Mamba Negra - Santiago Bravo - E-Book

Mamba Negra E-Book

Santiago Bravo

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Beschreibung

Prepárate para un relato que te mantendrá al borde del asiento; la historia de un niño que se convierte en leyenda está a punto de comenzar. Mamba Negra es un thriller oscuro y cautivador, que explora los límites de la lealtad y la redención en una despiadada organización criminal donde la violencia suele ser la única salida. Santiago Bravo nos sumerge en un relato crudo y visceral que desafía la noción de lo que significa ser un héroe. En una guerra implacable entre mafias y policías, el pandillero Kaiser tendrá que decidir si su destino consiste en ser el monstruo que todos temen o el salvador que su ciudad necesita. ¿Podrá encontrar su camino en un mundo que parece haber olvidado toda esperanza moral?

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Seitenzahl: 203

Veröffentlichungsjahr: 2025

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MAMBA NEGRA

Santiago Bravo

PRIMERA EDICIÓN Abril 2025

Editado por Aguja LiterariaNoruega 6655, dpto 132 Las Condes - Santiago - Chile Fono fijo: +56 227896753 E-Mail: [email protected] Sitio web: www.agujaliteraria.com Facebook: Aguja Literaria Instagram: @agujaliteraria

ISBN: 9789564091587

DERECHOS RESERVADOSNº inscripción: 2024-A-8377 Santiago Enrique Bravo LatorreMamba Negra

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático

Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia 

TAPAS Imagen de portada: www.autoreseditores.comDiseño: Josefina Gaete Silva

Para mi familia y amigos:

si recuerdas tus sueños,

cree en ellos y escríbelos

ÍNDICE

Primera Parte: La organización de la Mamba Negra

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

XX

XXI

XXII

XXIII

Segunda Parte: El líder de la Mamba Negra 

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

PRIMERA PARTE:

La organización de la Mamba Negra

I

Día soleado en una carretera desierta con pocos árboles. Un letrero publicitario entrega escasa sombra donde descansa y se oculta un policía en moto. De pronto, a lo lejos, un auto clásico se acerca a alta velocidad: un Dodge Challenger SRT8 color negro. Se acomoda, apunta con su pistola radar para medir la velocidad, y el aparato registra ciento ochenta kilómetros por hora en una zona de cien. El oficial da la señal para que se orille, pero el auto pasa de largo; corre hacia su moto e inicia una persecución. Luego de cien kilómetros, enciende la baliza y el auto se orilla a un costado de la carretera. Baja de la moto y se acerca con lentitud con su arma en la mano mientras con la otra va tocando el auto. A medida que se acerca, nota que el piloto viene solo y no se mueve. Se acerca y afirma el arma; solo se escuchan algunas moscas alrededor del conductor. Observa que viste traje negro con una camisa blanca desabotonada, mostrando un collar de calaveras con la imagen de la Santa Muerte. En su cuello, lleva un tatuaje que fusiona el águila del escudo alemán con el número cinco. Sus ojos se ocultan tras unos lentes de color negro, y en su mano izquierda porta un reloj analógico de madera de ébano mientras en la derecha, todavía con sangre seca, trata de ocultar una bolsa plástica que parece tener una lengua y un par de ojos humanos. El conductor gira la cabeza lentamente. Se le bajan un poco los lentes y se ve que le falta la ceja izquierda; en su lugar, muestra el tatuaje de una mamba negra. El policía, mudo, traga saliva. Mientras retrocede, guarda con suavidad el arma en su funda e intenta esconder su rostro tapándose la boca con la mano. El terror acelera su ritmo cardíaco y sus piernas tiemblan, al punto de no sentirlas para caminar. En un cruce de miradas, solo se le escucha decir con voz apretada:

—Lo siento mucho, perdón, no vi nada. —Mientras se dirige a la moto, mancha el pavimento con su orina. Sale a toda velocidad en dirección contraria a la Mamba Negra.

II

La Mamba Negra, como cualquier organización mafiosa, es estructurada y se rige bajo reglas estrictas.  Esto es debido a que existen en ambientes hostiles, en los cuales un error puede resultar en el descubrimiento y derrumbe de la organización.

