Manos mágicas - Relato erótico - Alexandra Södergran - E-Book

Manos mágicas - Relato erótico E-Book

Alexandra Södergran

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

—¿Recuerdas el nuevo centro de masajes que descubrí? — dice Eva, emocionada. Están sentadas en el cafetín y Susanne puede notar que su amiga tiene algo importante que decirle. Como de costumbre, había visitado el salón de masajes para que las manos tibias del Sr. Matej aliviaran el cansancio de sus huesos. Pero la sesión tomó un giro inesperado cuando Eva pide algo fuera de lo común, un tratamiento especial, y las manos del Sr. Matej comenzaron a moverse por su cuerpo de una manera totalmente nueva.-

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Seitenzahl: 22

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Alexandra Södergran

Manos mágicas

LUST

The Masseur

Original title: Massören Translated by: LUST

Copyright © 2019 Alexandra Södergran and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726273458

E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Manos mágicas

—¿Te cuento algo? No tengo permitido contarlo, pero... —hizo una pausa y tomó un sorbo de café.

—¿Qué? —pregunté.

—No. —Tragó saliva y dio una rápida cepillada a su abrigo. Golpeó uno de sus tacones contra las baldosas del piso, mientras cruzaba sus piernas una y otra vez. Frunció los labios como si intentara desesperadamente detener las palabras que luchaban por salir a borbotones.

—Ay, vamos ya, ¡dilo!

—¡Sí, está bien! —Suspiró con fuerza—. Pero prométeme que no pensarás que soy extraña.

—Por favor, Eva, no pensaré que eres extraña. ¿Qué pasa? ¿Qué es eso que te mueres por contar?

Eva se pasó los dedos por el cabello, se mordió el labio y dijo: —Por Dios, no sé ni cómo explicarlo.

Sus ojos recorrieron el cafetín y los míos también. En una esquina, había tres hombres sentados en una mesa. Estaban subcontratando electricistas. El que estaba tatuado se inclinó sobre la mesa y giró un destornillador en sus dedos. Los otros dos tenían los brazos cruzados y hablaban en voz baja. Siempre se tomaban su tiempo para almorzar, para planear reuniones o lo que fuera que hicieran. La mayoría de las veces simplemente parecían tomar café y contar chistes subidos de tono. Pero al menos, eran un agradable espectáculo para nuestros ojos.

Desde donde estábamos sentadas no podíamos escuchar lo que decían —ni ellos a nosotras— pero, aun así, Eva sentía la necesidad de bajar la voz hasta susurrar: —¿Recuerdas el nuevo centro de masajes que descubrí?

Yo asentí.

—El chico apuesto de la República Checa.

Volví a asentir y ya estaba prácticamente acostada sobre la mesa.

—Bueno, ayer, nosotros... —Se detuvo y humedeció sus labios— llevamos las cosas al siguiente nivel. —Sonrió con una chispa de picardía en sus ojos; exhibía una fachada sofisticada y experimentada, se sentía tan cómoda en su piel y era tan provocadoramente arrogante que su felicidad era contagiosa.

Me sentí embriaga por el simple hecho de estar sentada frente a ella.

—No sabía que salías con alguien —dije.

—No estamos saliendo —Sonrió y sacudió la cabeza—. Bueno, eh…