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Robyn Carr, autora superventas de The New York Times, nos devuelve a Virgin River con una historia navideña acerca del reencuentro de una mujer con el único hombre al que no ha podido olvidar…Ese año, Becca Timm sabía cuál iba a ser el número uno de su lista de deseos navideños: olvidar a Denny Cutler. Tres años antes, Denny le había roto el corazón antes de partir hacia la guerra. Era hora de que Becca superara su insensata relación juvenil y siguiera adelante.Por eso tomó las riendas de la situación y se marchó a Virgin River, el rústico pueblecito de montaña donde Denny tenía su hogar, e irrumpió por sorpresa en el fin de semana de caza solo para hombres que había planeado su hermano. Un accidente, sin embargo, convirtió su visita impulsiva en una larga estancia y Becca se descubrió de pronto varada en Virgin River. Con Denny muy, muy cerca.Mientras el hechizo de la Navidad iba envolviendo el pueblo, Becca descubrió que el chico al que había amado una vez se había convertido en un hombre fuerte y seguro de sí mismo. Y en el regalo de Navidad más delicioso que cupiera imaginar."Carr ha acertado de lleno con esta serie cautivadora."Library Journal"Luces de invierno cuenta una bonita historia de segundas oportunidades, con una ambientación perfecta y unos personajes muy cercanos."Letras, Libros y MásUna nueva serie televisiva, basada en las novelas de la saga Virgin River de Robyn Carr, se emitirá en Netflix.
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Seitenzahl: 344
Veröffentlichungsjahr: 2014
© 2011 Robyn Carr
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
Luces de invierno, n.º 181 - noviembre 2014
Título original: Bring Me Home for Chritsmas
Publicada originalmente por Mira Books, Ontario, Canadá
Traducido por Victoria Horrillo Ledesma
Editor responsable: Luis Pugni
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, TOP NOVEL y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-5617-2
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Portadilla
Créditos
Índice
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
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Para Colleen Gleason, cuyo aliento y amistad significan tanto para mí.
Rich Timm llegó en coche a Virgin River apenas diez horas después de haber salido de San Diego. Había tardado tan poco tiempo porque tendía a hacer caso omiso a ciertas cosillas como los límites de velocidad… y porque se había pasado todo el día atrapado en su camioneta Ford con Becca, su hermana gemela, y ya estaba harto.
—¿En serio? —masculló Becca mientras miraba por la ventanilla.
—¿Qué? —preguntó Rich.
—¿Este es el pueblo del que Denny no quiere marcharse nunca? No es precisamente… ya sabes… pintoresco.
Rich se detuvo frente al único bar del pueblo, junto a la camioneta de uno de sus otros dos amigos de los Marines con los que había quedado en reunirse allí.
—Puede que a Denny no le interese que sea pintoresco —antes de apagar el motor, se volvió en su asiento y le dijo a su hermana—. Dado que no has dejado que avisara a Denny de que venías, prométeme que no vas a causar problemas.
—Rich —dijo ella riendo—, ¿por qué iba a causarlos?
—Bueno, no sé —contestó poniendo los ojos en blanco—. ¿Porque eres su exnovia? ¿Porque esta es una excursión de caza solo para hombres y tú no eres un hombre y todo el mundo tendrá que ocuparse de ti?
—Nadie tiene que ocuparse de mí —respondió indignada. Luego sonrió muy dulcemente—. Estoy deseando conocer a tus otros amigos. Y cazar. Me muero de ganas de cazar.
Rich arrugó el ceño.
—Ya —dijo—. ¿Esperas que crea que vas a disparar a un pato y a desplumarlo?
«Si hace falta, lo desplumaré con los dientes», pensó ella.
—¡Claro que sí! Pero la verdad es que lo que más me apetece es pescar con mosca. Estoy deseando probarlo —abrió la puerta del coche—. ¿Estás listo?
—No crees problemas —refunfuñó su hermano—. ¡No me des la lata todo el fin de semana!
—Y tú no seas capullo —replicó ella.
Becca había llegado a casa de Rich en la ciudad a las tres de la madrugada, provista de una enorme maleta y una escopeta. Cuando él le había abierto la puerta en calzoncillos, había dicho:
—¿Sabes qué? No tengo nada que hacer este fin de semana, así que me voy contigo. Nunca he ido a cazar patos ni a pescar con mosca.
—Te has vuelto loca, ¿no? —había contestado su hermano rascándose la cabeza—. ¿No les habías dicho a papá y mamá que te ibas a casa con Doug por Acción de Gracias?
Ella había negado con la cabeza.
—Eso no va a funcionar, y no quiero que papá y mamá cancelen su viaje porque yo estoy sola en Acción de Gracias.
—¿Por qué no va a funcionar?
—Porque Doug está demasiado ocupado. Se ha ido nada menos que a la costa este a pasar dos días. Vamos, es una idea genial. Un poco precipitada, pero será divertido. Venga, alegra esa cara.
—¿Y qué pasa con Denny? —había preguntado él—. ¿Tu ex?
Becca se había puesto una mano en la cadera.
—Ya va siendo hora de que nos olvidemos de eso, ¿no te parece? No le guardo rencor y estoy segura de que él a mí tampoco. Seguramente tiene novia. Es una oportunidad perfecta para asegurarse de que no pasa nada entre nosotros. Porque como sois tan buenos amigos y todo eso… Además, fue hace mucho tiempo.
—Sí, pero fue horrible —había comentado Rich, mirándola con desconfianza.
—Éramos muy jóvenes —Becca se había encogido de hombros.