Resulta especialmente complejo, además, mantener un orden en este tipo de bandas. Surgen problemas, como encontrar gente de confianza para mantener un control exhaustivo sobre los miembros de su organización, así como defenderse de cualquier amenaza externa. Es por ello por lo que deben recurrir a normas estrictas.

La Mamba Negra es una jerarquía piramidal bien definida con roles y responsabilidades específicas para cada nivel:

1. Buzo (niños de diez a trece años): reparte droga y comete delitos menores, como robos, hurtos y asaltos pequeños.

2. Buzo largo (adolescentes de catorce a diecisiete años): realiza robos con mayor daño, encerronas, asaltos, vende la droga y está armado.

3. Traje gris (adultos, son jefes de los barrios): secuestra, tortura y controla territorios específicos. Está a cargo del microtráfico, de los sobornos y las extorsiones.

4. Traje azul (sicarios de alto nivel): tortura y asesina, controla grandes extensiones de terreno. Está a cargo del narcotráfico, proxenetismo, contrabando y trata de personas.

5. Traje negro (escoltas del líder): protege al líder y es intocable. Es el más leal a la causa, debe suicidarse si es atrapado. Si alguien lo atrapa, corre el riesgo de que maten a su familia.

6. El líder: se habla mucho de su existencia, pero se sospecha que sea un mito.

Reglas como métodos de organización. Este tipo de normas coordina las jerarquías horizontales y verticales, así como los roles y las distinciones territoriales. Estas son sus normas esenciales:

•Estar siempre disponible para La Mamba Negra es un deber, incluso si tu mujer está dando a luz.

•Los superiores y las órdenes deben ser respetados.

•La respuesta a un superior debe ser la verdad.

•Se debe reportar cualquier fallo al superior inmediato.

•La organización tiene un número finito de miembros; para subir de nivel, debe morir uno de ellos.

•Cada miembro que sube de nivel debe pasar por un proceso de iniciación para demostrar su lealtad al máximo líder.

•Cada miembro debe vestir el traje correspondiente a su rol.

Reglas que conllevan a actos violentos. Para la Mamba Negra, la violencia es un instrumento, no un fin. Algunas de sus normas esenciales para esto:

•Nadie se puede apropiar del dinero si pertenece a la organización.

•No se debe matar a un superior si no es estrictamente necesario.

•No se debe hablar durante la iniciación por ascenso de un líder.

•La tortura o muerte pueden utilizarse con quien se considere enemigo de la organización para infundir respeto.

•Nunca debe usarse la mercancía para uso personal.

•El jefe superior puede ordenar la tortura y/o el asesinato contra otro miembro y/o toda su familia. 

Reglas para mantener la Mamba Negra en secreto. La premisa esencial de estas organizaciones consiste en llevar a cabo sus actividades ilegales en condiciones de total secretismo. Para esto, se establecen normas que aseguran un estado de silencio absoluto en la organización:

•Nadie puede presentarse como participante de la Mamba Negra.

•Nunca se debe ser visto con policías.

•Nunca hablar ni opinar sobre la Mamba Negra.

•Nunca preguntar un nombre y/o apellido, todos tienen apodo.

•Solo usar el celular para ver mensajes codificados de un superior.

•Evitar nombrar personas, lugares o fechas concretas al hacer negocios.

•Mantener la boca cerrada: lo que se ve y oye debe mantenerse en secreto.

•No hacer preguntas innecesarias. 

•Si alguien rechaza la instrucción de un superior, se asumirá que es un policía encubierto, informante o enemigo de la organización, y debe ser eliminado de inmediato.

III

Un dron de la policía recorre una población en una urbe con una alta tasa de criminalidad, la ciudad de Sandrine. Hay muchos edificios de cuatro pisos con demasiados departamentos, todos muy pequeños y que alojan familias numerosas. Estas construcciones rodean una cancha de fútbol de tierra con dos arcos armados de tres palos chuecos y líneas de cal marcadas a pulso. Durante unos segundos, el dron se detiene sobre el centro, donde se saluda un grupo de dieciocho niños entre siete y trece años. Estos empiezan a saltar y lanzarle piedras al artefacto, que continúa su vuelo hacia otro sector.

