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"¡Salud a ti, Macbeth! ¡Salud, barón de Cáudor! ¡Salud a ti, Macbeth! ¡Serás un día rey!"Lo saludan las tres brujas llamadas Hermanas Fatídicas. Sólo entonces, tras oir la profecía, Macbeth comienza a desear el trono. Cuando se cumple la primera predicción y el rey Duncan lo nombra barón de Cáudor, las dudas, la ambición y la obsesión se apoderan de Macbeth y de su codiciosa esposa, decidiendo asesinar al rey y tomar la corona.La obra, situada en Escocia en a principios del siglo XI, está basada en un personaje histórico, Macbeth, quien fue rey de los escoceses entre 1040 y 1057.Macbeth es una de las reconocidas tragedias de Shakespeare, donde la ambición y la sed de poder guían al protagonista a un terrible y oscuro destino. Contando con multiples referencias en el cine y el teatro, directores tales como Orson Welles o Roman Polanski han adaptado esta historia a la pantalla grande. Además, fue la fuente de inspiración de Giuseppe Verdi para crear su famosa ópera, del mismo nombre. -
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Seitenzahl: 88
Veröffentlichungsjahr: 2020
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William Shakespeare
Translated by Marcelino Menéndez Pelayo
Saga
Macbeth
Translated by Marcelino Menéndez Pelayo
Original title
MacbethCopyright © 1623, 2019 William Shakespeare and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726315530
1. e-book edition, 2019
Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
La acción, en Escocia, menos el fin del acto cuarto, que tiene lugar en Inglaterra.
Un lugar abierto.
(Truenos y relámpagos. Entran tres Brujas.)
BRUJA PRIMERA.—¿Cuándo volvemos a vernos? ¿Bajo lluvia, rayo y trueno?
BRUJA SEGUNDA.—Cuando acaben brega y bronca y haya derrota y victoria.
BRUJA TERCERA.—Antes de que el sol se ponga.
BRUJA PRIMERA.—¿En qué lugar?
BRUJA SEGUNDA.—En el yermo.
BRUJA TERCERA.—A Macbeth allí veremos.
BRUJA PRIMERA.—¡Voy, Graymalkin 1 !
BRUJA SEGUNDA.—Llama Paddock.
BRUJA TERCERA.—¡En seguida!
TODAS.—Bello es feo y feo es bello. Flota en bruma y aire espeso. (Salen.)
Un campo junto a Forres.
(Fragor de combate. Entran el Rey Duncan, Malcolm, Donalbain, Lennox y acompañamiento, y se encuentran con un Capitán cubierto de sangre.)
REY.—¿Quién es ese ensangrentado? A juzgar por su aspecto podrá darnos las últimas noticias de la sublevación.
MALCOLM.—Es el oficial que, como digno e intrépido soldado, me salvó del cautiverio. —¡Salud, valiente! Cuenta al rey cómo estaba la batalla cuando la dejaste.
CAPITÁN.—Muy dudosa: como dos nadadores extenuados que se agarran e impiden su destreza. El cruel Macdonald (que bien merece el nombre de rebelde y para ello acapara sobre sí todo un enjambre de infamias) recibió de las Islas del Oeste 2 soldadesca irlandesa, y la Fortuna, sonriendo a su ruin causa, parecía la puta de un rebelde. Mas todo en vano: el bravo Macbeth (pues es digno de tal nombre), despreciando a la Fortuna y blandiendo un acero que humeaba de muertes sangrientas, cual favorito del Valor se abrió camino hasta afrontar al infame y, sin mediar adiós ni despedida, lo descosió del ombligo a las mandíbulas y plantó su cabeza en las almenas.
REY.—¡Ah, bravo pariente 3 , noble caballero!
CAPITÁN.—Mas, así como donde el sol comienza a relucir estallan truenos y tormentas de naufragio, así, de la fuente que podía dar consuelo brota el desconsuelo. Escuchad, rey de Escocia: apenas la justicia, armada de bravura, forzó a los raudos irlandeses a la huida, el rey noruego avistó su ventaja y, con arenas remozadas y refuerzos, renovó la contienda.
REY.—Asustaría a nuestros jefes, Macbeth y Banquo.