—¿Y qué opina Doug al respecto?
—Doug no es celoso. Me ha dicho que me lo pase bien. Además, Doug no es problema tuyo.
—Lo sé —había contestado Rich—. Por lo visto, mi problema eres tú —la había dejado entrar en su casa—. Más vale que sepas lo que haces. Porque, si me fastidias el viaje, me las vas a pagar.
La decisión de Becca no había sido tan impulsiva como aparentaba. Rich llevaba semanas hablando de aquel viaje de caza con el bueno de Denny, el chico con el que una vez Becca había creído que iba a casarse. El chico con el que había roto hacía tres años. El chico en el que todavía pensaba demasiado. Entonces la escuela elemental en la que trabajaba como profesora había cerrado debido a problemas económicos y ella se había encontrado de repente sin empleo. Y Doug, el estudiante de Derecho con el que llevaba un año saliendo, le había pedido que empezara a mirar anillos de compromiso.
No habría tenido nada que hacer, aparte de buscar trabajo durante las vacaciones de Acción de Gracias (una perspectiva desalentadora) y preocuparse por el hecho de que Doug parecía querer casarse con ella, mientras que ella seguía pensando en su exnovio. Constantemente.
No lo entendía. ¿Por qué seguía pensando en Denny, por qué soñaba con él? ¿Era simplemente que deseaba lo que estaba fuera de su alcance, en lugar de valorar lo que tenía delante de sus narices? Cuando Denny había roto con ella antes de irse a Afganistán, se había quedado destrozada. Dos años después, cuando él la había buscado para proponerle que volvieran a intentarlo, estaba tan furiosa que le había dicho que llegaba tarde, que ya no le interesaba. Después, hacía un año, había conocido a Doug Carey, un guapo estudiante de segundo curso de Derecho, y su madre se había puesto contentísima. Beverly Timm consideraba a Doug mucho más adecuado para su hija. Doug lo tenía todo. Era un buen chico. Becca disfrutaba estando con él. Tenía un futuro brillante. Procedía de una familia acomodada. La quería. ¡Su familia hasta tenía un velero! Era completamente absurdo seguir pensando en Denny.
En otro tiempo, Becca había soñado con una proposición de matrimonio en Navidad y un hermoso anillo debajo del árbol. La Navidad era su época preferida: las lucecitas brillantes, los villancicos, el tiempo con la familia. Ahora la temía. Quería desear casarse con Doug Carey, pero no podía comprometerse con él mientras la obsesionara aquel fantasma. Sería muy injusto para los dos.
Así pues, se había decidido. Iba a obligar a Rich a llevarla con él a Virgin River, el lugar que Denny había escogido para que fuera su hogar. Cazaría y pescaría e intentaría descubrir por qué no podía olvidarse de aquel hombre. Volvería a verlo y llegaría a la conclusión de que había sido un enamoramiento juvenil, un primer amor entre un par de críos, se daría cuenta de que tenía idealizado a Denny. Luego volvería a casa con Doug, el hombre perfecto, y por fin podría apreciarlo tanto como se merecía. Serían felices, comerían perdices y el recuerdo de Denny se desvanecería.
Paseó la mirada por el pueblo una vez más mientras subía los peldaños de la cabaña del bar, donde habían quedado en encontrarse.
—¿En serio? —repitió en voz baja.
Era un pueblo bastante cutre. Las casas eran pequeñas, y muchas de ellas tenían la pintura descascarillada. Ni siquiera había farolas, ni aceras. Aparte de un pequeño supermercado y el bar, no parecía haber más negocios. ¿Qué hacía aquella gente para entretenerse? ¿Para divertirse?
—Cazar y pescar —se recordó—. Yupi.
Sí, tenía esperanzas. Una sola mirada a aquel pueblucho, y ya le pareció prometedor. Por fin iba a descubrir qué había pasado con Denny, qué había salido mal y por qué. Siempre habían sido muy distintos. Y ahora tenía que encontrar el modo de pasar página para poder casarse felizmente con un licenciado en Derecho con velero propio.
Denny Cutler había llegado a Virgin River en busca de raíces y, un año después de entrar por casualidad en el bar de Jack, se convenció de que había encontrado el lugar perfecto para pasar el resto de su vida. Tenía amigos a los que estaba tan unido como si fueran una familia. Y tenía una profesión, una que jamás habría imaginado: ¡era agricultor! Socio de Jilly Farms, una explotación ecológica que prometía ser muy rentable.
Había sido Jack quien le había sugerido que se pusiera en contacto con unos amigos del Cuerpo de Marines, donde había pasado cuatro años, y los invitara a Virgin River para hacer cosas de hombres: cazar, pescar, jugar al póquer. En la huerta, no había mucho trabajo a finales de otoño, y podían prescindir de él un par de días. Denny sabía perfectamente a qué amigos quería invitar. Troy, Dirk y Rich habían sido como hermanos para él durante el tiempo que había pasado destinado en Irak. Dirk Curtis y Troy eran los dos reservistas y vivían cerca de Sacramento. Rich Timm, también conocido como Big Richie y a veces solo como Big, era de San Diego, donde se había criado Denny, aunque no se habían conocido hasta entrar en el Ejército. Rich había dejado los marines a los dos años de ingresar en el cuerpo, había acabado la carrera y ahora era ingeniero y trabajaba para el departamento de obras públicas de San Diego construyendo carreteras y puentes. A los tres les encantaba acampar, hacer senderismo, pescar y cazar. Cualquier cosa un poco ruda. Virgin River iba a encantarles.