Cinco de los muchachos, representantes del Barrio Colón, visten su equipo de fútbol verde completo. Otros cinco se hacen llamar Los Buzos, y llevan pantalones de buzo y poleras de distinto color. Los restantes ocho niños, más pequeños, se divierten y forman la barra improvisada de los Buzos, a quienes admiran.

El arquero de Los Buzos, el Oso, es un niño gordo de doce años y el más alto de todos, muy alegre y amante de los panes; en la defensa están los primos Cafú y Pepe, ambos de once años; en la delantera, el moreno descendiente de haitianos Lukaku, de doce años, y, finalmente, el capitán Kaiser, de diez años, el único con una camiseta de fútbol de Alemania con el número cinco en su espalda, que le regaló su abuelo que era fanático de Franz Beckenbauer.

A pocos minutos de iniciado el partido, Barrio Colón ya ganaba por tres goles con muy poco esfuerzo, lo que comenzaba a molestar a Kaiser; su rostro duro y serio daba cuenta de que algo malo se venía. En momento, Kaiser toca la pelota y un defensa rival se barre al piso fuerte con la intensión de golpearlo. Kaiser da un salto y, al verlo deslizarse hacia él, le da una patada en pleno rostro rompiendo su nariz. El defensa grita y gira por el piso retorciéndose de dolor. Los dos equipos se amontonan y comienza una pelea de golpes, con patadas, cabezazos, codazos, mordidas, rodillazos y amarres. Kaiser sale furioso del montón, saca de su mochila una navaja y se la entierra en un brazo a un rival y a otro en las nalgas. Al ver esto, todo el equipo Barrio Colón sale corriendo del lugar sin mirar atrás, correteado por los más pequeños que no se cansan de arrojarles piedras.  

Mientras Los Buzos se revisan y limpian sus heridas con las poleras, los niños de la barra vuelven riendo y saltando desde una esquina, celebrando que se quedaron con la pelota de los rivales. Empiezan entonces un partido entre ellos, simulando luego la pelea que acababan de presenciar. Kaiser observa con atención al líder de los pequeños, a quien llaman Gabo, un niño de siete años muy querido y respetado por todos sus pares, hermano menor del Oso.

No muy lejos, se acerca un Suzuki Vitara blanco que se estaciona justo frente a ellos. Lo conduce es un traje gris llamado Veneno, acompañado de tres buzos largos. Veneno, de veinticinco años, es el hermano mayor de Kaiser. De un metro sesenta y cinco, y barba incipiente, es el más psicópata y violento del barrio. Es el dueño y señor del lugar, y trata a su hermano como un buzo largo, lo que suele poner nerviosos a los demás, porque esta acción genera celos y envidias.

Luego de escuchar la bocina, Kaiser corre al auto, saluda con un gesto a su hermano y esconde su rostro. Su hermano lo increpa delante de los demás.

—Kaiser, ¡levanta la cabeza! ¿Lo mataste? —pregunta con seriedad. Kaiser levanta la vista, lo mira enojado y sorprendido.

—¡Por supuesto que no!

Veneno golpea el manubrio.

—¡No armes una pelea si no vas a matar a nadie! —Respira un poco y continua con voz más calmada—. En mi barrio no podemos llamar la atención de los rivales sin causar verdadero daño, porque nos dejarán de respetar, ¿está claro?

Kaiser mueve su cabeza en señal de disculpa. Veneno saca de la guantera una bolsa de dos kilos de base de cocaína prensada y la pone en una lonchera de niños con la imagen de Mario Bros. Kaiser, con cara de desilusión, recibe la lonchera de su hermano, quien lo mira fijo a los ojos indicando que no se repita.

—¡Es para el tío Mario! —Veneno se refiere al padre de los primos. El chico toma la lonchera y se aleja de la ventana del auto para ir a entregar la droga—. ¡Espera!, ven por esto. —Kaiser se acerca de nuevo al auto y su hermano le entrega un revólver calibre veintidós con una caja de balas, a vista y paciencia de todos.  Lo recibe con una sonrisa, guarda el arma en la cintura detrás del pantalón y las balas en el bolsillo—. Para que vayas practicando tiros —indica su hermano guiñándole un ojo. Estos privilegios no caen nada bien entre los buzos largos; un simple buzo no puede llevar un arma.

