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Beschreibung

Un apuesto abogado, una herencia millonaria. Hannah Armstrong se llevó la sorpresa de su vida cuando recibió la visita de Logan Whittaker, un apuesto abogado. Al parecer, había heredado una fortuna de la familia Lassiter, pero ella nunca había conocido a su padre biológico, y Logan le propuso ayudarla a descubrir la verdad acerca de su procedencia. Logan estaba deseando pasar de los negocios al placer. Pero Hannah ya tenía bastantes secretos de familia, y el traumático pasado de Logan también podía empeorar las cosas a medida que la temperatura iba subiendo entre ellos.

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Seitenzahl: 193

Veröffentlichungsjahr: 2015

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2014 Harlequin Books S.A.

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Más cerca, n.º 123 - noviembre 2015

Título original: From Single Mom to Secret Heiress

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-7280-6

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Uno

Menuda forma de llegar a finales de abril… casi sin blanca y con una fuga en las cañerías.

Pero la suerte de Hannah Armstrong estaba a punto de cambiar. Veinte minutos después de hablar con la compañía y de que le aseguraran que intentarían mandar a un fontanero, llamaron a la puerta.

Salió de la minúscula y anegada cocina y cruzó el comedor sobre las toallas que cubrían el suelo inundado. En el salón esquivó otro obstáculo, un descapotable de juguete de un horroroso color rosa y una colección de vestidos para muñecas.

–Cassie, cielo, tienes que recoger los juguetes antes de irte a dormir a casa de Michaela –gritó de camino a la puerta.

Al instante recibió el clásico «sí, mamá», desde el pasillo de la derecha.

Hannah habría reprendido a su hija de no estar tan impaciente por recibir a su providencial fontanero de brillante cinturón de herramientas. Pero cuando abrió la puerta se quedó de piedra ante el hombre que esperaba en su porche. Tenía que ser el fontanero más atractivo de todo Boulder. O mejor dicho, de todo Colorado.

Un puro espécimen de metro ochenta, pelo negro y ojos del color del café. Vestía una cazadora deportiva azul marino encima de una camisa blanca con el cuello abierto, vaqueros desteñidos y unas relucientes botas de vaquero.

–¿Señorita Armstrong? –le preguntó alargando ligeramente las palabras.

La desharrapada imagen de Hannah, vaqueros descosidos por las rodillas, camiseta azul descolorida con un provocativo «¡vamos!» estampado, descalza y con el pelo recogido en una coleta, la tentó por unos segundos a negar su identidad. Pero una tubería reventada era más importante que su orgullo femenino.

–Soy yo, y no sabe cuánto me alegro de verlo.

–¿Me esperaba? –su tono y expresión reflejaron asombro.

Debía de estar bromeando.

–Pues claro, aunque me sorprende que haya venido tan rápido. Lamento si le he hecho cambiar sus planes del viernes por la noche, pero le estoy muy agradecida por su empeño. Antes de empezar, sin embargo, me gustaría preguntarle algo… ¿Cuánto cobra exactamente por las horas extras?

Él la miró visiblemente incómodo, ya fuera por la pregunta o por el incesante parloteo.

–De doscientos cincuenta a cuatrocientos, independientemente de la hora.

–¿Dólares?

–Sí.

–¿No es un poco caro para un fontanero?

La sorpresa inicial del hombre se transformó en una sonrisa de hoyuelos arrebatadores.

–Puede ser, pero yo no soy fontanero.

A Hannah le ardieron las mejillas por la metedura de pata. Si se hubiera fijado bien, se habría dado cuenta de que aquel hombre no pertenecía a la clase obrera.

–¿Y qué es? ¿Quién es usted?

Él se sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta y se la ofreció.

–Logan Whittaker, abogado.

Hannah enmudeció, hasta que pensó que no tenía nada que temer de un abogado. Agarró la tarjeta y la leyó, pero no le sirvió para aclarar sus dudas. Nunca había oído hablar del bufete de Drake, Alcott y Whittaker, ni conocía a nadie en Cheyenne, Wyoming.