Su amistad con Rich solo tenía una pega: que era el hermano gemelo de Becca. Así era como había conocido a su exnovia, a través de Rich mientras estaban de permiso en San Diego, años atrás. Después de romper con Becca, su amistad con Rich le hacía enterarse de toda clase de noticias sobre ella. Rich solo le contaba cosas si él le preguntaba, naturalmente, pero Denny no parecía capaz de dejar de preguntarle, a pesar de que estaba deseando olvidarse de ella tan completamente como Becca se había olvidado de él.
Cuando por fin habían conseguido ponerse de acuerdo sobre el viaje, había resultado que la semana de Acción de Gracias era la que les venía mejor a todos.
—Perfecto —había dicho Jack—. Tenemos las cabañas de Riordan en el río y mi casa de invitados está disponible. Hay sitio de sobra. Podemos ir a cazar patos y a pescar, y el Reverendo siempre sirve una gran cena de Acción de Gracias en el bar. Al día siguiente salimos al bosque a cortar un árbol de Navidad bien grande para ponerlo delante del bar. Ese circo no querrás perdértelo.
Así pues, habían completado los planes. Troy, Dirk y Rich debían llegar el domingo anterior a Acción de Gracias y marcharse una semana después.
Denny había pasado un par de años muy malos antes de recalar en Virgin River: había muerto su madre, él había vuelto a enrolarse en los marines y había sido enviado a Afganistán, había roto con Becca cuando llevaban juntos más de tres años… Pero por fin, a sus veinticinco años, las cosas parecían empezar a encarrilarse. Disfrutaba de la vida. Era feliz.
Troy y Dirk llegaron el domingo a las cuatro de la tarde. Denny, que estaba echando una mano en el bar, les dio la bienvenida y les sirvió una cerveza, y Jack y el Reverendo procuraron estar por allí. Dirk y Troy iban a alojarse en una de las cabañas de Luke Riordan, así que Luke y Colin Riordan se pasaron por el bar para tomarse una cerveza rápida y formar parte del comité de bienvenida. El Reverendo tenía prevista una comida suculenta, pero, como era el domingo anterior a las fiestas, no había mucho forasteros en el bar: solo cuatro cazadores en la mesa del rincón, junto a la chimenea, disfrutando de una jarra de cerveza.
Prácticamente tenían el local para ellos solos.
Por fin se abrió la puerta del bar y entró Big Richie. Se quedó junto a la entrada y los miró con una expresión que Denny solo pudo describir como compungida. Luego entró ella, justo detrás de él.
¡Becca!
«¿Qué demonios?». Denny, que estaba detrás de la barra, con Jack, se quedó boquiabierto. Ella levantó la barbilla y sonrió.
Rich se encogió de hombros desmayadamente.
Dios, estaba más guapa que nunca, pensó Denny. Metro setenta, delgada, enormes ojos azules. Llevaba el pelo rubio recogido con un pasador que dejaba caer sobre su espalda sus largos rizos sueltos, con pequeños mechones alrededor de la cara. Estaba morena, por supuesto. Le chiflaba la playa. Denny recordó al instante cómo estaba con un bikini minúsculo, aunque sus largas piernas y su trasero perfecto tampoco desmerecían con unos vaqueros y unas botas.
Estaba completamente aturdido. Salvo por su reacción física. Se alegró de estar detrás de la barra.
Sonriendo, ella pasó junto a su hermano y se acercó a la barra. Apenas miró a Denny.
—Hola —dijo tendiéndole primero la mano a Troy—. Soy Becca, la hermana de Rich. Espero no molestar.
Dirk y Troy habían oído hablar de Becca, pero no la conocían en persona. Troy agarró su mano y sonrió lentamente.
—En absoluto —dijo con suavidad.
Ella le sonrió mientras se estrechaban la mano.
—Apuesto a que tienes nombre —dijo.
—Eh… sí… Me acordaré de él enseguida…
—Troy —dijo Denny con impaciencia—. Se llama Troy.
—Encantada de conocerte, Troy —tendió la mano a Dirk.
—Dirk Curtis —dijo él—. Me alegro de conocerte por fin.
—Becca, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Denny.
Ella se encogió de hombros y ladeó la cabeza.
—Bueno, creo que una de dos: o cazar patos o pescar con mosca. Dos cosas que me muero por probar. Necesito expandir un poco mis horizontes. Gracias por incluirme en vuestra excursión.
—Yo no te he incluido.
—Rich me ha dicho que seguramente no te importaría, así que gracias. —Miró a Dirk y Troy—. A vosotros no os importa, ¿verdad, chicos?
—Es un placer —repuso Dirk.
Troy apoyó un codo en la barra y la cabeza en la mano.
—Imagino que tú no cazas ni pescas.
—No, ella surfea —contestó Denny malhumorado.
—Y navego, entre otras cosas —añadió Becca amablemente—. Si vosotros me ayudáis a aprender a cazar y a pescar, yo os enseñaré encantada a surfear. Se me da mucho mejor que a Rich, aunque puede que a él se le dé un poquito mejor navegar. No cambiéis ningún plan porque haya venido yo. Soy uno más. Prometo no estorbar.
—Ya —dijo Denny.
—En serio —insistió ella mirándolo con los ojos entornados.
—Te arrepentirás de haber dicho eso cuando uno de estos payasos decida mear en un arbusto —añadió Denny levantando una ceja.
Colin Riordan soltó una carcajada, y en ese instante Denny se acordó de que había otras personas presentes. Un segundo después, una mano enorme se posó en su hombro y el Reverendo dijo:
—Échame una mano en la cocina, ¿quieres, Den?