Kaiser entrega la droga y regresa con sus amigos para mostrarles el arma. Los lleva a practicar puntería con unas latas en un potrero cercano. En el camino, deciden comprar una bebida desechable de litro y medio para aplacar el calor. Mientras juntan el dinero para pagar, Kaiser se acerca al mesón acomodándose el revólver en la cintura. Asustado, el dueño del local levanta las manos y les pasa una cantidad de dinero considerable. Kaiser, consciente de la confusión, se pone serio, recoge el botín y sale corriendo junto con los demás.

IV

Cuatro años después, el 16 de agosto, es el cumpleaños número catorce de Kaiser, pero más importante que festejar su natalicio es su iniciación a buzo largo.

Al atardecer, se presentan los treinta y dos promovidos en el gimnasio de un colegio y, frente a ellos, se ubican doce trajes grises para comenzar el rito. Este consiste en recibir golpes en el estómago y unas cuantas patadas en el muslo por cada traje gris. A medida que avanzan por la fila, Kaiser escucha nervioso los gritos de dolor de sus compañeros. Cuando llega su momento, aprieta los dientes y aguanta los golpes sin quejarse demasiado. Pasada la paliza, aplican una tortura llamada falanga; los ponen de espalda al piso con las piernas hacia arriba en noventa grados y los pies descalzos para golpearlos con varillas. Cuando empiezan a recuperar las fuerzas, se alinean con la frente en alto y los llevan a una habitación de tatuajes, donde se les indica que es el último que se podrán hacer fuera de la Mamba Negra. Mientras graban a los primeros, Kaiser piensa en uno que le recordará su infancia y familia. Llega su turno y pide un tatuaje en su cuello, con el águila alemana negra mezclada con el número cinco.

Terminada la iniciación, Veneno se acerca sonriente a abrazarlo y felicitarlo. Su hermano ha crecido y lo mira ahora directamente a los ojos sin tener que agacharse.

—Estoy muy orgulloso de ti hermanito —le da un beso en la cara y un puñetazo suave en el rostro, le guiña un ojo y se retira junto con el resto de los trajes grises. 

Suena un mensaje en los celulares, son textos con las instrucciones que debe realizar cada uno: Debes entrenar un grupo de buzos para que puedas comprarte un auto y negociar con los proveedores de la droga, tienes un mes.  Sin pensarlo demasiado, Kaiser sale del lugar cojeando a juntarse con sus amigos de infancia, todavía adolorido por los golpes.

El departamento donde vive Kaiser está en un tercer piso. Avanza hasta la puerta cojeando por las escaleras, todo muy oscuro. Apenas entra, enciende la luz y…

—¡Sorpresa!, ¡Feliz cumpleaños, Kaiser!

Todos sus amigos lo estaban esperando para darle una fiesta de cumpleaños con una pequeña torta, pero con muchas chicas, drogas y alcohol. Se sienta en un sillón, pide una piscola y una línea de cocaína. Mira en el reflejo de una ventana su cuerpo dañado y respira hondo.

—¡Este dolor puede esperar!, ¡mi cumpleaños, no! —grita a sus amigos, quienes ríen y la música fuerte comienza a sonar.

Los ojos rojos de Kaiser acusan un despertar con mucha jaqueca, a su lado de la cama se encuentra una mujer rubia desnuda de quien no recuerda ni su nombre. El reloj marca las tres de la tarde y no tiene apetito. A medida que recupera la conciencia, entre todo el desorden de tragos, snack, drogas, ropa, vómitos, piso mojado y condones usados, encuentra un pack de latas de cervezas. Sale de la habitación para ir a la cancha donde están sentados sus amigos a compartir un poco de alcohol.

Luego de abrir una cerveza, Kaiser se pone de pie y se dirige a sus amigos.

—Hoy también será un día especial para mis amigos, mi gran grupo de confianza. A partir de hoy, ¡serán mis buzos! —Entrega cervezas a los primos Cafú y Pepe, a Lukaku y al Oso—. ¿Aceptan, amigos míos, ser parte del grupo de mis buzos?