Alzó la vista y lo sorprendió mirándola tan fijamente como ella había examinado la tarjeta.

–¿De qué se trata?

–Me estoy ocupando de la herencia de J.D. Lassiter –respondió él, y se quedó callado como si todo estuviera claro.

–Lo siento, pero no conozco a nadie que se llame Lassiter. Tiene que ser un error.

Él frunció el ceño.

–Es usted Hannah Lovell Armstrong, ¿verdad?

–Sí.

–¿Y su madre se llama Ruth Lovell?

La conversación era cada vez más extraña.

–Se llamaba. Falleció hace dos años. ¿Por qué?

–Porque fue nombrada beneficiaria secundaria en caso de que algo le ocurriera a usted antes de reclamar su herencia.

¿Su herencia? No, no podía ser. No después de tantos años esperando que…

Poco a poco empezó a asimilar la realidad, recordando la advertencia de su madre. «No necesitas saber nada de tu padre ni de su despreciable familia. Él nunca se ha preocupado por ti. Es mejor no saber».

Tan aturdida se quedó por la posibilidad de que aquello guardase relación con el hombre que le había dado la vida que no pudo articular palabra. Se quedó mirando la tarjeta que aferraba con fuerza.

–¿Se encuentra bien, señorita Armstrong?

La pregunta del abogado la sacó de su estupor.

–Me siento un poco… confusa –por decir algo.

–Lo entiendo. Lo primero que quiero dejar claro es que no me corresponde a mí cuestionar su relación con J.D. Lassiter, pero me han encargado explicarle las condiciones de su herencia y los procedimientos para reclamarla. Cualquier cosa que me diga será mantenida en la más estricta confidencialidad.

Hannah advirtió lo que aquel abogado estaba insinuándole y decidió dejar las cosas claras.

–Señor Whittaker, no tengo ni he tenido nunca ninguna relación con alguien llamado Lassiter. Y si está insinuando que yo podría ser una amante secreta, déjeme decirle que se equivoca.

–Le vuelvo a decir que ni asumo ni cuestiono nada, señorita Armstrong. Solo estoy aquí para cumplir la última voluntad del señor Lassiter –miró por encima del hombro a Nancy, la vecina más cotilla del barrio, quien había dejado de regar el seto para escuchar disimuladamente–. ¿Sería posible hablar en privado?

A pesar de su aspecto Hannah no se sentía cómoda con la idea de invitar a un desconocido a su casa.

–Escuche, necesito tiempo para asimilar esta información –tenía que investigar a Logan Whittaker y comprobar que no se trataba de un estafador–. ¿Podríamos vernos esta noche para hablarlo? –siempre que no descubriera nada sospechoso sobre él, naturalmente.

–Puedo volver sobre las siete y media.

–Preferiría que nos viéramos en un lugar público. Tengo una hija y no quiero que escuche nuestra conversación.

–Ningún problema. Y mientras tanto puede hacer una búsqueda por internet o llamar a mi oficina y preguntar por Becky. Así tendrá la prueba de que soy quien digo ser.

Debía de haberle leído el pensamiento.

–Gracias por entender mi inquietud.

–Es lógico que quiera protegerse a usted y a su hija –parecía sincero y comprensivo, y Hannah se apoyó contra la columna del porche.

–Supongo que en su trabajo habrá visto toda clase de cosas inimaginables que pasan con los niños.

Él cambió el peso de un pie a otro.

–Por suerte soy abogado mercantilista, por lo que solo me dedico a transacciones comerciales, asuntos de la propiedad y personas forradas hasta las cejas.

–Mi clase favorita de gente –dijo ella sarcástica.

–¿No le gustan los ricos y famosos?

–Se podría decir que no. Es una larga historia –y a él no le interesaría lo más mínimo.

–Me hospedo en el Crest Lodge, cerca de aquí. Tienen un buen restaurante en el que podemos hablar tranquilamente y en privado. ¿Lo conoce?

–He estado allí una vez –fue seis años antes, con su marido, en su aniversario… poco antes de que un horrible accidente se lo arrebatara–. Es un sitio muy caro.

Él sonrió.

–Por algo inventaron las cuentas de gastos.

–Por desgracia, no dispongo de una.

–Yo sí, invito.

Y qué invitación… sentada frente a un hombre enloquecedoramente atractivo y del que nada sabía. Pero solo iban a hablar de negocios, nada más.

–Claro, si está seguro…

–Completamente. Mi número de móvil está en la tarjeta. Avíseme si cambia de planes. De lo contrario, la espero allí a las siete y media.

Eso le dejaba poco más de dos horas para ducharse y vestirse, siempre que el fontanero no apareciera…

–Hablando de llamadas, ¿no podría hablar de todo esto por teléfono?

Él se puso serio una vez más.

–En primer lugar, tenía que ocuparme de unos asuntos en Denver y decidí pasarme por aquí de regreso a Cheyenne. En segundo lugar, en cuanto conozca los detalles sabrá por qué estimé oportuno hablarlo en persona. La veré esta tarde.

Se dio la vuelta y se alejó por el camino hasta un elegante Mercedes negro, dejando a Hannah sumida en el desconcierto y la incertidumbre.

Al cabo de unos momentos volvió a entrar y encendió rápidamente el ordenador de su dormitorio para realizar la búsqueda de Logan Whittaker. Encontró abundante información, incluyendo fotos y galardones. Se había graduado en Derecho por la Universidad de Texas y había ejercido en Dallas hasta que seis años antes se trasladó a Cheyenne. También descubrió que era soltero, lo cual no era de su incumbencia…

Entonces se le ocurrió buscar información sobre J.D. Lassiter. Lo primero que encontró fue un artículo que hablaba de su talento para los negocios y de su inmensa fortuna. Y cuando reconoció el rostro volvió a quedarse de piedra. Era el mismo hombre que había estado en su casa hacía más de veinte años.

Aquel día Hannah había vuelto a casa de la escuela y se encontró al hombre y a su madre en el porche, enzarzados en una discusión. Hannah era demasiado pequeña para entender, y cuando le preguntó a su madre por él Ruth solo le dijo que no era nadie de quien tuviera que preocuparse.

Hannah sintió una mezcla de emoción y remordimiento. Aunque tuviera pruebas de que J.D. Lassiter era su padre, ya nunca podría conocerlo. Era como si alguien le hubiese concedido un regalo especial para acto seguido arrebatárselo. Pero no importaba. Aquel hombre tenía dinero para dar y regalar, y aun así no se había gastado ni un centavo en ayudarla. ¿Por qué iba a dejarle una parte de sus pertenencias? ¿Tal vez porque le remordía la conciencia? ¿Un intento por expiar sus pecados? Demasiado tarde… Decidió que iría a cenar con Logan Whittaker, escucharía lo que tuviera que decirle y luego le haría saber que no aceptaría nada de J.D. Lassiter.

A las ocho menos cuarto Logan empezó a pensar que Hannah Armstrong había cambiado de idea. Pero cuando levantó la vista del reloj la vio en la puerta del restaurante.

Tenía que admitir que le había parecido una mujer tremendamente atractiva nada más verla, desde su pelo castaño rojizo recogido en una cola de caballo hasta sus pies desnudos y su rostro sin maquillaje. Poseía una belleza lozana y natural y los ojos más verdes que Logan había visto en sus treinta y ocho años.

A la cena se había presentado, sin embargo, con una ligera capa de maquillaje que realzaba aún más sus hermosas facciones. El pelo le colgaba recto hasta los hombros y llevaba un vestido negro y ceñido, sin mangas y hasta las rodillas. Sus miradas se encontraron y Hannah echó a andar hacia él, ofreciéndole una buena porción de sus largas piernas. Era más alta que la mayoría de las mujeres. Tal vez Logan debiera apartar los ojos de sus atributos si no quería verse en serios problemas. Además, no tenía ningún motivo para suponer que ella estuviese dispuesta a saltarse la barrera que separaba los negocios y el placer. Se levantó y rodeó la mesa para retirarle una silla.

–Gracias –le agradeció ella después de sentarse. Logan hizo lo mismo y le ofreció una carta.

–Estaba pensando que ibas a darme plantón.

–Te pido disculpas por el retraso… Mi hija, Cassie, tuvo que cambiarse de ropa tres veces antes de poder llevarla a dormir a casa de una amiga.

Logan sonrió, invadido por los recuerdos.

–¿Cuántos años tiene?

–Gina tiene treinta años, los mismos que yo.

–Me refiero a tu hija.

Un ligero rubor le coloreó las mejillas a Hannah.

–Ah, claro… Estoy un poco nerviosa por todo este asunto de la herencia, ¿sabes?

También lo estaba Logan, pero por razones muy distintas. Cada vez que ella posaba en él sus increíbles ojos verdes sentía que se le aceleraba el pulso.

–No hay motivos para estar nerviosa. Pero es comprensible que sienta curiosidad.

–No tanta como para no poder esperar hasta haber cenado. Me muero de hambre –abrió la carta y se puso a examinar el contenido–. Había olvidado lo variado que es aquí el menú…

Logan casi había olvidado lo que era compartir una mesa con una mujer hermosa. En los últimos años había tenido unas cuantas aventuras con mujeres fáciles de seducir a las que solo les interesaba el sexo.

–Sí. Es difícil decidirse… Por cierto, ¿han arreglado las cañerías?

Ella siguió leyendo el menú.

–No, por desgracia. Llamaron para decirme que se pasarán mañana por la tarde. Parece que han reventado las tuberías de todo Boulder.

Y con lo despampanante que estaba aquella noche podría reventar todos los corazones de Boulder.

–¿Me recomiendas algo?

–¿Has probado la carne de búfalo?

–No, yo soy más de la carne de res con patatas y esas cosas.

–Un texano de pura cepa, ¿eh?

Al parecer había seguido su consejo.

–¿Me has buscado en internet?

–Pues sí. ¿Te molesta?

Solo si había descubierto la parte de su pasado que casi nadie de Wyoming conocía.

–No te culpo… En estos tiempos hay que estar muy seguro de con quién se queda.

–Me alegra que lo entiendas. Y tu currículum es realmente impresionante.

Él se encogió de hombros.

–Solo son unos cuantos títulos.

–Pues a mí me han impresionado.

Ella sí que lo estaba impresionando a él…

–¿Has comido ya búfalo?

–Sí, y te lo recomiendo encarecidamente. Tiene mucha menos grasa que la carne de res.

–Creo que voy a quedarme con lo que conozco.

La sonrisa de Hannah casi lo tiró de la silla.

–Deberías expandir tus horizontes…

Lo que debería hacer sería dejar de mirarle disimuladamente el escote.

–Puede que lo haga algún día.

Un camarero joven y desgarbado se acercó a la mesa y le dedicó una radiante sonrisa a Hannah.

–Hola, me llamo Chuck. ¿Qué os apetece beber? ¿Un cóctel antes de cenar?

–Tomaré un café solo.

Hannah le sonrió a Chuck.

–Para mí un vaso de agua.

El camarero respondió con una sonrisa de adolescente.

–¿Ya sabéis qué vais a tomar?

Ella volvió a mirar la carta antes de cerrarla.

–Yo tomaré solomillo de búfalo con salteado de champiñones y espárragos.

Logan carraspeó para ganarse la atención del joven.

–Bistec de ternera poco hecho con patatas.

Chuck anotó el pedido, pero no apartó la mirada de Hannah mientras recogía los menús.

–¿Qué tal un aperitivo? Las criadillas son de primera.

Logan puso una mueca de asco.

–Creo no.

–Mejor una ensalada a la vinagreta –dijo Hannah.

Chuck apartó finalmente la mirada de ella para volverse hacia Logan.

–¿Tomará una ensalada usted también, señor?

–Solo el café y un vaso de agua.

El camarero se apartó de la mesa.

–Marchando.

–Idiota… –masculló Logan cuando se quedaron solos.

–A mí me ha parecido muy servicial –objetó Hannah con el ceño fruncido.

–A ti desde luego que quería servirte, y no la cena precisamente.

¿Hablaba como un novio celoso?

–¿Cómo dices? –preguntó ella extrañada.

–¿No has visto cómo te miraba?

–Solo estaba siendo amable.

Al parecer no era consciente del efecto que causaba en el sexo opuesto. Una característica que a Logan le resultaba ciertamente intrigante.

–No lo culpo… Eres una mujer muy atractiva, pero hasta donde él sabe, somos una pareja. Su forma de comerte con los ojos no era muy apropiada, que digamos.

Ella desvió la mirada y volvió a ponerse colorada.

–Pero no somos una pareja, y él no me estaba comiendo con los ojos.

–Te aseguro que lo estaba haciendo –sería imposible no hacerlo.

Ella agarró la servilleta, la desplegó y se la colocó en el regazo.

–Pues si lo ha hecho no me he dado cuenta. La verdad es que no he salido mucho últimamente.

–¿Desde…? –dejó la pregunta sin terminar. No quería adentrarse en temas delicados..

–Desde la muerte de mi marido –concluyó ella con una ceja arqueada–. No pasa nada. En los últimos cuatro años he podido hablar de ello sin derrumbarme.

Logan estaba cada vez más impresionado con aquella mujer. En su caso habían pasado nueve años y aún no podía hablar de su pérdida sin verse dominado por la ira y la tristeza.

–Admiro tu resiliencia –dijo, deseando tener la mitad de aquella tenacidad.

Chuck escogió aquel momento para llevarles las bebidas y la ensalada de Hannah.

–Aquí tenéis. La cena estará enseguida.

Por mucho que Logan odiase admitirlo, se alegró de ver al idiota del camarero y cambiar de tema.

–Muchas gracias, Chuck.

–De nada, señor.

El camarero se marchó y Logan se giró de nuevo hacia Hannah.

–Tengo entendido que acabas de sacarte el título.

Ella tomó un sorbo de agua y sonrió.

–Así es. Parece que también tú has hecho los deberes conmigo…

–Tenía que localizarte como fuera –J.D. apenas había proporcionado información sobre ella.

Hannah agarró el tenedor y se puso a remover la lechuga.

–No hay nada como internet para investigar a las personas.

–Estarás contenta al comprobar que no soy un depravado haciéndome pasar por abogado…

–Sí, pero la verdad es que siento curiosidad… ¿Por qué dejaste Dallas por Cheyenne, en Wyoming? Tuvo que ser un cambio muy drástico.

Logan no quería hablar de los motivos por los que había cambiado de vida.

–No tanto. También hay vaqueros en Wyoming.

–¿Fuiste un vaquero antes, o estás intentando convertirte ahora en uno?

–Ya he montado suficientes caballos, si es eso a lo que te refieres.

Ella volvió a sonreír.

–A ver si lo adivino… Naciste en una próspera y rica familia ranchera.

–Pues no. Más bien en una humilde familia granjera que se remonta a tres generaciones. Mis padres se dedicaban al ganado y al cultivo de melocotones en Texas. Ahora están jubilados… y muy decepcionados conmigo por no haberme hecho cargo de la granja.

–¿Por qué quisiste convertirte en abogado?

Él sonrió.

–Cada vez que me ponía un mono la gente me confundía con un fontanero, y como desatascar los desagües no es lo mío, me decanté por estudiar Derecho.

Ella soltó una carcajada que se reflejó en sus ojos.

–Algo me dice que no vas a dejar que olvide nuestro primer encuentro.

Algo le dijo a él que iba a acabar muy mal si no dejaba de mirarla como una mujer deseable.

–Te perdono, teniendo en cuenta cómo nos hemos conocido.

–Y yo te perdono por no haberme avisado antes de presentarte en mi puerta.

Logan seguía con la primera impresión que tuvo de ella grabada en la mente.

–¿Sabes? Me alegro de no haber resuelto esto por teléfono. Si lo hubiera hecho no te habría conocido, y algo me dice que lo habría lamentado.