Lanzó una última mirada fulminante a Becca y siguió al corpulento cocinero a la cocina. Una vez allí, el Reverendo lo miró con cara de malas pulgas.
—¡Santo cielo, Dennis! —exclamó—. ¿Es que te has criado entre simios?
—Es mi exnovia, ¿vale? —dijo Denny a modo de explicación.
—Eso ya lo sabemos —repuso el Reverendo con los brazos en jarras, frunciendo sus pobladas cejas negras—. Pero ¿qué excusa tienes para comportarte como un asno?
—Fue complicado —contestó Denny—. Murió mi madre, yo me cerré en banda y no quería hablar con nadie, dejé al margen a Becca cuando quiso ayudarme… Volví a enrolarme en los marines y se lo conté cuando ya lo había hecho. Cosa que le fastidió un montón. Así que rompí con ella antes de que me mandaran al extranjero para que pudiera salir con otros chicos mientras yo estaba fuera.
Cuando estaba acabando su relato Jack entró en la cocina y oyó el final, pero no necesitó detalles. Ya había oído aquella historia antes.
—Es lógico —dijo con una sonrisa contemplativa, asintiendo con la cabeza.
—¿Sí? —preguntó Denny.
—Claro. Ni siquiera soportas que le estreche la mano a otro tío en un bar, así que cortas con ella para que salga con otro. Sí. Es brillante.
—Yo no estaba muy bien en esa época de mi vida —reconoció—. Cuando cumplí los dos años de contrato con los marines, me fui derecho a buscarla para pedirle disculpas y le pregunté si creía que podíamos intentarlo otra vez.
—¿Y qué dijo? —preguntó Jack.
—Creo que sus palabras exactas fueron: «Ni lo sueñes». Discutimos un poco y me dijo que se había buscado a otro y que probablemente un año después estaría prometida. Fue entonces cuando decidir venir aquí. Empezar de nuevo.
—Pues no mires ahora, Denny, pero creo que el pasado te ha seguido hasta aquí. Tienes que salir y pedirle disculpas. Otra vez.
—Espera un segundo, no debería haberse presentado aquí así, en mi propio… en mi propio… lo que sea esto. Debería haber llamado. ¡O debería haber llamado Big!
—A los demás no parece haberles molestado que venga —comentó Jack.
—Rich no parecía muy contento. ¿Y los otros dos? Esos solo dejan de intentar ligar cuando están dormidos. Seguro que están encantados de que haya venido Becca.
—Pues, si te molesta, te sugiero que los vigiles muy de cerca —dijo Jack.
Denny miró de reojo al Reverendo, que asintió con la cabeza.
—Deberías empezar por hablar con Becca, a ver si podéis aclarar las cosas para pasar bien esta semana —dijo Jack—. No puedes hacer que todos se sientan a disgusto solo porque tú tengas un asunto pendiente con una chica. Declara una tregua o algo así. Lo que haga falta —con esas, Jack regresó a la barra.
Lo que de verdad quería Denny era largarse por la puerta de atrás.
No, eso no era del todo cierto, pensó. Lo que de verdad le apetecía era volver al bar, agarrar a Becca y besarla apasionadamente. Y dar una paliza a quien intentara meterse en medio.
Pero oyó a alguien decir «Ni lo sueñes» dentro de su cabeza. Y era la voz de Becca.
—Ha ido bien —dijo Becca en cuanto Denny cruzó la puerta de la cocina acompañado por el Reverendo. Jack se apresuró a servir una cerveza a Rich y a Becca una copa de vino. Después, él también se fue a la cocina.
Becca respiró hondo y les dijo a Troy y Dirk:
—Por si no habéis visto la cara de susto que ha puesto Denny, os informo de que antes éramos novios.
—Ya lo saben, Becca —dijo Rich—. Estuvimos juntos en Irak, ¿recuerdas?
Troy seguía con la cara apoyada en la mano, contemplándola.
—Te aseguro que no me estaba fijando en la cara que ponía Denny —comentó.
—Seguro que soy la última persona que esperaba ver…
—No —añadió su hermano irritado—. Luke Skywalker era la última. Tú eras la penúltima —levantó su cerveza y dio un largo trago.
—No nos separamos amigablemente —explicó Becca—. Pero eso fue hace mucho tiempo y los dos le hemos dicho a Rich que no nos guardamos rencor.
—Porque eso es lo que suele decirse, Becca —dijo su hermano con impaciencia—. Te dije que tendríamos que haberlo llamado primero.
—Bueno, es que ha sido todo muy precipitado. Rich llevaba semanas hablando de este viaje y yo no tenía nada que hacer —sonrió—. Así que pensé que tal vez una ventisca y un poco de olor a pólvora me sentarían bien, serían un cambio agradable.
—Solo para que lo sepas —comentó Dirk—, tenemos una norma muy rígida respecto a las chicas de los demás. O sea: no tocar. A menos que el tío en cuestión nos dé permiso. ¿Sabes?
—¿Estás de broma? ¿Permiso? —preguntó ella—. Eso es una idiotez.
Dirk se encogió de hombros.
—Así son las cosas con los amigos.
—De todos modos no hay problema. Fue Denny quien me dejó. Hace más de tres años —en realidad, podía contar fácilmente los días que habían pasado desde entonces..
—Seguramente eso equivale a tener permiso —dijo Troy—. ¿No crees, Dirk?
—Santo cielo —dijo Rich—, ¡necesito otra cerveza! ¡Es mi hermana, aunque sea como tener un grano en el…!
Luke tosió. Colin se rio.
—¿Empiezas a sentirte mayor? —le preguntó Luke a su hermano.
—Anciano, más bien —contestó Colin—. Me encantaría quedarme a ver esto, pero creo que será mejor que me vaya. Que tengáis buena caza —hizo un guiño.
—Cabaña número cuatro, chicos —añadió Luke—. La puerta está abierta. Jack o Denny os darán indicaciones.
—Ah, ¿usted es el señor Riordan? —preguntó Becca. Al ver que él asentía, preguntó—: ¿No tendrá alguna cabaña libre que pueda alquilarme? Si no voy a tener que alojarme con Rich y… en fin… —sacudió la cabeza y se estremeció como si la idea le causara repulsión.
—Claro que sí —contestó Luke—. Prueba con la número dos. También está abierta.
—Genial.
—Supergenial —añadió Dirk—. Gracias, hombre. Nos vemos por ahí.
—Sí, gracias —dijo Troy—. Encantado de conoceros, chicos. Luego nos vemos.
Entonces volvió Denny. Su expresión no había mejorado mucho. A Becca empezaba a enfurecerla que ni siquiera fuera capaz de fingir que se alegraba de verla. Quizá finalmente fuera más fácil olvidarse de él de lo que había imaginado.
Él rodeó la barra y se paró delante de ella.
—Tengo que hablar contigo un minuto, Becca. ¿De acuerdo?
Se puso un poco nerviosa. Le pareció que estaba a punto de decirle a qué hora salía su autobús de regreso a San Diego. Confió en que no se le notara lo que sentía. Ladeó la cabeza, sonrió y dijo:
—Claro. Adelante.
—En privado —dio un paso atrás—. Vamos fuera. Solo será un segundo.
Dio media vuelta y Becca lo siguió. No eran aún las cinco y media de la tarde, pero fuera ya había oscurecido casi por completo. Lo miró de frente y aguardó, temblando de frío.
—Te pido disculpas —dijo Denny—. Si hubiera sabido que ibas a venir, si hubiera tenido tiempo de hacerme a la idea, me habría comportado más…
—¿Civilizadamente? —añadió Becca levantando las cejas.
—¡Becca, esto es un viaje de caza!
—Lo sé, Denny. Rich no habla de otra cosa desde hace semanas.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Respiró hondo.
—Lo he decidido en el último minuto. Hice las maletas anoche. Cuando me presenté en su casa a las tres de la madrugada, a Rich casi le da un ataque. Le dije que necesitaba un cambio, un respiro. Me dijo que era mala idea porque sois todos chicos, y yo le dije me saltaría lo de emborracharme y fumar puros, que conseguiría un sitio donde alojarme y… ya sabes… Solo quería salir de la ciudad. Es demasiado pronto para ir a esquiar y hace demasiado frío para hacer surf sin traje de neopreno.
—¿Y tu trabajo?
—Bueno… me han despedido. El colegio privado en el que daba clases ha cerrado. Hacía tiempo que nos lo esperábamos, pero aun así fue un shock. Voy a hacer sustituciones hasta que encuentre algo estable. Pero de momento tengo esta semana libre. Son las fiestas de Acción de Gracias, mis padres se van de viaje y me apetecía hacer algo divertido, en vez de quedarme en casa deprimida por haber perdido mi trabajo.
Denny la miró a los ojos un rato. Luego agarró su brazo izquierdo y le sacó suavemente la mano del bolsillo de la chaqueta.
—No veo ningún anillo —dijo—. ¿Qué fue de ese novio que tenías? No creo que le guste la idea de que vayas a cazar con un montón de tíos.
—Está muy liado con los exámenes finales y esas cosas —dijo—. Y se ha ido a casa, a Cape Cod, a pasar Acción de Gracias con su familia.
—¿Los exámenes finales? —preguntó Denny—. ¿Vas a casarte con un estudiante?
—Con un estudiante de Derecho —puntualizó ella—. Y no estamos prometidos. Aún.
—Pero ¿os vais a prometer?
—Seguramente. Lo hemos hablado. Hemos estado mirando anillos y tal.
—Ya —dijo Denny—. ¿Y no le importa que vayas a pasar unos días cazando con un grupo de tíos, entre ellos tu ex?
—Confía en mí —respondió Becca. Y luego estaba también el pequeño detalle de que no le había contado con exactitud en qué consistía su viaje. Podía hacerlo, por supuesto, pero tal vez hubiera sobrestimado su buena disposición respecto a aquel asunto. Además, no podía decirle que su ex también estaría presente. A fin de cuentas, de eso se trataba: de aclarar lo que sentía por Denny antes de Navidad.
Le había dicho a Doug que estaba con su hermano. A Doug le caía bien Rich.
—Vale, vale —dijo Denny, frotándose la nuca—. Está bien, escucha. Si te empeñas en seguir adelante con esta tontería…
—Cuidado —le advirtió ella cruzando los brazos.
—¿En serio has venido a cazar?
Entornó los ojos.
—¿Por qué iba a venir si no?
—¿Tienes algún arma?
Se inclinó hacia él.
—Sí —siseó.
—Pues no te apartes de mí o de Rich. Nosotros nos aseguraremos de que no te pase nada y sepas qué hacer. Con el arma, quiero decir.
—Sé qué hacer con el arma —contestó indignada—. Solo he tirado al plato, pero sé qué hacer. Corro peligro de engancharme la oreja con el anzuelo intentando pescar con mosca, pero tengo buena puntería.
—¿Sabes tirar al plato? —preguntó él. Denny había sido francotirador en los marines. Tenía una condecoración—. ¿Desde cuándo?
Le había enseñado su padre, pero dijo:
—Es por mi novio —no sabía por qué mentía. ¿Para que Denny no pensara que era una fracasada y que seguía colgada de él? Tendría que pensarlo.
—Genial, pero hay muchas más cosas que debes saber. ¿Vas a alojarte con Rich en casa de Jack?
—No —contestó—. El señor Riordan tiene otra cabaña. Voy a dormir allí. No quiero compartir casa con Rich. Es un desastre.
—No —dijo Denny—. Puedes quedarte en mi casa. Solo tengo una habitación, pero está en el pueblo, en esta misma calle. Los caseros te echarán una mano si necesitas cualquier cosa. Allí estarás a salvo.
—No eres tú quien tiene que cuidar de mí, Denny. ¿Y tú dónde vas a dormir si me instalo en tu casa?
—Con el desastre.
Becca había empezado a salir con Denny, un marine, cuando tenía diecinueve años y estudiaba en la Universidad del Sur de California. En aquella época, él estaba destinado en Camp Pendleton, igual que su hermano Rich. Durante unos meses, se habían visto cada vez que Becca volvía a casa a pasar el fin de semana. Se había enamorado de él inmediatamente. Había pasado el verano en casa y, cada vez que Denny podía salir de la base, iban a la playa a hacer surf o a jugar al voleibol, salían de excursión a la montaña o montaban en bici por la costa. Pasaban juntos cada minuto que podían.
Después, Rich y Denny habían estado juntos en Irak un año, y Becca le había mandado largos y efusivos e-mails, varios cada día. Los paquetes que le enviaba iban llenos de chucherías escogidas con amor. Luego, él había vuelto de Irak, había abandonado el cuerpo y durante casi un año habían vivido en la gloria. Cuando Becca volvía de la universidad, eran inseparables. Lo pasaban tan bien juntos… Podían reírse durante horas. Y hacer el amor durante horas. Habían hablado de casarse cuando Becca acabara la carrera de magisterio.
Después, todo se había torcido. Sue, la madre de Denny, que llevaba años luchando contra el cáncer de mama, había empeorado de repente. Al menos Denny había podido estar con ella en casa para acompañarla en su batalla final. Había estado a su lado cuando murió y Becca había hecho todo lo posible por apoyarle, aunque, como estaba casi siempre en la universidad, tenía que conformarse con verlo solo los fines de semana y llamarlo por teléfono todos los días.
Denny, sin embargo, se había cerrado en banda. Se había vuelto distante, frío. En lugar de apoyarse en ella y aceptar su consuelo, había vuelto a enrolarse en los marines sin decirle una palabra, a pesar de que sabía que volverían a mandarlo a la guerra. Efectivamente, casi de inmediato recibió la orden de marchar a Afganistán. Antes de su partida, le había dicho:
—Este mundo es muy duro, Becca, y no quiero tener que preocuparme por cómo te irá si me pasa algo. Hasta que vuelva a casa y aclare mis ideas, vamos a darnos un descanso. Volveremos a plantearnos lo nuestro dentro de un año o así…
—¿Estás loco? —había preguntado ella, intentando contener las lágrimas—. ¿Es que no sabes cuánto te quiero?
—Sí —había dicho él—. Y ahora mismo me pesa demasiado.
—Pero llevamos tres años juntos. ¡Hemos hablado de casarnos!
—Sí, no debería haberme precipitado. Vamos, intenta conocer a otros chicos. Pásalo bien. Te lo mereces.
Así pues, se había marchado: había abandonado el país y su relación de pareja. Ella había intentado comunicarse con él un par de veces a través de Rich, pero Denny nunca le había respondido.
Había sido un año doloroso y solitario. Becca nunca olvidaría esas noches en vela hasta las dos, las tres o las cuatro de la mañana viendo las noticias sobre la guerra en televisión, porque en Afganistán eran doce horas más que en Los Ángeles. Ignoraba que pudiera llorarse tanto. Había adelgazado y tenía ojeras. Perdió su sentido del humor y se volvió más letárgica con el paso de los días. Sus notas cayeron en picado, aunque aguantó lo justo para graduarse. Su madre estaba loca de preocupación, y de ira hacia Denny.
La cruda verdad era que la vida de Becca había sido muy fácil hasta entonces, cuando había perdido al hombre al que consideraba el amor de su vida. Fue una experiencia horrible. Si se hubieran mantenido en contacto para que de vez en cuando pudiera tranquilizarse sabiendo que él estaba bien y que la quería, lo habría sobrellevado mucho mejor.
Cuando por fin se enteró de que Denny había vuelto a Estados Unidos sano y salvo, era ya una flamante maestra de segundo curso y había reflexionado mucho. Denny había actuado irracionalmente. Ella había dado por sentado que su relación de pareja era un esfuerzo de equipo, una verdadera unión en la que ambos pudieran contar con el otro en los momentos difíciles.
Se había enterado por Rich de que Denny había terminado su contrato de dos años con los marines en Camp Lejeune, pero, a pesar de que volvía a estar en California, no se puso en contacto con ella. Durante esa época, Becca había llegado a varias conclusiones acerca de la clase de relación de pareja que necesitaba. Ignoraba si alguna vez podría explicarle a Denny sus conclusiones, pero al final consiguió hacerlo. Cuando Denny abandonó el cuerpo por segunda vez, Rich le dio la dirección del apartamento de Becca y fue a verla.
—Muy bien —había dicho entonces—, romper contigo fue una estupidez, pero estaba destrozado por la muerte de mi madre. Si te apetece, me gustaría volver a intentarlo.
—¿Si me apetece? —había repetido ella, atónita. Enfurecida. ¿La había dejado tirada y la había ignorado durante dos años y así era como volvía?—. ¿Si me apetece?
—Mira, Becca, reconozco que lo fastidié todo, ¿vale?
—De eso no hay duda, Denny —había replicado ella—. Ahora soy maestra, ¿sabes? De segundo curso. Niños de siete años. Me encantan. Son preciosos. Uno de mis alumnos tiene el síndrome de Tourette y algunos días lo pasa muy mal. A una de mis niñas le diagnosticaron leucemia y se está recuperando de seis meses de quimioterapia. Si lo intentamos otra vez, si volvemos a enamorarnos, nos casamos y tenemos familia y uno de nuestros hijos se pone enfermo, ¿qué harás? ¿Largarte porque será una carga demasiado pesada?
—Reconozco que me equivoqué…
—¿Y vas a volver a equivocarte? ¿A marcharte para enfrentarte a tus problemas solo? ¿A dejarme tirada mientras intentas aclarar tus ideas?
—Espero que no —había contestado él.
Ella había levantado la barbilla y, parpadeando para contener las lágrimas, había dicho:
—Hace dos años que no sé nada de ti. Y estoy saliendo con un chico que no pasará de mí si las cosas se ponen difíciles.
—¿En serio? Rich no me ha dicho nada…
—Rich todavía no lo conoce. Dentro de un año seguramente estaré prometida. Supongo que eso significa que no «me apetece». Tendrás que pensar en algo más convincente si quieres otra oportunidad.
Se había sentido vengada al ver su cara de espanto y perplejidad. ¿De verdad creía que podía fastidiarlo todo de esa manera, volver a su vida con una disculpa cualquiera y borrar el dolor y la soledad que había sufrido durante dos largos años?
Pues sí.
—Bueno —había dicho—, la verdad es que he metido la pata hasta el fondo. Lo siento, Becca. Soy un idiota y lo siento.
Después, se había marchado. Otra vez. La había dejado y se había ido de San Diego. Rich decía que se había marchado a un pueblecito del norte de California en busca de su padre biológico, dispuesto a comenzar desde cero.
Por dolor y por rabia, Becca le había mentido respecto al otro chico, respecto a su compromiso inminente. En realidad no había salido con nadie durante esos dos años, pero después de su última conversación con Denny aceptó la invitación de un chico al que había conocido en la playa: Doug Carey, de la facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles. Y se encontró con un chico nada complicado. Doug tenía numerosas cualidades interesantes: inteligencia, educación, dinero, seguridad en sí mismo y buen físico. La perspectiva de estar con él para siempre debería haberla llenado de euforia. Su madre, Beverly, estaba encantada.
Pero era como si Denny hubiera dejado un agujero en su corazón. Sabía que debía aprovechar sin pensárselo dos veces la oportunidad de casarse con Doug, pero en realidad le daba un miedo mortal. Tenía que superar aquello si quería volver a ser feliz.
Y ahora allí estaban, Denny y Becca, con veinticinco años, seis años mayores que el día en que se conocieron. Los dos años anteriores habían sido muy duros. Entonces, Rich había empezado a hablar de aquel viaje de caza con Denny y ella había empezado a preguntarse: «¿Será esta mi oportunidad de verlo cara a cara y descubrir por qué no consigo olvidarme de él?».
Después, se había quedado de pronto sin trabajo. Doug estaba liado con los exámenes finales y pensaba volver a casa en avión para pasar Acción de Gracias con su familia. La había invitado a acompañarlo, pero ella se había decidido enseguida: quería ir a cazar con Rich. No había mentido exactamente a su madre, pero le había dicho:
—No te preocupes por mí en Acción de Gracias. Doug me ha invitado a ir a Cape Cod con él.
Así pues, sus padres habían planeado un viaje de última hora a Cabo, dado que sus hijos no estarían en casa. Becca había ido a una tienda de deportes a comprarse ropa y equipamiento, había llenado una maleta grande y se había presentado en casa de Rich de madrugada, empeñada en acompañarlo. «¡Voy a enfrentarme a esto de una vez por todas!».
Y allí estaban Denny y ella, en el porche del bar de Jack, mirándose el uno al otro. Intentando asimilar aquella extraña situación.
—Vamos a tener que entrar, beber algo, reírnos un rato y cenar lo que haya preparado el Reverendo —le dijo Denny—. Vamos a tener que declarar una tregua. Lo pasado, pasado está y esas cosas.
—Muy bien —repuso ella—. No soy yo la que se está comportando como si pasara algo malo.
—Me has pillado por sorpresa. No debería haberme puesto tan antipático. Perdona. Pero este es un viaje para chicos, y tú no eres un chico, eso está claro.
Bueno, al menos se había fijado. Porque ella se había fijado en él, de eso no había duda: aquella mandíbula cuadrada sin afeitar, el pelo alborotado y espeso, los ojos castaños oscuros, los anchos hombros… El modo en que se le ajustaban los vaqueros a las caderas estrechas y a las largas piernas… Le daba sofocos. «Recuerda esta reacción. No hay razón lógica para que reacciones así, pero aun así pasa. Me derrito con él, maldita sea».
