Manifiesto comunista - Karl Marx - E-Book

Manifiesto comunista E-Book

Karl Marx

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Beschreibung

Publicado por primera vez en forma anónima, en Londres, el 21 de febrero de 1848, este fue un texto escrito por encargo de la Liga de los Comunistas, una asociación creada poco antes, en junio de 1947, e integrada mayormente por exiliados alemanes, como el propio Karl Marx. Cuando redactó el Manifiesto, a dúo con Friedrich Engels, Marx ya había sido expulsado de Alemania y de Francia por sus ideas socialistas y su activismo. Durante su exilio en Londres escribirá casi toda su obra. Diferenciándose de los "socialistas utópicos", Marx y Engels se propusieron formular los principios de un "socialismo científico", partiendo de una crítica al orden capitalista que expuso las leyes de su funcionamiento; leyes que llevarían al sistema a su destrucción. El Manifiesto fue reconocido más tarde como uno de los documentos políticos más influyentes del mundo. En 2013, la UNESCO registró el primer tomo de El capital junto con el Manifiesto comunista en el Programa Memoria del Mundo

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Título original Manifest der Kommunistischen Partei

Traducción: Daniela Quiceno

Primera edición en esta colección: mayo de 2022

Karl Marx y Friedrich Engels

© Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-628-7544-35-2

Coordinador editorial: Mauricio Duque Molano

Edición: Juana Restrepo Díaz

Diseño de colección y diagramación: Paula Andrea Gutiérrez Roldán

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado: impresión, fotocopia, etc, sin el permiso previo del editor.

Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

ÍNDICE

1

PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS

2

PRÓLOGO DE ENGELS

3

PRÓLOGO DE ENGELS

4

PRÓLOGO DE ENGELS

5

PRÓLOGO DE ENGELS

I

Burgueses y Proletarios

II

PROLETARIOS Y COMUNISTAS

III

LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA

1. El socialismo reaccionario

El socialismo feudal

El socialismo pequeñoburgués

El socialismo alemán o “verdadero” socialismo

2. El socialismo burgués o conservador

3. El socialismo y el comunismo crítico-utópico

IV

POSTURA DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS OTROS PARTIDOS DE LA OPOSICIÓN

1

PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS

A la edición alemana de 1872

La Liga Comunista, una organización obrera internacional que en las circunstancias de la época, valga decirlo, solo podía ser secreta, encargó a los abajo firmantes en el Congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un programa teórico y práctico destinado a la publicidad que sirviese de programa del partido: así nació el Manifiesto que se reproduce a continuación y cuyo original se remitió a Londres para ser impreso en pocas semanas antes de estallar la Revolución de Febrero. Publicado en primera instancia en alemán, ha sido reeditado por lo menos doce veces en los idiomas hablados en Alemania, Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no fue publicada hasta 1850 y se publicó en el periódico Red Republican de Londres, traducido por Miss Helen Macfarlane y en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres traducciones distintas. La versión francesa apareció por primera vez en París, poco antes de la insurrección de junio de 1848; en los últimos años, ha vuelto a publicarse entre las élites neoyorquinas y se prepara para una nueva traducción; la versión polaca apareció en Londres poco después de la primera edición alemana; la traducción rusa vio la luz en Ginebra en la década de los setenta del siglo XIX; al danés se tradujo al poco tiempo de publicarse.

Por mucho que hayan cambiado las circunstancias durante los últimos veinticinco años, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo esencialmente los mismos. solo tendría que actualizarse uno que otro detalle, ya que el propio manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todo momento y en todo lugar de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial énfasis en las medidas revolucionarias propuestas al final del segundo capítulo. Si tuviéramos que formularlo hoy, este pasaje estaría destinado a un tenor distinto en muchos aspectos; este programa es obsoleto en algunos puntos a causa del inmenso desarrollo experimentado por las grandes industrias en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo general de la Asociación Obrera Internacional, edición alemana, pág. 51, donde se desarrolla ampliamente esta idea). Huelga, asimismo, decir que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que solo llega hasta 1847, y, finalmente, que las indicaciones que se hacen acerca de la actitud de los comunistas para con los diversos partidos de la oposición (capítulo IV), aunque sigan siendo exactas en sus líneas generales, están también anticuadas en lo que toca al detalle, por la sencilla razón de que la situación política ha cambiado radicalmente y el progreso histórico ha venido a eliminar del mundo a la mayoría de los partidos enumerados.

Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico, que nosotros no nos creemos ya autorizados a modificar. Tal vez una edición posterior aparezca precedida de una introducción que abarque el periodo que va desde 1847 hasta los tiempos actuales; la presente reimpresión nos ha sorprendido sin dejarnos tiempo para eso.

Londres, 24 de junio de 1872.

K. MARX. F. ENGELS.

2

PRÓLOGO DE ENGELS

A la edición alemana de 1883

Por desgracia, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya solo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a cualquier otro, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba ya crece la primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me siento obligado, ahora más que nunca, a consignar en estas líneas una vez más la siguiente afirmación:

La idea central que inspira el Manifiesto es que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad —una vez disuelto el régimen de propiedad colectiva de la tierra de las comunidades primitivas— es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas en cada una de las etapas del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida —el proletariado— no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime — la burguesía— sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases. Esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx.

Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.

Londres, 28 junio 1883.

F. ENGELS.

3

PRÓLOGO DE ENGELS

A la edición alemana de 1890

Una nueva edición alemana del Manifiesto sale a la luz en el marco de una década atravesada por diversos sucesos relacionados con este documento que merecen ser mencionados aquí.

En 1882 se publicó en Ginebra una segunda traducción rusa, de Vera Sasulich, precedida de un prólogo de Marx y mío. Lamentablemente, he perdido el original alemán de este prólogo y no tengo más que volver a traducirlo del ruso, con lo que el lector no saldrá ganando nada. El prólogo dice así:

[Reimpresión de la edición rusa de 1882]

“La primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, vio la luz poco después de 1860 en la imprenta del Kolokol. En los tiempos que transcurrían, esta publicación no podía tener para Rusia, a lo sumo, más que un puro valor literario de curiosidad. Hoy las cosas han cambiado. El último capítulo del Manifiesto, titulado “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición”, demuestra mejor que nada lo limitada que era la zona en que iba a ser publicado por primera vez este documento (enero de 1848), y el escaso territorio en que tenía que actuar el movimiento proletario. En esa zona faltaban, principalmente, dos países: Rusia y los Estados Unidos. Era la época en que Rusia constituía la última reserva magna de la reacción europea y en que la emigración a los Estados Unidos absorbía las exiguas energías sobrantes del proletariado de Europa. Ambos países proveían a Europa de primeras materias, a la par que le brindaban mercados para sus productos industriales. Ambos venían a ser, pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La emigración europea sirvió precisamente para imprimir ese gigantesco desarrollo a la agricultura norteamericana, cuya concurrencia está minando los cimientos de la grande y la pequeña propiedad inmueble de Europa. Además, ha permitido a los Estados Unidos entregarse a la explotación de sus copiosas fuentes industriales con tal energía, y en proporciones tales, que dentro de poco echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental. Estas dos circunstancias repercuten a su vez revolucionariamente sobre América misma. La pequeña y mediana propiedad del agricultor que trabaja su propia tierra sucumbe progresivamente ante la concurrencia de las grandes explotaciones, a la par que en las regiones industriales empieza a formarse un copioso proletariado y una fabulosa concentración de capitales.

Pasemos ahora a Rusia: durante la sacudida revolucionaria de los años 48 y 49, los monarcas europeos, y no solo los monarcas, sino también los burgueses, aterrados ante el empuje del proletariado, que empezaba a cobrar por aquel entonces conciencia de su fuerza, cifraban en la intervención rusa todas sus esperanzas. El zar fue proclamado cabeza de la reacción europea. Hoy, este mismo zar se ve apresado en Gatchina como rehén de la revolución, y Rusia constituye la forma más avanzada del movimiento revolucionario de Europa.

El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. Pero en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo, y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos.