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En la cuarta reunión del Club de los martes, organizado para resolver misterios, la artista Joyce Lemprière relata un caso que atestiguó. Durante unas vacaciones en un pueblo costero, en las que se dedicaba a pintar uno de sus cuadros, casi sin darse cuenta pintó un paisaje con unas gotas de sangre en el suelo. A los pocos minutos, la sangre ya no estaba. Más tarde Joyce supo que una mujer había muerto ahogada luego de sufrir un fuerte golpe en la cabeza. El grupo deberá descubrir si la sangre solo fue producto de la imaginación de Joyce y si la muerte fue accidental o premeditada.
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Seitenzahl: 17
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Es curioso —observó Joyce Lemprière—, pero no siento demasiada motivación para contarles mi historia. Sucedió hace mucho tiempo, hace cinco años para ser exacta, y desde entonces me tiene obsesionada. Tanto su aspecto brillante, alegre y superficial, como lo espantoso que se ocultaba por debajo. Y lo raro es que el boceto que pinté en aquel momento quedó teñido por la misma atmósfera. Cuando uno lo mira por primera vez, parece sólo el simple boceto de una callecita de Cornualles bañada por la luz del sol, pero al observarlo con más atención, algo siniestro se cuela. Nunca quise venderlo, pero nunca lo miro. Está en mi estudio, en un rincón, de cara a la pared. El nombre del lugar donde sucedió todo es Rathole, un extraño pueblito pesquero de Cornualles, muy pintoresco. Quizás, demasiado. Allí se respira el ambiente de una antigua sala de té de Cornualles. Tiene tiendas en las que jóvenes con la cabeza inclinada hacia un lado y hacia el otro pintan a mano frases sobre pergaminos. Es bonito y original, y ellas lo saben.
—No sé por qué sucede —dijo Raymond West con un gruñido—. Supongo que será por la maldita invasión de autobuses llenos de gente. Por estrechas que sean las calles, ninguno de esos pintorescos pueblitos se libra de ellos.
Joyce asintió.
—Las calles que recorren Rathole son realmente estrechas y empinadas como una pared. Bueno, sigo con mi historia. Había ido a Cornualles a pasar quince días dibujando. En Rathole hay una antigua posada: Las Armas de Polharwith. Se supone es la única casa que los españoles dejaron en pie cuando bombardearon ferozmente el lugar en 1500 y pico.
—No lo bombardearon —replicó Raymond West con el entrecejo fruncido—. Trata de no desvirtuar la historia, Joyce.