Hannah dejó el tenedor, apoyó el codo en la mesa y posó la mejilla en la palma de su mano.

–Y yo habría perdido la oportunidad de ponerme elegante y cenar gratis.

Era más hermosa que una pintura renacentista que hubiese cobrado vida, y si Logan no se concentraba en el asunto que tenían entre manos…

–Cuando sepas el dinero que te corresponde podrás invitarme a cenar tú la próxima vez.

¿La próxima vez, había dicho? Estaba perdiendo los papeles, algo del todo inaudito en él.

Hannah pareció igualmente sorprendida por el comentario.

–Eso depende de si acepto mi parte de la herencia, lo cual es bastante improbable.

Logan no podía imaginarse que nadie en su sano juicio rechazara una fortuna semejante. Pero antes de poder expresar su opinión o comunicarle de cuánto dinero estaban hablando, apareció Chuck con los platos.

Logan comió con apetito, mientras que Hannah apenas probaba su comida. Cuando finamente acabaron, Hannah apartó la servilleta.

–Muy bien, ya lo hemos postergado bastante. Dime cuánto es el dinero de la herencia.

Logan tomó un sorbo de agua.

–El dinero está actualmente en un fondo vitalicio. Puedes dejarlo ahí y vivir tranquilamente de las rentas. O puedes retirarlo todo. Tú decides.

–¿Cuánto? –preguntó ella.

Logan advirtió su rubor.

–¿Quiere que vayamos a tomar una copa antes de continuar?

La frustración se reflejó en su rostro.

–No necesito una copa.

–Solo una copa de vino para aliviar la tensión…

Ella se inclinó hacia delante y le clavó la mirada.

–¿Cuánto?

–Cinco millones de dólares.

–Creo que tomaré esa copa.

Capítulo Dos

Hannah nunca bebía, pero en aquel momento necesitaba realmente el vodka con tónica.

–¿Cinco millones de dólares? ¿Estás loco?

Logan se recostó en el sillón y le clavó la mirada.

–No es mi dinero. Yo solo soy el mensajero.

Ella dejó el vaso en la mesita que los separaba y se pasó los dedos por el pelo, resistiendo el impulso de arrancárselo.

–¿Quieres decir que solo tengo que firmar unos cuantos papeles y me convertiré en millonaria?

–Es algo más complicado…

Después de recibir aquella noticia nada le parecía sencillo, ni siquiera la decisión de rechazar el dinero.

–¿Tendré que testificar ante algún juez?

–No, pero hay condiciones.

Ella bajó las manos al regazo y se recostó en los cojines del sofá.

–¿Como cuáles?

–Tendrás que firmar un acuerdo de confidencialidad para recibir la herencia.

–¿Un acuerdo de confidencialidad?

–Significa que si aceptas el dinero no podrás hablar con nadie de tu relación con los Lassiter.

Hannah soltó una carcajada.

–Me niego. Me he pasado la vida a la sombra de la vergüenza, gracias a que mi padre biológico no quiso saber nada de mí.

–¿Entonces sospechas que J.D. Lassiter era tu padre?

–Sí, es muy probable, pero no lo sé con seguridad porque no tengo ninguna prueba. Sea como sea, no pienso aceptar su dinero a cambio de mi silencio.

Logan apuró su café y guardó silencio unos instantes.

–¿Qué futuro tiene una carrera como la tuya?

Un futuro bastante complicado, admitió para sí misma, pero saldría adelante.

–Voy a dar clases de fisiología humana en un instituto.

Él soltó un suspiro.

–Hacen falta muchas agallas para hablarles a un puñado de adolescentes sobre los órganos del cuerpo, sobre todo siendo tan atractiva como tú.

Hannah apreció su habilidad para repartir cumplidos, aunque no fueran sinceros.

–Te aseguro que puedo tratar a cualquier joven por difícil que sea.

–No lo dudo. Pero no te será fácil. Lo sé porque yo también fui joven.

Hannah se imaginó a un muchacho guapo y encantador.

–La mayoría de los hombres conservan algunos rasgos de la pubertad, ¿no crees?