recibir el regalo de los anillos, se detuvo.

—¿Me crees?

—Debo reconocer que es difícil tragarse todo lo que me has dicho…

—Claro, y se produce la tentación de achacarlo a una avanzada imaginación, ¿no? —Arrugó el ceño.

—Espera, no saques conclusiones tan rápido porque, por otra parte, no puedo dejar de pensar que todas esas historias mágicas que te conté fueron ciertas, por mucho que nadie que no las hubiera vivido las creería…

—¡Miguel!, ¿me crees o no?

—¿Cuándo podemos ir a ese portal?

—¿Me crees o no?

—Dices que está en alguna parte de esa feria que se pone desde hace siglos cerca de la casa.

—¡Dime!, ¿me crees o no?

—Sí, está bien, te creo. No tengo motivos para no hacerlo; además, tú siempre creíste mis historias... Lo que no entiendo es qué tiene que ver todo esto con el anillo mágico.

—Con los... —Puso énfasis al pronunciar el artículo.