Sin dudar, levantan las cervezas.

—¡Sí, aceptamos!

Entonces, comencemos con su iniciación. —Pone en fila a sus amigos y a cada uno le propina un par de fuertes golpes en el estómago y de patadas en los muslos. Cafú y Pepe caen al suelo quejándose de los golpes, el Oso vomita todo y Lukaku lanza garabatos haitianos mientras se soba las piernas. 

Durante la noche, la situación se torna más seria; deben ganar un lugar donde vender la droga, y realizar asaltos de alto valor económico. A pocas cuadras de la cancha, se sientan en una pequeña plaza a fumar marihuana. El olor empieza a hacer lo suyo, atrae ciclistas y caminantes a comprar el nuevo producto a un precio económico. A las tres de la mañana han conseguido mucho dinero y es tiempo de volver a casa, pero se acercan unos individuos y los rodean hasta formar un círculo.

Cuatro de ellos, de nacionalidad colombiana, llevan machetes; otros tres, chilenos, sables y grandes cuchillos. El líder del grupo no lleva armas a la vista. Mientras levanta los hombros, inclina la cabeza en señal de disculpas.

—Lo siento, amigos, pero van a tener que entregarme ese dinero por vender drogas en mi territorio, el territorio de Ricky. —Los amigos de Kaiser, sin pensarlo, sacan el dinero de sus bolsillos.

—Este es mi dinero y, en adelante, mi territorio. Si no estás de acuerdo, pelearemos por él.

Los buzos se sorprenden, porque no están armados. Ricky se voltea para reírse con sarcasmo junto con sus amigos, pero se escucha un balazo y su rostro se congela. Deja de pestañear, un orificio ensangrentado aparece en su frente y se desvanece lentamente hasta caer al suelo. Los amigos de Kaiser no dan crédito a sus ojos, mucho menos la banda de Ricky, inmóvil al ver el cuerpo sin vida de su líder. Cuando reaccionan, ven a los buzos arrancar a toda velocidad y se inicia una persecución.

Después de perseguirlos durante un par de cuadras, uno de los chilenos da alcance al Oso y le entierra su sable en la pierna derecha. Ambos se trenzan a golpes en el piso y los buzos se detienen para intentar salir en su defensa. El Oso logra soltarse, pero la pierna dañada le quita vigor y vuelve a caer. Entonces, el chileno saca un cuchillo y se lo entierre en el hombro. Kaiser lo apunta con el arma y dispara un segundo tiro, pero falla y su amigo recibe otra puñalada, esta vez en la columna, que le impide mover las piernas. Mientras la banda corre en auxilio de su amigo, Kaiser dispara un tercer y cuarto balazo que impactan en el hombro y pecho de su enemigo, con lo que cae muerto. El Oso alza su cabeza y el brazo derecho.

—Amigos, no me dejen morir aquí, por favor, no me abandonen.

Desde un costado de la calle cruza corriendo un colombiano y corta limpiamente con el machete la mano del Oso, que cae frente a su pecho. En shock, el herido la toma con su izquierda y grita desesperado mientras se arrastra por el piso. Kaiser percute un quinto disparo, pero no logra atinar. En un charco de sangre, el Oso chilla pidiendo ayuda a sus amigos y llora mientras llama a su mamá. De repente, otro colombiano se abalanza y le propina un machetazo que cercena su pie y lo deja colgando de la pierna.

—¡Aaay!, ¡amigos!, ¡ayúdenme, por favor!, ¡me duele mucho! ¡Kaiser, no me abandones, te lo ruego!