CAPITÁN.—Sí, como el gorrión al águila o la liebre al león. Si digo la verdad, ambos eran como cañones cebados con doble carga, pues redoblaron doblemente el contraataque. Si no querían bañarse en sangre caliente o hacer memorable un nuevo Gólgota 4 , yo no sé… Estoy débil; mis heridas piden cura.
REY.—Igual que tus palabras, ellas te enaltecen: ambas alientan honor. — ¡Traedle un médico! (Sale el Capitán acompañado.)
(Entran Ross y Angus.)
¿Quién llega aquí?
MALCOLM.—El noble Barón de Ross.
LENNOX.—¡Qué premura le asoma por los ojos! Su aspecto es el de quien trae noticias insólitas.
ROSS.—¡Dios salve al rey!
REY.—Noble barón, ¿de dónde vienes?
ROSS.—De Fife, gran rey, donde las banderas noruegas se mofan del cielo y con su soplo escalofrían a nuestra gente. El rey noruego, con un aluvión de hombres y el apoyo del traidor más desleal, el Barón de Cawdor, emprendió un aciago ataque hasta que el novio de Belona 5 , con recia armadura, le respondió en términos iguales, espada contra espada, brazo contra brazo, frenando su indómito brío y, en conclusión, la victoria fue nuestra.
REY.—¡Gran dicha!
ROSS.—Y ahora Sweno, el rey de Noruega, suplica la paz. Mas no accedimos al entierro de sus hombres hasta que en Inchcomb 6 nos pagó diez mil táleros a todos nosotros.
REY.—Nunca más traicionará el Barón de Cawdor mi íntimo afecto. Su muerte disponed y saludad con su título a Macbeth.
ROSS.—Mandaré que se haga.
REY.—Lo que él ahora pierde, el noble Macbeth gana.
(Salen.)
Una llanura.
(Truenos. Entran las tres Brujas.)
BRUJA PRIMERA.—¿Dónde has estado, hermana?
BRUJA SEGUNDA.—Matando cerdos.
BRUJA TERCERA.—Y tú, hermana, ¿dónde?
BRUJA PRIMERA.—Con castañas en la falda, la mujer de un navegante masticaba y masticaba. «Dame», le digo. «¡Atrás, so bruja!», grita la sucia culona. Su marido se fue a Alepo, capitán del Tigre. Navegaré en un cedazo y, como rata sin rabo, yo gozaré y gozaré.
BRUJA SEGUNDA.—Te doy un viento.
BRUJA PRIMERA.—Lo agradezco.
BRUJA TERCERA.—Yo, uno más.
BRUJA PRIMERA.—Yo ya tengo los demás, y los puertos donde soplan, y los puntos que la rosa de los vientos bien conoce. Cual paja le pondré seco; no podrá entregarse al sueño ni de noche ni de día; su vida será maldita. En pena un mes y otro mes, ha de menguar y caer; y aunque el barco no se pierda, lo batirán las tormentas. Mirad lo que tengo.
BRUJA SEGUNDA.—¡Enséñame, enséñame!
BRUJA PRIMERA.—Es el pulgar de un piloto que naufragó a su retorno. (Tambor dentro.)
BRUJA TERCERA.—¡Tambor, tambor! Macbeth llegó.
TODAS.—Las Hermanas, de la mano, correos de mar y campo, dan así vueltas y vueltas, tres de éste, tres de ése, y tres de este lado, nueve. ¡Chsss…! El hechizo está presto.
(Entran Macbeth y Banquo.)
MACBETH.—Un día tan feo y bello nunca he visto.
BANQUO.—¿Cuánto falta para Forres? —¿Quiénes son estas, tan resecas y de atuendo tan extraño que no semejan habitantes de este mundo, estando en él? —¿Tenéis vida? ¿Sois algo a lo que un hombre pueda hablar? Parecéis entenderme por el modo de poner vuestro dedo calloso sobre los magros labios. Sin duda sois mujeres, mas vuestra barba me impide pensar que lo seáis.
MACBETH.—Hablad si sabéis. ¿Quiénes sois?
BRUJA PRIMERA.—¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Glamis!
BRUJA SEGUNDA.—¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Cawdor!