—Yo insistí y Rich pensó que no pasaría nada si no causaba problemas. Se me dan bastante bien los deportes al aire libre.
—Presionaste a Rich —dijo Denny.
—Soy la mayor, no puede decirme que no. Le dije que necesitaba un respiro y que me integraría perfectamente.
—Ya. Claro.
—¿A esto lo llamas tú una tregua? ¿A pincharme y a intentar hacer que me sienta como si estuviera invadiendo tu territorio? A los otros no parece haberles molestado.
—Mira, Becca, deberíamos haber hablado primero, ¿vale? Está claro que nos guardamos cierto rencor.
Ella volvió a meter las manos en los bolsillos.
—Bueno, fuiste tú quien me dejó plantada y yo no te guardo rencor.
—Te dije que lo sentía y me diste con la puerta en las narices. Tienes que reconocer que me disculpé.
Sonrió y sacudió la cabeza con tristeza.
—Sí, en efecto.
—¿Qué más podría haber hecho?
—Bueno, no sé —respondió—. ¿Se te ocurrió alguna vez que tal vez tuvieras que hacer algo más que disculparte? Podrías haberlo intentado otra vez. O incluso otra más. Podrías haberme mandado flores o algo así. Podrías haber intentado hacerme entender que de verdad lo sentías y que ya tenías las cosas claras. Pero te montaste en el primer tren que salió de San Diego. Bueno, tengo frío. Voy a entrar y a acercarme al fuego. Voy a beberme mi copa de vino, a cenar y a reír con mis nuevos amigos. Si quieres pasarlo mal, allá tú. A mí lo mismo me da —dio media vuelta y regresó al bar.
Y Denny pensó: «¿De veras podría haber cambiado las cosas mandándole flores?».
Confraternizaron un poco durante la cena. Los chicos compartieron algunos recuerdos, gastaron algunas bromas y evitaron cuidadosamente el tema de Denny y Becca. Denny estuvo un poco más callado que de costumbre, pero nadie pareció notarlo. Seguramente porque Becca estuvo adorable, divertida y un poquitín coqueta.
A Denny le daban ganas de zarandearla.
Nadie se sintió más aliviado que él cuando llegó el momento de despedirse y retirarse a sus respectivas habitaciones. Troy y Dirk se fueron a su cabaña junto al río y Denny y Rich acompañaron a Becca al estudio que Denny tenía alquilado encima del garaje de los Fitch.
—Voy a enseñarle la habitación a Becca y a recoger un par de cosas —dijo—. Puedo darle mis llaves y prestarle mi camioneta por si acaso, aunque no creo que vaya a necesitarla.
—Claro —dijo Rich—. Yo espero aquí. Pero date prisa, ¿vale? Llevo en pie desde las cuatro de la mañana…
—Cinco minutos —prometió Denny.
Becca ya estaba subiendo la escalera, luchando con una enorme maleta. Denny subió los peldaños de dos en dos y dijo:
—Ya la llevo yo.
—No, por favor. Insisto en llevarla.
—Vamos, dámela —le quitó la maleta de la mano y estuvo a punto de caerse escalera abajo. Pesaba una tonelada—. Santo cielo, ¿qué llevas aquí?
—Ropa. Ropa abrigada. Un par de chaquetas. Y botas.
—¿Y ladrillos no?
—Yo la estaba llevando perfectamente —dijo ella—. Dámela.
—No, ya la tengo —insistió él. Hizo una mueca al levantarla en vilo, pero no pensaba arrastrar la maleta sobre sus ruedas peldaño a peldaño, como había hecho ella.
Becca subió rápidamente delante de él y esperó arriba.
—Gracias, Denny —dijo—. Eres muy amable.
Él abrió la puerta.
—Vaya —Becca se rio—. Estaba esperando a que la abrieras con llave.
—Aquí casi nadie cierra con llave —encendió la luz y dejó caer la maleta.
Se acercó al baúl que había a los pies de la cama y sacó un macuto militar. Entró en el cuarto de baño y recogió su neceser. Mientras estaba allí, sacó una toalla limpia para Becca y metió la suya en el cesto de la colada.
Cuando salió del baño, ella estaba de pie en medio de la habitación, echando un vistazo.
—Hay sábanas limpias debajo del lavabo del baño —le informó Denny.
Ella miró a su alrededor con interés.
—Es muy… mono.
La colcha era de flores, la tapicería del sillón y el diván de rayas y pájaros, y las cortinas, de franjas amarillas y blancas. Las paredes eran amarillas con cenefas blancas.
—La decoró la señora Fitch. Se ofreció a arreglarla un poco, pero le dije que no se molestara. Estoy buscando algo un poco más… permanente. Y más grande.
—¿Permanente? —preguntó ella.
—Sí —abrió un cajón de la cómoda para sacar su ropa interior térmica. A las cuatro de la madrugada, haría un frío espantoso.
—Rich me ha dicho que pensabas quedarte aquí una temporada.
—Una larga temporada —contestó él—. Esto me gusta —metió el neceser, la ropa interior, unos vaqueros y una sudadera en el macuto.
—¿No piensas volver a San Diego?
Denny se encogió de hombros.
—¿Para qué? —preguntó.
—¿No lo echas de menos? ¿El sol y la playa y el buen tiempo?
Una tristeza inconfundible se apoderó de su mirada.
—Hay muchas cosas de San Diego que echo de menos, Becca. Pero no la playa ni el tiempo —se echó el macuto al hombro y agarró la escopeta que estaba apoyada en la pared.
—¿En serio, Denny? ¿No piensas volver?