El sexto disparo solo logra rozar el brazo del colombiano. Aún lejos del Oso, Kaiser se detiene apuntando su arma con un pánico que no lo deja moverse. Ya no quedan balas, pero insiste en apretar el gatillo haciendo sonar el martillo en el tambor vacío. Al ver esto, los cuatro colombianos restantes salen de su escondite para acercarse al Oso a darle sádicos machetazos, además de puñaladas por toda la espalda y cada extremidad. Desconsolados, los primos lloran abrazados. Lukaku, sentado en el suelo, se tapa los oídos y grita con cada machetazo mientras Kaiser sigue disparando aire. El Oso, extenuado de dolor, mira por última vez a Kaiser, mueve su boca ya sin voz y sucumbe. Los furiosos colombianos continúan mutilando lo que queda del dañado cuerpo. Luego, se acercan los chilenos que habían quedado atrás y uno de ellos toma del pelo al Oso para levantarlo a la altura de su torso. Mientras lo sostiene, cada uno de los colombianos le da un machetazo en el pecho. Para cerrar el macabro acto, el chileno con una sonrisa burlona degüella lentamente al Oso. Con los ojos bien abiertos, mira a Kaiser a lo lejos.

—¡Ahora esta es mi banda!, ¡la banda del Branco! —grita y deja caer el cuerpo sin vida del buzo. De pronto, se escucha una patrulla de policía y los asesinos se alejan del lugar terminando con la venganza.

—¡Ya nos veremos!, ¡cobardes! —exclama Kaiser conmocionado. En medio de la calle, el cuerpo destrozado del Oso queda casi irreconocible. Cafú, Pepe y Lukaku, con su llanto desconsolado, se acercan para despedir los restos de su amigo. A lo lejos, Kaiser continúa disparando su revolver una y otra y otra vez; en su rostro endurecido corre una lágrima. El Oso no existe más.

V

Un año después de la muerte del Oso, el grupo de Kaiser se acerca a la tumba para dejar unas rosas blancas a su amigo. No pudieron hacer justicia, ya que había sido un ajuste de cuentas entre pandillas. La Mamba Negra no podía interferir, porque los chicos vendían droga en un lugar que no era territorio de la organización. Cuando Kaiser pone la mano en el nicho para despedirse, escucha una voz a lo lejos.

—¡Hey! ¿Qué crees que estás haciendo? —Era Gabo, el hermano menor del Oso, ahora más corpulento y con mayor altura que la de su hermano. Es el líder su propia pandilla de ocho integrantes. Nunca perdonó a Kaiser y su organización por lo sucedido a su hermano, y juró que lo vengaría con sus propias manos. La pandilla se acerca.

Muestran sus cuchillos y Gabo saca una pistola Smith & Wesson que pone a Kaiser en el mentón. Lukaku y los primos levantan las manos mientras son amenazados con las armas blancas en sus rostros sin entender la situación.

—¿Qué se siente, Kaiser, que tenga tu vida en mis manos y tus amigos no puedan ayudarte? Pero hoy no es tu momento, primero vengaré a mi hermano y después me encargaré de ti y de toda esta mierda de la Mamba Negra. —Gabo aleja el arma y ordena a los demás que también lo hagan. Entendiendo el dolor del hermano del Oso, Kaiser y sus amigos salen caminando lentamente.

—No te equivoques, Gabo, no somos tus enemigos, el Oso era nuestro hermano también.

Gabo apunta la pistola a su cabeza.

—No abuses de tu suerte, porque me puedo arrepentir.

Kaiser le da la espalda y sale del cementerio con sus buzos. Entonces, Gabo arroja al suelo las flores de su adversario, las reemplaza por las suyas y murmura:

—Tanto querían a mi hermano y ni siquiera saben que le gustaban los claveles…

Un viernes de agosto a las dos y cuarto de la madrugada, Gabo y su pandilla se encuentran ocultos cerca de la plaza donde mataron a su hermano. Por la calle poco iluminada se acercan los cinco de la pandilla del Branco celebrando lo que habían recaudado ese día entre drogas y asaltos. Algunos estaban muy ebrios y caminaban zigzagueando.

—Oigan, aquí fue donde apuñalamos al guatón llorón, ¿se acuerdan?, quedó como colador —dice Branco.

 Sí —responde uno de los más sobrios riéndose—, llamaba a su mami, el muy fleto, jajajaja.

Los amigos de Gabo veían cómo el rostro de su líder se desfiguraba por la rabia contenida.

—Y los maracos cobardes de sus amigos se sentaron a mirar y ni pagaron la entrada al gran espectáculo, jajajaja.