BRUJA TERCERA.—¡Salud a ti, Macbeth, que serás rey!
BANQUO.—¿Por qué te sobresaltas, como si temieras lo que suena tan grato? —En nombre de la verdad, ¿sois una fantasía o sois realmente lo que parecéis? A mi noble compañero saludáis por su título y auguráis un nuevo honor y esperanzas de realeza, lo que le tiene absorto. A mí no me habláis. Si podéis penetrar las semillas del tiempo y decir cuál crecerá y cuál no, habladme ahora a mí, que ni os suplico favores ni temo vuestro odio.
BRUJA PRIMERA.—¡Salud!
BRUJA SEGUNDA.—¡Salud!
BRUJA TERCERA.—¡Salud!
BRUJA PRIMERA.—Menos que Macbeth, pero más grande.
BRUJA SEGUNDA.—Menos feliz, y mucho más feliz.
BRUJA TERCERA.—Engendrarás reyes, mas no lo serás; así que, ¡salud, Macbeth y Banquo!
BRUJA PRIMERA.—¡Banquo y Macbeth, salud!
MACBETH.—¡Esperad, imperfectas hablantes, decid más! Por la muerte de Sinel 7 soy Barón de Glamis, mas, ¿cómo de Cawdor? El Barón de Cawdor vive y continúa vigoroso; y ser rey traspasa el umbral de lo creíble, tanto como ser Cawdor. Decid de dónde os ha llegado tan extraña novedad o por qué cortáis nuestro paso en este yermo con proféticos saludos. Hablad, os lo ordeno.
(Desaparecen las Brujas.)
BANQUO.—Como el agua, burbujas tiene la tierra, y ellas lo son. ¿Por dónde se esfumaron?
MACBETH.—Por el aire: su apariencia corporal se ha perdido como un hálito en el viento. ¡Ojalá se hubieran quedado!
BANQUO.—¿Estaban aquí los seres de que hablamos? ¿No habremos comido la raíz de la locura, que hace prisionera a la razón?
MACBETH.—Tus hijos serán reyes.
BANQUO.—Tú serás rey.
MACBETH.—Y también Barón de Cawdor. ¿No fue así?
BANQUO.—Tales fueron el tono y las palabras. —¿Quién va?
(Entran Ross y Angus.)
ROSS.—Macbeth, el rey ha recibido jubiloso la noticia de tu éxito y, al saber de tus peligros combatiendo a los rebeldes, su asombro y alabanza han porfiado por ver cuál dominaba. Quedando enmudecido y viendo lo que hiciste el mismo día, te ha hallado entre las ásperas filas del noruego sin temer las pasmosas imágenes de muerte que tú mismo creabas. Como bolas de granizo llovía correo tras correo, y cada uno traía elogios por la gran defensa de su reino y ante él los derramaba.
ANGUS.—Venimos a darte las gracias en nombre del rey y a conducirte a su presencia, no a recompensarte.
ROSS.—Y, a cuenta de un honor aún más grande, me ha mandado que te llame Barón de Cawdor. ¡Salud, nobilísimo barón, con este título, pues tuyo es!
BANQUO.—¡Cómo! ¿Dice verdad el diablo?
MACBETH.—El Barón de Cawdor vive. ¿Por qué me vestís con galas ajenas?
ANGUS.—Quien fue el barón continúa vivo, pero a esa vida que merece perder se le ha impuesto la pena capital. Si estuvo coligado con las tropas noruegas o reforzó al rebelde con apoyo secreto y beneficio, o labraba con los dos la ruina de su patria, no lo sé: ha caído por alta traición, confesada y probada.
MACBETH.(Aparte.)—Glamis y Barón de Cawdor. Lo más grande, después. —Gracias por vuestro servicio (A Banquo.)—¿No esperas que tus hijos sean reyes? Las que me dieron el título de Cawdor no les auguraron menos.
BANQUO.—Eso, creído ciegamente, podría empujarte a la corona después de hacerte Cawdor. Aunque es muy extraño: las fuerzas de las sombras nos dicen verdades, nos tientan con minucias, para luego engañarnos en lo grave y trascendente. —Parientes, permitidme un momento.
MACBETH.